Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Despertar por Neutral

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

«Oneshot que participa en la catorceava convocatoria de Gundam Wing Yaoi en Español (página de facebook)».

Notas del capitulo:

«Oneshot que participa en la catorceava convocatoria de Gundam Wing Yaoi en Español (página de facebook)».

Despertar

No existía excusa ni perdón para el fatal error que había cometido. Nunca, ni siquiera en el mayor de sus márgenes de errores previstos, había imaginado algo como aquello. Ni en sus peores pesadillas.

Ahora, nuevamente debía asumir que no podía decidir totalmente el rumbo de los acontecimientos, por mucho que fuera un excelente estratega y previsor de todo movimiento enemigo. La vida se había encargado de hacérselo notar una vez más.

Era irónico. Él… que luchaba incansablemente por conseguir la paz definitiva en la tierra y espacio, se había encargado por propia mano de destruir todos los factores que podrían haberles llevado a cumplir ese objetivo. Había acabado con la vida de todos los pacifistas, encabezados por el Mariscal Noventa, justo antes de que estos firmaran la tan ansiada paz.

Lo había arruinado todo cayendo en esa infantil trampa. Porque no hallaba otra forma de definir la treta que Khushrenada había organizado. ¿Quién lo hubiera imaginado? Había vestido a las ovejas de lobo. Y él, cayendo en el engaño del disfraz, las había asesinado.

— Maldito seas — susurró, golpeando el suelo de metal sobre el que estaba parado con su puño desnudo.

El dolor no fue suficiente para apagar el que tenía dentro,

Pero no, él sabía que el real culpable no era Khushrenada, sino él mismo por haber caído. Por no haber sido lo suficientemente precavido para evitar una trampa así. Y ahora, por más que intentaba analizar las cosas con claridad, sus pensamientos estaban innegablemente agitados por la frustración de no poder remediar lo hecho. No podía pensar con claridad.

Paseó su vista por el suelo rasgado, por donde había ingresado para desactivar los cuarenta y siete misiles que Oz quiso detonar para acabar con ellos.

La única razón por la que no se había dejado eliminar, fue porque la explosión mataría a todo ser vivo en trecientos kilómetros a la redonda. No podía permitir que ese día se derramara más sangre inocente, pero tampoco estaba seguro de si merecía seguir vivo.

Su instinto le dictaba que aún no era su hora, quería seguir combatiendo hasta lograr la paz, pero ¿qué pasaba si era él quien se había convertido en un obstáculo para lograrla? ¿Se daría cuenta de ello?

Elevó la mirada hacia el Wing, como si buscara la respuesta en su reluciente estructura de gundamio. Lo hizo en el preciso momento en que un cargador comenzaba a definirse entre las nubes. Venía en su dirección y él, sin sorprenderse, no hizo ningún movimiento. Sabía de quién se trataba. Si en alguien no fallaban sus predicciones, era en ese piloto.

El mismo de cuya presencia, para bien o para mal, parecía no poder librarse.

No se equivocó. El trasbordador se estacionó junto a su gundam y, en menos de quince segundos, la ágil figura del 02 caía al suelo con un elegante salto.

Se observaron unos segundos. Pero Heero, decidido a ignorarlo, perdió su mirada en el horizonte. Y no se dignó a mirarlo cuando este se paró a su lado.

—Con que sigues vivo… —La voz de Duo Maxwell se le antojó detestablemente relajada y alegre. Más de lo que su mente adolorida de tanta flagelación podía soportar—. Pensé que ya te iba a encontrar auto detonado. O peor, medio ahorcado, y al igual que después de que tiraste del piso cincuenta, tendría que salvarte para que dejaras de hacer el ridículo ahí colgado al no morirte nunca —comentó con oscuro humor.

—Lárgate.

Duo guardó silencio y se dedicó a observar al estoico piloto, analizándolo. No necesitaba más que notar el brillo de su mirada para entender que estaba realmente irritado. Muy irritado.

