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En deuda con Santa por dark kirito

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# En deuda con Santa #
Magi pertenece a Shinobu Ohtaka-sama. Escrito en el móvil, errores son sin querer. Muchísimas gracias a Yayoi y a todos los que leen por el apoyo.

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En deuda con Santa

No hace falta escribir una carta para que vean el mayor anhelo en tu corazón.

Judal x Aladdin

[Especial navideño]

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Aladdin es un chico dulce y cariñoso, una persona que fácilmente se rodea de amigos. Un angelito que siempre te recibirá con una sonrisa cuando vayas a contarle tus problemas, que secara tus lágrimas y te dará una palmada en la espalda para darte ánimo. Es un rasgo definido de su personalidad, auténtico. Uno pensaría que para un ser así, es sencillo encontrar el amor romántico, que iría con todo hacia el o la afortunada que le robara el corazón, sin embargo, parece ser un poco despistado en cuanto a sentimientos propios se refiere.

Hoy ha sido un día como cualquier otro, estando de vacaciones por la temporada puede pasar más tiempo en compañía de su mejor amigo, y es justo así como ocurrió el dilema. Jugaban inocentemente a hacer bolas de nieve y lanzarlas, las de Aladdin un tanto más pequeñas a causa de sus manos, las de Alibaba bastante generosas en comparación. Las heladas esferas iba de un lado al otro, luego el par corría y en algún momento, el mayor perseguía al otro, mismo que al resbalar cayó hacia atrás, se hubiera echo daño pero Alibaba alcanza a atajarle, apenas. Aladdin quedó pasmado, no lograba procesar la calidez de su compañero o el porqué de su propio intenso rubor que le quemaba el rostro, menos aún del exagerado y veloz latido del corazón. Se quedó así, contemplando una ensoñación, un espejismo, casi un milagro. Abrió la boca lentamente, de a poco, sin pensar realmente lo que deseaba decir.

—Alibaba-kun …

El aludido curvó los labios gentilmente.

—Me alegra ver que no te has hecho daño Aladdin, me asusté.

—Ah, eh yo… lo siento.

—¿Porqué te disculpas? No hiciste algo malo – le suelta — está haciendo un poco más de frío, mejor vamos a mí casa, mamá hace un rico chocolate con malvavisco. Te gusta, ¿verdad?

—Ah… mmm … – contesta con torpeza al tener un remolino en la cabeza.

—¡Andando rápido entonces! Pero eso si, ten cuidado de dónde pisas.

Alibaba tomó la delantera, de no ser así, habría notado el encendido rostro del pequeño que repasaba una y otra vez lo acontecido sin comprender. Lo único que era seguro para el, es que jamás se había sentido así, apenas podía caminar de lo mucho que le temblaban las piernas. Era como una gelatina carente de voluntad.

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En al actualidad.

Aladdin se tira en la cama, boca abajo, transcurridos algunos segundos se gira, contempla el techo, con los orbes azulinos bien abiertos, parpadea.

«—¿Qué fue lo que pasó? Yo… me sentí demasiado nervioso con Alibaba-kun pero, no fue como cuándo el profesor Kouen me hace preguntas en clase. No, esto… se sintió diferente, ¿por qué?»

Jamás ha tenido dudas de esta índole y de tenerlas, definitivamente consultaría a su mejor amigo, lo que por razones evidentes queda descartado. Su padre está de viaje por trabajo y quizá preocupe innecesariamente a su mamá. Niega con la cabeza; Solomon regresará en dos días cuando mucho, además tiene el teléfono, bien podría realizar una llamada, Sheba es una mujer lo bastante fuerte y capaz como para salvarle de cualquier apuro. Suspira, se ha mentido. La principal razón que le impide solicitar ayuda es que le resulta embarazoso, le da demasiada vergüenza el desconocer sus sentimientos, el hallarse tan perdido de la nada.

«—A lo mejor es la emoción de las vacaciones. Hace tiempo que no podía jugar con Alibaba-kun. Siempre estábamos ocupados con los deberes y exámenes. Ya se me pasará… »

Se dijo a sí mismo buscando convencerse, más intuye que escapa de algo que le guste o no, va a tener que afrontar llegado el momento, es como estar parado al borde de un abismo que prefiere ignorar. Es el terror a los desconocido. ¿Desde cuándo es tan cobarde? ¿No fue quien emocionado aceptó la propuesta de Alibaba? “Vamos a vivir cientos de aventuras”. Y el recordar esa sonrisa le tiñe de rojo las mejillas. Tira de las sábanas con fuerza, hasta ocultarse por completo bajo ellas. Fue un día demasiado largo, o de menos se sintió de esa manera. Está muy cansado, por hoy solo desea dormir.

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Al día siguiente Aladdin acude al parque, le sudan las manos, le tiemblan los labios. ¿Se le notaría la incertidumbre en el rostro? ¿Cómo lo explicaría? Toma asiento en una banca, tal parece que llegó antes.

—¡Ey Aladdin!

El rubio agita la mano desde lejos, va corriendo como si se le hubiera hecho tarde. Sonríe, llega hasta a el, le invita a levantarse.

—¡Hay un desfile navideño en el centro! ¡Seguro que te encanta!

Aladdin no dice si, tampoco que no. Es arrastrado por ese inmenso mar, por el alma de Alibaba que le mece entre sus olas. De alguna manera aquello no se vuelve incómodo. Hay luces, renos, duendes, dulces, juguetes y por supuesto Santa Claus, cuya peculiar y contagiosa risa imita Alibaba de lo más feliz. Y Aladdin es víctima de un hechizo, en silencio le contempla, le sonríe, se divierte y se deja estrechar en los brazos del mayor que le carga cual tesoro.

