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Juntos por Liss83

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Jacob miró fijamente a su esposo y levantando la mano para acariciarle el rostro, hablo con lenta precisión.

 

 

 

-          No sabía qué pasaría, pero lo que no esperaba de ninguna de las maneras es lo... lo... maravilloso y perfecto que ha sido — el volumen de su voz bajó hasta convertirse en un susurro y sus ojos se deslizaron de su rostro hasta sus manos  —. Quiero decir, que no sé cómo ha sido para ti, pero así ha sido para mí.

-          ¿Es por eso por lo que estás preocupado? — dijo Edward entre dientes  —. ¿Porque yo no lo haya disfrutado?

-          Sé que no es lo mismo, porque tú no eres humano — dijo Jacob  —. Simplemente estaba intentando explicarte que, para un humano, bueno, para un lobo. Y no puedo imaginar que la vida pueda guardar algo mejor que esto.

 

 

 

Edward se quedó quieto durante un rato tan largo que tuvo miedo que se haya petrificado. Después de unos minutos su rostro se había dulcificado, y estaba pensativo.

 

 

 

-          Eso sólo significa que hay algo más por lo que tengo que disculparme — puso mala cara  —. Lo que no podría haber soñado ni de lejos es la manera en la que tú interpretarías el modo en que me siento por lo que te he hecho, como si la noche pasada no hubiera sido... bueno, la mejor noche de toda mi existencia. Pero no quiero pensar en que ha sido así, no cuando tú...

-          ¿Ah, sí? ¿La mejor de todas? — pregunto Jacob y se le torcieron un poco las comisuras de los labios.

 

 

 

Tomó entre sus manos el rostro de su amado vampiro, todavía pensativo, y lo beso dulcemente, mientras este se estremecía

 

 

 

-          Edward, estoy bien. Fue sexo salvaje.

-          Jacob…

-          Si no te gusto, está bien — y unió su frente a la de este — no lo volveremos hacer así. Pero no intentes decidir cómo me debo sentir. No soy Bella — y Edward hizo un gruñido bajo — no me voy romper solo porque subimos el tono en la cama

-          Hablé con Carlisle después de que tú y yo nos comprometimos. Y por supuesto me advirtió de que esto sería muy peligroso para ti — una sombra cruzó por su rostro  —. Pero él tenía fe en mí, una fe que, sin embargo, no he merecido.

-          Discrepo completamente contigo — dijo Jacob acariciándole el rostro

-          También le pregunté qué era lo que yo podía esperar. No sabía cómo sería para mí... siendo un vampiro — sonrió casi con desgana  —. Carlisle me explicó que era una sensación poderosa, que no se podía comparar con nada. Me dijo que el amor físico no se debía tomar a la ligera, porque siendo nuestros temperamentos tan estables, las emociones fuertes pueden alterarnos de forma permanente. Pero añadió que yo no debía preocuparme por eso, porque de todos modos tú ya me habías alterado por completo — y esta vez su sonrisa fue más genuina.

-          Y tú a mí — dijo el lobo abrazándolo antes de atraerlo hacia si hasta sentarlo en su regazo

-          También hablé con mis hermanos. Me dijeron que se sentía un gran placer que sólo va por detrás de beber sangre humana — una línea cruzó su entrecejo aunque Jacob no pudo verlo  —. Pero yo ya la he probado, y no puede haber sangre alguna que sea más fuerte que esto... No creo que se equivoquen, la verdad, sino que simplemente es diferente para nosotros. Algo más.

-          Fue más. Lo fue todo — le susurró Jacob

-          Pero eso no cambia el hecho de que estuvo mal...