Sonrió. Heero en ese estado le haría fácil cumplir con su objetivo autoimpuesto de hacerle despertar y reaccionar como todo soldado debía hacer cuando era derrotado: ir por la próxima batalla hasta ganar la guerra.

—Creo que te preguntarás qué hago aquí— comenzó con estudiada lentitud y al no obtener respuesta, agregó—, pero no te lo diré.

Se encogió de hombros ante la gélida mirada que Heero le dirigió.

Soportó su escrutinio casi sin parpadear mientras su mente predecía tormenta. Una muy furiosa tormenta.

—No entiendes nada —se limitó a apuñalar Heero.

—¿Sobre qué? —preguntó apoyando un brazo en la cintura—. ¡Ah, sí! Sobre que acabas de eliminar a todos los pacifistas, a instantes de que firmaran el tratado de paz entre todas las colonias y la tierra, lo cual iba a dar por cumplida nuestra misión completamente. Cosa que, por un error, no sucedió. ¿Sobre eso? — preguntó moviéndose hasta quedar frente a Heero.

—Debería estar muerto.

Duo rodó los ojos. Desde que lo conoció supo que el día que Heero fallara en una misión, su primera reacción sería auto destruirse. Agradecía que se hubiese quedado solo en el sentimiento porque se había dirigido hacia él, a toda prisa, de verdad temiendo que fuese a hacer tal estupidez de acabar con su vida.

—Yo puedo ayudarte con las opciones más efectivas —ofreció—. Si te das un disparo en la cabeza, uno en el corazón y otro en tu pene, seguro que no sobrevives. Por lo menos si no mueres de forma instantánea, lo cual me parece lo más seguro, morirás desangrado o… —Hizo una mueca excesivamente cómica al imaginar el dolor de una bala incrustándose en su miembro favorito, de hecho, se llevó una mano hasta allí brevemente—. O bien podrías auto detonarte. No, no —se arrepintió enseguida—, si no te mató caer del piso cincuenta, no servirá —negó—. Pero siempre podemos probar todas las opciones juntas, ¿qué me dices?

—Que eres un perfecto idiota.

Duo sonrió, a sabiendas que había tenido la atención de Heero durante todo su parloteo.

—No, no. Aquí el único perfecto idiota, eres tú. ¡Todo el mundo lo dice!: Perfecto soldado, perfecto hombre, perfecto idiota, perfecto antisocial… 'Heero es perfecto en todo'—cambió el tono a uno que sonó sospechosamente parecido al de Relena—, me pregunto si serás tan perfecto en la cama. Algún día lograré probarte.

Heero cerró los ojos, ignorándolo. Sentía la sangre bullendo en su interior. Sus sienes palpitaban dolorosamente. Las ganas de golpear a Duo eran incontenibles.

Y no mentía; en un segundo había estrellado su puño contra el rostro del 02, derribándolo.

Volvieron a observarse. Él de pie, imponente y furioso, ante el otro soldado, quién, desde el suelo, lo miraba con una sonrisa burlona mientras se limpiaba con el revés de la mano el fino hilo de sangre que escapaba de su labio partido.

—Heero, Heero, no pensé que mi comentario te alteraría tanto— dijo con toda intención—. Simplemente podrías decirme que me querías en el suelo. ¿Me quito la ropa también?

Insoportable, calificó en su mente mientras le veía ponerse de pie. Estaba seguro de que esa era la palabra adecuada para definirle. El 02 era innegablemente insoportable.

Le miró con odio. Duo, con seriedad.

—Los pacifistas están muertos, literalmente hechos polvo — declaró sin más—. Entre antes lo asumas, más rápido nos moveremos.

—¿Así de fácil debo olvidar mi error? —cuestionó, no sin cierta sorpresa.

Y ahora fue él quien recibió una mirada de odio.

—¿Sabes? No soporto que me robes el crédito.

Heero frunció el ceño ante eso.

¿Tu error? —remarcó Duo con sorna—. Nuestro error. Todos estábamos ahí, Heero. Los cinco caímos en la trampa. Los cinco atacamos la base dispuestos a acabar con todos los líderes de Oz que supuestamente se iban a reunir ahí. Todos nos equivocamos, incluso el chino que pretendió iluminarnos con la trampa fingiendo que él no venía a lo mismo...

