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Microcosmos (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

PRÓLOGO:

MARZO DESHOJADO EN ESTRELLAS Y TINTA

 

Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.

(Antoine de Saint-Exupéry, El Principito).

 

 


Repitiéndose una vez más que no había motivos para tener miedo, Eren abrió la ventana de su cuarto y se encaramó en ella, aferrándose a las conocidas ramas del magnolio que tantas veces había sido su medio de escape, descendiendo por este con habilidad.

No era como si aquella fuese la primera vez que salía solo de casa, se recordó una vez llegó abajo, y tampoco la primera que se salía tan tarde por la noche, aunque simplemente hubiesen sido inocentes escapadas para sentarse un rato en el columpio del jardín cuando no podía dormir; aun así, tembló como una hoja al viento al pensar en lo que estaba a punto de hacer, rogando porque el valor reunido aquella tarde le alcanzara lo suficiente para no flaquear en su determinación.

Reacomodándose el bolso escolar sobre sus hombros, Eren no pudo evitar sentirse algo triste e inquieto. Era sorprendente, se dijo, lo muy poco que podía pesar la vida de alguien una vez decidía dejarlo todo atrás. Aparte de algo de ropa para cambiarse, todos sus ahorros, unos cuantos juguetes, fotografías, su pluma y todos sus cuadernos de escritura, él había decidido que no necesitaba nada más. No de aquella familia, al menos, aunque fuese la suya.

Tras lanzar una última mirada a la casa de dos plantas y amplios ventanales donde ahora vivía —cuyos blancos muros de ladrillo parecían una sombra casi fantasmagórica bajo la oscuridad nocturna—, Eren inspiró profundo una vez más, llenándose los pulmones del olor de la noche y la primavera naciente, y se dirigió hacia la verja cubierta de rosales y enredaderas que rodeaba el jardín, haciendo todo lo posible para que esta no chirriase y delatara su huida.

Brincando de un cuadro de concreto al otro, para no pensar más de lo necesario en la oscuridad que creaba sombras inquietantes debido a la mortecina luz de las farolas que flanqueaban el camino, se encaminó por la acera mientras se preguntaba qué diría Zeke al verlo llegar a su casa tan tarde por la noche. Por supuesto, no era que desease asustar a su hermano mayor de ese modo, pero tras la discusión que había tenido esa tarde con su madrastra, Eren comprendió que las cosas en casa se estaban volviendo demasiado terribles, y aunque doliese un poco admitirlo, sabía que todo sería más fácil para su padre y Dina sin él allí para entorpecer su perfecta familia.

Nada más cruzar a la calle siguiente, el potente ladrido de un perro queriendo espantarlo rompió el silencio nocturno y lo asustó, logrando que su corazón redoblara los latidos dentro de su pecho y su boca se resecara a causa del terror. Una vuelta de esquina y luego otra, fue la que Eren dio siguiendo las instrucciones que había memorizado diligentemente aquella tarde tras la cena, pero al darse cuenta de que el sitio donde estaba no se parecía a ninguno que hubiese visitado antes junto a su padre o su hermano cuando iban a casa de este, un frío miedo lo embargó, amenazando con hacerlo llorar.

Sacando de su bolso el mapa que había dibujado con tanto esmero, intentó hallar alguno de los importantes puntos de ubicación marcados en este; no obstante, al no encontrar ninguno de ellos por más que observaba a su alrededor con ojos muy abiertos, la certeza de estar perdido sin remedio lo aterró.

¿Qué se suponía que iba a hacer ahora?, se preguntó.

Entonces, como si el destino desease que su desgracia fuera completa, repentinamente la noche lo absorbió todo, haciendo que las farolas que bordeaban las aceras desaparecieran una a una, como pequeñas luciérnagas que migraban lejos hasta sumir las calles en la oscuridad de aquel cielo sin luna.

