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Fuga en la Clave del Arrepentimiento (Traducción) por Ogawasan

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Notas del capitulo:

Notas de la Autora:

Chiran es la cantante de Pandemic y amiga de Miya, quien le ha asistido en grabaciones y edición de sonido en el pasado.

Notas de la Traductora:

Han sido días extraños, pero de alguna manera el traducir esto es reconfortante. Espero no hayan tenido problemas con los flashbacks repentinos de nuestro querido Miya :B Sin más que agregar, los dejo con el segundo capítulo.

  Ya esta oscuro afuera cuando Miya despierta al día siguiente, probablemente habría dormido más si su estómago vacío no hubiera interrumpido su sueño. Se dirige directamente al refrigerador, sin siquiera molestarse en encender las luces de la cocina.

Las sobras de pasta que encuentra desaparecen en cuestión de un par de minutos. Se da cuenta de que no esta solo en el departamento al mirar por la ventana, al depositar el contenedor vació en el fregadero. Tatsurou se encuentra en el balcón, recargado sobre el barandal, su silueta contorneada por las luces de la calle. Miya toma su cajetilla y encendedor antes de salir al balcón tambien.

  — Hey — dice mientras cierra la puerta de cristal detrás de él.

Tatsurou le lanza una mirada por encima de su hombro.

  — Hey. Creí que nunca ibas a despertar — le dice con un toque divertido en su voz.

  — Si… — Miya responde con una ligera sonrisa. No dice nada mas – realmente no tiene deseos de decirle la razón por la cual se mantuvo despierto la mayor parte de la noche.

Solo los sonidos de la ciudad acentúan el silencio se forma a continuación. Tienen una linda vista de las luces de Tokio desde el piso donde se encuentran – incluso puede recordar haber visto a los lejos, la silueta del Monte Fuji en días despejados. La noche es cálida, pero una pequeña brisa la hace placentera, sin duda la tormenta del día anterior había aliviado el aire de toda humedad. Miya se recarga sobre el barandal junto a Tatsurou y saca un cigarrillo, no se da cuenta de que Tatsurou le observa.

  — Que mal que olvidaste que se supone que ibas a dejarlo.

Miya baja su encendedor y le mira incrédulo.

  — ¿Qué rayos se supone que significa eso?

  — Exactamente lo que dije — Tatsurou replica, dándole la espalda al paisaje nocturno. Su perfil, resaltando entre las nubes oscuras detrás de él, es perfectamente impasivo. Ni el mayor de los esfuerzos permite a Miya descifrar sus pensamientos. Opta por encender su cigarrillo solo para fastidiarlo, pero ni siquiera lo disfruta. Después de tan solo un par de caladas, decide apagarlo contra el barandal y guardarlo de nuevo de la cajetilla.

El silencio es ahora opresivo, y Miya tiene que romperlo él mismo al ver que Tatsurou no intenta decir absolutamente nada. La pregunta que ha estado quemando sus labios desde el día anterior escapa de su boca antes de que pueda siquiera considerar las consecuencias.

  — No solo somos compañeros de departamento ¿cierto?

Puede escuchar la pregunta hacer eco dentro de su cabeza una y otra vez, tan surreal que casi puede convencerse a si mismo de que jamás la hizo, de no ser por la manera en que el cuerpo de Tatsurou se tensó junto a él.

Siente que una eternidad ha pasado cuando Tatsurou finalmente responde:

  — No, no lo somos.

  — … ¿Por qué no lo dijiste?

Tatsurou ríe desanimado.

  — No seas estúpido, Miya.

  — Contéstame — demanda, difícilmente controlando la ira que ha surgido dentro de él nuevamente.

Tatsurou se vuelve para encararlo.

  — ¡Vamos, me preguntaste quien era yo! ¿Qué se suponía que iba a decir? ¿“Hola soy Tatsurou, y por cierto, hemos estado juntos por cinco años”?

Su tono de burla falla en ocultar la amargura en su voz, y Miya alcanza a ver un dolor indescriptible en sus ojos antes de que Tatsurou escapara al departamento.

Miya le sigue, empujando presurosamente la puerta del balcón, y apenas se las arregla para alcanzar a Tatsurou antes de que se encerrara en su habitación. La puerta se cierra en su hombro, pero logra empujarla y entrar ante un derrotado Tatsurou.

  — … ¿Cinco años? — pregunta Miya, incapaz de decir cualquier otra cosa.

