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La paternidad es dura por Hipoclorito

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Notas del fanfic:

Este fanfic lo escribi hace casi 4 años pero perdí el acceso a mi cuenta por eso dije por la escritura pero gracias a un tipo de personas en Wattpad fue que decidí volver escribir este fanfic igual estaba escrito con las patas Así que entendía que escribí todo es prácticamente un nuevo fanfic.

Notas del capitulo:

Este primer capítulo es muy largo porque quería hacer en las cosas además quería consultar la historia para dar un punto de origen hecho y derecho

El tiempo no se detiene, es traicionero y embustero, nunca te tendrá piedad ni consideración. Tus acciones tienen consecuencias y es el deber de uno como ser  humano funcional para la sociedad hacerse responsable de los actos que hayan cometido en el pasado y en este caso en su antigua vida.

Un año ha pasado desde los sucesos ocurridos por la guerra santa entre el dios del Inframundo Hades y la diosa de la guerra Athena;  una guerra con pérdidas masivas desde ambos bandos y por más que Athena se repita y trate de convencer a si misma de ella ser la victoriosa muy en el fondo sabe que ella ha perdido a la par de su contrincante.

Los actos del pasado repercuten en el presente.

La culpa carcome hasta los más fuertes.

Y al final uno no puede evitar rendirse ante ella.

Pero había algo más, algo aparte de la culpa que la impulsaba a tomar aquella importante decisión y es que podía sentir que el final de aquella guerra no era el final de todo, esto no acaba aquí.

Pero ya no estaba sola, tenía a sus fieles caballeros de bronce, tenía no, debía hablar del tema con ellos para juntos llegar a la decisión más pertinente, lo mejor para la tierra.

Saori sentía miedo y culpa. El miedo del posible mal que podía seguir vigente y culpa por la vida que por la que tuvieron que pasar sus caballeros si acaso eso podría ser considerado vida, entrenar para morir, aislarse y cortar todo lazo con el exterior pero al mismo tiempo tener compasión y empatía por los demás era por obvio ilógico, ¿Cómo pudieron vivir así? Ella gozo de una vida plena llena de lujos y todo lo que quisiera a su alcance, una vida relativamente normal o al menos hasta que se tuvo que imponer como la diosa Athena y encarar al mal a sus trece años.

Pero no podía llegar a compararse con sus caballeros, sus tan apreciados santos de bronce sufrieron desde muy infantes a tratos despreciables no solo por parte del personal del orfanato sino por incluso ella misma para después ser mandados a lugares infernales para que de cien niños solo regresaran vivos diez.

Mucho menos podía ser capaz de compararse con la vida de los santos de oro y plata, reencarnar en un cuerpo humano trae consigo aquellos sentimientos de culpa y arrepentimiento, no podía regresarles la infancia que ninguno tuvo.

Pero su vida y lo que resta de ella sí.

Todos estuvieron de acuerdo, tanto los once de bronce como las dos de plata, una nueva vida para dos propósitos distintos.

Y ahora sin inframundo y un dios que lo gobierne revivirlos es posible pero para nada fácil.

A la mitad del templo de Athena se encontraba la joven castaña junto a las armaduras de los caballeros caídos y con su poderoso cosmos los envolvió a todo y cada uno de ellos. Los resultados de su trabajo no se verían hasta el día siguiente.

 

Los rayos del sol empezaron a tocar las paredes de los doce templos, los colores de la mañana se hacían presentes y aquellas estancias que anteriormente carecían de vida ahora poseían de nuevo a alguien que habitara dentro de sus paredes.

La luz empezaba a entrar por la ventana de la casa del escorpión bañando cada rincón de la misma con su calor llegando a posarse en el cuerpo que yacía posando en la cama al centro de la habitación privada del templo.

Poco a poco el cuerpo empezó a dar señales de vida, primero con movimientos en los parpados y muecas en la cara por la luz que daba de lleno sobre esta, las manos y luego los brazos. Y cuando sus ojos se abrieron solo pudo ver un techo blanco.

