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"Belleza Escondida" por ShineeLuhan

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Notas del fanfic:

Hola!!!

 

Soy nueva en esta categoría. Está de menos decir que me encanta el HanniGram ¿no? XD. Soy una fan fehaciente de ellos. Así que me aventuré a traerles una historia de la parejita. Espero lo disfruten todas aquellas que todavía disfrutamos de leer algo de ellos.

 

Quiero poner en manifiesto que esta historia no me pertenece sino a la escritora Amy J. Fetzer. Solo hice unas cuantas modificaciones que espero guste y no cause molestia alguna.

Notas del capitulo:

Acá está el primer capítulo de la trama, espero les guste mucho.

“CAPÍTULO UNO”

 

 

 

Will Graham miró el castillo de piedra gris y se preguntó qué encontraría dentro. ¿Al Príncipe Encantador o al dragón?

 

Probablemente al dragón, si había algo de verdad en los rumores que los lugareños habían compartido durante el viaje en barco a la pequeña isla. Se preguntó si Hannibal Lecter sabía cuánto lo temían, mientras sus brillantes ojos azules recorrían los arcos de las ventanas, las almenas y la torre. Will solo vio la soledad que embargaba todo el lugar.

 

--Señor- dijo el taxista deteniéndose ante la mansión- ¿Está seguro que viene “aquí”?

 

--Oh sí, estoy seguro, señor Brook- replicó sin mirarlo. ¿Por qué todos los habitantes del diminuto pueblo de la isla le preguntaban lo mismo, como si se enfrentara a una ejecución? Lecter no era más que un hombre.

 

--El doctor Lecter no es exactamente amistoso, ¿sabe?

 

--No es extraño, si todo el mundo actúa como si les hubiera pegado un mordisco- lo miró, arqueando una ceja. El hombre enrojeció levemente.

 

--De algún sitio habrá salido la idea- farfulló el taxista, saliendo del coche para sacar sus maletas. Will lo siguió por los empinados escalones que llevaban a la puerta delantera.

 

Lo habían contratado para ayudar a una niña de cuatro años, la hija de Hannibal Lecter, a acostumbrarse a vivir allí. A vivir con un recluso, un hombre encerrado en un castillo y aislado de todo contacto humano. Iba a ser un trabajo duro, se había enterado por el chisme de que en los últimos cuatro años nadie había puesto el pie en la casa, excepto para entregar provisiones. Sentía pena por la niña, acababa de perder a su madre y no conocía a su padre. Will había llegado antes para acostumbrarse al entorno.

 

El señor Brook dejó las maletas en el suelo. El castaño se volvió para pagarle y lo vio escribir en un pedazo de papel. Cuando le entregó el dinero, el hombre le dio el papel.

 

--Aquí tiene mi número. Si necesita que lo saque de aquí, o algo, llámeme.

 

--No es un monstruo, señor Brook- dijo Will, conmovido por el innecesario gesto.

 

--Sí, el doctor, lo es. Grita y gruñe a cualquiera que pone el pie en su territorio; hizo picadillo al chico que entrega el pedido del supermercado. No quiero ni pensar en lo que le haría a usted- De seguro el hombre al percatarse de su delgada y estilizada figura, pensó que él no tendría ninguna clase de oportunidad en contra del terrible ogro del castillo. Cuando Will lo miró con determinación, el señor Brook suspiró- Hace años un hombre diseñó y construyó esta casa para su esposa, que quería vivir como una princesa. Hizo que trajeran cada piedra del exterior, algunas incluso de Inglaterra e Irlanda. Ella murió antes de que estuviera acabada.

 

--Lo dice como si creyera que está maldita o hechizada- comentó Will, pensando que era una historia muy triste.

 

El señor Brook, sin contestar, miró la doble hoja de madera de la puerta como si fuera la entrada a una cueva tenebrosa. Will se sonrió y alzó la aldaba de bronce, era una cabeza de dragón. “Bueno, doctor Lecter, si quiere mantener a la gente alejada de aquí, está haciéndolo muy bien”, pensó, dejando caer la aldaba.

 

--Adelante- se oyó por el intercomunicador. Era una voz profunda y arenosa, una especie de rugido ronco y estremecedor.

 

--¿Ve lo que quería decir?- dijo el señor Brook.

