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El corazón en la caja por Sunnydays

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Notas del capitulo:

Hola lectores, espero esten teniendo una buena semana, aquí les dejo el capítulo nuevo :)

El infante lo miro de reojo pero apartó la vista inmediatamente cubriéndose completamente con las sabanas. Antonio sintió el obvio rechazo de aquel niño, una pequeña aura depresiva lo envolvió, pero no se rindió e intento llegar a él de otro modo.

-¿Quieres ver algo asombroso?

Eso pareció llamar la atención de aquel niño, quien se asomó tímidamente. Esa fue la señal para que Antonio comenzará a hacer trucos con sus manos, después de que termino el niño comenzó a dejar escapar unas cuantas risas mientras sus hombros se sacudían levemente.

-Eres pésimo, mi papá lo hace mejor- pero cuando cayo en cuenta de lo que había dicho su semblante se entristeció y esto produjo alarma en el hombre.

-¿Estás bien?- dijo con seriedad ya que no le gustaba ver a los niños tristes pues eso causaba una opresión en el pecho. Después de todo Lucía y él siempre habían querido tener hijos pero nunca se había dado la oportunidad.

-Sí, tan solo… él no ha venido a verme- mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

-Tal vez está muy ocupado con el trabajo- Dijo él intentando hacer sentir mejor a aquel niño que se veía muy triste.

-¡Es todo culpa mía!- decía con amargura.

-Eso no es verdad, yo creo que él también quiere verte, pero no ha podido venir.

-Era la primera vez que me dejaba solo ya que yo me resfríe y él tenía que ir a reunirse con un cliente. Si tan solo no hubiera subido a la despensa para alcanzar las galletas, que él me dijo que comeríamos cuando llegará, nada de esto hubiera pasado, soy un niño malo y por eso él no quiere verme.

Se podía sentir la frustración en la voz de aquel pequeño que portaba un yeso en su brazo y Antonio se puso a pensar en que lo haría sentir mejor. Después de unos segundo se le ocurrió una idea y se la propuso al infante.

-¿Qué es lo que te gustaría hacer si tu papá estuviera aquí?

El niño titubeo por algunos segundos hasta que finalmente decidió decirle tímidamente a Antonio lo que realmente quería.

-¿Podría llevarme en sus hombros?

-Por supuesto- hizo una pausa para arrodillarse y le preguntó su nombre ya que no lo sabía.

-Me llamo Milo Rojas- dijo él mientras se subía a los hombros de Antonio.

El hombre se levantó y la vista que pudo obtener el pequeño fue maravillosa, sentía que podía ver todo desde allí. Su animo mejoro mucho e incluso el ayudante del sacerdote pudo sentir su sonrisa. Hacer felices a otros era algo que siempre lo animaba, cuando Lucía estaba viva él no perdía ocasión para hacer que esta sonriera, ya sea con pequeños detalles u otorgándole palabras dulces acompañadas de cierta torpeza.

Las enfermeras miraban con dulzura a Antonio e incluso una de ellas se preguntaba si él estaba soltero, pensando quizás pedirle su número.

Ambos se pasearon por toda la sala y los demás niños preguntaban cuando sería su turno. Korame mientras tanto seguía siendo rodeado por algunos infantes ya que era bastante popular, además estos estaban agradecidos ya que sus dolores habían desaparecido. Le contaban acerca de sus animales de peluche, las cosas que harían al volver a casa entre otros temas. Korame no sabía definir muy bien sus emociones, pero la leve molestia que sentía en el pecho al observar a los niños a su alrededor podía ser clasificada como agradable. Miraba de reojo a Antonio quien se había vuelto muy popular. La expresión de seriedad habitual en su ayudante se había transformado en una leve sonrisa casi imperceptible pero que estaba allí al fin y al cabo.

Estuvieron un buen rato allí hasta que llegó la hora de las visitas, el pequeño ya había recibido aquel sello de parte de Korame, entonces los ojos de Milo se iluminaron al ver a su padre allí, aunque después de que este lo vio el pequeño decidió esconderse detrás de Antonio él cual al ver aquella reacción se enterneció un poco. El padre se acerco a ambos y se inclinó.  Sus cabellos castaños ondulados ,casi tan oscuros como los del mismo Antonio, se fueron hacia adelante y sus ojos verdes ,que Milo había heredado, se mostraban llenos de culpa.

-Milo, lo siento tanto, no debí enojarme tanto contigo. En realidad estaba tan preocupado sin saber que hacer que simplemente no supe guardar la compostura.

-¿Entonces no me odias?- dijo el niño saliendo poco a poco de su escondite.

