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La Maldición de Naruto por yuhakira

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Notas del fanfic:

Esta historia participa en el #RetoTerrorifico organizado por el grupo de facebook "Shhh... SasuNaru NaruSasu", como parte del evento la portada y la idea de usar muñecos malvados en esta historia es de Johana Ramirez. Gracias bella por tu precioso dibujo.

Declaimer: los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto, pero la historia es enteramente mía, prohibida su reproducción.

I

 

Sasuke bajó del auto mientras tomaba aire, tratando de llenar sus pulmones con el aire contaminado del parqueadero. Menma bajo del otro lado del carro, tenía los ojos llorosos y agarraba con fuerza su oso de peluche. Sasuke lo esperó junto al auto y en cuanto estuvo a su lado tomó su mano. Menma iba gimoteando a pasos cortos, mientras Sasuke a su lado seguía tomando aire en bocanadas grandes.

Eran solo los dos, solo se tenían el uno al otro, pero eso no significaba que no pelearan, que no quisieran jalarse los pelos de vez en cuando, como si fueran hermanos, más que padre e hijo. Naruko había muerto meses antes, dejándolos solos. Menma apenas cumplía los cinco años, una época difícil reconocía Sasuke, sobre todo para un padre primerizo, para un padre solo como él. Hacía su mejor esfuerzo, de verdad que lo hacía, pero seguía sintiendo que no era suficiente. Por eso, cada vez que oía su hijo gimoteando por su culpa, no hacía sino sentirse peor consigo mismo.

El parqueadero estaba atestado, dejándolos sin más opción que dejar el auto al otro lado de la puerta del almacén, una distancia considerable que caminar, teniendo en cuenta los pasos arrastrados de Menma. El pequeño niño se distraía con facilidad, siempre lo hacía, por eso habían peleado en el auto. Habían salido de casa con la intención de comprar algo de víveres para la semana, aprovechando su día de descanso del trabajo, quería comprarle algunas golosinas y frutas para el jardín. Primero le había pedido que se colocara sus zapatos. Menma era un chico inteligente, ya hacía muchas cosas por sí mismo, cosas que otros niños no hacían a su edad, como vestirse solos o arreglar su cama. Pero esa mañana solo pensaba en los dulces que quería, mencionándolos uno a uno: una compota, un huevo sorpresa, gusanitos azucarados, ositos de goma. Subieron al auto mientras él seguía alargando su lista. Sasuke asentía divertido. Unas cuadras antes de llegar al supermercado se detuvieron por un semáforo en rojo. Sasuke aprovecho para preguntarle los colores que reconocía en el semáforo, se giró a verlo, retirando la vista del camino por primera vez desde que salieran de casa. Su cara se contrajo en una mueca de disgusto, las piernas de Menma se movían en un vaivén divertido mientras recitaba de memoria los colores del semáforo.

—¿Qué pasó con tus zapatos? —preguntó.

Menma bajó la vista, al darse cuenta de su error se llevó las manos a la cabeza. Cada uno de sus zapatos era de un color distinto. Sasuke no se enojó con él, se enojó consigo mismo por no prestar atención suficiente a su hijo, era su culpa que él se hubiera equivocado. La conversación cesó en el auto. El ceño fruncido de Sasuke no desaparecía así que Menma preocupado se decidió por preguntar.

—¿Pá, te enojaste? Lo siento.

Había dado un giro en la esquina anterior al supermercado, sin percatarse de que unos jóvenes iban cruzando. Estuvo a punto de atropellarlos, por lo que, cuando Menma terminó de formular su pregunta, golpeó con fuerza el volante con las manos abiertas, produciendo un ruido fuerte y seco en el interior del auto que terminó por asustar a Menma, que creía que su padre estaba más enojado de lo que había imaginado, no con el mundo, como realmente era, sino con él. Menma había roto en llanto, al tiempo que era insultado por unos adolescentes desadaptados que no sabían mirar para ambos lados antes de cruzar la calle.

No se percató de lo rápido que iba caminando por el oscuro parqueadero, hasta que sintió que Menma jalaba con fuerza, tratando de zafarse de su agarre. Sorprendentemente había logrado hacerlo, de inmediato Sasuke se detuvo y se giró para verlo. Lo vio correr a pasos largos en dirección al sendero que acababan de cruzar. No vio la razón por la que Menma se devolvía, solo vio el carro acercarse del otro lado con las luces encendidas que parecían tragarse a su hijo desde la distancia. No iba rápido, pero no estaba seguro de que pudiera detenerse a tiempo, por lo que corrió con ambas manos en alto y gritando que se detuviera, mientras intentaba darle alcancé a su hijo. Logró hacerlo, el auto también se detuvo a tiempo. El grito de Menma hizo eco en todo el parqueadero, retumbando en las paredes, los pasajeros del auto bajaron asustados creyendo que habían alcanzado a golpearlo. Al bajar del auto vieron a Menma luchando con todas sus fuerzas para soltarse del agarre de su padre, quien estaba a uno o dos metro del auto, solo entonces los dueños del vehículo pudieron tranquilizarse, sin embargo, los gritos de Menma no se detuvieron hasta que finalmente Sasuke aligeró el agarre y él pudo soltarse para correr hasta meterse debajo del auto. En la llanta trasera del auto sobresalía una mano de felpa, un ojo plástico a la mitad relucía a un par de centímetros del auto. Sasuke entonces pudo ver la razón del llanto de su hijo. Había soltado el oso a mitad de camino y como pensaba que estaba enojado no fue capaz de pedirle que le ayudará a volver para recogerlo. El conductor del auto se cubrió la boca apenado cuando vio al pequeño niño tratando de sacar el oso de debajo del auto. Le tendió la mano a Sasuke para ayudarlo a ponerse de pie y se disculpó. Sasuke trató de disculparse también, de nuevo era todo su culpa. Tomó a Menma por los brazos y lo obligó a que se abrazara a su cuello. Lloró desconsolado, empapando de saliva y lágrimas el hombro de su padre que no pudo evitar llorar con él, finalmente el conductor volvió a disculparse antes de subir al auto y arrancar. Sasuke apretó a Menma contra su pecho evitando que viera el violento y trágico final de su mejor amigo. Con Menma en brazos volvió al auto. Se sentó en el asiento del copiloto y arrulló a Menma entre sus brazos hasta que logro que se quedara dormido. Limpió con calma el rastro de sus lágrimas y de su nariz, trató de acomodarlo en la silla auxiliar en la posición más cómoda y se decidió por volver a casa.

