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Facing the Sun por huesoehilo

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Notas del capitulo:

llegó la narración de Harry!

Harry tenía que reconocer que el Profesor Dumbledore sabía desviar la atención.

En un momento tenía a toda la escuela al pendiente de la entrada dramática del Profesor Moody, y al siguiente los tenía en silencio, embelesados por la turbia historia del concurso que, aparentemente, querían volver a imponer.

Si, no, de ninguna manera- Harry ni siquiera necesitaba la regla de la mayoría de edad: no pensaba acercarse a ese cáliz en un perímetro de veinte metros.

Evidentemente, sus compañeros de Casa no estaban de acuerdo. Durante todo el discurso del Director no paró de escuchar protestas, siendo Fred y George los más enojados. Cuando Dumbledore los despidió para ir a dormir, ni los gemelos ni el Trío de Oro avanzaron a las puertas del Gran Comedor, quedándose en su lugar habitual de la mesa.

¨¡No pueden hacer eso!¨ se quejó George Weasley. ¨Nosotros cumpliremos 17 en abril, ¿Porqué no nos dejan intentarlo?¨

¨A mí no me van a impedir entrar.¨ aseguró Fred, observando con el ceño fruncido a Dumbledore, que seguía en la mesa de los profesores hablando con Moody. ¨Los campeones tendrán un montón de libertades, y además, ¡Son mil galeones de premio!¨

¨¡Mil galeones en metálico!¨ decía Ron, con expresión soñadora.

Hermione los apuró a ir con sus compañeros, aún con el ceño fruncido. Mientras Fred, George y Ron discutían formas de burlar al juez imparcial de Dumbledore, Harry se acercó a preguntarle en qué pensaba.

¨Sigo pensando en una parte del discurso de Dumbledore.¨ explicó ella. ¨Nunca había escuchado acerca del Campamento Mestizo.¨

¨Ah, esa escuela. Suena extraño que sea sólo para mestizos.¨ dijo Harry, frunciendo el ceño.

Había escuchado que los estadounidenses eran incluso peores que los británicos en asuntos de no relacionarse con muggles, pero tener una escuela exclusiva para estudiantes de sangre mestiza, como si no quisieran mezclar las clases se sangre… Bordeaba el racismo explícito.

Hermione pensaba algo parecido.

¨Me niego a creer que Dumbledore acepte una escuela segregada.¨ dijo ella. ¨Contradice todos los valores de Hogwarts.¨

¨Bueno, no todos.¨ dijo Harry. Frente a ellos, el Barón Sanguinario se deslizó silenciosamente por una pared, con las manchas de sangre brillando plateadas en su túnica transparente.

¨Campamento Mestizo… ¡Por Merlín, suena a campo de concentración!¨ Hermione se estremeció.

¨Bueno, no exageres: Suena mal, pero no creo que sean crueles con esos estudiantes.¨

¨Los magos permiten la esclavitud: ya no me espero nada de ellos.¨ murmuró Hermione oscuramente.

Harry, en un acto de sabiduría, no dijo nada.



Los días pasaron: asistieron a sus clases con el Profesor Moody (Harry se sentía en partes iguales fascinado y horrorizado cuando les enseñó sobre las maldiciones imperdonables), mintieron en sus trabajos de Adivinación, Hermione creó una fundación para liberar a los elfos domésticos y los obligó a entrar en ella, y Ojoloco Moody les regaló la memoria de Draco Malfoy convertido en un hurón blanco.

También le dolió la cicatriz y le envió una carta a Sirius.

Y luego le envió una desmintiendo la primera. No estaba dispuesto a que su padrino volviera a Azkaban, rastreada su correspondencia por lechuza.

Finalmente llegó el 30 de agosto, y el castillo estaba irreconocible. Los profesores y Filch habían limpiado de polvo hasta el más mínimo rincón, las armaduras de los pasillos estaban relucientes y hasta los cuadros habían sido restaurados, ganándose varias quejas de las pinturas, que se escondían y avergonzaban por sus sonrojos permanentes ya no disimulados por años de polvo pegado al óleo.

También se dieron cuenta de que los profesores estaban especialmente nerviosos, con Snape apenas ladrando monosílabos enojados en pociones y McGonagall gritándole a Neville por equivocarse en Transformaciones.

