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Facing the Sun por huesoehilo

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Notas del capitulo:

ahora sí, este es el 9

Acampar en el patio de una escuela mágica no era, sorprendentemente, un cambio tan grande en la rutina de Will.

Seguía a cargo de su cabaña, aún levantándose con el sol del horizonte y ocupándose de las trenzas de Sofía y los cordones de las zapatillas de Héctor. Iba a las aulas del castillo junto al resto de los chicos de noveno grado y sufría bajo el yugo de lo que Malcolm llamaba ¨tutoría¨; salía a jugar baloncesto o futbol cada dos horas junto a todos sus amigos y hacía lectura luego del almuerzo, para luego volver al campamento y caer en su papel de sanador, atento a los cortes de las prácticas de espada o al límite de huesos rotos que Sherman podía soportar antes de que arrastrara su trasero a la enfermería.

Todo era como antes… y aún así, la expectación por la primera prueba del torneo lo tenía hecho un manojo de nervios.

No podía concentrarse en nada: las matemáticas ya no tenían sentido, los libros en griego eran tan indescifrables como los que estaban en inglés, su puntería fallaba más de lo normal y su horario de sueño estaba irremediablemente destruido, al punto que Quirón ya lo había pillado tres veces en la enfermería, arreglando papeleo en plena madrugada.

En palabras sencillas, era un desastre.

Por eso, cuando la flecha número quince falló el objetivo, Will estuvo tentado a darle el arco a su hermana, encerrarse en el baño de chicos de la nave y gritar.

Por supuesto, su vida no podía ser tan fácil.

¨Eh, esa estuvo mejor.¨ dijo Cecil.

Estaban en la franja que se formaba tras las carpas y el límite del Bosque Prohibido, con su tropa de amigos tras él y un lío de manzanas delante.

Will podía dar en el centro de una diana, pero un objetivo en movimiento era una cosa totalmente distinta, y ya que nadie iba a arriesgarse a quedar como un puercoespín humano (Will casi se desmayaba, ¿Acaso los semidioses estaban mostrando sentido común?) Kayla había decidido que el perfecto sustituto sería un montón de frutas.

Con la entusiasta ayuda de Miranda Gardiner, la jefa de Demeter y novia de Sherman, Will tuvo toda una montaña de sandías, melones y manzanas que sus amigos se turnaban para lanzarle.

Para aquel momento tenía el pelo y los brazos pegajosos por el jugo de frutas y el sudor, y menos de la mitad de todas tenían flechas clavadas.

Bajó el arco y estiró la espalda, y Cecil aprovechó para entrar en el campo de tiro con su regla de plástico, listo para medir a qué distancia estaba la manzana intacta y la flecha clavada en el piso.

Conociéndolo, estaría elaborando un gráfico para organizar el cuadro de apuestas del primer torneo. Will ya podía ver los enunciados ¿En que rango crees que Will errará el tiro? ¿10 metros? ¿20?

Se pasó las manos por el pelo, tragándose el gemido de asco. Debería lavarlo, ¿hacía cuánto que no lo hacía? Probablemente el mismo tiempo que llevaba sin dormir ocho horas seguidas, pensó con cansancio.

¨¿Lo dejamos hasta aquí?¨ le preguntó a Kayla, intentando lucir lo suficientemente desgraciado para que su hermana le diera el gusto.

¨Tu eres el que va a competir, no yo.¨ respondió ella, encogiéndose de hombros.

¨¿Enserio? Te juro que no me acordaba.¨ masculló entre dientes.

Kayla puso los ojos en blanco.

¨Oh, deja de llorar: descansa quince minutos, de todos modos tengo que ir al baño¨ dijo ella, echando a andar al trirreme con las manos en los bolsillos de la chamarra y las botas llenas de pulpa de sandía.

¨No estoy llorando.¨ gruñó el chico.

Se quitó el arco y el carcaj y se dejó caer entre su grupito de amigos, con los brazos cruzados tras la cabeza y la vista perdida en el cielo gris.

