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Facing the Sun por huesoehilo

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Notas del capitulo:

A partir de este momento habrá que usar CALETA de contenido de la Jotaká: intentaré parafrasear lo que pueda, pero igual habrá fragmentos ultra-reconocibles.

Harry, Ron y Hermione tomaron la delantera en gran parte gracias a que Ron, liberado por fin de la correa metafórica de la Profesora McGonagall, corría como un cachorro emocionado para ver a Krum.


¨¡Krum, Harry, es Krum!¨ repetía el chico. Si Harry no lo conociera mejor, diría que estaba bajo los efectos de la amortentia.


Aunque, por otra parte, tampoco había visto a alguien bajo amortentia, así que tal vez fuera una exageración…


¨Ron, ¡Sólo es un jugador de quidditch!¨ rezongó Hermione.


¨¿Sólo un jugador de quidditch?¨ Ron, horrorizado, se lanzó a defender a Krum con brío.


Tal vez en otras circunstancias Harry habría participado en el acalorado debate entre Hermione y Ron, pero el asunto es que, por más que el hecho de que Krum todavía iba a la escuela era alucinante, lo que de verdad le daba curiosidad eran los americanos.


Harry sabía que gran parte de la escuela (incluyéndolo a él) eran mestizos, pero jamás se había detenido a pensar que, quizás, fueran suficientes para establecer una escuela sólo para ellos.


No parecía justo: Hermione era la mejor de su curso (y quizás de varios más), y exhibía con orgullo el ser hija de muggles. Por otra parte, Crabbe y Goyle eran sangre pura, y eran el equivalente mágico de un pug con esteroides, mientras que los Weasley, todos de sangre pura, eran prácticamente su familia.


Harry no podía concebir la idea de Hogwarts siendo sólo para un grupo de sangre, por lo que toda la idea del Campamento Mestizo le provocaba rechazo.


Harry chocó con la espalda de un grupo de séptimo año de Hufflepuff, se acomodó las gafas, se disculpó y luego les preguntó porqué, por las barbas de Merlín, se detenían en el vestíbulo, justo en la entrada del Gran Comedor.


¨Instinto de supervivencia.¨ dijo una chica de pelo corto. Harry tuvo que haber puesto una cara extraña, porque se apresuró a mover a sus amigos para que Harry, Ron y Hermione quedaran al frente de ellos, en primera fila para ver el espectáculo.


Mientras que los bisontes de Durmstrang se habían instalado en la mesa de Slytherin y los friolentos Beauxbatons se apretujaban en la de Ravenclaw, el grupo de americanos era un caos.


La veintena de estandartes pendían, orgullosos, de unos soportes que McGonagall debía de haber conjurado a la rápida alrededor de todo el Gran Comedor, y sin ellos era imposible distinguir de qué Casa era cada americano. Los niños más pequeños (Merlín, ese de ahí medía menos de un metro) jugaban en círculo a lanzarse una especie de pelota metálica, mientras que otro grupo reducido de adolescentes discutían, apartados.


Del grupo de adolescentes se distinguía como un pulgar doloroso el chico vestido de negro, una mancha de petróleo en medio de un mar de armaduras que brillaban con las velas suspendidas. Entre él y la chica de la última cabaña mantenían de pie a Clovis, el chico del piyama, mientras que los demás alternaban entre señalar alguna de las cuatro mesas y señalarse entre sí. La discusión la dirigían el chico de la armadura más magullada y penacho rojo, un chico con gafas y el chico Will, que ya sin casco revelaba tener un pelo rubio que francamente parecía de oro.


Finalmente todos parecieron llegar a un acuerdo y le indicaron algo a Will, que volvió a chiflar- esta vez, gracias a Merlín, más bajo.


Todos los americanos alzaron la vista, incluyendo al jardín de infantes, que le indicaron a un niño bastante grueso que se guardara la pelota.


El chico que sí parecía tener los 17 alzó la mano, y toda una facción de los americanos se separaron del grupo principal.


¨¡Hermes, a la mesa verde!¨ gritó, y como si fueran uno, todos lo siguieron.


