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Juntos por Liss83

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Seth bajó a la playa dando un paseo con las manos hundidas en los bolsillos. Nadie se molestó en dedicarle una segunda mirada cuando cruzo el sucio garaje de First Beach. Eso era una de las cosas más increíbles del verano: a nadie le importaba si sólo vestías unos pantalones cortos.

 

 

 

Siguió el sonido de la voz conocida y no tardó en toparse con Quill. Se hallaba en el extremo sur de la medialuna de la playa a fin de evitar lo más grueso del mogollón de turistas. Ahí estaba, borbotando un torrente de advertencias:

 

 

 

-          Fuera del agua, Claire. Vamos, no, no. Eh. Muy bonito, señorita. ¿De veras quieres oír cómo me grita Emily? No voy a traerte a la playa nunca más si no... ¿Ah, sí? No... Uf. Esto te parece divertido, ¿a que sí? ¡Ja, ja! ¿Y quién se ríe ahora? ¿Eh, eh?

 

 

 

Cuando llegó hasta él, Quill aferraba por el tobillo a la niña de la risa tonta. La pequeña sostenía un cubo en una mano; tenía los pantalones hechos una sopa y una colosal mojadura en el frontal de la camiseta.

 

 

 

-          Cinco dólares a favor de la chica — dijo Seth

-          Hola, Seth. — Claire pegó un alarido y arrojó el cubo a los pies de Quill — Abajo, abajo — Él la depositó con sumo cuidado en la arena. La pequeña gateo hasta él y se aferró a su pierna.

-          Tito She.

-          ¿Cómo te lo estás pasando, Claire?

-          Quill está mojado.

-          Ya lo veo. ¿Dónde está tu mamá?

-          Ido, ido, sa ido — canturreó Claire  —. Claire con Quill tooodo el día. No quiero volver a casa nunca.

 

 

 

Dijo la pequeña y se marchó corriendo hacia Quill. Este la alzó en vilo y se la puso sobre los hombros.

 

 

 

-          Tiene toda la pinta de que alguien acaba de cumplir la temible cifra de los dos años... — dijo Seth

-          Tres — lo corrigió Quill  —. Te perdiste la fiesta temática. Tocó de princesas. La chiquilla me hizo llevar una corona y Emily tuvo la ocurrencia de que podían probar su nueva caja de maquillaje conmigo.

-          Vaya, de veras lamento no haber estado para verlo.

-          No te preocupes. Emily ha hecho fotos. De hecho, he salido de lo más favorecido.

-          Fanfarrón — dijo Seth

-          Claire se lo ha pasado en grande — repuso él con un encogimiento de hombros  —, y de eso se trataba.

 

 

 

Seth puso los ojos en blanco. Resulta duro estar cerca de gente con la imprimación, con independencia del estado de la relación, ya estuviera a punto de culminar el enlace, como Sam, o ya fuera una niñera vejada como Quill. Irradiaban una paz y una serenidad que daban verdadera ganas de vomitar.

Claire chilló sobre los hombros de Quill y señaló al suelo.

 

 

 

-          Quiero una piedra bonita, piedra bonita, para mí, para mí — grito la pequeña

-          ¿Cuál, pequeña? ¿La roja?

-          No, roja no.

 

 

 

Quill se dejó caer de rodillas. La niña pegó un chillido y le tiró de los cabellos como si fueran las riendas de los caballos.

 

 

 

-          ¿La azul?

-          No, no, no — cantó la niña, encantada con el nuevo juego.

 

                                    

 

Lo más raro de todo es que Quill se lo estaba pasando increíble, tanto o mejor que ella. Él no tenía esa cara de tantos padres turistas que llevan escrito en el rostro la pregunta: « ¿cuándo es la hora de siesta?». En la vida, Seth había estado delante de un padre de verdad tan encantado de jugar a cualquier tontería. Había visto a Quill jugar al cucú durante una hora entera sin aburrirse.

Y ni siquiera podía burlarse de él por eso. Le envidiaba demasiado.