—Ja, ja, ja, será mejor que nos vayamos Aladdin. Están lanzando confeti y nieve artificial. Si te dejan hecho un desastre, Sheba-san me matará ja, ja, ja.

—Mmm…

Susurra el pequeño, aferrándose, inspirando el aroma, disfrutando el ritmo del corazón de su mejor amigo. Si Alibaba le viera, se daría cuenta de que se muerde los labios, que los ojos le brillan tanto que parecen estar llorando. Aprieta más con las manos, de no ser cuidadoso arrugara la ropa. Aún así hay una idea que se repite sin tregua. “No quiero alejarme jamás”. Desgraciadamente es imposible. Casi puede sentir como se le desgarra el pecho cuando le deja en la puerta de su casa. Claro que debía quedarse ahí, ¿cómo qué esperaba? Sonríe ampliamente, disimulando la decepción.

—Nos vemos Aladdin. Gracias por acompañarme, como siempre, fue muy divertido.

—Ah… ¡si que lo fue! – pero no es un experto a la hora de mentir, su honestidad le traiciona.

—No te pongas triste, verás que pasaremos mucho tiempo juntos. Ya tengo planes para mañana.

—Eh… ¡¿Eh?! ¡No, no, no, no! ¡No estoy triste! – se esfuerza en no preocuparle – Únicamente me cansé un poco.

—Creo que me pasé – se rasca la nuca – Es que contigo todo es tan divertido que no mido las consecuencias. Se me olvida que solo tienes diez años – juega nervioso con las manos – eres de los pocos que me sigue el ritmo … lo siento – se sonroja.

—¡Está bien Alibaba-kun! Para mí es un honor que pienses de esa manera, cuando lo dices mi corazón se siente muy feliz… ¡muy, muy feliz!

—¿Entonces podemos seguir como hasta ahora?

—¡Claro que sí! – sonríe.

—¡Estupendo! – hace un extraño gesto, estornuda pero tiene el tiempo suficiente para taparse la boca con la parte interna del codo, tiembla, se frota los brazos con las manos buscando calor – Hace frío, es mejor que entres a casa.

—¿Quieres pasar? Podría prepararte un té o …

—Gracias, pero le prometí a mi madre que pasaría por una cosas de regreso. Si no me apuro cerrarán la tienda.

—Pudiste decirme, lo hubiéramos comprado.

—Se me olvidó. Cuando estoy contigo me pasa mucho je, je, je. ¡Ya me voy o me quedaré otra hora aquí! Nos vemos, recuerda tomar una ducha bien caliente y secarte bien el cabello.

Alibaba se va dejando a un pequeño impactado, con el corazón tan alborotado que su cuerpo se hace para atrás, hasta recargarse en la puerta, se deja caer de rodillas al perder la fuerza en las piernas.

«—Alibaba-kun piensa tanto en mi como yo en él. ¿Así se sienten los mejores amigos?»

Rememora sus experiencias con Titus y Sphintus en el colegio, los adora, sin duda daría la vida por ellos pero, el sentimiento es distinto. Alibaba mueve su mundo con una palabra, con un gesto, solo con existir.

—Yo… – respira agitadamente, el cuerpo arde – estoy… enamorado …

No puede fingir demencia, hacer de cuenta que no experimenta lo que a todas luces es. Ahora la cuestión es, ¿qué piensa Alibaba? ¿Le corresponde o es un increíble amigo? Si se confiesa y los sentimientos no son mutuos, ¿qué pasará con la relación? Medita, se adentra a la casa, hace sus cosas sin dejar de darle vueltas al asunto. No está seguro de qué ocurrirá pero no desea mentir, esconder lo que hay en su corazón, ninguno lo merece.

Aquella noche su madre le recuerda que debe escribir la carta para Santa Claus o este no sabrá que regalos darle. Sonríe al tener el papel ante el, uno muy lindo, con margen de galletas de jengibre tomadas de la mano, y decir que David le pone tanto empeño al paquete de hojas que le envía cada año por las fiestas, hasta da escalofríos. Sonríe, seguramente es obra de Ugo-kun, el secretario. David es más como un Grinch. Niega y toma su bolígrafo de bastón de azúcar, regalo de su madre al igual que una goma en forma de baguette que aún conserva en la envoltura. Inspira profundo, tal parece que escribirá lo mismo de otros años… y un detallito extra:



Dobla el papel, lo mete en el sobre que cierra y lo coloca debajo del árbol, como siempre. Al final duerme tranquilamente, de alguna manera la magia de la navidad le hace pensar que las cosas saldrán muy bien.

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Por la mañana.

Ha sido una noche de sueño reparador, sin lugar a dudas. Despierta temprano, toma el desayuno, sigue con la tarea para no atrasarse y dejar todo para último minuto. Espera ansioso la llegada de Alibaba, ¿qué planes tendrá para hoy? Se mete en lo suyo, el tiempo transcurre, cuando el reloj señala las dos de la tarde empieza a sentirse intranquilo, para tener planes es un poco tarde. ¿Algún imprevisto? Se le comprime el corazón. Es obvio que Alibaba tenga cosas que hacer, que su vida no gire en torno a él pero … lo admita o no, duele. Las lágrimas están a punto de salir de sus ojos cuando suena el timbre del móvil. El rostro se le ilumina al ver el nombre del rubio en la pantalla.