Para cuando llegaron Menma ya había despertado. Su carita melancólica tenía los ojos hinchados y las mejillas sonrojadas. Sasuke trató de disculparse con él. Al estar dentro de la casa le preguntó si quería hacer algo especial ese día. Menma mordió una de sus uñas, viendo hacia todos lados.

—¿Pá, dónde está Lucky?

Lucky era el oso que había perdido en el parqueadero. Sasuke no había sido capaz siquiera de recoger el cuerpo del suelo nauseabundo del parqueadero por miedo de que Menma pudiera verlo.

—Él ha tenido que irse. Me dijo que te dijera que puedes encontrar un nuevo amigo, me encargó la tarea de ayudarte. Podemos ir al centro comercial si quieres. ¿Te parece? Vamos y cambiamos tus zapatos. Comemos algo y después salimos.

Menma asintió de forma afirmativa en un ligero movimiento de cabeza. Sin embargo, por muchas vueltas que dieron durante el día en el centro comercial, no encontraron nada que le gustara a Menma, tampoco logró que dejara de sentirse triste. Al final le compró todos los dulces que quiso, todos los que había mencionado en la mañana, pero tampoco funcionó. Menma se fue a la cama triste y nostálgico.

 

II

 

Habían pasado tres días desde que Menma perdiera a Lucky, su oso de peluche. Seguía estando triste, nostálgico, se negaba a recibir alguno de sus detalles. Sasuke seguía viendo a cada estantería de muñecos en busca de algo que pudiera reemplazar a Lucky, pero decirlo era más fácil que hacerlo. Algunos de sus compañeros le sugirieron conseguir una mascota, no solamente le ayudaría a Menma a superar la pérdida de su amigo de felpa si no que le ayudaría a desarrollar sus capacidades sociales. Sasuke lo pensó, lo meditó, hizo una lista de ventajas y desventajas. Había muchas ventajas, pero las desventajas pesaban el doble, no tenía tiempo de pasear una mascota, de cuidarla, a duras penas si lograba mantener los ojos sobre su hijo, ¿Cómo iba a asumir una nueva responsabilidad? Una que no iba a aprender nunca a limpiar su propia mierda. Así que no, seguiría buscando un juguete que reemplazara a Lucky.

Ese día salió tarde de una reunión. Lo habían dejado lejos de la oficina y de su auto. La niñera ya lo había llamado para decirle que iba con una hora de retraso. Él le insistió que ya iba de camino, que por favor lo esperara. Caminaba a pasos largos en busca de una avenida principal donde tomar un taxi, su vehículo estaba seguro en el parqueadero de su oficina, le tomaría el doble del tiempo ir por el, así que solo tomaría un carro que lo llevara directo hasta su casa. Decir que era tarde era una exageración, en otra época hubiera sentido que tenía toda la noche por delante, con tiempo de ir por unos tragos, podría ir con Naruko al cine, tantas cosas. Su única prioridad ahora era su hijo, todo el tiempo que antes había concebido como suyo era ahora de él, por lo que todos sus pensamientos estaban con él. Por eso no dudo dos veces en detenerse cuando lo vio.

En una vitrina vieja, en medio de otros muñecos viejos y roídos estaba eso. Era el muñeco más precioso que había visto nunca. Su carita redonda y esos brillantes ojos azules, las marcas de zorro en sus mejillas, los cabellos de muñeca rubios y deslumbrantes incluso ante la oscura noche. Se sintió en medio de un trance al encontrarse con sus ojos. Se parecía a ella, a Naruko. Vio a la dependienta intentando cerrar, estaba por cerrar el candado cuando Sasuke se acercó a ella. Le contó toda su historia, la de Menma y el oso Lucky, como lo había perdido. Ella se mostró conmovida, miró su reloj de mano y luego de meditarlo por unos segundos se decidió a dejarlo entrar.

—No sé si puedas encontrar aquí algo que te sirva.

—Quiero el muñeco rubio de la vitrina.

—Oh, ¿Naruto?

—¿Naruto? —preguntó Sasuke de vuelta con el ceño fruncido tras la extraña coincidencia. Ella lo tomó entre sus manos y con el dorso de su saco retiró el polvo sobre sus mejillas.

—Es lindo —dijo ella sosteniéndolo en sus manos— pero por alguna razón siempre lo traen de vuelta. La dueña siempre llama preguntando si ya lo vendí, cuando se lo llevan respira aliviada, pero solo un par de días después vuelven con él.

