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Amante de un mafioso por AlbaYuu

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Notas del fanfic:

Fanfic dedicado a una muy especial amiga mía y una pareja que ella rolea y me inspiró a escribirlo

Desde hacía varios años el nombre de Hades Cross, como se hacía llamar este personaje tan misterioso, se había hecho muy famoso en todas las portadas de los medios de comunicación por su venta de armas y las drogas. Según las investigaciones nunca hacía tratos con trata de humanos. Algunos afirmaban que el mismo Hades había dejado claro que valoraba las vidas de los humanos. Para algunos eso iba en contra de su negocio pues la venta de drogas destrozaba a muchas familias. A esto, el misterioso Hades mandaba comunicados diciendo que lo que su droga hiciese no era asunto suyo. Era un personaje muy peculiar y jamás se le había visto el rostro y muchas cadenas de televisión y periódicos querían dicha información. En la ciudad de Nueva York había conocido millonario llamado Hades Dimitriou, cuya familia paterna provenía de Grecia y familia materna estadounidense y con un negocio en los casinos, que contaba con numerosos establecimientos por todo el mundo y en el país. Las investigaciones habían llegado a relacionarle con el tal Hades Cross, pero jamás se demostró nada. 




Mu Zhōu era un joven universitario que se encontraba en su último año de carrera. Su origen era Jamir, un pueblo muy antiguo que se situaba entre China e India en el Tíbet. La nación jamás se identificó con uno de los países por ello los apellidos eran muy variados. Mu siempre había tenido pasión por el periodismo y su sueño era ser uno de los mejores periodistas y trabajar para el The New York Time. El periódico más famoso de la ciudad de Nueva York y uno de sus temas de interés era averiguar el rostro del legendario y misterioso Hades Cross. Había compartido sus ideas con sus amigos y estos ya le advertían que eso era muy peligroso y que podía poner su vida en peligro. Pero Mu no daba su brazo a torcer y seguía con esa idea en la cabeza. Hacía sus propias investigaciones por su cuenta y como su abuelo había sido uno de los mejores policías de la ciudad usaba sus fuentes algunas veces. 




—Mu, ¿no crees que esto es un poco exagerado? —preguntó Aioria mientras leía todos los datos que su amigo le mostraba. —Quiero decir, si ningún profesional ha conseguido dar con su cara ¿cómo lo harás tú? —preguntó él. 




Milo, otro de sus amigos, cogió el cuaderno de notas y le echó un largo vistazo. Trataba de no reírse, admiraba la pasión que le ponía Mu y sabía que sería un gran periodista, pero ese caso en particular le ponía un poco nervioso. Circulaban rumores de que todos aquellos que habían visto el rostro de Hades Cross no habían vivido para contarlo. Le entregó su cuaderno y suspiró. 




—Has hecho una gran investigación, muchos periodistas profesionales te pagarían muy bien por esa investigación. —felicitó a su amigo. Mu se puso rojo, molesto por ese comentario. 




—Estas tú que vendo mi investigación. Se es un buen periodista sabiendo investigando. —dijo él. 




—¿Y no has pensado tirar hacia un puesto en la policía como inspector? —preguntó Aioria. 




—Mi padre también me lo dijo, pero no. Para eso tendría que meterme a la academia de policía. —dijo sentándose en la silla. —¿Cuántos años son? No voy a perder más tiempo. —Si no consigo entrar en alguna cadena intentaré ser colaborador o investigador en la comisaría de mi abuelo. 




Cogió su taza y bebió de su café. Eran las 11:00 AM y hasta la tarde no tendría más clase en la universidad. Suspiró. Odiaba los martes, ese día su horario eran horrorosos. Siguió charlando con sus amigos hasta que llegó la hora de despedirse. Pues al contrario que él ellos si tenían clase. Pagaron en la caja y salieron de la cafetería y fueron hacia el campus donde se movían todos los estudiantes. Y entonces un par de chicas se les acercaron, eran Marín y Shaina, las novias de Aioria y Milo. Junto a ellas iba Saori, una chica que por sus acciones claramente sentía algo por él. Al encontrarse se saludaron y los novios se saludaron mientras Mu miraba hacia otro lucgar algo cortado, Saori también apartó la mirada. 




—Mu, ¿quieres que nos veamos luego? —preguntó Milo a su amigo tratando de no ser acaramelado con Shaina delante de él, sabía que aún estaba afectado por lo de Shaka. 




—Tranquilo Milo, estoy bien. —le sonrió al ver su preocupación y como se sentiría incómodo. —Vosotros disfrutad tiempo juntos. Iré a ver al señor Julián ahora que no tengo clase necesito ayuda con una cosa. 




Se despidió con la mano y se alejó corriendo. Aioria miró a Milo y este solo le dio una mirada rspecto a lo que le ocurría a Mu. 




—¿Aún sigue afectado por lo de Shaka? —preguntó Shaina. 




—Sí, no terminaron muy bien la verdad... —dijo Aioria frustrado. 




A causa de la ruptura de ambos el grupo de amigos se dividió. La mayoría apoyó a Mu, pero el dolor seguía estando ahí. Habían pasado un par de meses y Mu todavía se negaba a tener alguna cita con alguien. Sus amigos habían tratado de animarle, pero Mu necesitaba tiempo para sanar aquellas heridas que Shaka le había dejado por semejante traición. 




Mu corrió por todo el campus hasta llegar al edificio donde estaba el departamento de Economía. Al llegar se dio un par de palmas en las mejillas para sacarse aquellos pensamientos del pasado de la cabeza. Había borrado todas las fotos de sus redes sociales y de su teléfono que tenía con su ex pareja. Menos los regalos, no había tirado nada, solo estaban guardados en una caja en el fondo de su armario. Respiró hondo y se colocó su bolsa bien el hombro y entró al edificio. Subió las escaleras hasta el segundo piso y buscó el departamento de su profesor. Al llegar a la puerta del departamento de economía golpeó un par de veces y esperó a que le diese permiso para entrar. La voz de su profesor le dio permiso y abrió la puerta girando el picaporte. Allí vio a Julián junto a otro hombre de larga cabellera negra intensa de espaldas, estaban hablando. 




—Oh, si está ocupado vuelvo más tarde. —se disculpó Mu al verle acompañado. 




El hombre misterioso se giró y Mu sintió como su cuerpo se paralizaba. Aquel hombre vestía con un traje caro y además era muy apuesto. Sus profundos y característicos ojos se clavaron en su persona. 




