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Un lugar seguro por Kirah69

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La noche era oscura, la carretera estaba iluminada solo por una luna creciente y los faros del coche. Era una carretera estrecha que serpenteaba entre un bosque y no tenía ninguna salida por la que pudiera despistar a la furgoneta negra que los seguía así que mantener las luces del coche apagadas solo serviría para provocar un accidente. Incluso si él sobreviviría, la pequeña en el asiento trasero no lo conseguiría. Miró por el retrovisor y allí estaba, cada vez más cerca, sus luces amenazadoras como los ojos de un monstruo. Podía oír los sollozos de su pequeña, le partían el corazón. Estaba aterrado, no por él sino porque pudiera llegar a sucederle algo a su niña. No podía creer que hubiera permitido que los cazadores se acercaran tanto. Debería haber sido más cuidadoso, ocultarse mejor. Pisó el acelerador, pero el coche no daba más de sí. La furgoneta los alcanzó, colocándose en paralelo por su izquierda. Antes de que pudiera reaccionar, giró bruscamente y los golpeó con tal fuerza que el coche se salió de la carretera. Volcó antes de chocar contra los árboles, quedándose boca abajo. Se quedó aturdido por un momento, sujeto a su asiento por el cinturón, pero enseguida se centró en lo importante.

—Cariño, cariño, ¿estás bien?—preguntó, mirando hacia atrás. Vio a la pequeña sujeta por el cinto a su asiento.

—¿Papá?—sollozó la pequeña.

—Está bien, cariño, tranquila. Escúchame bien, quiero que te desabroches el cinturón, salgas del coche y corras. Métete en el bosque y corre, corre y corre, no pares por nada. ¿De acuerdo, mi vida?

—S-sí, papá—respondió apenas audible.

Ambos se desabrocharon los cinturones y salieron por lados opuestos del coche. Esperó a escuchar los pasos de su hija corriendo entre los árboles antes de centrarse en los cazadores que salían de la furgoneta. Los tres fueron hacia él apuntándole con sus armas. Comenzó a transformarse, esperando que con eso pudiera retenerlos el tiempo suficiente para que su niña escapara. Se oyó la tela de su ropa rasgarse, sus músculos estirándose, el pelo brotar por todas partes.





Derek y Peter estaban corriendo por la reserva, revisando los límites de su territorio. Scott podía ser el alfa, pero no se molestaba en comprobar si la ciudad estaba segura. La relación entre Derek y Peter no era la mejor, pero estos paseos les permitían mantener su vínculo. Se detuvieron en seco cuando escucharon un rugido, demasiado profundo para ser de cualquier animal de la zona, ni siquiera de un hombre lobo. Entonces comenzaron los disparos. Echaron a correr en dirección a los ruidos. Estaban apenas en el interior de su territorio, pero si había cazadores tenían que detenerlos.

Cuando llegaron a la carretera, observaron ocultos entre los árboles a tres cazadores disparar a un enorme oso marrón con brillantes ojos dorados que definitivamente no eran naturales. Derek y Peter intercambiaron una mirada y ambos tenían claro lo que debían hacer. Se lanzaron sobre los cazadores, sorprendiéndolos por la espalda. El oso aprovechó el despiste de los cazadores para abalanzarse sobre uno de ellos, usando sin reprimirse sus garras y sus mandíbulas para despedazarlo. Después tiró al suelo al cazador con el que Derek estaba peleando.

—¡Ve a buscarla!—gritó el oso con voz grave y casi un rugido—. ¡Encuentra a mi hija!—le ordenó a Derek mientras le arrancaba al cazador el brazo con el que sostenía el arma.

Derek se percató en ese momento de que había un olor infantil en el coche volcado que se adentraba en el bosque. No dudó en salir corriendo en esa dirección, siguiendo el rastro que la pequeña había dejado. Peter destrozó al otro cazador mientras el oso se encargaba del que tenía entre sus zarpas. Cuando los latidos de los tres cazadores se detuvieron, por fin se hizo el silencio en la carretera. Lo único que se oían eran los jadeos de Peter y aquel hombre oso. Peter observó cómo aquel enorme cuerpo se reducía, el pelo desapareciendo y dejando en su lugar a un muchacho que no podía tener más de veinte años, delgado y pálido con el pelo oscuro hecho un desastre.

—¿Te encuentras bien?—le preguntó Peter, observando las balas salir de su cuerpo y caer al suelo. Olían a acónito, pero no parecían tener efecto sobre el hombre oso.

—Mi hija.

Se giró hacia el bosque y estaba a punto de echar a correr antes de que Peter lo detuviera. Recibió un rugido a cambio de su esfuerzo, pero no soltó el agarre de su brazo.

—Tranquilo, mi sobrino Derek la está buscando, la traerá enseguida.

