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ESTÁ BIEN por time caprittarius

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Notas del fanfic:

Es un one shot y fue una idea random, me gustó mucho escribirlo.

Notas del capitulo:

enjoy!

El cielo comenzaba a oscurecerse y el sol resplandecía en lo que eran los últimos rayos de luz, el cielo tenía un matiz entre rosa y amarillo que de seguro hubo sacado un suspiro inspirador a más de uno que lo estuviera contemplando en ese momento.

A pesar de tener un panorama tan magnífico, en realidad la mayoría de las personas en el santuario, solo podía pensar en una cosa a esa hora del día.

Era la hora de cenar.

Izo subía las escalinatas un tanto ansioso. ¿Cuál era el propósito de haber construído los templos tan distanciados? Se preguntaba.
La respuesta era obvia, pero Izo no quería analizar en ello, solo quería distraer su mente con absurdas quejas para alejar aquellos pensamientos culposos que comenzaban a inundar su mente.

De todos modos, agradecía que su destino no se encontrara tan lejos, solo debía atravesar el templo de acuario y subir un poco más.
Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios al pensar en su destino, Cardinale lo había invitado a cenar, pero probablemente la mencionada cena terminaría enfríandose sobre la mesa del comedor, sin poder disfrutarla del todo, y la cual terminaría siendo desechada por el custodio de aquel templo al día siguiente.
Como había estado sucediendo esos días, como siempre.

Pero Izo no se quejaba, eso sí, estaba hambriento, aunque no pensaba en ningún tipo de platillo.

Sin percatarse de lo mucho que había ahondado en sus pensamientos, terminó por llegar al templo de acuario más antes de lo esperado.

Se internó con suma tranquilidad, no había razón para hacer un escándalo elevando la voz para anunciar su presencia. Era ya costumbre pasar por los templos sin tener que pedir permiso, claro que, solo se permitía en situaciones informales como esa. Por eso caminó sin darle mucha importancia a la presencia del dueño.

Sin embargo, Mystoria apareció en medio del templo, interrumpiendo el camino de Izo, no lo hizo a propósito, de todos modos él también se dirigía a su cena solitaria en su propio comedor.

—Mystoria... —mencionó Izo al mismo tiempo que detuvo sus pasos frente al custodio del onceavo templo. Mystoria también se detuvo.

—Capricornio... —habló Mystoria, acostumbrado a llamar a los santos por sus constelaciones más que por sus nombres aun en situaciones informales, algo muy propio de él.

—Con permiso, voy a pasar por tu templo—Izo se inclinó un poco al hablar, si bien, con los demás caballeros no usaba esas formalidades, sentía la necesidad de hacerlo con Mystoria. El de cabellos celestes era un hombre serio, si Izo alguna vez se hubo creído el tipo más serio de todos solo por tener un temperamento difícil, en realidad se quedó chico cuando había conocido al gran Mystoria y su seriedad innata.

Esa era la misma razón por la que nunca hubo congeniado de forma amistosa con Mystoria, así que en ellos solo regía una relación de lealtad hacia su diosa y formalidad.

—Adelante —contestó Mystoria de manera escueta.

—Buen provecho, que disfrutes de tu cena —añadió Izo y posterior a ello, se alistó para partir de aquel templo.

Sin embargo, la frase que a continuación escuchó provenir de Mystoria, no lo dejó continuar.

—Veo que vuelves a cenar con el Santo de piscis —mencionó Mystoria, a modo de comentario, agarrando totalmente desprevenido a Izo, quien se tomó unos segundos antes de contestar.

—Bueno... sí, es que Cardinale hace unos platillos de maravilla —contestó Izo improvisando.

—¿Te has vuelto muy cercano a Piscis? —cuestionó Mystoria.

Izo ya no supo que responder, aquellos comentarios eran muy impropios de Mystoria, el peli celeste solía ser alguien neutro que poco hablaba y poco solía importarle la vida de los demás.
¿Acaso había gato encerrado en aquellas preguntas?

—Yo no diría eso... es solo otro amigo con el cual me gusta convivir, el de mañana podría ser Ox... —respondió Izo no muy seguro de sus propias palabras.