  — Juntos y separados — responde Tatsurou, evitando mirarlo a toda costa, dejándolo observar la cabellera negra que le recorre la espalda.

De pronto Miya se siente mareado. Hace lo posible para hurgar en su mente y decir algo – lo que sea – pero las palabras no llegan a su boca. En vez de eso, su mano busca la de Tatsurou por voluntad propia.

Sin embargo, los dedos del vocalista resbalan de su mano como arena. Sin pensarlo, Miya forza a Tatsurou a encararlo tomándolo fuertemente de los hombros, desliza ambas manos por su cabello y poniéndose sobre las puntas de sus pies, une sus labios con los de Tatsurou. El beso es corto, pero siente a Tatsurou responderle antes de separarse repentinamente.

  — …No sabes lo que estas haciendo — murmura. Ahora sus manos desaparecen dentro de sus bolsillos, fuera del alcance de Miya.

Tiene razón, y Miya lo sabe – pero entonces recuerda claramente los largos dedos de Tatsurou deslizarse por su cabello mojado, y sabe que solo hay una cosa que puede hacer.

Tatsurou cede esta vez. A continuación, sus labios se encuentran sobre los de Miya, abrazándolo fuertemente, y su corazón latiéndole con fuerza contra el pecho del guitarrista, solo traiciona el deseo que había estado reprimiendo.

Es solo momentos después, cuando el peso de Tatsurou esta descansando sobre el suyo, y sus extremidades desnudas están enrelzadas con las de él, cuando Miya se da cuenta de que tan bien su cuerpo lo recuerda. Es como si conociera cada centímetro de su piel de memoria – su boca encuentra los ángulos correctos y sus manos le acarician sin error alguno, y por primera vez en semanas, Miya se siente en casa.

Se estremece por completo en el momento en que abre los ojos para encontrarse con los de Tatsurou, mirándolo fijamente. Ni siquiera puede resistir su mirada por más de algunos segundos. De pronto se siente aterrado de lo que Tatsurou puede – o no – ver en sus ojos, asi que prefiere cerrarlos con fuerza, como si fuera del placer que se acumula dentro de él.

 

---

 

 Otro arreglo de flores se encuentra sobre la mesa de la cocina – esta vez con flores rosas, y adornado con una larga tarjeta que reza: “Para Miya, de parte de todos los MUCCers”.

Junto a este se encuentra una caja llena de cartas provenientes de todo Japón – incluso algunas de países extranjeros, escritas en lenguajes que apenas y puede descifrar – y todas ellas están acompañadas de dibujos, muñecos y animales hechos a manos, fotomontajes y todo tipo de regalos.

Miya los revisa todos y cada uno de ellos. Le toma una pequeña eternidad, pero todos los “Mejórate pronto” y los “Te estaremos esperando” finalmente rompen con su ilusión de que su vida esta atrapada entre las paredes de su departamento. Esta vez, no se permite reprimirse – y dirigiéndose a su habitación, toma una de sus guitarras acústicas para colocarla sobre su regazo y tocar un acorde al azar, haciendo una pequeña mueca cuando Rumi le golpea el hombro furiosamente.

  — ¡Oye, lo prometiste!

  — ¡No es mi culpa! Tengo que hacer un examen de ingreso este fin de semana — dice Miya, sin despegar los ojos de las cuerdas de su guitarra acústica —. Mi mamá quiere que vaya a la escuela en Mie.

  — ¿¡Qué!? ¿¡Porque!?

Miya se encoge de hombros, sin embargo sabe muy bien el porqué, y está completamente seguro de que la idea rondaba la mente de su madre desde hace un tiempo. Robar la bicicleta de ese niño había sido el colmo.

  — … De no ser así, irías a mi escuela ¿cierto?

  — Supongo, si — responde Miya, bajando sus dedos por el cuello de su guitarra, tocando algunos acordes al azar, improvisando una pequeña y torpe melodía.

Durante varios minutos, ninguno de los dos dice nada, hasta que Rumi se levanta.

  — Reprueba el examen — dice ella con firmeza, y Miya parpadea. No había pensado en eso. Rumi se limpia la tierra de la falda de su uniforme y toma su mochila. Los dedos de Miya rasgan un par de notas incoherentes cuando ella se inclina a besarlo en los labios.

Miya baja su guitarra tan solo un par de horas después, con varias partituras regadas alrededor de él, buscando desesperadamente el teléfono que suena en algún lugar de la habitación.

  — ¿Hola? — responde sin aliento, evitando apenas la contestadora automática.