—Buenas tardes Alibaba-kun.

—Je, je, je. Si, qué pena, ya son tardes. Lo siento.

—No te preocupes. Se que estabas ocupado, me hace feliz escucharte. ¿Aún tienes planes para hoy? – no pretendía mostrarse tan ansioso pero ha escapado a su control.

—Sobre eso, no fue mi intención el dejarte plantado.

—No te preocupes, aproveche para adelantar tarea.

—¡Siempre tan responsable!

—Je, je, je.

—Aladdin… tengo algo que decirte … – el corazón se desborda de tal manera que parece fuera a salir del pecho – yo… no sé cómo hacerlo…

—N-no lo medites mucho, así como salga para que no te cueste tanto trabajo – las mejillas se ponen más rojas que nunca. ¿Esté será el regalo de Santa? Poco le falta para ponerse a saltar de alegría.

—No podré verte en lo que quedan de vacaciones.

—¿Qué…? – se derrumba completamente sobre su asiento.

—¿ Ves que te dije que me caía muy bien un chico de mi clase?

—Ah… si… Hakuryuu-kun …

—Si, ese mismo. Me sorprende que lo recuerdes, no te hablé mucho de él… honestamente me daba algo de vergüenza, ya sabes es un chico, igual que yo y… me gusta… – no hace falta decir que el alma del pequeño abandonó su cuerpo en dicho instante, incluso empezó a faltarle el aire – hoy… vino a mi casa, y… se me declaró, llorando… le dije que si… y… que estaría a su lado… no tuve el valor para decirle que ya tenía planes contigo, lo hubieras visto. No quería hacerlo llorar más … espero que … puedas entender.

Aladdin no sabe a ciencia cierta lo que le pasó en esos pocos minutos pero casi está seguro de haberse desmayado, porque cuando cayó en cuenta, estaba tirado en el piso y le dolía un costado, posiblemente a medias porque alcanzó a escuchar la explicación, aunque fue como estar dentro de la neblina o algo por eso estilo.

–¿Aladdin?

—No te preocupes, no hay problema.

—Tu voz suena apagada, ¿estás bien?

El pequeño toma asiento como puede.

—Si. Felicidades Alibaba-kun, deseo que sean muy felices juntos.

—¿No crees que es raro que dos chicos…?

—Amor es amor, nunca será incorrecto.

—Gracias. Se que esto no es lo que esperabas. Y tampoco quiero que te aburras. Un familiar de Hakuryuu vendrá de vacaciones, no conoce la cuidad, sería buena idea que fueran a pasear juntos.

Aladdin queda atónito. Alibaba no tiene la culpa de no corresponder, después de todo no estaba enterado de sus sentimientos. Pero no solo le ha hecho a un lado en los planes que esperaron por un largo año, sino que le ha dejado a cargo del familiar de la persona que robó el corazón más valioso en el mundo, a su parecer. El llanto fluye en demasía, imposible de detener, aprieta con fuerza el móvil.

«—Eres demasiado cruel Alibaba-kun.»

Quizá sea un defecto en su personalidad, probablemente solo sea masoquista pero se ve incapaz de rechazar la propuesta. Pasa saliva, centra toda energía en aparentar que no le afecta. Es una suerte que todo haya sido por teléfono, puede ocultar el pesar en la voz, pero no el desastre que trae por cara.

—No hay problema Alibaba-kun.

—¡Sabía que podía contar contigo! Qué se diviertan.

—Ustedes también. De nuevo felicidades, cuida mucho de onisan.

—Je, je, je. No digas eso que me sonrojas.

La llamada finaliza. Aladdin da rienda suelta a sus sentimientos. Llora desgarradoramente, prácticamente grita, ahí, de rodillas, derrotado, con el corazón pisoteado por la persona que más le importa. También es una bendición que su madre haya ido de compras porque no puede encerrar tanto dolor. Si, ama a su mejor amigo, lo ha hecho desde hace muchos años pero hasta ese día jugando con la nieve lo notó. No se arrepiente de hacerlo porque gracias a él sonrió con tanta felicidad, pudo sentir el auténtico amor pero que el primero en su vida no sea recíproco, que siquiera se haya dado cuenta duele, mucho más de lo que su pequeño cuerpo puede soportar. De lo que sus infantiles pulmones pueden procesar. Todo le da vueltas, se asusta, se pone de pie como puede con intención de llegar a la cama, ya no piensa en llamar a alguien, a estas alturas no sabe si el teléfono aún está es su mano, no lo siente, ya no es capaz de enfocar las cosas, incluso escucha los sonidos muy distantes. Necesita de alguien que le socorra.

—Alibaba…

Sin más pierde el sentido, se hubiera hecho mucho daño cayendo de cara a esa distancia, impactando de lleno con el suelo, a no ser, por aquel intruso que le cogió en sus brazos, cuando se suponía estaba a solas en la seguridad de su hogar.

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Los ojos azulinos se abren de a poco, muy lentamente; el dueño está confundido, le cuesta volver a la realidad, es como si se hubiese desconectado de esta, de tajo.

—¿Mmm? ¿En dónde estoy? – pregunta al aire, para si mismo.

—¿Dónde más? Es tu casa. ¿La falta de aire te dejo idiota?

El pequeño se reincorpora de golpe, los zafiros se muestran perplejos. Alguien a quien no conoce está en su habitación. ¿Un ladrón? Poco probable, habría aprovechando la inconsciencia. ¿Amigo de sus padres? Mmm ¿tan íntimo como para que le den las llaves? De menos le habrían contado de él. Alza una ceja.