Siguieron así: a la casa de Hermes le siguieron todos los adolescentes con coronas de flores; las casas de Atenea y Hefesto, a una orden de lo que Harry supuso eran sus prefectos, fueron a sentarse con los Ravenclaw, justo al lado de los franceses, obligándolos a apretujarse en el borde de la mesa. La chica guapa y su casa se fueron a la mesa de Hufflepuff, y al grito de ¨¡Ares, A LA ROJA!¨, todo el grupo de niños musculosos con armaduras golpeadas se fue a la mesa de Gryffindor, apretujándose en el lado de la banca que daba a las ventanas.


Antes de que Harry pudiera elegir un asiento lo más alejado de los americanos que fuera físicamente posible, Hermione los arrastró a ambos a sentarse justo al lado de la porción de mesa colonizada por ellos, y Harry ya se imaginaba que los estaría interrogando a fondo… hasta que otra facción de americanos se fue a sentar justo al frente de los de la casa de Ares.


Hary podía jurar que todas las chicas de Gryffindor suspiraron a la vez.


¨Oh no, lo que faltaba.¨ se quejó Ron, por lo bajo. ¨Otro Lockhart.¨


En la humilde y completamente heterosexual opinión de Harry, esa era una simplificación: Lockhart había sido como un querubín en plena crisis de mediana edad, con los rizos rubios demasiado bien hechos y la piel demasiado perfecta. Will Comosellame tenía el pelo rubio revuelto, la piel tan bronceada que parecía de cobre y miles de pecas por la nariz y las mejillas. Sonreía afablemente, parloteando con su amigo gótico, la chica pelirroja-peliverde y un chico afroamericano con rastas al mismo tiempo que ayudaba a un niño de preescolar a quitarse la armadura.


Todo en él daba vibras de ¨¡Habla conmigo, soy amigable!¨, como si fuera la reencarnación de un golden retriver.


Su amigo, sin embargo, no podía ser más opuesto. Con el pelo oscuro rizándose en la nuca, la piel olivacea bordeando la palidez cadavérica y profundas ojeras crónicas bajo el par de ojos más oscuros que Harry había visto, el chico podría pasar como la versión infantil de Snape, el hombre más miserable que Harry había conocido nunca (y estaba contando a su tío). Mientras todos se sacaban las armaduras para revelar camisetas naranja, camisas a cuadros y jeans, cuando el chico se sacó su armadura negra se quedó con… más ropa negra.


¨Si me dijeran que es el hijo de Snape, me lo creería.¨ murmuró Ron.


¨Para que eso pase, alguna chica debería soportar a Snape.¨ contestó Harry.


Ron asintió, pero antes de que pudiera decir algo más, los profesores entraron en fila, con los cuatro directores al final.


Los franceses (bueno, de varios países mediterráneos, pero la escuela era francesa) se levantaron en cuanto su Directora apareció, y a pesar de las risitas de los alumnos de Hogwarts y de algunos americanos, ellos sólo se sentaron cuando su directora lo hizo, al lado izquierdo de Dumbledore.


Por su lado, antes de ocupar el lugar que le prepararon al lado de Madame Maxime, el centauro Quirón trotó suavemente hasta la mesa de Gryffindor. Por fortuna no se dirigió a los alumnos de Hogwarts, sino a sus propios estudiantes.


¨Creo que te los tengo que encargar, muchacho.¨ dijo a Will Comosellame, señalando con la cabeza al trío de niños acurrucados sobre su lomo.


Will se volvió hasta su director, con la misma sonrisa fácil que tenía todo el tiempo, y se encogió de hombros. ¨No hay problema. ¿Dónde los acomodamos?¨


¨Si los ponemos bajo la mesa podrán seguir durmiendo.¨ comentó el chico de negro, seguido de varios murmullos de acuerdo. Hablaba con cierto acento, pero Harry no podía ubicarlo.


¨Nico¨ dijo Quirón como quien regaña a un niño, y el chico se encogió de hombros.


¨Era una sugerencia.¨


¨Hay espacio entre Miles y Jasper¨ dijo una niña rubia desde el lado de la cabaña siete, y por la voz Harry se dio cuenta de que era la misma que le había dado a Quirón el post it, el lápiz y la noticia de que sus amigos estaban dormidos.


¨Lyra, no podemos acomodarlos a los tres allí¨ repuso Quirón.