Aquella mañana, cuando bajaron a desayunar, Ron lanzó un silbido de asombro. Habían engalanado todo el Gran comedor con sendos estandartes de todas las casas: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin lucían sus colores y animales con orgullo, dejando el gran estandarte del escudo de la escuela detrás de la mesa de los profesores, los cuatro animales rodeando una gran H.

Casi nadie pudo concentrarse en toda la jornada escolar de aquel viernes, y ni siquiera los profesores estaban realmente invertidos en sus clases: todos ellos se pasaban arreglando con magia hasta el más mínimo detalle de sus salones y miraban sus relojes con nerviosismo.

Cuando dieron las 5:30, los estudiantes se apresuraron a sus dormitorios y luego fueron a los jardines de la escuela, donde los jefes de las Casas los ordenaban en filas por año.

¨Weasley, ponte bien el sombrero.¨ ladró la Profesora McGonagall. ¨Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo.¨

Parvati Patil, una niña de Gryffindor de su mismo año con la que no hablaba mucho, infló las mejillas y frunció el ceño, pero se sacó la gran mariposa que traía en el extremo de su trenza.

En medio de Hermione y Ron en la cuarta fila, Harry podía ver a todos los estudiantes de Hogwarts en varios niveles de emoción y nerviosismo, casi nadie superando a los hermanos Creevey, que prácticamente saltaban en sus respectivos lugares de las filas tres y uno.

¨¿Cómo vendrán? ¿En el tren?¨ preguntó Ron, consultando su reloj. ¨Son casi las seis.¨

¨No creo.¨ contestó Hermione.

¨¿En escoba?¨ preguntó Harry.

¨No desde tan lejos...¨

¨¿Y en traslador?¨ sugirió Ron. ¨O apareciéndose?¨

¨¿Cuántas veces tengo que decirles que en Hogwarts no se pueden aparecer?¨

¨Tal vez Dumbledore les dará permiso.¨ sugirió Harry.

¨Eh… tal vez así sea posible.¨ dijo Hermione, dubitativa.

Sin embargo, no fue nada de eso.

Las delegaciones de Durmstrang y Beauxbatons llegaron con unos veinte minutos entre ellas, hicieron las presentaciones de cortesía y luego entraron al Gran Comedor.

Moody guió a los estudiantes de Durmstrang al castillo como una manada de bisontes, y Harry tuvo que agarrar a Ron del cuello de la camisa para evitar que su amigo los siguiera.

Pensó que nada podía superar el barco emergiendo del Lago Negro. ¿Caballos voladores? Alucinante, pero esperable del mundo mágico. ¿Un barco pirata sumergible? Eso es más interesante.

Pasaron un par de minutos sin que la última escuela hiciera su entrada, y los estudiantes de Hogwarts murmuraban entre sí, nerviosos. Fred y George comenzaron a cantar una cancioncilla sobre la tardanza de los estadounidenses, y McGonagall los mandó a callar con una orden seca.

¨¡Ah, finalmente!¨ exclamó el Profesor Dumbledore, mirando hacia el bosque prohibido. ¨Pensé que se habían perdido.¨

A lo lejos, habían dos figuras acercándose.

Bueno, en realidad eran tres, sólo que las dos más pequeñas estaban tan juntas que sólo al acercarse adquirieron su propia imagen: eran dos pegasos, uno completamente negro y el otro palomino, ambos trayendo encima a un par de jinetes brillantes, relucientes bajo la poca luz blanca del octubre escoses, como si llevaran...

¨Una armadura¨ dijo Hermione, sorprendida.

Toda la primera fila de estudiantes se echó hacia atrás cuando los americanos se acercaron a ellos, con los pegasos relinchando y sin bajar la velocidad en ningún momento. Harry creyó escuchar el grito de júbilo de Dennis Creevey.

¨¡se van a estrellar!¨ gritó un sexto año de Hufflepuff.

Sin embargo, no se estrellaron. Los pegasos abrieron las alas a quince metros del piso y, como si todo estuviera calculado, descendieron a trote tranquilo ante las filas de estudiantes.

Apenas tocaron el suelo con sus cascos, ambos jinetes descendieron de sus monturas con movimientos fluidos y relajados. Uno de ellos, que a juzgar por su porte es un chico, toma las riendas de los animales y los corre a un lado, sin preocuparse de que se muevan o se escapen, o cualquier cosa que haga un caballo con alas. Harry pronto se dio cuenta de que, a pesar de estar usando una armadura completa de troyano, bajo todo ese metal traían jeans, camisetas naranja y convers. El chico, incluso, lucía un tatuaje de arcoiris en el biceps.

