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El corazón en la caja por Sunnydays

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo lectores les traigo recién salido del horno el capítulo número 3 de esta  historia, espero que lo disfruten

Antonio dormía en aquella cama en la habitación que Korame le había otorgado, soñaba con tiempos mejores en los que Lucía todavía estaba viva y sin aquella enfermedad que les causo tanto sufrimiento a ambos. Ella tenía puesto aquel vestido celeste que Antonio le había regalado por su cumpleaños número 24. Ambos se encontraban en un hermoso parque con los cerezos en flor generando una ocasión perfecta para tener un picnic.

-Querido, ayúdame a colocar la comida- dijo ella con esa sonrisa que la caracterizaba, tan suave como él la recordaba. Sabía que tan solo era un sueño pero aún así disfruto cada segundo al máximo.

Era una costumbre de ellos ir a aquel lugar y disfrutar de la comida que los dos preparaban con tanto esmero. Ambos eran el apoyo del otro, como ellos decían siempre.

-Siempre seremos los dos contra el mundo ¿verdad?

Pero eso ya no era posible pensó con tristeza Antonio mientras sentía que el sueño llegaba a su fin. Desesperadamente intento retener aquella imagen de ella pues no sería capaz de verla cuando despertará.

Antonio abrió los ojos lentamente y sintió como algunas lágrimas fluían de la comisura de estos, con cuidado las limpió y tan solo pudo sonreír. Miro la hora y todavía faltaban 45 minutos para que abriera la casa de sanación. Decidió que podría ayudar un poco con los preparativos, fijarse que todo estuviera ordenado y limpio , cosas como esa. Hizo algunos estiramientos y un poco de ejercicio para mantenerse en forma pues estaba seguro de que había muchas cosas que requerían esfuerzo físico en este lugar, como levantar cajas etc. Realmente él se preguntaba cómo fue que el señor Korame había podido encargarse de los quehaceres solo todo este tiempo, después de todo se veía bastante joven y no sabía qué edad tenía este en realidad.

-Tal vez había tenido ayuda de los dioses- apenas pensó aquello se reprendió mentalmente ya que no estaba bien dudar de la capacidad de aquel joven para mantener la casa de sanación en buenas condiciones.

En realidad no tenía mucha información de este lugar en el cual ahora se desempeñaba como ayudante del señor Korame. Después de todo Antonio nació en otra ciudad y junto a Lucía habían decidido establecerse aquí cuando ambos se graduaron.

La casa de sanación era bastante famosa y por eso habían decidido acudir a ella, ni siquiera sabían que Korame era el sacerdote allí.  Pero ahora que había convivido un poco con él podía notar que este era un buen tipo, algo callado, con ojos fríos como el mismo hielo, pero se iba acostumbrado además de que Antonio tampoco era demasiado sociable así que no tenía mucho problema en que este no emitiera demasiadas palabras. A pesar de esa apariencia que indicaba que era difícil tener acceso a sus emociones, cuando lo invito a cenar pudo notar que este poseía una gran amabilidad, tal vez para Korame no significo mucho, pero Antonio se sintió profundamente conmovido. Además de que este había realizado un milagro para Lucía aunque este no haya terminado muy bien y fuera revocado.

-Incluso yo note que utilizo mucha de su energía- sintiéndose culpable.

La hora avanzaba y él se cambió de ropa para presentarse ante el sacerdote, se arreglo lo mejor que pudo y abandonó la habitación. Se dirigió al salón principal en el cual se atendían a los fieles.

Estuvo a punto de abrir la puerta, pero se detuvo cuando escucho la voz del señor Korame y la de alguien mas que no pudo reconocer.

-Ya perdí la cuenta de cuantas veces hemos estado en esta situación.

-Sí lo siento- se le oía algo avergonzado

-Ahora acércate un poco más, necesito verte mejor.

-¿así?

-un poco más cerca

-Ah- sonó un pequeño gemido.

En ese momento Antonio abrió preocupado la puerta de una manera abrupta, imaginando cualquier cosa excepto lo que estaba sucediendo en aquel momento.

-¿¡Señor Korame, está bien!?

Se encontró con una escena de lo más particular, un joven de cabellos castaños claros y ojos de igual color se encontraba casi sentado en el regazo del sacerdote. Mientras este tocaba su pecho en el cual había ciertas marcas bastante curiosas. Antonio no era un niño y sabía claramente a que se debían estas.

-¡¿pero él no es un sacerdote?!- su cara no mostraba mucha emoción pero por dentro estaba a punto de un colapso mental.