¨¡Eh! Entre Vicky y Arny también hay espacio¨ gritó un chico de rojo desde su lado de la mesa, y una pareja de muchachos, un chico y una chica muy parecidos, con pelo rizado y piel oscura, se apretujó entre sus compañeros hasta generar un lugar.


El centauro observó los lugares con un dejo de escepticismo, pero luego se encogió de hombros.


¨Supongo que es mejor que dejarlos con Connor Stoll.¨ dijo Quirón, y fue depositando niños: un chico entre Miles y Jasper, la chica en el espacio pequeño entre Vicky y Arny. Sin embargo, por más que se movían sus estudiantes no podían encontrar espacio para el último niño.


A medida que los americanos se acomodaban, los Gryffindor habían podido sentarse mejor… lo que sólo significó que Fred, sentado al lado de Ron, se hiciera a un lado y dijera, bien alto ¨¡Señor Centauro Quirón, aquí hay lugar!¨


Ron, que había estado mirando con nostalgia su plato de oro, se sobresaltó por el grito de su hermano y miró, horrorizado, cómo el centauro galopaba hasta su lado de la mesa.


¨¡Excelente!¨ exclamó Quirón, dejando a su último estudiante entre Fred y Ron como un gatito. Luego huyó, trotando alegremente a la mesa de los profesores.


Harry podía sentir los ojos de toda la población de Hogwarts en ellos. Merlín, podía escuchar las risitas desagradables de las chicas de Beauxbatons.


¨¿Es normal que duerma tanto?¨ preguntó Hermione, preocupada, cuando el chico se desplomó de cara en la mesa y siguió durmiendo, emitiendo suaves ronquidos que casi no se escuchaban por el sonido del comedor.


¨Completamente normal¨ aseguró el americano que estaba al lado de ella, un chico como de 16 años, asiático y con el pelo cortado al rape.


Fred y George habían comenzado a apilar platos sobre la cabeza del chico dormido, y Hermione se estiró para deshacer su tontería antes de que la comida apareciera allí.


¨No te preocupes por él¨ dijo el chico de negro, Nico, sobresaltando a Hermione, a Ron y a Harry, que por un momento se habían olvidado de que estaba allí. ¨Con los chicos de Hermes lo pasa peor.¨


¨¿Porqué duerme tanto? ¿Está hechizado o algo así?¨ preguntó Hermione. Harry notó que los gemelos también escuchaban atentamente, tal vez listos para experimentar con sus Sortilegios.


¨Nah.¨ Will Comosellame se invitó solo a la conversación, con un gesto despreocupado. ¨Es más una condición genética.¨


¨Familiar.¨ corrigió Nico.


¨Genética, familia, es lo mismo.¨ dijo Will, encogiéndose de hombros como si el tema estuviera sanjado.


Obviamente, no conocían a Hermione.


¨No nos hemos presentado.¨ comenzó ella, estrechando las manos de ambos americanos.¨ Soy Hermione Granger, de cuarto año. Estos son mis amigos, Ron Weasley-¨ Ron agitó la mano. ¨-y Harry Potter.¨


Harry se preparó para el reconocimiento, pero para su sorpresa, sólo Nico Comosellame pareció reconocerlo, alzando las cejas hasta casi esconderlas bajo su flequillo. Sin embargo no dijo nada, estrechando la mano de Harry con normalidad, algo por lo que el chico se sintió muy agradecido.


Luego, ambos chicos se presentaron como Nico di Angelo y Will Solace (y luego varios americanos comenzaron a decir sus nombres, tantos que Harry no los pudo recordar), pero antes de que pudieran seguir la charla, Dumbledore llamó al silencio.


Harry notó que muchos de los americanos no se dieron por enterados, pero guardaron silencio cuando Quirón removió sus cascos desde la mesa de los profesores.


¨Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, a nuestros huéspedes.¨ comenzó, sonriendo a los estudiantes extranjeros.


La bienvenida estuvo plagada de risitas maliciosas desde el mismo grupo de niñas francesas, susurros irritados de Hermione y un par de ¨¡a callar, idiotas!¨ que Yang, el chico asiático, siseó a su grupo de americanos, que ahora jugaban a rodear a la chica dormida con sus copas de oro.


