Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sea water por Sabaku No Ferchis

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡Hola!

Este SasuGaa es diferente a lo que normalmente escribo, así que vamos con unas advertencias: 

1. Las principales temáticas que aborda son el suicidio, la depresión y la inestabilidad emocional. 

2. AU y demasiado OoC.

Y pues, creo que vale aclarar que todo es ficción, producto de una mezcla de canciones de Interpol xD 

SEA WATER

~SasuGaa~

. . .

Well, she was my catatonic sex toy love-joy diver
She went down down down there into the sea
And she went down down down there, down there for me

[Interpol – Stella was a diver and she was allways down]

. . .

Gaara sabía perfectamente que su piel quemaba. El fuego me hacía sudar hasta derretirme. Él se metía en su papel de verdugo y decía constantemente que era mejor con las luces apagadas; así movía sus caderas entre las penumbras, privándome de explotar por completo, pero haciéndome arder al punto que me volvía loco.

La manera en que su cuerpo desnudo se frotaba contra mí le arrancaba gemidos suaves. Estoy seguro de que, en todas esas ocasiones, él me miraba con la boca abierta y los labios cubiertos de saliva; el ceño fruncido para no hacer evidente que su mirada aguamarina desbordaba placer. Yo le apretaba los muslos mientras sentía la horrible incomodidad de la ropa sobre mí. Prefería concentrarme en eso y en el goce que sentía mi miembro erecto, en lugar de pensar que Gaara estaba completamente desnudo, y que, por su capricho, yo no podía contemplarlo.

Más de una vez le pregunté, ¿por qué sin luz? Desde hace tiempo, yo tocaba hasta la parte más íntima de su cuerpo de la misma forma en que un ciego se aventura al mundo. Pese a eso, él siempre echaba la misma excusa: Porque eres un esclavo de los detalles.

Pero si desde un inicio mi vida fue un chiste, ¿por qué habría de importarme?

Fui esclavo de los detalles desde que comencé a ponerme expectativas. Vamos, Sasuke, tienes que ser como tu hermano. Tu hermano no comete errores, ¿es que no lo ves? Él se fija en los detalles, cuida que todo sea perfecto. ¿Por qué no te esfuerzas un poco más? Creo que he olvidado si quien decía eso era mi padre, mi madre o mi propia consciencia.

Lo que sí recuerdo, era la espalda de Itachi, caminando siempre delante de mí, como pretendiendo dejarme el camino libre. La envidia llegó cuando cumplí los doce años, aunque todos esos sentimientos de inferioridad se acumularon dentro de mí durante diez años más. Jamás pude deshacerme de ellos porque Itachi, con esa cálida y perfecta sonrisa de hermano mayor, nunca me permitió odiarlo. Entonces, volqué ese sentimiento hacia mí.

Hice grandes esfuerzos por dejar de ser la persona que odiaba y convertirme en una imitación de nii-san (quizá quería ganarme a mis padres o formarme personalidad). Mi reputación era la de aquel que combina perfectamente su lado social y carismático con un ratón de biblioteca. Terminé una ingeniería con mención honorífica, notas envidiables y como plus personal, un enorme historial de chicas que pasaron por mi cama. Sin embargo, todo mi esfuerzo (¡todas las pastillas, las bebidas energéticas, el alcohol, las noches en vela y mi excesivo perfeccionismo!) solo me sirvió para ser un gerente mediocre en el área mediocre de una empresa mediocre, no el famoso neurocirujano, no el director del Hospital General de Tokio; ese era mi hermano.

Aunque sí (quizá), tal vez alguna fuerza superior se compadeció de mí y me recompensó con algo que nunca tendría mi hermano. Gaara llegó a mi vida con veinte años; a los tres días siguientes él estaba en mi cama, sobre mí en plena oscuridad, con las piernas extendidas mientras tomaba mi pene de entre la cremallera del pantalón y lo introducía en su cuerpo desnudo.

Siempre me pareció que él olía a agua de mar. La primera vez que lo vi fue cuando me lo presentaron como mi nuevo subordinado. Se había graduado en contaduría; decían que obtuvo un puntaje sobresaliente en habilidad abstracta y matemática durante las pruebas psicométricas, casi rozando el nivel de genio.

Una vez que estuve dentro de Gaara, supe que estaría gustoso de sentir su piel quemándome con cada roce hasta la muerte. Todas las tardes, llegábamos a mi departamento y él se montaba sobre mí sin darme tiempo siquiera de desabrocharme los pantalones. Gaara me recostaba con sus manos delgadas y suaves antes de que el ritual comenzara. Nuestros cuerpos hacían fricción sobre la tela de los pantalones hasta que ambos estábamos tan duros que nos dolía el pene. Entonces, él apoyaba ambas manos sobre mi pecho y se mordía los labios. Ayuda con las luces apagadas, decía. Y apagaba las luces, privándome de su figura cuando empezaba a desnudarse.