Mientras tanto Korame no se veía ni siquiera un poco alarmado y pareció no afectarle que Antonio lo viera en aquella situación con aquel joven que se alejó rápidamente con algo de vergüenza, pues no sabía que había alguien más en la casa de sanación. Se arreglo la camisa y se disculpo fervientemente por la situación que acababa de presenciar.

Antonio con algo de recelo le dijo que no se preocupara que de seguro había una buena explicación para todo.

-Bueno yo…- dijo tímidamente cuando fue interrumpido por Korame quien señalo la razón sin importarle demasiado

-Su nombre es Daniel y está teniendo una aventura con un hombre casado y este es ¿Cómo le dicen? Muy intenso.- mientras miraba sus perfectamente cuidadas uñas sin importarle lo que sus palabras pudieran causar.

-¡Korame!-  Daniel estaba muy avergonzado y su cara tenía un color rojo intenso.

-es la verdad- dijo tajantemente el sacerdote con esos ojos fríos como el hielo como si no entendiera por que se alteraba tanto uno de sus visitantes asiduos.

Antonio mientras tanto sujetaba su frente intentando asimilar toda aquella información , no era homofóbico ni nada de eso tan solo no podía concebir que ahora sabía de una relación extramarital. Él mismo se hubiera sentido muy mal si Lucía hubiera tenido algún amante por allí. Sin embargo no era quien para juzgar aunque su atención no podía desviarse de las marcas en las muñecas de ese tal Daniel.

Mientras él estaba en medio de una gran crisis mental, Korame se había ocupado de curar las marcas en la piel de aquel chico. Entonces este se inclino y se presento formalmente con gran vergüenza pues no se habían conocido en las mejores circunstancias.

-Me llamo Daniel Torres, lamento que su primera impresión haya sido mala. Trabajo como profesor de Lengua en una escuela cerca de aquí.

Antonio intentaba reprimir su horror al pensar que Daniel estaba manteniendo relaciones ilícitas con el padre de alguno de sus alumnos. Pero también se presentó con ese tono cortés que lo caracterizaba.

-Mi nombre es Antonio Alcázar desde ayer soy el ayudante del señor Korame.

-Oh ya veo, Korame lo mencionó- dijo obviamente mintiendo

-Ya veo- mirando de reojo al sacerdote y por educación le pidió al joven saber más sobre él.

Korame parecía bastante desinteresado en lo que estaba sucediendo a su alrededor pues él ya sabía la historia de Daniel ya que este por alguna razón lo había tomado como su confidente.

No le juzgaba pues realmente sentía que no era su problema, pero por alguna razón siempre terminaba por ayudarlo. La molestia que había en su pecho cada vez que lo veía llegar con innumerables marcas en su cuerpo aún no conseguía ponerle un nombre. Artem le había dicho que eso se llamaba compasión pero Korame no lo entendía para nada. La historia de aquellos dos, Daniel y aquel cuyo nombre no recordaba, era bastante complicada sin contar el hecho de que había alguien que siempre había estado al lado del profesor, y este era un amigo que trabajaba en la misma escuela. Esto le causaba una molestia que no lograba identificar pero simplemente trataba de no pensar en ello, sin embargo ese otro que entraba en la ecuación debía sentirse un poco frustrado como le hizo mención Artem alguna vez, a quien evidentemente le gustaba estar al día de todos los chismes que se escuchaban en la casa de sanación.

-Arturo es un idiota y Daniel también, Felipe es la mejor opción- le escucho decir el otro día como si la vida de esos tres fuera una novela muy entretenida para el dios de la curación.

Korame solo pudo mirarlo con diversión aquel día y sacudir con resignación la cabeza ya que Artem era incorregible.

Inesperadamente Daniel y Antonio se llevaron bastante bien aunque el menor seguía un poco avergonzado por la escena que este vio a penas entrar al salón principal aquella mañana.

 

Korame que había estado en silencio hasta el momento carraspeó y señalo que ya era hora de que el joven tenía que ir a trabajar además de que ellos tenían que dirigirse al hospital para realizar la visita mensual.

-Daniel tienes que ir a fingir ser el maestro perfecto del hijo de tu amante- aunque era difícil de decir por la expresión indiferente de Korame, cualquiera hubiera dicho que esas palabras estaban cargadas de malicia.

El joven en cuestión casi se atraganta con su propia saliva y miro con reproche al sacerdote, pero no podía rebatir aquellas palabras pues es lo único que se había dedicado a hacer desde que el niño había ingresado a la escuela. No sabía como lo hacía para mirar los ojos de aquel infante quien creía que su padre era el mejor papá en todo el mundo.