Y fue debido a ello que Eren realmente tuvo miedo, no solo porque ya casi llegaba la medianoche y con ella la hora de las brujas, no solo porque odiase la oscuridad cerrada y la angustiante sensación de agobiante desamparo que esta siempre traía consigo, sino que tuvo miedo porque estaba a punto de cumplir diez años y la vida que parecía esperarle aterraba más que un poco, sintiéndose por completo solo en ese mundo enorme y desconocido.

El ligero peso sobre su hombro lo asustó y lo hizo soltar un gritito ahogado, más aún al notar la pálida mano de largos y delgados dedos que se aferraba a este, no permitiéndole escape alguno.

Volviendo apenas el rostro para alzarlo lentamente, contuvo el aliento ante la antinatural visión en blanco y negro que se presentó frente a sus ojos, sintiendo que de un momento a otro iba a desmayarse.

—Oi mocoso, ¿qué mierda haces solo a estas horas? ¿Acaso no te han enseñado a temerle a los fantasmas?

 

——o——

 

Media hora después de aquel espeluznante encuentro, Eren se hallaba por completo feliz y cómodo en casa del supuesto fantasma. Sentado en un alto taburete junto a un gran mesón de acero, bebía su té con leche mientras se abarrotaba de magdalenas de frambuesa, pensando secretamente que no había mejor forma de celebrar sus diez años, recién cumplidos, que estando levantado a medianoche mientras disfrutaba de algo que le gustaba.

Decir que la casa de aquel hombre, Levi, era una casa en realidad, no resultaría del todo acertado. O sea, sí que había una casa —que este no le había permitido visitar—, pero en su mayor parte aquella enorme vivienda de dos plantas fungía como taller y tienda de vidrio soplado, dividida en una fragua que ocupaba buena parte de la planta baja, y que era donde ellos ahora se encontraban.

La estancia era enorme, llena de estantes repletos de herramientas que él no reconocía en absoluto, y lo que supuso eran compuestos químicos y materiales para el trabajo de aquel hombre. Un horno ardía sin descanso en uno de los rincones, llenando todo de un calor fuerte y agobiante que bañaba las paredes de una luz doradamente anaranjada que convertía aquella noche en un sueño, sobre todo al reflejarse en la vitrina donde un sinfín de figurillas de colorido vidrio descansaban, como si fuesen la alegoría de una fábula.

—Joder, mocoso, comes como una puta ardilla —le dijo Levi con una ligera sonrisa perfilada en sus labios delgados, acabando de beber de un par de sorbos su propio té antes de ponerse en pie—. Tus mejillas están tan repletas que parece fueran a estallar de un momento a otro. Una ardilla con desastroso cabello castaño y ojos verdes —lo provocó, desordenando su corto pelo hasta dejarlo hecho un nido.

Sintiéndose algo abochornado por aquella comparación tan boba, Eren se sonrojó profusamente; aun así, acabó de tragar a toda prisa lo que tenía en la boca y se hizo con el último pastelillo que quedaba en la bandeja, antes de que el otro se arrepintiese y se lo fuera a apropiar.

La sonrisa de Levi al verlo se hizo más amplia todavía, pero tan solo chasqueó la lengua y tomó las tazas vacías de ambos para aclararlas en el sencillo fregadero que había en un costado. Tras atarse un blanco y grueso mandil de trabajo a la cintura, recogió su negro cabello en una corta coleta, la cual dejó a la vista el rasurado que llevaba debajo.

Levi Ackerman, para sorpresa de Eren, no había resultado ser el temible espectro que creyó al encontrárselo por primera vez en plena calle, sino tan solo un chico de veinticuatro años que era uno de los tantos vecinos que no recordaba —a pesar del tiempo que ya llevaba viviendo allí—, pero el cual sí sabía perfectamente quien era él.

«El mocoso del doctor Jaeger» le había dicho este nada más reconocerlo y recordarle que no eran horas para que un niño anduviese fuera de casa; pero, quizá notando su determinación de no querer regresar a pesar de haberse ofrecido a acompañarlo, Levi tan solo suspiró y lo invitó a tomar un té a su taller; invitación que Eren por supuesto se pensó mucho —ya que no lo conocía de nada en absoluto—, pero la cual de todos modos acabó aceptando, acallando tanto sus miedos como su sentido común.