 

 

 

Aunque no había que olvidar los catorce años de celibato que iba a tener que aguantar hasta que Claire le igualara en edad, ya que lo bueno de ser hombre lobo era que no envejecían. Pero todo aquel tiempo de espera no parecía molestarle ni una pizca.

 

 

 

-          ¿Ni siquiera se te pasa por la cabeza tener citas, Quill?

-          ¿Eh...?

-          No, no, tú no — cacareó Claire.

-          Ya sabes, salir con chicas reales, quiero decir, sólo por ahora, ¿vale? Sólo para las noches libres de tus obligaciones de niñera — dijo Seth y Quill se quedó boquiabierto mirándolo fijamente.

-          ¡Piedra bonita, piedra bonita! — se puso a gritar Claire en cuanto él dejó de ofrecerle alternativas, y empezó a golpearle en la cabeza con los puñitos.

-          Perdona, Claire, ¿y qué te parece esa preciosidad purpúrea?

-          No — dijo la niña entre risas.

-          Por favor te lo pido, dame una pista, niña.

-          Verde — dijo al fin — después de pensarlo un segundo.

 

 

 

Quill repasó las rocas con la mirada, estudiándolas. Eligió cuatro piedras con diferentes tonalidades de verde y se las ofreció.

 

 

 

-          ¿Es una de estas? — pregunto Quill

-          Si — grito la pequeña

-          ¿Cuál? — dijo Quill

-          Todas, todas.

 

 

 

En ese instante se alzó un aullido en el corazón del bosque, demasiado lejos y demasiado bajo para que ningún oído humano lo percibiera por encima del sonido de las olas.

 

 

 

-          Maldición, ahí está Sam — murmuró Quill al tiempo que extendía las manos para tocar a Claire, como si quisiera asegurarse de que seguía allí  —. ¡Y no sé dónde está su madre!

-          Voy a ver de qué se trata. Sitenecesitamos, teloharésaber — dijo Seth muy deprisa, articulándolas todas mal  —. Oye, ¿por qué no la llevas a casa de mi casa? Mi mamá y Billy pueden hacerse cargo de ella en caso de apuro, y tal vez ellos conozcan el paradero de la madre...

-          Buena idea, Seth. Ahora, vete ya.

 

 

 

El chico corrió en línea recta hacia el bosque en lugar de seguir el sucio sendero cubierto de malezas. Apartó violentamente la línea de madera flotante acumulada por la marea y se abrió paso a través de las matas de brezo sin dejar de correr. Notó los desgarrones en la piel conforme las espinas se clavaban en ella, pero los ignoró. Los rasguños se habrían curado antes de que llegara a los árboles.

Atajó por detrás de la tienda y se lanzó como una bala hacia la autovía, donde un conductor le avisó haciendo sonar la bocina. Una vez estuvo a salvo entre los árboles, alargó la zancada a fin de correr todavía más deprisa. La gente no le hubiera quitado la vista de encima si hubiera estado en campo abierto, pues una persona normal era incapaz de correr a tanta velocidad.

 

 

 

A veces especulaba con lo divertido que sería participar en una carrera, en una de las pruebas de clasificación de los juegos olímpicos o algo por el estilo. Sería increíble ver las caras de pasmarotes de las estrellas del atletismo cuando los batiera a todos, salvo que estaba convencido de que en los análisis antidopaje acabarían encontrando algo realmente extraño en su sangre.

 

 

 

Derrapó para frenar en cuanto llegó al bosque cerrado, libre de carreteras y de casas, para quitarse los pantalones. Los enrolló con movimientos rápidos y prácticos y los ató a su tobillo con un cordel de cuero. Comenzó a transformarse incluso mientras terminaba los nudos. Una oleada de fuego recorrió su columna, provocándole espasmos en brazos y piernas. La metamorfosis sucedió en un instante. La quemazón fluyó por todo su cuerpo y él sentía esa llama que hacía de él algo más. Puso más fuerza en cada una de sus pesadas patas al pisar el suelo cubierto por la tupida vegetación y enderezó el lomo todo lo posible.

