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Sunflower por rkivexxxv

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El tétrico cuarto de lavado

Sasuke apenas podía abrir los ojos. La última vez que se ahogó en alcohol fue esa semana en la que a la gente le encanta pasar en familia, esa época brillante y dorada en la que las personas enamoradas pasan una hermosa velada gracias a las luces multicolor de las calles, Navidad. Poco menos de 2 meses desde que eso había pasado, pero especialmente ese viernes había despertado lo suficientemente fastidiado con la vida como para querer intoxicarse después del trabajo.

Y ahora, abatido por las consecuencias, se levantaba de su cama con un horrible dolor de cabeza en busca de aspirinas y mucha agua. Salió de su habitación y se dirigió al baño a orinar mientras recriminaba su impulso de idiotez de la noche anterior.

—Dios, que asco doy—se miró al espejo, se lavó las manos y el rostro también.

Sasuke pensó que embriagarse aliviaría el enojo, pero sólo lo ayudó a levantarse con mal humor.

Hubiera sido peor acompañar a Suigetsu.

Ese pensamiento lo calmó.

Como todos los días a las cinco de la tarde, el albino lo invitó a esas reuniones semanales de colegas y la negación fue el resultado de ello. No es que Sasuke fuera un amargado —que sí, pero no intencionalmente—, sólo no se sentía a gusto rodeado de tanto ruido. Era como si estuviera presionado a ser amable y tolerar gente que no conocía, que de hecho, ni siquiera se molestaría desde un principio en conocer.

Un poco más fresco que cuando se levantó, se dirigió a su sala y un suspiro cansado abandonó su cuerpo. Era un desastre; las botellas de sake decoraban vulgarmente su pequeña mesa de estar y en el suelo cerca del sillón también.

Inmediatamente recordó alejarse de las bebidas por un largo tiempo y se dispuso a recoger.

Barrió bajo las alfombras y los sillones, cerca de la cocina por debajo de la mesa hasta llegar a la puerta. Entonces la enorme y sincera sonrisa, los ojos azules y el alborotado cabello rubio llegó a su mente. No había visto a su nuevo vecino en un tiempo, quizás sólo se lo topó de lejos cuando sacaba la basura. Era extraño porque estaba seguro de que sólo vivían a un par de metros de distancia que era casi imposible no verse a la cara, ¿pero por qué lo pensaba tanto?

Sacudió a ese revoltoso de sus pensamientos y terminó su deber, era sábado y el reloj estaba casi a punto de marcar las cuatro de la tarde. En ese momento, Sasuke entendió que no había aprovechado nada su fin de semana y que, como de costumbre, había pasado encerrado dentro de esas cuatro paredes.

Tomó esas aspirinas para aliviar la jaqueca y bebió agua hasta casi dolerle el estómago debido a la terrible resaca.

Y antes de siquiera acomodarse en el viejo sofá marrón de su sala, unos golpes se escucharon en la puerta. Rezó por dos razones, primero porque no tenía ganas de lidiar con la anciana loca; segundo y quizás lo peor, deseaba con todas sus fuerzas que no fuera Mikoto Uchiha.

Caminó con lentitud esperanzado de que al ver por la mirilla, esa persona que aturdía su pequeño momento de paz ya no se encontrara ahí.

Pero no fue así. Todo lo bueno que le había pasado en absolutamente nada del día desde que se levantó se esfumó como por arte de magia. Y digo bueno, porque ya había decidido acabar su fin de semana durmiendo. Sasuke no había pensado siquiera en esa tercera razón que pudiera aturdir su diminuta paz... y su diminuto talento para ser paciente con las personas. Era esa chica de cabello rosa del 14, vivía dos pisos abajo y encima de eso no le importaba subir y bajar las odiosas escaleras.

—¿Qué quieres ahora Sakura?

Juraba por todos los dioses existentes y por haber que intentaba ser amable, ¡pero es que simplemente no podía ponerle más empeño!

—Sasuke-kun—pronunció con ese cursi tono, que al pelinegro le supo a los más amargos néctares—. Vine a preguntarte si asistirás a la reunión de inquilinos. Ya sabes... el elevador no ha funcionado durante un par de meses y muchos no están contentos con la administración del edificio.

Ah... La reunión de inquilinos, la dichosa reunión que evitaba cada mes por la misma razón que rechazaba la invitación de Suigetsu.

Bien, al menos esta vez la razón por la que vino Sakura fue por cuestiones meramente formales.

—Estoy seguro que no necesito estar ahí, ese día tengo trabajo.

—Siempre dices lo mismo, Sasuke-kun—se quejó.

—¿Eso es todo?

Su madre le daría un buen zape en la cabeza al ver cómo trataba a una chica.

El sonrojo se esparció por su rostro y bajó la mirada al suelo.

Sasuke arrugó el entrecejo inmediatamente, sabía que las cosas con la pelirrosa no podían ir tan bien como quisiera. Quizás no debió preguntar si necesitaba algo más, tenía que haberse quedado callado.

Que estúpido fue.

—Yo... mmm—los indecisos murmuros que soltaba lo hizo suspirar de nuevo—. ¿No quieres venir...?