  — Hey, estoy en la estación — dice Tatsurou, y Miya sonríe al escuchar el sonido de su voz — ¿Quieres algo de la tienda de conveniencia?

  — Un pastel, por favor.

  — Un…¿Qué? ¿Un pastel entero?

  Miya se ríe, incapaz de ocultar su emoción.

  — Todavía puedo tocar las canciones.

Hay una pequeña pausa, y prácticamente puede sentir la sonrisa en la voz de Tatsurou.

  — ¿Vainilla o chocolate?

 

---

 

  Para cuando decide bajar su tenedor, Miya esta incómodamente lleno. Se estira lentamente, dejando salir un pequeño gemido de satisfacción, y se da cuenta que su camiseta se le ha levantado un poco, cuando Tatsurou le propina un par de golpecitos juguetones sobre su estómago.

  — ¿En donde guardas todo eso? — le pregunta sonriente, mientras Miya se acomoda la camiseta.

  — Mira quien habla — replica el guitarrista, arqueando la ceja con fingida molestia. Tatsurou solo atinar a sonreír.

  — Soy más alto, y quemo más calorías.

Sus apetitos combinados no dieron tregua al pequeño pastel – una delicia de jengibre, lima y coco que obviamente no fue comprado en una tienda de conveniencia a pesar de la petición de Miya – atacándolo sin siquiera molestarse en cortar el pastel en rebanadas. Todo lo que queda es un pedazo mal cortado con las palabras “Bienvenido, Miya” deletreadas sobre el glaseado.

Miya observa con deseo lo que queda del pastel, logrando resistir la tentación de comérselo. Se acomoda para recostarse sobre el sofá, con una taza de té negro en mano. Su estomago lleno protesta cuando intenta doblar las piernas contra su pecho, entonces decide mantener los pies sobre el piso. El vapor de su té esta tan caliente, que en vez de dar un sorbo opta por inhalar su fragancia de canela.

  — ¿Qué? — pregunta, cuando nota que Tatsurou le observa.

  — Nada — sonríe, recargando su brazo sobre el respaldo del sofá, mientras sus dedos le acarician la nuca —. Solo estoy contento de que recuerdes las canciones.

Miya asiente, cerrando los ojos para disfrutar mejor las caricias de los dedos de Tatsurou sobre su piel, sintiéndose somnoliento a causa del suave contacto y todo el pastel que ha comido.

  — Podremos comenzar a trabajar pronto.

Hay una pausa, y Miya abre los ojos para mirar confundido a Tatsurou.

  — Estaba pensando que podíamos esperar antes de decirles a los demás — dice finalmente Tatsurou, apretando ligeramente su nuca, como si quisiera frenar la protesta que Miya esta por hacer —. Solo un par de días. Tengo el fin de semana libre.

El alto vocal le ofrece una sonrisa encantadora, de las que usualmente reserva para casos de emergencia.

  — Todo mundo esta esperando a que me recupere, Tatsurou — dice Miya, sabiendo que es lo mejor para él mismo – la tarde que ha pasado con sus guitarras paso en un abrir y cerrar de ojos, que ahora se siente ansioso de regresar a su rutina de música y conciertos y estudios. Es surreal pensar que había olvidado lo mucho que lo amaba.

  — Podemos ir a Ibaraki — intenta de nuevo Tatsurou, mirando el reloj —. Si nos vamos ahora, llegaremos allá como a las nueve, más o menos. ¿Qué dices?

Miya se ríe, moviendo la cabeza con incredulidad.

  — Digo que estas loco.

  — ¡Vamos! ¡Será divertido!

Unas gotas de té negro caen sobre la mano de Miya cuando Tatsurou sacude su hombro juguetonamente, entonces maldice en voz alta, a causa de la sorpresa y el dolor.

  — ¡Mierda! — sisea, mordiendo su labio inferior, pegando su mano instintivamente contra su pecho.

  — ¿Ahora que? — cuestiona irritado Tatsurou, acercándose para revisar la mano de Miya, quien siente su piel arder.

  — El vapor — Miya señala la tetera caliente —. Estoy bien — dice entre dientes cuando Tatsurou abre el grifo y coloca su mano bajo el chorro de agua.

  — ¡No estas bien, maldición! — Tatsurou respira profundamente para calmarse, mirando el agua que cae sobre la mano de Miya —. Demonios, es que… no te entiendo. ¡Estoy harto de todas tus estupideces, solo porque no puedes decidirte!

