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Facing the Sun por huesoehilo

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Notas del capitulo:

Advertencia de que los niños hablan sobre medicación para problrmas mentales: ocurre cuando van a la enfermería, si deseas saltarlo, adelante ;)

El 28 de octubre Will se levantó incluso antes de la salida del sol.

No fue el único: todas las cabañas (menos las cuatro actualmente vacías) tenían sus luces encendidas, con campistas apoyados en los frontis y varias ninfas encendiendo antorchas a lo largo del campamento. Por todo el rectángulo de cabañas se veían campistas y sátiros cargando bolsos, valijas y armas, y desde los establos se alcanzaban a escuchar los relinchos enojados de los pegasos. Will hizo una mueca: por mucho que le gustaran los pegasos, no envidiaba el destino de Butch, Drew y sus cabañas. El chico esperaba que no tener que atenderlos por huesos rotos y marcas de cascos de caballo, pero no se hacia ilusiones. Por lo menos no tenía que preocuparse de la enfermería: entre Austin, Jasper Nico y Will ya tenían prácticamente todo a bordo.

Will no podía dejar de agradecer a los dioses y a la hiperactividad de Annabeth Chase por los nuevos baños. Levantó al resto de sus hermanos, no sin amenazas vagas y objetos disparados con precisión a su cabeza.

Novatos, pensó con cariño, esquivando el dardo que una de las gemelas le lanzó. Ni siquiera tuvo la fuerza suficiente para clavarse en la viga: rebotó y cayó al suelo, contribuyendo al desastre de flechas, zapatillas, baquetas y púas de guitarra que parecía existir en una realidad paralela y reaparecía cada vez que Will necesitaba que todo estuviera limpio.

Con ayuda de Kayla, Austin y Lyra, los tres hermanos de trece años (Jasper tenía catorce, pero era funcionalmente inútil hasta la salida del sol), Will pudo tener a toda su cabaña en pie, vestida y con los dientes limpios. Todos se movían por todas partes, recogiendo las últimas pertenencias que no querían dejar atrás.

¨¿Will, haz visto mi tinte?¨

¨¿Cómo voy a saber dónde tienes tu tinte? ¡Jasper, despierta!¨

¨¡No estaba dormido! Estaba, ah-¨ el chico tropezó con las correas de una mochila, desapareciendo bajo la litera de Austin.

¨Hermano.¨ Will bajó la vista. Héctor Formosa, el bebé de la cabaña siete, tiraba de su camisa con sus manitos regordetas. Tenía esa mirada de cachorro pateado que le conseguía más dulces de lo recomendable. ¨Se me rompió mi resortera.¨

Will se apretó el puente de la nariz.

¨¿Cuándo?¨

¨Hace como tres días.¨

¨¿Y no me dijiste?¨

El chico se encogió de hombros.

Tras él, las gemelas comenzaron a pelear, con Miles animándolas y Austin pidiendo a gritos sus boquillas de saxofón.

Will ahogó un gemido.

Iba a ser un largo día.



Al romper el alba Will los sacó a todos de la cabaña con sus bolsos, carcaj y estuches de instrumentos en las manos.

A pesar de las protestas, se mantuvo firme.

¨Lo que queda, se queda.¨ sentenció, cerrando con llave la cabaña 7. ¨Les dije hace días que hicieran su equipaje-¨

¨¡Pero no podía empacar mi cepillo antes de tiempo!¨ protestó Lyra Kelsen. Entre ella y Miles luchaban contra la cremallera de su bolso verde, que rebozaba ropa y carpetas de partituras.

¨¿Y eso te impedía meter tu ropa?¨ las protestas volvieron a empezar, pero el sonido del cuerno de caza de Quirón resonó en la pradera de las cabañas, insistente.

Will se atrevió a mirar a las otras cabañas. Sherman Yang, su vecino de la cinco, dirigía un carro lleno de armaduras y tirado por una pareja de bueyes autómatas. Al oír el cuerno, Sherman azuzó a los bueyes, golpeando sus cuartos traseros metálicos con una varita de cobre.