-          Estuvo perfecto, mi hermoso chupasangre

-          No puedo ignorar la evidencia, Jacob — dijo con voz compungida  —. O esas historias que…

-          Alto ahí — dijo el lobo sujetando con fuerza su barbilla y se inclinó de tal modo que sus rostros se quedaron apenas a unos centímetros — Escúchame de una vez, Edward Cullen de Black — y ambos sonrieron  —. No estoy simulando nada por tu bien, ¿vale? Ni siquiera sabía que tendría que buscar alguna razón para hacer que te sintieras mejor hasta que empezaste a ponerte en este plan. Nunca jamás he sido más feliz en toda mi vida y ni siquiera fui más feliz cuando nos besamos la noche de tu arranque adolescente que casi nos mata a los dos — él se encogió ante la mención del momento en que iba a volver a desafiar a los Vulturis  —, o cuando dijiste «Sí, quiero» y en ese momento me di cuenta de que te tendría para siempre. Esos son los recuerdos más felices que tengo, pero éste es mejor que todos ellos. Así que acostúmbrate a la idea.

-          ¿Tanto me amas? — pregunto Edward en un susurro

-          Dame la oportunidad de demostrarte que mis palabras quedan cortas al lado de mi amor — susurro Jacob besándole el cuello

-          Tal vez tengas razón — dijo Edward — No tiene sentido permitir que mi mal humor te amargue este momento. Haré lo que sea para hacerte feliz a partir de ahora.

-          ¿Cualquier cosa que me haga feliz? — El estómago de Jacob gruñó al mismo tiempo que hacía la pregunta.

-          Tienes hambre — repuso con rapidez y se levantó de la cama de un salto agitando una nube de plumas, y eso fue lo que me lo recordó.

-          Y bueno, ¿cuál ha sido la razón exacta de que hayas decidido destrozar las almohadas de Esme? — le pregunto el moreno, sentándose y sacudiéndose más plumas del pelo.

 

 

 

Edward ya se había enfundado unos amplios pantalones caquis y se detuvo en el umbral de la puerta, revolviéndose el pelo para desalojar unas cuantas plumas más.

 

 

 

-          No sé si lo que hice anoche fue «decidir» exactamente — masculló  —. Tenemos suerte de que fueran las almohadas y no tú — aspiró el aire con profundidad y después sacudió la cabeza, como si quisiera desprenderse de ese pensamiento sombrío. Una sonrisa de aspecto bastante auténtico se extendió por su rostro, pero Jacob adivinó que le había costado mucho trabajo simularla.

 

 

 

Saltó ágilmente de aquella cama tan alta y se estiro de nuevo, casi curado completamente. Edward jadeo sorprendido y se acercó a él

 

 

 

-          Realmente te curaste completamente — dijo Edward

-          Listo para esta noche — dijo Jacob manteniendo un tono casual.

 

 

 

Lo siguió hasta la cocina mientras admiraba todo a su alrededor

 

 

 

-          ¡No voy a conseguir sacarme esto del pelo en toda la vida! — se señaló la cabeza, que tenía el mismo aspecto de un nido donde estuviera criando pollos. Comenzó a extraer las plumas.

-          No sé cómo puedes estar preocupado por tu pelo — masculló Edward, pero permaneció de pie quitándole las plumas a más velocidad.

-          ¿Cómo es que no estás partido de risa? Tengo un aspecto ridículo — dijo Jacob y Edward disimulo una sonrisa — Esto no va a funcionar — dijo suspirando después de un minuto  —. Se me han pegado todas. Voy a tener que lavármelo para que salgan — se dio la vuelta, deslizando los brazos en torno a su cintura fría — ¿Quieres ayudarme?

-          Mejor si voy y te hago algo de comida — le dijo en voz baja y con suavidad intento deshacerse de su abrazo.

-          Nada de eso señor Black, de mí no va a huir — dijo Jacob deteniéndolo y Edward sonrió — ¡Juntos!

 

 

 

Una vez, dos horas después, logro quitarse casi todas las plumas, se puso un pantalón blanco de algodón con el que estaba poco familiarizado y que ocultaba los pocos parches violáceos que le quedaban. Edward solo sonreía desviando la vista parado junto la puerta. Jacob lo abrazo por la cintura dándole un beso suave en los labios antes de dirigirse a la cocina

Iban descalza, sin hacer ruido. Al llegar al lugar Edward se adelantó y preparo unos huevos, beicon y queso Cheddar.