Solo podía pensar en el blanco de ese techo, apretó sus puños y pudo volver a sentir esas sabanas que le habían hecho compañía tantas mañanas y noches. Inhalo profundo y su pecho se expandió para volver a encogerse al exhalar, era extraño, era algo que estaba seguro nunca más volvería a sentir pues está muerto.

Y fue ahí que todo llego a su mente de golpe, la guerra santa, los caballeros, Hades, Athena.

-¡Camus!-  

Se sentó de golpe exaltado, su respiración antes tranquila ahora era rápida, ¿Qué hacia él ahí? Estaba más que seguro de estar en la habitación del templo de Escorpio, pero debería estar muerto, ¿era esto acaso una ilusión? Un tormento después de la muerte. Pero debía tranquilizarse, si esto era de verdad y estaba de regreso en el santuario entonces no sería el único. Intento encender su cosmos para lograr sentir la presencia de alguien más en el lugar pero era inútil, su cosmos era débil por no decir casi inexistente.

Volteo a ver sus manos y el resto de su cuerpo, llevaba puesto las mismas ropas que poseía al revivir en Asgard, ahora estaba preocupado.

Se levantó como pudo, a tropezones logro llegar hasta la puerta de su habitación solo para desplomarse sobre la pared hacia el piso.

-Esto, esto es difícil- se quejó el rubio, tenía varias gotas de sudor bajando por su rostro.

Pero tenía que levantarse, debía saber qué es lo que estaba ocurriendo y con la fortaleza y persistencia de un caballero de Athena se volvió a levantar para abrir la puerta y seguir su recorrido hasta la salida del templo, una vez estando en el inicio de las escaleras que llevaban al templo de Sagitario empezó su andar por las mismas y a medida que avanzaba sus fuerzas regresaban.

Al llegar al templo volteo a ver a todas direcciones encontrándose con el pasillo que daba a la alcoba privada del caballero, camino en dirección a esta para abrir la puerta de golpe y darse cuenta de que no había nadie ahí pero sin duda sí hubo pues las sabanas de la misma estaban revueltas, supuso que al igual que él, el santo de Sagitario se levantó y emprendió el camino a la misma dirección que tenía él, el templo de Athena.

Siguió su camino hasta el templo de Capricornio encontrándose con la misma visión, el templo vacío pero con señales claras de que alguien estuvo ahí y no le quedo más que seguir hasta el templo de su viejo amigo, sus piernas le empezaron a temblar y no sabía si era porque se volvía a sentir débil o por la emoción de volver a ver a su amigo de toda la vida.

Apresuro su paso hasta llegar al templo de su amigo, avanzo hasta la habitación privada y lo mismo, la misma imagen de una cama desarreglada y signos de que alguien más paso por el lugar. Tal vez no encontró a su amigo pero ahora sabía que estaba vivo al igual que él, ahora sabía que estaba vivo pues no encontraba otra forma de que si esto fuese una ilusión el que la haya creado supiera que su amigo esconde la caja de sus lentillas en el último cajón de la izquierda de su armario y claro, podía verlo desde donde estaba parado como aquel cajón era el único abierto. Su amigo siempre escondió su dependencia a estos. Estaban vivos sin duda alguna.

Ahora que sabía que esto no era algún tipo de truco siguió su camino hasta el templo del patriarca sin parar en la casa de Piscis pues suponía que esta estaría en las mismas condiciones que las dos anteriores y una vez llegado a las puertas del templo paro, si estaba en lo correcto estaban vivos porque algo no había salido bien en la guerra, respiro profundo preparándose para lo que sea que fuera que les dirían para volver a pelear a la par de su diosa.

Abrió las puertas del templo dejando ver a los caballeros guardianes de las casas de Sagitario, Capricornio, Acuario y el de Piscis, todos ellos con rostros serios al verlo entrar al templo, todos menos Camus, su mirada se posó en la suya dejándolo ver su alivio, claro que para los demás Camus seguía teniendo el mismo rostro serio de siempre pero para él era el rostro de alegría de su amigo al verlo nuevamente.