¿Hacía cuánto no veía un cielo coronado por el sol?

No haría mucha diferencia, pero el chico siempre encontró reconfortante el calor del sol en la nuca, incluso antes de saber que era, en cierto modo, su papá.

¨Eh, tómate esto.¨

Sherman colocó el fondo de una botella de agua en la frente de Will. Si no fuera como su hermano, podría haberlo besado.

El plan ¨Conseguir que Will salga entero del Torneo¨ tenía muchas aristas, aunque principalmente era sólo un extenso programa de entrenamiento que dejaba al chico jadeando, magullado y completamente agotado más días de los que no. Casi todos sus amigos habían tomado parte en dicho plan, con Kayla, Sherman y Malcolm funcionando como sus principales sargentos de ejército.

Y lo apreciaba, en serio: comparado con el bulling que tres cuartas partes de Hogwarts le hacía a Harry Potter o las miradas venenosas que las chicas de Beauxbatons le lanzaban a Fleur Delacour en las comidas, el campamento apoyaba a Will de forma incondicional. Pero había una cierta cantidad de correcciones de postura, aporreos o puñetazos ¨suaves¨ en el estómago que un chico podía soportar antes de colapsar, y Will estaba poderosamente cerca del límite.

Bailando encima, de hecho, como Vicky y Arny bailaron sobre los pasamanos de las escaleras móviles antes de caer y romperse las piernas.

(Will y Austin tuvieron que arreglárselas para curarlos y evitar que recitaran todas las groserías que conocían, y chico, eran niños de Ares, se sabían demasiadas).

¨No quiero volver a usar un arco.¨ se quejó al universo, cubriéndose los ojos con el brazo.

¨Nico te puede ayudar con la espada.¨ dijo Lou, distraídamente, pasando las páginas de su libro.

¨Me encanta el tiro con arco, es mi método de guerra favorito.¨

La chica ahogó una risita que Will no pudo corresponder.

La división académica del Equipo Will consistía en Lou, Malcolm y cualquier energética que estuvieran consumiendo, y en ese momento se encontraban en plena lectura de los pocos libros que lograron sacar de la biblioteca del castillo.

Era una de las pocas veces que Will podía ver de cerca la lupa mágica de Malcolm, un regalo de su madre que le permitía leer idiomas que no fueran griego y que era su posesión más preciada. Podrían robarle las gafas, pero la única vez que le robaron la lupa el chico casi quemó la cabaña de los ladrones hasta los cimientos.

Malcolm tenía una libreta al lado y cuando no estaba anotando, hacía agujeros a sus jeans con sus bolígrafos de colores. A veces, Will se preguntaba si la madrastra del chico en cuestión no lo soportaba por ser el hijo de la ex de su papá o porque no tenía ningún pantalón decente.

¨¿Sabías que en 1500 hicieron a los competidores infiltrarse en una fortaleza otomana?¨ preguntó Malcolm, de repente, llamando la atención de todos los demás.

¨Suena divertido.¨ dijo Nico, jugueteando con una pila de cajas de dulces de magos.

¨Y no era cualquier fortaleza: aquí dice que su objetivo era robarle una pantufla a Beyazid II¨

Los otros lo miraron, expectantes.

¨El Sultán del Imperio Otomano.¨ aclaró Malcolm, amablemente.

¨Ah.¨ corearon todos.

¨¿Y cómo les fue?¨ preguntó Will, incorporándose con los codos.

¨Bueno, aquí dice que sólo la chica de Durmstrang trajo la pantufla: los otros dos tuvieron que escapar por los techos, con la mitad de la guardia imperial persiguiéndolos.¨

Maravilloso. Por lo menos, Will podía correr rápido.

¨No vas a correr por los techos de una fortaleza otomana.¨ le dijo Nico, como si le leyera la mente.

¨Si, no creo que los manden a robar a un sultán moderno. Demasiadas cámaras y mierda.¨ dijo Lou, desdeñosamente. ¨Pero escucha esto: en 1745 los competidores fueron enviados a un volcán activo a rescatar a una cría de dodo. Ninguno logró rescatarla, y escaparon en pegaso justo antes de la explosión.¨

¨No me extraña que esas cosas estén extintas.¨ gruñó Sherman.

