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Juntos por Liss83

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La manada comenzó a avanzar en formación siguiendo las órdenes de Sam mientras Jacob continuaba en el suelo. Embry y Quill lo flanqueaban a la espera de que se recobrara y marcara el ritmo. El lobo sintió la urgencia y la necesidad de ponerme en pie y liderarlos. La compulsión fue en aumento por mucho que intentara reprimirla allí, en el suelo, encogido y con náuseas.

 

 

 

Embry lloriqueó quedamente en su oído. Él no quería pensar las palabras, temeroso de atraer otra vez hacia Jacob la atención de Sam. Este percibió la muda súplica de que se levantara, se sobrepusiera y acabara con aquello de una vez.

Los componentes de la manada sentían pánico, no tanto por ellos mismos, sino por el conjunto. Nunca se les había pasado por la imaginación que todos fueran a salir con vida de aquella noche. ¿Qué hermanos iban a perder? ¿Qué personalidades se perderían para siempre? ¿A qué familias deberían consolar al día siguiente? ¿Llegaría a ver él la luz del día si algo lo sucedía a Edward o… a su hijo? ¿Cómo lo tomaría su padre?

 

 

 

La mente de Jacob comenzó a razonar al ritmo de los demás y a pensar al unísono mientras iban capeando esos miedos. Se incorporó de inmediato y enderezo el pelaje. Embry y Quill lanzaron un resoplido de alivio. El segundo le tocó el lomo una vez con el hocico.

El desafío de la misión y el cometido asignado ocuparon sus mentes. Recordaron todos juntos las noches en las cuales habían observado las prácticas de lucha de los Cullen a fin de derrotar a los neófitos. Emmett era el más fuerte, pero Jasper les daría más problemas con esos movimientos suyos tan similares al zigzagueo de un relámpago: energía, velocidad y muerte, las tres en uno. ¿Cuántos siglos de experiencia podía tener? Los suficientes para que el resto de la familia le contemplase como guía.

 

 

 

“Puedo lanzar un ataque frontal si tú prefieres el flanco” ofreció Quill, mucho más entusiasmado que la mayoría de la manada.

 

 

 

Quill llevaba muriéndose de ganas de poner a prueba sus habilidades contra el vampiro desde aquellas clases nocturnas de adiestramiento impartidas por Jasper. Él consideraba todo esto como un concurso, y no iba a cambiar de punto de vista a pesar de saber que se estaba jugando el pellejo. Paul era otro que tal, y también los jóvenes Collin y Brady, que todavía no habían presenciado una batalla. Seth habría pensado lo mismo que ellos si los oponentes no hubieran sido amigos suyos.

 

 

 

¿Cómo quieres que le hagamos morder el polvo, Jacob? le preguntó Quill a Jacob tras atraer su atención con el hocico.

 

 

 

Este únicamente logró sacudir la cabeza, incapaz de concentrarse en nada. La compulsión para seguir las órdenes era tal que se sentía como un títere con alambres en todos los músculos del cuerpo. Iban a matar a su familia, con su ayuda, y él solo podía dar un paso y luego otro.

Seth se vio arrastrado detrás de Collin y Brady, en un grupo donde Leah había asumido el papel de cabecilla. Jacob vio a la loba ignorar a Seth mientras planeaba con los demás, dejándolo fuera de la pelea. Había un punto maternal en los sentimientos que profesaba hacia su hermano pequeño, pues ella deseaba que Sam le enviara a casa. Seth no se daba cuenta de las dudas de Leah, pues también él era una marioneta sujeta por alambres.

 

 

 

“Quizá si dejaras de resistirte...” sugirió Embry

“Limítate a centrarte en nuestra parte: los grandullones. Podemos acabar con ellos, ¡Claro que podemos!” dijo Quill dándoles ánimos, como esos jugadores que se arengan a sí mismos antes del partido.

 

 

 

Jacob se dio cuenta de lo fácil que podría ser pensar exclusivamente en su parte del trabajo. No le espantaba la idea de atacar a Jasper y Emmett. Habían estado a punto de hacerlo con anterioridad y había pensado en ellos como enemigos durante mucho tiempo. Sin embargo hacia un par de meses que eso había cambiado. Se sentía capaz de hacerlo de nuevo.

Y es que era imposible olvidar que ellos protegían lo mismo que él también custodiaba.

 

 

 

“Concéntrate en lo que hay que Hacer, Edward” le avisó Embry, mientras Jacob movía los pies con desgana, oponiendo resistencia a los tirones de los alambres. “Toda rebeldía es inútil”, insistió Embry.