Todos estaban formados como usualmente debían estar al llamado de Athena en espera de los demás caballeros y así como sus compañeros Milo se formó al lado de Aioros. Y uno a uno los demás caballeros fueron llegando desde Dokho hasta Mu, y una vez todos reunidos se hicieron presente los caballeros de plata y los de bronce, todos estaban en el templo del patriarca, los 88 caballeros.

-Entonces todos lograron regresar- se escuchó desde el otro extremo de la habitación, era Athena que había hecho acto de presencia y ante esto todos se inclinaron ante su amada diosa.

-Levanten su mirada caballeros, no deben volver a bajarla nunca más-

-Athena si pudiera responder a mi pregunta- hablo Mu - ¿Fue acaso usted la que nos ha devuelto a la vida?-

Ante esta pregunta los demás caballeros dorados voltearon a ver a su diosa, atentos a lo que pudiera contestar.

-Así es Mu, fui yo la que los ha devuelto a la vida- dijo con una ligera sonrisa ante aquella pregunta.

En el fondo todos se sentían aliviados, temían haber sido revividos de nueva cuenta por un dios desconocido como había pasado en Asgard con anterioridad.

-Deben estar tranquilos, no hay más guerra, ya acabó- dijo Saori.

-Así es, ya hemos ganado- siguió Shun el caballero de Andrómeda el cual se encontraba al lado de la diosa al igual que los otros caballeros de bronce.

-Y si la guerra ha acabado ¿Por qué estamos aquí?- se escuchó una voz proveniente desde las sombras en un esquina de la habitación, la sombra avanzo hasta quedar a la vista de todos los presentes, era Kanon hermano del caballero de Géminis.

Saga al verlo no pudo evitar mostrar una expresión de sorpresa al ver a su hermano de nuevo en otras circunstancias.

-Están aquí para tener otra oportunidad Kanon- respondió Saori.

-¿Otra oportunidad? ¿A qué se refiere Athena?- pregunto desconcertado Aldebarán.

-Por favor llámenme Saori solamente-

-Pero no podríamos hacer eso, sería una falta de respeto absoluto hacia usted- replico Shura.

-Por supuesto que no Shura, por favor mi deseo es que me llamen por mi nombre- dijo con un rostro tímido y con sus mejillas sonrojadas –nunca me acostumbre a que me llamaran así-

  -La señorita Saori nos está dando una segunda oportunidad de poder VIVIR- detrás del trono de Athena aparece Shion el antiguo patriarca del santuario vistiendo las ropas que llevaba en su juventud.

-¡Shion!- saltaron Dokho y Mu de sus lugares, ambos con una sonrisa.

-Lo que Shion está diciendo es cierto, los eh revivido por dos razones caballeros- dijo Saori con una voz y expresiones serias haciendo que todos en la sala se guardaran compostura para prestar atención.

-La culpa de….de que ustedes no pudieron tener una vida digna, puede que sea la reencarnación de la diosa Athena, pero justo ahora soy humana como todos ustedes y dejarlos sufrir por toda la eternidad después de tener que pasar por todo esto, jamás me lo perdonaría- la joven empezó a soltar pequeñas lágrimas, Seiya notó esto y le paso una servilleta de tela para poder secar sus mejillas.

 -Pero no lo entiendo- hablo Milo -¿Eso que significa exactamente?-

-Significa que son libres caballeros- respondió Shion – ahora son libres de tener una vida y no solamente tener el deber de proteger la tierra-

-Vaya, por fin algo de coherencia- se quejó DeathMask.

-Si las cosas van a ser así, si deja que todos se vayan del santuario, ¿Qué será de usted señorita Saori?- pregunto Aioria.

-Yo estaré bien Aioria, ustedes no tiene que preocuparse por eso ahora, lo que quiero es que justamente se libren de la carga de tener que cuidarme siempre-

-Pero señorita Saori…-

-Creo que todos deberían salir de una vez- dijo Shion interrumpiendo a Aldebarán - la señorita ha estado en vela toda la noche tratando de revivirlos a todos y está sumamente agotada-

Y tenía razón, antes de que Shion mencionara eso nadie en la sala se había dado cuenta de lo pálida que estaba Saori, ni de sus ojeras y manchas en la piel, definitivamente no se veía del todo saludable. Ante esto ninguno de los caballeros volvió a quejarse.