¨Eh… los dodos se extinguieron en 1600 y algo.¨ dijo Cecil, rascándose la nuca.

Todos los chicos se lo quedaron viendo.

¨¿Qué? Es una pregunta de trivia. Siempre preguntan sobre los dodos.¨

¨Muy bien… ¿pasamos por alto que los magos tenían una especie prácticamente extinta y la usaron como cebo en una competencia inter-escolar?¨ preguntó Sherman. Will hizo una mueca.

Esperaba que ningún mago se topara con su tía Artemisa, diosa de la caza, los animales en peligro de extinción y los hombres convertidos en dichos animales en peligro de extinción.

¨Aquí también dice que, en 1895, mandaron a los campeones un mes a África con la misión de conseguir 30 cuernos de unicornio egipcio.¨ dijo Lou, leyendo con cuidado las palabras cambiadas a griego por la punta de su varita.

Sherman hundió la cara en las manos.

¨De verdad me voy a ir a Alaska.¨ murmuró. ¨Lejos de los dioses y los magos y sus desastres ecológicos y sus concursos y sus-¨

¨Si te sirve de consuelo, las brujas y magos no matan unicornios.¨ dijo Lou, acariciando la cabeza de Sherman como si fuera un gato. ¨Es considerado un tabú, ya sabes, por eso de que es el animal más puro y bueno sobre la faz de esta tierra.¨

¨¿Cómo conseguían los cuernos, entonces?¨ preguntó Will.

¨Recuerdas que Psiqué esperaba a que las ovejas se durmieran para recoger la lana? Bueno, eso pero con una sierra.¨

¨Lou¨ dijo Cecil, agarrando los hombros de la chica. ¨Te quiero, pero ustedes están locos.¨

La chica quedó roja como un tomate, farbullando por lo bajo.

Will desvió la vista, sin querer interrumpir en el momento de sus amigos.

Pasó el resto de la tarde peleando a puños y perdiendo cada miserable round. No era totalmente su culpa: Sherman era gigante, Will estaba agotado y cada vez que miraba hacia su tropa de amigos, caía bajo los ojos oscuros de Nico.



Dos días después se despertó a las cuatro de la mañana, completando tres veces veces en que se despertaba aquella misma noche.

No pudo más. Se destapó, calzó las zapatillas y su jersey tejido en el mayor silencio del que era posible y salió a caminar, intentando convencerse de que daría una vuelta para aclarar su cabeza en vez de irse, por inercia, a la carpa de Nico.

Era una corazonada.

No es que deseara que su amigo tuviera insomnio (los dioses sabían que necesitaba todo el descanso que pudiera conseguir), pero no se hacía ilusiones. Aún en el campamento, con una cama de verdad y una recientemente adquirida seguridad, el chico luchaba contra las más brutales pesadillas, de esas que lo hacían pasar en vela toda la noche y que Will trataba de palear con películas y comida chatarra, como si algo así pudiera sacarle los gritos desesperados a Nico de los pulmones.

Había una razón por la que casi no fue afectado por la Noche de las Pesadillas, cuando todo el campamento había sido presa de la combinación de recuerdos horrorosos y un sueño compartido.

(No fue culpa de nadie, ni de Mitchell, que como hijo de Afrodita sentía las emociones más fuerte, ni de Danae, que como hija de Hypnos se había quedado atrapada en la pesadilla del chico y la contagió a todo el campamento.)

Tuvo razón. Nico se asomó por la puerta de su carpa apenas Will pasó las antorchas de fuego verde, ojeroso y con el pelo revuelto pero bastante despierto.

Dejó pasar a Will y lo sentó a su lado en el sillón, ambos cubiertos por los hombros con una de sus mantas y con Will sosteniendo su lámpara de gas.