—Pero yo los maté —interrumpió.

Error. Al ver centellar esos ojos violetas, Heero supo que no era la conclusión que Duo esperaba.

—¡Felicitaciones entonces! —estalló el trenzado—. Nuevamente tienes más crédito que yo en nuestra última presentación —sonrió con sarcasmo, paseándose un poco ante Heero, fingía bien el papel de león enjaulado—. Pero... —y su expresión se tornó inesperadamente seria mientras se detenía a observarlo— si no hubieses sido tú, hubiese sido yo o alguno de los otros tres pilotos. Todos creíamos que en ese avión iban los líderes de Oz.

Heero sostuvo la mirada enojada de Duo. Le observó suspirar con resignación. Sólo un segundo antes de escuchar las palabras que tocaron fondo en su mente, incendiando todo en un santiamén.

—Eres un cobarde, Heero.

Pero esta vez fue diferente. Duo vio venir, como en cámara lenta, el puño que se levantó dispuesto a estrellarse una vez más en su rostro; tuvo el tiempo suficiente para agacharse, esquivarlo por centímetros y avanzar hasta sujetar a Heero por la espalda.

—Ni siquiera golpeándome vas a lograr que deje de pensar eso —continuó agitado mientras forcejeaba con un muy furioso Heero que luchaba por liberarse—, es lo que has estado haciendo desde antes que yo llegara: Perdiendo tiempo, lamentándote inútilmente en vez de tomar tu gundam y salir decidido a hacer todo lo posible para reparar tu error. En otras palabras, un cobarde a todas luces.

Soltó a Heero. Alejándose lo suficiente para evitar un próximo golpe, lo encaró con cinco prudenciales pasos de distancia.

—¿No harás nada? —cuestionó. La mirada azul había caído al piso, como si no se sintiera capacitado para volver a la batalla. Ni siquiera abrió la boca para contradecirlo.

Ante la falta de respuesta, se decidió:

—Pues lo haré yo.

Y antes de que Heero tuviera tiempo de comprender sus palabras, Duo corrió con decisión hacia el Wing. Saltó y se introdujo hábilmente en la cabina, cerrándola de inmediato.

Se permitió reír al ver la mirada iracunda de Heero, a través de las cámaras, quién no se había movido ni un centímetro de su lugar.

"¿Por qué no descansas y dejas que nuestros técnicos se encarguen?"

"Porque no me gusta que nadie toque mi mobile suit".

Súbitamente, palabras de una conversación que alguna vez habían tenido, se colaron en su mente.

—Apuesto que soy el primero en tocar su gundam —pensó con maldad al recordar que, luego de esa breve conversación, él había despertado encontrando su amado Deathscythe desmontado.

Meneó la cabeza al recordarlo.

—Y yo que le había ofrecido a mis técnicos con las mejores intenciones. Pero no, el muy idiota no encontró nada mejor que robarme para completar el suyo.

Pero no le tenía rencor por eso. Heero le había pagado el favor salvándolo de ser asesinado por la espalda, en una misión ejecutada hace unos meses atrás.

Ahora era su turno de salvarlo.

Maniobró el Wing con maestría. Repitiéndose a sí mismo que debía proceder con cuidado, no valía la pena morir a manos de Heero.

—Aunque no puedo negar que la idea me entretiene —dijo bajito para sí mientras terminaba de acomodar el Wing junto a su Deathscythe, dentro del cargador.

Al abrir la cabina y descender, lo primero que vio fue a Heero apuntándole con un arma.

—Nadie toca mi gundam.

Suspiró más pesado esta vez. No es que no se hubiese esperado algo así de parte del vengativo Heero, sino que había guardado una ligera esperanza de poder saltarse esa escena violenta.

—¿No me digas? —preguntó con inocencia. Si Heero era un vengativo que podía llegar a asesinarlo, él era un inconsciente acostumbrado a bailar con la muerte.

