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Corazones por DanyNeko

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Bakura observó en silencio a Ryou, acurrucado en una silla del comedor, con las piernas pegadas a su torso, un brazo rodeándolas y la otra mano sosteniendo una humeante taza de té sabor durazno.

El menor tenía la mirada perdida en las ondas dentro de la taza, mientras No more lonely nights sonaba de fondo, desde el equipo de sonido. La lista de reproducción en el teléfono de Ryou iba, más o menos, por la mitad.

El espíritu había aprendido, hace unos años ya, que cualquier intento de irrumpir en el estado taciturno y casi ausente de su hikari las mañanas de un 14 de Febrero, resultaría en la más fría e indiferente respuesta que obtendría nunca de él. Parecía que nada podía perturbarlo en ese estado. Era francamente extraño para el yami.

Mientras, Ryou tomó una mordida perezosa de su tostada con mermelada y un nuevo sorbo de su té, su mente se perdía en el subir y bajar de la melodía en reproducción, transportándolo a otro lugar, y otros momentos de su vida.

Cuando Ryou era pequeño, y su familia aún estaba unida, allá en Inglaterra, la mañana de San Valentín siempre estaba llena de música y felicidad en su casa. 
Su padre y madre se dedicarían canciones mutuamente, de entre el largo listado romántico que las emisoras de radio emitirían a lo largo del día. Tal vez incluso, uno de los dos llamaría a la emisora sintonizada en casa para solicitar una específica. 
Su dulce madre tendría esa hermosa sonrisa todo el día en sus labios, balanceándose mientras caminaba por la casa, y tarareando cada vez que se distraía, una sombra de rubor también parecía instalarse en sus mejillas durante todo el día, y se arreglaría con más cuidado de lo usual, haciéndola lucir incluso más hermosa de lo que por sí era.

Ryou, siendo un niño pequeño, no lo entendería del todo en ese momento, pero amaba ver tan feliz a su madre.

Años después, nunca perdería la tradición de llenar su día de San Valentín con las canciones que recordaba de aquellos momentos, las que más le gustaban a él, y las que regularmente oía cantar a su madre.

...But I can't help falling in love with you~ 

Bakura casi saltó en su ser incorpóreo cuando escuchó la voz de su yadonushi por primera vez en todo el día.

Lo miró. El chico estaba retirando distraídamente migajas de pan tostado de sus labios —Shall I stay? —su voz era suave, apenas más allá de un tarareo, pero Bakura la escuchó claramente —Would it be… Would it be a sin? —reunió los pocos trastes que había ocupado para su desayuno y se levantó para llevarlos al fregadero, tomando lo último de su té —If I can't help falling in love with you~ 

Bakura se encontró a sí mismo suspirando y siguiendo con la mirada la delgada y menuda silueta de su luz. Ni siquiera él podía empezar a desentrañar la maraña de emociones que componían el aura de Ryou esos días y, por lo general, prefería no intentarlo, pero cada año se volvía más y más difícil contener el sentimiento de querer robar la atención de su yadonushi para sí mismo durante todo el día.

Y Bakura no era alguien que se contuviera de sus impulsos, normalmente.

Especialmente cuando había otros con intenciones de robar lo que, por derecho, era suyo. 

Cada año, especialmente en el día de San Valentín, Ryou recibía más y más atenciones, más muestras de cortejo, demonios, declaraciones incluso.
Claro, su yadonushi estaba acostumbrado a responder y negar educadamente en todas esas situaciones. La sonrisa gentil y ensayada en sus labios era tan recurrente ese día, como las fechas en que su padre estaba de paso en casa.

Eso no evitaba la irritación de Bakura ante toda esa atención no deseada.
Con los resquicios del alma de un gran ladrón formando parte de su esencia, Bakura era codicioso, entre otras cosas, y su luz -un alma increíblemente pura y brillante, que estaba enlazada de algún modo que jamás juzgaría con la suya- era más que una gema invaluable, en la parte superior su botín más preciado.

Bakura jamás permitiría que nadie intentara robar a su hikari de él.

El sonido del agua cayendo se mezcló con la melodía de All of Me mientras el espíritu pensaba en todo eso.

You've got my head spinning, no kidding, I can't pin you down
What's going on in that beautiful mind?
I'm on your magical mystery ride...

 

~∆~ 

 

Ryou podría jurar que la irritación de Bakura era incluso perceptible por la gente a su alrededor, y solo podría imaginar -y reírse mientras lo hacía- cuan confundidos debían estar al encontrar un joven con expresión serena y tranquila, comiendo chocolates, en lugar de la fuente de esa frustración.

Escondió una sonrisa detrás de una trufa de chocolate blanco por unos segundos antes de darle un mordisco.

Escuchó un resoplido en consecuencia.

—Si quieres probarlos solo dime y te guardaré algunos para cuando volvamos a casa —ofreció suavemente, detrás de su trufa, para que nadie lo mirara, pensando que hablaba solo —a menos que quieras cambiar ahora, pero promete que me devolverás el control para que puedas tomar mis clases —se llevó el resto del dulce a la boca, antes de buscar otro en la cajita de plástico transparente con forma de corazón y un moño rojo. Regalo matutino de una de sus vecinas.

Bakura bufó — /Tonterías, no quiero esas cosas empalagosas

Ryou se rió, con la diversión inocente de un niño pequeño —esa falta de dulces tuya es probablemente la razón por la que eres tan amargado hacia el resto del mundo —dio el primer mordisco a la nueva trufa.

El espíritu se manifestó frente a él, solo para mostrarle su ceño fruncido y brazos cruzados sobre el pecho, aunque Ryou ya lo había imaginado. Bakura era realmente lindo cuando hacías esos pequeños berrinches, no que Ryou fuera a decírselo.

¿Hacia el resto del mundo? —repitió —esa es mi forma de ser, niño, tú solo estás acostumbrado.

El menor bajó su trufa a medio comer para mostrarle su dulce sonrisa a su espíritu — /Eso no es verdad/ —detuvo su caminata e inclinó la cabeza hacia adelante, para unir sus labios con los de Bakura unos pocos segundos. Cualquier persona que lo viera, probablemente pensaría que simplemente tropezó — /Puedes negarlo todo lo que quieras, pero yo te conozco mejor que eso, other me

Bakura se quedó de brazos cruzados, los labios y el ceño fruncidos, mientras Ryou seguía su camino usual a la escuela. Su mirada lavanda estaba fija en su luz, ignorando a propósito todas la decoraciones rojas, rosadas y blancas, los peluches, los chocolates, las flores y los corazones que llenaban las calles.

Tendría más que suficiente de todo eso una vez Ryou pusiera un pie en la escuela.

Cómo cada maldito año.


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