Sakura estaba a punto de ofrecerle una invitación para salir a tomar algo, pero Uchiha la detuvo antes de que terminara la frase entera cuando tomó de forma ruidosa ese canasto de ropa sucia que tenía listo desde hace unos días, y se encogió de hombros hacia la pelirrosa en cuanto volvió a verla.

—Tengo cosas que hacer.

Sasuke salió de allí dejando a la pobre chica con las palabras en la boca. Lo único que Haruno pudo hacer fue murmurar un pequeño está bien con la esperanza de que otro día por fin lograra tener su cita de ensueño con su Sasuke-kun.

Uchiha caminó rápidamente hasta las escaleras, y aunque pensó en las pocas ganas que le surgían de ir hasta el primer piso, agradeció mentalmente a Sakura por haberlo sacado de su apartamento y cumplir con sus pequeños deberes domésticos.

Además, ya casi se le estaba acabando la ropa de repuesto.

—Eyy, Sasuke—dijo tan pronto supo que estaba ahí—. ¿No sales a menudo, cierto?—lo saludó.

Fue entonces que se quedó paralizado bajo el umbral de la puerta. Por lo general, no le tomaba tanta importancia a lo que pasaba con otros a su alrededor y aunque muchas veces se hacía el sordo o fingía escuchar música mientras llevaba los auriculares puestos, esta vez era casi imposible ignorarlo.

—Naruto—pronunció, y luego de la pequeña sorpresa carraspeó.

Un poco extrañado caminó hasta la lavadora que usualmente utilizaba; colocó las cantidades no tan exactas de detergente que su madre le enseñó y metió su ropa.

De vez en cuando lo miraba por el rabillo del ojo, el rubio no lucía desesperanzador o de algún modo impaciente porque parecía eterno eso de lavar la ropa. Estaba ahí, tranquilo, esperando a que su tanda saliera de la secadora; llevaba consigo una de esas revistas poco fiables que sólo buscaban alimentar a su audiencia con chismes ridículos del mundo de la farándula, pero él se veía muy atento a la lectura.

Y aún traía el pijama puesto.

Sasuke se obligó a sí mismo a concentrarse en su ropa que daba vuelta tras vuelta dentro de la máquina, y a diferencia de Naruto Uzumaki, él estaba lo suficientemente conciente de lo que pasaba como para saber que era demasiado aburrido esperar en ese oscuro cuarto maloliente y húmedo.

—¿No te da miedo este lugar?—preguntó pocos minutos de silencio después—. Llevo dos semanas aquí y sigo pensando que es un cuarto de lavado muy aterrador.

Sasuke se giró y no pudo resistirse a ese rayo de honestidad que parpadeaba en el azul de los ojos de ese muchacho.

—¿Entonces por qué decidiste mudarte aquí?—quizás sonó más rudo de lo que había imaginado, pero el pelinegro no tenía otra forma de socializar.

Y estaba haciendo un intento, aún así, no notó alguna molestia de parte de su vecino.

Él de verdad levantó la mirada y frunció el ceño; rascó su mejilla mientras pensaba para así tiernamente abultar sus labios.

—Ramen.

¿Acaso escuchó bien? ¿Él acababa de decir...?

—¿Ramen?

—Ichiraku Ramen—completó y sonrió—. ¿Has oído de ese lugar? ¡Es el mejor restaurante de ramen!

Ah, claro. Ese restaurante. El que estaba a unos metros del mercado de mariscos y a unas calles cerca de ese horrible centro comercial que casi siempre estaba vacío. Casi no visitaba el local porque, o el trabajo no le daba tiempo o eran días como este en los que no se le apetecía salir... y la mayoría eran días como este.

Aunque eso no era lo importante.

—¿Estás diciendo que has venido aquí sólo por comida?

El tono de Sasuke era casi de indignación.

—El ramen no es sólo comida, Sasuke.

Dios, parecía tan serio. No había visto a alguien tan expresivo hablar sobre un poco de miso, caldo y fideos.

Eres extraño.

Eso quiso decir, pero sólo apretó los labios y le echó otro vistazo rápido a su ropa.

—Bien. Amas el ramen, lo entiendo.

Sasuke pensó que era ridículo.

¿Por qué ese sería el primer tema del que hablaran al reencontrarse?

¿Ramen? ¿Quién habla de ramen? Podrían haber empezado con el clima, como personas normales.

Personas normales y aburridas.

—Debes probarlo, tienen increíbles promociones de cupones—Naruto se acercó a la secadora—. De veras, no te arrepentirás.

El rubio sacó sus prendas limpias y fragantes, mayormente coloridas y cálidas para regresarlas a su canasto.

Sasuke lo miraba atentamente, de alguna forma le resultaba hipnotizante y curiosamente digno de ver. Naruto le sonrió una vez más, como cuando se vieron por primera vez en ese pequeño pasillo. Susurró un hasta pronto y salió de allí.

Fue así que se dio cuenta de lo verdaderamente tétrico que era ese cuarto de lavado. El nuevo vecino era extraño; vestía con ropa de dormir hasta la tarde, sonreía de forma honesta y expresaba curiosidad real, le encantaba tanto el ramen que decidió mudarse a causa de ello y además de eso, se había llevado consigo la cálida luz que antes se sentía en esa habitación oscura, maloliente y húmeda.

Sasuke sonrió mínimamente.


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