Había lágrimas brotando de sus ojos y estaba temblando. Parecía ignorar las heridas que salpicaban su cuerpo y aún no se habían curado. Cuando Derek apareció con la pequeña en brazos, el hombre oso cayó de rodillas al suelo con un fuerte sollozo. Al ver a su padre, la pequeña forcejeó para bajarse de los brazos de Derek y fue corriendo hasta su padre, quien la abrazó con desesperación.

—Mi amor, mi amor, ¿estás bien? ¿Estás herida? ¿Te encuentras bien?—le preguntó, apartándose de ella solo para comprobar el estado de su cuerpo. Había algunos arañazos de ramas en sus piernas, pero por lo demás se encontraba bien. La pequeña tan solo asintió sin decir palabra.

—Derek, ve a traer mi coche—le ordenó Peter, lanzándole sus llaves. Habría preferido utilizar el coche de Derek, pero el suyo se encontraba más cerca.

—¿Quiénes sois?—le preguntó el joven sosteniendo a la pequeña en brazos cuando Derek ya se había marchado.

—Yo soy Peter Hale, somos parte de la manada que vive en estas tierras. ¿Y vosotros sois?

Por un momento pareció algo reticente a responder, cubriendo a su hija aún sollozante con su propio cuerpo, pero finalmente se dio la vuelta.

—Me llamo Stiles y esta es Claudia. Siento haber entrado en vuestro territorio, solo iba-

—Solo ibas huyendo de los cazadores, no tienes de qué disculparte. Sois bienvenidos aquí—le aseguró. Podía oler en él el miedo, el pánico, y no era por su propia seguridad sino por la de su hija. Peter había visto la fiereza con la que la protegía y no podía más que admirarlo.

—Gracias, muchas gracias.

Peter asintió con la cabeza y le observó mientras intentaba consolar a la pequeña. Claudia tendría unos cinco años, Stiles debía de ser mayor de lo que aparentaba.

Escucharon un coche acercarse y Stiles estuvo a punto de salir corriendo, pero Peter lo detuvo, podía reconocer el motor de su coche. Derek aparcó junto a ellos y Peter abrió el maletero.

—Toma, ponte esto—le dijo a Stiles, entregándole un cambio de ropa que siempre llevaba por precaución en el coche. La ropa del chico había quedado completamente destrozada con su transformación. Mientras Stiles se vestía, Peter se acercó a Derek—. Encárgate de ocultar todo esto. No le diremos nada a Scott por ahora.

—¿Por qué no?—preguntó su sobrino frunciendo el ceño.

—¿Crees que aprobaría que hubiéramos matado a tres cazadores aun para salvarlos?

Derek gruñó, pero sabía que tenía razón.

—Stiles, ¿hay algo de tu coche que quieras coger antes de irnos?—le preguntó cuando ya estaba vestido, con la pequeña de nuevo en sus brazos.

—No, salimos con lo puesto, no tuve tiempo ni de coger mi cartera.

—De acuerdo, entonces vámonos. Derek se ocupará de todo esto—por suerte aquella no era una carretera muy transitada de noche.

Subieron al coche y se dirigieron al loft. Stiles miraba constantemente hacia atrás, temiendo que más cazadores estuvieran detrás de ellos. Peter no sabía los detalles de su situación, pero nunca se podía ser demasiado precavido en estos casos así que se aseguró de que ningún coche los seguía.

Entraron en el loft y Stiles miró a su alrededor con expresión de desconfianza, probablemente preguntándose cómo podía aquello ser la casa de una manada. Peter también se lo preguntaba.

—Arriba tenéis un baño, podéis daros una ducha. Os dejaré ropa limpia. Bueno, no tengo nada para la pequeña, pero creo que una camiseta le servirá de vestido.

—Gracias—murmuró Stiles y se llevó a la pequeña arriba.

—Hay un kit de primeros auxilios en el armario por si lo necesitas—le gritó desde abajo sin saber si el hombre oso tendría el mismo oído que los hombres lobo.

Cuando escuchó el agua de la ducha correr, subió a su habitación y cogió ropa para ambos. La que le había prestado a Stiles estaría manchada de sangre. La dejó en la puerta del baño y bajó a la cocina. Estarían hambrientos, al menos Stiles tras su transformación, y no sabía cuánto tiempo llevaban en la carretera sin detenerse así que preparó abundante comida. No se equivocó, ambos devoraron la comida. Claudia, vestida con una de sus camisetas que le llegaba hasta las rodillas, se aferraba a su padre como un adorable bebé panda y solo comía lo que su padre le daba. Eran casi copias idénticas, ojos brillantes como el whisky, lunares salpicando ambos rostros de piel pálida, cabellos negros revueltos en una maraña a pesar de estar recién lavados, largos dedos llevándose la comida a la boca y extremidades igualmente largas que parecían no poder estarse quietas ni un instante. La nariz respingona era el rasgo más adorable en ambos. No conseguía discernir ningún rasgo que la pequeña pudiera haber sacado de su madre. ¿Y dónde estaba ella? Sabía que no era momento de preguntar, pero sentía curiosidad.