El vampiro estaba delante de una cocina de acero inoxidable, deslizando una tortilla en un plato de color azul claro que había colocado sobre la encimera. Sin embargo el olor de la comida lo sobrecogió, porque se sentía capaz de comerse el plato y la sartén también, de paso

 

 

 

-          Aquí lo tienes — dijo Edward con una sonrisa en el rostro sirviendo dos platos; y poniéndolos en la pequeña mesa de azulejos.

 

 

 

Se sentaron en las dos sillas de metal que había y comenzaron a devorar los huevos calientes. Se quemaron la garganta, pero ninguno se preocupó.

 

 

 

-          No sabía que comías comida humana — dijo Jacob intrigado.

-          De hecho no lo hago — dijo Edward  —, pero lo desee

-          Está buenísimo — dijo Jacob  —. Impresionante, teniendo en cuenta que lo ha hecho alguien que no come.

-          Ya sabes, con Internet todo es posible — comentó, haciendo relampaguear su sonrisa torcida, la favorita de Jacob.

 

 

 

Este se alegró mucho de verlo otra vez feliz, de que se pareciera de nuevo un poco más a sí mismo.

 

 

 

-          ¿De dónde salieron los huevos?

-          Le pedí al equipo de limpieza que equipara la cocina — dijo Edward  —, por primera vez, en este lugar — y sonrió  —. Les tendré que pedir que vean qué pueden hacer con las plumas.

 

 

 

Su voz se desvaneció, mientras su mirada se fijaba en algún punto por a un lado de la cabeza de su esposo. Este no contesto, intentando evitar decir cualquier cosa que le alterara una vez más.

Después de un rato Jacob hizo bromas que relajó el ambiente. Se comieron todo, entre sonrisas y besos.

 

 

 

-          Gracias — dijo Jacob, y se inclinó sobre la mesa para besarlo. Él le devolvió el beso de forma automática, pero de repente se envaró y se alejó — Hey — dijo el lobo suavemente

-          Te amo — dijo Edward mientras Jacob alzaba la mano para acariciarle la mejilla — perdón.

-          Tranquillo — susurro Jacob — todo está bien — sus dedos rozaron suavemente su piel y Edward no pudo evitar inclinar su rostro sobre la palma de su mano  —. ven aquí, hermoso — y lo abrazo por la cintura atrayéndolo hacia él  —. todo está bien — y lo beso suavemente con miedo de asustarlo y que vuelva a huir

 

 

Se cambiaron de ropa e hicieron snorkel. Exploraron la pequeña sección de selva que rodeaba el pico rocoso. Visitaron los papagayos que vivían en el verde dosel formado por la jungla para ver qué había en el extremo sur de la isla. Contemplaron el crepúsculo desde una cueva rocosa que había en el lado occidental. Nadaron con las marsopas que jugaban en las cálidas y tranquillas aguas. En realidad solo Jacob lo hizo, porque cuando Edward estaba en el agua, las marsopas desaparecían como si hubiera un tiburón cerca.

 

 

 

Estaban todo el día de un lado para otro, pero cuando el sol se ponía se rendían al placer de los brazos opuestos. Edward se había vuelto un hábil cocinero aunque hacía demasiada comida para una sola persona, que ya era común que compartiesen.

Todo les servía de excusa para roses “accidentales” y besos apasionados. Sin embargo algo inaudito había sucedido en los últimos días. Edward había dormido. Había sido una mañana que Jacob había despertado con el sol en los ojos. Se había movido ligeramente pero Edward no lo había hecho. El lobo lo movió preocupado y Edward se había sobresaltado. Los dos se habían sorprendido por el hecho

 

 

 

Una semana o algo así, después de que llegaron a la isla, dormían en la habitación azul, porque el equipo de limpieza no llegaría hasta el día siguiente, así que la habitación blanca todavía estaba bajo una manta de plumón como la nieve. La habitación azul resultaba más pequeña, y la cama de unas proporciones más razonables. Las paredes lucían oscuras, cubiertas con paneles de madera de teca y los accesorios eran todos de una lujosa seda marina.

                                                                                                                

 

 

Jacob le había insistido en ponerse toda la colección de lencería de Alice para dormir por la noche. El vampiro comenzó poco a poco, con inocentes prendas de satén color marfil, aunque en el fondo estaba dispuestos a probarlo todo.