Nico abría sus dulces metódicamente: dejaba en un cubo cada rana de chocolate (ugh, Will ni siquiera iba a pensar en eso), desechaba la caja en una bolsa, miraba el cromo y gruñía de frustración.

Una y otra vez.

¨¿Qué tienen de malo?¨ preguntó Will, de pronto, cuando la pila de cromos malos alcanzaba el tamaño de una manzana.

¨No deja de salirme el mismo.¨

¨¿Y eso es malo? O sea, podrías armar un mazo basado en ese cromo...¨

¨No es un juego de cartas, sólo son cromos coleccionables.¨ Nico gimió de frustración. ¨¿Cómo se supone que arme una colección si sólo me sale una?¨

¨Ah.¨

Will sabía que no estaba realmente enfadado, que todo era un teatro: Nico intentaba distraerse a sí mismo y de paso también a Will, quejándose de que a él, un semidiós, no dejaba de salirle el cromo de Circe.

Will se dejó caer en las bromas, y entre planes cada vez más absurdos para robarles los cromos a los niños del castillo, ninguno se dio cuenta de cuando rompió el alba.





El día antes del torneo, un lunes hacia las seis de la tarde, Kayla irrumpió en la enfermería mientras Will, Austin y Jasper trabajaban en las secuelas de la última pelea entre Hermes y Niké.

¨Harry Potter está en el límite del campamento, y pregunta por ti.¨ dijo la chica, con las mejillas rojas de alguien que ha corrido una pequeña carrera.

Will frunció el ceño.

¨¿Dijo porqué?¨ preguntó, apurando los últimos puntos en la pierna de Holly Victor.

¨No, sólo que te apresures.¨

Lo que faltaba.

Will cubrió la herida con pasta de caléndula, aseguró la venda y le dio a Holly un cuadrado de ambrosía, antes de sacarse los guantes ensangrentados y asegurarle a la chica que su herida era mucho más brutal que la que recibió su hermana.

Se puso en marcha con un alegre ¨¡Estas a cargo, Austin!¨, fingiendo no escuchar el gritito indignado de su hermano, repentinamente a cargo de que las Victor no se abrieran los puntos peleando entre sí.

¿Qué querría Harry con él? Desde Halloween casi no se hablaban, apenas saludándose en las comidas y cada vez que se encontraban en los pasillos. De hecho, según su última excursión al castillo, los estudiantes de Hogwarts seguían en horario de clases. ¿Qué cosa, en el nombre de los dioses, querría Harry Potter con Will un día antes de la primera prueba y siendo rivales?

Al salir de la nave Will notó las antorchas encendiéndose por todo el campamento, claro signo de que la noche estaba a punto de caer. Alguien venía desde el Bosque Prohibido (uff, y Cecil se quejaba de sus nombres) al frente de la carreta de los bueyes autómatas, que rebozaba de leña de los pinos y álamos que crecían allí. A lo lejos se escuchaban las palabrotas de Butch y los relinchos de los pegasos, seguramente quejándose del sabor de las donas inglesas.

Harry Potter estaba en la entrada del campamento, terriblemente incómodo.

El hechizo climático de los hijos de Hécate lograba mantener una sensación térmica bastante más benevolente que el otoño escoses, lo que le generó al chico un adorable sonrojo y unas gafas empañadas, que se tuvo que quitar para limpiarlas con el dobladillo de su túnica.

Will tragó y se obligó a no, ya sabes, sonrojarse él mismo.

Harry era lindo, pero Will ya estaba perdiendo el sueño por otro chico, no necesitaba otro enamoramiento imposible.

Will supuso que, en la mente de su hermana, meterse con él por su propensión a babear por chicos de pelo oscuro estaba en lo más bajo de sus prioridades, porque le dio un codazo a Will y, sin más preámbulos, dijo ¨Diez minutos, Potter¨.

Luego se marchó a ayudar a encender la fogata, aparentemente dándoles privacidad. Pero Will sabía que tenían que haber, por lo menos, cinco campistas vigilando toda la interacción: tanto por ser impulsivos y curiosos a partes iguales como por ser paranóicos y protectores con uno de los suyos, Will sabía que tenía al campamento cuidándole las espaldas.