Lo empacó en una bolsa de regalo. Si lo estiraba, más o menos alcanzaba sus rodillas. Sus manos y su rostro eran de plástico, por lo demás era de trapo. Lucia una sudadera naranja y negro, el gesto en su mirada era cálido. Sasuke pagó el costo que la dependienta le pidió y luego de agradecerle por su ayuda salió de la tienda, en busca del taxi que lo llevaría a su casa.

Al llegar, la niñera se mostró enojada. Él le había prometido que no se demoraría más de media hora en llegar, y en cambio le había tomado hora y media hacerlo. Él siguió disculpándose mientras ella le entregaba la comida que había acabado de preparar para Menma. Se recostó contra la puerta de la cocina y respiró hondo. Aún tenía la bolsa de regalo en la mano cuando Menma apareció por el pasillo. Sasuke sonrió al verlo, chupaba una colombina con ganas, el dulce resbalaba por la comisura de sus labios, y le sonrió con ternura al verlo, abriendo los brazos para que lo alzara. Él así lo hizo, lo tomó por los costados y lo alzó, hasta sostenerlo con uno de sus brazos. Caminaron hasta la sala y Sasuke lo sentó en una de sus piernas, mientras en la otra colocaba a Naruto, haciendo un esfuerzo para que su cabeza se mantuviera levantada. Los ojos de Menma se abrieron con fuerza, impactado por sus enormes ojos azules, parecidos a los suyos.

—¡¿Para mí?! —preguntó mientras acariciaba su rostro.

—Sí, ¿te gusta?

—Sí, ¿Cómo se llama?

—Te vas a sorprender. Me dijeron que se llama Naruto, no creo que se moleste si le cambias el nombre, ¿quieres hacerlo?

—No, me gusta ese, se parece a mamá.

—¿Verdad que sí? Pensé lo mismo cuando lo vi.

Menma se fue a dormir esa noche más tranquilo. Abrazó a su nuevo mejor amigo, y Sasuke antes de dejarlo solo, besó su frente, satisfecho de haber hecho un buen trabajo.

 

III

 

Las palabras de la dependienta seguían rondando en su cabeza. ¿Por qué alguien devolvería un muñeco? No encontraba una razón para eso.

Luego de unos días Menma volvió a ser el mismo. Finalmente pudieron ir al supermercado y hacer sus compras. Como premio por su buen comportamiento volvió a comprarle todos los dulces que había mencionado el día del fatídico accidente.

Naruto había ido con ellos, luego de que Menma prometiera que no iba a soltarlo, y que, si lo hacía, sin importar que, le avisaría para que entre ambos pudieran colocarlo a salvo. Así que Naruto fue con ellos, fue la primera vez que lo sacaban a pasear con ellos. Antes de permitir que su papá lo sentara en la silla auxiliar, se aseguró de que el cuerpo del muñeco fuera bien sujeto por el cinturón de seguridad. Según Menma, a Naruto le gustaba viajar en el asiento del copiloto, por lo que allí lo puso antes de ir hasta su silla. Sasuke finalmente agarró el volante, miró con desconfianza el muñeco a su lado y arrancó. Le sorprendió darse cuenta que Menma le daba una voz a Naruto, le otorgaba deseos, gustos y disgustos, algo que nunca había hecho con Lucky, el oso de felpa. Se refería a Naruto como si se tratara de un igual, no de un muñeco, se aseguraba de sentarlo a su lado, no solo en el auto, si no en el comedor y en la sala. Se molestaba si acaso el muñeco se caía de costado y le decía que tenía que sostenerse con fuerza.

Orochimaru fue de visita. Orochimaru había sido su tutor luego de que sus padres murieran, lo había cuidado y estaba agradecido con él por eso. Sin embargo, Orochimaru había sido siempre un hombre extraño al que no había logrado entender del todo. Le ofreció un trago y ambos bebieron en la sala. Él le preguntó por Menma, era su padrino y se interesaba bastante en él. Sasuke lo llamó para que fuera a saludar, pero Menma no contestó. Le pidió a Orochimaru que lo esperara mientras él iba a buscarlo.

Subió las escaleras en silencio, no muy seguro de saber dónde estaba. Antes de abrir la puerta lo había dejado en su habitación. Jugaba con Naruto y algunos carros. Había hecho en la alcoba un pequeño campo de tiro, donde de un lado tenían los blancos y del otro estaban ellos dos, tirándoles esferas transparentes que hacían las veces de proyectiles. No estaba de acuerdo con ese tipo de juegos, o al menos en la escuela le habían dicho que no debía estarlo. Los juegos bélicos, como ellos los llamaban, incitaban a la violencia y al mal comportamiento. Sasuke no pensaba igual, Orochimaru lo había criado con el gusto hacia las armas, hacia la historia de la guerra y de la ciencia que había envuelto los combates, como el avance de la ciencia iba vinculado a la destrucción humana, a la del hombre por el hombre. Sin embargo, sabía que, si por equivocación Menma llegaba a comportarse de manera mínimamente agresiva en el jardín, corría el riesgo de que lo expulsaran, y a Naruko le había costado mucho obtener un cupo en esa escuela como para que él lo arruinara todo, solo en el primer año.

Se acercó a la habitación, pero el murmullo de una voz que no era la de su hijo, lo hizo detenerse. Se escondió tras la puerta, tratando de escuchar mejor lo que decían, pero le fue difícil descifrar el murmullo débil y agudo de las voces dentro de la habitación. Entró en el cuarto, al hacerlo, encontró a Menma sentado frente a el muñeco. Lo miraba con interés, como si escuchara con atención lo que le decía.

—Te estuve llamando, ¿Por qué no contestaste? Ven a saludar al abuelo.