Por todo el prado se comenzaron a ver más semidioses y espíritus de la naturaleza, la mitad de ellos dormidos sobre sus pies y la otra mitad bajo los efectos de altas dosis de cafeína. La hora de zarpar estaba cerca, y como siempre, nadie estaba totalmente listo.

Will ordenó a sus hermanos coger sus bultos, le dio la mano a Héctor y se encaminó a la playa, directamente al muelle donde estaba anclado el Trirreme 3.

Era el más grande de sus trirremes, de madera barnizada y brillante bronce celestial, con un ojo pintado a ambos lados de la proa y una gigantesca vela blanca. Desde el exterior, lo único que denotaba el trabajo de los chicos de la 9 y la 20 era la hilera de runas dibujadas en el exterior: en su última fogata, justo después de asar los malvaviscos, Lou Ellen se había levantado y se aseguró de que todos los semidioses supieran que, en el momento en que una de las runas que su madre había hecho en el casco de la nave se rompiera o dañara, ya podían estar rezando al padre de Nico para que apresurara sus expedientes en el Tribunal de los muertos.

Luego de eso, el fuego había cambiado de una llama roja de tres metros a un pequeño fuego gris. Manera de matar el ánimo, Lou.

En la tabla de embarque estaba, por supuesto, Cecil Markowitz. Sostenía un cuaderno de espirales con miles de notas pegadas y su lapicero bic estaba destrozado, como si se lo hubiera arrancado de las fauces a un perro del infierno.

¨¡William Andrew!¨ lo saludó desde lejos.

¨Cecil Vladimir¨ ambos chicos chocaron los cinco y luego los puños, incluso cuando Cecil hizo una mueca.

¨¿Tenías que decir mi segundo nombre?¨

¨¡Tu empezaste!¨

¨Ya, pero el tuyo no es Vladimir...¨

Kayla carraspeó.

¨¡Lo siento! Uff, aún estoy durmiendo...¨ el chico pasó las banderitas de su cuaderno hasta que llegó a una en específico, amarilla y con un sol dibujado. Típico. ¨¿Los trajiste a todos, Will?¨

¨Sip: toda la cabaña 7.¨

¨¿Se quedan adentro o sólo suben el equipaje?¨

¨Lo subimos, vamos a desayunar y luego embarcamos.¨

¨¿Lo traen todo?¨

Lyra iba a quejarse, pero Will se apresuró a decir ¨Sip.¨

¨¿Cepillos de dientes? ¿Desodorante?¨

¨Empacado.¨

¨¿Cosas de chicas?¨

Kayla, Lyra y las gemelas corearon un ¨¡Si!¨

¨¿Desactivaron sus minas de tierra?¨

¨Cecil, amigo, leímos el instructivo de Connor. Y no tenemos minas.¨

Cecil murmuró en acuerdo, anotando rápidamente todos los nombres de Will y sus hermanos. Al lado, marcó una ¨EE¨, que supuso debía significar equipaje embarcado. Cerró su cuaderno y les hizo un gesto burlón hacia el interior de la nave.

¨¡Bienvenidos a bordo del Asombroso y Mágico Trirreme Tres!¨

¨Necesita un mejor nombre.¨ dijo Kayla.

¨Todo aquí necesita un mejor nombre, pero hay que trabajar con lo que tenemos.¨ dijo Cecil.

Will los hizo entrar a todos primero, y dejó que Kayla los guiara a través del interior del barco.

Como Nyssa advirtió, no tuvieron tiempo para nada más que hacerlo volar. La cubierta superior de la nave fue dejada casi tal y como estaba para los juegos de guerra navales, sólo que le habían añadido establos de madera con capacidad para ocho pegasos. Will observó a Butch y Myla, de Iris, y a Lacy de Afrodita peinando cada uno a un pegaso, seguramente para tranquilizarlos y que no escaparan al primer Dunkin´Donuts que vieran en el camino.