-¿no te aburres de fingir?- le había dicho Felipe una vez que lo acorralo en el baño de profesores.

En ese entonces no pudo responderle a lo que este lo miro con decepción para después dejar escapar un suspiro.

-No importa, eres un idiota pero siempre estaré aquí para ti.

Felipe era el mejor amigo que podía pedir así que fingía no darse cuenta en cómo lo miraba,  a pesar de que este era bastante serio Daniel sabía interpretarlo a la perfección y no quería perderlo, tal idea lo aterraba lo suficiente para no querer reconocer que estaba siendo cruel con él.

-Los sentimientos son complicados- pensaba Daniel mientras se alejaba de la casa de sanación.

Mientras tanto Korame fue a la habitación de suministros y trajo un objeto que despertó la curiosidad de Antonio. El sacerdote al observar su expresión le comentó que se trataba de un timbre de goma que hacía que los pacientes no sintieran dolor por un mes sin tener que tomar calmantes, lo demás se lo dejaba a los doctores ya que estos eran los protegidos del dios de la curación. Estos contaban con su bendición aunque a veces esta debía ser revocada cuando estos usaban aquel poder de formas inadecuadas.

-Ahora te preguntaras cual es tu función, necesito que repartas los dulces, antes lo hacía yo pero ya que eres mi ayudante te toca hacerlo a ti. Terminaremos mas pronto de esa forma ¿ entendido?-sus ojos fríos como el hielo no admitían replicas.

Antonio asintió y se comprometió a dar lo mejor de sí para que su primera actividad como ayudante del sacerdote transcurriera sin problemas.

Terminaron de alistarse y Korame le dijo que tendrían que ir primero a una tienda en la cual el señor que la atendía siempre tenía dulces preparados para la ocasión.

-Buenos días Korame , ¿ vas al hospital? ¿ y quien es este hombre?- pregunto con amabilidad y curiosidad el vendedor.

-Mi ayudante, muchas gracias- mientras le entregaba el dinero.

-Siempre le digo que no es necesario que los pague pero el insiste- dijo el señor como si le estuviera contando una confidencia.

-Comprendo-dijo asintiendo varias veces, Korame cada vez resultaba más interesante.

El sacerdote tan solo dio las gracias y se dirigió hacia la puerta con las bolsas llenas de golosinas. Se veían bastante pesadas a lo que Antonio rápidamente fue a ayudarlo y este lo rechazo, esa escena le recordaba a Lucía que a pesar de su delicado estado de salud insistía en que podía sola.

-Por favor, es mi labor como tu ayudante- mencionando lo dicho por este algunos minutos atrás.

Este a regañadientes le extendió una bolsa para que la tomara, esto hizo que los ojos de Antonio resplandecieran. Ambos con una bolsa en su mano caminaron juntos mientras que las que tenían libres se rozaban casi imperceptiblemente, sin embargo no dijeron nada al respecto ya que a Korame no le importaba en realidad y Antonio iba muy feliz de ser útil para el sacerdote para mencionar aquel hecho.

Llegaron al hospital el cual era bastante grande ya que era el principal en la ciudad, Artem no podía estar en todas partes así que desligaba algunas de sus funciones en su sacerdote principal. Avisaron de su llegada en la recepción y esperaron algunos minutos antes de que los dejaran ingresar al ala infantil.  Cuando estuvieron en el lugar varios niños se lanzaron a abrazar al sacerdote, el cual en vez de alejarse dejo que los pequeños estuvieran junto a él.

-Ya mocosos, formen una fila sin empujarse ¿ quedo claro? -dijo Korame sin dar pie a replicas.

-Si, señor Korame-dijeron con alegría los niños

Después de que cada uno obtuvo un timbre en su mano, el sacerdote miro a su ayudante quien rápidamente empezó a repartir las golosinas.

-En el caso de que se lo pregunten su nombre es Antonio- dijo Korame sin darle mucha importancia.

El sacerdote estaba prestando atención a lo que una pequeña niña le contaba, ella ya llevaba varios meses en ese lugar y se había vuelto bastante cercana a Korame.

Antonio termino de repartir los dulces pero se dio cuenta de que un niño seguía en su cama sin mucho animo de acercarse a los demás o recibir el sello de Korame, así que el ayudante se acercó a él.

-Hola me llamó Antonio ¿quieres una golosina?

Notas finales:

Dato curioso:  La historia de Daniel fue inspirada por la canción de Shakira "Lo hecho esta hecho"

¿Les gustaría un spin  off con su historia?


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