Menma pareció asustarse por la intromisión de su padre, su cuerpo se tensó y lo miró con los ojos bien abiertos. Sasuke le devolvió un gesto dubitativo. Cuando Menma intentó levantarse el muñeco se cayó hacia atrás, por lo que Menma se devolvió enojado, mientras escupía una maldición.

—¿Dónde aprendiste eso?

—Naruto lo dice todo el tiempo.

Lo tomó por el brazo evitando que pasara a su lado. Antes de salir Menma había dejado el muñeco contra el espaldar de la cama desde donde podía verlo. De repente sintió que su mirada no era tan cálida como la primera vez que lo vio.

—¿Qué quieres decir con que Naruto lo dice todo el tiempo?

Menma guardó silencio, no muy seguro de saber qué responder. Se giró a ver a Naruto y el cuerpo del muñeco se cayó hacia el frente, sin embargo, no parecía como si el peso de su cabeza fuera el culpable, más bien parecía que se había tirado hacia el frente con ese propósito. Menma hizo ademán de devolverse para volverlo a levantar, pero Sasuke lo detuvo.

—Tu abuelo te está esperando, anda.

—No, debo levantarlo, se va a enojar si no lo hago.

Menma luchó con Sasuke tratando de zafarse. En realidad, Sasuke no se molestaría en hacerlo bajar a saludar a Orochimaru, el viejo bien podría subir y hacerlo si quería, pero había algo en su actitud que lo molestaba. Sasuke lo soltó derrotado cuando vio que no se rendiría, lo dejó ir y levantar el muñeco, esta vez lo puso sobre la cama, acomodó cada uno de sus brazos a los costados y entonces bajó a toda prisa las escaleras hasta estar en los brazos de su abuelo.

—Me contó tu papá que tienes un nuevo muñeco, ¿Cómo se llama?

—Naruto —contestó emocionado— sabe mucho de muchas cosas.

—¿Sí? Cuéntame esas cosas que sabe.

Menma negó en un movimiento de cabeza.

—No, no puedo decirlo.

—¿Por qué?

—Me hizo prometer que no diría nada. —Orochimaru le dio un beso en la cabeza y meneo sus cabellos negros— ¿Me puedo ir? Naruto me está esperando arriba.

—Claro que sí. Ve.

El chico salió corriendo escaleras arriba. Sasuke lo dejó pasar a su lado. Subió las escaleras en pasos rápidos y ágiles hasta que desapareció en la planta superior.

—¿Hace cuánto trajiste al muñeco?

—Una semana. Lo compré en una tienda de segunda mano, la chica que me atendió dijo que se lo habían devuelto varias veces, no pregunté porque, imagine que se trataba de algún defecto de fábrica o algo parecido. ¿crees que haya algo malo?

—Bueno, cada vez que vengo Menma baja corriendo las escaleras. —comenzó Orochimaru—. Sabe que siempre le traigo un regalo y esculca la maleta o mis bolsillos. Hoy no lo hizo, a pesar de que traía algo para él.

De su bolsillo interior en la chaqueta sacó un muñeco de pelos largos, no más grande que el tamaño de su mano, que dejó sobre la mesa al lado del sofá, dándole a Sasuke la instrucción de entregárselo más tarde. Continuaron conversando de otras cosas, dejando el asunto del muñeco de lado. Horas más tarde, Orochimaru tuvo la oportunidad de conocer a Naruto. Cuando lo llamaron a comer, él bajó con el muñeco en brazos. Lo acomodo a su lado, en una de las sillas del comedor. Frente al muñeco estaba Orochimaru y del otro lado Sasuke. Orochimaru de un modo amable con Menma tomó entre sus manos las del muñeco y se presentó. Menma sonrió complacido, y fingió darle bocado al ser inanimado a su lado, que a duras penas sobresalía en la mesa.

—Da un poco de miedo. —le dijo Orochimaru a Sasuke antes de irse y él pensó que sí, que daba un poco de miedo.

 

IV

 

Cerró la pantalla de su portátil con la intención de ir a casa por un largo tiempo. «¡Vacaciones!» Pensaba emocionado. «Por fin vacaciones» Fue a casa lo más rápido que pudo, les esperaban quince días de descanso, sin llamadas por parte de sus clientes y sus jefes, sin niñeras acosándolo, ni fechas de entrega. Solo los dos, Menma y él. Bueno y Orochimaru también.

Había alquilado desde días antes una pequeña cabaña donde pasar las vacaciones, tenía una pequeña piscina donde nadar con Menma sin muchos riesgos y el espacio suficiente para jugar con él. Al llegar lo buscó por todos lados, la niñera le dijo que estaba en su habitación antes de irse —también eran vacaciones para ella—, pero no lo encontró. Buscó debajo de la cama y dentro del armario, lo llamó por su nombre varias veces, pero no obtuvo respuesta. Sintió su pecho contraerse y la garganta seca, necesitaba encontrarlo pronto, los peores escenarios aparecieron en su cabeza uno tras otro poniéndolo aún más nervioso conforme pasaban los minutos.

—¡Menma! —volvió a llamarlo.

