Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

A ti mismo por OlivierCash

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Touken Ranbu no me pertenece, se trata de un juego desarrollado por Nitroplus y DMM Games; además, este fanfic se encuentra basado en el anime Katsugeki/Touken Ranbu del estudio Ufotable.

Pese a sus grandes habilidades para el combate, si alguien le diera a elegir, preferiría mil veces la calma que reinaba en la ciudadela a las cruentas batallas que ha vencido y vencerá. Sus días en los que la juventud y los ánimos propios de esta corrían por sus venas, hacia ya siglos que quedaron atrás. Si bien no podía negarse a si mismo su poder del que no era posible prescindir en una situación como la que vivía y por ello, siempre estaba dispuesto a derrotar a cuantos enemigos fuera necesarios. Mas, para su fortuna, su misión ya había acabado permitiéndole volver a su habitación, donde tenía la certeza de que alguien le estaría esperando.

 

La Primera Unidad se encontraba caminando pos los pasillos de la Ciudadela después de haber cumplido con éxito la última misión que les había sido encomendada. Además tuvieron tiempo para despedirse de los de la Segunda Unidad, los cuales se dirigieron a cumplir su propia misión.

 

—Honebami —el aludido se giró un momento para mirar a Higekiri, quien lo había llamado—. Después de las misiones, solemos ir a beber y comer algo juntos, puedes venir si quieres.

 

El nuevo miembro de la Unidad asintió un tanto cohibido, era obvio que se sentía intimidado con sus nuevos compañeros. Si bien ellos no podrían tener ninguna queja sobre él pues se había esforzado para cumplir su trabajo a la perfección. Algo que sin lugar a dudas, había logrado. Honebami miró al resto de sus compañeros, los cuales le asintieron, algunos más sonrientes que otros. Incluso Yamanbagiri cedió, para sorpresa de Honebami.

 

—Bueno, solemos ir todos juntos menos Mikazuki —matizó Oodenta con buen humor—. Él tiene que correr a los brazos de Kogitsunemaru siempre que volvemos de una misión.

 

Mikazuki notó como Honebami lo miró extrañado, sin saber que pensar sobre las palabras de Oodenta. Mientras Higekiri y Hizamaru asintieron sin un ápice de duda las palabras de Oodenta. Seguramente si Yamanbagiri no hubiera sido alguien tan tímido, hasta él habría mostrado lo de acuerdo que estaba al respecto.

 

—Son unos brazos agradables en los que estar —matizó Mikazuki con su eterna sonrisa adornando su rostro—. Pero no siempre voy con él cuando volvemos de una misión—se defendió.

 

—¿Eso significa que vas a venir con nosotros a tomar algo? —preguntó Oodenta extrañado.

 

—No, la verdad es que tengo pendiente pasar el rato en los brazos de Kogitsunemaru.

 

El resto de la Unidad decidió fingir que ignoraban esa conversación, aunque Mikazuki conocía lo suficiente a los demás miembros como para saber que Higekiri e Hizamaru estarían escuchando para luego cuchichear sobre el tema. Mientras, Yamanbagiri al tener el oído en perfectas condiciones los escucharía aunque no quisiera. Y Honebami por vergüenza intentó fingir como que no se enteraba, por muy colorado que se pusiese.

 

—A veces no sé cómo lo hacéis para pasaros el día juntos sin cansaros el uno del otro —dijo Oodenta.

 

Mikazuki soltó unas cuantas carcajadas ante ese comentario, para al poco despedirse de sus compañeros deseándoles una agradable velada. Oodenta le deseó lo mismo utilizando un tono que avergonzó a Yamanbagiri y Honebami.

 

Al entrar a su cuarto pudo ver a aquel que siempre lo esperaba tras una misión, tumbado sobre el tatami, apreciando el riachuelo que cruzaba la ciudadela. Podía presumir que su cuarto contaba con unas vistas privilegiadas del mismo.

