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Juntos por Liss83

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Deseoso de sacudirse de encima la pesadilla, se vistió y se dirigió hacia la cocina mucho antes de lo necesario. Primero salió a ser su ronda diaria, pero Sam le ordenó regresar. Estaba demasiado nerviosa para comer lo que su hermana Rebecca había preparado, así que se sentó en el borde del asiento mientras ellos desayunaban.

 

 

 

-          Debo recoger al señor Weber a las tres en punto — recordó.

-          Lo hará Seth — dijo Rachel y Jacob gruño

-          Cálmate hijo — le dijo su padre sonriendo

 

 

 

Él miró con cara de pocos amigos su cuenco de cereales y masculló las palabras «traje de etiqueta».

Se oyeron unos golpes impacientes en la puerta principal.

 

 

 

-          Tu cuñada — dijo Rachel mientras me levantaba  —. Alice no te va a dejar ni respirar en todo el día.

 

 

 

Jacob asintió pensativo, concediéndose que no le había tocado la peor parte en toda esta traumática experiencia. El pelo corto de Alice no tenía su habitual aspecto erizado: mostraba una apariencia suave debido a los pulcros tirabuzones alrededor de su rostro de duende, que sin embargo, por contraste, mostraba una expresión de mujer muy atareada. Entro y lo arrastró fuera de la casa con apenas un «Qué hay» exclamado por encima del hombro.

Alice lo evaluó mientras se metía en su Porsche.

 

 

 

-          ¡Oh, demonios! ¡Mírate los ojos! — chasqueó la lengua en reproche  —. ¿Qué es lo que has hecho? ¿Has estado levantada toda la noche?

-          Casi toda.

-          No es que tenga mucho tiempo para dejarte asombroso — dijo mirándolo con cara de pocos amigos.

-          Yo soy asombroso — dijo Jacob

-          La verdad es que podrías haber cuidado un poco mejor la materia prima — protesto Alice

-          ¿No deberías concentrarte en Edward? — dijo Jacob algo asustado — Él tirara el ramo — Ella se echó a reír — Le diré que te tiré el ramo de flores cuando se acerque el momento.

-          Gracias — siseo el licántropo

-          Al menos, mañana tendrás un montón de tiempo para dormir en el avión — dijo Alice

 

 

 

Jacob alzo una ceja. «Mañana», musito para sí. Si se iban esa noche después de la recepción, y todavía estarían en un avión al día siguiente... bueno, entonces no viajarían a Boise, Idaho. El viaje era un regalo de boda de parte de los padres de Edward y no se les había escapado ni una sola pista. Jacob no se sentía demasiado emocionado por el misterio, pero resultaba extraño no saber dónde dormiría la noche siguiente.

Alice se dio cuenta de que se le había dado en qué pensar y frunció el ceño.

 

 

 

-          Bueno, ya estás listo y tu maleta preparada — me dijo, con intención de distraerme y funcionó.

-          ¡Alice, me hubiera gustado que me dejaras empaquetar mis propias cosas!

-          Eso te hubiera proporcionado demasiada información.

-          Y tú hubieras perdido una oportunidad para ir de compras.

-          Serás mi hermano oficialmente dentro de diez cortas horas... Va siendo hora de que te acostumbres.

 

 

 

Fulmino con la mirada el parabrisas y tomando sus cosas se despidió. Corrió hacia la casa Cullen y llego en menos de cinco minutos

 

 

 

-          ¿Ha regresado ya? — pregunto entrando con un salto grácil

-          Espera su sesión de belleza en su habitación — dijo Emmett con sorna

-          Emmett lo amarro — dijo Esme con mirada reprobatoria

-          ¡Tradicional! — siseo Edward desde su recamara y sus hermanos golpearon sus manos

 

 

 

En la habitación Edward estaba amarrado con unas cadenas sentado en la cama. Sabía que si intentaba huir entonces se armaría el verdadero problema

 

 

 

-          ¿Realmente hace falta todo esto? — siseo Edward

-          ¿querías una boda tradicional, no? — dijo Alice — bueno eres “la novia” así que te aguantas

-          Te voy a… — mascullo Edward mientras inclinaba hacia atrás en la silla y cerraba los ojos.

