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Tú tan Buga, Yo tan Lencha por Menz

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Notas del capitulo:

Aquí te dejo el segundo capítulo de esta nueva historia. Los siguientes serán más largos, estos dos son solo la introducción. 
¡Espero que te guste mucho!

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Capítulo 2

 

—¡Oh, por Dios! ¡Gaba responde!
Todo era oscuridad, pero aún así Gaba Espadas podía escuchar y sentir: Escuchaba gritos, alguien llamando a la ambulancia... y sentía un tremendo dolor en el cuerpo.
La cara de Érika Rubio conduciendo hacia ella le llegó a la mente.
—¡Los paramédicos ya vienen! —dijo Franco.
—¡Gaba, por favor despierta! —La voz de Mia se quebró. La chica azul hizo un esfuerzo por abrir los ojos, pues no soportaba oír los sollozos de su mejor amiga.
—… ia —logró decir aunque, por más que intentó, sus ojos no se abrieron.

—¡Aquí estoy! —Una mano tomó la suya—. Todo está bien, ya pronto te llevaremos al hospital. Yo me quedaré aquí contigo.
—¿Le avisamos a sus padres? —preguntó Franco. Gaba pujó.
—Nuestras madres aún deben estar en el hospital —respondió Mia.
Por momentos, Gaba sentía que su cerebro funcionaba y luego nada. Silencio y oscuridad.  ¿Dónde estaba? ¿Seguía en la escuela? ¿Había muerto? Un sonido se hacía cada vez más fuerte: sirenas.
—¡A un lado! ¡Dejen pasar a los paramédicos!
—¡Aquí, por favor! —suplicó Mia.
—Nosotros nos haremos cargo, señorita. Necesito que se haga a un lado.
—Gaba estará bien. Vamos —dijo Franco.
—Pero… —Mia soltó su mano.
—Hola, soy Rafa el paramédico, ¿puedes oírme? Te moveremos, así que es posible que sientas dolor. Aguanta, ¿sí? —escuchó decir al hombre.
Aunque la voz no le salía, Gaba pudo oír un grito desgarrador en su mente cuando la cargaron.
—… y quiso escapar —dijo alguien.
—¡Ah no, eso sí que no! ¡¿Dónde está esa perra?!
—¡Mia, no! —Los gritos aumentaron, ¿qué estaba pasando? Gaba sentía como la transportaban sobre una tabla rígida para subirla al vehículo de emergencias.
—¡TE ARRANCARÉ LA CABEZA! —bramó Mia. Algo rompiéndose. Escándalo.
—¡Sepárenlas!
Las puertas de la ambulancia se cerraron y los gritos fueron sustituidos por el sonido de un bip… bip… bip… bip…

******     ******
Gaba al fin había abierto los ojos. Estaba en una habitación del hospital donde su madre trabajaba. La mujer se encontraba a varios metros de ella, hablando con el doctor.
Un poco más allá pudo ver a Isis, la mamá de Mia, caminando por el pasillo. Cuando Isis estuvo a una distancia más cercana a ella, le sonrió.
—Que bueno que tienes muchas vidas —le dijo la mujer.
—¿Qué pasó?
—Te atropelló un auto, ¿no recuerdas? —A Gaba le llegó un flash: los ojos  de Érika.
—Ya…
—Estarás bien —Isis le acarició el cabello—. Unas semanas de descanso y te sentirás como nueva. Al menos te salvarás de los últimos días de clase, ¿no es una buena noticia?
—¿Dónde está Mia? —Isis esbozó una sonrisa.
—En detención. Debo ir a la escuela por ella ahora.
—¿Porqué está en detención?
—Por cobrar venganza por tu accidente. La chica esa, ¿es con la que salías? —Gaba asintió—. Supongo que hay historia ahí, ¿no?
—Una historia muy breve en realidad, algo así como un libro de un solo capítulo. —¿Un oneshot?
—Te traje comida. —Su madre había entrado llevando una bandeja con alimentos insípidos. Wácala.
—Gracias, mamá.
—No sé que problemas tengas con esa niña, solo sé que después de un turno agotador tengo que quedarme aquí a cuidarte.
—Maritza… —Isis miró a su amiga con reproche.
—Le he llamado a tu padre. También es su responsabilidad estar aquí contigo.
—No los necesito, madre.  Pueden descansar ambos.
—Tienes las costillas y el brazo fisurados, no podrías ni levantarte para ir al baño.
—Entonces me cagaré encima. Vete a dormir.
—¡¿Y dejar que mis compañeras piensen que soy mala madre?!
—Estarían en lo correcto.
—¡Basta las dos! —Isis llamó a la cordura—. Debo ir por mi hija, así que intenten estar aquí sin pelear, ¿de acuerdo? —Gaba se quedó callada.
Cuando Isis se fue, Maritza se sentó en un rincón a leer el periódico y a beber una taza de café. La chica azul observó a la mujer unos segundos, intentando descifrar el porqué de tanto coraje hacia ella. Al no encontrar una razón lógica, prefirió cerrar los ojos y dormir.

