Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Disforia por Daena Blackfyre

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Varias veces pensó si esto era una buena idea. Todavía no conocía lo suficiente a Sabo como para mostrarle su lugar secreto, aunque éste ya lo había descubierto el primer día. Así que le obligó a prometer como cien veces que no se lo diría a nadie. Sabo lo juró hasta que Ace estuvo contento y finalmente lo llevó.

Se encontraron en el bosque. Hacía varios días que ambos se veían allí. Ace iba siempre después de clases y Sabo cuando podía huir de su casa, aunque aún no estaba seguro dónde vivía. ¿Debería preguntarle? Por más que tuviese curiosidad, no iba a decir nada. Si Sabo quería decirle suponía que lo haría en algún momento. Ace también tenía cosas que no quería contar, pero por suerte ese niño parecía muy alegre y confiado, tanto como para conformarse con sólo saber su nombre. Tal vez fue eso, aquella simpleza, lo que le llevó a sentirse cómodo con él.

Cuando llegaron al árbol indicado tardaron un rato en subir. Sabo había mejorado mucho trepando árboles, pero era imposible que lo llegara a superar. Aun así, Ace sostuvo su mano para que no se caiga. Estarían en problemas si eso pasara, porque el lugar de su guarida estaba bastante alto y una caída desde allí no les saldría gratis.

Ace no había construído demasiado. Sólo tenía un pseudo-piso hecho con maderas que sacó de la basura, más un intento de paredes, y algunos materiales más que recogió del mismo lugar acumulados. A pesar que fuese modesto, Sabo vio ese lugar como si fuera lo más increíble del mundo.

—Woah —suspiró el niño—. ¿En serio hiciste todo esto? ¡Es genial, Ace!

El cumplido le hizo burbujear un sentimiento de orgullo en su interior, pero no lo dijo. Sólo se sentó.

—Aún falta para terminarla —recordó.

—Podemos hacerlo juntos, yo puedo ayudarte —Se ofreció Sabo muy emocionado, pero la mueca sorprendida de Ace lo hizo retroceder—. Bueno... Si quieres, es tu lugar secreto.

Parpadeó unas cuantas veces al oírlo intentando terminar de entenderlo hasta que se rió. Fue extraño ese momento. Ese pequeño espacio en el bosque era suyo, jamás lo había compartido con nadie más y ahora lo hizo con Sabo porque lo descubrió, pero éste se mostró interesado de una forma que Ace no esperó. Que eso pasara no era parte de sus planes.

No terminaba de entender qué lo llevaba a confiar en Sabo. Será porque lo veía agradable, sincero y porque no le hacía preguntas molestas como otras personas. Ace no tenía amigos en la escuela, nunca dejaba que nadie se acerque lo suficiente, pero este niño le había hecho revelar su mayor secreto sin dudar.

—Mmm... Tendremos mucho que hacer —suspiró pensando en todos los arreglos que le faltaban a esa casa y Sabo, al oír sus palabras, sonrió ampliamente mostrando todos su dientes junto con el espacio faltante.

Fue un gesto reconfortante y se sintió a gusto con él, como cada vez que lo encontraba allí.

Tener un amigo podía estar bien y ser agradable, al menos eso estaba aprendiendo.

Estuvo a punto de proponer que fuesen a buscar más cosas para la guarida, pero una tormenta comenzó a arremolinarse sobre sus cabezas. Ace no lo pensó dos veces antes de decirle a Sabo que tenían que bajar e irse.

La lluvia cayó sobre ellos mientras corrían por el bosque. Al menos así no sentían el frío. Tomó la mano de Sabo para guiarlo y que no se perdiera, después de todo él no conocía la zona.

—¿Estás seguro? —preguntó Sabo en la entrada de la casa y Ace suspiró hastiado.

—Ya te dije que está bien —espetó sintiendo que su cuerpo se estremecía—. ¡Pasa de una vez que hace frío!

Ace se quejó con el cuerpo empapado hasta que Sabo entró a su casa. Las gotas caían desde su cabello y de las ropas mojadas. Por más que el día fue muy cálido, ahora estaba sintiendo frío con su piel húmeda por la lluvia.

Dadan no estaba en casa, como supuso, tal vez aparecería después. No tenía otro lugar donde se pudieran refugiar, así que decidió que fueran a su casa. Sabo aceptó dudoso, pero lo siguió y entró.

