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Memories por AniBecker

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Notas del capitulo:

—One-Shot regalo por motivo del evento de Navidad "Happy Wishes" del grupo de Facebook "AoKaga 5x10". Deidcado a Neiby Posada. Espero te guste. ¡Feliz Navidad!


—SemiCanon. Omegaverse y mpreg. En este universo los alfa igualmente se pueden embarazar, pero con probabilidades muy escasas. 


—Contiene lemon y versatilidad (tanto AoKaga como KagaAo). 

Supervisaba de manera minuciosa la gran mesa del comedor para esa noche. La decoración debía ser elegante, pero tampoco demasiada formal, la cubertería y las copas debían estar reluciente y la cena exquisita.

Aunque eran los propios empleados los que se estaban encargando de preparar todo, él quería supervisar todo personalmente. Aparte, nunca se sintió cómodo ni se acostumbraría a tener empleados domésticos a su servicio.

Revisó por última vez todo, ya sólo faltaba lo más importante; los invitados.

Con un sentimiento de satisfacción, se dejó caer en el gran y mullido sofá, y sus ojos se desviaron hacia la foto de su boda. La tomó entre sus manos, sonriendo, y divagó en sus pensamientos sobre toda su relación su actual marido.

Fue como si todo estuviese predestinado a que se conocieran y encontraran.

.

.

.

Estando en el jardín de infancia, fue donde empezó todo. Allí lo vio por primera vez y, aunque eran apenas unos niños de cuatro años, sus corazones ya empezaron a fijarse en el otro con un infantil e inocente cariño.

—¡Dai-chan, mira lo que te traigo! —gritaba un pequeño pelirrojo llegando con un paquete adornado con una cinta roja, sin quitar una gran sonrisa del rostro.

—¿Qué es? ¿Para mí? —los ojitos azules se abrieron de emoción al abrir el pequeño paquetito—. ¡Son galletas con forma de balón de basket! —gritó asombrado.

—Mi mamá me ayudó a hacerlas. Bueno, en realidad ella me dijo la receta y las metió y sacó del horno, porque decía que un niño no debe acercarse al horno —explicó moviendo con algo de vergüenza sus deditos—. ¿Te gustan? —preguntó, con nerviosismo. El moreno se metió una en la boca, saboreándola.

—¡Está buenísima! —exclamó, tomando otra, y otra más—. ¡Las galletitas de Tai-chan son las mejores!

El pelirrojo sonrió ampliamente con un poco de carmín adornando sus mejillas.

—Entonces te haré toda la comida del mundo, toda la que más te guste y prefieras.

No sólo eran ellos, sino también las familias de ambos. Za

Aomine Ume, la madre de Daiki, una alfa de carácter fuerte, expresiva y alegre, que trabajaba de enfermera. Casada con Aomine Daichi, un omega estricto como cualquier oficial de policía. Una familia de clase media, modesta, trabajadora y respetuosa.

Kagami Sai era la madre de Taiga, una alfa cariñosa, exitosa y empedernida, tenía su propio negocio de moda, y Kagami Taichi, un alfa serio y de negocios. Eran una familia de clase alta, distinguida y tranquila.

—A ver, Daiki-kun, dime otra vez lo que quieres de mayor —dijo la mujer de cálida sonrisa y cabellos oscuros, mientras tomaba un sorbo de su té. El niño dejó de prestar atención al anime que estaba viendo con su amigo pelirrojo para responder a la mujer.

—¡Quiero que Tai-chan sea mi esposa! —dijo con total seguridad en sus palabras.

—¡Daiki! ¿Qué es lo que estás diciendo, mocoso? —regañó su madre, pensando que lo que estaba diciendo estaba mal y su amiga le iba a sentar mal.

—¡Ay qué tierno! Claro que sí, te casarás con mi Taiga y será tu esposa. Pero debes protegerlo y tratarlo muy bien, ¿de acuerdo?

—¡Sí! Yo nunca haré llorar a Tai-chan.

—Di qué sí, serás un estupendo alfa —le revolvió los cabellos azulados.

—Pero si aún no sabemos qué subgénero serán —habló Ume, ante lo dicho por su amiga.

—Estoy segurísima que Daiki-kun será alfa, sólo hay que verlo —lo señaló con la mirada—, y no me extrañaría que mi Taiga fuera omega. Míralos, se ven tan bien juntos.

—Te doy la razón, hacen tan bonita pareja —sonrió, dirigiendo su mirada hacia ambos infantes.

—Y, que se conozcan desde pequeños es algo fantástico, porque van a estar desde pequeños juntos. Es el destino, quería Ume, el destino.