Miya deja salir una risita desanimada, zafándose del agarre de Tatsurou. El dolor regresa de inmediato a sus nervios, pero decide ignorarlo y toma una toalla para secarse la mano.

  — ¿¡Que no puedo decidirme!? ¿¡Quién es el que esta ansioso de acostarse con alguien diferente cada semana!?

Tatsurou lo fulmina con la mirada.

  — Entonces tal vez seas tú quien debe buscar a alguien más, porque es obvio que no me soportas — dice con malicia —. No te detendré.

La quemadura de Miya de pronto se siente entumecida,  entonces aleja su mano de Tatsurou.

  — ¿Estas bien? — pregunta Tatsurou, visiblemente sorprendido por la repentina acción. El alto vocal estaba apunto de limpiarle la muñeca con una servilleta.

  — Yo, uh… sip, estoy bien — Miya intenta sonreír, evitando a toda costa que la preocupación se refleje en su rostro, permitiéndole a Tatsurou continuar con lo que estaba haciendo.

  — Lo siento. Me emocione un poco — se disculpa Tatsurou con una sonrisa, lanzando la servilleta sobre uno de los platos vacios —. Bien, solo deja meter esto al refrigerador y nos iremos.

Miya sonríe mientras observa a un entusiasmado Tatsurou entrar a la cocina, cargando la caja del pastel. Sabe que no tiene caso discutir con él – Tatsurou había ganado esta discusión desde el principio, y la curiosidad de Miya de regresar a su ciudad natal es suficiente para complacerlo.

Da un cuidadoso sorbo a su té, sin ánimos de levantarse todavía. Tal vez Tatsurou se sienta lo suficientemente generoso para permitirle terminar su bebida.

 

---

 

  Dos horas después, ambos se encuentran frente al porche de la casa de la familia de Tatsurou, y Miya ni siquiera tiene tiempo suficiente para pensar como debe actuar. Y no es como si fuera de vida o muerte – el fuerte abrazo que Tomoko le ofrece, derrite todo miedo que pudiera tener. A pesar de la ligera conmoción que provoca aquella visita inesperada, los padres de Tatsurou están más que felices de verlos.

Después de que Miya revelara por accidente que su cena había consistido en pastel, Tomoko se apresura a cocinarles algo a pesar de sus protestas. Miya debe luchar por su derecho de ayudarle en la cocina – ya que es un invitado y se supone que tendría que estar descansando – al final termina por convencer a la madre de Tatsurou, quien le entrega a regañadientes un rallador y un pedazo de raíz de jengibre.  Siendo honesto, Miya nunca fue buen cocinero, ni siquiera lo disfrutaba, pero por primera vez, aprecia la normalidad de hacerlo.

  — ¿Irán también a Ishioka? — pregunta Makoto.

  — Si — responde Miya, ofreciéndole una sonrisa al padre de Tatsurou antes de continuar su labor de rallar jengibre —. No he visto a mis padres desde que enferme.

Tomoko le lanza una mirada cautelosa a su hijo.

  — Espero que les hayan llamado, al menos. Habría comprado comida de haber sabido que vendrían a visitarnos.

  — Lo dices como si no se alegraran de tenernos aquí — bromea Tatsurou, cortando las hojas de col en rebanadas increíblemente delgadas, a continuación le guiñé un ojo a Miya —. Podemos irnos a casa de Miya, si quieren.

  — Oh, tú no iras a ninguna parte hasta que te corte el cabello — dice ella, ganándose una mirada de genuina molestia por parte de Tatsurou.

  — Mi cabello esta bien. Es cabello de una estrella de rock — dice él, y Miya tiene que morderse la mejilla para reírse de la indignación en su voz.

  — Es cabello de chica — corrige Tomoko —. Y esta maltratado.

Miya y Makoto se miran de manera cómplice, decidiendo no meterse en la discusión. Para cuando logra convencer a su madre de no hacer nada con su cabello más que recortarle las puntas, Tatsurou termina con la col. Por otro lado, Miya aun continua batallando con su pequeño pedazo de jengibre, sintiendo adolorido su antebrazo por el esfuerzo. Al parecer Tatsurou se compadece de él, pues termina quitarle el rallador y el jengibre de las manos. Miya se recarga sobre la silla, masajeando su antebrazo mientras observa a Tatsurou rayar el pedazo de jengibre con gran maestría.

El vocal vuelve a sonreírle, y Miya permanece sentado sintiéndose inútil. De pronto, aquella melancolía que pensó que había dejado en Tokio, le invade nuevamente.

