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Un lugar seguro por Kirah69

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Derek regresó un rato después con un vestido rosa en una bolsa de plástico que olía a gasolinera y unos zapatos que le quedaban un poco demasiado grandes. Peter sacudió la cabeza, pero ya lo arreglaría cuando llegaran al centro comercial. Stiles vistió a la pequeña y los tres se subieron al coche de Peter, dejando en el loft a un Derek con el ceño permanentemente fruncido.


—Necesitamos una sillita infantil antes de que la policía nos detenga—fue lo primero que dijo Stiles una vez que el coche arrancó.


—Por supuesto, pararemos en una tienda antes de ir al centro comercial.


Compraron la sillita para coche en una tienda infantil, pero Peter no consideraba que la ropa fuera lo bastante buena para la pequeña, incluso si a Stiles le parecía más que aceptable y a buen precio. No consiguió convencer a Peter y terminaron yendo al centro comercial. Claudia no se soltó ni un segundo de la mano de su padre, no iba corriendo por ahí como el resto de niños. Peter podía oler la ansiedad proviniendo de ambos, no se sentían seguros ni siquiera en un lugar público y tan concurrido. Llevaría tiempo hasta que pudieran relajarse, apenas el día anterior habían sido perseguidos por asesinos.


Peter los llevó a la tienda más lujosa de ropa infantil a pesar de la reticencia de Stiles y acabaron con cuatro bolsas llenas de ropa para Claudia.


—Peter, no es necesario todo esto—le susurró Stiles apurado en la cola de la caja.


—Deja que gaste mi dinero como yo quiera—pasó su tarjeta sin tan siquiera fijarse en el precio total y cogió las bolsas—. Ve pensando qué quieres para ti y luego nos pasaremos por la juguetería.


—¡Peter!—Stiles lo detuvo agarrándolo del brazo al salir de la tienda—. ¿Juguetes también? Es como si quisieras que nos quedáramos a vivir en ese loft.


—Bueno, quizá no en el loft precisamente, pero-


Peter. Ni siquiera nos conoces y, por las reacciones de tu sobrino, esto no es algo que suelas hacer.


Peter sintió su miedo, su inseguridad. Era lógico, él tampoco le conocía. Echó un vistazo a su alrededor y vio el parque de juegos infantil.


—¿Crees que Claudia querría jugar ahí mientras hablamos?


Stiles observó el lugar. Había un guarda en la entrada y cámaras de vigilancia. En la salida, en la sala contigua, había mesas donde podían sentarse los padres a esperar. Parecía lo bastante seguro.


—Cariño, ¿quieres entrar a jugar ahí un rato?—le preguntó. Claudia dudó por un momento, pero finalmente asintió—. Puedes salir cuando quieras.


Pagaron la entrada y la pequeña se adentró en el laberinto de tubos, redes y piscinas de bolas. Ambos fueron directamente a la sala de espera para los padres. Se sentaron en una mesa aislada, lo más lejos posible del resto de padres (hombres en su mayoría).


—¿Y bien?—preguntó Stiles, sus ojos mirando más allá de Peter hacia el parque infantil.


—Verás, hace unos años mi familia fue asesinada por cazadores. Jamás habíamos hecho daño a nadie. Murieron once personas, varios de ellos niños y varios humanos. Derek no estaba en la casa en aquel momento, yo sí. Acabé con quemaduras de cuarto grado por casi todo mi cuerpo. Permanecí seis años en coma, reviviendo una y otra vez los gritos y el sufrimiento de mi familia, los vínculos rompiéndose uno tras otro. No conozco tu historia, pero si puedo ayudar a alguien que ha sufrido la misma desgracia que yo, lo haré.


Stiles le miraba ahora a los ojos. Peter respiraba por la boca, no quería sentir la lástima que Stiles estuviera sintiendo por él en ese momento.


—Mi madre, también se llamaba Claudia, murió cuando era pequeño, cazadores. Mi padre acabó con ellos y nos mudamos, escondiéndonos de cualquier posible represalia. Creíamos haberlo conseguido. La madre de Claudia fue un lío de una noche. Me cedió todos los derechos paternos sobre ella en cuanto nació, yo apenas acababa de cumplir los dieciocho. La habría abandonado en mi puerta de no ser porque mi padre era el sheriff y habría removido cielo y tierra hasta encontrarla. Tuve que olvidarme de la universidad y ponerme a trabajar. Mi padre me ayudó a criarla. Hace un mes unos cazadores dieron con nosotros. No sé si son de la misma familia que mató a mi madre o no, pero mataron a mi padre mientras intentaba protegernos. Escapé con Claudia y seguí huyendo y huyendo, pero no conseguía darles esquinazo. No podía enfrentarme a ellos y proteger a Claudia al mismo tiempo—sus ojos estaban húmedos y no se despegaban de la pequeña que nadaba en la piscina de bolas.