-          Ya han regresado — dijo Rosalie sonrió disimuladamente evitando pensar, e inmediatamente a Edward se le pasó su pequeño e infantil arranque de desesperación. Jacob estaba en casa.

-          ¡Mantenlo fuera de aquí!

-          No creo que se cruce hoy contigo — le aseguró Rosalie  —. Le dijo a Esmes que leda mucho valor a su vida. Ella les ha puesto a terminar algunas cosas en la parte de atrás. ¿Necesitas ayuda? Puedo arreglarle el maquillaje.

-          ¿Maquillaje? — siseo Edward — en ningún momento pensaste en maquillaje

-          ¡Ups! — respondió Alice con soltura

 

 

 

Una vez que Rosalie recibió los elogios de Alice por el maquillaje, que era como el que le dan a los modelos para una sesión fotográfica, la envió a traer el traje y después a buscar a Jasper. En el piso de abajo escuchaba el ruido leve que producía la puerta al abrirse y cerrarse una y otra vez. Las voces comenzaron a elevarse hasta donde estaban ellos.

Alice lo puso en pie de modo que pudiera colocare el vestido sobre el peinado y el maquillaje.

 

 

 

-          tranquilízate — le recomendó Alice — pareces humano.

-          Lo intentaré — dijo Edward dedicándole la expresión más sarcástica que pudo improvisar.

-          Te prometo que Jacob no se molestará porque te vi en paños menores — dijo Alice y su hermano gruño — Yo tengo que vestirme ahora. ¿Puedes apañártelas sola un par de minutos?

-          Largo — dijo Edward aunque fue con la más radiante de las sonrisas

 

 

 

Alice puso los ojos en blanco y salió disparada por la puerta.

Edward se concentré en la respiración de Jacob en la planta baja, contando cada uno de los movimientos de sus pulmones, solo él lo podía tranquilizar. Se quedó mirando fijamente los diseños que la luz del baño dibujaba en la tela de su pantalón. Era absurdo pero le daba miedo mirarse al espejo, miedo de ver su imagen vestida de novio y descubrir que era solo un sueño.

Alice regresó antes de que contara doscientas respiraciones con un vestido que flotaba alrededor de su cuerpo esbelto como una cascada plateada.

 

 

 

-          Alice... ¿no dijiste que era mi día?

-          Gracias por el cumplido pero nadie se me va a quedar mirando hoy, al menos no mientras tú estés en la habitación — dijo haciendo un puchero adorable

-          Me conformo con que solo me mire Jacob — dijo el vampiro

-          Mmm — dijo Alice entrecerrando los ojos  —, ¿estás bajo control o tengo que llamar a Jasper?

-          Estoy bien

 

 

 

Esmes, Rosalie y las hermanas de Jacob entraron a la habitación

 

 

 

-          Ya es la hora — dijo Esmes  —. ¡Te ves increíble! ¡Ven acá! ¡Dame un abrazo antes de que baje! — insistió la vampira — ¡Oh, cielos, casi se me olvida! ¿dónde está la caja?

 

 

 

Salió de habitación y medio segundo después regreso con una caja y la coloco sobre la cama.

 

 

 

-          Algo azul y viejo — comentó sacando de ella una fina esclava con una pequeña piedra azul — Carlisle dice que le perteneció a tu madre. Se suponía que deberías dárselo a la mujer con la que te casases, pero… estoy segura que está muy feliz por ti

 

 

 

A Edward se le hizo un nudo en la garganta, pero logro susurrar un gracias.

 

 

 

-          Ya tenemos algo viejo y algo azul — reflexionó Alice, dando unos pasos hacia atrás para admirarlo  —, y tu traje es nuevo. De modo que aquí... — y le lanzó algo y cogió sin problemas entre sus manos de forma automática para cogerlo; así es como aterrizó en mis palmas una vaporosa liga blanca.