 

---

 

  Miya despierta de un sobresalto, con el corazón latiéndole violentamente y su camiseta empapada en sudor, pegada a la piel de su espalda. Había soñado que su cerebro caía de su cráneo, y la neblina en su mente es aun lo suficientemente densa como para hacer que Miya se tocara la cabeza instintivamente en busca de algún agujero, antes de que lograr calmarse.

Se queda acostado en medio de la oscuridad durante varios minutos. Su respiración ha regresado a la normalidad, pero sus intentos de volver a dormir se ven constantemente frustrados por el recuerdo aun fresco del sueño que acaba de tener. Decide que un vaso de agua fría ayudara a refrescar su garganta, entonces se obliga finalmente a salir de su futón.

Lanza una mirada ociosa hacia la ventana mientras se dirige a la cocina, y el es el escenario exterior el que lo toma por sorpresa – un campo y un cielo estrellado que parecen infinitos. Definitivamente una vista completamente diferente a la que tiene su departamento en Tokio. De pronto se siente obligado a dejar la casa, y siendo cuidadoso de no hacer mucho ruido, logra abrir la puerta principal para salir libremente.

La falta de ruido es refrescante. Todo lo que puede escuchar es el susurro del viento a través de las hojas de árboles cercanos y el canto de un grillo solitario. Mito no posee el concreto y los edificios de Tokio que atrapan el calor del sol hasta el atardecer, y sus noches son aun más frías. Miya se siente frió por primera vez en mucho tiempo. Se sienta sobre los escalones frente a la puerta principal, dobla sus piernas contra su pecho y se abraza a si mismo. Se queda ahí, descansando su barbilla sobre sus rodillas, observando las sombras que se forman sobre el césped al moverse con suavidad bajo el viento nocturno.

Despierta por segunda vez esa noche al sentir una mano sobre su hombro, al levantar la mirada se encuentra con Tatsurou, quien le mira ceñudo.

  — ¿Estas bien?

Miya asiente, estirando perezosamente sus brazos y piernas.

  — Necesitaba un poco de aire fresco. Tuve un sueño extraño.

  — ¿Que soñaste? — pregunta Tatsurou, sentándose a su lado.

De nada sirve decirle la verdad – solo lo haría preocuparse, entonces Miya responde que no recuerda. Sin embargo, Tatsurou es capaz de ver a través de él.

  — ¿Algo en tu mente te preocupa?

Miya observa sus pies, sintiendo la mirada de Tatsurou sobre él. El recuerdo de esa discusión con Tatsurou continúa carcomiendo su mente. Cuando Miya comienza a temblar de frío, Tatsurou lo rodea con un brazo, provocando en el guitarrista un grato alivio.

  — Tal vez no lo entienda, pero te conozco bastante bien — dice Tatsurou con una sonrisa, acariciando la fría piel de su brazo —.Tuviste esa expresión molesta en tu cara toda la noche.

  — Tengo miedo de recordar cosas que tal vez no debería — admite finalmente Miya. Un largo silencio sigue a su confesión, durante el cual Tatsurou logra hallar el camino bajo su camiseta, acariciando su costado con el pulgar.

  — Tal vez sea normal, considerando por lo que estas pasando — dice, encogiéndose de hombros —. Hay algunas cosas que a mi me gustaría olvidar, pero así es la vida. No podemos hacer mucho, excepto intentar y dar lo mejor de nosotros.

Miya simplemente asiente. Se da cuenta por primera vez, que su propia mano descansa sobre la rodilla de Tatsurou, entonces se permite recargarse sobre él.

  — Solo tengo miedo de descubrir que no soy quien pensé que era — continua diciendo. Sus palabras parecen no tener sentido, pero al menos Tatsurou tiene la decencia de no burlarse de él.

  — Estas cansado Miya. Y tienes una araña en tú pie.

Lo casual de esa declaración, provoca en Miya una sonrisa confusa, sin embargo, al sentir un pequeño cosquilleo en la punta de su pie, se da cuenta de que Tatsurou literalmente quiso decir lo que dijo. Observa a Tatsurou ahuyentar a la pequeña araña con uno de sus dedos, no obstante, la araña trepa asustada a su mano.

  — Wow, eres estúpida — dice Tatsurou, levantando su mano hasta el nivel de sus ojos, moviéndola un poco para no perder de vista a la araña. El guitarrista se ríe, aun recargado sobre el hombro de Tatsurou.  

  — ¿Las arañas nocturnas no son de mala suerte? — dice, en un intento para que Tatsurou deje en paz a la pobre criatura.