 

--Bobadas- replicó el castaño con firmeza, abrió la puerta y entró. Una lámpara encendida sobre una mesita de madera tallada, creaba sombras en el vestíbulo. Will dejó la mochila y el maletín en el suelo, se volvió y vio al señor Brook meter las maletas apresuradamente y retirarse hacia la entrada. Will encendió la luz y el vestíbulo se iluminó. El taxista dio un respingo y retrocedió aún más.

 

--Llámeme, ya lo sabe- dijo el hombre, con pronunciado acento sureño. Esa actitud, de temor y desprecio hacia un hombre al que ni siquiera conocía, hizo que Will deseara defender al doctor Lecter.

 

--No será necesario- dijo, cerrando la puerta con un suspiro. Le dio un vuelco el corazón cuando la luz se apagó y una sombra apareció en la parte superior de la curvada escalinata.

 

--¿Doctor Lecter?

 

--Obviamente- llegó su voz rasposa.

 

--Hola, soy…

 

--William Graham, ya lo sé- cortó el hombre entre las sombras- Treinta años recién cumplidos, licenciado por la Universidad de Carolina del Sur, nacido en Oklahoma, fue modelo profesional por un periodo corto de tiempo…y además fue mister Festival de las Gambas- su voz tenía un tono de sorna y superioridad, que al castaño le molestó- ¿Se me olvida algo?

 

--Por ejemplo que fui adjunto del Ministerio de Asuntos Exteriores y profesor de la embajada, y que soy lingüista y hablo italiano, francés y español.

 

--Pero, ¿sabe cocinar?- preguntó el misterioso hombre con un acento impecable.

 

--No estaría aquí si no supiera- se cruzó de brazos y miró la sombra del hombre, la lámpara solo permitía ver la impecable raya de sus pantalones oscuros. Tenía una mano en la barandilla, y la luz se reflejaba en un sello de oro que llevaba en el dedo- ¿Hay una página web sobre mí que yo desconozca?- inquirió molesto después.

 

--Las telecomunicaciones son un gran recurso.

 

--Ya, bueno. No hace falta que me hable de qué talla de boxers uso, ni del día que Mads Stuart me robó mi primer beso bajo las graderías de una cancha de fútbol.

 

--¿Fue eso lo único que le robó?- gruñó el otro, sorprendido por aquella innecesaria información acerca de sus “gustos” genéricos.  

 

--Búsquelo en Internet- espetó, irritado porque supiera tanto de él. Will solo sabía de ese hombre que era un psiquiatra retirado desde que un accidente lo desfiguró; que vivía recluido desde entonces, que era divorciado y que en un par de días recibiría a una hija a la que no conocía. Agarró las maletas y se enfrentó a él- ¿Dónde está mi habitación?

 

--En el segundo piso. Deje el equipaje y sígame.

 

Will dejó todo menos la mochila y el maletín que llevaba y lo guio escaleras arriba. El doctor Lecter mantenía unos escalones de distancia, siempre en la oscuridad. El castaño solo podía ver la silueta de los hombros del hombre, anchos y rectos, en una prístina camisa blanca. Su paso era suave, casi elegante.

 

--Aquí- dijo, se detuvo ante una puerta, la abrió y siguió andando.

 

--¿Y la habitación de su hija?

 

--Al otro lado del pasillo- replicó el doctor, a mitad de un segundo tramo de escaleras- Haré que le suban las maletas.

 

--Creí que vivía solo.

 

--Hay un guardia de seguridad que vive en la casita que hay detrás de esta, y los lunes viene una sirvienta.

 

--¿No cree que deberíamos discutir la llegada de su hija?- gritó el castaño, al ver que el otro no se detenía.

 

--Llegará dentro de dos días. Vaya a buscarla al barco- subía cada escalón pausadamente, y Will se preguntó si le resultaba doloroso.

 

--¿No vendrá conmigo?

 

--Para eso lo he contratado, señor Graham.

 

--No puede pretender que yo me haga cargo…- en lo alto de las escaleras una puerta se cerró de un golpe- Bueno, eso ha sido muy provechoso- dijo Will, acercándose a las escaleras y mirando hacia arriba. Sólo se veía un vestíbulo y una puerta de madera. No comprendía su indiferencia; su hija, Abigail, solo tenía cuatro años. Se preguntó si no se dejaba ver por vanidad o si realmente estaba muy desfigurado. En cualquier caso, le preocupaba Abigail, así que cuadró los hombros, subió y llamó a la puerta.

 

--Creo que debemos hablar, doctor Lecter. Ahora- no hubo respuesta- Le aviso que puedo ser muy persistente si me lo propongo.