Fueron hasta el baño a buscar toallas. no necesitaba de ningún adulto —o ser uno— para saber que no podían quedarse con la ropa empapada.

—Te prestaré algo —mencionó yendo a su cuarto a buscar algo para cambiarse.

Sabo no lo siguió y agradeció eso. No le gustaba que lo vieran vestirse. Lo hizo muy rápido como si estuviera ocultando un secreto y un poco así era.

Sacudió su cabello húmedo en la toalla y suspiró. Normalmente no perdía con facilidad su calor corporal, pero la temperatura había bajado considerablemente. El clima del pueblo solía ser bastante constante, pero a medida que se acercaba el invierno las temperaturas comenzaban a descender mucho en la noche y caían inesperadamente esos aguaceros que parecían amenazar con destruir el mundo. No importaba, ya estaban bajo techo protegidos.

Ace se trasladó hacia el comedor donde Sabo se había quedado y lo vio parado, con la toalla que le había dado colgando de sus hombros, mirando las fotos que habían enmarcadas en la pared. Había pocas, pero las suficientes para mostrar diferentes personas: Garp, Sengoku, Rosinante, Dadan, y él mismo por supuesto.

—¿Son tu familia? —preguntó Sabo cuando notó su presencia.

—Algo así —contestó observando junto a él los cuadros—. El viejo viene de vez en cuando —Señaló a Garp, quien se mostraba sonriente en la foto junto a un molesto Ace, ni siquiera se acordaba por qué estaba enojado pero Garp tenía la habilidad para molestarlo fácilmente—. Dadan vive aquí, pero no siempre está. Los demás viven en otros lugares.

Ace había conocido en algunas visitas a Sengoku y Rosinante, su hijo. No recordaba la primera vez que los vio exactamente, pero eran amables con él. Siempre se divertía viendo a Garp y Sengoku discutir mientras que Rosinante era un tipo raro, torpe, pero amable y gracioso. Era muy bueno con él, Ace esperaba volver a verlos pronto. Garp siempre traía noticias de ellos.

Los tres pertenecían a la Fuerza Policial y tenían altos rangos, así que tenían mucho trabajo y viajaban constantemente. Garp siempre decía que podían conseguirle un espacio ahí a Ace cuando fuera mayor, pero él mismo sabía que era imposible y además no le interesaba.

—¿No te sientes solo?

Esa pregunta le hizo apretar los labios y volteó la mirada hacia un lado. Sabía que todas esas personas en las fotos lo apreciaban y se preocupaban por él, pero los veía de forma muy escasa. Ace estaba acostumbrado a eso, porque fue lo que siempre vivió, pero no podía decir que a veces fantaseaba con más.

Era complicado de responder, pero Sabo no esperó a que dijera algo.

—También me siento así.

No comprendió del todo por qué le decía eso. Sabo no había hablado mucho de él, pero lo suficiente para que Ace supiera que tenía padres y una familia, ¿cómo podría sentirse solo? De repente, Ace no quiso imaginarse qué podría haber en la casa de Sabo para que éste dijera algo así.

Sacudió la cabeza y decidió zanjar el tema allí. Caminó para buscar algo de comer, ya se estaba haciendo de noche.

—Puedes cambiarte si quieres —Señaló con un movimiento su habitación y el otro niño se perdió de su vista a través de la puerta.

Por un instante, se quedó pensando cuánta gente dejaba entrar en su habitación y la respuesta llegó rápidamente a su cabeza: Ninguna. Aun así, no le molestó la idea que Sabo ingresara. Tampoco tenía algo que pudiera llamarle la atención, pero la idea que ese chico entrara a un lugar que consideraba privado le causó cierto nerviosismo.

Eran amigos después de todo, ¿verdad? Sí, probablemente ya podía considerar a Sabo un amigo, después de todo no invitaba a cualquiera a su casa. Incluso le había dejado ropa para que se cambie.

Ace rebuscó entre las alacenas bajo el fregadero y encontró lo que buscaba: Sopas instantáneas.

A pesar de tener sólo 10 años era capaz de sobrevivir estando solo. Ace había tenido que aprender rápidamente cómo no morir de hambre.

Puso agua a calentar y fue a sentarse en la mesa luego de encender el televisor. ¿Por qué siempre estaba puesto en el mismo canal? No tenía idea. Estaban dando un ridículo programa de baile que a Dadan le gustaba. Ace odiaba esa clase shows, todo parecía completamente falso y actuado. Buscó el control para cambiar.