¨El Torneo quedará oficialmente abierto finalizado el banquete, ¡Ahora os invito a todos a comer, beber y a disfrutar como si estuviérais en vuestra casa!¨


Se sentó, y finalmente apareció la comida en frente de todos.


Una exclamación de asombro recorrió a todos los americanos, incluyendo un ¨¡Asombroso!¨ desde la mesa de Ravenclaw: era Harley, que ya por fin sin armadura ni un montón de compañeros escondiéndolo se podía notar que era el niño fornido de la pelota metálica.


Era el banquete más cargado que había visto alguna vez, lleno de un montón de platos que se veían claramente extranjeros y cuyos nombres Harry no tenía idea.


Mientras Ron y Hermione discutían sobre la bullabesa (y luego sobre la chica veela), Harry observó a los americanos: llenaban alegremente sus platos y se pasaban las fuentes los unos a los otros, pero nadie probaba bocado. De hecho, desde la mesa de Slytherin (oh, Harry desearía robarle la cámara a Collin para capturar la cara de absoluta miseria que Draco traía), una de las chicas con flores en el pelo detuvo a uno de sus compañeros, a punto de probar un pan de ajo.


En la mesa principal, Quirón llamó la atención de Dumbledore, pero Harry estaba demasiado lejos como para escuchar su conversación. Dumbledore, sin embargo, alzó las cejas tras sus gafas de medialuna e hizo una reverencia apresurada a Quirón, como si se disculpara.


Se levantó de nuevo, ganando la atención de todos sus estudiantes. Con un ademán, transfiguró las piedras del piso para que formaran algo así como una pequeña fuente, justo al frente de la mesa de los profesores. Luego, chasqueó los dedos y la fuente se llenó de fuego.


¨Pido disculpas a nuestros huéspedes americanos.¨ dijo Dumbledore, sonando educadamente apenado. ¨Esto no volverá a pasar porque este fuego permanecerá encendido durante toda su estancia. Nuevamente, mis disculpas.¨ dijo, volviendo a sentarse. Los otros directores y la mayoría de los profesores tenían expresiones de desconcierto en la cara, pero el centauro aceptó las disculpas con una expresión amable.


Quirón, entonces, hizo un gesto a sus estudiantes con la cabeza, y de repente la chica de las flores se levantó con su plato en la mano.


¨¡Vamos por orden de cabaña!¨ dijo, y de pronto todo su grupo siguió su ejemplo, todos con sus platos en la mano y casi corriendo hasta el fuego.


Y luego hicieron algo que ofendió profundamente el honor de Harry y Ron: ambos observaron, con horror, cómo los americanos hippies lanzaron al fuego parte de su comida.


¨¿Qué demonios están haciendo?¨ exclamó Ron, con furia y la boca llena de puré de papas.


¨Sacrificio ritual.¨ murmuró di Angelo, examinando con aire crítico las hamburguesas en su plato, como si eligiera la más bonita.


¨¿Hablas en serio?¨


¨Nico, los estás asustando.¨ intervino Solace. Se volvió al Trío de oro con una sonrisa tranquila, aunque aún con un ojo sobre su grupo de niños. ¨Es nuestra costumbre sacrificar parte de nuestra comida a nuestros dioses patrones.¨


¨¿Dioses patrones?¨ preguntó Hermione, y luego le brillaron los ojos. ¨¡Oh, ya entiendo! ¿Así se divide su escuela? Los escuché hablando de Hermes y Ares...¨


¨Nosotros somos los de Ares.¨ gruñó el asiático, dejándose caer en su puesto junto a todos sus amigos y un plato más vacío.


¨Si, si, Sherman, ustedes son los de Ares. Bueno, el punto es que en el campamento nos enseñan a sacrificar algo de nuestro plato en cada comida principal, así que no podíamos comer hasta que su director nos echó una mano.¨ explicó, antes de excusarse junto a su plato y el resto de los niños de su lado: en la mesa de Ravenclaw, el grupo de niños comandados por el chico de las gafas acababa de sentarse.


Sin embargo, di Angelo no se movió.


¨¿No vas con ellos?¨ preguntó Ron, señalándolo con una pata de pollo.


Di Angelo señaló su estandarte negro.


¨Yo soy de otra cabaña.¨


¨¿Cómo no se confunden con el orden?¨ preguntó Harry, ya con un dolor de cabeza al imaginarse cómo debía ser eso.


