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OTRA TONTA PELÍCULA DE LOS 90 por Fooldownc

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Notas del fanfic:

Enteramente mío. 

Notas del capitulo:

Hi, there. Espero que os guste lo absurdo. 

                                      I
                                    
 
Desde un tiempo atrás notaba algo extraño en el comportamiento del chico que estaba sosteniendo la apolillada puerta que amenazaba con caer encima de su escuálido cuerpo.
 
Aunque a su edad, lo más seguro es que fuera la menopausia. 
 
El muchacho lo empujó, salvandolo del peligro de una fuerte contusión. 
 
—Julián, no te quedes allí parado. ¡Llama a tu primo para que lo ayude! —gritó la angustiada mujer, con sus enormes brazos, ayudo a sostener junto al muchacho una parte de la enorme madera que ya habría cumplido más años que su anciana abuela. 
 
—Julio, mamá. ¡Soy Julio! 
 
La mujer se las arreglo para lanzar una de sus sandalias directo a la cabeza de Julián. Provocando la risa burlona del chico que no era de la familia pero pasaba más tiempo en esa casa que su propio padre. 
 
Julián cruzó descalzo el camino de tierra que apenas separaba el lado del terreno perteneciente a sus padres del de su tía. 
 
—Tía Carmita, ¿está el idiota de su hijo? 
 
—¡Ay, madresita! ¿Qué te pasó en la frente, mijo? —preguntó la delgada y hermosa señora, dejando de revolver la cazuela de sopa, se limpió sus manos en el delantal para acercarse más a su sobrino y examinarle el rostro. 
 
Julián sonrió. Luego tendría tiempo para acusar de maltrato infantil a su querida madre. 
 
—Nada, tía. Iré a buscar a José. 
 
Dando un beso en la mejilla a su amada tía para calmarla, se dirigió a la diminuta habitación del cabeza hueca de su primo. Tocó la vieja y tambaleante puerta que amenazaba también con caerse.
 
—Lárgate, Julián —oyó decir desde adentro de la estancia. 
 
Entró de todas formas. 
 
—Yo también te amo pero lo nuestro no puede ser. Dicen que los hijos entre familiares nacen mal de salud, y tú ya tienes problemas mentales. 
 
—Chistoso. 
 
Esquivó la almohada que con velocidad se dirigía de nuevo hacia su pobre frente. 
 
—El gringo está a punto de ser aplastado por un trozo de viejo roble. 
 
—¿Qué? ¡Habla como las personas normales, Julián! —la exaltación en la voz de José le hizo rodar los ojos. 
 
—Te digo que al bobo de tu amiguito le va a caer encima la puerta de mi habitación, idiota. 
 
—¡Tú...! ¡Dilo antes!
 
Salió corriendo. 
 
Ja. Ni más le hacía un favor a ese rubiecito. Y menos sabiendo que era el mejor amigo del imbécil de su primo. 
 
Se tumbó con tranquilidad en la cama. Revisado con la mirada todo el lugar, vio por encima del estante una revista: Playboy. Animado, se levantó del colchón. Echo una ojeada y se la guardo en los pantalones cortos que llevaba. 
 
—Mijo, tu mami te está llamando —escuchó gritar a su tía desde la cocina. 
 
—Voy. 
 
Al llegar a su casa, su padre estaba subiendo la desgastada puerta en la parte trasera de la  camioneta. Su mamá le ordenó que subiera al carro para ir a comprar una nueva. 
 
Corriendo como si de una maratón se tratara, llegaron las hermanas pequeñas de José, las mismas que se acoplaron en el auto como si les perteneciera. Al abrir la puerta se dió cuenta de que su primo idiota y el amigo bobo de este también estaban dentro. 
 
Ir cuando ya había tanta gente era inútil. No lo dijo en voz alta, porque estaba seguro de que su mamá le pegaría nuevamente con la chancla. 
 
Se subió, pero no había asiento ni espacio para alguien más. 
 
—Mamá... 
 
—Apurate, que ya nos vamos. 
 
Genial. ¿Iba a ir agarrado a las llantas o qué? 
 
Suspiró. 
 
—Elena, súbete encima de tu hermana. Que yo no tengo sitio —le dijo. 
 
—No es mi culpa, haber llegado antes —replicó ella. 
 
—¡Yo lo haré, me sentaré en las piernas de David! —gritó la otra gemela emocionada. 
 
Julián pellizco la mejilla de la chica. Y le pidió que se comportara como una señorita. 
 
De pronto, su primo le empujó hacia atrás, haciéndole caer en el regazo de David. 
 