Lo hizo sentir mal por Harry: en todas las comidas había por lo menos una treintena de estudiantes de Hogwarts usando unas insignias con el rótulo ¨POTTER APESTA¨, y el chico parecía hablar sólo con su amiga Hermione Granger.

La única ocasión que Will recordaba de algo similar pasando en el campamento fue cuando Percy Jackson llegó con su hermano cíclope Tyson, y Will estaba totalmente convencido que el bullying no habría sucedido si hubiera estado de director Quirón y no Tántalo. O sea, claro, los niños de Ares solían ser muy pesados (sobre todo cuando Clarisse era más joven), pero nadie creía que estaba bien: con el caso de Harry Potter, la totalidad de la escuela parecía decidida a humillar a un chico de 14.

Finalmente, Harry logró desempañar sus gafas- wow, sus ojos eran muy verdes -y antes de que Will pudiera hacer algo estúpido como preguntarle cómo estaba, el chico abrió la boca.

¨¿Sabes qué será la primera prueba?¨

...Ok, no era lo que se esperaba.

¨¿Ah?¨

¨¿Sabes qué será la primera prueba? ¿La de mañana?¨ el chico hablaba con urgencia, echando ojeadas por sobre su hombro al castillo, a la fogata, al bosque.

Insistentemente al bosque.

Will estrechó los ojos.

¨¿No se supone que es un secreto?¨ preguntó, metiendo las manos en los bolsillos de su bata de médico.

¨¿Sabes o no?¨

Como buen hijo de Apolo, Will aspiró por la nariz y maldijo a su padre por no poder mentir.

¨No.¨

Harry lo tomó de los brazos como Will hizo con él hacía semanas- tenía las manos frías, debería ponerlas al fuego o algo así -y le dijo, en un tenso susurro ¨Dragones¨.

Era verdad.

De pronto, Will deseó poder ser engañado.

Harry lo miraba con sus ojos bonitos expectantes, como si esperara que Will le dijera que le estaba mintiendo para meterle miedo.

Tragó saliva.

¨¿Los demás también saben?¨ preguntó, cuidadosamente. Se tomó las manos por detrás de la espalda: no era su imaginación, de verdad estaba teniendo un aumento en el ritmo cardíaco.

El chico asintió.

¨Lo descubrí hace unos días: Fleur y Krum ya saben, creo, sus directores deben habérselos dicho. El viernes le avisé a Cedric y me acordé que tu director parece, bueno, decente, así que supuse que no te dejaría hacer trampa...¨

El chico estaba desviándose, pero no estaba totalmente equivocado: con un contrato mágico en medio, Quirón no se arriesgaría a hacer algo que pudiera enojar a los dioses de las competencias infantiles. Con cualquier otra cosa… bueno, la astucia y el engaño eran buenas cualidades para los semidioses. Cualidades que les podían comprar años de vida.

El chico volvía a mirarlo como si Will fuera a gritarle.

¨… Gracias por decirme, Harry-¨ el chico abrió mucho los ojos. ¨¡Potter! Lo siento, estoy acostumbrado a llamar a todos por su nombre...¨

Will se rascó el cuello. Con el miedo corriendo fuerte por sus venas, podía hacer exactamente lo que lo hacía famoso: ignorarlo. Lo sentía en el fondo de la garganta y en la punta de sus dedos, y su rodilla comenzaría a rebotar dentro de poco, y seguramente tendría que dar varias vueltas alrededor del campamento antes de intentar dormir… Pero podía volver a construir una sonrisa de amabilidad confiada, podía agradecerle a Harry por su ayuda, podría sacudirle la mano con pulso firme y despedirlo para volver a la seguridad de su castillo…

Pero algo no cuadraba.

¨Oye, Potter, ¿Puedo preguntarte porqué me estás avisando?¨

Y ahora el mago inglés parecía incómodo, con la vista firme en la tierra pisoteada por los bueyes mecánicos.