De pronto escuchó unos pasos pequeños bajando a toda prisa por la escalera. Salió de la habitación con la intención de darle alcance. Al asomarse por la escalera lo vio, llevaba de la mano a Naruto, casi arrastrándolo por el suelo, mientras iba de camino a la cocina. Sonrió aliviado, tranquilo de saber que estaba en casa, sano y salvo. De repente escuchó algo caerse en la cocina. Asustado bajó con urgencia, saltando de dos en dos los escalones hasta la cocina. Naruto estaba sentado sobre el mesón. Al entrar fue lo primero que vio, estaba de frente a la puerta, como si esperara que él entrara, fue inevitable no verlo a los ojos, esos hipnotizantes ojos azules. Entonces vio a Menma a un lado del mesón, parecía estar escondiéndose, pero pronto se dio cuenta que estaba inconsciente, al parecer la olla con la comida se había caído sobre él. Lo levantó y juagó su cabeza debajo del grifo, entonces Menma abrió los ojos, como si el agua fría lo hubiera traído en sí, le secó la cabeza con una toalla de cocina y lo colocó sobre el mesón, al lado de Naruto, que se fue de costado. Menma en un acto reflejo lo sujetó por la mano y con delicadeza lo volvió a poner a su lado. «¿Cómo fue que esto pasó?» se preguntó, luego de repasar la escena en su cabeza. «¿Dejó el muñeco sobre la mesa y luego se echó la comida encima. No… el muñeco?». Ya eran tres semanas desde que lo trajera a casa. Menma había dejado de hablar, se había vuelto incluso mucho más independiente que antes, haciéndolo todo por sí solo, una mañana incluso lo había visto servirse solo el cereal. Y eso, eso lo tenía triste, no quería un hijo que fuera una máquina capaz de hacerlo todo solo, lo hacía sentirse mucho más inútil que antes.

Esa tarde, luego de terminar de empacar las maletas para el viaje y de dejar todo acomodado en el auto, vieron una película en su habitación. Una que no habían visto si no diez veces antes sin que dejara de ser divertido.  Menma se durmió recostado en sus brazos, mientras sostenía con fuerza al muñeco rubio entre sus manos. Pensó en quitárselo, alejarlo de él por lo menos mientras dormían. Tampoco quería llevarlo a su cama y alejarse de él. Tomó el muñeco por uno de sus pies y lo arrojó a un lado de la cama. Arropó y abrazó a Menma contra su cuerpo quedándose dormido.

Sentía calor, un sudor frío pegándose en su frente. Se despertó de forma torpe, aún estaba oscuro. Alejó un poco el cuerpo de Menma para poder prender la luz, al hacerlo noto el sudor perlado cubriendo el rostro de su hijo. Lo limpió un poco con la sábana e intentó tomar su temperatura, sin que le pareciera que estaba fuera de lo normal. Se rascó las sienes tratando de conciliar el sueño de nuevo. Dio media vuelta con la intención de volver a apagar la lámpara que antes había prendido. Sintió quedarse sin aire, como si su pecho se hubiera contraído, sin saber muy bien cómo volver a palpitar. De un tortazo lanzó el muñeco al otro lado de la habitación. Seguía respirando con dificultad. Estaba seguro de haberlo arrojado al suelo luego de hacer que Menma lo soltara, pero en cambio, al darse la vuelta con la intención de apagar la luz, estaba ahí, justo a su lado, sentado en una posición muy recta para tratarse de un muñeco de trapo. «Maldición» pasó saliva, no muy seguro de si era el momento de apagar la luz. Se regañó a sí mismo por sentir miedo como un chiquillo, así que cerró los ojos y apagó la luz atrayendo de nuevo el diminuto cuerpo de Menma hacía el suyo, abrazándolo con fuerza sin dejar que el sudor le incomodara.

Menma se despertó antes que él. Lo sintió encima suyo con la intención de pasar al otro lado.

—¿Dónde está?

Lo escuchó murmurar para sí, se oía malhumorado, como si fuera a llorar, un tanto angustiado. Fingió que seguía dormido, a la expectativa de lo que iba a hacer, hasta que finalmente lo meció con fuerza, buscando despertarlo.

—Pá. No lo encuentro.

—¿A quién?

—Naruto, no está, se va enojar si no estoy con él. ¡Ayúdame a encontrarlo!

—De pronto se cayó al suelo. ¿ya miraste ahí?

—Sí, no está ahí.

¿No estaba? Lo había tirado al otro lado de la habitación luego del susto que le había dado, se supone que debía estar al pie de la puerta, allí había caído. Pero tal como decía Menma no estaba ahí, ni en ningún otro lado de la habitación, como lo había comprobado después de levantarse. Volvió a mirar a Menma que estaba por romper en llanto. Sin embargo, pensó que lo mejor que les podía pasar era que el muñeco no apareciera.

Trató de tranquilizarlo, lo llevó hasta su cuarto y le ayudó a elegir lo que se pondría para iniciar el viaje. Solo faltaban un par de horas para que salieran. Se bañaron juntos, uno después del otro, Sasuke aprovechó la oportunidad para ayudarlo a vestir, para amarrarle los zapatos y peinarlo, pero Menma no dejó de sentirse triste, angustiado, nervioso.

Bajaron las escaleras con la intención de comer algo antes de irse. Allí estaba, sentado sobre el sofá, con ambas manos sobre las piernas, con la vista hacia la puerta principal. Menma apretó con fuerza su mano, Sasuke le devolvió el gesto, igual o incluso más asustado.

—Es un clima cálido, y se va a estropear, podría ocurrir un accidente y se podría caer en la piscina, lo mejor sería dejarlo, estará a salvo en tu habitación. —seguía repitiendo.