  — Sip — responde el otro —. Pero ya es de mañana.

Y tiene razón. Sin siquiera darse cuenta, el cielo oscuro había cambiado a un pálido tono azul que anunciaba el amanecer. Aquella respuesta dibuja una sonrisa en los labios de Miya, entonces observa a como Tatsurou baja su mano al suelo y sopla con suavidad a la araña, la cual corre despavorida hacía el césped.

 

---

 

  La música ocupa la mayor parte del tiempo de Miya en cuanto regresa a Tokio. Tatsuro llama a su manager, y después tienen reuniones con la banda casi todos los días – reuniones informales que terminan siendo un pretexto para ir a beber a un izayaka en el centro de la ciudad.

Una vez recuperado de su resaca, Miya decide revisar su computadora y estación de trabajo. Loas archivos en su computadora son un desastre, sin embargo, logra ordenarlos sin mucho esfuerzo, e incluso recuerda lo que tenía planeado hacer con unos solitarios riffs de guitarra que tenía sobre su escritorio. Sin darse cuenta, pasa toda la tarde frente a su computadora, terminando con un par de pistas listas para su pre-producción. Después de reenvíar las canciones a sus compañeros, decide parar.

Está de vuelta en el estudio antes de que termine la semana.

  — Buen trabajo — le dice a Chiran, al toparse con ella camino a la azotea del edificio donde se encuentra el estudio. Ambos toman un pequeño descanso, lo que para Miya significa fumar tantos cigarrillos como sea humanamente posible en tan solo quince minutos, ya que de alguna manera terminaron en lo que probablemente sea el único estudio libre de tabaco en Tokio.

  — Lo mismo digo — responde ella, devolviéndole una sonrisa —. No esperaba que volvieras a trabajar tan pronto.

Miya observa el vaso de Starbucks en su mano e inmediatamente se arrepiente de no haber pensado en comprar un café.

  — Yo tampoco, pero parece que todo marcha bien.

  — ¿Ha regresado tu memoria por completo?

Miya se encoge de hombros.

  — No completamente, así que seguro puedes imaginar lo incomodo que es a veces — dice, sonriendo levemente. Siente un poco culpa al pensar que recuerda como hacer su trabajo mejor de lo que recuerda a alguno de sus amigos, aunque esto ya no le atormenta tanto como antes. Al menos ahora tiene la opción de hacer algo más que solo quedarse en casa fumando demasiado y sintiendo lástima de si mismo —. Y eso significa que debo creer en todo lo que me dicen los demás ya que no puedo recordar por mi mismo.

  — Ni siquiera puedo imaginarlo. Además ya es bastante difícil confiar en otras personas — dice ella, y Miya sonríe ante lo perceptiva que es.

Casi pasa por alto su comentario, pero decide pensar mejor al respecto. Tal vez una nueva perspectiva de la situación es lo que él necesita.

  — Si, también esta eso. Es difícil enfrentar a las personas al respecto ¿sabes? No quiero hacer enojar a nadie si los acuso de mentirosos.

Chiran toma un cuidadoso sorbo de café.

  — Bueno, creo que deberías preguntar de todos modos. Quizás lo entiendan.

Miya asiente con la cabeza y apaga su cigarrillo antes de encender otro. De pronto nota que Chiran esta mirando sus labios, pero luego se da cuenta de que esta mirando su cigarrillo.

  — Lo siento. ¿Dejaste de fumar, cierto?

  Chiran se sonroja como si la hubiera atrapado con las manos en la masa.

  — Lo intento. Creí que tú habías dejado de fumar.

  — Me dí por vencido — confiesa sonriente —. Me gusta demasiado.

Miya está a punto de ofrecerle un cigarrillo, para romper el hábito,  pero se detiene justo a tiempo. No obstante, su amiga se rinde y se resigna a pedirle uno, y él la complace sin decir palabra alguna. En lo que a él respecta, le gusta esa voz ronca que provoca el humo en su voz, pero cree que no es la mejor cosa que puede decirle a alguien que esta intentando dejar de fumar.

Ambos se quedan ahí, fumando por un momento. Chiran alterna entre su cigarrillo y su café, hasta que llega el turno de Miya de rendirse.

  — ¿Me das un sorbo?

Por la forma en que Chiran se ríe, obviamente había estado esperando a que Miya preguntara.

  — Claro — dice ella, acercándole su vaso de café.