—Descuida Mu, ya estaba acabando. Te presento a mi hermano, Hades Dimitriou. —dijo Julián mientras ordenaba unos papeles. —Y él es Mu Zhōu, uno de mis alumnos más brillantes. 




¡¿Hades Dimitriou?! Mu casi dejó escapar un grito de asombro. El famoso propietario de diversos casinos por todo el país. Abrió la boca dejando de respirar por unos segundos. El hombre se veía relativamente joven para la edad que tenía. El famoso empresario tenía 26 años, pero parecía dos años más joven. El hombre se acercó a él y le tendió la mano. Mu miró hacia abajo y con cierto corte le estrechó la mano. Hades efectuó un apretón suave y una sonrisa simpática se formó en sus labios curvando sus comisuras. Sus facciones eran suaves y de cerca era más apuesto que en las fotos. El joven universitario le miró con asombro y un poco maravillado. 




—En un placer joven Zhōu —sonrió Hades. —Me alegra conoce a uno de tus alumnos más brillantes. Julián habla mucho de ti. —Mu se sonrojó. —Eres el mejor de su clase economía. ¿Vas a ser contable? 




—No señor, estoy en la carrera de periodista. Es un honor conocer al fundador y propietario de Los Casinos Dimitriou. —dijo con las mejillas un poco sonrojadas. —No sabía que era hermano del señor Julián Solo. 




—Hermanastros. —dijo Hades. —pero es como si fuese mi hermano de sangre. Pero él usa su otro apellido. 




Julián se rio un poco mientras Mu seguía con la mano de Hades cogida. Al darse cuenta de ello se puso rojo y trató de soltarla, no quería incomodar al señor Dimitriou, pero este no se la soltó y solo le miró. 




—Yo debo irme, solo pasaba de visita por aquí... —alzó la mano de Mu y depositó un beso en su dorso viendo las mejillas del menor sonrojarse como las de una colegiala cuando el chico más popular le prestaba atención. —Ha sido un placer conocerte. 




Metió las manos en sus bolsillos del departamento y se marchó con sus dos guardaespaldas.  




Mu tardó varios segundos en salir de su trance y casi gritó de la vergüenza que sentía en esos momentos. Era surrealista, el hermano de su profesor era el séptimo hombre más rico del país y tal vez del mundo. ¡Y le había besado la mano! Había sido todo un caballero, como esos de las películas. Tuvo que abanicarse un poco para bajar su temperatura y se sentó en una de las sillas. Julián le dio un vaso de agua viendo su reacción. 




—Ten. —dijo. —Mi hermano vino para recordarse un asunto familiar que se me había olvidado. 




—N-no pasa nada. —dijo Mu aún sonrojado y bebiendo del vaso de agua. Había sido un gesto que por dentro le resultó bonito. —Vine en un mal momento... 




—No tranquilo. Pero sí no digas que le has conocido. —pidió Julián. 




—No sabía que era su hermano. —comentó Mu. 




—Bueno, trato de no hacerlo público. —dijo Julián. —Quiero vivir una vida tranquila. 




Mu asintió y se acabó el agua dando las gracias después. Sacó de su bolsa una carpeta y le entregó una subcarpeta. 




—Como me pidió le comprobé las estadísticas de la empresa. —dijo Mu. 




Julián revisó los papeles y sonrió asombrado por los datos. Eran perfectos, dignos de un economista profesional. No entendía el afán de Mu de ser periodista, pero desde luego tenía mucho talento para la economía. Pero era su elección. 




—Está perfecto Mu, a este ritmo no sabré que más mandarte. —se rio. —Me quedo sin material. 




—Puede aprobarme el semestre ya. —bromeó Mu. 




—Con gusto lo haría, pero he de seguir los criterios de evaluación. —sonrió Julián. —Gracias Mu, ¿te veré hoy en clase? Pondré de ejemplo tu práctica. 




Mu se levantó cogiendo sus cosas y asintió. 




—Claro, no puedo faltar a ninguna clase o mi nota media se verá afectada. 




Julián le volvió a dedicar una sonrisa y se despidió de él. Mu abandonó el departamento de economía y bajó las escaleras para salir. Pero en ese instante una voz le sorprendió al pronunciar su nombre y le hizo detenerse. Sus ojos se abrieron como platos y su corazón se aceleró. No podía ser, no ahora, aún no estaba listo. Escuchó los pasos de esa persona acercándose acompañado de alguien y se giró sonriendo falsamente. Shaka estaba allí delante de él junto a Saga, su nueva pareja.  




—Que sorpresa verte en este edificio Mu. —dijo Saga. 




Mu, con todas las ganas de llorar y de salir de aquella situación siguió sonriendo ocultando su temblorosa voz. Sonreía en todo momento para evitar llorar. 




—Hola Saga, hola Shaka. —saludó lo más normal que pudo ocultando su tristeza y nerviosismo. —Bueno, aquí está el departamento de economía y debía entregar una cosa. 




—Oh, eso es bueno. —dijo Shaka. 




Mu solo siguió sonriendo. La tensión se respiraba en el ambiente y ninguno de ellos parecía estar cómodo con esa situación. Los segundos iban pasando poco a poco siendo eternos para el pobre Mu. Quería irse. Ese momento le hizo sentir la ansiedad de volver a ver a esa persona que una vez amó. Desgraciadamente no salió nada de sus labios, ni acciones llevó a cabo que le sacaran de aquella desagradable situación. Solo sonreía. 




Shaka observó a Mu en silencio, viendo cómo se limitaba a sonreír. ¿Le molestaba? Miró a Saga y tiró de él al oír la campana que indicaba el comienzo de la siguiente clase. Menos mal. 




—Bueno...nosotros a clase. Que te vaya bien, Mu. —sonrió Shaka mientras se alejaba con Saga por el pasillo. 




—Adiós, Shaka... 




Poco a poco los pasillos se quedaron vacíos hasta que todos se metieron en clase. La mirada de Mu se fue nublando hasta opacar casi su visión. Avanzó hasta salir del edificio. De repente empezó a jadear mientras se llevaba la mano a la boca, quería llorar, pero no dejaría que eso pasase. Pero quería hacerlo. Habían pasado dos meses ya, pero el dolor seguía atormentándole. O, otra opción era que al principio fueron tan buenos amigos y ahora nada. Anduvo para abandonar el campus y salió a la calle. Algunas lágrimas salieron de sus ojos y resbalaron por sus mejillas y cuando el llanto iba a llegar una rosa apareció delante de sus ojos. Parpadeó sorprendido y alzó la mirada para encontrarse al hombre de larga cabellera negra delante de él. Le estaba tendiendo la rosa. Mu estaba desconcertado. 