Ambos agitaron sus manos hacia los estudiantes de Hogwarts de manera amistosa antes de mirar al cielo, a la figura más grande que ya se acercaba. Un jadeo colectivo recorrió a todos los estudiantes de Hogwarts cuando se dieron cuenta de que era un barco.

Su casco era de madera brillante, con una sola vela de veinte metros inflada con el viento y un gran ojo pintado a ambos lados de la proa.

Todos ahogaron un grito cuando, desde un cañón en la cubierta, el barco disparó un cañonazo a sus propios estudiantes: pero Harry y el resto de los niños de Hogwarts vieron que no era una bala de cañón, sino algo que sólo podía ser descrito como una flecha atada a una cuerda metálica. El proyectil aterrizó en medio de la pareja de americanos, que se sacaron de la espalda un par de martillos gigantes y comenzaron a clavarla en la tierra.

¨Una estaca.¨ dijo Hermione. ¨Como cuando se amarran los barcos en el muelle.¨

¨¿Están amarrando su barco volador a los terrenos de la escuela?¨ preguntó Ron, alucinado.

¨No creo que lo dejen allí todo el tiempo.¨ dijo Hermione, con tono de duda.

Ahora que habían enterrado la estaca, ambos soldados (bueno, estudiantes, supuso Harry) se echaron atrás, junto a sus pegasos.

El barco ya amarrado comenzó a descender, y Harry notó las banderas que había por toda la cubierta, además de los dibujos que tenía el casco y que a lo lejos no se notaban.

¨¡Son runas!¨ dijo Hermione, con expresión se asombro. ¨Así deben haber encantado el barco para que vuele.¨

¨Creo que es la primera vez que tus clases de runas sirven para algo, Hermione.¨ dijo Ron, ganándose un puñetazo en el brazo que Harry no intentó frenar.

Cuando la cubierta inferior del barco tocó la tierra, unos paneles en el casco se abrieron y de ellos brotaron patas mecánicas, que sostuvieron el barco derecho y lo hicieron parecer como una gran araña de bronce. Las puertas se abrieron solas, una plancha de madera hizo de tablilla y cuatro patas de caballo salieron a la luz.

¨¿Otro pegaso?¨ rezongó Fred.

Pero no era un pegaso.

Las patas avanzaron y se descubrió un torso con traje de tweed pegado al caballo blanco, y luego una cara humana.

Un centauro.



¨¡Profesor Quirón!¨ se adelantó a saludar Dumbledore, en absoluto cohibido por la diferencia de altura, el lustroso pelaje del centauro o el hecho de que sus cuartos traseros se movieran indepedientemente de sus patas delanteras.

¨Un gusto conocerlo al fin, Profesor Dumbledore¨ saludó el centauro y Harry, que había hablado con los centauros del bosque y recordaba claramente su hablar en círculos y tono extraño, se sorprendió de que el director del Campamento Mestizo hablara como un profesor normal. ¨Aunque no acostumbro a que se me llame profesor: prefiero el término Maestro o sólo Quirón¨.

¨Lo llamaré Quirón si me llama usted Albus¨ accedió Dumbledore, alegre, dándole palmaditas al brazo del centauro. ¨Confío en que el viaje no fuera muy pesado¨

¨Pesado no: complicado, por supuesto. Espero que nuestro acuerdo especial no sea demasiado para tu escuela...¨

¨Tonterías, Hogwarts puede albergar a todos. Será agradable tener tantos niños alrededor¨

¨¿De que crees que hablen?¨ susurró Ron. ¨¿Acuerdo especial?¨

¨Tal vez trajeron a más personas de lo normal¨ susurró su amiga.

Y Hermione no se equivocaba, porque a un ¨¡Desembarquen, muchachos!¨ del centauro Quirón, un montón de gritos y risas emergieron del barco antes de que saltara a tierra un ejército.

Era claro que habían intentado mantener alguna clase de orden, pero todo lo que quedaba de aquello eran adolescentes con armadura y jeans luchando por sostener estandartes de colores y corregir a un montón de niños.

Y Harry estaba consciente de que de también era un niño, pero vamos, allí había una niña que debía estar en preescolar.