El interior tenía dos cubiertas: en la del medio estaban los camarotes, todos utilizados para fines que no incluían dormir. Se dividían en enfermería, baño de niñas, baño de niños, cocina, armería, almacén de alimentos y el almacén donde tenían las cabañas de campaña que Malcolm y Connor habían diseñado. Casi todos los camarotes estaban custodiados por niños de Ares o Demeter, posiblemente porque los hermanos de Cecil deambulaban libremente por el barco, cargando cosas y llevando mensajes de los líderes de cabaña.

La cubierta inferior estaba llena de hamacas. De un lado a otro del asfixiante sótano de la nave las hamacas cubrían cada espacio disponible, todas del naranja característico del campamento. Aproximadamente la mitad de ellas ya estaban ocupadas con bolsos, armas y zapatillas de otros campistas, y en el rincón ya dormían pacíficamente los tres niños de Hypnos.

Will guió a sus hermanos hasta un grupo de hamacas desocupadas y ayudó a los pequeños a acomodarse, subiendo la mochila de Héctor y las bolsas de lona de las gemelas a los lugares altos que ellos escogían.

Puso su bolsa de lona en una de las hamacas inferiores y luego, en un destello de genialidad, subió su bolso naranja de la armadura a la que estaba a su lado.

Con todas sus hamacas apartadas y las gemelas quejándose de hambre, Will arrastró a un somnoliento Jasper del cuello de la camiseta y regresaron al exterior, instantáneamente sintiéndose mejor al estar en el aire libre.

Dioses, el interior era pequeño, abarrotado y claustrofóbico.

Dos horas, decidió Will.

Alcanzarían a estar dos horas en el aire antes de que comenzara el motín.



Las ninfas tenían el desayuno más completo que Will había visto: cestas de frutillas frescas, jarras de limonada fría, pasteles, pay, brownies, nombra algo y seguro lo tenían. Les llenaban los vasos sin pedirlo y acariciaban sus cabezas como con los niños pequeños, cosa que tenía a Héctor ronroneando como un gato y a las gemelas comiendo demasiados brownies.

Will llenó un plato de frutas y pastel de manzana, cogió dos tenedores y dejó a Kayla a cargo del grupo, soltando una vaga explicación de que iba a buscar algo a la enfermería.

¨¿Y a buscar a Nico?¨

¨Bueno, alguien tiene que despertarlo o se perderá el viaje...¨

No, definitivamente no vio la mirada cómplice que compartieron Kayla y Austin en su contra.

Por supuesto que no.

Para nada.

 

La cabaña 13 siempre tenía las antorchas de fuego griego encendidas, de día o de noche, estuviera su único ocupante dentro o totalmente vacía.

Will golpeó la aldaba de plata un par de veces. Al quinto golpe, un movimiento dentro de la cabaña y lo que sonaba como una maldición en italiano le indicó que su paciente favorito estaba despierto.

Nico abrió su puerta de par en par, con el cabello revuelto, una vieja sudadera y el ceño fruncido.

¨Qué¨

¨Levántate y canta, ¡El día es brillante!¨ exclamó Will, sonriendo casi hasta brillar.

Las sombras se arremolinaron a los pies de Nico.

¨Vete.¨

¨Noup.¨

¨Te ordeno que te alejes, plebeyo.¨

¨Traje desayuno.¨

¨Quémalo como lo haces para los otros dioses.¨

¨Necesito ayuda en la enfermería.¨

¨Te ayudé anoche.¨

¨Sip, pero me falta algo.¨

¨¿No te pueden ayudar tus hermanos, o literalmente cualquier otro campista en el perímetro?¨

Will se encogió de hombros.

¨Disfruto de tu compañía.¨

¨Eres insufrible.¨ le gruñó Nico, pero lo dejó pasar a su cabaña.

Se las arregló para que Nico comiera un trozo de tarta y dos fresas, y engulló alegremente el resto mientras su amigo gruñía, como un anciano, recogiendo su ropa y metiéndola en una maleta de cuero que debía haber salido de la venta de garaje de un anciano de los años cincuenta.