Y allí estaba él ahora, observando como el otro se arremangaba hasta los codos la blanca camiseta que llevaba y se colocaba un par de guantes antes de abrir el ardiente horno, donde desde hacía horas se fundía la arena. Un espectáculo tan fascinante como hermoso, en el que cada uno de aquellos granitos se había disuelto hasta formar una masa de un rojo anaranjado incandescente, la cual parecía casi viva.

A sus diez años, Eren jamás había visto a nadie soplar ni moldear vidrio, pero contemplando como aquel hombre sujetaba la larga varilla de metal para tomar con ella una parte de la mezcla fundida para comenzar a soplarla y darle forma, sintió que su pecho se llenaba de una emoción cálida e indescriptible ante aquel momento precioso.

Durante la siguiente hora, observó a Levi hacer con total embeleso, admirando su trabajo. Entre una recogida y otra de vidrio incandescente, vio como este giraba la vara a toda velocidad y soplaba en ella hasta formar una burbuja perfecta, la cual a veces trabajaba sobre el mesón con diferentes herramientas y pinzas para darle forma y añadir tintes que llenaban de un fuerte olor a quemado la estancia, mientras que otras, solo volvía a recalentarla en el horno, creando, como si fuese magia, una pequeña maravilla ante sus ojos.

El tiempo voló sin que Eren apenas se percatara, ni siquiera sintiéndose ya incómodo por el enorme calor reinante en aquel lugar, o el completo silencio de su vecino, quien no había cruzado ninguna palabra con él durante todo el proceso.

Al ver como Levi finalmente metía la deshojada rama con pajarillos de colores a otro horno —uno de templado como le había explicado antes—, Eren no pudo estar más emocionado.

—¿Podría vendérmelo? —preguntó a este, sintiéndose un poco tonto cuando aquellos pálidos y afilados ojos grises se clavaron en los verdes suyos.

—¿No se supone que estás en pleno proceso de escape de casa, mocoso? —inquirió Levi, alzando una de sus delgadas cejas—. Creo que será mejor que comiences a ahorrar. La vida en solitario es bastante costosa.

—Me voy donde mi hermano —insistió él—. Zeke cuidará de mí.

—Aun así, el costo de mi trabajo no está al alcance de un crío —replicó su vecino, burlón—. Antes tendrás que crecer un poco.

Soltando un resoplido, Eren se desplomó con desgana sobre el mesón de trabajo sin dejar de mirar rencorosamente al otro hombre, quien en ese momento volvía a echar arena para fundir en el horno, repitiendo el proceso anterior. Cogiendo una toalla de la percha, Levi se secó el sudor que le perlaban el blanco cuello y la frente.

—¿Y si me lo guarda por diez años? —insistió una vez más él, sonriéndole esperanzado—. Podría abonarle una parte hoy si gusta, y en diez años más le pago el resto. Para entonces ya seré un adulto.

—Tch, ¿y quién mierda me asegura a mí que cumplirás? Además, cuando ese día llegue, esta pieza ya habrá triplicado su valor.

Eren frunció el ceño, sintiéndose molesto de que Levi no valorase sus esfuerzos y fuera un negociador tan duro; no obstante, siendo ahora consciente del enorme trabajo que las creaciones de este conllevaban, tuvo que reconocer que tenía razón.

—Bueno, no negaré eso, pero al menos piénseselo. Si no se lo compran en estos días, entonces guárdelo para mí. Le dejaré esto a cambio como prenda. ¡Le aseguro que volveré a buscarlo! —exclamó, rebuscando en su bolso y sacando uno de sus preciados cuadernos, tendiéndolo en su dirección.

A pesar de que una reticente incredulidad burlona llenaba el pálido rostro de Levi, de todas formas tendió su mano para sujetar el cuaderno de tapas azules. Al ver que este hacía amago de abrirlo para ver que contenía, Eren prácticamente se lanzó sobre el mesón para impedirlo, sintiendo como el rostro le ardía.