-          Es mía y la quiero de vuelta — me comentó Alice por lo que Esmes, Rosalie y las hermanas de Jacob se rieron.

-          Alice — siseo Edward

-          ¿Estamos listos? — dijo Carlisle desde la puerta mientras Edward tiraba lejos la liga

-          Felicidades cariño — dijo Esme abrazando al chico

-          Te ves muy bien cuñado — le dijeron Rebbeca y Rachel saliendo con Esmes. Rosalie solo lo miro de pies a cabeza levantando una ceja antes de salir

-          ¿Listo? — pregunto Carlisle

-          No — dijo Edward

 

 

 

Carlisle le entrego dos espumosos ramos de flores blancas y le ofreció el brazo.

 

 

 

-           ¿Es broma? — dijo Edward — no soy…

-          Hace un par de semanas un chico extraordinario me pidió tu mano a sugerencia tuya — dijo Carlisle — ¿y ahora no quieres caminar unos cuantos paso de mi brazo

 

 

 

El aroma de las rosas, el azahar y las fresias lo envolvió en una suave neblina. Rosalie, la mejor música de la familia después de él, comenzó a tocar el piano en el piso de abajo. El canon de Pachelbel.

 

 

 

-          Concéntrate, hijo — dijo en su mente Carlisle — Jacob te espera allí abajo.

 

 

 

Este inhalo un gran trago de aire, deseando recuperar pronto la compostura. La música se transformó lentamente en una nueva canción. Charlie me dio un codazo.

 

 

 

-          Vamos, es nuestro turno.

 

 

 

La música sonaba muy fuerte y subía flotando por las escaleras junto con la fragancia de un millón de flores. Edward se concentró en la idea de Jacob esperando abajo para conseguir poner los pies en movimiento.

La música le resultaba familiar, la marcha tradicional de Wagner rodeada de un flujo de florituras.

 

 

 

-          Es mi turno — replicó Alice  —. Cuenta hasta cinco y sígueme.

 

 

 

La chica comenzó una lenta danza llena de gracia mientras bajaba la escalera. Una repentina fanfarria vibró a través de la música que sobrevolaba el lugar y todos los invitados reconocieron la entrada novio faltante.

 

 

 

-          ¿No es un sueño? — susurro Edward y Carlisle le colocó la mano sobre su brazo y la sujetó allí con firmeza.

 

 

 

Un paso por vez, se dijo Edward a mí mismo cuando comenzaron a descender a paso humano al ritmo lento de la marcha. No levanto los ojos hasta que vio sus pies a salvo en el piso de abajo, aunque pudo escuchar los murmullos mentales y el susurro de la audiencia cuando apareció a la vista de todos.

Tan pronto como sus pies pasaron las traicioneras escaleras lo busco con la mirada. ¿Por qué sentía terror de que se arrepintiese? Durante un segundo escaso, lo distrajo la profusión de flores blancas que colgaban en guirnaldas desde cualquier cosa que hubiera en la habitación que no estuviera viva, pendiendo en largas líneas de vaporosos lazos, pero arranco los ojos del dosel en forma de enramada y busco a través de las filas de sillas envueltas en raso, no pudo evitar sonreír mientras caía en la cuenta de aquella multitud de rostros, todos pendientes de él. Hasta que lo encontró al final del todo, de pie, delante de un arco rebosante de más flores y más lazos.

 

 

 

Apenas era consciente de que estuviera Billy a su lado y el padre de Ángela detrás de los dos. No veía a su madre donde debía de estar sentada, en la fila delantera, ni a su nueva familia ni a ninguno de los invitados. Todos ellos tendrían que esperar.

Ahora sólo podía distinguir el rostro de Jacob, que llenó su visión e inundó su mente. Sus ojos brillaban como la mantequilla derretida, en todo su esplendor, y su rostro parecía casi severo con la profundidad de la emoción. Y entonces, cuando sus miradas se encontraron, rompió en una sonrisa de júbilo que quitaba el aliento.