—No hace un día para llorar. El sol brilla, sonríe para brillar. —dijo mientras le miraba con su mirada profunda con sus gafas de sol un poco bajadas. 




Mu se sonrojó y cogió la rosa entre sus manos mirándola. Volvió a ver al frente para ver a Hades a unos pasos alejado de él. Después se giró y quiso cruzar la calle. El semáforo cambió a rojo y al otro lado un coche, un descapotable rojo iba a gran velocidad y su conductor iba con la música a todo volumen. Mu salió de su trance y corrió hacia el paso de peatones gritando. 




—¡Cuidado! —gritó. 




Se tiró hacia delante empujando a Hades hacia la otra acera. El conductor del vehículo giró el volante a toda velocidad logrando girar el coche y derrapar chocándose contra una farola. Hades y Mu rodaron hasta acabar uno encima del otro. La rosa quedó aplastada y las gafas de Hades rotas. El pánico se hizo presente y muchos testigos empezaron a filmar todo lo ocurrido. Algunos acudieron a ayudar al hombre del coche. Por su parte a Mu le pitaban los oídos y su vista se nublaba. ¿Qué pasaba? Todo era un caos y solo vio a Hades a su lado y cogiendo su rostro. Le habló, pero el pitido no le dejaba escuchar nada.  




Al poco rato la policía ya se encontraba vallando el perímetro. Las ambulancias habían llegado y se llevaron a los heridos. El joven Mu estaba muy aturdido y sentía que unos brazos le estaban sujetando. Su vista no podía enfocar bien y no sabía quién era, solo una silueta oscura. Su cuerpo se movió con cierta delicadeza y luego algo lo iba desplazando. Tenía dormir, pero una molesta luz no le dejaba ¿por qué? Muchas voces se oían de fondo. Pronto todo se volvió oscuro. 




Sus ojos se abrieron oyendo un pitido. Se encontraba en una habitación blanca. Al lado de su cama vio a un niño pelirrojo anaranjado de unos ocho años durmiendo. Su hermano menor, Kiki. Confuso sintió como otra persona se acercaba. Esta vez era un hombre de unos 40 años y de largos cabellos rubios. 




—¡Hijo mío! —exclamó mientras cogía su mano. 




—¿Papá...? ¿Qué...? ¿Dónde...? —preguntaba aún confuso. 




—Tranquilo Mu. —le calmó el hombre acariciando sus cabellos. —Estas en el hospital, hubo un accidente. Nada grave, pero sufriste un golpe en la cabeza y empezaste a sangrar. 




Confuso Mu miró hacia uno de sus lados y vio allí aquella máquina que te mide las pulsaciones del corazón y emitía aquel pitido tan molesto. El hombre de larga cabellera rubia sonrió aliviado y acarició la cabeza de su hijo con cariño. El pequeño pelirrojo despertó a los pocos vio a su hermano despierto. De inmediato empezó a llorar y se lanzó a sus brazos. 




—¡Mu! —se abrazó a su hermano y lloró en su pecho agarrando la bata de hospital. 




—Tranquilo Kiki, estoy bien. —con una dulce sonrisa miró a su pequeño hermano, inocente a su edad y sensible. El pequeño absorbió su nariz y se limpió las lágrimas con las manos. —Ahora tienes que ser fuerte y cuidar de papá y del abuelo en mi ausencia. 




El niño asintió decidido. Su padre le beso la frente y apretó su mano abrazando a sus dos hijos. Había abandonado una reunión de suma importancia al enterarse de lo sucedido. En ese momento tocaron la puerta y los dos amigos de Mu entraron. 




—Bueeeenaaas —dijo el peliazul sonriendo. —Sentimos irrumpir en esta reunión familiar. 




—Milo, más respeto. —le replicó el segundo. 




—Descuida Milo y tranquilo Aioria, se agradece esa emoción y felicidad. —dijo con una sonrisa en los labios. 




—Gracias Señor Shion. —dijo Aioria. 




Shion no dejó de sonreír y miró su teléfono. Múltiples llamadas y mensajes entraban en su bandeja de entrada, lo que le hizo molestar. Parecía que tener a su hijo en el hospital no bastaba para ser atormentado. Mientras los jóvenes se reían, Shion soltó un largo suspiro que llamó la atención de Mu. 




—¿Todo bien papá? —pregunto. 




—Si hijo, pero he volver a la oficina. —dijo con una sonrisa apenada. 




Mu entendió la preocupación de su padre y sonrió. Su trabajo era muy atareado y a veces pasaban mucho tiempo separados, pero no le importaba. Conocía las circunstancias de su padre y lo mucho que había trabajado siempre para darles todo lo necesario. Para ayudarle el mayor de los Zhōu se encargaba de las tareas de la casa, así como cuidar y ayudar a su hermano pequeño. 




—No te preocupes, estaré bien. —dijo Mu para calmar a su padre. —Y por Kiki no te preocupes, buscaremos una solución. 




Shion siempre había admirado la bondad y la fortaleza de su hijo mayor. Siempre se sacrificaba por él y la familia y le ayudaba a pesar de tener mucho que hacer. Jamás podría compensarle tanto esfuerzo. En algún momento lo haría de alguna manera. Se acercó a él y le besó la frente con cariño. 




—Trataré de acabar cuanto antes... lo prometo. 




Y se marchó notando su teléfono vibrar en su bolsillo. A veces deseaba jubilarse de una vez y vivir de su prejubilación. Así no haría pasar por tanto a su querido hijo. 




Solos en la habitación ya Mu bajó la mirada algo apenado. Su amigo Aioria le miró y puso su mano sobre la suya para brindarle apoyo. 




—Como no sabemos cuándo te darán el alta, ¿Qué te parece si me llevo a Kiki yo esta noche? —pregunto. 




Por unos instantes los ojos de Mu brillaron. Pero negó con la cabeza. 




—No Aioria, no quiero hacerte cargar con esto. —dijo él mientras miraba hacia donde se encontraba su hermano junto a Milo, estaban haciendo los deberes. —Kiki se ha perdido varias clases ya, habrá que llamar a los padres y pedirles los deberes de esas clases y que han dado y... 




Aioria se puso firme y cogió de los hombros a Mu para calmarle, esa situación parecía que le estaba empezando a agobiar y en su estado eso no era bueno. Hizo que le mirase a los ojos y sonrió. 