Pero no pudieron seguir estando juntos por mucho tiempo más, ya que la familia de Taiga debía marcharse a América debido por los negocios de Kagami Taichi.

—Vamos Daiki, no pongas esa cara, pondrás triste a Taiga-kun —le tiró del moflete—. Despídete de él como es debido.

—Tai-chan... yo no quiero que te vayas. ¿Prometes volver?

—Yo tampoco quiero irme... Cuando papá termine sus negocios en América, le diré que volvamos a Japón.

Durante unos segundos, se quedaron callados, hasta que Aomine volvió a hablar.

—Cuando vuelvas... sí serás mi esposa, ¿verdad?

—Claro que sí, pero tú no me puedes olvidar, ¿eh? —el moreno asintió, asegurándole que no se olvidaría nunca de él y que lo esperaría al regreso para casarse con él.

Taiga se giró hacia sus padres que lo estaban llamado, ya habían comenzado a caminar hasta la puerta de embarque y, gritándoles que ahora iba, posó sus rubíes sobre Daiki, que mantenía su mirada a través del gran ventanal de la sala del aeropuerto.

Lleno de vergüenza, le dio un tierno y leve beso en la mejilla a un sorprendido Aomine, y salió corriendo tras sus padres, bajo la promesa de que se volverían a encontrar.

Pero la familia de Kagami no regresó en los siguientes años a Japón, y no se volverían a ver hasta la preparatoria.

.

Kagami volvió a Japón años después para entrar en la preparatoria. Allí conoció a Kuroko y prometió junto a él derrotar a la Generación de los Milagros junto al equipo de Seirin, con quienes había estudiado el de cabellos celestes en la secundaria, sin saber, que uno de los integrantes a derrotar, era precisamente Aomine.

Su primer reencuentro fue en aquella cancha de baloncesto callejero, en el que Daiki fue a buscarle sin saber que se trataba del propio Kagami. Grande fue la sorpresa de ambos al verse después de tanto tiempo.

—¿Tú eres el jugador del que tanto hablaba Tetsu? Había dicho que había un supuesto rival que estaba a mi nivel y que iba a derrotarme... ¿Se supone que eres tú?

—¿Después de tanto tiempo y esa es la forma de hablarme? —respondió, molesto por el recibimiento de quién fue su "amor de la infancia".

—Tienes razón —sonrió, tomando el balón del suelo y empezando a botarlo—, mía culpa. ¿Qué ha sido de ti? ¿Has venido para quedarte?

—Sí, vine para quedarme. Y por lo visto tú y otros ex compañeros tuyos que los apodan la Kiseki no Sedai también vais a participar en el Inter High, y pienso derrotarlos.

—¿Tú? ¿Derrotarnos? ¿Desde cuando te has vuelto bueno jugando al básket? —se burló, haciendo enfadar más aún a Kagami—. Muéstrame de lo que eres capaz.

Taiga aceptó, pero no fue capaz de vencer a Daiki.

—Nunca podrás derrotarme, tu luz es muy leve. Nos veremos las caras en el Inter High, dónde verás, que el único que puede vencerme, soy yo —Kagami apretó puños y dientes con impotencia.

—No te creas tanto, desgraciado. Pienso derrotarte, acabaré contigo —desafió, con el ceño fruncido—. Te vas a tragar tus propias palabras.

—Serás tú quién lo hará.

Sin más, el pelirrojo, dolido por el comportamiento de Aomine, abandonó la cancha, con unos deseos incrementados de derrotarlo en el próximo juego.

Desde ese día, no se volvieron a encontrar hasta el momento del partido, en el que Taiga comprobó que el Daiki que conocía era un auténtico desconocido para él. Su personalidad ya no era aquella dulce, ni tampoco aquella radiante sonrisa.

Fue derrotado en el básket, pero más le dolió comprobar de primera mano como Aomine ya pareciera que había olvidado por completo aquella amistad que tenían en el pasado.

Pero el básket y el comportamiento del moreno no eran solamente sus dolores de cabeza, sino también, la supuesta relación, o ex relación que tenían Kuroko y Aomine durante la secundaria. ¿De verdad cuando se referían el uno al otro con respecto al básket, o en verdad había algo más con lo de la "luz de Kuroko"?

Aunque Aomine se sentía completamente igual que Kagami con respecto a "la nueva luz de Kuroko".

Todos sus encuentros terminaban igual, entre enfados, peleas y rivalidades de cualquier tipo, muy característico de dos alfas territoriales como ellos dos.