—No estamos interesados en comprar nada por ahora – es lo más brillante que se le ocurre decir en su actual estado.

Después de contemplarle algunos segundos, el mayor estalla en carcajadas, se dobla sobre si mismo sujetándose el estómago.

—Imaginaba por tu cara que eras idiota pero, ¿enserio? ¿Qué clase de jodido vendedor allana una casa?

El niño lo medita un instante.

—Uno… ¿perseverante?

—¡Ja, ja, ja, ja! Ay no, ¡enserio que eres increíblemente lento! Claro que no enano, soy un violador – sonríe travieso.

—Ah…

El chiquillo únicamente atina a cubrirse con las sábanas.

—Si no tratas de correr, voy a pensar que quieres que te coja.

—N-no estoy muy seguro de cómo se haga eso pero, he leído que si las dos personas no quieren es malo.

—¿Y no lo deseas?

—N-no…

—No tienes idea de lo que te pierdes – hace un ademán despreocupado, se pone de pie con aire de superioridad – Ni te sientas soñado. Soy hermano del novio del unicornio.

—¿Uni…? ¿Alibaba-kun?

—¡Ja, ja, ja! ¡Hasta tú lo notaste! Ja, ja, ja. Ay~ si, ese mero. Soy hermano de Hakuryuu.

—Hakuryuu… onisan…

—Oh, jo, jo, jo. ¿Pero que veo? ¿Mal de amores?

Aladdin guarda silencio, se echa boca abajo, si continúa escuchando las lágrimas volverán a salir.

—Mira enano, las cosas como son. La vida no es color de rosa, muchas cosas no se van a cumplir, los sueños te los lanzarán a la cara y te humillaran como si no valieras nada. Entre más pronto aprendas que todo es una mierda, será mejor. Unos tienen suerte como el unicornio y Hakuryuu, pero son los menos – suelta con evidente amargura en la voz.

El intruso chasquea la lengua. Menuda lata, ¿porqué tiene que dar razones de todo? Si no tuviera tan desarrollado el sentido del oído, no habría escuchado esos sollozos de animal herido, pero no, aquello era humano, lo conoce demasiado bien, de primera mano a decir verdad. Cuando no podía contener todo lo que Arba le hacía sentir, menos mal que la mujer esté pudriéndose a varios metros bajo tierra. Todo vuelve como un remolino, dan ganas de destrozarlo todo. Si no hubiese sido tan entrometido al espiar a su hermano… ¿porqué se maldecía Hakuryuu? Ah sí… “se que Alibaba-dono tenía planes pero si no lo hago ahora me lo robará”. Hasta Judal sintió que era despreciable. No sólo es lanzar tu dignidad por la borda, ni venderte como un trozo de vulgar carne. Durante años le ha admirado pero aborrece la persona en que se ha convertido. Luego de una leve discusión ha logrado sacarle la información del paradero de Aladdin. ¿Cómo podría saberlo? Bueno, un acosador no pierde el toque. Seguramente Hakuryuu sepa más de ese niño dramático que el mismo Alibaba. Hasta aquí todo tiene una explicación razonable menos…

«—¿Qué diablos hago aquí? Lo que pase con este mocoso y su vida me vale madres. Por mi que se cuelgue, que incendie su casa que… »

Los rubíes adquieren un perturbador y siniestro brillo. En aquel momento su cuerpo se movió solo, como si fuese controlado por alguna clase de magia… o maldición. Posiblemente el destino le ha llevado a un compañero de destrucción, alguien que se quedará a su lado para dominar el mundo. Pero el rostro infantil de mejillas rojas, lágrimas y quizá asquerosos mocos de la persona que toma sus manos entre las propias, no indica eso. No es guerra, catastrófe, destrucción, es algo desconocido. Tampoco dolor.

—¿Estás bien? – interroga el pequeño en un hilo de voz.

—Tu eres el de los alaridos de hiena – contesta ofendido – ¿de qué vas?

—¡N-no son alaridos de hiena! C-creo…

—Pues crees mal – se libera – y no me toques con tanta confianza escuincle depravado.

—¡No es…!

—Te ves mejor.

—¿Eh?

—Es de mala educación dejar esperado a las vistas.

—¿Esperando? ¿Qué visitas?

—¡¿CÓMO QUE CUÁL?! ¡¿ESTOY PINTADO O QUÉ?! ¡¿EN ÉSTA CASA NO SE COME?!

—T-tienes razón. Mmm no planeaba estar aquí así que tendremos que ordenar algo, a menos que quieras esperar a que cocine pero me voy a tardar.

—Cuando quiero algo es a la de ya.

—Eres muy quisquilloso onisan.

—¿Y qué si lo soy? Judal.

—¿Judal?

—Es mi nombre, me asquea que me hablen con tanta formalidad.

—Mucho gusto Judal-kun – sonríe amable.

—Nada mal.

—Yo soy Aladdin.

—Si como sea, muévete enano.

El pequeño hace un leve puchero, sin embargo se dirige a la puerta para ir a la sala, donde está el directorio de restaurantes. Se detiene en seco, gira y observa al mayor.

—¿Estás seguro de que no eres un vendedor? – ni tiempo le da de reaccionar cuando un zape le da de lleno en la cabeza, resuena – ¡Ay!

—Si que tienes hueco el cerebro.

—¡Ey!

A final de cuentas es Judal quien notando que las cosas no avanzan, se echa al niño al hombro como si de un costal de papas se tratase. En otra situación Aladdin se habría resistido pero ha sido tan inesperado que logra “secuestrarle” sin inconvenientes.