—Yo me ocuparé de eso, ¿vale? Marín está en la carrera de magisterio, le ayudará. —le dijo seguro de su decisión y no admitiría un no por respuesta. Cuando su amigo quiso negarse otro pez puso los deseos en sus labios. —Mu, no estás en condiciones, debes descansar ahora. Yo me ocuparé de Kiki por el día de hoy y cualquier cosa tengo el número de tu padre. ¿Para qué están los amigos si no es para ayudarse? 




Mu no podía estar más agradecido por esas palabras. Aioria y Milo eran todo para él, sus dos mejores amigos desde siempre. Aceptó la propuesta de Aioria y así esa noche podría descansar. Desgraciadamente su abuelo no se encontraba en la ciudad y no podía hacerse cargo de él.  




Pasadas unas horas ambos tuvieron que marcharse, también tenían clase y no podían faltar. Aioria le dejó explicado a Mu y que le iría informando en todo momento. Ya relajado y solo decidió dormir un poco, estaba cansado y sentía su pecho aliviado. Se removió un poco en la cama mirando a la ventana. Sería medio día por la posición del sol. Pensó en aquel hombre, Hades Dimitriou. A quien había salvado de ser atropellado. ¿Estaría bien? Su respuesta llegó en ese instante que la puerta de la habitación se abrió. Se giró un poco pensando que sería alguna enfermera o el doctor, pero no. Su sorpresa fue enorme al ver a aquel hombre allí de pie sosteniendo unas flores en sus manos. Tenía algunas tiritas en la cara, un par de rasguños. 




—Eres tú. —dijo Mu mientras se incorporaba de la cama. —Estas bien. 




—Hola joven. Así es, estoy bien, gracias a ti. Te has llevado la peor parte. —dijo mientras se acercaba a la cama. 




Por una extraña razón Mu estaba muy feliz de verle, tal vez de saber que no le pasó nada malo o que vino a verle. Hades puso las flores en un jarrón. Eran unas flores de un tono lila. A juego, casualmente, con el cabello de Mu. 




—Son como tu cabello, por eso las traje y que son bonitas. —Mu se sonrojó por ese comentario y se acarició uno de sus largos mechones. Hades tomó asiento en una de las sillas y cruzó las piernas una sobre otra. —¿No es grave? 




Mu se sorprendió un poco por su pregunta y sonrió negando. Tenía otras cuestiones en mente. Estaba muy aliviado de ver que se encontraba bien. 




—¿Y qué haces aquí? —preguntó Mu. 




—Quería saber cómo se encontraba quien me ha salvado la vida. —sus profundos ojos estaban clavados en los orbes verdes de Mu. Ahí fue cuando Mu se dio cuenta de que los ojos de aquel hombre tenían la claridad de un lago. Era un tono verdoso claro, un precioso verde pastel. Quedó maravillado. Era como ver la profundidad de un lago. Parecían ojos celestiales. Hades siguió con su charla. —Nunca podré darle algo que compense el haber salvado mi vida. 




—Por favor, señor Dimitriou. —dijo Mu por tales halagos. —Solo hice lo que cualquier persona hubiera hecho. 




—No joven, en ese mundo existen muchas personas con un corazón oscuro. Viste venir el camión y no dudaste y lanzarte. ¿Quién haría eso por un desconocido? —preguntó. 




Mu se quedó callado por sus palabras. No sabía que contestar y bajó la mirada. Hades sacó algo de su bolsillo y se lo entregó. Era una tarjeta de su casino y por el reverso apuntó un número telefónico. 




—Ten, este es mi número personal. —habló. —a partir de ahora si necesitas ayuda o cualquier cosa llámame. 




Mu estaba ahora estupefacto por eso. Tomó la tarjeta u la miró con asombro. No sabía que decir. 




—Pero si soy una persona normal y corriente... —trató de decir con un ligero titubeo en sus palabras.  




—No, no eres una persona cualquiera, eres quien me ha salvado la vida. —le cogió del mentón con suavidad y le hizo mirarle. —Y eso no lo olvido jamás. Tíralo si así lo deseas, pero si en alguna ocasión llamas yo contestaré. 




Los ojos de Mu brillaron y sintió cierto alivio y calidez, pero fue de manera tenue. Una sensación que hacía mucho no había sentido. Asintió agradecido por ello y la puerta se volvió a abrir. Un hombre rubio y vestido de negro con dos gafas de sol entró en la habitación. 




—Señor, debemos irnos. La limusina está abajo esperando. —informó. 




—Gracias Radamanthys. —dijo él y miró a Mu. —Nos veremos pronto joven Zhōu. Cuídese. 




Le dedicó una mirada y luego se despidió con la malo para salir de la habitación, donde su otro guardaespaldas estaba. Empezaron a caminar por el pasillo ante la mirada de toso. Hades era muy conocido, pero pocos sabían de su verdadera identidad. Un tanto por ciento de la población si sabía de quien se trataba, solo que era un rico hombre. Solo otro tanto por ciento le reconocía. Caminaba de forma elegante con las gafas de sol puestas ocultando algunos rasguños de su ceja derecha. A su lado caminaban sus dos guardaespaldas. Radamanthys y Minos. Al salir del hospital un tercero le abría la puerta de su limusina negra. Antes de entrar alzó la cabeza y vio por la ventana al joven Mu asomado a la ventana. Por primera vez sonrió con simpatía curvando mucho sus labios. Mu supo que esa sonrisa iba para él y apretó la tarjeta en su mano, sorprendido aún. 




 




Pasó la noche en el hospital, como era de esperarse. Desde la cama contemplaba las estrellas por la ventana. A su percepción brillaban más que otras noches. Estaba muy feliz y no sabía por qué, la imagen de Hades quedó grabada en su mente con esa sonrisa que de seguro volvería a verle. En sus manos sostenía aquella tarjeta donde le había dado su número personal. Se durmió, por primera vez feliz después de varios dos meses sin poder sentirse realmente feliz. A la mañana siguiente los médicos los médicos le dieron el alta. Fue a media mañana. Al salir por las puertas principales vio a su padre con su coche allí esperándole. Mu se quedó parado y corrió a sus brazos para darle un buen abrazo. Shion le rodeó y le colmó a besos.  




—¡Papá! ¿Qué haces aquí? —preguntó él feliz. Shion le acarició los cabellos sin dejar de sonreír. 




—Me tomé el día libre y quise venir a por mi hijo. —dijo. —Ante todo soy padre y Kiki y tú sois mi prioridad. 