 

--Váyase, señor Graham. Yo lo llamaré cuando y si lo necesito.

 

--Por supuesto, “su señoría”, qué estupidez haber pensado que le importa su única hija- contestó ácidamente Will mientras se cruzaba de brazos. Ese hombre era un desalmado, maleducado y grosero, se merecía un puñetazo por hablar así a una persona que tenía buenas intenciones para con él.

 

Will volvió a su habitación, entró y se quedó boquiabierto. Sería un desalmado mal educado de lo peor, pero tenía un gusto exquisito. La alfombra, las cortinas e incluso los marcos de los cuadros armonizaban perfectamente, con una gama de colores sensuales y al mismo tiempo relajantes. En una esquina había una cama con dosel, con edredón de plumas y varios almohadones en tonos borgoña, gris claro y blanco. Cerca de la puerta había un escritorio estilo Reina Ana con una computadora. Ante la chimenea un grupo de mobiliario masculino, y en un mirador formado por tres ventanas un banco acolchado muy acogedor. A la izquierda había un enorme vestidor que no podía ni soñar con llenar, aunque le hubiera encantado hacerlo, y un moderno baño, con la bañera más grande que había visto en su vida. Dejó la mochila y el maletín sobre la cama, cruzó el pasillo y fue al dormitorio de Abigail.

 

Se quedó paralizado. Parecía que el dinero no era problema para Hannibal Lecter. La habitación era de ensueño: una fantasía en rosa y verde menta con una casa de muñecas victoriana, montones de juguetes nuevos y una cama situada en ángulo, cubierta con medio dosel del que colgaban cortinas transparentes atadas con lazos de satén. Will recordó el cuento de La princesa y el guisante, la cama era tan alta que la niña tendría que usar una escalerilla de dos peldaños para subir. Inspeccionó el armario y los cajones y descubrió que estaban llenos de ropa de tres tallas distintas. Comprendió que Hannibal realmente no sabía nada de su hija pero que, aun así, había pensado en todo. Volvió a su habitación, y sacó la carpeta que Fredericka Lounds, dueña de Esposos a Domicilio, le había entregado dos días antes.

 

El rostro de una niña de pelo castaño oscuro, sonrisa dulce y ojos azules como un cielo estival, la miró desde la foto. Con un suspiro, se sentó en el banco del mirador y abrió la cortina. Se veía la costa del interior y otras islas que salpicaban esa zona de la costa del sur. El viento de octubre azotaba la playa y los altos hierbajos se movían como hojas de palma en el trópico. Las olas lamían y oscurecía la arena, el cielo estaba gris plomizo y cargado de humedad. Melancólico. El mejor momento para acurrucarse con un libro y soñar. Se preguntó con qué soñaba una niña pequeña, en especial una niña que había perdido a su madre y tenía que trasladarse a una isla solitaria con un padre cuya existencia desconocía.

 

Por su parte, Will pensó que él soñaría con un ser especial que lo protegiera, y no con un dragón que echaba fuego por la boca si alguien osaba entrar en su cuerva.

 

 

****

 

 

Hannibal apoyó la espalda contra la puerta y cerró los ojos, tenía su imagen grabada en la mente y no podía borrarla. Era el hombre más hermoso que había visto en su vida; de esos que atraían las miradas, hacían que las mujeres tropezaran y provocaban envidia en los demás hombres. Solo mirar sus ojos azul marino hacía que le escociera cada cicatriz. Era como enseñarle un suculento manjar a un animal salvaje muerto de hambre; ofrecérselo e impedir que lo probara.

 

Apenas podía tolerar su presencia allí, en su casa, su santuario. Saber que estaba cerca lo volvería loco. Deseó estrangular a Fredericka Lounds por enviarle a un joven tan exquisito. ¿Acaso no sabía esa insensata mujer que también disfrutaba de la compañía de otro tipo de hombres? ¿No sabía que no había estado cerca de una persona desde el accidente? Hasta esa mañana, ni siquiera le había dicho su nombre, solo que estaba cualificado. No había podido investigar su pasado a conciencia y, aunque había descubierto algunas partes íntimas de su vida, no había visto fotos; parecía que no deseaba mostrar su bello rostro al mundo. Hannibal tenía una buena razón para no hacerlo, pero se preguntó cuál sería la de Will.