 

Sabía que Kogitsunemaru ya era consciente de su presencia, pues tenía un oído muy bueno; sin embargo, este no había hecho ningún ademan por moverse. Kogitsunemaru continuó tumbado, observando las vistas bastante tranquilo, algo común en él cuando estaban juntos. A lo mejor él era quien sabía mantenerlo así, pues nadie podía negar que Mikazuki era quien mejor lo conocía.

 

Al ver que no le decía nada, decidió acercarse con la calma y majestuosidad que tanto lo caracterizaban, sentándose sobre sus rodillas a poca distancia de Kogitsunemaru. Miró al otro, quien continuó tumbado utilizando su brazo derecho como una especie de almohada. improvisada Mikazuki extendió su mano para darte un suave toque en la pierna, llamando así su atención, o más bien impidiendo que el otro continuara ignorándolo. Luego, llevó su mano a su regazo dándose unos golpecitos que Kogitsunemaru decidió obedecer, pues se incorporó y giró para acabar colocando ahí su cabeza.

 

Debido a que entró en ese cuarto y Kogitsunemaru no hizo ningún ademán por recibirle, sumado a que no le había traído comida. Para Mikazuki esto supuso unas claras evidencias de que algo molestaba al otro. Así que comenzó a acariciarle con calma y cariño detrás de esos mechones de cabello blanco que hacían las veces de orejas. Algo de lo que Kogitsunemaru disfrutaba, como se pudo observar en lo pronto que se relajó.

 

—Siento no haberme podido despedirme de ti en condiciones —se disculpó con una de sus tranquilas sonrisas, mientras no paraba de acariciarle las orejas a Kogitsunemaru—. Ya sabes cómo soy, lo del tiempo lo llevo fatal y no lo calculé nada bien. Aunque te compensaré —prometió, pues pasar tiempo con Kogitsumaru no era algo que le resultara desagradable—. Y quiero que sepas, que para mí pasar el tiempo contigo es algo que me resulta muy importante —apuntó, recordando lo que Kogitsumaru le había dicho a Izuminokami Kanesada cuando esté los interrumpió antes de su misión.

 

—No estoy molesto por eso —aclaró Kogitsunemaru un tanto evasivo, pero conforme por las caricias que estaba recibiendo—. ¿Qué tal fue la charla?

 

—Esclarecedora —pudo notar la duda en su compañero—. Digamos que despejó algunas de las dudas que tenía sobre Izuminokami Kanesada y me permitió comprender mejor las decisiones del maestro —dejó de acariciar las orejas de Kogitsunemaru, para pasar a pasar sus dedos entre el largo pelo de este— Creo que puede ser un mejor comandante de lo que supuse en un principio.

 

Kogitsuneramu soltó un “ajá” al respecto sin aportar nada más a la conversación. A decir verdad, Mikazuki sabía que su acompañante no era alguien que le dijera muchas palabras sobre esos temas, si bien siempre estaba dispuesto a escuchar todo lo que tuviera que decir. El que Kogitsunemaru siempre escuchara lo que tenía que decir fue algo que a Mikazuki le agradaba, pues él mismo pasó gran parte su vida escuchando muchas conversaciones desagradables en las que nada pudo aportar. Aunque prefiriera mil veces las conversaciones en las que ambos participaban.

 

—¿Por qué no me dices que te pasa conmigo y así lo hablamos? —pidió Mikazuki, sin dejar de peinar con sus dedos los cabellos del otro—. No me agrada verte así conmigo.

 

El de pelo blanco soltó un suspiro, tras el que se incorporó para quedarse sentado junto a Mikazuki, quien tuvo que apartar su mano del pelo del otro o de lo contrario la acción habría acabado con quejidos por parte de Kogitsunemaru, a quien no le gustaba que le estiraran del pelo. Kogitsunemaru se sentó sobre sus rodillas junto a Mikazuki, a quien no dejó de mirar.

 

—He estado pensando sobre un asunto que me inquieta mientras estabas fuera —dijo con una mirada muy seria, algo extraño en él.