Julián se quedó muy quieto, pensó que así no notaria tanto como algunas partes de su cuerpo, las mismas que estaban tan cerca del cuerpo de David, le quemaban. Tuvo la necesidad de esconder la cabeza entre la parte posterior del respaldo del asiento de delante y los  brazos. 
 
Sentía la cara completamente roja. 
 
—Ya deja de llorar, mariquita. 
 
Ignoró la burla infantil de su primo. 
 
Lo único que quería era desaparecer. 
 
Su padre frenó de golpe. 
 
Por un breve momento, el maldito rubiecito puso todo su peso sobre él. Y sintió como una mano se deslizó de su cintura hasta su muslo. 
 
No la movió. La mano del chico seguía apoyada en esa zona. Estuvo allí todo el camino. 
 
Más tarde, al ver a David caminando con sus primas en cada brazo mientras les sonreía tontamente, pensó que era él quien le daba demasiada importancia. 
 
Es normal tener que tocar el cuerpo de una persona que está encima de ti mientras vas en un auto en movimiento, lo quieras o no, hay contacto, más aún cuando éste casi se choca. 
 
Alejando las ideas disparatadas de su mente, siguió caminando junto a su primo. 
 
Venir a la feria los domingos era lo único entretenido que podían hacer en una ciudad tan pequeñita. Por eso, él estaba decidido a conseguir una beca para una universidad lejana. Y aún con sus buenas notas, era algo difícil de hacer. 
 
Sacó de su bolsillo las tarjetitas con los apuntes que solía llevar a todas partes, mientras andaba, concentrado en memorizar las palabras que estaban escritas en el papel, no se dió cuenta de que algo se deslizó por su pantaloneta. 
 
Como si estuviera en alguna película de los 90, esa en la que el protagonista y la protagonista se encuentran, veía todo a cámara lenta. 
 
Las largas pestañas de la hermosa chica en frente de él pestañeaban lentamente, protegiendo con recelo los bellos ojos marrones. Su mirada se encontró con la de Julián, y al hacerlo su angelical rostro esbozó una sonrisa. 
 
El largo vestido floreado se ondeaba ligeramente con el  viento dejando ver parte de sus largas y esbeltas piernas, ambos se inclinaron a la vez para recoger el mismo objeto del suelo. 
 
Sus manos finalmente se tocaron y Julián... Casi se desmaya al darse cuenta de lo que sostenían. 
 
Se supone que esta es la escena en donde se caen los libros junto la taquilla, no la revista Playboy en mitad de la feria. 
 
Oyó una burlona y conocida risa cada vez más cerca. Y el momento en el que cual todo a su alrededor se había quedado detenido desapareció. 
 
Fue incapaz de inventar una excusa con la que poder cambiar la expresión de desagrado del rostro de la chica más bonita que había visto en su vida.
 
No fue su primo, si no David quien se acercó a ellos y les arrebató la revista de las manos. 
 
—No sabía que la tenías tú, Julián. La estuve buscando como loco. 
 
Su cabeza aún no lo procesaba. 
 
¿Qué intentaba hacer ese cretino? 
 
La hermosa chica se rió, se veía notablemente incómoda por la situación. 
 
—Disculpa, si te has sentido ofendida por ver este tipo de revista. Para ser sincero, fue mi padrastro quien me obligó a comprarla.
 
La chica se relajó, parecía entender por completo lo que ese embustero le decía. Y Julián quiso golpear su cabeza contra la pared. Estaba claro que sólo alguien con el buen aspecto de David haría que una mentira tan obvia pareciera cierta. 
 
—No. No te preocupes. Yo... 
 
Julián dejó de escuchar. Se marchó de allí molesto consigo mismo al pensar por un segundo que una chica tan atractiva como ella se fijaría en él. 
 
Se adentro en los puestos artesanales intentando alejar lo inseguro que se sentía con respecto a las chicas, y sobre todo, con su fea apariencia. 
 
Él sería un completo hipócrita si negaba su amor por las cosas lindas, así que entendía el afán de los demás en conseguir una pareja acorde a sus superficiales preferencias. Y sabía que él simplemente no encajaba en las preferencias de nadie. 
 
Mientras ojeaba las diferentes piezas de un puestito dedicado exclusivamente a hacer pulseras con coloridos abalorios y cuerdas de cuero trenzadas, en una estaba escrito con cuencas redondeadas de madera: David.
 
Recordó la primera vez que hablo con él. 
 
Él solía verlo a menudo merodeando por la casa de su primo. Pero esa tarde, parecía sofocado por completo por la excesiva atención que recibía de las gemelas. Quienes entonces, tenían 9 años. 
 
—¿Quieres? —le había ofrecido al desconocido niño. 
 