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Por la noche.

—Ah~.

Aladdin se tira en el lecho, echo polvo. Vaya que Judal tiene una energía (para el ocio) como nadie más que haya visto en la vida. Comieron, vieron películas, jugaron videojuegos, sonríe, su invitado no es bueno en ello y hace unos berrinches dignos de recordar. Luego estuvieron atacándose  con pistolas de agua, ahí descubrió que su invitado carece de condición física y es tan torpe como para caer de cara por culpa del piso mojado; y también vengativo porque luego de engañarle con una rendición falsa, le cargó como toda una princesa y le lanzó a la tina llena de agua fría, Aladdin solo veía con horror como la llenaba pero no tenía la fuerza para huir. Inesperadamente su mano fue a dar a la larga y gruesa trenza, quizá buscando socorro y de esa manera, ambos terminaron empapados y estornudando. La solución tomó forma de un cambio de ropa, propia para Aladdin y de su padre para Judal mientras la estropeada se iba a la secadora. Hicieron las pases con un chocolate caliente lleno de malvaviscos. Es curioso que con esa actitud Judal guste de lo dulce. Miraron más películas, las comentaban de vez en cuando y una vez las prendas estuvieron listas, el mayor se retiró amenazando con volver. Aladdin le despidió agitando efusivamente la mano desde el umbral de su hogar. Una vez cerró la puerta recordó todo el desastre que tendría que limpiar y del que claro, el otro hizo oídos sordos. Trastes sucios, lodo por todos lados y el baño… ¡el baño! Se habían cargado un espejo de cuerpo completo cuando durante la pelea o lo que rayos haya sido, Judal le lanzó el shampoo con intención de arrancarle la cabeza, justo lo que harán sus padres cuando vean el estado en que quedó la casa. Terminó por hacer cuanto pudo y exhausto se dejó caer en brazos de Morfeo. Es muy curioso, la aflicción aún desgarra sin misericordia su corazón y alma pero, jamás se había divertido tanto, nunca se había dormido con una sonrisa tan enorme que temía se le fuese a trabar la cara, al tiempo en que las gotas saladas inundan su sábana.

—Gracias Judal-kun…

La tristeza y la alegría son sumamente celosas pero, hay veces en que son capaces de convivir.

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Por la mañana.

Aladdin camina sin rumbo, todo está demasiado oscuro, hace frío. Algo atrapa su pierna, de enrolla en ella y clava como espinas de rosa, sangra, no es capaz de vislumbra su extremidad pero la tibia humedad lo hace evidente. Aquello tira de él en dirección al infierno. ¿Arenas movedizas? Lucha desesperadamente por salir, es en vano, un liquido viscoso le engulle, se mete a por las fosas nasales, se desplaza llenando los pulmones, ¿cómo puede estar aún consciente? Abre la boca angustiado para gritar y solo consigue que más de eso se adentre. Le es difícil respirar, es una tortura, es encarar la muerte indefenso, solo. ¿ Cómo van a salvarle si ni el sabe dónde está?

«—¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAH!» — un chillido que no viaja más allá de la mente.

—¡Ungh! – el quejido que escapa de su garganta, luz, peso, está desorientado — N-no puedo… respirar… alguien… – suplica.

—No seas dramático, es tu culpa por no despertar temprano – le reclama un joven que a juzgar por la posición, se ha lanzado como bala de cañón a su víctima, a la cual aún aplasta.

—¡¿Estás loco?!– en un arranque de supervivencia, logra empujarlo, lo suficiente para poder tragar aire — ¡Pudiste matarme!

—Pero no lo hice.

—Eso es muy irresponsable.

—¿Acaso no me conociste lo suficiente ayer? Y ya párate, tengo hambre.

—¿Qué sólo piensas en comer?

—A mi ni me digas, la vieja me dijo que te llamara.

—¿Vieja?

—Si, una de pelo rosa con la misma cara de mensa que tú.

—¡¿CÓMO QUE MENSA?! ¡ES MI MAMÁ!

—Como sea, si no te apresuras, empezamos sin ti – se levanta, cruza los brazos por detrás de la cabeza y se va despreocupado.

—¡Es mi casa! – le persigue el pequeño sin tomarse la molestia de atarse el cabello en su usual trenza.

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En el comedor, minutos más tarde.

Aladdin infla las mejillas y se muerde los labios frustrado. Judal no come, devora. No le ha bastado con desaparecer los hotcackes que Sheba le hizo, sino que también despareció los que el infante tenía en el plato. Las miradas se encontraron, la escarlata burlona, la zafiro indignada.

—¿Hasta cuándo me vas a dejar comer? – susurra para que su madre no pueda oírle.

—Por cierto Aladdin, traeré la comida, hoy terminare temprano el trabajo, así que puedes jugar con tu nuevo amigo, es muy agradable – le sonríe.

—No es necesario, de verdad …

—Siempre haces más de lo que te corresponde, estoy preocupada. Si no fuera porque Judal te salvó ayer, te hubieras herido gravemente con el espejo – abraza a su niño – lo material se repone pero no queremos perderte. Relájate un poco, piensa más en ti.

«—¡Fingiste ser un héroe con mamá!» – grita cada facción del rostro, casi un mensaje telepático.

«—Te salve la vida, así no te castigarán por romperlo.» — sonríe cínicamente.

Un leve aroma tostado llega a la nariz de Sheba.

—Olvidaba los hotcackes, no quiero que se quemen.