 

Seguía siendo hermoso con sus casi treinta años de edad. Maldijo para sí. Había especificado claramente los requisitos que esperaba de una persona que cuidara de su pequeña hija: cariñoso, fuerte, suficientemente saludable como para correr tras una niña de cuatro años, y que se hiciera totalmente responsable de ella. No podía permitir que su hija lo viera nunca. Echaría a correr, y él no podría soportar eso de nuevo. La gente lo rechazaba por su desfiguración y no estaba dispuesto a asustar a una criatura indefensa.

 

Abigail…Hannibal apretó los puños. Una niña cuya existencia había ignorado hasta hacía dos semanas, cuando su mujer murió. Ahora solo servía para ocuparse de su propia hija cuando no quedaba otra opción. Maldijo a Alana una y otra vez por no haberle dicho que estaba embarazada cuando lo abandonó. Hubiera deseado saberlo cuatro años antes, para tener algo a lo que aferrarse mientras sufría en un mundo de quirófanos y rehabilitación, y se enfrentaba a la cruda realidad: su desgarrado cuerpo nunca volvería a ser el mismo.

 

Fue hacia el teléfono y pulsó una tecla con furia.

 

--Esposos a Domicilio, Freddy Lounds al habla.

 

--Maldita sea, Freddy, es hermoso- “asombroso y exótico”, pensó para sí, recordando cada curva de su cuerpo enfundado en su traje marrón oscuro.

 

--Así que has salido de tu guarida lo suficiente como para mirar, ¿no, fortachón?

 

--¿Por qué me has hecho esto?

 

--Will es una de las personas más cariñosas que conozco- soltó un suspiro- No lo he hecho por ti, sino por Abigail. A Will le encantan los niños y tiene experiencia. Tiene las cualificaciones que pediste: buena educación, capaz de charlar con un crío y, además, divertido y creativo. Dale una oportunidad. Además, tú no especificaste el género, ¿lo recuerdas?

 

--Lo recuerdo- soltó con un profundo suspiro- Bueno, no tengo otra opción. Abigail llega en dos días.

 

--Funcionará, Hannibal.

 

--Encuentra a otra persona inmediatamente. No lo quiero aquí.

 

--Alana debería haberte hablado de Abigail- dijo Freddy con voz fría y cortante- En eso estoy de acuerdo contigo. Cuando me dijo que te había abandonado porque te habías vuelto frío y mezquino, no lo creí. Ahora veo que tenía razón- concluyó. Hannibal se sintió como si lo hubiera abofeteado.

 

--Alana se marchó porque no podía soportar las repercusiones del accidente. Quería que fuera el mismo de antes, en mi aspecto y en mi personalidad. Eso no iba a ocurrir. No ocurriría nunca- inhaló con fuerza- Encuentra a otra persona- colgó el teléfono sin despedirse.

 

Rodeó el escritorio, se dejó caer en la silla de cuero y la giró para mirar por la ventana. El sol pugnaba por asomarse entre las nubes. Hannibal hizo un esfuerzo para alejar sus recuerdos del accidente, del dolor y de la reacción de Alana cuando le quitaron los vendajes. Horror y repugnancia. Siempre creyó que Alana estaría siempre con él, y lo dejó anonadado que se marchara repentinamente. Debió imaginárselo cuando ella se negó a compartir su cama y a dejar que la tocara. Notaba su repulsión cada vez que se acercaba. La última vez que había disfrutado del placer de amar fue la noche anterior al accidente.

 

Y ahora tenía en su casa a un hombre que, diez años antes, había sido considerado uno de los más hermosos modelos de pasarela. Su atractivo aún cortaba la respiración.

 

--Doctor Lecter- aquella voz, suave pero varonil, hizo que le diera un vuelco el corazón.

 

--He dicho que yo lo llamaría…

 

--Eh, según recuerdo, mi puesto de trabajo exige que cuide de su hija, no de usted. Así que puede llamar y exigir cuanto quiera, milord…

 

--Pago su salario.

 

--Y, ¿qué?- dijo Will, Hannibal arqueó una ceja y se volvió hacia la puerta.- ¿No le enseñó su madre que es una grosería interrumpir a las demás personas cuando éstas toman la palabra?

 

--¿No aprendió usted diplomacia en el Ministerio de Asuntos Exteriores?

 

--Sí, pero esto no es territorio extranjero, y no puede solicitar inmunidad diplomática.

 

--¿Qué quiere?- preguntó Hannibal, reclinándose en la silla e intentando contener una sonrisa.