Julián estaba tranquilamente comiendo un cuenco lleno de las rebanadas de la sandia que su mamá había cosechado en el pequeño huerto detrás de su casa. 
 
Era jugosa y dulce. Tanto como para olvidar la larga regañina que su estricta madre le había dado por manchar el blanco sofá con un pequeño trozo de fruta que se le había escapado sin querer de la boca. 
 
Las pequeñas voltearon a ver a Julián con rabia. Y se alejaron de David al ver que este se dirigía hacia él. 
 
Su tía se acababa de mudar. Las niñas aún no sé familiarizaban con él ni con su madre, la verdad es que se sentía un poco celoso de su estúpido primo. Él llevaba viviendo allí toda la vida y no era amigo de ninguno de los niños del barrio. Su primo llevaba menos de un mes y ya se había hecho amigo del niño más llamativo de la zona, David. 
 
En clase, todas las molestas chicas siempre intentaban llamar la atención de David, en el barrio pasaba igual, ahora incluso con sus primas pequeñas. 
 
El niño le sonrió y tomó asiento justo al lado de él. 
 
Él le paso un trozo de sandia. 
 
Sentir celos del aspecto del chico era demasiado infantil, incluso para alguien de 11 años. 
 
En silencdio, se terminaron toda la fruta que había en el cuenco. 
 
Julián se arrepintió de haber sido amable con el niño rubio. Porque empezó a ir a su casa todos los días. 
 
—¿Acaso soy tu novia? ¡Largo de aquí, vete a tu casa! —le gritó cerrandole la puerta en las narices. 
 
—¡Julián Augusto Cárdenas Ramírez! —le riño su madre, dándole un coscorrón en la cabeza. Abrió la puerta nuevamente e hizo pasar al niño.—Disculpate ahora mismo, mocoso maleducado —dándole empujoncitos en la espalda, lo acercó al muchacho. 
 
—¡Me llamo Julio, mamá! ¡Y ese niño se quiere casar conmigo para vivir en nuestra casa! —le decía con desesperación a su madre, tirandole de la blusa. 
 
—Demasiada suerte tendría yo sí alguien tan educado y guapo como David quisiera ser mi herno —le replicó madre. —Deja de decir estupideces y disculpate. 
 
Él así lo hizo. 
 
Desde la escuela hasta su casa, veía a David en todos los sitios al que iba. 
 
Una vez, su madre le dijo que la mamá del chico había llamado para pedirle que le dejara a David dormir allí esa noche. 
 
Aún molesto, Julián le prestó su pijama. Mientras se cambiaban, se dió cuenta de que el muchacho estaba cubierto de manchas moradas y rojas. 
 
David le sonrió. Y él se sintió como un terrible zoquete. Comprendió porque su primo y David se habían hecho amigos tan fácilmente, ambos tenían problemas en casa. 
 
Desde entonces no volvió a intentar echar a David de su casa. 
 
Dejó de pensar en viejos recuerdos. Y apretó la pulsera que tenía en la mano con enfado. 
 
—Pero es su amigo y aún así se pasa la vida en mi casa —murmuró. 
 
—Tu casa es más grande así que deja de quejarte —oyó decir a su molesto primo. 
Pasándole un brazo por los hombros y acercándose más a él le susurro al oido—No querrás verlo llorar, ¿verdad?
 
Resopló.
 
Ver llorar a David era como ver a un perrito lamiendo la cara de su madre muerta. O ver a un cervatillo herido escapar de un león. 
 
Era algo que sin duda hacía que tu corazón se apretujara. 
 
—Aléjate de mí, es asqueroso tenerte tan cerca —le dijo a su primo empujandolo lejos de él. 
 
Sus primas vieron la pulsera que antes había sostenido Julián y se la compraron al chico. 
 
Bien, lo entendía, el himno de los Cárdenas era "todos amamos a David" . 
Desde luego, vaya familia de blandos. 
 
Caminaron de vuelta al lugar en donde tenían que reunirse para volver ir a casa. 
 
Mientras David y su padre subían la nueva y pulida puerta. Él aprovechó para tomar asiento. 
 
Las gemelas se sentaron una encima de la otra. 
 
Absorto en el paisaje de la carretera casi no notó cuando la mano de David chocó con la suya. La intentó apartar pero el chico le tomó la mano con fuerza y la colocó encima de su regazo. 
 
Confundido, sin apartar su mano de las piernas de David, dejó de mirar la ventana y se dió la vuelta, observó el tranquilo y relajado rostro del chico. Estaba dormido. 
 
¿Lo hizo inconscientemente? 
 
 
 
 
 
 
                                     
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Notas finales:

Amo las historias cliché, sorry not sorry. 


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