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Ruptura por lpluni777

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Notas del fanfic:

Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada.

Ruptura

 

 

La velada se encontraba animada, los caballeros reían, bebían, algunos incluso se atrevieron a «bailar» en la pista que habían estado preparando desde la mañana; otros simplemente charlaban tranquilamente mientras jugaban con alguno de los mazos de cartas que habían dejado en el centro de cada mesa, aunque también estaban los que empezaron a apostar, y la tensión en ésos grupos se podía percibir de lejos.

Supuso que ésos grupos eran el motivo por el cual él y sus compañeros supuestamente permanecían sobrios, para interceder y controlar la situación si alguno decidía obsequiarles una escena. Ochenta y ocho santos reunidos, la mayoría de ellos adultos, y más allá de todo raciocinio; necesitaban de celadores para no terminar la noche con una masacre. Al menos, pensaba, los soldados del santuario que tenían puestos altos y fueron invitados sí procuraban mantener una conducta intachable, aunque realmente no tenían otra opción; eran las personas más normales (y débiles) presentes en esa celebración.

Pero, bueno, era una ocasión especial. La prueba viviente estaba rodeándolo, bebiendo, danzando, riendo o, simplemente, respirando. Habiendo obtenido la paz, Atenea rogó porque sus santos por fin pudiesen experimentar una vida en donde no debieran luchar si no lo deseaban —ninguno, ni el más traicionero o caradura, decidió abandonar a su diosa—. Al parecer, según alcanzó a oír en la conversación de unos santos dorados, los héroes que luchan junto a Atenea en cada generación solían reencarnar al igual que ella solo para estar a su servicio en la siguiente vida; un ciclo que parecía no tener final.

Mientras se tomaba un descanso de atender las mesas limpiando unas copas, aunque seguía atento a la partida de Cáncer contra Géminis, su vista se dirigió a la pista de baile. Estaban reproduciendo un tema lento en ese momento y era inevitable que la pareja en el centro se robase la atención del resto. Por un momento llegó a preguntarse si Atenea siempre vio con aquellos ojos a su caballero de Pegaso, era tras era; e incluso si él mismo siempre debió mantenerse al margen y contentarse con apreciar la felicidad de su diosa desde la distancia.

Podía continuar así toda la noche. Viendo como uno de los invitados de honor se prestó a ayudarlos desde el momento en que llegó, ¿Andrómeda siempre fue así de gentil?; por la cantidad de botellas vacías y los ánimos todavía serios de aquella mesa en el otro lado del salón, ¿la relación entre los caballeros de hielo siempre fue tan complicada?; como el santo de Libra, el más joven dorado en el tiempo presente, parecía ser el más maduro, ¿sería eso un rasgo característico de ése caballero, o lo era deShiryu?. Sabía que el Pegaso siempre se halló al lado de Atenea, sin importar la generación.

Mas, en conjunto, los cinco asesinos de dioses no aparecieron hasta su era. Ellos fueron los que rompieron el ciclo. Y el último, el caballero de Fénix, al parecer no se presentaría esa noche; cosa que habían supuesto de antemano, pues el tipo se volvía más solitario con cada día que pasaba. Aunque Shun afirmó que su hermano asistiría.

Dejó la copa limpia junto a las demás y por un instante consideró servirse un poco de la champaña que estaba abierta en el extremo de la mesa. Antes de que pudiese decidir nada, alguien se recargó contra su espalda, obligándolo a colocar ambas manos sobre la mesa para procurar no caer sobre la misma y hacer un desastre con las copas.

Pensó que alguno de sus compañeros, idiota y además ebrio, sintió ganar de ir a molestarlo. Pero cuando sintió una mano sobre su trasero, no pudo evitar sentirse tan asqueado como confundido. Volteó a ver quién diablos pensaba en bromear así, para encontrarse conque no se trataba de uno de sus hermanos. Se tensó.

—Eres muy cruel Aio, me dejaste solo allá atrás, ¿sabes cuánto me tomó encontrarte? —balbuceó el santo de Escorpio, que no dejaba de toquetear su trasero.

Tuvo ganas de golpearse el rostro. «Aio» había dicho el mayor, así que estaba tan borracho como para confundirlo con otro santo… ¿Debía empujarlo y enfadarse? No, éso causaría una escena y le daría atención innecesaria. Lo mejor era tratar de aclarar la situación lo más pronto posible.

—Oye —intentó voltear para que el otro al menos pudiese verle el rostro. Pero encontró que tenía los ojos cerrados—. ¡Oye, Escorpio! —exclamó en un susurro.