¨Supongo que porque no parecía justo de la otra forma.¨ dijo el chico, finalmente, como si le costara hablar. ¨Cuatro que sí sabían y sólo uno que no… estabas en desventaja.¨

¨Oh.¨

Will no sabía que decir.

¨Este, ¿Gracias? Lo siento, no sé cómo-¨

¨No te preocupes.¨ lo cortó Harry. ¨Ahora estamos los cinco en las mismas condiciones, así que estamos en paz.¨

Will no pudo obligarse a decir algo más: el mago se despidió rápidamente y volvió al castillo, en una aparente carrera contra la oscuridad de la noche.

Como en un sueño, Will volvió al centro del campamento.

Sus amigos (incluyendo a Clovis, con los ojos inyectados en sangre y una energética de uva en las manos), Kayla y Austin estaban todos cerca del fuego, con la mitad riéndose de alguna cosa y la otra mitad observándolo como águilas, cada uno con las cejas más alzadas que el anterior.

¨¿Y bien?¨ Preguntó Kayla, con las manos en las caderas.

Ocho semidioses fueron testigos de cómo Will escupió la palabra dragón.



Intentaron hacerlo ir al castillo.

La palabra es intentaron.

Ni su tropa de hermanos, ni su conjunto de amigos y ni siquiera Quirón pudieron hacerlo caminar fuera del campamento.

¨Will, eres médico, sabes que necesitas alimentarte para mañana...¨

¨Quirón, prefiero desmayarme en privado.¨

Por supuesto, esto había preocupado mucho más al centauro, y le tocó a Will jugar al policía bueno y recordar a su maestro que tenía varias decenas más de niños que necesitaban vigilancia. Will tenía quince, podía dejarlo una hora en la soledad de su carpa.

Creyó que el encargado de vigilar que no hiperventilara sería alguno de sus hermanos, pero en su lugar se encontró sentado en su litera con Cecil, con la cabeza entre sus rodillas mientras su amigo hacía círculos en su espalda.

¨Voy a morir.¨ susurró.

Cecil bufó.

¨No vas a hacerlo, tonto.¨

¨Ese dragón va a destrozarme con sus garras.¨

¨Will, escúchame: estos magos quieren que su torneo deje de ser mortífero, ¿Crees que enfrentarían a estos niños contra un bicho que no puedan controlar?¨

Era razonable.

Al miedo de Will no le importaban las razones.

¨No soy un guerrero, ¿Cómo voy a pelear contra un dragón si no soy un guerrero?¨

Cecil suspiró.

Lo atrajo y hundió una mano en el grueso pelo rubio de Will, como si fuera uno de sus hermanos más pequeños y lo estuviera consolando tras una pesadilla.

Will lo abrazó por la cintura y hundió el rostro en el pecho del chico, aspirando el olor a especias que toda la ropa lavada en el castillo de los magos tenía.

No era exactamente el olor característico de su amigo pero era su sudadera de Disney, la que tenía desde que era un pequeño Cecil y le quedaba tan grande que el borde le cubría las rodillas.

¨¿Qué te dijo Quirón cuando te eligieron?¨ murmuró entre su pelo, haciéndole cosquillas.

¨Eres un guerrero más capaz de lo que crees.¨ recitó Will, de memoria.

¨Vas a tener que creértelo alguna vez en la vida, amigo.¨

Pero no es verdad, quiso decir Will. No es verdad porque ya sé exactamente lo que soy: el sanador, el apoyo de los héroes, no el héroe en sí.

Esa era su misión, su trabajo, el único don que su padre le había dado.

Quiso decirlo, pero no dijo nada.

Se quedaron abrazados en silencio, como hacían años atrás en sus sacos de dormir entre los no reclamados del piso de la cabaña de Hermes.



Hubo un gran escándalo cuando todos volvieron: Quirón prohibió la fogata aquella noche, dejando a ochenta niños y adolescentes enfurruñados por no obtener su dosis diaria de malvaviscos y canciones malas de campamento.