Sabo se acercó para sentarse a su lado. Su ropa le había quedado bien como supuso. Ambos tenían la misma edad y tamaño, aunque Ace era un poco más alto.

—¿Qué estás viendo? —preguntó observando el televisor mientras pasaba los canales.

—Nada —mencionó pasando los canales hasta que lo dejó en una película que ya había visto—. Esta es buena.

—Ah sí —Sabo sonrió y se rascó la cabeza pensando—. Una vez la vi, es...

—Kill Bill —respondió Ace al instante. Tenía buena memoria para las tonterías.

Sabo asintió sonriendo y se sentó con él. Miraron la televisión por un rato hasta que Ace oyó el agua hervir.

—Cada vez llueve más fuerte —comentó Sabo.

—Ya pasará —comentó Ace levantándose—. No duran mucho estas tormentas, ¿quieres avisarle a alguien?

Señaló un teléfono sobre una pequeña mesa junto al sillón. No supo qué mueca puso Sabo, pero tampoco le respondió nada. Sólo lo oyó levantarse y marcar un número mientras Ace echaba el agua caliente en las copas de ramen.

Lo oyó marcar con mucha seguridad. ¿Se sabía el número de su casa de memoria? Eso le hizo preguntarse cuántos números se sabía él. Dentro de su mente repasó el de Garp, Dadan y del de Sengoku recordaba los últimos tres números. Supuestamente, esos teléfonos debía saberse por si le pasaba algo, pero nunca los usaba.

La conversación que tuvo Sabo fue muy rápida y apenas pudo oír qué dijo, pero sintió que se apresuró a cortar pronto. Le intrigó la persona con quien hablaría. ¿Serían sus padres o alguien más? Ace se mentalizó que eso no era importante.

Acercó el ramen instantáneo a la mesa y sintió muchas ganas de probar esa sopa para calentarse la panza. Estaba hirviendo, pero eso no impidió que su hambrienta ansiedad lo hiciera comer.

—Está delicioso —comentó Sabo muy contento llamando la atención de Ace.

—¿Nunca habías comido? —preguntó con una ceja arqueada y su amigo negó con la cabeza. Qué niño raro—. Sólo le hechas agua caliente y ya, parecen de plástico pero sabe bien.

Sabo estuvo de acuerdo, pero aun así siguió comiendo con gusto mientras ignoraban la televisión y charlaban de tonterías.

Era de noche cuando se dieron cuenta y Ace bostezó, aunque nunca sabía si su sueño era por la narcolepsia o por cansancio. La lluvia no paró y supuso que ninguno de los dos podría salir. Dadan tampoco apareció y la película ya había terminado. Se levantó para tirar a la basura esas copas.

—Ven —le dijo a Sabo dirigiéndose a su habitación.

No tenía muchas cosas. Sólo la cama deshecha y un armario con cajones. Algunas prendas de ropa estaban tiradas por el suelo. Ace se sentó en la cama quitándose los zapatos.

—Puedes quedarte a dormir si quieres —comentó mirando al otro niño—. La habitación del viejo huele a humedad y la de Dadan está cerrada con llave.

Eso significaba que debía dormir los dos allí. Su cama no era demasiado grande, pero ambos podrían entrar o eso suponía. Sabo no parecía muy convencido, pero aun así se acercó para sentarse junto a él.

—¿Está bien si me quedo? —preguntó y Ace alzó los hombros.

—Si tu quieres —contestó—. ¿Se enojarán en tu casa?

Sabo hizo el mismo gesto con hombros y ambos se quedaron en silencio. Ace subió los pies a la cama y se recostó contra la pared. La habitación apenas tenía luz, sólo un pequeño velador prendido, y esa oscuridad le hizo bostezar de nuevo.

—En realidad me agrada no tener que dormir allá—comentó Sabo llamando su atención—. Siempre me levantan temprano.

—Qué aburrido.

—Lo es —Sabo también bostezó cansado—. Tengo que tomar un montón de clases aburridas.

—¿No puedes negarte?

—Creo que así no funciona —contestó riendo. Ace suspiró porque tenía razón. En la escuela también le obligaban a tomar clases de cosas que no le interesaban—. Pero me gustan las clases de geografía y literatura.