La mujer deja más en el plato de Aladdin, y se gira para hacer una nueva tanda. De nuevo el niño sufre un asalto.

—¿Me quieres matar de hambre Judal-kun? – sigue murmurando.

—¿Tantas ganas tienes de probarlos? — le imita.

—¡Si!

Los ojos de Aladdin se abren en demasía. No logró procesar el porqué el mayor le cogió de las mejillas con ambas manos, muy tarde fue cuando el sinvergüenza profanó sus labios, un leve toque pero lo suficiente para robarle el primer beso. Aladdin se petrificó, no atinaba a llorar, querer golpearlo, insultarle o qué, pero… ¿sería demasiado extraño pensar que no lo hizo para fastidiarlo? Porque lejos de sentir burla en el contacto, casi podría jurar que era amabilidad y ternura.

—¡Ja, ja, ja, ja!

Aunque Judal partiéndose en carcajadas dejaba mucho que desear. ¿Una broma, un juego?

—Veo que están muy divertidos chicos, pero no olviden alimentarse bien. Hay más si gustan.

—Muchas gracias Sheba-san – expresa Judal con respeto fingido – Tiene un talento increíble.

—¿De verdad? Soy un poco famosa por ello – se ruboriza.

—No lo dudo, todo lo que hace es delicioso – se lame los labios.

Al infante le da un vuelco el corazón. Es inocente pero no tanto como para no entender esa frase con obvio doble sentido. ¿Es que Judal lo tenía todo planeado? Porque solo entonces le dejo probar bocado. Aunque ya no puedo concentrase en el sabor de los hotcackes, lo único que captaba era el pan y la miel que Judal había depositado en su boca. “Delicioso” Era el veredicto acerca de…

«—¿Lo soy…?»

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Los días pasan, la convivencia continua. Para Aladdin aún está muy presente el rechazo de su mejor amigo. Si, jamás ha sido buena idea tejerse fantasías, ansiar algo que posiblemente no vaya a ocurrir pero, eso es vivir. No está arrepentido de darle un lugar especial en su corazón, aún si Alibaba nunca lo necesita o siquiera sabe de él. Hay una delgada línea entre la oportunidad y la derrota, todo es posible y no lo es. El lugar del que muchos no pasan, una zona de confort; que haya un cambio depende de cada individuo pero a Aladdin le han arrebatado eso. La vida no es fácil, suele ser difícil y cruel, es por ello que uno debe tener fe en que los milagros existen, el amor es uno de los más grandes, cuando no funciona… se pierden las ganas de vivir.

—¡Ay!

El pequeño se queja al recibir un proyectil de nieve en pleno rostro, mismo que queda colorado.

—¡Eso dolió Judal-kun!

—Ni te quejes, son las reglas del juego. Además es tu culpa por ser tan torpe ja, ja, ja.

¿ Cómo es posible que un insulto no le parezca ofensivo? Divertirse con la nieve es cosa de niños, Alibaba es algo infantil por lo que no es sorpresivo que accediera pero Judal… arquea la ceja, de hecho no se lo pidió. Hace una remembranza; estaba en casa viendo una película luego de haber terminado con la limpieza a la cual se ofreció como voluntario, cuando le entraron unos terribles antojos de una botana. En el trayecto, se topó con Judal en el parque. Alzó la mano con intención de saludarle y abrió la boca para decir su nombre cuando una bola de nieve prácticamente se le atoró a media garganta. Furioso Aladdin se dispuso a atacarle, ni una sola vez le dió, en cambio Judal atinó todas.

—¡Achú! – el infante estornuda, tiembla de frío, está empapado.

—Será mejor que regreses a casa enano. Como sigas así enfermaras.

—Supongo que tienes razón. Nos vemos otro día Judal-kun, espero que para entonces seas más amable.

Aladdin se despide pero el mayor no se aleja.

—No me voy a perder – dice el pequeño incómodo.

—Para lo que me importa, solo voy en la misma dirección, no te hagas el importante.

La cara del niño se enciende de un carmín brillante, baja la mirada y continúa su andar. ¿Qué le llevó a pensar de manera tan pretenciosa? Ni que la vida de su amigo girara en torno a él. Se toca el pecho. ¿Debía ser tan directo? Aún cuando no congenian del todo, son amigos… ¿o es el único que le considera así? Llega a su hogar, abre la puerta y cuando está a punto de cerrar, el otro lo impide.

—Voy pasando.

—¡Siempre si querías venir!

—Je – sonríe travieso.

Aladdin no le da más importancia, de verdad siente que se congela, así que toma una ducha en lo que su acompañante se pasea como amo y señor del sitio. Una vez sale Aladdin, se seca el cabello y lo cepilla.

—Listo.

—Aún no, enano – le coloca un broche con una linda piedra roja que divide el flequillo por la mitad – ¿eh? Ah… ¿eh? – balbucea.

—Me encontré esta baratija hace poco y como que te pegaba.

—N-no sé qué decir… gra… – es interrumpido por un beso en los labios, queda perplejo.

—Es suficiente paga para mí.

—No… –  los zafiros se llenan de lágrimas – no está bien.

—No seas delicado, ni que fuera para tanto.

—No es… Judal-kun… estoy enamorado, no soy correspondido pero mi corazón…

—Tiene dueño y soy yo, solo que aún no lo sabes.

—¡Pero…!

—Mira enano, si no querías llamar mi atención, no debiste llorar como desquiciado cuando te conocí.

—¡Yo no…!