-Regresen a sus casas caballeros, piensen bien en donde serán felices, a partir de hoy sus ataduras al santuario han sido rotas y agradecemos mucho su trabajo como caballeros de Athena- sentencio Shion.

Uno a uno todos los caballeros fueron saliendo de la sala del patriarca, todos menos el antiguo patriarca y el caballero de Libra.

Los demás santos siguieron sus caminos hacia sus casas consternados por lo que Athena les había dicho, ¿Vivir lo que no pudimos? ¿Ser felices? ¿Libres? Los caballeros no entendían a ciencia cierta a lo que se refería, nunca había pasado algo como eso en las antiguas guerras pero sin duda esta era diferente a las anteriores, en esta ganamos definitivamente. Ahora ya no habría más guerras santas.

Los santos dorados se retiraban a sus respectivas casas y así mismo iniciaban diálogos pendientes.

Shaka y Aioria bajaban las escaleras juntos sin dirigirse la palabra, podía sentirse el ambiente de incomodidad por parte del de Leo y Shaka lo percibía claramente pero no dijo nada al menos hasta llegar a la casa de Virgo. Aioria seguía su camino hacia su templo mientras que el rubio se detenía en la entrada del suyo, hasta que Shaka llamo la atención del de Leo haciendo que este detuviera su andar.

-Nos veremos en otra ocasión Aioria, espero que encuentres el camino que la señorita Saori nos ha regalado-

-Sí, espero que tú también la encuentres Shaka- logró decir el castaño para iniciar de nuevo su camino cuesta abajo.

Aioria siguió su caminar viendo el paisaje que daba la colina desde las escaleras que habitan entre los templos de Virgo y Leo, su cabeza estaba al mil por hora no solo pensando en lo que creía o debía hacer con la nueva vida que su diosa le había otorgado sino también en la persona con la que le gustaría compartirla, la misma que había estado en su templo minutos antes. Por su mente viajaban las imágenes de los recuerdos que había atesorado desde su infancia en las que participaba el caballero de Virgo, lo unidos que eran en su infancia y la ayuda que fue después de la muerte de su hermano mayor aunque es cierto que el hecho de la supuesta traición de este mismo lo haya alejado causando que se arrepintiera de querer declararle sus sentimientos con el temor de que lo rechazara por ser el hermano del traidor del santuario y una vez aclarado este asunto volvieron a ser muy unidos.

Su caminar se detuvo en la entrada de su templo vacío. En su mente rondaban aquellos sentimientos que tuvo guardados por tantos años, si iba a vivirla lo haría con la persona que más anhelaba estuviera en ella, era ahora o nunca y si no lo lograba podría vivir el resto de vida que le quedaba sabiendo que al menos lo intento y no tendría más arrepentimientos.

 Habían pasado unos veinte minutos en los que el castaño quedo estático en la entrada del templo de Leo pero una vez que se decidió por ir nada lo detuvo, se dio la vuelta, primero dio unos pasos empezando una caminata ligera aumentando el ritmo de sus pasos, su corazón estaba desbocado y era este mismo el que tenía el mando de la situación, ya no estaba caminando ahora trotaba, quería ver sus cabellos dorados, ahora estaba corriendo escaleras arriba, quería ver sus ojos azules mirándolo directamente.

Paro en seco al llegar a la entrada del templo, su respiración era agitada y su rostro estaba enrojecido por la pena y la agitación empezó a caminar por el templo de Virgo en búsqueda de su dueño, si en verdad conocía al rubio de seguro se encontraría en el jardín del templo para meditar después de esta repentina carga de estrés dada por la noticia antes dada por la señorita Saori.

Llego hasta las puertas que daban al jardín, con la palma temblorosa logra tocar la madera de la inmensa puerta y recarga su frente en la misma, cerrando sus ojos y concentrándose podía llegar a sentir la presencia de Shaka del otro lado del portal de madera.