Kagami se sentía dolido por no haber resultado ser un omega como su madre quería para ser en un futuro pareja de Aomine. Y éste se sentía frustrado porque pensaba que, al ser ambos alfa, Kagami ya no querría nada con él. Ambos veían que Kuroko, que sí era omega, tenía más oportunidad que el otro.

No fue hasta su encuentro en la Winter Cup en el que resultó Seirin vencedor, que no arreglaron sus diferencias, primero a base de gritos y hasta golpes.

—¿Qué mierda te traes con Tetsu? Más que compañeros de equipo parecen una pareja.

—¡No me vengas con estupideces, tú eres el que se supone que tuvo algo con él, con la tontería de "la luz!" —rugió el pelirrojo.

—Yo no he tenido nada con Tetsu, sólo lo he considerado un buen compañero y nada más.

—Pues puedo decir lo mismo, sólo lo considero un compañero de equipo. Pero tú parece que sí tuviste algo y que no has llegado a superar. Claro, como Kuroko es omega.

—¿Ah? ¿Y qué tiene que ver que sea omega para que yo supuestamente tenga una relación con él? —fue entonces cuando entendió los celos de Kagami—. ¿Es que estás celoso porque crees que me gusta Tetsu porque es omega?

—Pues si sales con él, al menos sí podrás mantener una relación, ya que él es un omega.

—Podría decir lo mismo, que te hayas fijado en él ya que es omega y yo soy un alfa.

—¿Es por eso que actúas de esa forma conmigo? —exclamaron al mismo tiempo.

—A Kuroko le dices "Tetsu", mientras que a mí ya directamente ahora me llamas por mi apellido —dijo dolido.

—Tú también me llamas por mi apellido, "Tai-chan" —le dijo cerca de su oreja, acorralándolo contra la pared, abochornando al pelirrojo, que empezó a respirar de forma agitada.

Sin darse cuenta ni quererlo, hizo que Kagami entrase en celo.

—Joder Aomine, es tu culpa... —maldijo entre dientes, apretando con su mano derecha la camiseta.

—¿Cómo un alfa puede entrar en celo por otro? —cuestionó sin comprender. Un alfa podría entrar en celo por un alfa, pero porque hubiese un omega de por medio, en ese momento no había ninguno, sólo estaban ellos dos, y Kagami había entrado en celo al reaccionar ante sus feromonas territoriales.

—¿Qué mierdas estás haciendo? —rugió al sentir las manos del moreno sobre su despierta entrepierna—. ¡Estate quieto, bastardo!

—Sabes de sobra que no se calmará así porque sí —dibujó una sonrisa ladina en su rostro—. Voy a ser bueno y te voy a echar una mano, nunca mejor dicho —Daiki liberó el miembro del pelirrojo, y empezó un pequeño roce por toda la dura extensión—. Tranquilo, sé muy bien de primera mano qué te puede gustar.

Siguió con su trabajo, y liberó también su miembro para masturbar ambos a la vez. Se sentía muy bien. Sin saber muy bien por qué lo estaba haciendo, dejó de masturbar ambos miembros para hincarse de rodillas en el suelo frente a él, y meterse en la boca el falo de Taiga.

—¿Qué...? ¡Ahh, Aomine! —gimió al sentir la humedad de la boca del moreno sobre su dureza—. Joder... como sigas así, me voy a correr, Aomine.

—De eso nada —se relamió los restos de saliva y líquido preseminal de sus labios—. Estoy generoso, así que te voy a hacer sentir mucho mejor que esto —se levantó, lo tomó de la muñeca haciéndolo sentarse sobre una banca de madera del vestuario y, sorprendiendo más aún a Kagami, se sentó a horcajadas sobre su miembro, introduciéndolo completamente y con algo de dificultad, en él.

—No está lubricado igual que un omega —chistó molesto por el ardor que sentía al forzar la intromisión sin la suficientemente dilatación y preparación. Era un alfa, ni tenía ese lubricante natural que facilitaba la penetración, ni estaba lo suficiente dilatado, por no decir que era su primera vez.

Kagami no articulaba palabra alguna, no quería abrir la boca y cagarla, por lo que afianzó el agarre con ambas manos en la cintura ajena para marcarle al moreno un lento vaivén cabalgando sobre su miembro.

Estaba tan excitado que no pudo evitar hablar. Le dio igual cagarla, Aomine ya era suyo y no iba a permitir que ahora se fuera y lo dejase en celo, y con las ganas.