Mu volvió a abrazar a su padre de nuevo con fuerza. Se montó en el coche con él y fueron a casa. Al ver que pasaban el piso de Aioria se sorprendió y se dirigió a su padre: 




—¿No vamos a por Kiki? —preguntó sorprendido. 




—Está en casa ya, ayer tu abuelo fue a por él al final. —dijo Shion. 




—¿El abuelo Hakurei? —se sorprendió más. —¿No estaba fuera de la ciudad? 




—Sí, pero cuando le dije que tuviste que estabas en el hospital cogió el primer vuelo que había. —contestó el rubio. 




Otra sonrisa apareció en los labios de Mu. Primero el hombre más rico de la ciudad le daba su número personal, después su padre iba a buscarle y por último su abuelo volvía a la ciudad. Hacía mucho que toda la familia no se reunía como antes. Miró por la ventana en el resto del viaje que fueron unos cinco minutos hasta llegar a una un complejo de pisos. Shion dejó el coche en una plaza de aparcamiento que vio cerca de casa y se bajó del coche junto a su hijo. Ambos subieron en ascensor a la casa. Nada más abrir el pequeño Kiki, tras haber corrido por el pasillo se lanzó contra Mu abrazándole de manera inesperada. 




—¡Hermano! —exclamó muy emocionado de verle bien.  




—Hola Kiki. —sonrió cargando a su hermano menos de ocho años en sus brazos. 




Avanzó con él por el pasillo que llevaba al salón y vio a su abuelo poniendo algo en la mesa. Al verle sonrió. El anciano Hakurei no pudo evitar dejar salir una de sus carcajadas. Se acercó y cuando Mu dejó a Kiki en el suelo ambos se abrazaron con fuerza. 




—Que alivio que estés bien, hijo. —dijo él. 




—No fue nada grave abuelo. —sonrió Mu más tranquilo. —Lo peor se lo llevó el conductor. 




Por una vez la familia Zhōu estaba reunida al completo. Le habían preparado una pequeña fiesta familiar a Mu y estuvieron charlando por un largo rato charlando y hablando. Después Mu se marchó a su habitación, quería echarse en su cama y dormir un poco. Su habitación tenía una enorme ventana que daba a la calle. Y a pesar de que estaba en un piso alto oía las voces y los clakcsons de los coches. Se puso los auriculares y empezó a escuchar un poco de música, necesitaba paz total. 




Al cabo de un varias de horas abrió los ojos y se rascó los ojos. ¿Cuánto había dormido? Tomó su teléfono de su mesilla de noche y al encenderlo vio que era eran casi las 8:30 p.m. Tenía varias llamadas de Aioria y Milo, así como muchos mensajes. Se fue al registro de llamadas y marcó a Milo. 




—¡Hey Mu! —dijo Milo. 




—Musito. —sonó también la voz de Aioria. 




—Hola chicos. —una sonrisa se formó en sus labios al oír la voz de sus dos grandes amigos. 




—¿Cómo te encuentras Mu? —preguntó Aioria. —Nos dijo tu padre que te dieron el alta ya. 




—Así es Aioria. 




—¿Y tienes ganas de un poco de marcha? —preguntó Milo. 




—No seas idiota, acaba de salir del hospital. —le regañó Aioria. 




—No se Milo, estoy bien Aioria. —insistió Mu. —Me apetece veros. 




—¡Vamos a la fiesta Saori —dijo Milo. —Saori da una fiesta en su mansión ¿y si vamos un rato? 




Mu se quedó pensando un momento. Tenía ganas de ver a sus amigos, pero una fiesta no sabía si tenía cuerpo para ella. Le dijo a Milo que lo llamaría en un momento. Se miró al espejo. Hacía mucho que no iba a una de las fiestas que sus amigos organizaban. ¿Debería ir? Dubitativo no escuchó como llamaban a la puerta de la habitación. Su padre abrió y le dio frente al espejo muy reflexivo. 




—¿Mu, va todo bien? —preguntó. Mu se giró un momento para ver a su padre. 




—Hola papá, sí todo bien. —sonrió dulcemente. —Milo y Aioria me han invitado a fiesta, en la casa de una compañera de la universidad. ¿Debería ir? 




—Hijo mío. —dijo Shion poniendo ambas en los hombros de su hijo mayor y mirándose los dos al espejo. —Deberías ir y cualquier cosa me llamas e iré a buscarte, ¿de acuerdo? 




Mu miró hacia un lado aun pensando. Sí, debía ir. Ya era hora de vivir de nuevo, de sentirse bien. Sus dos meses de depresión habían quedado atrás. Asintió y volvió a llamar a Milo y a Aioria. Esa noche irían a la fiesta. 




Poco rato después Mu bajó para ver a Shaina y a sus amigos en el coche de esta. La casa de Saori estaba un poco alejada de la ciudad. Felices de ver a Mu bien pusieron rumbo a la fiesta. Al llegar los chicos quedaron asombrados, la casa de Saori era una auténtica mansión, poco a poco la gente iba entrando por las inmensas puertas del jardín principal. 




—¡Buah! A esto llamo yo tener una buena casa. —dijo Milo, a lo que Shaina le dio un codazo. 




—Como si te quejaras de pasar hambre. —le regañó ella. 




Los demás se rieron y avanzaron junto a la marabunta de gente. Allí estaría toda la universidad por lo menos. Al llegar a las escaleras de la puerta se encontraron con otros viejos amigos, Afrodita y Manigoldo junto a Degel su novia Seraphina. 




—Pero mira quién ha venido. —dijo Manigoldo mientras abrazaba a Milo y saludaba a los demás. 




Afrodita también saludó y se hicieron las presentaciones que faltaban. 




—Me han dicho que has tenido un accidente Mu. —dijo Afrodita. —¿Estas bien? 




—Sí, no fue grave. Me da gusto verte Afrodita, ¿al final te fuiste a París no? —preguntó Mu. —¿Cómo va tu carrera de modelo? 




—Muy bien, cuando tu madre es la diseñadora tienes trabajo asegurado. —dijo él. 




—Me alegro mucho. —sonrió Mu. 




—Bueno, ¿vamos para dentro? —preguntó Milo. —La fiesta está en máximo apogeo. 