 

---

 

  Ya es de mañana cuando Miya regresa a su departamento. De nuevo está ebrio y los pulmones le duelen por todo el humo que ha inhalado en el izayaka donde celebraron el final de su grabación. Aunque el cielo ya esta brillando sobre su cabeza, es tan temprano que Tokio parece más pueblo fantasma en esos momentos, y mientras Miya se dirige hacia la estación de tren, no puede evitar sonreír ante la ironía de sentirse solo en una ciudad de varios millones de personas.

Llega justo a tiempo para tomar el tren express. Entra al primer vagón y se sienta justo detrás de la cabina del conductor, activando la alarma en su teléfono para asegurarse de no perderse su parada. Escucha distraídamente los nombres de las estaciones en donde el tren se detendré, entonces comienza a avanzar. A pesar de que el tren avanza despacio y por un pequeño tramo, Miya permanece estático durante el minuto que dura el recorrido. Siente que su corazón saldrá disparado de su pecho, pero se las arregla para mantener la calma y concentrarse en las vías que están frente al tren que esta operando.

No tiene la fuerza suficiente para jalar el nivelador por si mismo, pero con la ayuda del conductor logra que el tren disminuya la velocidad. Segundos después, se detiene por completo.

  — ¿Papá, me viste? ¡Conduje el tren! — exclama Miya emocionado, incapaz de contener su felicidad por más tiempo.

Su papá aplaude con entusiasmo mientras ríe.

  — ¡Lo hiciste bien!

  — Serás un gran conductor de tren — coincide el conductor, oprimiendo algunos botones del panel de control antes de abrir la puerta de la cabina. Los tres bajan a la plataforma y Miya toma de la mano a su papá, listo para volver a casa. Su mamá nunca creerá que realmente condujo un tren.

Su papá, sin embargo, parece no tener prisa en lo absoluto.

  — Muchas gracias, señor — dice, ignorando a Miya cuando éste comienza a tirar de su brazo con determinación – aunque sin mucho resultado —.Significa mucho para él. De lo único que habla es de trenes.

  — Fue un placer. ¡Es bueno ver a alguien tan entusiasmado con ellos!

  — ¡Vamos papá, quiero contarle a mamá! — insiste Miya, rezando con todas sus fuerzas para que los dos adultos no comiencen una de esas interminables conversaciones en ese momento.

  — No tan rápido — dice su papá señalando su cabeza, y solo así, Miya recuerda quitarse la enorme gorra de conductor que llevaba puesta. Se la devuelve al conductor antes de ofrecerle una reverencia y agradecerle.

  — No hay problema, niño — responde el conductor, riéndose — ¡Nos veremos después!

Miya y su papá caminan hacia la salida, y observa que ya hay una una multitud esperando por el tren del otro lado de la plataforma. Mira hacía el local de imagawayaki, el cual, como era de esperarse, esta cerrado aún. Después de pasar por los torniquetes comienza su pequeña caminata hasta el edificio donde vive.

Ni siquiera sus mascotas se molestan en recibirlo. Rápidamente se quita los zapatos y se dirige a su habitación. No obstante, le es inevitable no echar un vistazo a Tatsurou en su habitación. El vocal duerme, dándole la espalda a la puerta, y de alguna manera, las sombras solo acentúan su larga silueta. Sin pensarlo, Miya se acerca a la orilla de la cama, esta tentado a meterse bajo las cobijas, pero la enorme posibilidad de que Tatsurou se queje del olor a cigarrillos lo detiene.

Se queda allí, abatido, observando el lento movimiento del costado de Tatsurou, subiendo y bajando al ritmo de su respiración. Esta a punto de salir de la habitación pero se detiene en seco cuando ve el teléfono de Tatsurou sobre la mesita de noche. Ni siquiera intenta resistirse a la tentación, y antes de darse cuenta, ya tiene el teléfono en sus manos.

Una amarga sonrisa se forma en su rostro cuando las palabras “Por favor introduzca la contraseña” se burlan de él desde el centro de la pequeña pantalla. Sintiéndose poco inspirado, teclea el cumpleaños de Tatsurou primero, después el suyo (ilusionándose mas que nada), y después algunas combinaciones de números al azar. Sin embargo, el teléfono permanece firmemente bloqueado – un buen recordatorio de que no conoce a Tatsurou tan bien como pensaba.

Al final devuelve el teléfono sobre la mesita de noche, y deseando no haberlo tomado en primer lugar, decide salir de la habitación. No pasa mucho tiempo antes de quedarse dormido, siendo el despertador de Tatsurou en la habitación de a lado lo último que logra escuchar.