—Me encanta que me montes, tengo una vista muy privilegiada, verte hecho un desastre, con las mejillas sonrojadas, la boca entre abierta y los ojos nublados por el placer.

—Cállate, no digas cosas vergonzosas —protestó, pero terminó por soltar un sonoro gemido cuando Taiga lo embistió con más fuerza—. ¡Ahh bastardo, que duele!

—No te duele, esto te gusta —empezó a mordisquearle la oreja, estremeciendo al otro—, tu interior me aprisiona, puedo sentir que estar por llegar. Vamos, "Dai-chan," córrete para mí.

Se sentía tan extasiado que le daba igual oír a Kagami que, cuando llegó al orgasmo, hincó sus colmillos en el cuello de piel acaramelada. El pelirrojo no se quedó atrás y, tomando más fuertemente a Aomine de las caderas, se corrió en su interior tras un excitado gemido.

—¡Desgraciado, te has corrido dentro! Espera, no... ¡Puto bastardo, me acabas de meter tu nudo! —protestó al sentir el nudo del otro alfa atorado en él, lastimándolo si se movía.

—Lo siento, estoy en celo, lo metí inconscientemente —se disculpó, tratando de colocarse lo más cómodamente posible a esperar que el nudo bajase. Sólo esperaba que nadie se acercase por el vestuario y los sorprendiera.

—Mientras me lo hacías, ¿te imaginaste que era Tetsu y por eso me anudaste?

—¿A qué viene esa gilipollez? Con quién acabo de follar ha sido contigo, y con quién quería follar, era contigo. Métetelo de una vez en la cabeza. No me gusta Kuroko, siempre me gustaste tú, pero parece que lo olvidaste en todos estos años.

—El que lo olvidó fuiste tú, que no regresaste en mucho tiempo olvidando nuestra promesa.

—No regresé porque mi padre tenía que seguir con sus negocios allí en América, no porque no quisiese regresar. Y el que olvidó su promesa fuiste tú, que cambiaste completamente.

—Yo no cambié.

—Sí lo hiciste —dijo molesto, forcejeando en el agarre que el moreno le había hecho en las muñecas.

—¡Que dejes de moverte, que me haces daño! —protestó al sentir otro tirón en su trasero.

—Pues entra de una vez en razón y entiende que quién me gusta eres tú. Y después de esto, más te vale aceptar salir conmigo —una sonrisa ladina se dibujó en el rostro moreno.

—Já, si pensabas que te iba a dejar libre, para que hagas lo que quieras, la llevas clara —delineó la marca que acaba de hacerle en el cuello al pelirrojo, aunque no durase mucho tiempo, ya que Kagami no era un omega, por lo que no podía llevar su marca—. Que sepa todo el mundo que me perteneces.

—No te equivoques, el que me pertenece eres tú.

Y, con ese encuentro, fue como comenzó su relación.

Sus amigos se sorprendieron, porque no esperaban no sólo que se conocieran desde la infancia, sino que, siendo dos alfas territoriales y teniendo el temperamento que se cargaban, podían dejarse dominar por el otro.

Pero lo más sorprendente es cuando se enteraron de la gran noticia.

—¡Eres un puto bastardo! Mira que te dije que no lo hicieras —gritó molesto, estampándole en el pecho unos folios que sobresalían de un sobre.

—¿Qué es esto? —los tomó para leerlos, quedándose pasmado por lo que sus ojos leían—. ¿Esto es posible?

—Imposible, por lo que lees, no lo es. Entre alfas siempre hay una probabilidad muy baja, pero la hay.

—Y... ¿qué hacemos ahora?

—Por lo pronto, mis padres quieren hablar con los tuyos —se cruzó de brazos.

.

—¡Voy a ser abuela! —gritó emocionada Kagami Sai, pero el enfado se podía notar en el rostro de la otra mujer—. ¿Es que no te ilusiona la noticia, Ume?

—Por supuesto que no. Apenas tienen 17 años, ¿qué es lo que les va a deparar? Se van a destrozar el futuro. ¿Y los estudios?

—Puedo estudiar sin problemas —habló Aomine—. Lo único que no podría seguir en el equipo de básket...

—Pero en Japón no aceptan a estudiantes embarazados.

—En América sí —intervino Kagami Tora—. Podrían terminar sus estudios allí hasta que tuvieran al bebé. Aunque tendrían que casarse para evitar problemas a la hora de cualquier asunto relacionado con el bebé.

—Aquí no podrían casarse tampoco siendo menores de edad, pero allí sí —secundó a su marido.

—Pero cómo se van a ir los dos solos allí —habló ahora el señor Aomine—. Necesitarán ayuda no sólo antes de que nazca el bebé, sino también después del nacimiento.