¨Las cabañas tienen orden numérico, una vez que te acostumbras es fácil.¨


¨¿Y la tuya es…?¨ preguntó Hermione: no había tocado su plato, aunque Harry ya no sabía si era por su huelga contra la explotación de elfos o por la curiosidad.


Di Angelo parecía debatirse entre contestar o no, pero el chico Yang le ladró algo en un idioma extraño que hizo que el chico resoplara.


¨Mi cabaña es la trece, dedicada a Hades.¨ le contestó a Hermione, justo cuando Solace y su tropa volvían a caer en sus asientos. La mayoría de ellos comenzaron a comer de inmediato, al igual que a los chicos de Ares, pero Solace no lo hizo.


¨Ahora que lo pienso, debería haberme llevado los sacrificios de Clovis y los demás...¨ murmuró el chico, pero di Angelo se encogió de hombros.


¨No creo que se despierten, y el director dijo que estará encendido, ya verán ellos que hacen.¨


Solace parecía dispuesto a discutir, pero di Angelo se levantó de un salto, llevando su plato de hamburguesas y patatas asadas al fuego, solo.


¨¿Porqué no hay ningún otro integrante de la cabaña de tu amigo?¨ le preguntó Hermione a Solace: el chico hizo una mueca, y se oyeron un par de risotadas del lado de Ares, pero nadie salió a ayudar al rubio.


¨Verás-¨ dijo, luego de un trago de jugo de calabaza. ¨No es sólo elegir a un dios- tiene que haber, digamos, una señal de ellos. Digamos que quien te elige como seguidor es el dios, no tu.¨


¨¿Dioses patrones? Suena como un cuanto para niños¨ dijo Ron, burlón. ¨¿Hablas en serio?¨


¨Bastante.¨ dijo Solace. Harry supuso que Solace había tratado con gente como sus amigos antes, porque en vez de pelear, sólo suspiró. ¨Mira, no tienen que creer en nuestra religión, pero no estoy mintiendo: así funciona el campamento y nuestra magia.¨


¨No queremos meternos con eso.¨ se apresuró a decir Hermione, lanzándole una mirada de muerte a Ron. ¨Sólo que nos resulta extraño.¨


¨Eres una bruja, ¿no?¨ preguntó di Angelo, deslizándose en su asiento en silencio y haciendo saltar a todos en un perímetro de cinco asientos, menos a Solace. ¨Que existan dioses no debería ser tan extraño.¨


Tanto Ron como Hermione parecían querer seguir alegando, pero Harry los cortó.


¨¿De que cabaña son ustedes?¨ le preguntó a Solace.


El chico sonrió, si fuese posible, más brillante aún que antes.


¨¡Somos la cabaña 7, de Apolo!¨ dijo, con orgullo, señalando a todos los niños que lo seguían. ¨Dios del Sol, arquería, música, medicina y varias cosas más.¨


¨Vaya.¨ Harry parpadeó. ¨Son muchas cosas.¨


¨Es multifacético.¨ acordó el americano rubio.


Hermione continuó interrogando a los americanos mientras todos comían, consiguiendo que entre di Angelo, Solace, Yang y la niña peliroja-peliverde de apellido Knowles armaran más o menos la idea del Campamento Mestizo para que lo entendieran los ingleses: al parecer, era más un campamento de verano que un internado (lo que justificaba el nombre), y todas sus edades fluctuaban bastante. Aprendían según sus intereses (¨También tiene que ver con tu dios patrón¨, puntualizó la chica. ¨Los que veneran a Demeter son expertos herboristas en poco tiempo, pero luchan con otra áreas¨), y a su egreso preferían ir al mundo muggle y asistir a la universidad, en vez de obtener un empleo mágico.