De hecho, la mitad de las cosas de Nico parecían sacadas de ventas de garaje o tiendas de caridad, y aunque Nico juraba que no se iba por las sombras al Goodwill más cercano todas las noches, lo cierto es que la re decoración avanzaba rápido.

Los ataúdes de vampiro habían sido reemplazados por dos camas de postes y tupidas cortinas de dosel, con dos mesitas de noche gemelas y un candelabro de hierro retorcido que Nico debía de haberse robado de un psiquiátrico. Hasta ahí, era lo que uno esperaría de alguien que tenía un chofer zombie.

Pero las colchas de Nico y Hazel eran de Jack Skellington y Spirit: el corcel indomable respectivamente; el lado de Nico tenía posters de bandas de rock y de punk, luces de navidad amarillas envolviendo los postes de su cama y una serie de cabezas de muñecos de bebé colgando como adornos de navidad, mientras que el de Hazel Levesque, más vacío que el de su hermano por motivos obvios, todavía lucía con orgullo un muñeco de pony rosado de My Little Pony. Como para coronar todo, sobre la cabecera de Nico había una calcomanía del emoji de sol con gafas de sol, la misma que le había pegado a Nico en la frente el último día en que lo tuvo de rehén en la enfermería.

En resumen, ya no era la cabaña de un vampiro de Anne Rice sino el cuarto gótico de dos adolescentes extraños, un cambio que le quedaba bien a la estética del gótico residente del Campamento Mestizo.

Le daba un poco de pena que aquel cuarto estuviera condenado a pasar nueve meses sin su único ocupante permanente, así como su litera de madera barnizada en la Cabaña 7, pero no había de otra. Los contratos mágicos tenían la desagradable costumbre de volverse en contra de inocentes si eran quebrantados. Por lo menos no estarían solos: Will ya no sabía cómo sobrevivir más de un mes a la vez en Texas, lejos de sus amigos y su hogar.

Will se dejó caer en la cama de Nico, hundiéndose en la suavidad del colchón del otro chico, aún como nuevo luego de sólo un mes de uso. Will tenía el mismo colchón desde hacía cinco años, y tenía la sospecha de que el hermano muerto anterior lo había usado por mucho más. O que tenía una larga tradición de dueños que Will jamás conocería, y que seguramente habían muerto a más o menos su edad.

No, no, fuera tú, pensó Will, amargamente. Hoy no tengo tiempo para eso.

Hacía rato que la ducha del baño se había detenido, pero Nico seguía vistiéndose allí dentro.

¨¿Cuánto te falta, di Angelo?¨

Nico gritó algo, pero Will no lo entendió bien.

¨¿Te importaría repetirlo?¨

¨Dije que ya estoy, Solace.¨ gruñó el chico, saliendo del baño.

Nico se las había arreglado en pocos minutos para parecer un ser humano (semidiós, lo que sea) útil y funcional para la sociedad: pantalones negros con parches rojos en las rodillas, su versión negra de la camiseta del campamento (¿Cómo Quirón le había dejado salirse con la suya?) y una chaqueta de jeans negra con calaveras catrinas pintadas en la espalda. Comparado con eso, sus jeans viejos y jersey del campamento parecían un pijama.

¨¿Vas a un concierto?¨

¨Podrías irte al Hades.¨

¨Ha, Ha. Vamos, tenemos trabajo que hacer.¨

Nico asintió, recorriendo con la vista su cabaña por última vez en varios meses. Carteles, luces de navidad, cabezas de bebé, candelabro siniestro y el santuario a su padre en la esquina, lleno de flores muertas, huesos y monedas de oro.

Will pensó, no por primera vez, que los niños no deberían construirse sus hogares.





El sol brillaba sobre la pradera de las cabañas. Will se metió las manos en los bolsillos de sus jeans y silbó una melodía que recordaba vagamente de una película de Disney.

¨Constantemente encuentras maneras de ser molesto.¨

¨¿Qué puedo decir?¨ Will se encogió de hombros. ¨Es un detalle divertido de mi personalidad.¨

Nico gruñó.

¨Todavía no sé porqué somos amigos.¨

La calidez inundó el cuerpo de Will como la miel.