Esa noche Edward eligió uno negro, de encaje, que daba vergüenza nada más verlo, incluso sin llevarlo puesto. Se miró al espejo antes de salir del baño, ya que quería sorprenderlo. Tuvo la satisfacción de ver cómo se le ponían los ojos como platos antes de morderse el labio inferior.

 

 

 

-          ¿Qué te parece? — pregunto el vampiro, haciendo posturitas para que pudiera verlo desde todos los ángulos.

-          Estás muy hermoso. Como siempre.

-          Gracias — contestó Edward algo avergonzado y corrió a acostarse a su lado

 

 

 

Jacob lo envolvió en sus brazos y lo apretó contra su pecho. Edward bostezo y acomodo su cabeza el pecho del lobo. Jacob no era muy hábil tarareando canciones, pero a Edward le pareció la mejor de todas las melodías. Una que ni siquiera Mozart hubiese podido componer

 

 

En el silencio Jacob empezó a recordar los sueños que había tenido antes de la boda, e incluso un par de veces después de la boda. No era el mismo chico que el del primer sueño, el niño vampiro con los ojos de color sangre sentado sobre una pila formada por gente a la que él amaba, muerta. El chico con él que había soñado al menos cuatro veces en la última semana era definitivamente humano; tenía las mejillas coloradas y sus grandes ojos eran verde claro. Pero al igual que el otro niño, temblaba de miedo y desesperación cuando se les acercaban los Vulturis.

En ese sueño, que era nuevo aunque parecido al anterior, lo único que él tenía que hacer era proteger al chico desconocido. No había ninguna otra opción, pero al mismo tiempo, sabía que terminaría fallando.

 

 

 

Edward empezó a sollozar en sueños mientras decía cosas incoherentes. Jacob se preocupó e intentó tranquilizarlo pero sabía que algo no estaba bien. Hasta donde sabia Edward no debería dormir, ni comer comida humana

Más tarde, cuando se despertó en la oscuridad, Edward estaba aturdido por completo. El sueño que había tenido era tan real, tan vivido, tan sensorial... Jadeo con fuerza, ahora desorientado en la negra habitación. Sólo un segundo antes se encontraba bajo el sol brillante.

 

 

 

-          ¿Edward? — murmuró Jacob despertó también, con los brazos apretados a su alrededor, sacudiéndolo con amabilidad  —. ¿Te sientes bien, corazón?

-          Oh — exclamo de nuevo, respirando con agitación; no había sido más que un sueño, algo no real — fue solo…

-          ¡Amor! — exclamó Jacob, en voz más alta, algo alarmada ahora  —. ¿Qué está mal?

-          Era sólo un sueño — no podía contener el sollozo sordo que quebraba su voz. una pena asombrosa que se había apropiado de él. Deseaba tanto que ese sueño fuera real...

-          Todo va bien, cariño. Estás bien. Estoy aquí — susurro Jacob acunándolo hacia atrás y hacia delante, quizás con demasiada rapidez como para que realmente lo ayudara a calmarse  —. ¿Has tenido otra pesadilla? No es real, no lo es.

-          No era una pesadilla — sacudió la cabeza susurro Edward, frotando el dorso de su mano contra los ojos  —. Era un buen sueño — y su voz se quebró de nuevo.

-          Entonces, ¿por qué estas triste? — me preguntó, perplejo.

-          Pues porque me he despertado — gimió, envolviendo su cuello entre sus brazos con tanta fuerza que casi lo ahogaba y sollozando contra su garganta.

 

 

 

Jacob echó a reír ante su lógica, pero el sonido tenía un matiz de tensión, debido a su interés por la angustia del vampiro.

 

 

 

-          Todo va bien, mi cielo. Respira hondo.

-          Es que era tan real — sollozo Edward  —. Y es que es tan absurdo...

-          Cuéntamelo — le urgió el lobo  —. Quizás eso te ayude.

-          Estábamos en la playa... — la voz se le desvaneció, devolviendo la mirada de sus ojos llenos de lágrimas a su rostro varonil lleno de ansiedad, apenas discernible en la oscuridad. Le miro con amargura mientras aquella pena irracional comenzaba a disminuir.