—¡Mierda, mocoso! —protestó su vecino, viéndolo ceñudo—. ¡¿Pero qué demonios te ocurre ahora?!

—Es que no puede leerlo, por favor —farfulló él, profundamente avergonzado—. Me lo tiene que jurar.

—Oi, oi, oi, ¿no se supone que eres tú mismo quien me está dejando esto como resguardo? —Eren asintió, solemne, ante lo que el otro solo rodó los ojos—. Joder contigo, mocoso. ¡Explícate!

—Es que, bueno… verá… ese cuaderno que usted tiene allí es una de mis novelas —respondió él, por completo mortificado—. Cuando sea mayor, voy a convertirme en escritor.

Cada vez que en los últimos años Eren había dicho a su padre que escribía, a su madrastra que escribía, a sus amigos que escribía y hasta a su hermano que escribía, estos jamás lo habían tomado del todo en serio, dividiéndose entre creer que aquello era una completa pérdida de tiempo, o un pasatiempo que al menos le servía para mitigar parte de su rebelde belicosidad. Aparte de su madre, nadie nunca había preguntado por qué él lo hacía; nadie se había dado el tiempo real de oír sus ideas o sus sueños para el futuro. Levi, sin embargo, tamborileando uno de sus dedos sobre la oscura superficie del cuaderno, tan solo se quedó allí observándole con renovada curiosidad y reconocimiento, casi como si pudiese leer a Eren; casi como si pudiese ver dentro de su cabeza y su corazón, descifrando su verdad.

—Entonces —comenzó este, todo seriedad—, te lo cambiaré por un libro. Cuando publiques tu primera novela, en unos años más, me la traes y te entregaré tu figura.

Por completo asombrado, él abrió y cerró la boca unas cuantas veces, ansiando decir mucho y sin saber bien cómo poder hacerlo. Feliz de haber conseguido su capricho, pero, al mismo tiempo, emocionado ante la idea de que alguien sí creyese en que lograría sus sueños; de que, si se esforzaba lo suficiente, podría conseguirlo.

—¡Lo haré! —aseguró a Levi, tendiendo su pequeña mano morena en su dirección y sonriendo cuando esta fue estrechada en respuesta—. Y le prometo que va a encantarle.

Su vecino asintió. Tenían un trato.

 

——o——

 

La electricidad aún no había regresado cuando dejaron el taller para salir al jardín, por lo que la débil iluminación anaranjada que provenía de este —producto del horno encendido— parecía ser el único punto que quebraba la renegrida noche. Todavía no daban las tres de la madrugada, pero poco acostumbrado a estar levantado a esas horas, sobre todo en el exterior con su notable baja de temperatura primaveral, Eren se estremeció de frío y ahogó a duras penas un bostezo, arrebujándose lo mejor posible en su sudadera azul estampada con superhéroes, cuya capucha lo cubría casi hasta las cejas.

El suave aroma de las fresias junto al fresco eucalipto repletaban la noche, y cuando él inspiró profundo, profundo hasta que los pulmones parecieron dolerle a causa del aire gélido, por un breve instante se sintió como en casa.

Y aquello fue tan triste y doloroso…

—Usted tampoco tiene madre, ¿verdad? —preguntó a Levi, alegrándose de que la noche fuese tan oscura que este no pudiese verle el rostro. Eren detestaba que le tuviesen lástima.

—Tch, ¿de dónde has sacado eso, mocoso? ¡Claro que tengo madre! De algún lado tuve que salir, ¿no?

—Me refiero a que su madre no está viva. Vi que tiene una foto de ella junto a usted en el taller, pero ninguno de los dos parece demasiado mayor en esta; y se nota que la cuida mucho. Yo tampoco tengo a la mía, por cierto, así que sé lo que es eso —explicó a su vecino, aunque suponía que aquello era algo que tanto este, como todos en aquel barrio, ya debían saber—. Sin embargo, daría lo que fuera porque siguiera aquí, ¿sabe? Hoy es mi cumpleaños, y nunca lo he celebrado sin ella. Creo que me asusta un poco.