-Claro que no, tú eres mi vida. No vine a verte porque estaba arreglando unos asuntos del trabajo. Para que podamos hacer ese viaje que tanto querías.

-¡¿Vamos a ir a Parque fantástico?!

-Claro que sí, si tú quieres

-¡Por supuesto!- mientras corría a abrazarlo.

Antonio los miraba con cierto sentimiento de celos ya que a él le hubiera gustado tener ese tipo de relación con su padre.

-Ese hombre ni siquiera merece que le llame padre- pensaba con cierto resentimiento hacia su progenitor. Los estuvo mirando unos segundos y simplemente estuvo feliz de que Milo tuviera un padre tan cariñoso como aquel.

-Bueno creo que ya es momento de que me vaya- pensó Antonio e iba a dar media vuelta y regresar al lado de Korame, pero Milo se acerco y sujeto la manga del traje del ayudante del sacerdote.

-Papá, él es Antonio. Hizo que me divirtiera mucho hoy. Dijo con los ojos brillantes.

-¿en serio?-mientras lo miraba- Muchas gracias entonces

La sonrisa de aquel padre era ligera pero se veía en sus ojos que realmente estaba agradecido. Antonio le dijo que no fue nada ya que Milo era un niño muy agradable y que disfruto jugar con él.

Ellos quisieron tener un momento a solas así que Antonio se despidió con la promesa de que Milo iría un día de estos a jugar con él cuando acabará sus deberes de la casa de sanación. Entonces estuvo a punto de ir junto a Korame, pero una de las enfermeras con el rostro sonrojado le pidió su número de teléfono.

-Bueno yo…- algo incomodo ya que no tenía planes de ver a nadie por el momento ya que la perdida de Lucía había sido muy reciente.

Por suerte Korame intervino diciendo que ya era hora de irse pues todavía tenían deberes en la casa de sanación. Antonio se lo agradeció enormemente así que se disculpó y se fue.

Cuando ambos estaban saliendo del recinto Antonio le agradeció por su intervención, a lo cual este lo miró fijamente a los ojos. Esto intimido un poco al ayudante e hizo que su corazón se estremeciera un poco ya que la mirada de Korame aunque era fría de algún modo era muy intensa.

-No lo hice por ti, realmente tenemos cosas que hacer- dijo él con desinterés y cierta seriedad.

-De todos modos te lo agradezco, todavía es muy pronto, demasiado.

Korame guardó silencio ya que realmente no le importaba la vida personal de su ayudante a menos que eso interviniera en sus labores y recién estaban empezando así que una chica solo lo distraería. El sacerdote no tenía interés en las relaciones ya que simplemente no las comprendía, el único vinculo que necesitaba era con Artem quien había cuidado de él durante mucho tiempo, no recordaba algún momento en el que este no haya estado presente, él era su única familia y no necesitaba a nadie más. Sin embargo ya que Artem estaba de acuerdo había aceptado a Antonio dentro de su espacio. Daniel era un caso a parte ya que este se había hecho un lugar en la casa de sanación casi a la fuerza,  además no lo molestaba aunque este siempre recurriera a él cada vez que cometía el mismo error, una y otra vez.

-Es un idiota, pero hace que los demás siempre quieran ayudarlo, es un fastidio pero no es una molestia tan desagradable- pensaba el sacerdote con expresión indescifrable.

Antonio mientras tanto iba bastante contento ya que había conseguido un nuevo amigo, aunque esto solo era evidente para observadores atentos. Su aura de felicidad era perceptible para Korame, pero este decidió no preguntarle pues realmente no le importaba mucho. Entonces su ayudante rompió el silencio entre ambos.

-Eres bastante popular con los niños.

-¿Eso crees?- dijo mientras no le prestaba mucha atención.

A pesar de que Antonio sabía que el otro no le estaba escuchando realmente, aun así decidió seguir intentando entablar una conversación con él, después de todo ambos tendrían que pasar mucho tiempo juntos de ahora en adelante. Tener un buen ambiente de trabajo era algo que el ayudante buscaba, siempre había deseado tener un compañero ya que en la oficina en la cual trabajaba, antes de establecer la librería con Lucía, no había un buen clima laboral ya que era un ambiente de mucha competencia, los demás trabajadores solo estaban interesados en obtener mejores resultados que los demás. No esperaba llegar a ser el mejor amigo de Korame, pero al menos le gustaría que pudieran tener pequeñas conversaciones como esta.

-Milo es un niño muy agradable, su padre dijo que podía venir a jugar un día de estos.

-¿Te gustan los niños?-comentó superficialmente el sacerdote.