Una mueca de disgusto se formó en su rostro. Esas materias eran demasiado aburridas para él. Ace prefería otras cosas, como las matemáticas. Por más que no leyera bien y se durmiera en sus clases, era bueno con los números.

—Leer es aburrido —aseguró.

—Para nada, es genial poder transportarte a otros mundos sólo leyendo —contestó Sabo, pero Ace no se mostró de acuerdo—. Puedo prestarte alguno de mis libros para que veas que tengo razón.

—Bueno... —masculló no muy convencido. Quizá podría hacer el intento, aunque no tenía mucha paciencia para sentarse a leer.

—Me gustaría escribir libros —dijo Sabo y Ace arqueó las cejas sorprendido—. Aunque mis padres dicen que debo dedicarme a la política, no lo sé... ¿A ti qué te gustaría?

Lo pensó por unos instante. Ace no tenía clara una profesión o algo que quería ser, pero definitivamente ni siquiera consideró las opciones de Sabo para sí mismo.

—No sé —contestó—. No sé qué quiero ser, aunque... Me gustaría viajar por muchos lugares.

A veces tenía esa fantasía. Le gustaría visitar esos lugares que sólo conocía a través de la televisión o las películas. Salir de ese lugar donde estaba encerrado y vivir aventuras sin que importara su nombre, su persona o nada. Quería ser libre.

—¡Eso es genial! —mencionó Sabo emocionado—. También quiero viajar, así puedo escribir sobre los lugares donde estuve.

Ace se rió por ese entusiasmo y porque también lo sintió.

Perdieron mucho tiempo hablando sobre los lugares que les gustaría ir o las cosas que querrían hacer o comer cuando viajaran, hasta que el sueño los atacó.

Ambos se recostaron en la cama después de un rato. Ace sintió que el sueño le vencía mientras su espalda estaba pegada a la de Sabo. La cama alcanzaba para los dos y el otro niño no se movió, tanto que Ace pensó que estaba solo, pero cuando se volteó recordó que no.

En algún momento de la noche, sintió frío y buscó una manta para taparse entre sueños. No recordaba que su cama fuera tan cómoda y abrigada, pero esa noche lo fue más que nunca.

.

.

.

Cuando Dadan entró a su hogar se sintió cansada. Pasó toda la noche trabajando y la tormenta le impidió regresar a su hogar, sin mencionar los problemas que le causaron sus negocios. Por suerte, ya estaba todo solucionado. Se moría por recostarse un rato. Ya eran casi las nueve de la mañana, tenía tiempo para dormir.

Estuvo a punto de irse a su habitación cuando recordó algo importante: Ace. El niño debería estar en su cuarto. ¿Hoy tenía escuela? ¿Qué día era? Si lo pensaba con detenimiento, era domingo, aunque no estaba muy segura. Si el mocoso no iba a la escuela, Garp la mataría y no estaba preparada para enfrentar a ese viejo loco.

Se dirigió al cuarto de Ace y lo vio allí. Genial, no había escapado.

Cuando estuvo a punto de marcharse, notó algo que le llamó la atención.

¿Qué era ese cabello rubio? ¿Sería alguna ropa y vio mal?

Dadan miró con detenimiento esa cama y entrecerró los ojos. Vio la cabeza de Ace con su pelo negro hecho una maraña como siempre, pero eso otro era... Ace y... ¿Qué?

—¡Despierta de una vez, mocoso! —vociferó entrando con fuerza al cuarto.

La interrupción fue tal que Ace casi se cae de la cama del susto.

—¿Qué mierda quieres? —masculló acariciando su cabeza. Ya le estaba doliendo por sus gritos.

—Háblame bien —exigió señalando al otro niño que se estaba despertando—. ¿Y éste quién es?

—¿Quién es la vieja? —preguntó Sabo mirando a Ace y éste se rió al ver la cara de Dadan—. Soy Sabo, un placer conocerla, señora vieja mugrosa.

Las risas de Ace aumentaron y Dadan tuvo ganas de matarlos.

—Fuera de mi casa —espetó enojada.

—Es sólo una broma —defendió Ace—. Danos algo de comer antes.

—¡Yo no alimento niños idiotas!

A pesar de lo que dijo, Dadan preparó un desayuno para ellos y obvió lo que dijo Sabo. Un poco le agradó si era sincera. Además, Ace no era un niño con amigos y, si al menos había hecho uno, era una buena señal. No recordaba haberlo visto sonreír y reírse de esa forma por tanto tiempo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).