—¿Vas a matarme sólo por haber tocado el Wing? —preguntó con fingida sorpresa—. No me parece un motivo muy contundente.

Por toda respuesta, Heero le quitó el seguro a la automática. Y Duo decidió tomar medidas drásticas.

—Mira soldadito —comenzó acercándose a Heero con lentitud y sin titubear—, no vine a pelear contigo. Sólo a hacerte reaccionar y estoy seguro de haberlo logrado ya —afirmó dejando que el cañón de la automática de Heero fuera a parar justo a su corazón, pero ni eso lo detuvo—. Aunque quizás también tenga otras intenciones menos nobles —Avanzó más, estrechando sus ojos al tener conciencia que la mano de Heero que amenazaba su vida había caído a su costado, inerte.

Y, a sólo centímetros de su rostro, susurró:

—Desde el día en que me robaste he querido hacer esto.

Y sin más preámbulos lo besó. Delineando sensualmente su labio inferior, para luego capturarlo entre los suyos. Logrando rápidamente adentrarse en esa deliciosa boca que sabía a victoria y derrota.

Victoria por haber llegado a probarla. Derrota porque no hubo respuesta de Heero, sólo una inmovilidad condescendiente a sus deseos.

—¿No vas a responderme? Sé que quieres hacerlo —picó una vez más.

El sonido del arma resonó en el metal del suelo. Duo la miró y al buscar una explicación silenciosa en su mirada, lo único que pudo encontrar fue un inexplicable brillo de comprensión.

Entonces Heero le sujetó por la nuca y le devolvió el beso como si lo necesitara para respirar, apresándolo con fuerza, meciendo su lengua contra la suya una y otra vez de tal modo que parecía querer asfixiarlo.

Ni siquiera se quejó mientras, en una pausa, Heero hincó sus dientes en su labio partido. Soportó todo lo que quiso hacerle, incluso que apretara hasta que la sangre se filtró en la boca de ambos. Valió la pena cuando él dejó de torturarlo y volvió a profundizar el beso. Lo disfrutó con ganas hasta gemir sofocado, antes de saborear un último instante, cuando presintió que él se apartaría.

—Vamos —dijo Heero soltándolo y Duo sonrió ampliamente al ver que volvía a ser el tipo centrado de siempre.

Heero pasó por su lado rumbo a los controles de la nave. Él se quedó allí, inmóvil, mirando la automática aún tirada en el piso, preguntándose cómo había llegado tan lejos sin morir en el intento.

Duo no tenía una explicación para todo lo sucedido. Ni para las innumerables ocasiones en que antes se había sentido tentado a iniciar esta clase de contacto íntimo, casi desde el día en que lo conoció. Pero lo que sí sabía, es del extraño sentimiento de malsana satisfacción que lo estaba embargando porque Heero le había permitido besarlo.

Aunque sospechaba que, probablemente, la razón tras ese beso fuese el agradecimiento. Después de todo, buscó a Heero para detener la despiadada tortura interna de la que sabía, un tipo tan obsesionado con las misiones perfectas como él, estaría atrapado tras su tamaño error.

Además, le había permitido descargar su ira en un golpe que todavía le tenía doliendo la mitad de la cara.

Y Heero era lo bastante inteligente para haberse dado cuenta de ello, incluso antes de que transparentara las intenciones tras sus crueles palabras.

¿Podría haber sido amable, comprensivo y suave en el trato? Sí, pero Heero no era como él, no se levantaría solo por una charla animada.

La única forma de hacerlo despertar era haciéndolo encontrar en él mismo los motivos que le eran válidos para seguir adelante. Al menos había tenido éxito en eso.

Sonrió, negando lentamente con la cabeza. Le ardían las mejillas.

Tenía un objetivo militar claro, luchar al lado de Heero hasta conseguir la paz, pero no estaba seguro de cuál era su objetivo personal con semejante sujeto… Quizás no era un sueño imposible que la atracción que intuía entre ellos se desarrollara más allá, a fin de cuentas, no había mentido al decir que sabía que Heero también quería besarlo.

Notas finales:

Gracias por leer~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).