Una mano se presentó sobre el hombro del santo dorado. «Mierda» pensó al darse cuenta de que alguien los había encontrado en medio de esa situación, bajó el rostro apenado. El griego, en cambio, se apartó —aunque el muy descarado mantenía la mano sobre su retaguardia— y miró al recién llegado con molestia.

—¿Qué se te ofre... ce? —la voz del santo dorado se debilitó al final de la pregunta.

—El santo de Leo te está buscando, por allá —la voz desinteresada aunque firme, reconocible por quien fuese que lo conociese hizo que quisiese, ya no hundir el rostro, sino tirarse por el balcón; de todas las personas, él tenía que ser quien lo encontrase en una situación tan embarazosa.

Lo forzaron a dar media vuelta y el caballero de escorpión lo miró fijamente, aferrándolo por los hombros. Arrugó la nariz al sentir la peste a alcohol que llevaba encima el mayor. Aunque pasados unos segundos, fue liberado y el santo dorado miró hacia otro lado, de nuevo hacia él, otro lado; apuntó a su rostro con un dedo.

—Éste no es Aioria —murmuró impactado.

—Soy Jabu de Unicornio —decidió presentarse. El santo de cabello añil no tardó en bajar la cabeza y darle una palmada en el hombro.

—Disculpa chico, te confundí con alguien más. Te pareces a mi amigo —«¿Amigo?» Jabu no se atrevió a decir nada y simplemente asintió, suponiendo que el tipo estaba demasiado ebrio para razonar correctamente. El griego volteó—. ¿Dónde dijiste que-

—Por allá —repitió Ikki, apuntando hacia el ala derecha del salón.

Cuando el santo dorado se alejó, con una sonrisa poco avergonzada, Jabu suspiró aliviado. La cosa había terminado sin problemas. Le tomó un momento realizar que el caballero de Fénix continuaba de pie enfrente suyo.

—Gracias por intervenir —dijo a regañadientes, mas no obtuvo respuesta—. ¿Cuándo has llegado?

—Hace dos minutos —a diferencia de sus hermanos, el santo japonés no se molestó en vestir un traje formal para la ocasión, llevaba la chamarra, camiseta, botas y pantalones de siempre; también las jodidas gafas oscuras, aún estando en interior y de noche—. Podías quitártelo de encima —soltó de repente.

—No quería armar revuelo —reconoció.

—¿Ah, sí? —la duda le sentó mal a Jabu, pero antes de que pudiera recriminar nada, el otro caballero se le acercó y le plantó un beso en los labios—. Puedes golpearme, no armaré ninguna escena —susurró al separarse.

Oh, debía hacerlo. Pero no quiso, realmente no le importó. Ni siquiera era su primer beso, así que más allá de otro recuerdo extraño esa velada, no había perdido nada. Sonrió.

—Tengo que seguir con mi trabajo, si no te importa. Ve con los demás y disfruta de la noche.

Entonces el japonés pareció molestarse. Se quitó las gafas y lo miró fijamente.

—Pienso disfrutar la noche, pero no con ellos. Iré a mi habitación, cuando te desocupes, tienes la puerta abierta —sin más, dio media vuelta y comenzó a andar hacia las escaleras.

Jabu alzó los hombros, restándole importancia a la invitación, seguro de que no la aceptaría.

Mas solo transcurrieron unos minutos para que su atención fuese absorbida por la pareja de su diosa y el santo de Pegaso, para que recordase que su amor no sería correspondido en ésa vida, que probablemente jamás lo fue, ni lo sería en las siguientes. Unos minutos más y un «¿porqué no?» se plantó de forma insistente en su cabeza. Aquél asesino de dioses había roto el ciclo de sufrimiento de muchas almas, entonces, ¿por qué no permitir que también aliviase un poco su corazón?

Cuando se resolvió en aceptar la invitación, alguien vociferó una cadena de insultos sin restricciones. Volvió a suspirar, dejó otra copa sobre la mesa y se dispuso a intervenir antes de que la sonrisa triunfante de Géminis encabronase todavía más a Cáncer quien parecía a punto de subirse a la mesa para acortar el camino a la yugular del santo mayor.

Subiría cuando todos se hubiesen marchado de la mansión, al tercer piso, y entraría en la última habitación del corredor izquierdo.

 

 

16/8/20

Notas finales:

Poniéndonos matemáticos, ésto es un LEOxESCORPIO elevado al cuadrado. Para refrescar la memoria, Jabu es de Escorpio, sí. Jaja.

De resto, no tengo excusas ni motivos.

¡Cuídense mucho!

 

Uni.


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