Tras un estandarte rojo con un jabalí había una hilera de niños corpulentos, todos con armaduras abolladas y penachos rojos a los que les faltaban las plumas. Se empujaban los unos a los otros y chocaban sus piezas de armadura en golpecitos que parecían escalar rápidamente a la violencia total.

Había un estandarte de color verde con flores bordadas a los bordes y dos guadañas de oro, y tras el se alineaban cuatro chicas y dos chicos, todos con el casco amarrado a la cintura y con coronas de flores en el pelo.

Habían varias más, pero eran tantas que Harry no podía fijarse en una sola: la fila tras el estandarte plateado y con una lechuza estaba más ordenada que todas las demás, con los penachos azules impecables e intentando callar a sus compañeros; un niño solitario custodiaba un estandarte negro con calaveras, justo al lado del líder de una fila grande de niños en armaduras abolladas y brillantes, cuyo estandarte era una simple bandera dorada sin dibujos. Tras un estandarte rosa chillón y con una paloma blanca habían varios niños delgados comandados por una chica muy guapa que sólo se había puesto las hombreras de su armadura, y la fila más numerosa estaba detrás del estandarte gris con un caduceo de dos serpientes, sostenido por uno de los pocos chicos con altura suficiente para pasar por un estudiante de 17 años.

Había muchos estandartes más, y en total debían ser más de ochenta niños; casi ninguno, a juzgar por sus alturas, debía tener edad para competir.

Los murmullos recorrían las filas de los estudiantes de Hogwarts, todos con la misma duda: ¿Quienes eran estos extraños y porqué traían niños que no podían entrar al Torneo?

Los niños de la escuela-ejército se removían inquietos, e incluso se escuchó un ¨¡Connor, devuélveme mis gafas!¨ desde la fila del estandarte de la lechuza, que desencadenó un montón de risas maliciosas de los niños detrás del caduceo. Pero antes de que Connor, quien quiera que fuera, contestara a aquello, Quirón sopló un cuerno de caza que llevaba al costado y todos los niños adoptaron una posición firme.

¨Consejeros, pasen revista a sus cabañas¨ Ordenó.

Pero a pesar de lo que sugería el tono, los estudiantes parecieron dudar, removiéndose entre sí y cuchicheando. El profesor Quirón no parecía sorprendido, pero sí un poco hastiado, cuando el chico del estandarte de lechuza se adelantó y dijo ¨Pero Quirón, ¿En orden de cabaña o de formación actual?¨

¨Cabaña¨ suspiró el centauro.

¨¡¿Nos saltamos la uno, la dos, la tres y la ocho?!¨ alguien detrás del estandarte rojo con dos martillos gritó, siendo callado por todos sus colegas: por la voz, debía ser una niña o un niño muy pequeño.

¨Si, Harley, nos saltamos esas cuatro¨ respondió.

Un murmullo de acuerdo recorrió la multitud, y pronto alguien del estandarte dorado le acercó a Quirón un post it y un lápiz rosa.

¨¡Cabaña cuatro al completo!¨ gritó la niña del estandarte de flores, una vez que Quirón tomó su post it y el lápiz y comenzó a anotar su lista.

Siguieron así: la cabaña del jabalí resultó ser la cinco, y gritaron tanto que Quirón tuvo que remover sus cascos para que se calmaran; de la seis, la lechuza, sólo gritó el chico que había preguntado; de la siete, la dorada, el chico del estandarte chifló en acuerdo, lo que le ganó un par de manotazos en los hombros y un ¨¡Avisa cuando hagas eso, Will!¨; siguieron así hasta llegar a la 14, la del estandarte multicolor, pero luego de que el chico del tatuaje arcoiris dijera ¨Todos aquí¨ en una voz grave, se hizo un silencio entre los americanos.

¨¿Cabaña quince?¨ intentó Quirón, estirando el cuello entre el mar de estudiantes que se miraban entre ellos, confundidos.

La misma niña que le había llevado el post-it se volvió a acercar a Quirón, que se inclinó para escucharla mejor.

¨Clovis se quedó dormido, Quirón¨

El centauro suspiró.

¨También Danae y Matías¨ añadió la chica, amablemente.

¨¿Siguen en el barco?¨

¨Sip¨

Quirón volvió a suspirar (lo hacía bastante).