En nuestras horas después de follar, el olor del cuarto era una combinación de sexo, cocaína y agua de mar. Generalmente era yo el que hablaba mientras Gaara me escuchaba con atención, su cuerpo cubierto por las cobijas bajo la luz de la habitación. Él me contemplaba con esos grandes ojos aguamarina, delineados por rastros negros de insomnio. Mucho tiempo creí que le gustaba saber de mí; ahora pienso que también estaba tratando de evitar que yo preguntara cosas sobre él.  

Un día, entre tanto, lancé una pregunta. ¿Por qué esperaste un año para encontrar trabajo, luego de terminar tu carrera? Gaara, que estaba recostado sobre mi pecho, levantó su cabeza de la misma forma que lo haría un gato, e imaginé un par de orejas pelirrojas irguiéndose ante una señal de alerta.

Sabía que la respuesta tenía que ver con el agua de mar, porque sus ojos eran acuosos cuando me miró. Pero él casi nunca hablaba sobre sí mismo, y hubiese sido un milagro que lo hiciese en ese momento. La simple excusa que dio (tuve contratiempos) no explicaba nada. Entonces pensé que, al contrario de mí, Gaara era una persona que buscaba pasar por la vida como si fuese invisible, cubriendo con sus dedos la luz del sol. Quizá estaba acostumbrado a que le dijeran que era un problema.

Se me ocurre una idea bastante descabellada, aunque Gaara no está aquí para confirmarla. Aquella vez, le pregunté qué tipo de contratiempo había tenido, pero él cerró la conversación con un beso en los labios, llevándome a mis deseos egoístas de poseerlo otra vez. En el vaivén, su cuerpo me pareció más vulnerable.

Quizá todo se limita al agua de mar. Justo ahora, el viento que choca con mi rostro huele a mar… ¡Oh, es verdad! Ahora recuerdo que la sensación de ese olor la conocí mucho antes de que Gaara (el pelirrojo errático de mi corazón) llegara a mi vida.

Yo tenía veinticinco años, un auto de modelo reciente y una pistola pegada en mi sien derecha. Era de noche, el río que conectaba con el mar traía consigo el característico olor.  Yo miraba las luces de la ciudad reflejadas en el agua como si fuesen mi familia. Mis pensamientos revoloteaban tan fuerte dentro de mi cabeza que la mano que sujetaba el gatillo temblaba patéticamente: Estoy tan atascado, estoy harto. Jamás alcanzo mis expectativas y no encuentro otro modo de deshacerme de todo esto.

Pero era un cobarde (prometo que no habrá una segunda vez).

Pensé en volver a mi auto cuando me percaté que no era el único que estaba viviendo un infierno. De hecho, salió en el periódico: “Joven de diecinueve años intenta suicidarse lanzándose al río: se encuentra en estado crítico de hipotermia”.

El chico había echado un grito en un intento por motivarse a saltar. Noté su presencia gracias a ello. Se miraba delgado y frágil allá en el puente; las luces de la ciudad iluminaban su piel blanca y su cabello negro como la brea, pero la distancia no me permitió distinguir las líneas de su rostro. Aun así, solté la pistola y estuve a punto de gritarle… ¿qué intentaba gritar? No recuerdo. Antes de que pudiera articular cualquier palabra, llegó una patrulla y él se lanzó al agua.

Algunas veces, cuando acariciaba la melena roja de Gaara después de hacer el amor, venía a mi mente la imagen del chico de cabello negro. Ambos olían a agua de mar. Ese detalle siempre estaba presente. ¿Quién es Gaara? Me preguntaba yo. Gaara es el chico que huele a agua de mar.

Pero no solo eres eso, ¿cierto, Gaara? Ambos lo sabemos. Dices que soy un esclavo de los detalles, y es verdad. No permitías que mis ojos te vieran mientras teníamos sexo, aunque jamás considerarte el hecho de que mis manos sí te sentían. Conozco todos los detalles de tu cuerpo: las cicatrices en tu espalda, las pequeñas protuberancias verticales a lo largo de tus brazos, las marcas que a veces sobresalían de tu camisa cuando te aflojabas la corbata y, claro, la cicatriz que forma el kanji “amor” en la parte derecha de tu frente, esa que siempre ocultaste con tu cabello rojizo.

Siempre pensé en Gaara como el chico más solitario del mundo. Por eso estoy seguro de que aquellas marcas ocurrieron hace años, quizá durante su infancia. Él nunca habló de su pasado; se limitaba a escucharme despotricar sobre mi familia y mis complejos de inferioridad (es posible que eso representara el ochenta por ciento de nuestras pláticas). Sí, creo que él disfrutaba limitarse a oírme, y a mí me gustaba ser escuchado por Gaara, porque me miraba con ojos tiernos, como si tuviera ganas de abrazarme. Aunque muy pocas veces lo hacía.