¨Es por mi agradable forma de ser y tu carisma natural.¨

Nico soltó un sufrido suspiro, pero no intentó apuñalar a Will. Podía tomarlo como una victoria.





La enfermería era, esencialmente, un lugar de paso libre: si bien sólo Quirón, los niños de Apolo y los voluntarios de otras cabañas entrenados por cualquiera de los anteriores podían hacer curaciones y atender pacientes, cualquier campista podía ir y pasar la tarde acompañando a un amigo o haciendo la tarea (por lo menos hasta que Will o alguno de sus hermanos lo echara.)

Los suministros mortales y divinos se alineaban en cajoneras abiertas en las paredes; era común que los campistas pidieran rollos de vendas, algodón o aspirinas y, dependiendo del stock, Will no tenía problemas en aventarles suministros y empujarlos fuera de su enfermería.

Pero había un gabinete que estaba cerrado con llave de la que sólo tenían copia Quirón, Will y el Sr. D: el gabinete de ansiolíticos, sedantes y antidepresivos.

Nico siguió a Will entre el mar de catres sin sábanas y cajoneras vacías hasta la sala del personal, donde el hijo de Apolo se detuvo ante un armario que, al contrario de todos los demás, estaba cerrado con llave. Con soltura se sacó la llave que traía colgando del collar de cuentas y abrió el armario, revelando castillos construidos con cajas y botes de pastillas.

Will sacó la bolsa mágica que Quirón tenía para propósitos así, una que sólo podían abrir el viejo centauro y el propio Will. La llenó cuidadosamente, calculando cuánto necesitarían sus clientes habituales y cuánto más podría usar en una emergencia.

No solía suministrar aquellos medicamentos: los chicos de Demeter lo mantenían bien surtido con plantas medicinales y sedantes suaves, y cualquier chico con una prescripción real se conseguía sus medicinas con el viaje semanal de Argos al mundo mortal… pero a veces era necesario.

A veces, cuando los recuerdos eran demasiado sofocantes, los días eran especialmente malos y sus cuerpos de semidiós los traicionaban y las plantas no servían, Will estaba autorizado para suministrar esos medicamentos.

¨A mí no me diste de estos.¨ comentó Nico. Will terminó de cerrar con tres nudos el cordón de la bolsa.

¨No, no lo hice.¨ suspiró. ¨Estaba más preocupado por tu condición física y la magia que había detrás de ella que de tu estado mental.¨

¨Tiene sentido.¨

¨Nico-¨ comenzó, y se mordió los labios. Oh, jamás había manera fácil de sugerir cosas así. ¨No puedo pretender entender las cosas por las que haz pasado-¨

¨Detente allí.¨

Will cerró la boca de golpe.

Nico titubeaba, con la expresión perdida entre el enojo y algo más, algo como un horror tan grande que ni las palabras podrían describirlo.

No terminó la idea, y Will no lo presionó. Conversaciones así pertenecían a las madrugadas en la cabaña de Hades, rodeados de comida chatarra y la pretensión de que Will estaba allí para ver películas y no para vigilar a Nico en sus pesadillas.

Nico permitió que Will los guiara a ambos al muelle, pegándose a Will mientras la marea de semidioses atrasados luchaban por subir al barco.





Ochenta semidioses, dos toros autómatas, ocho pegasos y un centauro.

No deberían caber en un barco de guerra, pero allí estaban. Apretujados en la cubierta, asomándose desde la escotilla, trepados al techo de los establos y colgando del mástil, todos y cada uno de los semidioses del campamento estaban a bordo del barco. Will apostaría su Atlas anatómico Netter que la magia de Lou y compañía tenía algo que ver.

La casucha del capitán, fuertemente custodiada por un Sherman Yang con cara de pocos amigos, era el único espacio medianamente despejado. Dentro sólo estaban Alice Darcy, de Atenea, Nyssa Barrera y la propia Lou Ellen Blackstone, escrutando un mapa, arreglando un panel de control y sosteniendo el timón, respectivamente.