Sentados en el columpio del jardín, ambos permanecieron balanceándose en un cómodo silencio, con él sintiendo como sus piernas apenas tocaban el verde césped, mientras Levi hacía todo el trabajo por los dos.

—Oi, Eren, mira arriba —dijo su vecino de repente, a lo que él obedeció, alzando el rostro al cielo.

Para su sorpresa, brillante fue el espectáculo que lo recibió. Un oscuro mar que se extendía hasta el abovedado infinito, repleto hasta más allá de donde la vista alcanzaba de rutilantes estrellas que parpadeaban por doquier.

—Sé que la vida a veces asusta un poco, mocoso, pero por más que lo parezca, ninguna noche es tan oscura, ¿sabes? Solo basta con mirar en la dirección adecuada.

Aunque a sus cortos diez años Eren no lo comprendiera del todo bien, las palabras de Levi le llegaron y lo hicieron llorar, no queda y silenciosamente como venía haciendo desde hacía meses atrás, sino que llorar desde el fondo de su corazón, porque estaba triste, furioso y muy asustado; porque, a sus nueve años, nunca nadie lo preparó para decir adiós a su madre, sabiendo que no podría verla ni oírla nuevamente.

Eren lloró hasta que sintió que se quedaba sin lágrimas, pero cuando tiempo después bebió el agua que su vecino había ido a buscar a la casa para él y se puso la cazadora que llevó para prestarle, se sintió sorprendentemente más ligero. Ciertamente la vida seguía sin parecerle del todo buena, pero, al menos, ya no asustaba tanto.

 

——o——

 

El camino de regreso a su casa también debieron hacerlo a oscuras, ya que la luz no había vuelto aún. Levi, por supuesto, no le preguntó en absoluto si estaba de acuerdo en regresar allí, pero, cansado como se sentía, Eren no tuvo ánimos de protestar.

Tras abrir la verja con cuidado, se volvió hacia el otro para darle las gracias y despedirse; no obstante, Levi lo sorprendió al sacar algo del bolsillo de su cazadora, tendiéndoselo.

—Para ti, mocoso. Por tu cumpleaños.

Totalmente asombrado, Eren quitó el papel de periódico que cubría su obsequio, abriendo mucho los ojos al ver la reluciente esfera de vidrio que estaba entre sus manos.

Estrellas y galaxias la repletaban. Un universo en miniatura que cabía en la palma de su mano, y que aun así parecía tan inmenso como lo eran los sueños.

Microcosmos —le dijo Levi, acuclillándose para quedar a su altura y mirarlo a los ojos—. Es una pieza mágica, mocoso, así que tendrás que cuidarla. No hay dos iguales, por lo que, si la rompes, adiós hechizo.

—No lo dice en serio —masculló Eren, debatiéndose entre creer o no aquello.

—Tch, claro que es cierto, joder. De hecho, como hoy es tu cumpleaños, si escribes un deseo razonable y lo dejas bajo esta, puede que se cumpla.

Sintiendo el corazón acelerado de emocionada anticipación, Eren asintió, a pesar de temer estar siendo tomado por tonto; no obstante, por una vez en su vida deseaba creer ciegamente en algo, y que Levi lo contemplase como si acabara de compartir el mayor secreto del universo con él, le dio la confianza que necesitaba para hacerlo.

—Muchas gracias por el obsequio, traerme a casa y escucharme —le dijo a este, dándole un abrazo que lo hizo tensarse un poco—. Le prometo que escribiré el mejor libro de la historia para usted. ¡Así que espérelo, por favor!

Despidiéndose con una sonrisa, Eren corrió jardín adentro y trepó con la agilidad de un gato por el magnolio, escabulléndose luego por la ventana abierta hasta su cuarto. La noche aun era pesadamente oscura cuando se asomó fuera para ver a Levi marcharse, y al levantar la vista al cielo para contemplar las estrellas brillantes y lejanas, tan únicas como su pequeño microcosmos, pensó que estas jamás habían sido tan hermosas.