¨Por ejemplo, este es el último año de Connor Stoll, el capitán de los niños de Hermes.¨ explicó Yang, señalando a la mesa de Slytherin. ¨Hasta el año pasado compartía el puesto con su gemelo, pero Travis entró a la universidad este año.¨


¨No son gemelos.¨ dijo Solace, ya en su segunda porción de tarta de melaza. ¨Travis es dos años mayor que Connor.¨


¨¿A quién le importa? Parecían gemelos.¨ Yang esquivó el trozo de corteza que Solace le lanzó. ¨Puedes hacerlo mejor, doc. De todas formas, yo soy capitán porque la chica que estuvo hasta el año pasado, Clarisse la Rue, se marchó a estudiar a Arizona.¨


¨Fascinante.¨ Hermione tenía los ojos brillantes, como si jamás hubiera considerado volver al mundo de los muggles luego de descubrir que era una bruja. ¨¿Y tú? ¿el anterior capitán de tu cabaña también fue a la universidad muggle?¨ preguntó a Solace.


El efecto fue inmediato: la mitad de los americanos, entre los que estaban Yang y di Angelo, dejaron de sonreír, adoptando una extraña solemnidad. Tres de los devotos de Apolo (Solace, Knowles y un chico afroamericano), por su lado, abandonaron sus actitudes alegres para tener el rostro de un cuidadoso blanco, como quien vuelve a armar el rostro roto de una muñeca de porcelana.


¨El chico que vino antes de mí falleció.¨ dijo Solace, con su voz desprovista de toda la calidez que antes había tenido.


Hermione palideció. Harry casi podía sentir el pánico de la chica saliendo a oleadas de ella.


¨Yo- lo- lo siento mucho-¨ tartamudeó la chica, en un hilo de voz.


¨No lo sabías.¨ dijo di Angelo: tenía una mano en el hombro de Solace, y aunque Harry no diría que era un tono amable, tampoco los estaba atacando.


¨Pasamos un par de años malos… accidentes y monstruos en las fronteras...¨ intentó explicar Yang. ¨Perdimos unos cuantos amigos así.¨


Hermione parecía a punto de llorar. Solace suspiró.


¨Escucha, no era tu intención.¨ dijo, cubriendo una de las manos de la chica con la suya. ¨Y seguramente pasen algunas situaciones así, pero hazme un favor y no le preguntes a la jefa de Hefesto o la de Afrodita, ¿Si? Ellas obtuvieron el puesto en circunstancias parecidas.¨


Hermione asintió.


Harry se sentía absolutamente incómodo entre los ahora solemnes estadounidenses, el taciturno Ron y la afectada Hermione, tanto que se alegró infinitamente cuando Dumbledore dio por terminado el banquete y llamó la atención de todos.


Escuchó atentamente al director mientras les presentaba a Barty Crouch y Ludo Bagman; luego, el profesor hizo traer un cofre y de él sacó el Cáliz de Fuego (aunque, para ser completamente honesto, la trasnfiguración improvisada había sido más dramática).


Luego les explicó lo que ya sabían (Sólo 4 campeones, uno por escuela), y les cortó todos los planes a Fred y George al explicar que el juez imparcial sería el Cáliz.


Y una condición muy curiosa, que dejó a todos los europeos boquiabiertos.


¨Para asegurarme que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación, trazaré una línea de edad alrededor del Cáliz. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los 17 años… a menos que sea un miembro del Campamento Mestizo, por supuesto.¨


Desde la mesa de los profesores, Madame Maxime dejó caer su tenedor.


Toda la población de Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang, boquiabiertos, observaron a Dumbledore como si le hubiera salido otra cabeza.


Sin embargo, el profesor seguía en su discurso, advirtiéndoles sobre los peligros de la competencia, y luego terminó y los mandó a todos a la cama, como si no acabara de soltar una bomba de fragmentación en el Salón.


¨¿¡CÓMO QUE ELLOS PUEDEN Y NOSOTROS NO!?¨ vociferaron los gemelos Weasley, obviamente los más vocales, pero desde todas las mesas se comenzaron a escuchar quejas sonoras- y no sólo de los locales: la delegación de Durmstrang comenzó a discutir en búlgaro, y las chicas molestas de Beauxbatons estaban blancas de ira, acribillando al americano de gafas en reclamos en enojado francés.


En su mesa, Solace se llevó los dedos a la boca como si fuera a llamar a un taxi, pero Knowles lo detuvo. ¨Ni se te ocurra, no es nuestro problema¨ dijo, seguramente en un tono normal, pero que entre los gritos se escuchó como un susurro.