—Oh, claro, disculpa, no tengo por qué indagar en tus asuntos —añadió Mystoria negando con la cabeza ligeramente —Debo ir por mi cena —Mystoria se dispuso a retirarse.

—Espera —lo detuvo Izo —¿Sucede algo? ¿Necesitas que le comunique algo a Cardinale? —cuestionó Izo, su intención era ver que había detrás de aquellos comentarios que había soltado Mystoria.

—Oh, no, solo lo mencioné por inercia, últimamente te veo subir demasiado al templo de piscis y creo que mi inconsciente me obligó a preguntar para sacarme la duda, lamento si te ocasionó alguna incomodidad —se explicó Mystoria.

—No no, claro que no me causó ninguna incomodidad —negó Izo rápidamente.

—Bueno, te dejo ir, con permiso —se despidió Mystoria al tiempo que se internaba en su propio salón donde se hallaba su cocina y comedor.

Izo lo dejó ir sin cuestionar o comentar algo más, se quedó parado en su mismo sitio con ahora nuevas cuestiones internas.

Si antes había estado ansioso por llegar al templo de Cardinale, ahora, estaba un tanto temeroso, si antes había intentado distraer a su mente con cuestiones tontas, ahora en ella afloraban esos pensamientos culposos que había estado evadiendo a toda costa desde hace un buen tiempo.

Juró que en ese momento hubiera dado marcha atrás, de no ser porque no quería dejar plantado a Cardinale, y creyó que era mejor enfrentar lo que acababa de ocurrir.


_______________



Cardinale era uno de los pocos enamorados del cielo. Aquella tarde él sí se encontraba admirando lo maravilloso que estaba el cielo pintado de matices rosas y amarillas, lo maravilloso que se elevaban las montañas en el confín, lo maravillosas que se escuchaban las aves sobrevolando su templo.

La cena por supuesto, ya estaba lista y él se dio un tiempo para contemplar su entorno en lo que esperaba a Izo. Cuando ese nombre cruzó por su mente, no pudo evitar soltar un sonrisa boba de sus labios sabiendo lo que se venía, lo que ya era costumbre.

Él habia preparado la cena, pero él sabía perfectamente que lo que menos disfrutarían esa noche sería la cena, y por eso estaba feliz. Pero no todo era tan maravilloso como lo pensaba, de pronto se bajó de la nube en la que viajaba y sus pensamientos cayeron tan bajo como sus sentimientos.

Tendría un fantástico encuentro nocturno con Izo, pero eso sería todo. Solo sexo vacío que probablemente Izo buscaba únicamente para librarse de las tensiones, una relación clandestina que hace tiempo mantenían oculta de todo el santuario. Porque las relaciones entre hombre-hombre estaban vistos de manera despectiva, y aunque a Cardinale hace tiempo había dejado de importarle aquello, a Izo sí le preocupaba, él lo sabía porque el mismo Izo se lo había dicho.

Y eso le partía el corazón.

Todavía recordaba el primer encuentro que había tenido con Izo en su cama. El pelinegro habia dado un salto del susto al despertar. Incluso Cardinale había tenido que escuchar un par de insultos de los cuales Izo ya se había disculpado.

Y todavía recordaba los siguientes, todavía vivían las palabras de Izo frescas en su memoria.

"Esto es solo sexo, vamos, ambos somos hombres y casi no nos dejan ir al pueblo por mujeres... creo que, esto nos ayudará a ambos..."

Había dicho Izo después de su segundo encuentro.

"Esto es solo una necesidad fisiológica"

"Ojalá hubiera una caballero dorado femenino en el santuario, esto sería menos incómodo"

Había dicho Izo las siguientes veces.

¿Y por qué Cardinale recordaba todo eso?
Estaba claro, para Cardinale no solo se trataba de sexo, y el lo tenía muy claro, incluso desde el primer día, y mucho antes.

Él estaba enamorado de Izo.

Era un amor insano y enfermizo.

Porque a pesar de que Cardinale sabía que estaba siendo únicamente usado por Izo, estaba bien para él.