 

—Eso explica el olor a chamusquina —bromeó Mikazuki, quien se arrepintió al ver la mueca que le decido el de pelo blanco—. Lo siento, sólo quería relajar un poco el ambiente, está demasiado tenso para mi gusto.

 

—Mikazuki —reprendió un tanto inquieto—. ¿Has estado recomendándole al maestro que no me mande a ninguna misión? Desde que trabajamos por unidades las cosas han cambiado un poco, pero incluso así el maestro manda pequeños grupos de dos personas cuando se trata de cosas más nimias y yo soy el único que no ha ido todavía a ninguna de esas misiones.

 

El tiempo acabó provocando que Mikazuki fuera alguien difícil de sorprender, pero incluso Kogitsunemaru había logrado sorprenderlo pocas veces. Esa fue una de ellas.

 

—¿Qué te hace pensar eso?

 

—Que cuando no estas en una misión, estas conmigo y te conozco.

 

El mayor no pudo evitar reírse ante esa situación tan estúpida. Quién le iba a decir a él que alguien llegaría a conocerle hasta esos niveles, era algo espeluznante. Cuando Kogitsunemaru llegó a la Ciudadela, sintió una inmediata atracción por él debido a distintas razones, como por ejemplo que fueron forjados por la misma persona.Esa atracción fue creciendo y evolucionando hasta la relación que tenían esos momentos. Y en todo ese recorrido, no se percató de cuan cercanos se estaban volviendo. Él se sabía alguien implacable en combate, pero en su día a día había cosas que aún podía cogerlo desprevenido. Sin duda, prefería mil veces estar con Kogitsunemaru a tener que enfrentarse a enemigos sin gracia.

 

—Tienes razón pequeño zorro, me he encargado de que el maestro no te asigne misiones.

 

Sabía que ese hecho no le haría ninguna gracia a Kogitsunemaru, pero mentirle tampoco era una opción válida.

 

—¿Por qué?

 

Esa era una buena pregunta a la que no sabría si podría contestar con total sinceridad, ya no solo para Kogitsunemaru, sino para consigo mismo.

 

—Si te preocupa que lo haga porque tu naturaleza de zorro a veces puede resultar un tanto violenta o imprevisible, no es por eso —dijo, notando como el otro soltó con algo de calma el aire que había estado reteniendo—. Mas no voy a negar, que la magia que atraes puede resultar un tanto molesta, pues acaba sacándote de tu misión. Kogi, eres un contrincante formidable, pero allá donde vas la magia te persigue, pudiendo poner en peligro a tus compañeros o a ti mismo.

 

Mikazuki esperó un respuesta ante esas palabras, por lo que miró a Kogitsunemaru con detenimiento. Este se encontraba apreciando las vistas con esa calma de la que solía hacer gala cuando estaba a su lado. Si hubiera sido por él, Mikazuki habría recorrido la distancia que los separaba para abrazarse o cualquier otra cosa, sin embargo, en ese momento en particular, eso estaba en manos del otro.

 

—Haremos un trato —dijo por fin Kogitsunemaru con una aura de calma que lo rodeaba—. Tú hablarás con el maestro, pidiéndole que me encargue alguna misión y yo a cambio te contaré aquello que hace tiempo que quieres saber.

 

No se esperó que Kogitsunemaru se mostrara dispuesto a una negociación y sinceramente, no podía saber si él mismo estaría dispuesto a aceptarla. De todas maneras le sonrió con esa enigmática sonrisa que tanto lo caracterizaba, por lo menos dejaría que intentara convencerlo. Además sintió autentica intriga por aquello que el pequeño zorro estaba dispuesto a contarle, pues si era lo que pensaba, se temía que tendría que dar su brazo a torcer.

 

—¿Qué estás dispuesto a contarme?

 

—Mi historia —respondió Kogitsunemaru—. Aquello que pasó conmigo.