******      ******

—¡Creyó que me intimidaba! ¡Solo es un maldito director de preparatoria, no el Gran Duque de Castilnovo, carajo! —se burló Mia.
—¿Te expulsaron?
—¡Claro que no! ¡Su hija psicópata te lanzó el auto encima! ¡¿Con qué cara me expulsaría?! Nos suspendieron a las dos, pero ella sangró más.
Mia había llegado al hospital minutos antes, con raspones en las rodillas y un par de uñas rotas. Estaban solas en la habitación, ya que sus madres al fin se habían ido a sus respectivas casa a descansar un par de horas. El médico le había informado que era necesario que pasara la noche ahí, y que si todo iba bien en la mañana, le daría de alta.
—Mejor ve a tu casa antes de que anochezca. Yo estaré bien aquí.
—¿Estás loca? —Mia le dio un zape—. Aquí estaré. Esa estúpida es capaz de venir y asfixiarte con la almohada.
—Fui yo quien la abandonó en un motel.
—¿Y por eso mereces morir? Hubiera apoyado que te diera unas bofetadas… incluso las hubiera aplaudido, pero ¿atropellarte?
El teléfono de Mia sonó. Era Franco.
—Yo respondo… —Su amiga le pasó el móvil—. ¡Hey, loser!
—¡Sobrevivió damas y caballeros, ella está viva! ¡¿Cómo te sientes, inmortal?!
—Atropellada. —Su amigo soltó una carcajada.
—Podrás contar esta historia en la fiesta, ¡serás la estrella!
—No creo estar lista para una fiesta. Necesitaré unas semanas para que mis huesitos vuelvan a pegar.
—Podremos hacer la fiesta cuando te recuperes. ¡Necesito a mi dama de compañía!
—Lo que necesitas es un hombre que te despeine.
—Brincos diera, pero no hay ningún prospecto decente. ¡¿Por qué no fuiste hombre?!
—Lo mismo me pregunta Mia. —La chica castaña le dirigió una mirada curiosa.