Quitándose el bolso, sacó de este uno de sus cuadernos de escritura junto a la pluma de tinta que su madre le había obsequiado en su último cumpleaños, dispuesto a escribir su nota; una que acabó convertida en una carta mucho, mucho más larga, en la cual su corazón hablaba a cada palabra y trasmitía todas sus esperanzas.

Era su cumpleaños después de todo, se dijo Eren. Podía pedir un deseo.

 

——o——

 

Escondiéndose entre las mantas para poder dormir un poco más, Eren protestó con un gruñido ante el insistente toqueteo en su rostro; protesta que murió en sus labios cuando, al abrir los ojos, la pequeña, peluda y blanca cabeza de un gatito apareció enfrente suyo, el cual puso su afilada patita sobre su nariz y lanzó un largo maullido chillón.

Desconcertado, se sentó en la cama de golpe, sin saber que significaba aquello; sin embargo, al volver el rostro hacia la esfera de vidrio con el microcosmos que Levi le había obsequiado y descansaba en su mesilla, Eren vio que la nota ya no estaba donde la había dejado.

¡Realmente su deseo de cumpleaños se había cumplido!

Tomando al gatito entre sus brazos, ocultó el rostro en su blanco pelaje y comenzó a llorar.

Ya no estaba solo.

Notas finales:

Primero que nada, para todos quienes hayan llegado hasta aquí, muchas gracias. Realmente espero que el primer capítulo de esta historia haya sido de su agrado y que, por lo menos, quedase un poquito de curiosidad por lo que se viene a continuación.

Para quienes no me conocen desde antes, soy Tessa, así que un gusto y gracias por la oportunidad. Si alguien ya se ha topado con alguna otra de mis historias, ¡un gusto nuevamente y muchas gracias por darme la oportunidad, otra vez!

Lo cierto es que este primer capítulo debería haber estado listo para el 30 de este mes, el cumpleaños de Eren, pero debido a ciertas circunstancias no pudo ser hasta ahora. Aun así, la intención es lo que cuenta, así que esta historia sigue existiendo como una celebración del cumpleaños de Eren, por lo que contará con trece capítulos en total, desde este marzo (abril en realidad) hasta el otro, del siguiente año, publicándose estos los días 30 o 31 de cada mes.

Algunos datos bobos sobre la historia, es que por primera vez escribiré sobre una de las cosas más bonitas que a mi parecer existen, y es el trabajo de soplado de vidrio; obviamente no soy una experta en el tema, así que pido disculpas de antemano por cualquier falla que pueda haber, y si alguien tiene algo que aportar sobre ello, pues bienvenido sea.

La primera vez que vi como se hacía el vidrio soplado, tenía diez años, como Eren en este capítulo, y fue uno de mis obsequios de cumpleaños, al igual que para él, convirtiéndose en una de las cosas más bellas y alucinantes que he visto en mi vida, por lo que pensé, «¿por qué no?». Hay muchos obsequios que por mucho que nos gusten en su momento a veces pasan al olvido; mientras que otros, sobre todo los intangibles, marcan de por vida.

Otro dato bobo, es que, si por el título alguien pensó «ah, es similar al tema de BTS», sí, eso es porque me basé en el tema de BTS. No soy muy fan del grupo en sí, pero definitivamente amo esa canción, y de allí nació en parte esta idea tan loca.

Y sin más ya me despido. Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que no me estoy olvidando de ellas, sino que he tenido que ir haciendo algunos arreglos y de allí este desorden tremendo, pero para el domingo debería estar ya el capítulo 16 de La Joya de la Corona, seguido luego del 3 de Tormenta y el 8 de Tú + Yo = Allegro, que ya estaría llegando a su final.

Una vez más muchas gracias por la oportunidad, quedo en deuda, por lo que solo espero que al menos este primer capítulo haya compensado.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes y los suyos.

 

Tessa.

 


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