—Nosotros podemos acompañarlos, trasladé mi trabajo hasta aquí porque nos volvimos de América, pero puedo volver a manejar la empresa desde allí.

—¿Y nosotros qué? Yo también quiero estar presente en el nacimiento de mi nieto.

—Tranquila, podemos ir cuando sea el momento del nacimiento. Está bien que se marchen pero, ¿de qué van a vivir?

—Por eso no hay problema, tenemos dinero de sobra para que Taiga pueda mantener a su familia.

—De eso nada —habló Kagami—, yo quiero ganar mi propio dinero y mantener a mi familia.

—Y yo también quiero valerme por mí mismo.

—Tú no debes hacer esfuerzos, que un embarazo en un alfa es más complicado que en un omega. Por lo menos hasta que el bebé no sea un poco más grande, no deberías buscarte ningún trabajo.

—Al igual que quisiera que empecemos viviendo en un pequeño apartamento hasta que terminemos nuestros estudios y encontremos unos trabajos mejores —siguió hablando Taiga, mirando a Aomine, que asintió estando de acuerdo en eso.

—Me parece bien, es bueno que sepáis que debéis mirar por vuestra familia vosotros, y no esperar en que os solucionen todos los problemas en los que os metáis. Pero aún así, si necesitáis ayuda, estaremos para ayudarlos en lo que os haga falta.

.

Y así fue como acordaron ante la situación que se les presentaba. Alquilaron un pequeño apartamento que, aunque contaba con una única habitación y era un poco pequeña, de momento les valía.

El barrio no era malo ni se encontraba en la periferia, y el apartamento no tenía ninguna carencia ni problema. Ya encontrarían otro cuando tuviesen mejores empleos. Aunque Taiga, por ser el único hijo y heredero de los Kagami le correspondía dinero y un buen puesto en las empresas de su padre, él prefería buscarse un trabajo mientras estudiaba, encontrando uno de mesero en un restaurante, mientras Daiki únicamente se dedicaba al embarazo y sus estudios para después del nacimiento, poder encontrar un trabajo.

—¿Y por qué debo ser yo quién cambie de apellido? —se quejó Aomine el día de la boda.

—Es lo más lógico hijo, los Kagami tienen más reputación, y así se acordó. Además, tú eres el que tendrás al heredero de los Kagami, es normal que quieran que lleven su apellido.

—Pero soy un alfa también, no me hace ninguna gracia tener que ceder mi apellido.

—Deja de hacer berrinches y déjame terminar de arreglarte.

La ceremonia fue sencilla pero elegante. Incluso todos sus amigos pudieron viajar, por cortesía del padre de Kagami que les pagaba el viaje a los amigos de su hijo.

Los padres de Aomine se marcharon junto a los amigos de su hijo el día después de la boda, pero regresaron para el momento del parto unos meses después.

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En una de las mejores suites del hotel más famoso y elegante de Los Ángeles, desfogaron todo el amor que tenían en su noche de bodas.

Los elegantes y finos trajes de novio fueron tirados por el suelo sin cuidado alguno, eran un importante estorbo ante las manos desesperadas buscaban acariciar a cuanta piel pudieran.

Kagami dejó con cuidado a Aomine en la cama, y fue bajando en un reguero de besos por el pecho desnudo hasta el vientre de veinte semanas que apenas ya empezaba a hacerse notorio debido a la alta constitución del moreno.

Atendió el despierto miembro del de cabellos azulados, que empezó a soltar suspiros de placer.

—¿Quieres dejarlo ya y prepararme? Voy a terminar corriéndome —dijo algo desesperado, ya que Kagami solo atendía su hombría y aún no había empezado a prepararlo.

Taiga sonrió, y tomó un preservativo de la mesita de noche, abriéndolo y colocándoselo con la boca en el miembro.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, desconcertado.

—¿Creías que siempre sería yo el que te tomara? Hoy quiero que lo hagas tú.

—¿Es en serio? —confesaba internamente que se encontraba sorprendido, ya que no se esperaba que Kagami, mucho menos después de ser él quién lo embarazó y el que aportó el apellido, pensó en que nunca cedería en cambiar el rol en la cama.

—¿Es que no quieres? —preguntó, algo desilusionado. Pensaba que, como alfa, él también quería dominar en la cama.

—Quita esa cara, estúpido. Sólo no me esperaba.