El viejo centauro se mantuvo firme: Will necesitaba dormir y a los semidioses no les iba a matar privarse de azúcar una vez en la semana.

Con la mitad de los capitanes siendo sus amigos y la otra mitad en clara desventaja numérica, pronto todo el campamento estaba movilizándose para un toque de queda temprano, no sin un par de quejas y dos o tres amenazas de muerte.

Lo normal para el campamento, de todas formas.

Lo que no era normal era el Nico di Angelo en la entrada de su carpa, con su colcha de cama y almohada bajo cada uno de sus brazos y la expresión más incómoda que alguna vez le había visto.

¨¿Nico?¨

Will tenía la teoría de que Nico lo hacía veinte por ciento más estúpido. En momentos como aquel, realmente se la creía.

¨Uh, pensé en venir a hacerte compañía, con eso de que mañana es la primera prueba y tal...¨

Nico esquivaba su mirada, y Will no era nada bueno distinguiendo cosas en la oscuridad, pero ¿Acaso se estaba sonrojando? ¿Porqué lo haría?

¨¿Y por eso quieres dormir con nosotros?¨ preguntó Will, tal vez demasiado fuerte: dentro de la carpa, la conversación entre Jasper y Kayla se detuvo, al igual que los ejercicios de saxofón que Will no dejaba a Austin hacer de noche pero que el chico hacía de todos modos.

¨Okay, mala idea, volveré a mi tienda-¨ Justo cuando Nico se iba a dar la vuelta, Will lo agarró del brazo.

No fue fuerte- Nico le cortaría la mano como reflejo si se atreviera a apretar fuerte -pero fue suficiente para detener al chico.

¨No tienes porqué irte.¨ se escuchó decir. ¨No hay mucho espacio, pero podemos acomodarte.¨ Rápidamente comprobó que sus hermanas estuvieran vestidas, y luego hizo entrar a Nico.

Al igual que su cabaña en el Campamento, la carpa de Apolo tenía las literas pegadas a las paredes y el suelo cubierto de calcetines, dardos, scrunchies y cuadernos de espirales. Sus hermanos saludaron a Nico como uno de los suyos (desde la nota de en mi opinión médica blah blah eran prácticamente co-hermanos, como Miranda con los niños de Dionisio), y rápidamente despejaron el espacio para un humano al lado de la litera de Will.

Will intentó darle su litera, pero su sugerencia fue recibida con una firme negativa de parte de Nico y varias bolas de calcetines disparadas a su cabeza con puntería perfecta.

¨Vale, no, dioses.¨ masculló, cubriéndose con los brazos.

Quirón debía haber puesto somnífero en las bebidas de todo el campamento: a la media hora todos sus hermanos estaban dormidos. Jasper susurraba en sueños, las gemelas roncaban suavemente y, de vez en cuando, Miles pateaba la nada.

Nico y Will, por supuesto, no lo estaban.

Will tenía la cabeza sobre los brazos y miraba las tablas de la litera de Héctor. Estaba cansado, realmente cansado, pero cada vez que cerraba los ojos pensaba en esa palabra: dragones.

Harry Potter no le dijo nada más: no sabía si deberían pelear uno contra un solo dragón, o si pondrían varios en una arena de coliseo y el último en ser quemado vivo ganaría la ronda. O si deberían montarlos y hacer una carrera, como en esa película de Dreamworks.

Casi prefería la incertidumbre.

Pero ahora tenia una certeza, y esta no le agradaba nada.

¨Me lo dijo porque no le parecía justo.¨ susurró, de pronto, rompiendo el hechizo de silencio con el que ambos pretendían que el otro dormía.

No podía ver ni la punta de su nariz, pero estaba seguro que Nico lo estaba mirando. Lo sentía en la nuca.

¨¿Potter?¨

¨Si, Potter. Me dijo que serían dragones porque los otros ya sabían, y que así realmente sería justo.¨

¨No creí que te molestara saber a qué te enfrentas, para variar.¨

¨No me refiero a eso- bueno, un poco sí. Ahora que sé que son dragones, creo que podría desmayarme en cualquier momento -me refiero a que me lo dijo.¨

¨Explícate.¨

Will se mojó los labios.