Todos subieron las escaleras hacia el interior de la casa. La música sonaba a todo volumen. Había un Dj contratado y la bebida y la comida no dejaba de ser atacada, pero los cocineros de Saori trabajaban duro para ir reponiendo. Marín y Shaina fueron a buscar a Saori y al verla la saludaron y le presentaron a Seraphina. Los chicos se fueron medio por su lado. Afrodita agarró una de las copas de la mesa y se metió a la pista a bailar, los demás le siguieron. El único que parecía estar un poco más indeciso era Mu. Degel se acercó y le tendió una bebida. 




—¿Tú primera fiesta? —preguntó. 




—No, he ido a más, pero sí la primera después de un largo tiempo. —dijo Mu bebiendo. La bebida estaba fuerte y apretó un ojo haciendo una leve mueca de asco. 




—¿Mal sabor? —sonrió Degel al ver su reacción. 




—Un poco...hace mucho que no bebe y tampoco quiero perder la cabeza. Acabo de salir del hosòtal. —dijo. 




—¿Qué? —casi exclamó Degel. —¿Y qué haces aquí? 




—Quería salir con Milo y Aioria, llevaba mucho tiempo mal... —comentó sin entrar mucho en detalle, pero aún seguía pensando en leves ocasiones en Shaka. Estaba casi superado, pero la herida no había acabado de cicatrizar. 




Degel notó la ligera incomodidad que el contrario estaba sintiendo. Sería mejor dejar dicho tema. Bebió de su copa y miró hacia un lado a ver si veía a su novia, la vio junto a las chicas. Sonrió y poco y volvió a mirar a Mu. 




—¿Y tienes pareja Mu? —preguntó. 




Mu se congeló por unos segundos y apretó el vaso de plástico ligeramente. Su mirada se volvió algo sombría y bebió un leve trago. Degel esperaba a respuesta que parecía que no iba a llegar. 




—Ahora mismo no estoy interesado... 




Y se marchó hacia un lado. 




Se alejó de la multitud hasta una de las mesas que parecía estar más libre y dejó el vaso. De repente algunas gotas cayeron hacia el mantel. No podía ser, otra vez llorando, se decía a sí mismo. Degel solo había preguntado por mera curiosidad, podría haber reaccionado de otra manera, pero eso le recordó al encuentro de esa mañana con Shaka y Saga. Dos meses, dos meses había tardado en superarlo. O eso creía... Pero la realidad parecía ser otra cosa distinta. No quería estar en aquella fiesta, quería irse a casa a descansar. Sin más salió de la casa y sacó su teléfono para marcar a su padre. 




Buzón de voz. 




Apretó los dientes y volvió a llamar. 




Contestador de voz. 




Estaría ocupado. Las 9:04 p.m. ¿Cenando? La noche ya había caído y solo seguían llegando más personas. La música se escuchaba desde fuera también. Volvió a intentar llamar y de nuevo el contestador. Le dejó un mensaje de voz pidiendo que cuando mirase el móvil que fuese a buscarle. Y un mensaje de texto. Esperó unos segundos dando vueltas de un lado a otro para ver si lo llamaba, pero no fue así. Quería irse. En ese instante ocurrió lo que no quería. Saga y Shaka estaban allí, iban cogidos de la mano y se reían felices. Caminaron hasta que se detuvieron delante de Mu. Las risas se acabaron y el silencio se presentó de inmediato. La música se hizo muda para Mu. 




Los tres se miraban fijamente esperando decir algo. Las miradas eran sobre todo entre Mu y Shaka. 




—Hola Mu. — dijo Shaka. —¿Qué tal estás? Oíamos que sufriste un accidente, me alegra ver que estas bien. 




Mu se quedó estático, estaba aterrado, quería llorar, irse allí, refugiarse en unos brazos y llorar. Sus labios temblaban y aguantaba ese llanto que quería salir con fuerza. Saga pasó la mirada por él y suspiró. Estaba incómodo, muy incómodo y Shaka parecía no querer moverse. 




—Shaka, iré yendo a dentro, ven luego. —dijo pasando al lado de Mu. —hasta luego Mu. 




Shaka se volvió a quedar callado. Su primer impulso fue irse detrás de Saga, pero eso le dejaría en mal lugar. 




—¿Y qué te cuentas Mu? ¿Has conocido a alguien ya en esta fiesta? 




—Corta el royo Shaka. —soltó de repente dejando al rubio estático. —No me vengas con sonrisas falsas a estas alturas. 




—Pero ¿qué estás diciendo Mu? ¿De dónde sale esa bordaría? —Shaka había pasado a estar molesto por las palabras de Mu. 




—Deja ya el juego, cada vez que te veo es como sentir muchos puñales en mi pecho de nuevo. Me lo dejaste muy claro Shaka. Ya he sufrido bastante por dos meses, ¡dos meses! No me importa que seas feliz, haz con tu vida lo que quieras, pero no me hables como si nada. —dijo mientras apretaba los puños. —¡Deja de ser tan imbécil! Para de sonreírme como si nada, basta, basta ya... 




—¿Acabas de llamarme imbécil? —preguntó atónito y de ahí los ojos de Mu, sus pupilas estaban finas y algunas lágrimas pretendían salir. —Si no me has olvidado no es culpa mía, ¡madura! 




Mu sentía que su cuerpo se tensaba, su respiración se volvió entrecortada. Tanta cara que sentía que estaba teniendo Shaka. ¡¿Madurar?! ¡¿Iba en serio?! Se lo decía quien le engañó con uno de sus amigos. Tal era el colmo que sin ser consciente abrió la mano y le golpeó la cara con toda la mano abierta. Sí, le dio una buena bofetada. Shaka se quedó aún más atónito. Sus ojos se abrieron como dos platos y miró a Mu. Sin decir nada el joven pasó de largo empezando a correr. Quienes presenciaron la escena cuchicheaban mirando a Shaka aún quieto en su lugar. 




 




Mu corrió por la carretera hasta que llegó a uno de los barrios más pobres de la ciudad. Era un barrio donde solían concentrarse los drogadictos, las prostitutas y los prostitutos, ladrones, etc. Las calles olían a orina y a basura y había perros y gatos callejeros. Se detuvo un momento dándose cuenta hasta donde había llegado. No era buen lugar. Miró su teléfono y vio que no tenía ningún mensaje de su padre. ¿Se habría ido a dormir? No lo descartaba, había estado toda la semana desvelándose con muchas cosas del trabajo. Suspiró y empezó a caminar. Tal vez habría alguna parada de autobús cerca porque un taxi no se metería por ahí y menos un Uber.  