—Además, tampoco quiero hacerle daño al bebé porque no pueda controlarme —Kagami cambió posiciones, fue él quién se tumbó a lo largo de la cama, mientras que Aomine se colocó entre sus piernas, comenzando a prepararlo.

Tal y como le pasó a él, le costó tiempo prepararlo. Aunque utilizara mucho lubricante, no se trataba de un omega.

Una vez preparado, tomó su dura extensión, introduciéndola en su esposo. Soltó un gruñido de satisfacción cuando estuvo completamente en su interior, sintiendo la gran estrechez aprisionando su miembro.

—Puedes moverte —le dio luz verde para que comenzara con las embestidas. Aomine empezó un vaivén lento, para después empezar a aumentar el ritmo y velocidad de sus embates.

Taiga no podía retener sus gemidos ni aunque quisiera, se sentía completamente excitado y, debía confesar que ver a Aomine con ese pequeño visible vientre embestirle le ponía demasiado.

Daiki siguió aumentando la velocidad, mientras que masturbaba al pelirrojo para ambos llegar al clímax.

—No ha estado mal —jadeó, aún con la cabeza embotada por el reciente orgasmo—, podría acostumbrarme a cambiar de vez en cuando los roles.

—Pues ve haciéndote a la idea, porque no serás siempre el que la meta —sonrió, sacando su miembro y quitándose el usado preservativo—. ¿Qué, aún tienes energía para ser el activo en la siguiente ronda?

—Tengo la suficiente energía para toda la noche —lo tomó con delicadeza de las caderas, para acercarlo a él y comenzar un fogoso beso.

.

Y el momento de que el nuevo integrante de la familia Kagami llegase a la vida para conocer a sus padres.

—Joder, ¿por qué tardan tanto? No es justo que no me hayan dejado entrar —protestó Kagami, sin parar de moverse de un lado para otro en la sala de espera del hospital.

—Daiki-kun no es un omega, por lo que tienen que hacerle una cesárea, y al quirófano no puede entrar nadie.

—Pero yo soy el padre, no es justo —dejó de hacer berrinches en el momento que vio al médico salir de quirófano para preguntarle por Aomine y su hijo.

—Todo salió bien, su esposo y su hijo se encuentran perfectamente. Enhorabuena, es padre de un hermoso niño sano. Ahora le asignarán una habitación al joven Daiki, pero mientras pueden ir a los cuneros a ver al pequeño.

No tuvieron que decírselo dos veces, salió con rapidez en busca de su hijo. Le resultó fácil reconocerlo, ya que tenía una piel de un tono caramelo y una pelusilla roja en la cabecita justo como la suya.

La enfermera salió y le entregó al recién integrante de la familia Kagami. Le dijo que podían llevarlo hasta la habitación que le acababan de asignar a su esposo.

—¡Es el nieto más hermoso del mundo! —exclamó con felicidad la señora Kagami.

—También es el único nieto que tienes, madre —dijo Kagami, preguntándole por lo bajo a Aomine como se encontraba, respondiendo éste que se sentía cansado y adolorido.

—Por eso he dicho del mundo, no de todos mis nietos. ¿Y cómo se llamará?

—Taiki, es una mezcla de ambos nombres —respondió Daiki.

—Es perfecto para mi futuro heredero —le brillaron los ojos a Tora, mientras Taiga no estaba muy convencido de que cayera desde tan pronto ese peso sobre sus hombros.

—No empieces, padre. Olvidemos por un tiempo lo de heredar tus empresas, al menos hasta que tenga la edad suficiente para elegir si quiere manejarlas o no.

—Ya que tú no quieres manejarlas, alguien tendrá que hacerlo después de que yo me retire.

—Ya veremos qué será lo que pase.

Poco después del nacimiento del pequeño Taiki, decidieron volver a Japón. Ahora, ya convertidos en matrimonio y con el pequeño que figuraba sin problemas como hijo de ambos, ya no habría problemas para seguir con sus estudios en su país natal, cerca de toda su familia y amigos.

Además, allí podían irse al apartamento donde estuvo viviendo solo Kagami, ya que su padre lo puso a su nombre por aquel tiempo.

Una vez instalados, fueron al encuentro con sus amigos para presentarles al pequeño, que fue de brazos en brazos entre los integrantes de la Kiseki no Sedai y sus parejas.

Por fin estaban en Japón, dónde se conocieron, donde su relación comenzó y donde formarían su familia.

.

.

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Sus pensamientos fueron interrumpidos y volvió a la realidad con el sonido de las llaves y la puerta cerrándose.

Al fin estaban en casa.

Un sonriente niño de cabellos rojizos y ojos azules fue corriendo hasta él, llevando en sus manos un paquete amarillento.