Menma tenía de nuevo entre los brazos al muñeco de carita sonriente y ojos azules, sin intenciones de soltarlo. Luego de encontrarlo en la sala lo había llevado al comedor con él, lo había sentado a su lado como se había vuelto su costumbre hacerlo, y comió junto a él. Sasuke seguía viendo el muñeco, incrédulo de que eso estuviera pasando, entonces las palabras de la dependienta tomaron sentido en su cabeza, pero su raciocinio no le permitía aceptarlo. Por fortuna no se iban solos de viaje, Orochimaru iba con ellos, y él haría que sus pensamientos volvieran a estar en el plano del raciocinio.

No hubo forma de hacer que Menma cambiara de opinión, incluso hubo una discusión cuando le dijo que debía sentarlo en la parte de atrás porque su abuelo se sentaría en el asiento del copiloto. Sus cachetes se inflaron enojados, miró el muñeco sentado a su lado en la parte trasera del auto y se encogió de hombros, como haciéndole saber que no era culpa suya. Llegaron pronto a casa de Orochimaru. Él no era su padre, lo llamaban abuelo porque era quien lo había cuidado de niño —y porque para Menma por pronunciación le era más sencillo decirle abuelo que padrino—, era quizás, el único que había estado con él en cada una de las ocasiones importantes en su vida. Que fuera un hombre respetable siempre quedaba en discusión, lo que no venía al caso. Se subió al vehículo en silencio, y luego de varios kilómetros se sintió hastiado.

—¿Vamos a un funeral? —preguntó.

Sasuke que iba concentrado en la carretera se giró a verlo con el ceño fruncido. 

—¿De qué hablas?

—Menma ¿Por qué no cantas una canción? —le dijo al pequeño que mecía los pies en la parte de atrás— ¿Cuál te sabes? —Menma estaba a punto de quedarse dormido, así que al escuchar las palabras de su abuelo se rascó los ojos y dio un gran bostezo—. ¿A Naruto le gusta cantar?

Sasuke dio un jalón hacía la izquierda con el auto, como si hubiera perdido el control de repente. Vio por el retrovisor que Menma abría los ojos emocionado, como si la respuesta a la pregunta del abuelo fuera afirmativa. 

La noche serena va a llegar —empezó Menma a tararear, moviendo la cabeza de un lado al otro— ttebayo… ttebayo, no vayas a llorar si el muñeco roto vez llegar, ttebayo… ttebayo, recógelo del suelo o te va a asustar, ttebayo… ttebayo…

—Es suficiente —le ordenó Sasuke mientras se detenía a un lado de la carretera, Menma se quedó en silencio de inmediato— ¿Dónde escuchaste esa canción?

Menma no contestó, se cruzó de brazos enojado por no poder terminar la canción. El muñeco a su lado tenía la cabeza hacia la ventana, pero a Sasuke le pareció que lo miraba detenidamente.

—¿Qué está pasando? —preguntó Orochimaru un poco desconcertado por no entender lo que acababa de pasar. Había sentido los pelos de sus brazos erizarse al escucharlo, aun sin música de fondo pudo imaginar la sonata tenebrosa de piano en el aire— ¿Sasuke?

—Te lo contaré más tarde.

 

V

 

El clima caluroso no ayudó a mejorar los ánimos. Menma bajo corriendo del auto, con Naruto entre sus brazos y fue hasta la parte trasera de la casa donde estaba la piscina. Sasuke lo vio irse y lo dejó hacerlo, pendiente de que se mantuviera en la orilla y no tuviera que ir corriendo por él. Respiró hondo cuando terminó de entrar todo lo que había llevado, esperando no haber olvidado nada. Orochimaru estaba en la cocina buscando entre las alacenas algo, pero no fue sino hasta que buscó entre la nevera que encontró lo que buscaba, sacó entres sus manos una botella de vino tinto, dando un silbido. Se la mostró a Sasuke en lo alto. Le había dicho a Shikamaru, su compañero en el trabajo y dueño de la casa, que no dejará alcohol por ahí, un científico loco y alcohol no era una buena combinación, menos si había un niño y un muñeco loco de por medio. Se tiró en el sofá. «espera… no sería tan malo» se dijo. Si Orochimaru estaba asustado por el muñeco lo partiría en pedacitos y ese sería el fin de la historia. Menma lo odiaría el resto de su vida, pero el viejo podría lidiar con eso

Pero entonces pasó, lo que había temido unos minutos atrás antes de que se relajara en el sofá. Un chapuzón de agua se escuchó, Orochimaru que buscaba con que destapar la botella la dejó sobre la mesa y corrió al lado de Sasuke. «Soy un idiota, un idiota» se repetía con furia dando cada zancada hacia el patio trasero. Al llegar vieron a Menma sentado en la orilla, completamente seco. En el agua estaba Naruto, flotando boca abajo.

Sasuke lo abrazó con fuerza, pero Menma luchaba por soltarse. Estaba llorando, el pequeño cuerpo entre sus brazos temblaba con fuerza.

—¿Qué pasó? —le preguntó, pero Menma no era capaz de articular palabra.

Orochimaru se arrodilló en la orilla y se estiró hasta alcanzar el muñeco. Su pelo largo alcanzó a tocar el agua y mojó su pecho cuando se enderezó con el muñeco en las manos. Estaba empapado, el trapo en su interior se había mojado por completo, por lo que lo dejó sobre una silla de playa con la intención de dejarlo secar bajo el sol.

Sasuke entró en la casa con Menma en brazos, Orochimaru los siguió. Al entrar prendió el aire acondicionado y buscó un helado para darle. Luego de unos minutos se calmó.

—¿Vas a decirme que paso? —le preguntó Sasuke en un susurro.

—La canción… no debes cortar la canción.