¨Will, ocúpate de los niños de la cabaña quince¨ ordenó el centauro, y el chico del estandarte dorado hizo una seña de acuerdo, le entregó su estandarte a la chica que venía detrás de él, cogió el del chico de negro y también se lo pasó, y luego arrastró a su amigo hasta el barco, mientras Quirón volvía a su lista.

Al finalizar con la cabaña veinte (¨¡Todos aquí y listos para rockear!¨, gritó la chica del estandarte), del barco bajaron Will y el chico de negro, que arrastraban por los hombros a tres figuras: dos chicos y una chica, todos en pijama y a medio camino de quedarse dormidos.

¨Cabaña Quince al pleno, Quirón¨ anunció Will alegremente, sin inmutarse cuando el chico con el pijama morado se acurrucó en la hombrera de su armadura.

¨Oh, tráelos aquí¨ dijo Quirón, y entre maestro y estudiantes subieron al trío de niños a su lomo.

Cuando terminaron de acomodar a los tres durmientes, y que el niño de negro los cubriera con un estandarte de un morado profundo con una rama blanca bordada, Quirón se volvió a Dumbledore y, como si nada de aquello fuese extraño, dijo ¨He terminado de pasar lista, gracias por esperar.¨

¨Oh, el placer es mío¨ dijo el viejo mago, con los ojos brillando de diversión detrás de sus lentes de media luna. ¨Ya que todos estamos aquí¨ dijo, señalando con la cabeza a los tres niños dormidos sobre el lomo de Quirón ¨¿Puedo invitarlos al banquete?¨

¨No creo que algo así pueda ser rechazado, Albus¨ aceptó Quirón, volviéndose a sus estudiantes, que habían comenzado a removerse y hablar apenas terminaron su lista. ¨¡Rompan filas: al castillo!¨ gritó.

¨¡El último que llega es una dracaenae!¨ gritó el chico del estandarte del caduceo, y como si fueran niños de primaria, toda la seriedad que pudieron tener con sus armaduras y portes de guerra se rompió: la mayoría de los niños más pequeños corrieron al castillo, a gritos de ¨¡No es justo, tienes piernas más largas! ¡Harley, deja de pisarme!¨ o ¨¡Laurel, Holly me empujó!¨, mientras que los más mayores (y aquí Harry estaba siendo generoso, porque pocos parecían superar los quince años) se dividían en grupos de dos o tres, todos sacándose los cascos y charlando como si estuvieran en un receso.

También notó que todos los portaestandarte los llevaban con cuidado, casi con miedo de ensuciarlos con el barro.

Ron expresó los pensamientos de todos sus amigos.

¨¿Qué diablos fue eso?¨ parecía exigir esa respuesta al universo.

A lo lejos, una chica gritó ¨¡Harley, no!¨

Y luego la voz del niño muy pequeño/niña dijo ¨¡Harley, si!¨

McGonagall negó con la cabeza y comenzó a arrear a sus estudiantes al castillo. Parecía que acababa de chupar un limón.

¨Te apuesto tres galeones a que el chico de negro es el elegido.¨ dijo Fred, materializándose al lado de Harry.

¨Recuerda que Dumbledore no dejará a los menores de edad presentarse.¨ dijo Hermione, pero George se encogió de hombros.

¨Si, pero ¿viste cómo estaba vestido? Ese chico grita ¡Soy el protagonista!¨

¨¡Ni siquiera lo conoces! ¡Y no puedes basarte sólo en su manera de vestir!¨

¨Eh, dí lo que quieras, pero mis apuestas van todas a él.¨ dijo George.

¨Y si eligen a alguno de nosotros, será el primero al que saboteemos.¨ dijo Fred.

¨No sé ni siquiera porqué me molesto en discutir con ustedes dos.¨ espetó Hermione.

¨Mujer, contigo no se puede hablar. ¿Harry, quién crees que será el elegido de los americanos?¨ preguntó Fred.

Harry se encogió de hombros.

¨Me da lo mismo, pero creo que podríamos descartar a los durmientes.¨

¨Oh, ¿Te imaginas que fuera alguno de ellos? ¡Sería el torneo más fácil de la vida!¨

Harry desconectó a los gemelos en cuanto Ron comenzó a correr entre los estudiantes, pero sólo tenía clara una cosa.

Los americanos eran extraños.


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