 

Lo que se temía. Más de una vez le había insistido al otro para que le contara aquello que tanto le intrigaba. Si bien conocía a la perfección la historia de la forja, ya que fueron forjados por el mismo hombre y esa historia no era precisamente un secreto; no tenía ni idea de lo que le ocurrió una vez su pista se fue volviendo difusa. Sumado a que por culpa de la implicación sobrenatural en la forja de Kogitsunemaru, mucha gente llegó a dudar que fuera real. Y por mucho que le avergonzara admitirlo, con el paso de los siglos incluso él comenzó a poner en duda la existencia de esa espada que tanto le hacia suspirar. Pero el paso del tiempo actúa siempre de manera extraña, especialmente cuando uno es una tachi.

 

Mikazuki miró a Kogitsunemaru y no pudo evitar que se le escapara una carcajada por la situación en la que él mismo se había metido. Podría ser una de las cinco grandes espadas de Japón, podría ser la espada más poderosa de la Ciudadela, pero Kogi era capaz de desarmarlo de una manera que le provocaba miedo. Fue a hacerle un gesto, proponiéndole que se volviera a tumbar sobre su regazo, sin embargo antes de hacerlo, vio como Kogitsunemaru le ofrecía un peine dorado. Aquello le agradó mucho más lo que tenía planeado.

 

—Nunca dejará sorprenderme lo mucho que te cuidas el pelo —comentó Mikazuki, aceptando el peine dorado.

 

Por su parte, Kogitsunemaru le dio la espalda a la vez que se le acercó un poco, buscando que a Mikazuki le fuera más sencillo peinarle. Mikazuki no tardó mucho en ponerse a peinar a Kogitsunemaru, algo que ni mucho menos era la primera vez que lo hacia.

 

—Hablas como si no te gustara peinarme —reprochó de buen humor Kogitsunemaru, se le notaba mucho más relajado que antes— Entonces, ¿vas a aceptar mi trato?

 

—Primero cuéntame tu historia y luego ya hablamos sobre eso —contestó Mikazuki algo evasivo.

 

—Si te cuento la historia para nada, ¿no estaría derrochando una de mis cartas? —cuestionó Kogitsunemaru totalmente consciente de cuanto ansiaba Mikazuki conocer esa historia.

 

—Si estas deseando contármela.

 

—No, tú eres el que está deseando que se la cuente —concluyó Kogitsunemaru cortando a Mikazuki, quien al no poder encontrar una respuesta elocuente continuó peinándolo—. Te la voy a contar —cedió al fin, para sorpresa de Mikazuki—. Pero que sepas, que lo hago sólo porque confío en ti.

 

Mikazuki asintió sin decir palabra e intentando centrarse en el cabello blanco tan suave y cuidado que estaba peinando. Este desconocía que le acababa de decir a la espada en cuyos ojos podía verse la Luna;la frase que más pavor, indecisión e incomprensión le provocaba.

 

—Conoces bastante de mi historia, más de lo que has admitido delante mio —no fue una suposición, sino una certeza—. Lo sé porque soy más consciente de lo que pasa a mi alrededor de lo que piensas —apuntó—. Por eso iré al grano dándote la respuesta de aquello que tanto tiempo llevas preguntándome: aquello que pasó cuando me alzaron al cielo para alejar una tormenta, algo que no entra dentro de mis habilidades mágicas. Por ello no es de extrañar que el episodio acabara conmigo haciendo la función de pararrayos.

 

Pudo notar como Kogitsunemaru se estremeció, por lo que dejó con reverencia el peine sobre el tatami para colocar su mano sobre el hombro de su pareja. Este se dejó caer hacia atrás, apoyándose sobre el pecho de Mikazuki, aunque para salvar la diferencia de altura, tuvo que dejar parte de su cuerpo tumbado sobre el suelo.

 

A Mikazuki nunca le pasó nada que lo pusiera en peligro o causara auténtico daño, algo que sí parecía haberle ocurrido a Kogitsunemaru. Por su mente comenzó a rondar la idea de que a lo mejor si Kogitsunemaru no le había contado antes la historia, no fue para picarlo o bromear a su costa, disfrutando de lo mucho que le frustraba no saber eso; sino porque era algo que no le gustaba rememorar. Ese pensamiento fue sustituido por una notable ola de culpabilidad.