—¿Él se enoja si lo haces? —Menma movió la cabeza de forma afirmativa, Orochimaru arrugó el gesto, sin entender de que estaba hablando—. ¿Sabes que no puede hacerte daño, cierto? Yo estoy aquí para cuidarte.

—No quiere hacerme daño a mí.

Cuando Menma estuvo tranquilo se bajó por sí mismo del mesón donde su padre lo había subido. Corrió hasta sus cosas que aún estaban a un lado de la puerta, cuando encontró la maleta con sus juguetes la regó en el suelo y empezó a jugar.

—¿El nombre del muñeco es Naruto verdad?

—Sí —contestó Sasuke, sin entender su relevancia.

Se quedaron en la cocina desde donde podían observar a Menma, desde la ventana también podían ver el cuerpo de Naruto sobre la silla. Sasuke sabía que la razón por la que Menma no iba corriendo en su búsqueda era porque estaba mojado, y porque no estaba tirado en cualquier parte, al parecer al estúpido muñeco le gustaba estar en una posición cómoda. Orochimaru finalmente consiguió servirse una copa de vino, sirvió una para Sasuke también y se la ofreció. Sasuke quiso negarse, pero la verdad era que lo necesitaba. Mientras bebían Orochimaru empezó a buscar en su celular. Hasta que, al parecer, encontró lo que buscaba.

—Naruto, ya decía yo que ese nombre me sonaba de algún lado.

—Explícate.

—Claro, mira. Es una leyenda japonesa. Se dice que antiguamente existían criaturas increíblemente poderosas, que masacraron y destruyeron ciudades enteras, pero eran como fantasmas que iban y venían sin que nadie pudiera hacer nada. Un día aparecieron unos sacerdotes capaces de invocarlos, predecían cuándo y dónde iban a aparecer y entonces los invocaban antes en una tierra inhóspita y así entorpecían su llegada. Pero los humanos no somos eternos, al contrario de estas criaturas, cuando los sacerdotes empezaron a morir, fue más difícil controlar sus apariciones.

—¿Acabas de leer todo eso?

—No, cuando escuché que tu muñeco se llamaba así, se me hizo familiar. Había escuchado esta historia antes. Presta atención, no interrumpas. —Sasuke lleno ambas copas de vino, mientras Orochimaru revisaba el contenido del artículo en su celular—. Cuando los sacerdotes empezaron a morir tuvieron que buscar una nueva forma de contener la criatura. —Orochimaru levantó la vista para verlo a los ojos, un poco impactado por lo que estaba a punto de decir—. Empezaron a invocarlos en niños, dentro de los niños, descubrieron que una vez dentro no tenían forma de salir. El poderoso espíritu de un niño, contra el increíble poder de una criatura extraña.

—¿Qué tiene eso que ver con Naruto?

—Nueve monstruos, nueve niños, nueve nombres, uno de ellos es Naruto. Aquí están los demás, pero quien importa es él. Al parecer fue duramente rechazado por la comunidad en la que vivía, ya sabes lo que suele pasar. Fue golpeado; apaleado; rechazado de todas las formas en las que te puedas imaginar. Es difícil que un niño que vive en estas condiciones termine bien. 

—¿Qué pasó entonces?

—Los sacerdotes se dieron cuenta que, si los niños morían, el mal era liberado, así que antes de que cumplieran la mayoría de edad, y se volvieran lo suficientemente fuertes para intentar escapar, los asesinaban y escogían un nuevo niño, un nuevo contenedor. —Orochimaru bebió el contenido de su copa de un solo sorbo—. Esto es macabro hasta para mí. Naruto escapó antes de cumplir la mayoría de edad. Cuando los sacerdotes lo encontraron estaba moribundo, los aldeanos habían estado a punto de matarlo, sin saber lo que les esperaba si lo hacían. —Hizo una pausa, luego de que Menma estrellara uno de sus carros contra el suelo de cerámica y la estancia se llenara del sonido— no tenían preparado un cuerpo para reemplazarlo.

—Así que lo convirtieron en muñeco. —Terminó Sasuke— ¿Por qué crees que se trata del mismo Naruto?

Orochimaru entonces le dio media vuelta al celular y le mostró lo que había en su pantalla. Una foto a blanco y negro de un niño de no más de doce años, cabello claro, con cicatrices en el rostro, la ropa desecha, al lado de otros ocho niños en las mismas condiciones.

—Es imposible que exista una foto de ellos, según la época de la que hablas.

—No es una foto. Es un dibujo, encontrado en un templo que derrumbaron hace poco. Es un muy buen trabajo si me lo preguntas.

—Sí, una muy buena leyenda urbana. Esperaba que fueras la voz de la razón en esto, no que me dijeras que el muñeco de mi hijo es en realidad un niño que murió por una injusticia hace cientos de años.

—Solo quería contarte la historia de su nombre. La ciencia no puede existir sin la fantasía, deberías saberlo.

—Sí, pero esto no es ciencia. Algo está pasando, necesito saber si tengo motivos para preocuparme.

—Deshazte del muñeco.

Menma se levantó de golpe y corrió hacia el patio. Sasuke lo vio hacerlo, pero no fue tras él, consciente de lo que estaba por hacer. Lo vio tocar el muñeco, comprobando si su cuerpo se había secado, lo alzó y lo sostuvo en sus brazos con la espalda hacia el sol, sentándose en la silla, no faltó mucho para que se quedara dormido. ¿Deshacerse del muñeco? Menma se pondría muy mal si lo hacía, lo odiaría por eso. Pero todavía seguía sin poder darle una respuesta en su cabeza al porqué de todo. ¿Qué era lo que estaba pasando? Naruto había ido de un lugar a otro sin que nadie lo moviera. Que Menma le diera una voz era algo que podría explicar, como si se tratara de un amigo imaginario, las palabras aprendidas, su comportamiento, incluso la estúpida canción podía ser fácilmente explicadas. ¿Pero cómo explicar que se moviera por sí solo?