Quirón se valía del megáfono de Connor para pasar lista de los campistas, y cuando el último de los hermanos de Lou confirmó que estaba a bordo, comenzó con las reglas.

¨Para hacer nuestro viaje más seguro¨ comenzó, mientras una hola de ´shhhhhhh´ recorría a la marea de semidioses. ¨Nos dividiremos en grupos de trabajo: los hijos de Hefesto y Hécate serán nuestros ingenieros de vuelo, mientras que Alice Darcy, Yvonne Green y Malcolm Pace, de Atenea, serán nuestros navegantes.¨

Yvonne y Malcolm, asomados desde la escotilla de cubierta, saludaron con las manos antes de volver a sumergirse en las entrañas de la nave.

¨Aunque el Señor Zeus y los espíritus del viento nos han asegurado un viaje seguro, mantendremos arqueros alerta durante toda la travesía- la defensa será coordinada por Sherman Yang.¨

Los campistas de Ares rugieron en aprobación y los de Apolo suspiraron. Por lo menos, pensó Will, Sherman entendía la diferencia entre ataque y defensa.

¨La enfermería correrá, como siempre, por parte de los hijos de Apolo, con Will Solace como nuestro médico de a bordo¨.

Will plasmó su sonrisa habitual mientras saludaba, ignorando las risitas nada discretas que las chicas de Afrodita solían dedicarle.

¨Eres popular.¨ observó Nico di Angelo. Con Will firmemente plantado en la cubierta, Nico parecía haber decidido que uno de los dos tenía que ser el imprudente: se sentó en la baranda del barco, con los pies colgando al exterior.

¨Ugh, ni me lo recuerdes.¨ se quejó Will, estremeciéndose.

¨¿Crees que el doc es popular?¨ preguntó de pronto Cecil Markowitz, escabulléndose entre los campistas con la facilidad de un carterista de Nueva York. ¨Nico, compañero, el buen William Andrew no es sólo popular: es un rompecorazones.¨

¨Cecil, cállate.¨

¨Ya, ya, me callo. Uff.¨ Cecil se apoyó en la baranda, mirando el horizonte. Aún en el muelle del campamento, con la vista de las cabañas, la Casa Grande y la Athena Pathenos brillando aún a pleno sol de octubre… era fácil imaginarse que sólo era el teatro de una batalla naval, y que dormirían en sus cabañas de siempre. ¨¿Quién lo diría? Me anoté para un año normal, y ahora nos vamos de excursión escolar a Europa.¨

¨No hay tal cosa como normalidad para nosotros.¨ declaró Nico, con toda el aura oscura que un niño balanceando las piernas puede expresar.

¨Gracias por subir el estado de ánimo, camarada.¨

¨De nada, es mi carisma natural.¨

La voz de Nico estaba tan muerta que Will no pudo evitar partirse de risa.







Lou Ellen, en medio de sus hermanos Sylbina Friedech y Aaron Burnman, alzó las manos con una expresión de intensa concentración. Los tres movían los labios, conjurando hechizos en griego y latín.

Los pocos semidioses que quedaban en la cubierta estaban tensos. Nyssa sostenía el timón con los nudillos blancos, Sherman tamborileaba los dedos en su faldita de troyano y Will sujetaba con fuerza las correas de su carcaj. Sólo Nico, aún en su baranda pero ahora dándole la espalda al agua, parecía tan tranquilo como cuando invocaba a los muertos.

Traía la espada negra en la mano, pero la sostenía con el descuido y familiaridad de alguien que está habituado a ella. Por su lado, Will se acomodaba constantemente el carcaj y no paraba de pasarse el arco de una mano a la otra. No estaba habituado: Kayla, a veces, estaba tan acostumbrada a llevar sus armas encima que se olvidaba de ello, y más de una vez Will la había tenido que despertar en medio de la noche al descubrirla durmiendo con el carcaj aún sujeto al cuerpo. Will dudaba que alguna vez fuera capás de hacer eso, de conocer tanto un arma que te podías olvidar que estaba allí.