—Gracias por la comida, estaba deliciosa—le dijo Stiles, sacándolo de su contemplación.

—Gracias—añadió la pequeña.

—De nada. Supongo que estaréis cansados, podéis dormir en mi habitación.

En realidad había una habitación libre, pero Peter prefería, por razones que desconocía, que durmieran en su habitación, incluso si apenas la utilizaba. Escuchó constantemente los latidos de sus corazones mientras limpiaba los platos. Primero se relajó el de la pequeña, pero el de Stiles tardó un rato más.

Stiles no podía evitar estar alerta. No comprendía por qué estos hombres lobos estaban tan interesados en ayudarles. Había sentido desinterés y confusión por parte del Hale más joven, pero Peter parecía preocupado y realmente interesado en su bienestar. Aun así, no podía evitar sentirse receloso, la seguridad de su hija era una preocupación constante en su mente.

Derek llegó mientras dormían, cuando ya amanecía. Asintió para indicar que ya había hecho el trabajo y fue a lavarse a su propia habitación.

Peter debería dormir también un rato, pero en ese momento no podía, estaba alerta y sentía curiosidad. Se sentó en el sofá con su portátil y comenzó a investigar sobre hombres oso. Para su sorpresa, tenían muchas diferencias con los hombres lobo, incluso si podían parecer nimiedades. Para empezar no vivían en manada, como mucho en pareja con sus hijos; no tenían una transformación intermedia como los hombres lobo, solo podían ser humanos u osos; y tampoco se veían afectados por la luna. Lo que aún no había descubierto era la forma en que se transformaban. Si no había un alfa que mordiera, ¿cualquiera podría hacerlo? ¿O es que no se transformaban a partir de un mordisco? Tal vez tenían otro ritual o quizá solo podían serlo de nacimiento y de ahí su escasez. Era algo que le tendría que preguntar a Stiles cuando se encontrara mejor.

Durmieron durante casi diez horas. Quién sabe el tiempo que llevaban huyendo, por su aspecto dudaba que fuera solo aquella noche. Ya tenía comida preparada cuando despertaron y tuvo que apartar la mano de Derek varias veces, no había cocinado para él.

Stiles bajó las escaleras con Claudia en brazos y por un momento se sobresaltó al ver a Derek hasta que lo reconoció.

—Gracias por habernos permitido quedarnos—les dijo—. Si conseguimos un coche podemos seguir-

—Ni hablar—le interrumpió Peter—. Podéis quedaros aquí, nosotros os protegeremos. No estáis en condiciones de seguir viajando. Por cierto, os he preparado más comida.

Stiles estaba sorprendido y parecía querer replicar, pero Claudia tiró insistentemente de su jersey, murmurando que tenía hambre. Su padre no pudo resistirse y se sentó en la mesa con ella.

—¿Qué hay de vuestro alfa? ¿Le parecerá bien que estemos aquí?—les preguntó mientras llenaba un plato con comida variada para su hija.

—No habrá ningún problema, estará encantado de poder ayudaros—le aseguró Peter—. Tan solo no le menciones lo que hicimos con esos cazadores, no está muy a favor de matar.

—Pero iban a matarnos—replicó confuso.

—Ya, no importa. De todos modos, no te preocupes, estaréis bien aquí con nosotros. Os protegeremos.

Derek se sorprendió cuando no escuchó ninguna mentira en su corazón al oír a su tío decir aquello.

—Cuando terminéis de desayunar podemos ir a compraros ropa, sobre todo para Claudia.

—No tengo dinero, no he podido-

—No te preocupes, tenemos dinero de sobra—interrumpió de nuevo agitando la mano. Vio la expresión dudosa de Stiles, mirando a su alrededor—. A pesar de lo abandonado que parece este lugar, el edificio entero es de mi sobrino y yo tengo tanto dinero que no podría llegar a gastarlo en toda mi vida, así que no te preocupes por eso.

Derek se acercó a él con el ceño fruncido, sus gruesas cejas juntas en el medio, y le agarró del brazo.

—¿Por qué le has dicho todo eso?—le preguntó con un siseo.

Peter puso los ojos en blanco, estaba bastante seguro de que el hombre oso lo había oído perfectamente.

—Solo quiero que no se preocupen por gastar unos cuantos dólares. Ahora, ¿por qué no vas a comprar algo de vestir para Claudia? No puede salir a la calle así. Cualquier cosa bastará, ya le compraremos ropa buena en el centro comercial.

Derek gruñó, pero se dio media vuelta y salió del loft.

—No queremos ser una molestia—le dijo Stiles, acariciando los cortos cabellos de su hija.

—No lo sois. Hacía tiempo que no tenía la oportunidad de cuidar de alguien y estoy seguro de que vosotros lo merecéis después de lo que habéis sufrido.

Stiles todavía parecía dubitativo, receloso, pero no le culpaba por ello.

Notas finales:

¡Estoy de vuelta! Y os traigo este fic de 3 capítulos.


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