 

 

 

El cambio de fase estaba fácil cuando se hallaba tan centrado como en ese momento. El mal genio ya no le daba problemas y nada le sacaba de quicio.

En ese momento, fue consciente de que no estaba solo en sus pensamientos.

 

 

 

“Siempre a tu bola”, pensó Leah.

“Sí, pero no hay doblez en ello, Leah” replico él.

“Basta, niños”, ordenó Sam.

 

 

 

Permanecieron en silencio. Notó la reacción molesta de Leah ante la palabra «niños». Andaba tan quisquillosa como de costumbre.

Sam optó por fingir que no se daba cuenta.

 

 

 

“¿Dónde están Quill y Jared?”

“Quill tiene a Claire. La va a llevar mi casa

“Bien. Sue se hará cargo de ella.”

“Jared iba de camino a la de Kim, informó Embry. Existen muchas posibilidades de que no te haya oído.”

 

 

 

Un sordo gruñido de queja recorrió la manada. También él se quejó. Cuando al fin Jared se dignase a aparecer, seguiría todavía con la mente puesta en Kim, y a ninguno nos apetecía una repetición de todo lo que habían hecho hasta ese momento.

Sam se sentó sobre los cuartos traseros y soltó otro alarido que rasgó el aire. Era una señal, y también una orden.

 

 

 

La manada se había reunido a escasos kilómetros de la posición de Seth. Corrió a grandes zancadas por el tupido bosque en dirección hacia ella. Leah, Embry y Paul también se esforzaban por llegar cuanto antes. Leah estaba tan cerca que iba a oír sus pasos de un momento a otro. Continuaron su avance en paralelo, pero evitaron correr juntos.

 

 

 

-          “Bueno, no vamos a estar esperándole todo el día. Deberá darnos alcance luego”

-          “¿Qué pasa?” — quiso saber Paul.

-          “Tenemos que hablar. Ha ocurrido algo.”

 

 

 

Seth sintió una vacilación en los pensamientos de Sam respecto a Jacob, y no sólo en él, también en los de Collin y también en los de Brady. Los chicos nuevos, Collin y Brady, habían ido de patrulla con Sam ese mismo día, por lo que debían de estar al tanto de cuanto él supiera. No sabía por qué Embry ya se encontraba ahí. No era su turno.

 

 

 

-          “Diles lo que has oído, Leah”

 

 

 

Su hermano menor apretó el paso, deseando estar ahí presente.

Sam gruñó, pero lo dejó correr.

 

 

 

-          "¿Leah?”

-          “Jacob ha estado telefoneando a casa hasta que ha encontrado a Billy”.

-          “Sí, yo hablé con él” añadió Paul.

 

 

 

El júbilo corrió por sus venas cuando escuchó mencionar el nombre de Jacob. Ya estaba. La espera había terminado. Corrió todavía más deprisa, obligándose a respirar, a pesar de que se notó súbitamente sin resuello.

¡Le sacaría hasta el último detalle aunque lo llamase chismoso!

 

 

 

-          “Sí, hombre, y ahora vienen las malas noticias — dijo Paul  —. Bill habló con él y tenía muy mala voz. Jacob le dijo que Edward se encontraba muy enfermo”

-          “¿Los vampiros se enferman?” — dijo Embry

-          “luego se puso Carlisle y le explicó que el chupasangre, bueno Edward — de corrió cuando Sam lo regaño  —, había contraído en Sudamérica una enfermedad de lo más extraño, y que ellos se hallaban en cuarentena. Bill se puso como un energúmeno cuando le advirtió que ni siquiera él lo podía ver”

-          “Esto no me gusta” — dijo Sam

-          “Insistió en que quería verlo sin importarle la posibilidad de contagiarse” — continuo  —, pero Carlisle no dio su brazo a torcer: nada de visitas. Le explicó a Bill que el caso era grave, pero que estaba haciendo cuanto estaba en su mano. Bill se lo ha estado guardando durante días, y sólo al final ha dicho a mi madre. Le ha dicho que hoy tenía peor voz.”