-Mi gran sueño era convertirme en padre. A Lucía le hacía mucha ilusión pero no se pudo-dijo con cierta añoranza y un poco de tristeza.

Korame se detuvo por unos segundos y Antonio hizo lo mismo mirándolo con sorpresa preguntándose si había dicho algo malo.

-Los padres son egoístas,  siempre buscan llenar un vacío en ellos a través de sus hijos pero cuando se sienten sobrepasados tan solo quieren deshacerse de estos.- Se podía notar algo de rencor en su voz que no era acorde a su cara sin expresión.

Antonio sintió una punzada pues el realmente quería tener hijos, pero ahora se cuestionaba si acaso tuviera un motivo egoísta para ser padre, él tan solo quería darles a sus hijos todo lo que él no tuvo, lo que su progenitor le negó. Tuvo que tragarse esa amarga sensación y se armó de valor para preguntarle a Korame acerca de esto.

-¿Por qué lo dice?

- Tan solo es la verdad- mientras se encogía de hombros, aunque su mente se llenó de cierta molestia dolorosa sin saber de donde provenía esta tan solo pensaba en que Artem se la llevaría sin dudar pero este se encontraba ocupado con sus deberes como dios. Su postura lo hacía parecer tan frágil que Antonio estiro su mano para acariciar su espalda tal como lo hacía con Lucía cuando esta se sentía triste o desanimada.

-No me toques- Advirtió Korame.

-Esta bien- mientras alejaba su mano- es que de algún modo lo sentí tan triste que solo quise hacer algo para reconfortarlo.

-Yo no te lo pedí- su tono ni siquiera sonaba enojado, sin embargo se sentía cierto peligro a su alrededor, justo como cuando una serpiente te advierte de que no te acerques más.

-Lo siento- se disculpo Antonio quien realmente quiso hacer enojar a Korame.

-Solo no vuelvas a hacerlo- le advirtió una última vez. Mientras continuaba caminando

Una de las cosas que más odiaba el sacerdote era la compasión, era algo tan arraigado en su ser aunque no sabía con exactitud de donde venía esto. Su recuerdo mas antiguo era cuando Artem le enseño todo lo que tenía que hacer como su sacerdote principal. Lo demás estaba perdido aunque no le importaba mucho ya que había decidido dedicar su vida al dios de la curación. Miro de reojo a Antonio quien a pesar de la seriedad de su rostro se podía observar algo de tristeza en su semblante. Suspiró ya que simplemente no podía ignorarlo pues  era el ayudante con el que Artem había estado de acuerdo. No sabía exactamente la razón pero algo le decía que este se estaba divirtiendo mucho. Korame había estado solo por mucho tiempo así que el dios seguramente encontraba entretenido que su sacerdote tuviera que lidiar con las emociones de otro ser humano desde tan cerca.

-Cuando lleguemos a la casa de sanación puedes comer un poco de helado- No era consciente que aquello era algo que una madre le diría a su hijo cuando este se encontraba triste.

Los ojos de Antonio resplandecieron al escuchar aquellas palabras, sin poder evitarlo recordaba que cuando los rechazaban en las entrevistas de trabajo, a Lucía y a él, compraban helado y comían hasta que les dolía el estómago. Esto hizo que soltara una pequeña risa lo que provoco que Korame lo viera extrañado.

-Lo siento, no es nada.

El sacerdote lo ignoro y siguió caminando, pensando que se había preocupado por nada. Aunque se mostraba un poco indiferente a todo lo relacionado con Antonio no podía evitar estar al pendiente de como este se estuviera sintiendo, después de todo era su ayudante y si no estaba en optimas condiciones se volvería un estorbo en las labores de la casa de sanación.

Siguieron en silencio su camino hasta llegar al recinto que era su hogar, abrieron la puerta y Korame se tensó.

Esto extraño a Antonio aunque no podía ver la razón por la cual el sacerdote se inquietó, hizo su mejor esfuerzo, pero realmente tan solo veía el cuarto vacío.

-Ve a guardar el sello, además ordena el cuarto de almacenamiento.

Antonio simplemente pudo obedecer e inmediatamente fue a la parte trasera ya que el tono de voz de Korame no permitía replicas.

Cuando su ayudante se fue el sacerdote se dirigió con cierto tono frío a aquella presencia que tenía un aura de tono amarillo alrededor de su cuerpo, aunque este poseía apariencia humana.

-Mensajero, ¿A qué debo su visita?

-Traigo una petición de parte del dios de la fortuna, mi padre

 

Notas finales:

Eso fue todo por el moemnto, espero que lo hayan disfrutado.


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