Según iba caminando se dio cuenta que desde hacía rato alguien le estaba siguiendo. Desde hacía un rato se había sentido observado desde las sombras. Eso le inquietó. Sacó su teléfono y marcó a su padre. El buzón de nuevo. Apretó los dientes. Miró de reojo viendo que un par de figuras lo estaban siguiendo. Torció por una esquina a una calle que parecía estar más iluminada y con la pantalla del teléfono la usó como espejo. Contó tres figuras. Eso le puso más nervioso. Ahora llamó a Aioria, el buzón también, ¿no se habían dado cuenta de que se había ido de la fiesta? Probó con Milo; y vaya sorpresa nada. Estarían despistados. Llegado a ese punto estaba perdiendo la calma. Siguió andando un poco más notando como a cada esquina le iban siguiendo, no le daba buena espina. Guardó las manos en los bolsillos y apretó los ojos a punto de correr, entonces lo notó, un papel. Al sacar la mano vio que era un papel con un número de teléfono. ¡Era el número de Hades! ¿Debía llamar? No podía dudar, necesitaba a alguien y estaba muy asustado y angustiado por la situación. Marcó y llamó. 




—Cógelo...por favor... —rezó y suplicó en voz baja. En esos momentos estaban en un callejón apoyado en la pared. 




—¿Sí? —sonó al otro lado de la línea la voz de Hades. 




—¡Hades! Soy yo Mu. —dijo con alegría al oírle su voz. —Por favor ayúdame. 




Hades, que se encontraba justo en su limusina, abrió los ojos al oír esa suplica, 




—¿Dónde estás? —preguntó él indicando a sus guardas espaldas localizar la llamada que estaba recibiendo. 




—Estoy en un barrio bajo...me estás siguiendo, ven a ayudarme por favor Hades, tengo miedo... —decía viendo hacia los callejones esperando a ver podido despistar a sus perseguidores. Estaba temblando y sus piernas eran incapaces de moverse. —Por favor... 




—Ya voy para allá. —dijo mirando a su dos guardaespaldas y ahí vio que habían localizado la llamada. —Ya voy Mu, no temas... 




Estaría allí lo antes posible. Mu no colgó la llamada mientras miraba hacia todos lados hasta que vio una de las siluetas por ambas entradas del callejón. No, no podía ser... Estaba muerto de miedo. Vio cómo se iban acercando y empezó a correr por el callejón para salir de allí cuanto antes. Sus perseguidores se dieron cuenta y ahora empezaron a correr detrás de él. 




Mu giró otra esquina y en es ese momento cayó al suelo rodando por él y lastimándose la rodilla con un raspón. Miró hacia atrás y vio como las tres siluetas le miraban y se abalanzaban contra él, En ese momento el sonido de un coche se detuvo al otro lado de la calle y las siluetas se detuvieron. Un par de hombres de negro salieron y les apuntaron con pistolas. De la limusina salió un tercer hombre y vio que era Hades. Sin pensarlo dos veces se levantó y corrió hacia él para sentirse seguro. De inmediato Hades le cubrió con su abrigo que llevaba a los hombros y pasó el brazo por los hombros de Mu. 




—Tranquilo, estas a salvo. —dijo mientras le sonreía. Luego volteó la cabeza hacia las tres siluetas con seriedad. —Que se larguen y como les vuelva a ver molestando a este joven los mataré... 




—Es Hades Cross.... —dijo uno de los encapuchados temblando. 




En ese momento Mu abrió los ojos y miró hacia Hades, ¿Hades Cross, ese hombre era el famoso mafioso? Se quedó sorprendido. Pero, le estaba protegiendo. Hades estaba a su lado, le había dejado su abrigo y le estaba protegiendo. Cerró los ojos y se arropó con el abrigo de Hades. Los encapuchados se marcharon por patas. Uno de los hombres de Hades abrió la puerta de la limusina. 




—Entra Mu. —le indicó Hades. 




Mu le miró y asintió. Se subió a la limusina y se sentó con el abrigo aún sobre sus hombros. Los hombres de Hades se montaron delante y la limusina abandonó aquella zona de la ciudad. Al salir a la carretera Hades miró a Mu y le tendió una botella de agua. En silencio la tomó y bebió mientras su cuerpo trataba de salir del shock. 




—Gracias... —dijo con cierta timidez y la mirada oculta bajo su flequillo. —Gracias... 




—Ya estas a salvo, no te preocupes. ¿A dónde necesitas que te lleve? —preguntó Hades. 




Mu no respondió y solo miró por la ventana viendo las luces de la ciudad de Nueva York, aún en la noche seguía moviéndose con toda la fuerza como si fuese de día. En ese instante que vio todas las luces las lágrimas salieron de sus ojos. El shock le golpeó con fuerza y de la nada empezó a llorar mojando el abrigo de Hades. Confuso y sin entender las lágrimas del joven, Hades se acercó y le puso la mano en el hombro, Mu solo le abrazó con fuerza y siguió llorando. Hades se sorprendió, pero solo cerró los ojos y le acarició la cabeza mientras le dejaba llorar y le abrazaba también.  




Lloró por un largo rato y en ningún momento la limusina se detuvo. No hubo palabras ni gestos. Le dejó llorar sin más. Esa noche el corazón de Mu llegó a su punto cúlmine y explotó. Y Hades no le soltó. Le dejó llorar hasta que cayó dormido del agotamiento. Le dejó dormir sobre su regazo mientras acariciaba sus cabellos. Entonces el móvil de Mu sonó y se leyó en la pantalla _Papá._ Hades descolgó para oír la voz de hombre lleno de pánico. 




—Señor Zhōu cálmese. —dijo Hades. 




—¿Quién es? ¿Dónde está mi hijo? —preguntó. 




—Señor Zhōu —volvió a decir Hades. — su hijo está bien, está conmigo, está dormido, lo llevaré a casa, puede estar tranquilo. Soy un conocido suyo. Puede quedar tranquilo. 




Shion respiró hondo y suspiró. 




—¿De verdad? —preguntó. 




—Se lo aseguro, estaré en su casa en unos 20 minutos. —aseguró Hades. —Estese atento. 




—Gracias. —dijo Shion antes de despedirse y colgar. 




Hades dejó el teléfono al lado de Mu de nuevo y le miró. Este no tardó en moverse un poco y abrir los ojos. Se incorporó un poco y se sonrojó al darse cuenta que se había quedado dormido en su regazo. 




—L-lo siento... —se disculpó Mu. —No debí... 