Si lo único que conseguiría de Izo era sexo estaba bien.
Si luego de follar, Izo abandonaba el templo siendo totalmente frío y sin decir siquiera un adiós estaba bien.
Si Izo lo ignoraba totalmente al día siguiente como si fueran extraños y nada hubiera pasado entre ellos, también estaba bien.
Todo estaba bien si al final del día, Izo aceptaba su invitación para cenar.

Si esa era la única manera de estar junto a Izo aunque sea por un corto tiempo estaba bien.

Y en ese momento, se vio interrumpido por la llegada de un cosmos, era claramente el cosmos de Izo quien de seguro lo había encendido para anunciar su llegada.

A pesar de toda la nostalgia, a Cardinale se le dibujó una sonrisa y bajó a recibir a Izo como la persona enamorada que era. Feliz de su presencia.

Cuando estuvo frente a Izo, Cardinale se sintió extraño, y no porque hubiera algo malo con él mismo, sino que, algo andaba mal con Izo.

Izo fue más frío de lo usual, apenas y lo saludó y se dirigió rápidamente al comedor, Cardinale veía todo confuso. ¿Qué estaba mal?

La mesa ya estaba preparada y tanto Izo como Cardinale solo tuvieron que sentarse para comenzar a degustar de la cena.

Cardinale intentaba entablar alguna plática con Izo, pero el pelinegro se lo ponía difícil evadiendo cualquier tema mientras toda su concentración iba al platillo de la cena.
El rubio se sintió frustado, definitivamente algo andaba mal con Izo, pero éste era incapaz de decírselo. Así que Cardinale se vio obligado a sacarle las palabras de su propia boca a Izo.

—Veo que hoy no andas de humor, no quieres responder a mis tonterías... —comentó Cardinale aun con un tono animado.

—Hm —expresó Izo, escueto y con los ojos clavados en su plato y el ceño ligeramente fruncido.

—Es difícil averiguar lo que te pasa si solo vas a decir "hm" todo el tiempo ¿Sabes? —habló Cardinale cambiando su gesto a uno más serio.

—Solo intento degustar de la cena tranquilamente —Izo se vio obligado a responder.

—Mientes —contestó Cardinale rápidamente —Te pasa algo y probablemente tenga que ver conmigo —añadió el rubio e Izo en ese instante elevó la vista clavando su vista en la de Cardinale —Se me vienen tantas cosas a la mente que no sé cual podría ser tu problema de hoy

—Está todo bien ¿Okay? —contestó Izo con el ceño fruncido mucho más que antes.

—No suenas como si lo estuvieras... —añadió el rubio.

—Bueno, tengo mis problemas, pero está todo bien porque no te incumbe ¿entiendes? —contestó Izo más irritado.

—Entonces en primer lugar no hubieras aceptado mi invitación y me hubieras evitado pasar este incómodo momento —contestó Cardinale también más molesto.

—Es algo que pasó recientemente así que no pude evitarlo, hubiera sido fácil para mí irme a medio camino y dejarte plantado con la cena, pero NO, tuve la consideración de venir hasta aquí para no desahuciarte, y si te molesto pues lo lamento, tan pronto como acabe de comer me iré.

Tan pronto como Izo dejó de hablar, dejó de mirar a Cardinale y siguió comiendo, y el rubio por su parte se había quedado sin palabras.

Cardinale tuvo una revolución de emociones de toda índole en ese momento que dejaron su mente en blanco por unos momentos.

Izo acababa de revelarle que algo había perturbado su estado de ánimo tan solo antes de llegar a su templo, el rubio no podía imaginar qué, pero estaba dispuesto a averiguarlo.

Y a su vez, Izo estaba tan enojado que realmente estaba dispuesto a irse, desde su pequeña charla con Mystoria, simplemente no había podido conciliar la tranquilidad en sus pensamientos, sentía miedo pero era incapaz de admitirlo, y por ello había transformado el miedo en ira.