—¡Mami, mami, mira lo que traigo! —exclamó mostrándole dicho paquete.

—¿Dónde está mi beso primero? —reclamó, haciendo así que el infante soltara lo que traía y, rodeando el cuello moreno con sus bracitos, le diese un sonoro beso en la mejilla, a lo que el de cabellos azulados correspondió gustoso—. ¿Y qué traes ahí?

—Taiki, ten cuidado con los pasteles, no salgas corriendo con ellos, puede ser peligroso —apareció en la sala Kagami. Saludó a Aomine y revolvió los cabellos rojizos de su hijo con dulzura—. Estuve haciendo en el restaurante unos pasteles para la cena.

Taiga, que empezó como mesero en un restaurante de Los Ángeles, cuando terminó sus estudios de preparatoria se inscribió en una escuela de hostelería, dónde se formó y graduó, siendo ahora un respetuoso chef dueño de un reconocido restaurante que no sólo tenía establecimientos en Tokio, sino en tres regiones más. Con la fama que ganó, pudieron mudarse a un buen apartamento, donde ahora incluso tenían empleados del hogar, aunque a Daiki no le gustase mucho.

Mientras que Aomine, cuando terminó la preparatoria, quiso seguir los pasos de su padre, por lo que, cuando Taiki cumplió tres años, se inscribió en la academia de policía. Ahora, trabajaba bajo las órdenes de su propio padre en la estación de policía de Tokio.

—Taiga-sama, Daiki-sama, sus padres llegaron para la cena —informó una de las empleadas.

—¡Los abuelos! —gritó con emoción el pequeño pelirrojo.

—Ve rápido a la ducha, Taiki —dijo serio Aomine—, traes la ropa húmeda de la nieve.

—Pero los abuelos ya llegaron.

—Por eso, vamos rápido, no querrás coger un resfriado. Discúlpame un momento con nuestros padres, en seguida estamos listos.

—No te preocupes, yo iré a ver a Hikari —respondió Taiga, yendo hasta la habitación principal, donde en una cunita dormía su pequeña hija de apenas seis meses. En esta ocasión, había sido él quién había dado a luz, debido a un pequeño descuido en uno de los cambios de roles en la cama con Aomine.

Taiki, por fin con una buena ducha caliente y cambiado con ropa seca, fue feliz a recibir a sus abuelos, que lo llenaron de besos y abrazos. Taiga, por su parte, llegó a la sala también con la pequeña, tan idéntica a él y diferenciándose con su hermano en el color de los ojos.

La cena fue muy amena y tranquila, degustando uno de los menús que Taiga preparaba en sus restaurantes. Después, le dieron unos regalos de navidad a Taiki, que los recibió entusiasmado. Para la benjamina de la familia también hubo regalos, aunque debido al poco tiempo que tenía y que se encontraba nuevamente durmiendo, obviamente no los tomó en cuenta.

No faltaron las riñas de Kagami a su padre porque, como siempre, le regalaba a su hijo regalos ostentosos, y en esta ocasión hasta a Hikari, cosa de lo que estaba en contra, ya que él y Daiki acordaron en criar a sus hijos sin ningún tipo de capricho ni rodeados de una vida materialista.

Una vez los padres se marcharon, los tres se sentaron en el sofá.

Taiga le entregó a Taiki una cajita alargada de color rojiza para que fuera el niño quién se lo entregara a Daiki que, al abrirla, se trataba de un colgante de oro blanco que traía grabado las iniciales T&H, en representación a las iniciales de sus hijos.

Le agradeció por el regalo y después le entregó también a Taiki el regalo que tenía para Taiga, para que hiciera lo mismo que con él.

—¿También pensaste en un colgante? —dijo al ver que la cajita era parecida en tamaño a la que él le entregó.

—No, la verdad es que no. Creo yo que no acertarías el regalo —sonrió. Kagami empezó a decir lo que podría ser, tratando de acertarlo antes de abrirlo, pero a todo lo que decía, Daiki le decía que se encontraba lejos de lo que podía ser.

Ansioso y curioso por lo que podría ser, lo abrió, encontrándose con un pequeño aparato de plástico.

—¿Qué regalo es ese? —preguntó Taiki, que no sabía qué podría ser. Aunque Kagami lo supo a la primera—. ¿Es que no quieres a papá que le regalas algo tan feo y raro? —las risas de ambos padres resonaron en la sala.

—No es un regalo feo, Taiki, es uno de los mejores regalos. ¿Es en serio?

—Lo es —afirmó.