******    ********

Los días habían pasado. Gaba nunca imaginó que así viviría el final de la preparatoria: tumbada en la cama y con dolor al respirar. Aquello arruinaba sus planes de estar todo el verano reuniendo más dinero para la mudanza. Desde hacía  años había empezado a pensar en esa idea… desde que las cosas empeoraron entre sus padres.
No podía entender cómo dos personas que una vez se amaron, podían llegar a comportarse de la forma en que sus padres lo hacían. ¿Y porqué hacerla pagar a ella por su fracaso matrimonial?
Ahí acostada podía escuchar la voz de Bruno, su padre, hablando en la otra habitación. Normalmente su papá se quedaba dos o tres noches por semana, cuando sus «vuelos» se lo permitían. Curiosamente siempre estaba en casa los días en que Maritza tenía turno nocturno, de manera que hacía semanas que sus papás no coincidían bajo el mismo techo.
—Sí, sí, mi hija está bien… no, la menor, Gabriella… creo que no se fijó al cruzar la calle… No, yo llevo el vino...  Nos vemos en un rato.
Bruno entró a la habitación. Estaba vestido con traje y corbata, listo para salir.
—¿Tienes algún compromiso? —le preguntó a su papá.
—Iré a una reunión, cosas de trabajo ya sabes.
—Pero… dijiste que veríamos el maratón de Malcolm juntos.
—Así son las cosas. —Su papá sacó su cartera y  dejó unos billetes sobre su colchón—. ¿Qué te parece si pides algo para cenar? Yo volveré más tarde… mañana tal vez. Por cierto, tu hermana llamó mientras dormías. Dijo que intentará venir el fin de semana… o en un par de semanas, algo así.
—Creo que ponerle atención a tus hijas no es tu fuerte, ¿verdad? —Pero su papá solo miraba su reloj—. ¿Te quedarás conmigo antes de que te vayas de viaje otra vez?
—No lo sé. —Gaba le echó una mirada fulminante a su padre—. Y no me mires así, jovencita. El mundo no gira a tu alrededor y los adultos tenemos responsabilidades que cumplir.
—Claro.
Bruno le dio un beso en la frente y salió de la habitación. Gaba se quedó con los ojos clavados en los billetes a un costado de sus pies, muy lejos de su alcance. La puerta principal se cerró con fuerza.
La chica azul permaneció quieta varios minutos, con la mente ausente. La poca luz que entraba por la ventana se fue extinguiendo, hasta que la casa quedó en penumbras. Se sentía sola, abandonada. Cuando era pequeña y sus padres peleaban, su hermana la abrazaba y le contaba historias para distraerla. Pero en cuanto pudo, aquella chica se había marchado de la ciudad, dejando a una Gaba de doce años en un hogar roto.
Un sonido la despertó del ensueño en el que se encontraba. Vio luz proviniendo del primer piso. ¿Su padre había cambiado de opinión y estaba de regreso? ¿Su madre había dejado su turno en el hospital? ¿Era un ladrón? Buscó por su habitación algún objeto que pudiera usar para defenderse…
—¿Por qué todo está oscuro? —Franco entró a su cuarto y encendió la luz—. Hola, lisiada.
—¿Qué haces aquí?
—Una fiesta. —Su amigo le enseñó la enorme bolsa que traía en una mano. Escuchó ruido de trastes—. Mia está en la cocina buscando algunas copas.
—¿Copas? —Franco sacó unas botellas de alcohol y varios empaques con botanas.
—Estaba aburrido en casa, así que pensé «carajo, ¿que puede hacer un chico heteroflexible un sábado por la noche?», ¡una fiesta!
—¿Heteroflexible? Yo creo que te vas más a la izquierda que a la derecha, amigo.
—Lo mismo pienso —Mia entró, llevando varios platos y copas—. ¡Acabo de darme cuenta que mis dos mejores amigos son homosexuales!
—Deberías unirte al club —dijo Gaba tomándole el pelo a su amiga.
—No sé… es que amo los penes.
—¡Yo también! —confirmó Franco—. De acuerdo, lo admito... no soy heteroflexible.
—¿Por qué no se callan y me dan algo de comer?
—¿Y este dinero? —su amigo tomó los billetes.
—Es el pago que mi padre le hace a su conciencia… se fue a cumplir con sus responsabilidades.
—¿En sábado por la noche? —Franco parecía no entender.
—Es la clave para «iré a acostarme con alguna de mis amantes» —aclaró Mia.
—Pues con esto podrás pagar un mes de alquiler —dijo Franco de forma práctica—. Lo pondré en tu cajón de tangas. —Su amigo metió el dinero en uno de sus cajones mientras Mia se sentaba a su lado y le ofrecía comida.
—Gracias —le susurró a su amiga.
—¿Creíste que te dejaría sola en el primer fin de semana del verano?
—Pensé que estarías con Romel celebrando la graduación. Por cierto, ¿qué tal el baile?
—Demasiado snob —aclaró Franco—. Analía se llevó todos los premios académicos, como era de esperarse. Esa chica debería tener una sandía en lugar de cabeza, ¡no sé dónde guarda tanta información!
—En el mismo lugar donde tú guardas los nombres de todas las colecciones de Chanel, Prada, Versace…
—¡¿Viste las tendencias de verano?! —preguntó emocionada Mia.
—¡Sí! Creo que me vería súper hot usando uno de esos trajes —Franco se apresuró a buscar en su teléfono y se puso a enseñarle fotos a Mia.
Gaba se limitó a comer sus deliciosas papas con aderezo y a darle sorbos a su mix de tequila. Agradecía tener aquella pequeña fiesta en su cuarto.