 

---

 

  Hay algo reconfortante en la agresividad con la que Tatsurou le hace el amor. Sus bruscos y apenas moderados movimientos de alguna manera poseen una cualidad tranquilizadora, y Miya siente una extraña paz al estar a su completa merced, con los dedos de Tatsurou clavados en sus omóplatos, mientras le muerde la nuca con fuerza.

Sin embargo, esa molesta sensación que le ha estado carcomiendo durante los últimos días regresa a él, una vez que su respiración vuelve a la normalidad. Al estar acostado boca abajo, siente como los dedos de Tatsurou trazan patrones confusos sobre su espalda.

  — ¿Estas dibujando? — pregunta para romper el silencio. Tatsurou lo ha estado haciendo durante un rato, y conociéndolo, Miya no se sorprendería si toda su espalda estuviera ahora adornada con una caricatura imaginaria.

  — Solo trazo la figura de tu tatuaje — responde despreocupado el vocal, riéndose solo después de que Miya casi se desgarrara un musculo al intentar mirar su propia espalda.

Miya gruñe irritado, dejando caer su cabeza sobre la almohada.

  — Eres un idiota — dice, haciendo un recordatorio mental de mirarse al espejo a pesar de la afirmación de Tatsurou.

  — No pensé que fueras a caer con eso — responde Tatsurou entre carcajadas, sentándose sobre el colchón —. Creí que al menos recordarías si tenías o no tatuajes.

Tatsurou toma uno de los pares de anteojos de grueso armazón que descansan sobre la mesita de noche, y al ponérselos hace una cara extraña, parpadeando exageradamente. Al darse cuenta que los anteojos pertenecen a Miya, los reemplaza por los otros que son realmente suyos.

  — No recuerdo todo — le corrige Miya, mirándolo ponerse sus boxers —.Y eso no fue divertido.

Tatsurou se ríe, claramente despreocupado, pero se inclina después para besarle en los labios como disculpa. Los labios de Miya aun están sensibles por todas las mordidas y besos que sufrieron, obligándose a romper el beso cuando un nuevo escalofrío de placer le recorre el cuerpo.

  — Quiero preguntarte algo — dice finalmente.

  — ¿Qué sucede?

El nerviosismo debe haber invadido su voz, porque Tatsurou ahora le observa con el ceño ligeramente fruncido.

  — ¿Alguna vez me has engañado? — pregunta firmemente, sin permitirse dudar sobre su pregunta.

  — ¿Eso es lo que ha estado en tu mente todo este tiempo? — una esquina de la boca de Tatsurou se curva hacia arriba en divertida incredulidad, y Miya podría creerle si no supiera cuan convincente puede ser su cara de póquer

Miya deja escapar un ruidoso suspiro.

  — Sólo respóndeme.

  — No, no lo he hecho. ¿Por qué? — la pregunta viene después de una larga pausa, como si no quisiera preguntar, pero sintiéndose obligado a hacerlo.

  — Recuerdo una discusión que tuvimos —dice Miya, sacudiendo la cabeza —. Y supongo que quiero estar seguro.

Tatsurou deja escapar una risita, y Miya puede jurar que se trata de una risa forzada.

  — No te preocupes. Peleamos todo el maldito tiempo — responde Tatsurou, dándole un ligero apretón en el brazo  —. Y si te hace sentir mejor, te amo y me encanta tener sexo contigo.

Lo audaz de esa afirmación casi hace reír a Miya, pero se las arregla para no hacerlo en el último segundo.

  — Esta bien. Lo siento. 

  — No importa. Solo estas pensando demasiado. ¿Tienes hambre?

Miya asiente distraídamente, aceptando la sugerencia que Tatsurou ofrece para cenar, aunque lo olvida de inmediato. Solo después de que Tatsurou ha salido de la habitación, Miya se da cuenta de lo grande y vacía que es. No hay demasiados muebles a excepción de la cama – lo suficientemente grande para dos – y la mesita de noche. Miya se da cuenta de que es un extraño contraste con su propia habitación – las guitarras y su futón peleando por el espacio, su ropa apilándose sobre el piso a falta de un armario, el desorden sobre el escritorio de su computadora – y repentinamente algo hace click dentro de su mente.

De pronto tiene que salir de ahí. Salta fuera de la cama y corre hasta su habitación, y el anillo que cuelga alrededor de su cuello desaparece en el último cajón de su escritorio.

 

Notas finales:

Los veré pronto >=3


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