De hecho, era tanto el volumen del Gran Salón que Harry notó cómo los tres durmientes se despertaban, sobresaltados, mirando a su alrededor con ojos salvajes. El que estaba entre Fred y Ron, de hecho, estaba siendo acribillado por preguntas aireadas por parte de los gemelos, mientras el chico veía todo con el pelo rubio revuelto y los ojos inyectados en sangre.


En la mesa de los profesores, Karkarov y Madame Maxime parecían a punto de largarse a sus respectivos países, pero Dumbledore soltó un aplauso sonoro que hizo que todos los estudiantes de Hogwarts y sus invitados, como si hubieran sido entrenados para ello, se quedaran en silencio.


¨Comprendo-¨ comenzó. ¨-que este acuerdo es difícil de entender, pero la escuela del Maestro Quirón no funciona de la misma forma que nuestras escuelas, por lo que sería injusto hacerlos participar del mismo modo que nosotros.¨


¨Tengan por seguro que ellos mismos han puesto sus propios límites a sus estudiantes, y el Maestro Quirón me ha asegurado que todos los candidatos ya están elegidos y son capaces de enfrentar nuestras pruebas.¨


Los gemelos parecían a punto de discutir, pero Dumbledore clavó la vista en ellos, apenas subiendo una ceja como advertencia.


De alguna manera, Dumbledore logró apaciguar a más de mil adolescentes y a dos directores furiosos, y luego le hizo un gesto a Quirón, como si le estuviera ofreciendo la primera huida. El centauro asintió y luego coceó en el piso de piedra, produciendo algo parecido a lo que Dumbledore provocaba cuando se levantaba de su asiento: la totalidad de los estadounidenses se giraron a su director, y como si un entendimiento extraño los recorriera a todos, se levantaron a la vez y los grupos comenzaron a recoger las piezas de sus armaduras y a formarse detrás de los capitanes de cabaña.


¨Bueno, fue un placer conocerlos.¨ se despidió Solace, amable pero distraído. Cargaba al niño más pequeño, que se acurrucó en su hombro a punto de quedarse dormido.


¨¡No nos dijeron nada de eso!¨ acusó Ron.


Di Angelo, cargando una armadura negra, una dorada y una dorada en miniatura, se encogió de hombros.


¨No surgió.¨


Todos los Weasley parecían a punto de estrangular al chico.


¨Spooky tiene razón.¨ comentó Yang, que se había puesto su armadura en tiempo récord, sólo dejando e lado el casco, firmemente encajado en su brazo. ¨Simplemente respondimos sus preguntas.¨


Harry estuvo a punto de decir que podrían haberles advertido o algo así, pero los americanos se marcharon antes, con los devotos de Apolo siguiendo a su líder rubio y tarareando una canción, los de Ares empujándose juguetonamente los unos a los otros y los durmientes, de quienes no habían hablado, siendo arrastrados por sus compañeros de escuela como si fueran sonámbulos.


Efectivamente, los americanos escaparon primero, dejando al resto de las escuelas extranjeras reunirse en grupos y marcharse, furiosos, a sus respectivos métodos de transporte/alojamientos.


Harry tuvo un breve encontronazo con Karkarov y fue salvado por Moody, pero no podía obligarse a pensar en eso cuando a su alrededor todos discutían la injusticia del siglo.


Ron ni siquiera intentó conseguir un autógrafo de Krum cuando lo tuvo al frente: lo único que repetía era que los americanos hacían trampa frente a sus narices.


Lo que molestaba a Harry era que, a pesar de estar emocionado por la perspectiva de un año sin tener que pelear por su vida, su placer culpable era imaginarse en la gloria, con la copa del torneo en la mano y los mil galeones a su alrededor. Si para los americanos no había límite de edad, ¿Qué le impedía unirse a los planes de Fred y George e intentar burlar el Cáliz? Ya tenía una fisura, y si había alguien capaz de infiltrarse en el límite de edad de Dumbledore eran los gemelos, y vamos, era Harry Potter, no había manera en que el Cáliz de Fuego tuviera a Harry entre sus posibilidades y no lo eligiera…


No, se frenó Harry, no voy a acercarme a un perímetro de diez metros de ese cáliz. Si ellos se quieren sortear será su problema, yo quiero un año tranquilo, decidió, felicitándose por su recién descubierta madurez.


A su lado, Ron seguía despotricando.


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