 

 

 

De repente, fue sólo la presión de la mano de Carlisle en la suya la que le impidió echar a correr hacia delante atravesando todo el pasillo.

La marcha era tan lenta que lucho para acompasar los pasos a su ritmo. Menos mal que el pasillo era muy corto. Hasta que por último, al fin, llegué allí. Jacob extendió su mano y Carlisle tomó la de Edward y en un símbolo tan antiguo como el mundo, la colocó sobre la de Jacob. Edward rozo el ardiente milagro de su piel y me sentí en casa.

 

 

 

Hicieron los votos sencillos con las palabras tradicionales que se habían dicho millones de veces, aunque jamás por una pareja como ellos. Sólo le pidieron al señor Weber que hiciera un cambio pequeño y él amablemente sustituyó la frase «hasta que la muerte nos separe» por una más apropiada que rezaba: «tanto como duren nuestras vidas».

 

 

 

En ese momento, cuando el sacerdote recitó esta parte, sus mundos, que había estado boca abajo durante tanto tiempo, parecieron estabilizarse en la posición correcta mientras se fusionaban en uno solo. Jacob comprendía qué tonta había sido temiendo a su imprimación durante meses, como si fuera un regalo de cumpleaños que no deseaba o una exhibición embarazosa como la del baile de promoción. Miro a los ojos brillantes, triunfantes de Edward y supo que él también había ganado, porque nada importaba salvo que se quedaría con él.

 

 

 

Jacob no se había dado cuenta de que Edward de haber podido estaría llorando hasta que llegó el momento de las palabras que los unirían para siempre.

 

 

 

-          Sí, quiero — se las arreglo el vampiro para pronunciar con voz ahogada, en un susurro casi ininteligible, pestañeando para aclararme los ojos de modo que pudiera verle el semblante.

 

 

 

Cuando llegó su turno las palabras sonaron claras y victoriosas.

 

 

 

-          Sí, quiero — juró.

 

 

 

El señor Weber los declaró esposos, y entonces las manos de Jacob se alzaron para acuñar su rostro cuidadosamente, como si fuera tan delicada como los pétalos blancos que se balanceaban sobre nuestras cabezas. Intento comprender, a través del mar de emociones que lo embargaban, el hecho surrealista de que esa persona asombrosa fuera suyo. Sus ojos dorados también parecían llenos de lágrimas, a pesar de que eso era imposible. Inclinó su cabeza hacia él y abrazándose a su cuello con el ramo y todo, alrededor de su cuello.

 

 

 

Jacob lo besó con ternura, con adoración y Edward olvido a la gente, el lugar, el momento y la razón... recordando sólo que él lo amaba, que lo quería y que él era suyo.

Jacob comenzó el beso y él mismo tuvo que terminarlo, porque yo Edward se colgó de él, ignorando las risitas disimuladas y las gargantas que se aclaraban ruidosamente entre la audiencia. Al final, Jacob apartó la cara de su, ahora, esposo, con sus manos y se retiró, demasiado pronto, para mirarlo. En la superficie su fugaz sonrisa parecía divertida, casi una sonrisita de suficiencia, pero debajo de su momentánea diversión por la exhibición pública de afecto había una profunda alegría que era un eco de la del vampiro.

El gentío estalló en un aplauso y el lobo movió sus cuerpos para ponerlos de cara a sus amigos y familiares, pero Edward no pude apartar el rostro del amado para mirarlos a ellos.

 

 

 

Los brazos de su madre fueron los primeros que lo encontraron, cuando al fin retiro con desgana los ojos de Jacob. Y entonces los pasaron de mano en mano por toda la multitud, de abrazo en abrazo, y apenas fueron consciente de a quién pertenecían los brazos de cada uno de ellos, con la atención prendida de la mano de su esposo que aferraba firmemente la contraria. Jacob reconoció con claridad la diferencia entre los blandos y cálidos abrazos de sus amigos humanos y los cariñosos y fríos de mi nueva familia.

 


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