¨Es que es… ¿Extraño? El hecho de que los magos puedan permitirse, no sé, combatir en igualdad de condiciones.¨

Nico no dijo nada.

¨Y que tengan que registrar sus elementos- ¡Casi se desmayan cuando les dije que no usaba varita! Y sólo me dejaron entrar con mi arco porque no es mágico, y supongo que el bronce celestial es un metal mágico, pero para sus estándares no, y le pusieron tanto empeño en prohibir un trozo de madera con una punta filosa cuando todos ellos tenían un arma de destrucción masiva en las manos...¨

¨Te molesta que puedan tomarse las cosas con calma.¨ dijo Nico, en voz baja, pero para Will era como si lo hubiera gritado.

Ah, ahí estaba lo que lo había estado molestando.

¨Si, creo que sí.¨ dijo el chico, como un suspiro.

Cada vez que cerraba los ojos veía a Clarisse la Rue cargando contra el Drakon de Manhattan, clavándole la lanza eléctrica en medio de los ojos.

¿Cómo podían poner niños a combatir con dragones cuando Will había visto lo que una bestia así podía hacer?

¨Es frustrante: en tres años lo único que he hecho es prepararme y luchar en dos guerras, y aquí se dan el lujo de hacer a los niños pelear por ego.¨

¨Es por eso que eres un buen campeón, Will.¨ dijo Nico.

Otra vez, era una verdad que Will no se podía creer.

¨Vas a ser el único que se tomará los retos en serio, y si todo falla-¨ Will pudo imaginarse a la perfección a Nico encogiéndose de hombros. ¨-te ayudaremos.¨

A su pesar, Will soltó una sonrisita.

¨Va contra las reglas.¨

¨Que se jodan las reglas.¨

¨¡Jódanse ustedes!¨ gruñó Jasper, desde su litera.

Ambos chicos se callaron de inmediato, con Will tapándose la boca para sofocar la risita histérica que nació de sus pulmones.

Tuvo el sueño más entrecortado que nunca y despertó a la salida del sol, más cansado que al irse a dormir. Todo el camino al comedor lo pasó con las manos temblando, y cuando se sentó en la mesa de desayuno, el solo olor de la comida lo hizo querer vomitar.

Nico, en el asiento de al lado, le puso una rana de chocolate en las manos y procedió a quejarse del cromo repetido, con tanta insistencia que Will supo que intentaba distraerlo.

Will la morquisqueó con aire ausente antes de darse cuenta de que ni siquiera había hecho su sacrificio.

Esa mañana quemó medio trozo de pastelito de chocolate en forma de caldero.

Oye papá, susurró, mientras el humo olor a chocolate se elevaba hasta lo alto, intentaré ser el guerrero que todos creen que puedo ser. Tal vez haga el ridículo y mis hermanos tengan que venir a rescatar mi culo, pero si me va bien, ¿Podrías darme una tarde agradable? Te traeré algo genial si gano, sólo pido una buena tarde.

Obviamente no hubieron truenos, ni lluvia más fuerte, ni una señal espectacular de que el padre de Will lo estaba escuchando. De hecho, el chico pensó que no lo había hecho.

Hasta que sintió, por apenas un segundo, aquel calor que era como una caricia de los últimos rayos del sol antes de que se hunda en la arena de la playa.

Trato hecho, perecía decir.

Will volvió a sentarse entre Cecil y Nico, sonriendo como un niño y derramando su jugo en el regazo de Malcolm. Su chillido de indignación no podía importarle menos.

Seguía igual que antes, un manojo de nervios aterrorizados que se reía histéricamente mientras Malcolm lo hacía rodar por el piso en una pelea que, por su lado, parecía ir bastante en serio.

Pero no estaba solo. Tenía a su familia detrás, la espada de Nico al lado y a su papá arriba, en lo alto del cielo.

Apolo estaba viendo.

Bien podría darle un espectáculo.

 

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