—Supongo que eso me sedujo. No escondes tus sentimientos, solo hace falta verte para saber lo que piensas. Cuando te enojas, estás feliz, triste y seguramente cuando te excitas.

—¡OH! — se cubre el rostro con las manos.

—No estoy compitiendo. No soy un clavo sacando a otro. Tu vas a ser solo mío, ¿te quedó claro?

—No puedo…

—Soy lo que siempre has deseado — le da un besito en la oreja.

—¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAH! – se levanta de golpe – ¡No hagas eso! ¡Es demasiado extraño!

—Que malagradecido, pensé que valorarías más mi obsequio.

El infante pasa suavemente los dedos por la piedra escarlata.

—Lo usaré siempre, gracias.

Judal le sonrió entonces de una manera difícil de describir, tan distinta a como usualmente es, dulce, tierna, tan genuina. Esa fue la primera vez que un gesto borró por completo el perenne recuerdo de Alibaba, una fracción de segundo que puede parecer poco y al mismo tiempo todo un mundo.

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La interacción entre ambos se volvió más frecuente, si bien desde un inicio era diaria, pasaban cada vez más horas juntos. Si hornean galletas, Judal le roba un beso; ven una película, le roba un beso; van de compras, juegan, pasean, dibujan, bailan, platican, lo que sea que hagan siempre lleva un beso de por medio. Los labios de Aladdin ya han sido más que profanados a estas alturas y si bien ya no le detiene, está lejos de sentir amor por Judal, sin embargo no negara que el suave roce de sus bocas es muy agradable, le provoca cosquillas en la pancita.

—¿Es atracción sexual?

—¡Puft! ¡Cof, cof, cof!

Aladdin escupe su jugo de manzana, luego se ahoga, no esperaba semejante vulgaridad del mayor. Trata de reponerse.

—¡¿Cómo se te ocurre?!

—¿Y no? Bien que te encanta que te ande besuquendo. Además yo sí te traigo unas ganas~ aunque sería como violarte. Una cosa es besarte pero ni yo soy tan imbécil para algo así.

—Te lo dije antes Judal-kun, ya hay alguien en mi corazón pero, también pienso en ti, no sé de qué manera… jamás me había pasado. Estoy confundido, necesito aclarar mis sentimientos. Me importas, de eso estoy seguro y no jugaría con tus sentimientos, es por eso que no puedo darte una respuesta. Disculpa.

—No hay porqué – expresa aburrido.

—De verdad lo lamento …

Se hizo un silencio bastante prolongado, no volvieron a dirigirse la palabra hasta que llegó la hora de despedirse. Esa noche Aladdin se fue a dormir con los pensamientos revueltos, con el corazón hecho un lío. No pudo pegar el ojo. ¿Cómo se supone se trataran de ahora en adelante? Es claro que Judal no requiere precisamente su amistad y es lo único que puede darle. Quizá sí iniciaba la conversación con un chiste o una broma, no es hábil en ello pero cualquier cosa sirve para romper el hielo que amenaza con destruir un vínculo que le tenía muy contento, como hacía tiempo no se sentía. Pero no supo de Judal por la mañana, ni el día siguiente, ni el posterior… transcurrida una semana, era como si se lo hubiese tragado la tierra.

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Casa de los Saluja.

El rubio hace la tarea cuando recibe una llamada.

—¿Diga?

—Hola Alibaba-kun…

—¡Aladdin! ¡¿Cuánto tiempo sin saber de ti?! ¿Acaso ya me cambiaste por el pesado del hermano de…?

—¿Sabes algo de él?

—¿Eh?

—Hace una semana… desapareció.

—¿No se despidió de ti…?

—¿Despedirse? ¿A qué te refieres?

—Te conté que estaba de paso, ¿no? Volvió a su hogar.

—¿Dónde…?

—Al otro lado del mundo – silencio — Pero no te preocupes, Hakuryuu dijo que volvería a visitarlo algún día – sin resultados — ¿Aladdin? – nada — ¿Aladdin, sigues ahí? ¿Estas bien?

—¡Eres un idiota!

Fin de la llamada. Alibaba se queda tieso con el teléfono en la mano, preguntándose qué había hecho mal.

Por su parte Aladdin arde en furia, jamás había estado tan molesto. Primero Judal se mete sin consentimiento a su casa, rutina y vida. Le roba tantos besos que sus labios ya tienen su nombre grabado y cuando confiesa que no puede corresponderle solo se va. ¿No se supone que lo haría suyo? Aún no le pertenece y solo se deshizo de él cual objeto. No era verdad que tenía intención de luchar. Ya le imagina muy lejos, burlándose a sus costillas, porque tal parece que cayó redondo en su juego.

—¿Por qué…?

Cae de rodillas, el llanto fluye, está a nada de gritar cuando se detiene, se limpia las gotas saladas. Todavía está a tiempo, si no le pone nombre a ese sentimiento en su pecho aún puede fingir que no existe. Porque no soportará pasar por ello de nuevo… de nuevo… no es así… está vez es… niega con la cabeza.

«—No, no, no, no.»

 Comienza a nevar, olvidaba que casi es Navidad, no hay razón para estar triste. Es la época más hermosa del año. ¡Los adornos! Siempre le suben el ánimo, Sheba parece tener cinco años cuando van a escogerlos. Sale para ver el Santa Claus inflable, una de las series está apagada, seguramente se ha fundido un foco, tan sencillo como cambiarlo, lo ha hecho tantas veces, aunque jamás afuera. Su sentido común no logra medir el peligro debido a su aturdido cerebro. Va por la escalera y hace lo suyo, sin inconvenientes más, al disponerse a bajar le ve en el patio.