—¿Y por qué dices que es uno de los mejores regalos? Papá, qué raro eres —siguió el infante, que no encontraba lógica a que su padre se pusiese tan contento con algo como eso.

—Verás —lo tomó del brazo y lo sentó sobre sus piernas—, esta cosita que tú dices que es rara y fea, me está diciendo que tendrás un hermanito.

—¿Un hermanito? —sus ojitos se iluminaron—. ¿Otro más? ¿Cuándo?

—Así es, otro más. Aunque aún queda un poquito para que nazca, tienes que ser un poquito paciente —le dijo suavemente Daiki—. ¿Te gusta la noticia?

—¡Sí, me gusta! ¿Y podré jugar con él o ella al básket?

—Claro que sí, podrás jugar con él o ella cuando tenga la edad suficiente.

—Creo que debemos tener cuidado con el cambio de roles. Pasó con Hikari contigo y ahora conmigo —murmuró Aomine—. ¿Podremos con otro teniendo a Hikari tan pequeña?

—Podemos de sobra —lo besó—. Oye mira, ya somos cinco, podemos ser un equipo de básket —bromeó—. El equipo Kagami, no suena mal, ¿verdad?

—Qué tonto eres.

—¿Qué cambios de roles? ¿Eso qué es? —preguntó Taiki, al oír a sus progenitores hablar sobre algo que no entendía.

—No es nada —se apresuró Kagami—. Anda, corre a la cama, que sino no Viene Santa Claus a dejarte regalos.

—¿Me va a traer regalos?

—Te has portado bien, ¿verdad? Entonces seguro que te trae regalos.

—Pero... ¿entonces el regalo de papá es el mismo regalo que el mío?

—¿Qué quieres decir?

—Es que le pedí a Santa otro hermanito, y esta vez un hermanito, no hermanita —remarcó—, y ese es tu regalo de Navidad. ¿Entonces no tendré regalos? —Aomine y Kagami no pudieron evitar reír ante la inocencia de su pequeño.

—Bueno, es que yo también había pedido ese regalo —le guiñó el ojo a Daiki, que sonrió.

—Pero tú no te preocupes, que seguro que Santa te trae otro regalo, anda, ve a acostarte, que ahora voy a darte tu beso de buenas noches.

Taiki besó primero a su papá, y después abrazó a su mamá, yéndose para su habitación.

—Con que también habías pedido ese regalo... —bromeó el moreno.

—Si te soy sincero, no me lo esperaba, pero me hace muy feliz. Gracias —lo tomó de la cintura y lo besó—. Y sí, tendremos más cuidado con los cambios de roles.

—Feliz Navidad, papi —dijo con voz sensual.

—Joder Daiki, no me provoques —lo elevó dirección a la habitación que compartían.

—Espera un momento, debo ir a la habitación de Taiki, me está esperando. Y revisar que Hikari esté durmiendo bien y no necesite tampoco un cambio.

—La culpa es tuya, no me provoques así. ¡Taiki, mamá se encuentra cansado y se va a acostar ya, no lo esperes!

—No le digas esas cosas al niño. ¡No le hagas caso al idiota de tu padre! —consiguió librarse de Kagami.

—¿En serio me vas a dejar con el calentón?

—Sólo será un momento —lo besó—, sabes que siempre quiero ir a arroparlo y darle su beso de buenas noches. Encárgate tú de Hikari mientras.

—Te juro que a veces le tengo celos a Taiki —confesó, haciendo que Aomine estallara en risa.

—No hace falta que me lo jures, ya me había dado cuenta de ello. ¿También tomas celos de Hikari o del bebé?

—Sabes de sobra que sí —Daiki volvió a reír alejándose por el pasillo hasta la habitación de su hijo, que lo esperaba como todas las noches a que lo arropara y le diera su beso de buenas noches. Después, regresó a la habitación matrimonial a revisar que su pequeña estuviese durmiendo tranquilamente y no necesitase un cambio.

—Bueno qué, ¿es que no vamos a celebrar la noticia? —dijo provocativo Aomine, una vez regresó a la habitación.

—Hasta que por fin te dignas a dejarme recompensarte por hacerme el hombre más feliz de la tierra —lo atrajo hacia la cama, para empezar a besarlo—. Te amo, y debo decir, que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido.

--Julio Cortázar--

Se conocieron en la infancia, se separaron, se volvieron a reencontrar en la adolescencia, se casaron, formaron una familia, y se amarán para el resto de su existencia. 

 

Notas finales:

Gracias por leer :) 

Feliz Navidad. 


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