Cardinale seguía intrigado, observaba a Izo intranquilo comer de su plato, sabía que algo muy importante le había pasado. Entonces a su mente vino un plan que resolvería esa pequeña discusión que habían tenido y entonces doblegaría a Izo de su decisión de irse.

Solo si la suerte de Athena lo acompañaba.

—Nadie dijo que molestabas, nadie te está echando... —comenzó a decir Cardinale con un tono molesto y dolido, estaba realmente molesto y dolido sí, pero incluso puso fingir estarlo aún más para su plan —Pero veo que soy yo el que te molesta —dijo el rubio poniéndose de pie y dejando su plato sobre la mesa al cual apenas había dado unos pocos bocados —No quiero incomodarte, tu eres mi invitado y quiero que disfrutes de la cena que preparé con mucho esfuerzo, mejor yo me retiro —y tras esas palabras Cardinale comenzó a dirigirse rápidamente a su habitación subiendo las escalinatas al segundo piso.

El plan estaba en marcha.
Si Izo se sensibilizaba -como esperaba Cardinale- iría tras él y entonces en su habitación lo doblegaría a decirle lo que estaba ocurriendo, pero de otro modo, Izo seguiría con su postura tenaz y terminaría yendose del templo y el plan del rubio fracasaría.

A Cardinale no le importaba demasiado cual decisión tomaría Izo, el pelinegro a veces era tan impredecible que Cardinale estaba preparado para todo.

Decidió acomodarse a un lado de su ventana mientras contemplaba el cielo que para ese momento ya estaba oscuro.

Mientras tanto, en la planta baja permanecía Izo bastante confundido consigo mismo. Sus manos habían dejado los cubiertos sobre el plato y su boca terminaba de masticar algo que ya había perdido el sabor. Para ese momento ya se sentía bastante culpable con Cardinale, sintiéndose un idiota por haberse comportado de ese modo.

Llevó sus manos a su cabeza e intentó peinar su cabello hacía atrás con frustración, concluyendo que sí, había sido un imbécil.

—Maldición —susurro Izo para si mismo sin saber qué hacer. Definitivamente su corazón clamaba ir tras Cardinale y arreglar aquella estúpida pelea, pero su orgullo hizo que todavía se pusiera a debatir consigo mismo.

Se levantó de su asiento dejando el plato a medias, y comenzó a seguir el mismo camino que había seguido Cardinale.

Izo conocía muy bien aquella parte del templo, probablemente mejor que cualquier otro santo dorado, conocía muy bien aquellas paredes en las que muchas veces había terminado por acorralar a Cardinale, conocía muy bien aquellas gradas que habían sido un molesto traspié para Izo cuando había intentado subir con premura junto a Cardinale muchas veces, conocía muy bien aquella puerta que había azotado con fuerza tantas veces con impaciencia, buscando la privacidad para saciar sus deseos. Demonios, esa parte del templo era tan familiar que sentía estar en su propio templo.

No necesitó tocar la puerta que tenía en frente y la abrió lentamente, dándose cuenta del inútil dato de que nunca antes había necesitado abrirla de ese modo.

Ahí observó al rubio, que se encontraba apoyado en una pared contigua a la ventana y mantenía su vista perdida en el paisaje externo. Izo siguió adentrándose y cerro la puerta con calma. Parecía que Cardinale no se daba cuenta de su presencia o solo lo estaba ignorandolo.

Izo se sentó en la cama que estaba ubicada en el centro de la habitación, la sintió tan suave pero fría, observó que las sábanas eran diferentes a las de la última vez que había estado ahí, hace un día exactamente.

Se sentó en silencio porque a pesar de querer hablar, en realidad no sabía cómo empezar, nunca antes había tenido la necesidad de hacer eso.

Cardinale por fin giró su vista hacia Izo encontrando su mirada. Ninguno dijo nada mientras sus ojos parecían hablar por sí mismos.

—Cardinale... yo... —intentó hablar Izo —Yo lo lamento, no quise echarte de la mesa ni hacerte sentir incómodo... perdón.