—Ahora entenderás por qué quiero ayudarte—le dijo el lobo, acariciando su mano sobre la mesa.


Stiles asintió, tragando saliva en un intento de contener las lágrimas.


—De todos modos—Stiles se aclaró la garganta—, para quedarnos necesitamos el permiso del alfa.


—Eso no será un problema—Peter envió un breve mensaje a su sobrino indicándole que avisara a Scott (porque por supuesto él no estaba incluido en el chat de la manada –ni tenía ganas de ello–)—. Y no tendréis que quedaros en el loft, no es un lugar muy apropiado para la pequeña. Yo vivo en una casa en los límites de la reserva, pero lo bastante cerca de la civilización como para ser segura. Tiene espacio de sobra para los tres.


—¿Realmente querrías que viviéramos contigo?—le preguntó sorprendido.


—¿Por qué no iba a querer volver a tener algo parecido a una familia junto a mí?


Stiles sonrió y ya no pudo contener algunas lágrimas. Recibieron algunas miradas extrañadas de los otros padres que estaban allí, pero las ignoraron por completo.


—¿Por qué no vamos a buscar a Claudia para que elija los juguetes que quiera?


—Pero no la malcríes.


Peter resopló, levantando la barbilla.


—Esa es mi especialidad—respondió.


Stiles sacudió la cabeza y fue a la salida del parque para que llamaran a su hija. Después de comer en un restaurante allí mismo, pasaron la siguiente hora y media comprando juguetes para Claudia, –demasiados en opinión de Stiles, pero al parecer su opinión no contaba–. Y después, una hora más comprando ropa para Stiles, casi toda ella escogida por Peter porque al parecer Stiles no tenía sentido de la moda (y lo peor era que Claudia estaba de acuerdo, ese par se había aliado contra él). Cuando salieron del aparcamiento del centro comercial, el coche estaba lleno a reventar y ya era casi de noche.


—Os llevaré a mi casa, ¿te parece bien?—le preguntó Peter.


—Sí, de acuerdo—la verdad es que no le apetecía recibir esas molestas miradas de Derek ni oler aquella desagradable mezcla de olores que impregnaba el loft, ya tenía bastante con su propia tristeza y miedo.


La casa de Peter era lo bastante grande para acoger a una pequeña manada. Tenía un estilo clásico con el exterior blanco y el tejado rojo oscuro. Stiles se había esperado una casa moderna con grandes ventanales, pero agradecía que no fuera así, serían demasiados puntos que vigilar por si eran atacados (y probablemente el lobo había pensado lo mismo). El interior estaba elegantemente decorado por muebles antiguos y de apariencia cara y estanterías llenas de libros igual de antiguos. Stiles se arrodilló junto a Claudia.


—No toques nada—le susurró.


—No le digas eso—intervino Peter—. Me gustan las cosas valiosas y antiguas, pero no tienen ningún valor sentimental. No me enfadaré si algo se rompe. Tan solo ten cuidado con los libros, muchos son únicos. Vamos, os enseñaré vuestras habitaciones.


Peter subió las escaleras cargando una parte de las bolsas mientras Stiles llevaba otras tantas (y aun así todavía tendrían que echar otro viaje más).


—Tu habitación—le dijo a la pequeña, abriendo la puerta de una habitación con una cama mediana y espacio de sobra para los juguetes. Estaba decorada mínimamente con un armario empotrado, una cómoda y una mesita de noche y las paredes eran blancas—. No te preocupes, la decoraremos como tú quieras. Por ahora tenemos las sábanas que compramos y la pintaremos como más te guste.


—Eso no será necesario—replicó Stiles. Peter ya se había gastado demasiado en ellos.


—Si esta va a ser su casa por supuesto que lo es. Y lo mismo para ti.


Peter abrió la puerta contigua y le mostró una habitación algo más grande igual de escasamente decorada, pero esta con una cama grande.


—Y el baño para ambos lo tenéis aquí enfrente.


—Muchas gracias, Peter. Por todo. Esto es mucho más de lo que imaginé que tendríamos después de... perderlo todo.


—Esto es tan bueno para vosotros como lo es para mí—respondió Peter con una suave sonrisa—. Acomodaos, voy a por el resto de cosas.


Stiles dejó sus bolsas en su nueva habitación y acompañó a Claudia a la suya. La pequeña tiró de la manga de su chaqueta para llamar su atención.


—¿Qué pasa, cielo?—le preguntó, sentándola en la cama.


—¿Vamos a vivir aquí?—había un tono de esperanza en su voz y Stiles no quería decepcionarla, pero tampoco darle falsas esperanzas.