-Es ahora o nunca Aioria- logro decir el castaño antes de empujar el gran peso de las puertas dejando entrar una brisa fresca y con aroma dulce, no le hizo falta buscar pues sobre una colina a plena vista a unos metros de distancia de él se podía divisar esa cabellera rubia lacia de espaldas hacia él.

Se acercaba lentamente con pasos lentos pero seguros, su boca repentinamente estaba reseca y a pocos pasos de distancia de su compañero se detuvo pues las palabras no le salían de la boca.

-Aioria te aseguro que jamás te llevaría a alguna misión en cubierto, tu respiración y tus pasos se escuchan a kilómetros- dijo con un tono divertido el rubio volteando su rostro si abrir los ojos, dejando ver una ligera sonrisa.

No sabía cómo reaccionar simplemente no podía decir nada y de sus labios solo se alcanzaba a escuchar un balbuceo, estaba empezando a sudar de los nervios.

-¿Te encuentras bien Aioria? Tu respiración y pulso están muy elevados- dijo Shaka al tiempo en que se levantaba de su pose de meditación para darle la cara al castaño muy preocupado.

-Eh…estoy bien…Shaka es...es que yo...am-

-No estás bien Aioria- poso su mano en el pecho del castaño- sé que me estas mintiendo Aioria, recuerda que el hecho de tener los ojos cerrados no me hace ciego y mucho menos sordo para no darme cuenta de lo tensa que se escucha tu voz-

Si antes estaba tenso ahora lo estaba más pues la mano de Shaka recargada en su pecho no ayudaba en nada para mantenerse sereno.

Pero ya este no era momento para rendirse.

Recogió todo el valor que pudo y agarro la mano de Shaka que seguía en su pecho con sus dos manos haciendo que este se sorprendiera por la repentina acción.

-Shaka…yo…estuve pensando mucho en esto veras- se detuvo por unos momentos para tragar saliva, muy en el fondo aun no creía que al fin estaba por decirle sobre sus sentimientos.

-Has estado en mis pensamientos por años yo…me gustas Shaka-

La confesión de Aioria dejo perplejo al rubio, los colores se le subían al rostro, el que estaba mudo era ahora él.

-Me gustas desde hace muchos años, te lo quise confesar antes de que la guerra santa iniciara pero…no pude, tenía miedo de que me rechazaras y simplemente lo deje así, pero ahora que la señorita Saori nos dio esta nueva oportunidad de vida no puedo desaprovecharla, si me correspondes o no, no importa porque al menos sabré que hice todo lo posible por seguir mi sueño de pasar una vida contigo…Shaka, en verdad te amo-

Hasta ese momento Aioria había estado hablando con los ojos sumamente cerrados por la pena que le provocaba haberse confesado de frente a su amado y fue justo cuando abrió los ojos después de un tormentoso silencio que pudo ver el rostro de Shaka con las mejillas sumamente sonrojadas y con los ojos más que abiertos viéndolo fijamente con una capa cristalina que amenazaba con salir de sus parpados, quería llorar.

Ante esto Aioria se asustó, estaba a punto de llorar ¿Había hecho algo mal? ¿Habría dicho algo que no debió decir? Sus manos estuvieron a punto de soltar la del rubio hasta que sintió como las dos manos de Shaka lograron sostener las suyas fuertemente.

-Aioria yo…- en eso Shaka soltó las manos del castaño para sostener el rostro de este y acercarlo al suyo y por fin plantarle un beso.

El castaño estaba más que sorprendido, no sabía cómo reaccionar ante tal arrebato, podía sentir los labios del otro sobre los suyos, cálidos y húmedos con un ligero sabor a duraznos.

El beso termino después de unos momentos, Shaka alejó su rostro para poder encararlo de frente de nuevo.

-Yo también te amo Aioria, en verdad me ganaste, yo estuve a punto de levantarme para ir corriendo a tu templo pero pude sentir como te dirigías hacia acá –

Las risas, los abrazos y los pequeños besos se apoderaron del jardín, en ese momento no existía nadie más que ellos en el mundo. Habían decidido compartir esta nueva vida.