—Judal… kun…

El aludido luce angustiado, quizá sea fruto de su imaginación pero le tiene tan cerca… tanto… tanto que duele como una puñalada. Da un paso hacia atrás, la nieve no compacta niega el soporte adecuado, el pie de Aladdin resbala y sin poder evitarlo, se precipita al vacío. Cierra los ojos.

«—Lo siento mamá, perdón papá. Me hubiera gustado darme cuenta antes… Judal-kun…»

—nano … enano …

Aladdin siente que le remueven con fuerza. Abre los ojos lentamente.

—¿Judal-kun?

—¡Estúpido! ¡Casi me matas del susto!

El infante le toca la mejilla.

—Eres real.

—¡Claro que soy real! ¡¿Qué diablos estabas pensando?!

—No lo… yo no sé… Sólo creí que no ibas a regresar y… y…

—No soy de los que aceptan un no por respuesta, soy demasiado insistente. Me di cuenta de que vas a costar demasiado trabajo. No tenía planeado mudarme hasta dentro de unos meses pero si me voy, el unicornio podría…

—No comprendo.

—Hice la mudanza. Me vine a vivir con Hakuryuu. Abandoné la casa de mi madre para siempre, la vendí.

—¿Y eso no es…?

—Esta muerta hace mucho. Hakuryuu es en realidad mi hermano adoptivo. Da igual eso no importa, no te voy a ceder a nadie.

—No quiero que lo hagas. No supe en qué momento pero… Judal-kun, me enamoré… de ti.

—Si como no. A mi no me vengas con lastimas por… – un beso del menor le interrumpe.

—Estoy perdidamente enamorado de ti Judal-kun.

Los ojos de tono rubí brillan. Abraza al niño, une sus labios con los ajenos, juega con ellos, incluso se da el lujo de introducir la lengua en la pequeña boca, enredando, se hacen cómplices. La saliva escapa por las comisuras, al separarse un leve hilo aún les une hasta desaparecer.

—Te amo mucho Judal-kun.

—Yo también te amo, enano.

—No creí que el amor se pudiera sentir de esta manera, con tanta intensidad. Todos mis pensamientos están relacionados contigo. Mi corazón va a estallar. Realmente te amo tanto. ¿Cómo no me di cuenta antes?

—Porque eres un menso, uno que me encanta.

Desplaza sus labios por el tibio y aromático cuello infantil.

—Me encantas Aladdin – introducen la mano en la playera para acariciar la espalda, no hay rechazo, es más, todo el cuerpo ajeno parece invitarle – Tal parece que eres algo fácil – hace una broma.

—Solo contigo.

Judal esperaba un berrinche, para nada que su rostro se pusiera tan rojo como Aladdin antaño. Le deja en libertad.

—Mejor ahí le paramos, todavía no tengo ganas de ir a prisión.

—¿Entonces no somos… novios? – interroga decepcionado.

—Lo somos.

—¿Eh?

—Novios, amigos, amantes, prometidos, esposos. Me perteneces, le sacaré jugo a cada día, hasta el último. No te dejaré huir aún si te arrepientes, lloras o súplicas.

—No lo hagas, átame a ti para siempre.

—Eres algo masoquista – interesado.

—Solo para ti. Ay… – se queja, Judal se da cuenta de un raspón en la rodilla que deja ver la ruptura del pantalón en la zona.

—¿Te das cuenta de que el mayor peligro para ti, eres tú mismo? – le carga entre sus brazos – Será mejor que atendamos eso antes de que se infecte y pierdas la pierna.

—Eso no va a pasar… creo.

De adentran, Aladdin se abraza más fuerte al tiempo que suben las escaleras.

—¿Sabes Judal-kun? … la navidad es un festejo de enamorados en algunos países y ya que es nuestra primera vez juntos… ¿qué te gustaría de regalo?

—Que tonto… tu eres mi regalo.

—Pues yo sí tengo ganas de algo.

—¿De qué?

—Hazme el amor.

—Te dije que no iré a prisión… aún – suspira – maldito mocoso pervertido.

—Je, je, je, je. Te amo.

—Esa no es la palabra mágica para cumplir tus deseos.

—Te amo.

—Desgraciado.

Le besa para silenciarle. Maldita sea la hora en que fue a fijarse en alguien que le quita la voluntad. Dicen que el amor a primera vista no existe pero ese ángel le hechizó apenas se metió por la ventana de su casa. Desde entonces hizo cosas de las que no se creía capaz, como desligarse para siempre del monstruo que tuvo por madre. Quizá parezca que Judal fue a salvarle pero lo cierto es que Aladdin le devolvió las ganas de vivir. El viejo del traje rojo le olvidó por años pero debe admitir que ahora se lució. Tal parece que está en deuda con Santa, pues le trajo obsequios sin tener que pedir. Las mejores cosas pasan cuando no las esperas ni buscas. No hace falta escribir una carta para que vean el mayor anhelo en tu corazón.

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Notas finales.

Y sip, Santa escuchó el más grande y valioso deseo de Judal y Aladdin, ese que el dinero no puede comprar ~ así que Santa solo los unió •u•.

Siglos sin escribir JuAla ;///////;. Muchas gracias por leer J. Espero que tengan un genial año nuevo, que la pasen en compañía de sus seres amados y que las razones para sonreír no les falten en este 2021. Nos vemos en otra compañeros de vicio, mis lindos amigos •u•.


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