De las manos de Lou, Sylbina y Aaron comenzó a salir una niebla verde, pero no era nada como la del Oráculo de Delphos: no era pesada, gastada, antigua; aquella neblina parecía sacada del resplandor del humo volcánico, viva y salvaje mientras envolvía la nave.

Will, Sherman, Cecil y Malcolm se lanzaron a la baranda, y observaron con fascinado asombro cómo las runas, al contacto con la niebla verde, comenzaban a brillar en el mismo tono.

Y de pronto, el barco se sacudió.

Will, automáticamente, extendió un brazo para agarrar el cuello de la chaqueta de Nico.

Cecil soltó un chillido, alejándose del borde y dejándose caer justo en la puerta de la casucha del capitán. Los pegasos relincharon en sus establos, y hasta Quirón soltó un improperio nada adecuado para un maestro milenario.

Y de pronto, ya no estaban en el agua.

De pronto, se sentía como en lo alto de un columpio, con la fuerza de la gravedad pegándolo a su lugar pero subiendo, cada vez más alejado del suelo y más cerca del sol.

Una carcajada salvaje salió de Lou Ellen, seguida de una risita de Nyssa, y de pronto todo el barco estalló en gritos de júbilo, desde los semidioses atrapados en el interior de la nave a los que estaban en el exterior, aún con las piernas tiritando y la gravedad clavándolos a las tablas brillantes de la cubierta.

¨¡Europa, ahí vamos!¨ gritó Lou, antes de que una manada de niños de Ares la alzaran a ella y Nyssa por sobre sus cabezas, en medio de risas y vítores.

¨Uh, Will, ¿puedes soltarme?¨

Nico tenía el rostro colorado, más o menos del mismo tono que las orejas de Will cuando se percató de que seguía agarrando al hijo de Hades por el cuello de la chaqueta.

Lo soltó como si quemara y murmuró unas disculpas con torpeza, tentado a ser el primer campista en practicar los clavados por la borda.

No hubo mucho más que hacer desde allí: Quirón instó a los jefes de cabaña a empujar a sus hermanos a actividades que no implicaran comenzar un motín, por lo que Will le dio instrucciones a Kayla para que tomara a Lyra y Jasper y fueran a la enfermería, y le encargó a Austin la impresionante tarea de supervisar a los cuatro menores en sus tareas de primaria y preescolar.

Llámalo egoísta, pero tomó el primer turno de los arqueros por una razón: quería ver al campamento desaparecer entre el verde de las montañas de Long Island.

Allí, en la cubierta del barco, apoyado en la baranda y con el mismo viento que hinchaba la vela del barco revolviéndole el pelo, observó el lugar donde había vivido por años disolverse entre los campos y la niebla, con la Athena Parthenos brillando hasta que ya no la vio más. Argos, decenas de sátiros y varias decenas de espíritus de la naturaleza se apretaban en el muelle, agitando pañuelos y deseándoles un buen viaje.

Ahí. De verdad estaba pasando. Iniciaba su viaje de carretera.

No sabía si lo que sentía era alivio, pero ciertamente se sentía más liviano, como si una cadena se hubiera cortado.

Chocó su hombro con Nico y le dijo que lo vería luego, que podría ir a dejar su maleta en la litera que le guardó, esa con su horrible bolsa de la armadura.

¨¿Te importa si te acompaño? O sea, después de dejar mi maleta... No tengo mucho que hacer ahora.¨

Nico tenía las manos en los bolsillos y no se había bajado las solapas de la chaqueta. La mirada de Will se vio atraída al collar de Nico, con una única cuenta naranja y púrpura. Cada vez que respiraba, se movía por la tira de cuero.

¨Claro.¨ dijo, encogiéndose de hombros. ¨Podrías enseñarme a jugar mythomagic¨.

Nico bufó.

¨Jamás me dejarás olvidar eso, ¿Verdad?¨

¨Es un rasgo divertido de personalidad.¨

¨De verdad que eres insufrible.¨

Pero Nico lo dijo con una sonrisa.

Se sentía como una tarde de verano bajo el sol.


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