A veces siento que te odio. Gaara dijo eso una ocasión; yo volteé a verlo con una sensación amarga en el pecho. Su mirada me tranquilizó; no había ni una pizca de odio en ella. Sé que te molesta, pero tú tienes algo que cualquiera desearía. Creo que eres idiota por no valorarlo.

¿Y qué es? Una familia, eso es lo que él pensaba decir. Alcancé a leer esa palabra en sus labios partidos por el viento de invierno (Gaara, siempre te dije que cubrieras tu rostro durante las nevadas). Sin embargo, las palabras que pronunció fueron diferentes: Que tienes suerte con las mujeres.

Bien, eso no importa. ¿En qué estaba?

Oh, cierto.

La respuesta ahora me parece bastante obvia. En realidad, siempre estuvo presente. Lo noté en la oficina, cada que alguien comentaba lo rico que cocinaba su madre, o que había ido a un partido de hockey con su padre. Gaara arrugaba la nariz y se la rascaba para que nadie se diese cuenta. En su escritorio no tenía retratos familiares ni objetos personales mas que un pequeño cactus. En su primer día en la oficina, se presentó solo como Gaara, provocándome un montón de dudas: ¿Y quienes son tus padres? ¿A qué familia estás ligado? ¿Tienes hermanos? ¿De dónde vienes?

Él era solo Gaara.

Aunque claro, objetivamente él proviene de un lugar. En su acta de nacimiento está registrado como Sabaku no Gaara, hijo Sabaku no Raasa y Mizuna Karura. El padre es medianamente conocido en el mundo de la política; la madre es la cuñada del hombre.

Los documentos de Gaara (hasta hace poco almacenados en Recursos Humanos) decían que alguien más fue su tutor durante la secundaria. El nombre de tipo… ¿Baki? Sí, así se llamaba. Su nombre estaba escrito debajo del de Gaara, a un lado de su foto.

A penas la recuerdo. Gaara, me hubiese gustado contemplarte detenidamente cuando eras un estudiante de secundaria, pero Karin estaba tocando la puerta. Durante el medio segundo que quedaba, observé tus ojos, que ya estrenaban sus marcas de insomnio; observé tu expresión, la línea de tu boca como si nunca hubiese aprendido a sonreír; tu cabello, negro al igual que la brea… negro, que te caía por el cuello hasta por arriba de los hombros…

Una vez me dijiste que odiabas tu cabello. Casi ronroneabas mientras sentías mis dedos enredarse entre tus hebras rojizas; aun así, tú dijiste que lo odiabas. Pero es bonito. Las cosas poco comunes llaman la atención, te dije. Es por eso, contestaste, guardaste silencio y hundiste el rostro en mi cuello.

Gaara, ¿existe la posibilidad de que me respondas ahora? Yo sé la verdad, pero quiero escucharla de ti. Quiero que me des permiso de conocerte. ¡Es lo justo! ¡Tú sabes todo de mí!

Teñías tu pelo de negro porque odiabas cuando tu madre te gritaba que lucías igual al hombre que la usó y la abandonó. Lo dejaste crecer porque no querías que nadie viera la cicatriz que ella te hizo en uno de sus arrebatos de locura, cuando aún eras muy niño. Conservaste ese color porque así era más fácil que la gente te ignorara. Era la forma perfecta de desaparecer.

¡Y siempre decías que es mejor con las luces apagadas! Evitabas que yo mirara tu cuerpo con la excusa de que soy un esclavo de los detalles. Pues adivina qué: Este esclavo de los detalles sabe que no se trataba de un capricho tuyo. No querías que viera las quemaduras de cigarro que el alcohólico de tu padrastro te hizo en la espalda, ni los rastros de laceraciones que te hiciste en los brazos durante tus miles de intentos por terminar con todo, antes de que se te ocurriera saltar del puente.

¡Gaara! ¡Responde! ¡Estoy aquí! Si continúo gritando, alguien va a venir ¡Sé que estás ahí porque huelo el agua de mar!

Te ayudaban las luces apagadas porque temías que yo viera cuán sucio te concebías.

Yo siempre estaba vestido. No querías mancharme.

Tú nunca hablabas. Me dejabas hablar porque me querías más que a ti mismo.

Nunca me callaste. ¡Siempre cuidaste de mis sentimientos con tanta delicadeza!

¿Fuiste malo por dejarme? Yo soy peor.

Mis pies ya no están tocando el suelo. Mi cuerpo quiebra el aire y pronto hará lo mismo con el agua de mar. Lo sabes, ¿verdad, Gaara? Yo jamás tuve la posibilidad de salvarte. A medida que caigo, recuerdo la primera vez que saltaste del puente y mi inútil intento por impedirlo. Yo quería gritarte “¡No mueras!”

Pero ahora regreso a ti, porque fuiste lo único bueno que tuve en la vida. Sé que las cuarenta y ocho horas que llevas habitando bajo el agua de mar, has estado esperando por mí. 

 

FIN

 

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).