 

VI

 

El sonido proveniente de fuera de la habitación se asemejaba al granizo cayendo sobre tejas de plástico.  Pero no era granizo, eso lo supo al asomarse a la ventana y ver que la noche era más clara que nunca. Volvió a la cama y permaneció sentado en ella.  En ocasiones el sonido era fuerte y claro, como si justo pasara frente a su habitación, luego se escuchaba lejano y disperso.  Miraba con atención el filo de la puerta a la expectativa de encontrar una sombra, pero fuera de la habitación no era más que penumbra. De repente la vibración de su celular sobre la mesa de noche lo asustó.  Lo tomó entre sus manos y encontró un mensaje de su mentor «Dime que estás jugando con piedras en la casa» decía el texto. «No, —contestó— esperaba que fueras tú» tecleó de vuelta. No obtuvo respuesta.  Podía imaginar a Orochimaru sentado en la cama en la misma posición que él. Sabía que se estaban dejando sugestionar por lo que había pasado hasta ahora, por la canción y las palabras de Menma, y en un inicio se había pensado loco, pero no podía ser que dos personas tuvieran la misma alucinación auditiva. 

Levantó la mirada asustado cuando escuchó algo golpear contra su puerta.  Sostuvo la respiración por unos segundos hasta que el golpe se repitió.  Era un sonido fuerte y seco, como si un objeto pesado estuviera cayendo sobre su puerta.  Se levantó enojado, pensando que no era posible que se estuviera permitiendo sentirse asustado, no, no él. Abrió de golpe la puerta a la expectativa de lo que encontraría al otro lado.  Pero no había nada.  Ni un objeto caído, ni un muñeco diabólico tratando de asustarlo. Sintiéndose como un idiota intentó dar media vuelta y volver a su cama, más volvió a escuchar el mismo sonido esta vez proveniente de la habitación de Menma. Se movió lo más rápido que pudo sin llegar a correr. Frente a la puerta del pequeño no había nada. El ruido que había estado escuchando toda la noche finalmente se detuvo. Antes de abrir vio a Orochimaru salir de su habitación de camino hacia él. Lo esperó y solo cuando estuvo a su lado abrió la puerta. Menma estaba dormido, todo estaba en silencio y aparentemente tranquilo. Aparentemente, porque Naruto estaba sentado al borde de la cama, con la mirada hacia la puerta, de nuevo en una postura demasiado recta para un muñeco de trapo, con ambas manos sobre el regazo y la sonrisa mirándolos. Ambos permanecieron en silencio, esperando que el muñeco se moviera o que el ruido volviera a iniciar, pero por unos instantes nada paso. Estaban dispuestos a dar la vuelta y volver cada uno a su habitación cuando el muñeco cayo de frente sobre el suelo. «recógelo del suelo o te va a asustar, ttebayo…» Sasuke recordó el trozo de canción y en un auto reflejo lo tomó por el brazo levantándolo del suelo. Evaluó sus opciones, por una parte, podía dejarlo de nuevo al lado de Menma y dejar de lado las ridículas ideas en su cabeza, o, ir y desecharlo en la laguna más cercana. Miró a Orochimaru con la esperanza de que compartiera sus pensamientos, pero el mayor no se atrevió a opinar, dispuesto a dejarle tomar a él solo la decisión. Sasuke se acercó a la cama y le dio un beso en la frente a Menma antes de salir de la habitación con Orochimaru a su lado.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó en un susurro.

—Lo dejare en mi habitación esta noche, si algo raro ocurre, mañana me ayudas a incinerarlo en el patio —respondió, meciendo el muñeco de un lado al otro con su mano.

Al cerrar la puerta de la habitación dio un fuerte suspiro. El muñeco inanimado se desgonzó de lado cuando intentó sentarlo en un sofá dentro de la alcoba. Enojado le pidió en voz alta mientras apretaba los dientes, que por favor le ayudara, entonces el muñeco se mantuvo derecho con la espalda contra el espaldar del sofá, y ambas manos a los costados.

—¿Por qué no puedes ser un muñeco bueno? —le pregunto Sasuke a Naruto pasando las manos sobre sus cabellos desorganizándolo.

Naruto no contestó, por fortuna, de lo contrario lo habría tomado y lo habría derretido en el fogón de la cocina. Sin embargo, Sasuke no se sintió capaz de apagar la luz de la lampara sobre la mesa de noche. El sonido de las aspas del ventilador sobre su cabeza generaba un silbido molesto, que se amplificaba con cada segundo que mantenía la mirada en ellas. Se sintió mareado, tal vez por intentar que sus ojos igualaran la velocidad con las que las aspas giraban, pero era que se sentía incapaz de retirar la vista del techo. Sí por equivocación, llegaba a mirarlo y Naruto tenía la mirada hacía él, no sabría que reacción tomar, pero sin duda no se arrepentiría por gritar. Finalmente, y sin darse cuenta se quedó dormido, ayudo a que una vez Naruto estuvo en su radar, los ruidos se detuvieron del todo.

Notas finales:

Espero lo disfrutaran, pronto el segundo capitulo y final de esta historia, no olviden dejarme sus valiosos comentarios. Abrazos. 


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