 

--Ajá, llegó la negociación- dijo el castaño triunfal- A no ser que esa insulsa comida de la nevera y el congelador sea su idea de una dieta equilibrada, creo que tendré que planificar el menú yo.

 

--Perfecto. Encargue lo que quiera.

 

Will suspiró y dejó caer la cabeza, pensando que su “jefe” era un hombre muy difícil. Agitó la bandeja para que se oyera el ruido de la porcelana.

 

--¿Oye eso? Son platos, con comida- dijo con voz sugerente.

 

--Déjela en la puerta.

 

--¿Perdone?- Will parpadeó.

 

--Estoy seguro de que me ha oído, señor Graham. La puerta no es tan dura.

 

--Parece que su cabeza sí lo es- murmuró el castaño.

 

--Déjela en el suelo y váyase- ordenó. Will dejó la bandeja y miró la puerta con furia, empeñado en sacarlo de su cueva.

 

--Creo que lo vamos a llevar muy mal, doctor Lecter.

 

--Solo si rompe las reglas.

 

--¿Y cuáles son?

 

--Se las enviaré por correo electrónico.

 

--Vaya, eso es de lo más aséptico que hay.

 

--Es la única manera- musitó Hannibal en voz baja cuando oyó sus pasos alejándose hacia las escaleras. Se frotó la frente, rozando las cicatrices, soltó una maldición y se puso en pie. Rechinó los dientes, preguntándose cómo iba a sobrevivir con ese precioso y deslenguado hombre paseándose por toda la casa.

 

 

****

 

 

Will fregó los platos con furia. Le daba igual que ese obtuso hombre se quedara encerrado y solitario, pero ¿qué ocurriría con Abigail? No podía permitir que una niña que esperaba ver a su papá percibiera la exclusión instantánea que Hannibal Lecter expresaba con unas pocas palabras; rechazaba todo contacto. Pensó que él mismo se ocuparía de eso.

 

Puso una lavadora y decidió investigar la casa. Sus zapatillas deportivas rechinaron en el suelo cuando recorrió los amplios pasillos, decorados con objetos medievales: una armadura, escudos y al menos tres espadas. Estaba claro que no le faltaba el dinero, pensó, echando una breve ojeada a las habitaciones y fijándose en un jarrón tan delicado que daba la impresión de que se rompería con tan solo mirarlo.

 

Entró en el salón, aunque pensó que podría ser el estudio o la sala de estar. Había pasado por un par de habitaciones cerradas con llave, y supuso que el doctor Lecter no quería que nadie entrara en ellas. Tardaría días en investigar todos los recovecos, aunque estaba claro que la planta superior estaba prohibida. Abrió las puertas del patio y el viento húmedo y cálido acarició su rostro. Respiró profundamente, notando el sabor salado del aire, cerró las puertas y bajó hacia la playa corriendo. Sus pies se clavaron en la arena, abrió los brazos de par en par y se echó a reír. “Bueno, esto no está tan mal, después de todo”, pensó. Miró hacia la casa, el castillo en la colina. Era un lugar de ensueño y, evidentemente, el elegido por Hannibal Lecter para ocultarse del mundo.

 

No era extraño que lo temieran y murmuraran sobre él. La mansión se erguía sobre el pueblo como la de un señor feudal, rodeada por un muro de piedra de dos metros de altura, y el mar era el foso. Un lugar pacífico y perfecto. Miró a la torre más alta de la mansión y vio una figura en la ventana, observándole; el blanco de su camisa contrastaba con las cortinas oscuras, que desapareció inmediatamente después de haberse percatado de su presencia.

 

Un solitario príncipe dragón, pensó, que no deseaba que lo rescataran.

 

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Bueno, que les pareció, les gustó???? Espero que sí. Actualizaré cada semana un capítulo, espero contar con su apoyo y comentarios también. Y aunque sea solamente uno, lo recibiré gustosa. Ya que desde que la página de Amor Yaoi tuvo unas “pequeñas” modificaciones, muchas lectoras dejaron de comentar, y ahí el ausentismo de RWs. A pesar de eso, espero en verdad se animen a comentar aquellas que tienen cuenta en la página, yo seguiré actualizando cada semana hasta darle un merecido final, ya que esta historia solo cuenta con 12 capítulos. Pero 12 capítulos que tendrán de todo.

 

Gracias por tomarse el tiempo de leer y nos vemos la siguiente semana. ^_^


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