—No pasa nada, puedes seguir durmiendo si quieres, te voy a llevar a casa, tu padre está preocupado. —habló. Mu buscó su teléfono para llamar, pero Hades le detuvo. —Ya he hablado con él y le hice saber que estás bien. 




Su mano se había posado sobre las manos de Mu y le hizo bajar el móvil. Sus miradas se encontraron y quedaron selladas. Mu volvió a admirar aquellos ojos que aquel hombre tenía tan únicos como el fondo de un lago. Hades Cross, no podía creerlo. Las manos de Hades acariciaron sus mejillas y un poco sus labios. 




—Gracias por venir a ayudarme. —dijo Mu. 




—Te dije que podías llamarme para lo que necesitases, me salvaste la vida, siempre iré a buscarte. —dijo Hades. 




Eso hizo que los ojos de Mu se abriesen. Por alguna razón creía en sus palabras y protegido en ellas. Sonrió de nuevo con un nuevo sentimiento de calidez, uno que casi había olvidado ese día. Hades admiró su sonrisa y colocó la mano en su mejilla. Ese joven era como una luz que necesitaba brillar y desgraciadamente se estaba apagando. 




—¿Por qué esa mirada triste? —preguntó de repente. Mu se sorprendió. —Eres un ser de luz y sin embargo te veo tan apagado, desde que te conocí. 




Ahora sostenía su mentón de manera cariñosa. Mu no podía estar más que sorprendido por las palabras y la observación de ese hombre. Por una vez sería escuchado a fondo. 




—¿De verdad lo cree? —preguntó. 




—No lo creo, lo estoy viendo. —respondió. —Puedes brillar como una estrella en pleno cielo oscuro, pero te estas apagando. 




Mu miró hacia abajo. No quería hablar del tema, no más. Tenía que olvidar a Shaka por siempre, pasar página definitivamente. Pero no lo había conseguido. Hades adivinó que quería su tormento, a pesar de no conocerlo y cosa que no quería si Mu no se lo contaba. 




—Quieres olvidar. —dijo volviendo a sorprender al joven. —Pero no has podido. 




Estaba dando en el clavo y lo sabía por las expresiones que el joven pelilila estaba poniendo. Era un experto en adivinar miradas y ese joven desconocido se estaba abriendo a él. Y sabía que deseaba olvidar. Se acercó a él para verle mejor a los ojos sin soltar su mentón. 




—¿Me dejarías hacerte olvidar? 




—Sí... 




Mu había respondido sin pensar dos veces, no hacía falta. Ese hombre era todo lo que necesitaba y todo lo que podría brindarle que nadie más podría. No solo había sufrido por Shaka, también el ver a sus amigos con pareja le había generado cierta soledad y a pesar de que nunca se sintió abandonado por su parte sí que a veces extrañaba a alguien a su lado. Inconscientemente sabía lo que Hades haría, pero no dijo nada, solo le miró con los ojos brillantes y las mejillas sonrojadas. La limusina se movió por el centro de la ciudad y las luces daban a las ventanillas del vehículo, nadie era consciente de lo que pasaría allí dentro.  




Hades se acercó a los labios de Mu y los besó con cariño y afecto. Mu lo correspondió de inmediato y sus labios se juntaron hasta el límite sintiendo el contacto ajeno. Había una gran carga emotiva en aquel beso y Mu la sintió y por esos momentos todo dolor desapareció. Su corazón sanó con ese beso. Se pegó más a él y llegó a sentarse en su regazo y puso sus manos en sus hombros. Por su parte, Hades pasó las manos por la cintura de Mu y luego le tumbó en el asiento quedando encima. Mu le abrazó el cuello y el cuello se intensificó. Sus labios devoraban los contrarios y dejaban leves espacios para respirar antes de volver a juntarse y comerse los unos a los otros. Los besos de Hades pronto fueron bajando por el cuello de Mu saboreando su piel, su mano se metió por la ropa para acariciar su pecho. Rápido y discreto. A su vez su chaqueta del esmoquin cayó al suelo. 




 Mu se arqueó cuando los besos iban bajando. En ese mismo instante parecía que la música iba sonando y es que por donde iban pasando había garitos y fiestas en terrazas. El ambiente estaba caliente y la última diversión de la noche había empezado para Mu.  




El placer recorría su cuerpo desde la punta de los dedos de los pies hasta la cabeza y su voz lo hacía notar. Pronunciaba el nombre de Hades con amor y deseo. Hades lo disfrutaba y también soltaba algunos jadeos. Sus labios se buscaron de nuevo cuando la cosa se intensificó un poco más y sus cuerpos se unieron en el amor y el placer. Las manos de Hades recorrían aquel delgado cuerpo dejando muchas caricias para hacer más intenso la entrega. Las manos de Mu también se pasaban por la espalda de Hades y luego subían por su pecho. Los besos eran largos y sus lenguas entraron en juego. El movimiento de caderas fue al compás de la música y sus jadeos y gemidos fueron el coro de la canción. Placer, deseo, amor, cariño. Mu perdió la cabeza entre aquellos brazos cuando el climax llegó a los dos. 20 minutos fueron horas para ellos en el mundo del placer. Su cuerpo sudaba por esa entrega. Rápida, pero fugaz y algo que jamás olvidaría. Así como las manos de Hades, pero no sería solo esa noche no. Mu había pasado a ser el protegido del mafioso más temido de la ciudad. 




Hades no había experimentado una entrega tan especial como esa. El chico pelilila llevaba su marca, era suyo a par de ese momento y cerraría que ese bello ser de luz tuviese. Sabía que conocía su auténtica identidad y como mantener sus labios callados, aunque no hacía falta. Ese joven se llevaría el secreto a la tumba.  




Ahora Mu era un ser intocable, así como su familia y sus seres queridos. Esa noche Hades juró proteger todo lo que fuese especial para su chico, su familia, sus amigos, todo. Lo que era importante para él lo era para él también. Nadie nunca sabría nada de su amor, para protegerle de su mundo cruel. Mu vivía en el mundo de paz y él no se lo quitaría. Toda su fortuna sería para cuidar su más preciado tesoro, Mu. Vivirían juntos cuando acabase la universidad y luego pediría su mano a su padre. Su amor sería único y verdadero. Muchas veces los rumores cuentan que el mayor tesoro de Hades Cross es su fortuna, pero nadie sabe la verdad, su tesoro más preciado anda por la ciudad de Nueva York siendo un ciudadano más entre todos, pero que nunca deja de estar protegido por su amado. Mu Zhōu es el protegido de Hades Cross, el amante de un mafioso. 




 




Fin 


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