IMAGEN DE AIORIA Y SHAKA

Momentos antes de la situación en casa de Virgo, se podía ver un par de cabelleras una rubia y la otra carmesí en camino hacía el templo de Acuario, estos dos habían bajado por las escaleras juntos, la tensión que se sentía entre ellos dos fácilmente se podía cortar con una tijera  pero había algo extraño, la sangre de ambos circulaba con mucha fuerza y ambos mantenían sus miradas apartadas uno del otro.

De pronto detuvieron su andar, ya estaban en la casa del pelirrojo, los dos seguían tensos y no porque estuvieran enojados o algo por el estilo sino todo lo contrario, solo podían pensar en aquella escena en el muro de los lamentos, repetían aquella escena en sus mentes porque no sabían que hacer con ella ahora.

Las armaduras doradas estaban sobre los caballeros de bronce y uno a uno los caballeros y portadores de cada armadura fueron apareciendo frente al muro de los lamentos, Milo acababa de morir horas antes a manos de Radamanthys y claro tenia el corazón destrozado por la traición de Camus, no solo estaba triste por sus compañeros que debieron sacrificar hasta su muerte porque Athena pudiera llegar al inframundo sino que había perdido el chance de confersarle a Camus sus sentimientos hacía el, no había podido cuando estaban vivos porque murió a manos de Hyoga días antes de cuando tenia planeado confesarse, pero ahora tenia la oportunidad perfecta, la última.

Volteo a verlo y ahí estaba, despidiéndose de su alumno, era el momento, se acerco hacia donde estaban los dos posando sus manos en los hombros de ambos caballeros.

-Hyoga, ¿Me permites unos momentos con Camus? –

-Claro, les agradezco a ambos- dijo despidiéndose y dándole un abrazo a ambos y retrocediendo hasta donde se encontraban sus compañeros.

-¿Qué sucede Milo?- pregunto el pelirrojo.

-Camus, no tenemos mucho tiempo así que seré claro y directo-

Sostuvo sus manos con las del pelirrojo apretándolas con fuerza como si temiera que se soltaran en cualquier momento,

-Te amo Camus y lo eh hecho desde que tengo memoria, perdón por hacer esto ahora cuando ya no tenemos más tiempo pero creo que era el momento justo para hacerlo o el último, no tengo intensión alguna de que me respondas, te amo y moriré feliz sabiendo que pude decírtelo-

-Milo… yo- no pudo terminar la oración pues los caballeros estaban haciendo el llamado para juntarse y poder dar un ataque final para derribar el muro para que los caballeros de bronce siguieran su camino para ayudar a Athena en los campos Elisios.

Esos fueron los momentos y palabras finales, pero claro ninguno de los dos esperaba que regresaran de la muerte y dándoles la oportunidad de poder tener una nueva vida que disfrutar. Milo estaba avergonzado pues tenia claro que Camus le iba a rechazar y su amistad de toda  la vida había llegado a su fin.

De pronto el silencio que se había creado se había roto, se escuchaban los pasos rápidos y en seguida el rose de dos pieles.

La cara de sorpresa de Milo era inaudita, Camus se había abalanzado hacía el y le había besado, ¿era eso posible? ¿estaba seguro de que no estaba soñando?

El beso había finalizado, duro una eternidad que según Milo “no quería que terminara nunca” y entonces vio que la mirada de Camus estaba baja.

-“No tengo intensión alguna de que me respondas” ¿eres un idiota? Yo no podría morir en paz si la persona que me ah gustado desde que era un adolecente me dice que me ah amado desde que tiene uso de razón para después soltar tal estupidez- los ojos de Camus empezaban a ponerse acuosos, estaba al borde del llanto, el rubio no acostumbraba a ver llorar a su mejor amigo y tenia la fortuna o privilegio de ser el único que lo haya sido.

-¿Eh? ¿No estas enojado conmigo? Pensé que me rechazarías Camus-

-Pues creíste mal escorpión tonto, yo también te amo Milo-

Y fue así que iniciaron las dos hermosas relaciones dentro del santuario aunque aun había alguno por ahí que no se confesaba y vivieron felices para siempre, nada podría malir sal.