Esas cortas palabras bastaron para que Cardinale se sintiera feliz, no había nada que perdonar, Cardinale en ningún momento se habia enojado realmente.
El rubio volvió en sus pasos y comenzó a tomar asiento a un lado de Izo y con dulzura puso su mano sobre la rodilla de Izo, instandolo a sincerarse.

—Izo... me sentiría mejor si me dices qué te pasó —habló Cardinale, e Izo no vio razón para evadir más las cuestiones del rubio.

—Mystoria —contestó Izo —Cuando estaba de camino aquí, me encontré con Mystoria en su templo, y él... parece que él sospecha lo de... lo de nosotros... —explicó y Cardinale comenzó a comprender todo —Solo me sentí un tanto temeroso de que Mystoria nos acusara ante el resto y me enojé sin razón contigo, cuando en realidad tu estarías en tantos problemas como yo... —terminó de hablar el pelinegro.

Cardinale nuevamente se quedó en silencio, entendía la situación a la perfección.

A Cardinale no le importaba si esparcían un rumor sobre él y su sexualidad, estaba dispuesto a enfrentarlo, estaba dispuesto a defender su dignidad, lo que significaba hacer respetar sus decisiones, la de ser sodomita u homosexual si los demás lo acusaban de serlo, la de amar a otro hombre, porque su percepción del amor iba más allá de los sexos y géneros. Estaba dispuesto a enfrentarlo a todo.

Pero Izo no.

Sabía perfectamente de la preocupación de Izo, porque Izo tenía miedo de ser acusado de sodomita, de homosexual, de "marica". Izo no estaba dispuesto a enfrentar nada ni a perder su dignidad y honor. Y Cardinale, por amor, aceptaba la forma de pensar de Izo.

—Nunca lo sabrá —finalmente habló Cardinale —Tú y yo solo somos dos amigos que disfrutamos de compartir la cena —continuó —Lo que pasé en estas sábanas es cosa nuestra y nadie se enterará —dijo mientras ahora su mano se hallaba acariciando la mano ajena.

Izo levantó la vista encontrándose con la sonrisa consoladora de Cardinale, y solo bastó eso para sentirse seguro y confiado.
Lentamente fueron acercando sus rostro para finalmente juntar sus labios en un beso lento, que al final fue tornándose más enérgico y apasionado.

Izo se dejó llevar por las sensaciones y su instinto, y terminó por recostar a Cardinale en la cama mientras su boca ahora devoraba el cuello del rubio con vehemencia y sus manos ya se hallaban recorriendo todo el cuerpo ajeno como si fuera la primera vez que lo hiciera.

Cardinale se sintió dichoso cuando Izo comenzó a tomar la iniciativa y se dejó hacer, de sus labios dejo escapar suspiros y jadeos que más tarde se hicieron sonoros gemidos cuando sus ropas terminaron en el suelo y otras encima de las sábanas, y para entonces, Izo ya no se mostraba más como un hombre recatado y tocaba sin pudor las zonas erógenas de Cardinale como un total experto.

Para ese momento ya habían muchas marcas rojas en el cuerpo de Cardinale que Izo había estado dejando, sus pieles ardían, sus erecciones clamaban por ser atendidas, sus lenguas exigían volver a ser unidas.

Izo llevo su mano al trasero de Cardinale donde empezó acariciar la entrada del rubio con su dedo ensalivado. Cardinale solo se aferraba al torso de Izo dejándose llevar por el éxtasis del momento mientras movía sus caderas amoldandose a los dedos de Izo.

El de Capricornio no tuvo que prepararlo por mucho tiempo, lo cierto es que Cardinale ya estaba bastante acostumbrado, así que en la misma posición, Izo comenzó a dirigir su miembro a la entrada del rubio, la cual penetró de una sola estocada.
Cardinale clavo sus uñas en la espalda de Izo por la repentina intromisión, dolía como siempre pero también se sentía tan dichoso de tener a Izo dentro de sí que lo dejó continuar sin quejarse, tan solo emitiendo sonoros gemidos que sabía que enloquecian a Izo.