—Es posible, pero primero necesitamos la aprobación del alfa. Si él nos acepta y Peter no cambia de opinión no veo por qué no podemos quedarnos. ¿A ti te gusta esto?


Claudia asintió efusivamente con la cabeza.


—Y Peter. Es genial.


—Sí, lo es—coincidió sonriente.


—¿Vendrán más cazadores a por nosotros?


La pregunta le pilló por sorpresa y esta vez no sabía cómo responder. No quería que tuviera miedo, pero tampoco quería mentirle, no le gustaba mentir a su pequeña.


—Si lo hacen, os protegeremos. No permitiremos que os hagan daño—respondió Peter desde la puerta de la habitación y Stiles no pudo oír ninguna mentira en su corazón.


Mientras Peter preparaba la cena, Claudia y Stiles colocaban la ropa nueva en sus armarios y ordenaban los juguetes de la pequeña y los demás útiles de necesidad que habían comprado. El delicioso olor a comida les hizo bajar a la cocina. Era un espacio amplio con una mesa de madera que fácilmente podía acomodar a catorce personas. Sin duda Peter había preparado esta casa pensando en albergar una manada.


Se sentaron los tres juntos en una esquina y devoraron el delicioso pescado con verduras que Peter había preparado. En medio de la cena, Peter recibió un mensaje de Derek. «Scott está aquí. Quiere verlos». Peter resopló. «Ya están durmiendo. Mañana», respondió. No iba a molestarles a estas horas después del ajetreado día que habían tenido. Ambos querrían descansar, Claudia apenas podía mantener los ojos abiertos mientras comía. Scott tendría que esperar hasta mañana a una hora más decente. Ignoró los nuevos mensajes que recibió y siguió disfrutando de su cena... no se atrevía a llamarla familiar, no todavía, pero algún día tal vez.


Después de la cena, Stiles llevó a Claudia a su nueva cama con sábanas de El libro de la selva. La pequeña escogió un oso de peluche –«se parece a papá»– de entre sus juguetes como su compañero para dormir y Stiles le leyó uno de sus nuevos cuentos como hacía cada noche. Cuando apenas podía mantener los ojos abiertos, dejó el libro en la mesilla, la arropó y le dio un beso en la frente.


—Buenas noches, mi amor.


—Buenas noches, papi. ¿Puede venir Peter a darme un beso?—preguntó, arrastrando las palabras.


—Claro, voy a avisarle.


Cuando llegó al salón, Peter estaba sentado en el sofá con una copa de vino en la mano y otra esperando en la mesa de centro.


—Claudia quiere que vayas a darle un beso de buenas noches.


Peter le miró sorprendido por un momento y después sonrió, una expresión en su rostro como si estuviera rememorando algo.


—Por supuesto.


Peter subió a la habitación de Claudia. La pequeña estaba casi dormida, pero abrió los ojos y sonrió cuando entró. El lobo se sentó a su lado y le dio un beso en la frente. Esto le traía tantos recuerdos de cuando cuidaba a sus sobrinos.


—Buenas noches, osita.


—Buenas noches, Peter.


La pequeña ya estaba dormida antes de que cerrara la puerta de la habitación. Cuando bajó al salón, Stiles lo esperaba con la copa de vino en la mano acurrucado en una esquina del sofá. Peter cogió su propia copa y se sentó en la otra esquina del sofá.


—Creo que esto es demasiado caro para que yo lo aprecie—comentó, agitando suavemente el vino en la copa.


—Yo solo tengo lo mejor—respondió con una sonrisa.


—A Claudia le gustas.


—No me sorprende con todos esos juguetes.


—No, no tiene nada que ver—negó, sacudiendo la cabeza—. Podrías haberle comprado la juguetería entera y eso no habría influido. Se siente segura contigo, siente que eres una buena persona. Y yo confío mucho en su instinto.


—¿Entonces también te gusto?


Las mejillas de Stiles se ruborizaron ligeramente y apartó la mirada.


—Mi padre me animó a confiar en mi instinto y mi instinto me dice que puedo confiar en ti para cuidar de mi pequeña.


Peter se quedó sin palabras por un momento. Aquello era realmente importante, Stiles estaba dispuesto a confiarle lo más preciado para él.


—Gracias—murmuró. No sabía qué más decir, cómo responder a aquello.


—Bueno, es hora de que yo también me vaya a dormir, estoy agotado—dejó la copa y se levantó del sofá—. ¿Mañana veremos al alfa?


—Sí, nos reuniremos con él. Que duermas bien.


—Tú también, Peter.


Peter le escuchó subir las escaleras, detenerse un momento frente a la habitación de Claudia y seguir hasta la suya. Terminó su copa de vino y se fue a su habitación al final del pasillo. Escuchando los latidos de sus nuevos compañeros, Peter durmió con más facilidad y más profundamente que en años.


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