Han pasado un par de días desde la resurrección de los caballeros, la mayoría de ellos han decidido quedarse en el santuario temporal o permanentemente mientras que otros decidieron salir del país para ir a sus hogares o lugares de nacimiento a renovar su antigua vida.

Desde el inicio de las relaciones de Camus y Milo y Shaka y Aioria fueron apoyados por los demás miembros del santuario e inclusive alardeando de que ya sabían que terminarían así.

El caballero de Escorpio fue llamado por el patriarca, aunque Saori les pidió que dejaran de actuar formalmente esto fue muy complicado para todos pues ya estaban acostumbrados a actuar de forma firme y con respeto hacía sus superiores, al menos dejaron de llamarle Athena.

Estaba saliendo de la casa de Acuario después de haber pasado todo el fin de semana con el dueño de la misma, caminaba rumbo a la cámara del patriarca y una vez llegado a la misma pudo divisar a la mitad de ella la figura de Shion en medio con su típica túnica caminando de un lado a otro con varios papeles en las manos mirándolas con un rostro serio.

-¿Me mando a llamar Patriarca?- dijo Milo un tanto divertido.

-Milo, que bueno que bueno que llegaste veras, tengo algo muy importante que decirte-

-¿Tiene que ver con los papeles que tiene en las manos?-

-Así es Milo, primero que nada quiero que sepas que desde que volvimos a la vida eh regresado a ocuparme de varias labores del santuario como lo son las finanzas, el mantenimiento y sobre todo la correspondencia y los tratos con los habitantes de la ciudad de Rodorio y demás-

-Ajá- en verdad no sabia a donde iba con todo eso.

-Milo, esta mañana llegaron a mi un grupo de amazonas que entrenaban para caballeros femeninos antes de la guerra santa y vinieron con algo muy grave para ti-

El caballero estaba nervioso y sumamente preocupado, no entendía porque rayos el tenia que ver con las amazonas cuando de pronto una idea paso corriendo por su cabeza, en verdad esperaba que no fuera aquello en lo que estaba pensando.

-Ellas me contaron una divertida historia de como una de sus compañeras había dado a luz hacía un año y que esta compañera les contó a ellas la historia de que el padre de su criatura era nada más y nada menos que el caballero dorado de Escorpio-

-¿D…dar a luz? ¿Estaba embarazada?- su sorpresa era ahora mas grande, sus sospechas se confirmaron.

-Si y parece que las chicas vieron que después de que nosotros resucitamos podrían darle su hija a su padre-

-¿Pa…padre?-

-¿Es verdad que saliste con una mujer llamada Ágave?-

-No…digo si, salí con esa mujer tiempo después de lo sucedido con Saga pero no lo entiendo, ¿Por qué no me dijo nada? ¿Dónde esta ella en todo esto? ¿No debería ella ser la que estuviera reclamándome?-

-Ella esta muerta Milo, murió en el parto por eso las demás amazonas se quedaron a cargo de la bebé pero vieron que la infante podía estar mejor con su padre que con un grupo de desconocidas-

El rostro de Milo estaba enrojecido, no solo de la vergüenza que se sentía no haber estado en el embarazo de su propia hija sino que ni siquiera en su nacimiento y sus primeros meses de vida.

-…¿La puedo ver?- dijo el joven con una voz baja y apagada.

-Claro que si Milo- respondió Shion para acto seguido hacer un ademan hacía una de las mucamas que se encontraban cerca para que trajera a la bebé donde estaban ellos.

En seguida otra chica se apareció con la bebé en brazos para entregárselo a Shion y retirarse.

Milo se acerco para verla más de cerca, tenia los cabellos de color rojo como fuego abrazador y una piel acanelada como la suya, era sin duda hermosa como recordaba era su madre, extendió sus brazos en señal de una petición para poder sostenerla a lo cual Shion accedió con gusto entregándosela.