 

 

 

Se hizo un profundo silencio en nuestras mentes cuando Paul hubo concluido. Todos comprendieron. Así que Edward había mordido a Jacob pensó Seth. No eso no podía estar pasando

El resto de los lobos respondieron con un silencio sepulcral a sus especulaciones. Él era capaz de ahondar en este tema mucho más que cualquier otro. Leah y Seth entraron en el ruedo prácticamente a la vez, aunque ella estaba segura de haberlo ganado por medio hocico. La loba se sentó sobre los cuartos traseros junto a su hermano. Paul se giró a fin de hacerles espacio.

 

 

 

-          “He vuelto a ganar”, pensó Leah, pero Seth apenas la escucho...

 

 

 

... pues se preguntaba por qué era el único que estaba preparado sobre las cuatro patas. Tenía erizada la pelambrera de los hombros a causa de la impaciencia.

 

 

 

-          “Bueno, ¿y a qué estamos esperando?” pregunto alguien pero nadie dijo nada, pero noto el zumbido de su vacilación. “Oh, vamos, venga, ¡han roto el tratado! Y ha mordido a uno de los nuestros”

-          “No tenemos prueba alguna, quizás esté enfermo de verdad...”

-          “¡POR FAVOR!”

-          “Es su imprimación”

-          “El tratado no hacía mención alguna a las preferencias de la víctima, Sam”

-          “¿Es una víctima de verdad? ¿Tú lo consideras como tal?”

-          “¡Sí!”

-          “No son nuestros enemigos, Quill” terció Seth.

-          “¡Cierra la boca, niño! Que sientas una adoración enfermiza por esa sanguijuela, como si fuera un héroe, no cambia la ley. Son nuestros adversarios. Están en nuestro territorio. Acabemos con ellos. Me toca un pie si hace tiempo te lo pasaste bien luchando junto a él”

-          “No estás preparado para esta lucha, Seth”

 

 

 

El instinto superó al chico y se agazapó, listo para dar un brinco sin dejar de gruñir al lobo de carnes magras y pelaje color arena que lo aguardaba al otro lado del círculo.

 

 

 

-          “¡Paul!”, lo regaño Sam. Seth, anda, cierra la boquita un rato — El interpelado asintió con su enorme cabeza lobuna.

-          “Maldita sea, ¿qué me he perdido?” — pensó Quill, corriendo a toda prisa al lugar de la reunión — “He oído algo del telefonazo de Bill...”

-          “Estábamos a punto de marcharnos” — le contesto Embry

-          “Pasa por la casa de Kim y trae a Jared del cuello” — sugirió Leah — “Vamos a necesitar el concurso de todos”

-          “Ven aquí sin desviarte, Quill” — ordenó Sam — “Todavía no hemos decidido nada”

 

 

 

Leah gruño.

Justo en ese momento Jacob entro al claro convertido en lobo.

 

 

 

-          “¡Jacob!” — aullaron todos al mismo tiempo

-          “Dijeron…” — dijo Sam

-          “Edward es quien está enfermo” — dijo Jacob

-          “¿No te mordió entonces?” — pregunto Embry

-          “¿Acaso no lo vez convertido, idiota?” — dijo Seth

-          “¿De qué está enfermo Edward?” — pregunto Sam

-          Por ahora no importa — dijo Jacob

-          ¿Cómo que no…? — gruño Sam

-          No importa dije — Jacob alzo la voz mental — voy a ver a mi padre. Debe estar preocupado — a Sam se le tensaron los músculos del hocico y le enseñó los dientes.

-          ¿Dónde está Edward? — gruño Sam

-          En casa — dijo Jacob

-          ¿Por qué no vino contigo? — exigió Sam

-          Tenía obligaciones — dijo Jacob después de un momento  —. Luego me acompañara a ver a Bill — y se alejo

 

 

 

Jacob necesitaba mantener en privado sus pensamientos, por lo cual adoptó la forma de hombre en cuanto estuvo lo bastante cerca de su casa como para llegar a ella de una carrera. Desanudó los pantalones y se los enfundó. Luego, echó a correr hacia el edificio.