*******  ********

La puerta de la casa se abrió para dejar que Gaba y sus padres entraran a ella. Estaban regresando del hospital, donde le había realizado otras radiografías a la chica azul para comprobar el estado de su recuperación.

Gaba ya quería encerrarse en su cuarto, pues todo el camino había soportado los comentarios pasivo-agresivos de sus padres.
—Yo puedo —le dijo a su papá cuando este se acercó para ayudarla a subir las escaleras. Con algo de dolor en el costado, Gaba subió un paso a la vez.
—Podrías decirle a una de tus compañeras que se quede con ella —sugirió Bruno.
—Mis compañeras solo quieren ir a casa después de su turno, no cuidar chiquillas rebeldes —respondió Maritza.
—Entonces que se quede sola. Ya es mayor, puede atenderse.
—¿Y porqué no te quedas con ella tus días de descanso? ¿Seguirás diciendo que tienes vuelo diario? —atacó Maritza. Gaba cerró la puerta de su habitación antes de escuchar la respuesta de su padre y se colocó los audífonos. Sabía que los gritos empezarían en cualquier momento. Tomó una de las revistas para chicas que Franco había dejado y empezó a mirar si había algo interesante.
Ahí se quedó un buen rato, sin tener el valor de comprobar si la pelea ya había terminado. Solo hasta que vio a Mia entrar por el balcón, dejó lo que estaba haciendo.
—Hola —saludó la chica sentándose junto a ella en el colchón—. ¿Qué dijo el doctor?
—Que viviré hasta los cien años, pero que ahora tengo que seguir reposando, al menos un par de semanas más.
—¡Pero si ya estuviste casi un mes en cama!
—Creo que Érika pisó muy fuerte ese acelerador.
—Esa maldita piruja. ¡¿Y crees que su padre la castigó?! ¡No! Franco me dijo que la vio en un antro el fin de semana pasado. ¡En la cárcel debería estar!
¡Crash! Se escuchó en el piso de abajo.
—Seguro ya empezaron a volar platos.
—Si… los gritos llegan hasta mi casa —dijo Mia con expresión apenada.
—Lo siento. Te regalaré mis audífonos. Son muy útiles a la hora de los gritos.
—Sus peleas no son por tu culpa —aclaró la chica castaña.
¡Boom! La puerta del cuarto de Gaba se abrió. Maritza entró echa una furia.
—LO CONSEGUISTE —gritó su madre con cara de desquiciada—. TU PADRE NOS DEJARÁ POR TU CULPA.
—¿Mi culpa?
—¿CREES QUE ES FELIZ TENIENDO UNA HIJA LESBIANA?
—La infelicidad de ambos es saber que el otro respira, no mis preferencias sexuales, madre —respondió Gaba regresando la mirada a su revista.
—ME HA PEDIDO EL DIVORCIO

—¿Otra vez? —ironizó la chica. Mia le dirigió una mirada para que dejara de jugar con su mamá.
—¿TE IMAGINAS LO QUE DIRÁN DE MÍ? DIVORCIADA Y CON UNA HIJA LESBIANA.
—No olvides a la hija que nunca te visita.
—NO SÉ PORQUÉ ME MOLESTO EN HABLAR CONTIGO.
Maritza salió, azotando la puerta tras ella.
Gaba mantuvo sus ojos clavados en una página con tips para adelgazar comiendo únicamente tres rebanadas de lechuga todos los días.
—¿Estás bien? —escuchó la voz de Mia junto a ella.
—¿Porqué no lo estaría?
—Gaba… —Mia la abrazó y la hizo descansar la cabeza en su hombro. Gaba no se resistió, solo se quedó ahí en silencio.

Notas finales:

Besos cachondos.

¡Travesura realizada!


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