 

—El rayo me hizo pedazos —se rascó la cara desganado— Incluso ahora, sería capaz de decirte por donde me destrozó —Mikazuki se quedó en silencio, pues sintió que en ese momento, quien tenía que hablar era el otro y no él. De todas formas, pasó sus brazos sobre el pecho de Kogitsunemaru en un abrazo donde puso todo el cariño que le era capaz mostrarle —. Fue doloroso, tanto que me siento incapaz de transmitirlo con palabras, te aseguro que ninguna herida que haya podido recibir se acerca mínimamente a lo sentido en ese momento. En cualquier otro, ese golpe habría sido fatal, en mi caso mi naturaleza me salvó. Cuando estaba hecho pedazos sobre la tierra embarrada, los zorros de Inari me recogieron para llevarme junto a su señor, quien durante mucho tiempo cuidó de mí hasta que aparecí en esta Ciudadela —eso último lo dijo algo más animado, sin embargo se notaba cierto resquemor en su voz por los recuerdos anteriores—. Se dijo que me encontraba en manos de la rama Kujo de la familia Fujiwara, pero dudo que haga falta decir que mintieron.

 

Mikazuki se quedó callado, algo dentro suyo se removió, la historia le había tocado de una extraña manera. Puesto que sus sentimientos por Kogitsunemaru hicieron acto de presencia, mostrándose indignados e incluso furiosos ante la idea de ver al otro destrozado por culpa de un incauto. Era una de las grandes espadas de Japón, la más anciana de la Ciudadela y alguien difícil de vencer en combate. Pero ese pequeño zorro despertaba en él sensaciones extrañas y desconocidas que le resultaban desconcertantes. A lo mejor estaba comenzando a saber lo que era tener debilidades inesperadas.

 

—Hablaré con el maestro —concluyó Mikazuki por fin, tras meditarlo durante un largo rato o más bien darle vueltas todo el rato al mismo asunto— y le comentaré que es posible que estuviera equivocado —no tuvo que verle la cara a Kogitsunemaru para saber lo contento que estaba—. Sin embargo, prometeme que te centrarás en la misión y no en el resto de las cosas que van en tu búsqueda. ¿Te parece bien pequeño zorro?

 

—Sí, me parece bien.

 

Estuvieron un rato ahí abrazados en silencio, observando el paisaje que poco a poco se oscurecía dando lugar a la noche. No tardaría en ser la hora de cenar, si bien no tenían ninguna prisa en moverse de esa cómoda posición. Finalmente, Mikazuki intentó apartar los pensamientos inquietantes que no paraban de rondar por su cabeza. Extendió su mano para pasar la yema de sus dedos por el potente pecho de Kogitsunemaru.A este pareció gustarle ese acercamiento, pues se incorporó un poco, facilitándole el trabajo. Mikazuki apartó momentáneamente las manos de Kogitsunemaru, dejando que este se incorporara quedándose sentado frente a él. Luego se acercó, apartando un poco de la tela que cubría el cuello de su pareja para poder depositar unos primeros besos que poco a poco fueron convirtiéndose en suaves mordiscos. No le fue difícil escuchar los suspiros cargados de satisfacción de su compañero, aunque le sorprendió notar como este de pronto se sobresaltó un poco. Por ello Mikazuki se separó un poco, buscando que podría haberlo hecho reaccionar así, pues que el supiera, ni le había tirado del pelo sin querer o tocado algo que no debiera. Por su parte, Kogitsunemaru se quedó mirando fijamente a un punto de la habitación con sus orejas algo elevadas.

 

—Hay algo ahí, ¿verdad? —preguntó Mikazuki con resignación, a lo que Kogitsunemaru asintió— ¿Es peligroso?

 

—No.