Era pesada según él, eso significaba que estaba bien alimentada o algo así, no es como que estuviera acostumbrado a cargar bebés. En verdad no lo podía terminar de creer, era cierto que había tenido una relación con esa mujer un tiempo atrás pero nunca se imagino que hubiera terminado así.

-Te harás cargo de la niña de ahora en adelante Milo, llévatela y críala-

Puede que nunca se haya enterado de ella, pero estaba seguro que era su hija, suponía que Shion también lo sabía porque ambos compartían la esencia de su cosmos y eso para cualquier caballero era más que prueba suficiente.

-Por supuesto Patriarca, ¿sabe como se llama?-

-Claro, las amazonas dijeron que su madre decidió ponerle Hipólita-

-Es un nombre hermoso, ¿Alguien más sabe de esto?-

-Solo la señorita Athena y las criadas de este templo, sé perfectamente que la noticia de un bebé en el santuario no es bien recibido ahora-

Esto se debía gracias a que se tenia la costumbre de que si llegara a haber un nuevo bebé significaba que sería entrenado para portar una armadura, entre tanto y tanto cualquiera sacaría la conclusión de que un infante en el santuario significaría que las guerras no habían acabado y que las estrellas estaban apuntando a que se avecinaban cosas horribles.

-Estoy seguro de que la llegada de Hipólita no significa nada malo Patriarca- respondió Milo ante la evidente insinuación de Shion.

-Lo sé Milo pero hay que tener precaución, sabes que nada sucede por accidente o coincidencia-

 Shion tenia razón, lo mejor que podía hacer es esconderla de los demás caballeros pero ¿Cómo lo escondería de Camus? Literalmente pasaba todo su día y noche con el, bien podía confiar en él para decirle que tenia una hija pero esa era la peor parte de esto, ¿Cómo le diría que tuvo una hija? ¿Cómo le diría que estuvo saliendo con alguien de la cual el obviamente no tenía conocimiento?  Suponía que lo resolvería en la marcha, de mientras lo más importante ahora era llevarse a su hija con él a su templo y pensar en el como se lo diría a Camus.

Después de despedirse y darle las gracias a Shion, Milo procedió a retirarse hacía su templo y para no tener que pasar por los templos de sus compañeros y mucho menos por el de Camus se vio en la necesidad de bajar por el camino de los empleados aunque fuese más largo era la única forma de que Camus y ninguno de los demás notara que bajó con una bebé en los brazos, por alguna extraña razón el bajara a escondidas con una bebé en brazos le daba una sensación de dejá vu.

Después de haber pasado por los templos y tener que esconderse cuando un grupo de empleados de la casa de Sagitario pasara por su camino pudo llegar a su propio templo yendo directo hasta su habitación personal.

-Muy bien Hipo, esta será tu nueva casa, vivirás aquí conmigo y espero que también con Camus si es que esto sale bien con él-  

-¿Si sale bien que cosa Milo?- en ese instante entro Camus por la puerta de la habitación, con una expresión de confusión.

Y fue en ese punto en que Camus posó su mirada en dos personas, en Milo y en la bebé que estaba sentada sobre la cama de su amado.

-Milo, ¿De donde sacaste esa bebé?- dijo señalando hacia la infante.

-Eh…pues sucedió algo muy curioso la verdad, ¿viste que el patriarca me mando a llamar no?- los nervios se podían sentir en la voz del rubio.

-Si y me pareció muy raro que no aparecieras bajando del templo cuando me encontré al patriarca pasar por mi templo, me dijo que tu ya habías bajado antes así que supuse que bajaste por el camino de servicio lo cual es muy raro-

-Pues verás am…verás….rayos esto es más complicado de lo que pensé que sería-

-Milo escúpelo ya- sentenció Camus con un evidente tono de molestia en su voz.

El rubio dio un pequeño respiro -Nunca me lo vas a dejar fácil ¿verdad?-

El pelirrojo no hizo más que cruzar los brazos.

-Ella es Hipólita, es mi hija Camus-

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Notas finales:

Espero que les haya gustado Aunque Lamento decirles que una persona que actualizar muy lento Así que Porfis no se desesperen.


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