Lo había logrado. Había ocultado sus pensamientos y ahora era demasiado tarde para que Sam pudiera detenerlo, pues ya no le resultaba posible escucharlo.

 

 

 

Bill miraba televisión cuando en la sala cuando la puerta se abrió pero el no despego la mirada de la pantalla

 

 

 

-          Ya te advertí Seth que no comerás las chuletas que me trajo Quill — dijo Bill

-          Pero supongo que a mi si me invitaras — dijo su hijo

-          ¡Jacob! — dijo Bill mirándolo sorprendido

-          Pareciera que miras a un fantasma — dijo Jacob sonriendo

-          Hijo — dijo el anciano intentando ponerse de pie por lo que Jacob se acercó abrazarlo

-          Tranquillo viejo — dijo Jacob — estoy bien. Sigo siendo tú mismo dolor de cabeza de siempre

-          Dijeron… — dijo Bill desesperado

-          Se lo que dijeron — dijo Jacob sentándose en el sofá — pero no es cierto. Lo estás viendo

-          Paso algo malo ¿No? — dijo Bill — algo no… — y Jacob apretó los labios — esta es tu casa. Yo sé que la imprimación…

-          No me voy a divorciar papá — dijo Jacob sonriendo con desgano

-          ¿Entonces porque Edward no vino contigo? — dijo Bill

-          Si hay problemas — dijo Jacob — pero no de la clase que te imaginas

-          Jacob me estas asustando — dijo Bill

-          Edward… — dijo Jacob mirando hacia un lado y vio un cuaderno — solo está enfermo. Al parecer los vampiros también tienen alergias

 

 

 

Se puso de pie y fue a la cocina, se sirvió un vaso de agua. Tomo el cuaderno garabateo algo en él y al volver junto a su padre se lo entrego. Falto poco para que los ojos de Bill se salieran de su lugar cuando leyó “Edward esta embarazado y el feto lo está matando”

Durante varios minutos Bill no pudo reaccionar, ¿acaso los vampiros se podían… embarazar? Miro a su hijo buscando una explicación pero entendió que por el lugar donde estaban no podían hablar

 

 

 

-          Hijo sé que no es el momento — dijo Bill — que estas preocupado por Edward pero ¿te molestaría llevarme al pueblo? Me hacen falta algunas cosas y no tengo…

-          Claro, vamos — dijo Jacob poniéndose de pie

 

 

 

Bill metió el cuaderno entre las mantas de sus piernas y espero a que su hijo lo cargara hasta su camioneta. Minutos después salían rumbo al pueblo. Jacob lo bordeo y salió al otro extremo y se enfilo a la casa Cullen. Doblo a la derecha y se estacionó

 

 

 

-          Cuéntamelo todo — dijo Bill poniéndolo una mano suavemente sobre su brazo

-          Empezó a dormir, a comer — dijo Jacob — su cuerpo a veces acepta la sangre otros días solo lo vomita. Ese…, el feto, absorbe la sangre que debería mantenerlo vivo

-          ¿Y por qué no…? — dijo Bill sorprendido

-          Esta ilusionado con… — dijo Jacob rompiendo en llanto — ¡papá, se va dejar morir!

-          ¿El doc… Carlisle que ha dicho? — pregunto Bill

-          Tiene que abortar — dijo Jacob — pero no quiere. ¿Qué hago? ¿Cómo salvo al hombre que amo?

-          ¿La manada ya lo sabe? — dijo Bill

-          Aun no — dijo Jacob — En cuanto Sam lo descubra, se abalanzara sobre ellos como…

-          Defenderás a los Cullen — dijo Bill en cuanto lo entendió

-          Perdóname — suplicó Jacob

-          Todo va salir bien — dijo Bill — abrazándolo — yo estoy aquí. Todo va salir bien

 

 

 

 

 


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