 

No era la primera vez que un yokai o un ser similar los interrumpía, por lo menos en esa ocasión no les había pillado con el asunto más avanzado. A Mikazuki al no poder verlos, le daba un poco igual, de todas maneras si no fuera por Kogitsunemaru, ni se enteraría de su presencia. Pero a su pareja le inquietaba sentirse observado en esos momentos íntimos, algo absolutamente legítimo y comprensible. Si bien eso no quería decir que ese tipo de situaciones le molestaran menos. De todas maneras, se limitó a abrazar a Kogitsunemaru por la cintura para poder atraerlo hacia él y apoyar su cabeza sobre su espalda mientras acababa de hablar.

 

—¿Qué es esta vez?

 

—Es la Zashiki Warashi de la Ciudadela, me suelo cruzar bastante con ella—la susodicha debió comenzar a hablar, pues Kogitsunemaru se quedó callado observando fijamente ese mismo punto en la habitación—. Ahora no deberías estar aquí, por mucho que te guste este cuarto— de nuevo se quedó callado, Mikazuki no supo lo que dijo la Zashiki Warashi, pero por la cara del otro, le hubiera gustado mucho saberlo—, Me da igual que no sea la primera vez que ves algo así, es más, no deberías quedarte mirando este tipo de cosas. Es algo privado y las personas involucradas se molestarían con todo el derecho si se enteraran que las estas observando —de nuevo escuchó lo que la Zashiki Warashi decía—. Vale, pero en serio no te asomes así como así en los cuartos de los demás, tienen derecho a tener algo de intimidad.

 

—¿Ya se ha ido? —preguntó Mikazuki al notar que Kogitsunemaru ya no miraba a ese punto de la habitación.

 

—Sí, ya se ha ido —corroboró para alegría de Mikazuki—. Aunque me ha dicho que Ishikirimaru pronto nos llamará para comer, así que dudo que tengamos tiempo para hacer ese tipo de cosas.

 

—Tenemos todo el día para eso, no pasa nada por esperar un poco más — dijo después de depositar un beso sobre el hombro del otro.

 

Mikazuki no le volvió a preguntar sobre el tema de los yokai, en la medida de lo posible, Kogitsunemaru procuraba no hablar demasiado sobre ellos. Aunque siendo sincero consigo mismo, Mikazuki no sabía hasta que punto podría comprender ciertas cosas que el otro le contara. De todas maneras, lo que en verdad le importaba era poder abrazar a Kogitsunemaru con la única preocupación de que pronto los llamarían a comer. Si se quedaron así sin ponerse más cariñosos fue por no molestar a Ishikirimaru, quien ya se había llevado más de una sorpresa yendo a buscarlos. Las suficientes como para prohibirle terminantemente a Imanorsuguri ir a llamarlos, permitiéndole entrar en el cuarto cuando ya se había asegurado de que todo estuviera en orden.

 

—Mika, antes no te lo he dicho pero eres muy malo poniendo excusas —dijo Kogitsunemaru de tal forma que a Mikazuki no le hizo falta verle la cara para saber cómo era la sonrisa que en esos momentos tenía. Al igual que a Kogitsunemaru no le hizo falta verle la cara de duda que se le puso—. Quiero decir, que si me hubieras dicho desde el principio que no querías que fuera a una misión porque te preocupa mucho mi seguridad, no me habría ofendido. En cierta manera lo comprendo, yo también me preocupo por ti cuando sales a una misión.

 

—Soy una de las cinco grandes espadas de Japón, no tendrías que preocuparte por mí —le acarició el pelo con cariño mientras decía esas palabras.

 

—Y sin embargo, me preocupo —aseguró el otro echando un poco de su peso sobre él— Yo soy una espada con habilidades paranormales y aún así te preocupas por mí. No me molesta que te preocupes por mí, pero no quiero que eso te ciegue.

 

—¿Lo sabías desde el principio? ¿Lo sabías desde antes de que te respondiera?

 

—Por supuesto. También sé que no me has mentido a mí, sino a ti mismo.

 

Ante esa sorpresa lo único que Mikasugi pudo hacer fue reírse.Su pareja lo había sorprendido dos veces en menos de una hora marcando un nuevo récord personal.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).