-          ¿Y? — insistió Jacob, finalmente.

-          Oh, Jake...

-          Cuéntamelo — le suplicó este, con los ojos desencajados por la preocupación que le provocaba la pena que destilaba la voz de su esposo

 

 

 

Pero el vampiro no podía debido a la pena. En vez de eso, colgó sus brazos de nuevo en torno a su cuello y trabo su boca en la opuesta con un afán casi febril. No era deseo en absoluto, era pura necesidad, agudizada por el dolor. Su respuesta fue instantánea, pero algo en ese beso no estaba bien.

Jacob luchó por deshacerse de él con tanta dulzura como pudo debido a la sorpresa, apartándolo mientras lo sujetaba por los brazos.

 

 

 

-          Edward tranquillo — insistió él, mirándolo como si le preocupara que hubiera perdido la cabeza.

 

 

 

Este dejo caer los brazos, derrotados, con un nuevo sollozo alzándose en su garganta. Jacob lo miró con ojos confusos, llenos de angustia.

 

 

 

-          Lo ss... siento — tartamudeo Edward. Jacob lo abrazó de nuevo, apretándolo con fuerza contra su pecho.

-          ¡tranquilízate! — su gemido sonaba lleno de angustia.

 

 

 

No supo si fueron las lágrimas que temblaban en su voz lo que le conmovió, o que no estaba preparado para resistirse a lo repentino de ese ataque, o simplemente, o hablaba el amor que se profesaban mutuamente. Fuera cual fuera la razón, presionó sus labios contra los su esposo, rindiéndose con un gemido.

Y comenzaron allá donde había terminado el sueño de Edward.

 

 

Se quedó muy quieto cuando despertó por la mañana e intento mantener su respiración acompasada. Tenía miedo de abrir los ojos.

Estaba tumbado atravesado sobre el pecho de Jacob, pero él permanecía completamente inmóvil. Por algún motivo tenía miedo de admitir que estaba despierto y enfrentarse a su ira, sin importar a quién la dirigiera en estos momentos.

 

 

 

Con cuidado, espió entre sus pestañas. Tenía la mirada clavada en la pared mientras abrazaba a su cintura. Su expresión era tranquilla, impasible.

 

 

 

-          ¿Todo bien? — le pregunto en voz baja.

-          Volví a perder el control — respondió Edward, pero volvió la cabeza y dejó ver una sonrisita de suficiencia.

-          ¿Entonces nos divertimos mucho? — pregunto Jacob — Bueno, no sé exactamente cómo fue la cosa anoche — sacudió la cabeza ante el recuerdo — Al final, no me dijiste de qué iba tu sueño.

-          Supongo que no, pero creo que te he mostrado más o menos de lo que iba — comento el vampiro y luego se echó a reír con nerviosismo.

-          Oh — respondió Jacob y después pestañeó  —. Qué interesante.

-          Era un sueño muy, muy bueno — murmuro Edward. Él no hizo ningún comentario.

 

 

 

Se sentó, planeando examinarle el cuerpo a su esposo, aunque al menos esta vez no parecía estar lleno de plumas. Pero cuando se movió, lo asaltó un extraño mareo repentino. Se tambaleó y cayó de nuevo contra las almohadas.

 

 

 

-          Guau. Mi cabeza — susurro cerrando los ojos y los brazos de su marido lo envolvieron de nuevo.

-          Cuidado — dijo Jacob — Has dormido mucho. Doce horas.

-          ¿Doce horas? — dijo Edward sorprendido.

-          El resultado de no dormir cien años supongo — dijo Jacob sonriendo

 

 

 

Jacob se echó una rápida ojeada mientras hablaba, intentando que no se notase el examen. Tenía buen aspecto. No tenía cardenales, así que se estiro para mirarlo bien. En realidad, se veía mejor que bien.

 

 

 

-          ¿Está completo el inventario?

-          parece que las almohadas también sobrevivieron — dijo Jacob

-          Desafortunadamente — dijo Edward con voz sombría  —, no podemos decir lo mismo de…

 

 

 

 


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