Izo continuó bruscamente para sorpresa de Cardinale, estaba siendo más rudo de lo normal, comenzó a moverse rápidamente sin tener consideración por el hombre al que estaba embistiendo.
Cardinale lo comprendió, entendía que Izo había estado bastante tenso aquel día y lo dejó continuar a su ritmo aunque eso le hiciese un poco de daño. Incluso el rubio dejó dulces besos sobre el hombro del pelinegro que probablemente este ni se hubo dado cuenta. Pero esos besos significaban todo para Cardinale. Eso besos significaban que Cardinale estaba dispuesto a ayudarlo y apoyarlo en todo, incluso si eso le hacía daño, Cardinale soportaría todo por Izo.

La velocidad de las estocadas de Izo fue incrementado tanto que Cardinale creyó que en cualquier momento se desplomaría su cama de madera y él desfallecería.

Cuando el rubio sintió que ya estaba por venirse, se aferro a Izo lo más que pudo, sus brazos por su torso y sus piernas en su espalda baja, se aferró con fuerza cuando sintió manchar tanto su vientre como el vientre ajeno de aquel fluido blanquecino.
Y perdido entre las sensaciones, no se dio cuenta en que momento fue la última estocada que recibió de Izo, quien acabó dentro y el semen terminó escurriéndose por su esfínter y las sábanas.

Ambos con las respiraciones agitadas terminaron derrotados, e Izo cayó encima de Cardinale, su cabeza yacía en el pecho del rubio, y este por inercia comenzo a acariciar los despeinados cabellos del pelinegro mientras sonreía feliz, sí, podría jurar que esos momentos siempre eran los más felices de su día o su vida.

Izo comenzó a quedarse adormilado, era temprano pero estaba cansado, no solo por su reciente actividad, sino por el entrenamiento al cual habian asistido casi todo el día. Todos los días eran agotadores y no había sospresa en que por ello muchos caballeros terminaran durmiendo incluso a las ocho de la noche. De todos modos debian madrugar al día siguiente.

—Izo... —llamó Cardinale suavemente —Izo... ven, vamos a dormir —Cardinale dio suaves golpecitos en la espalda de Izo para despertarlo y el pelinegro así lo hizo. Después de limpiarse el vientre ambos terminaron adentrándose en las cálidas sábanas para por fin poder dormir.

Y entonces llego el momento del día en que a Cardinale se le partía el corazón, aquel típico momento en que Izo se recostaba dandole la espalda a Cardinale.

Cardinale observó todo con tristeza pero incluso se sintió bien, aún podía apreciar la espalda ancha de Izo, por la cual daría todo por abrazar toda la noche y repartirle besos, sí, eso quería hacer en ese mismo instante, pero se contuvo, y terminó por dormirse probablemente después de pensar mucho.

_________

Al dia siguiente Cardinale había despertado otra vez solo en su habitación, desnudo y con la otra parte de su cama fría.

Cardinale casi nunca sabía a que hora Izo solía abandonar su templo cada vez que decidían dormir juntos, pero intuía que lo hacía muy de madrugada, cuando Cardinale aún tenía el sueño profundo.

El rubio se levantó y dirigió a su ducha a tomar un baño ya asearse, para posteriormente alistarse para el entrenamiento. Más tarde vio a Izo también llegar el coliseo y como siempre, este llegaba ignorando su presencia y dirigiéndole el saludo solo en caso de ser necesario.

Solo se dirigían la mirada en caso de que fuesen asignados como compañeros o rivales para una práctica de batalla, de lo contrario para Izo, Cardinale era invisible.

Y ante ello, Cardinale se sentía terriblemente mal, pero no lo demostraba.
No mostraba su tristeza de sentirse despreciado, no mostraba su disgusto de verse ignorado, no mostraba su ligera molestia de que para Izo solo significaba una noche en su cama, no importaba nada de eso, siempre y cuando, Izo aceptara su invitación para cenar al final del entrenamiento con una sonrisa. Y la sonrisa más encantadora de todas.

Notas finales:

solo tengo una cosa que decir

NEXT DIMENSION MERECE MÁS FANFICS

 

SI ALGUIEN LLEGO HASTA AQUI, SE LO AGRADEZCO


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