 

 

 

Estaba en lo cierto. Jacob iba a terminar acatando la voluntad de Sam si él se sentía dispuesto a imponerla, y era obvio que el jefe estaba por la labor. La existencia de la autoridad del Alfa tenía un buen motivo: ni siquiera una manada tan nutrida como la ellos era una fuerza de relevancia sin un líder. Debían moverse y pensar juntos en aras a la eficacia, y eso requería que el cuerpo tuviera una cabeza.

Pero ¿Y qué ocurría si Sam se equivocaba ahora? Nadie podía evitarlo. Nadie podía refutar su decisión.

A menos que...

 

 

 

Tuvo una idea que nunca jamás había querido plantearse; pero ahora que tenía las cuatro patas sujetas por esos alambres invisibles, cayo con alivio en la existencia de una excepción. No, más que alivio, con verdadero gozo. Podía salvar a su familia. ¡A toda!

Nadie, salvo él, podía disputar la decisión del Alfa.

 

 

 

Era cierto, no se había hecho acreedor de nada, pero poseía ciertos dones y había ciertas cosas que jamás había reclamado. Y es que nunca había querido liderar la manada, y tampoco albergaba ese deseo ahora. No deseaba que la responsabilidad del destino de todo descansara sobre sus hombros, y a Sam eso se le daba muy bien, era mejor de lo que él lo sería jamás.

 

                       

 

Pero esa noche Sam estaba equivocado, e iba a matar lo que Jacob más amaba. Y él no había nacido para arrodillarse ante Sam. Las ataduras del cuerpo de Jacob se aflojaron en el mismo momento en que reclamó su derecho de nacimiento.

 

 

 

Gradualmente crecieron en él dos sensaciones, una de libertad y otra más extraña, la de un poder vacío, hueco, ya que el poder de un Alfa procede de su manada, y él no tenía manada. La soledad lo abrumó durante unos segundos.

Ahora no tenía manada.

Pero seguía en pie y recuperó las fuerzas mientras caminaba hacia el lugar donde Sam planeaba el ataque con Paul y Jared. El líder se volvió al escuchar el sonido de su avance y entrecerró los ojos negros.

 

 

 

-          No, repetido

 

 

 

Sam lo percibió de inmediato en la nota de sus pensamientos, supo de su elección en cuanto escuchó la voz Alfa de sus pensamientos. Retrocedió medio paso con un aullido de sorpresa.

 

 

 

“¿Qué has hecho, Jacke?”

“No voy a seguirte en una causa completamente errada, Sam” dijo este

“¿Antepondrías tus enemigos a tu familia?” Clavando los ojos en Jacob, estupefacto.

“No son...” Sacudió la cabeza para aclararse las ideas “No son nuestros enemigos y nunca lo han sido. No vi esa realidad hasta que lo pensé lo suficiente. También son mi familia”

“Pusiste un monstruo en su vientre”

“Sam. No importa cuántos sobrevivan esta noche, siempre tendrán ese crimen sobre sus conciencias.”

“¡Debemos proteger a nuestras familias!”

“¡Edward y ese bebe son mi familia!”

“No lo hagas Jacob” suplico Embry

“Estoy al tanto de tu decisión, Sam, pero tú no decides por mí, ni sobre mi familia, ya no”.

“No puedes dar la espalda a la tribu, Jacke”.

 

 

 

Este percibió el doble eco de la orden impartida por Sam con su voz de Alfa, pero ya no sintió el peso de la misma, pues ya no causaba efecto alguno en él. Apretó la mandíbula tratando de forzarse a responder a sus palabras. Miró fijamente sus ojos coléricos.

 

 

 

“El hijo de Ephraim Black no ha nacido para seguir al de Levi Uley”

“Ah, entonces, ¿es eso, Jacob Black? ¡La manada nunca te seguirá ni aunque me venzas!”

 

 

 

El pelo del cuello se le puso de punta al tiempo que Paul y Jared gruñían con las pelambreras erizadas.

 

 

 

“¿Vencerte?” dijo Jacob “Pero si no voy a pelearme contigo, Sam”.

“En tal caso, ¿qué te propones? No tengo la menor intención de apartarme para que puedas proteger a la progenie del vampiro a expensas de la tribu”

“Te agradezco que protejas la tribu” dijo Jacob “porque yo por ahora debo proteger a mi familia”

“Si les ordenas que te sigan...”

“No se me ha pasado por la cabeza privar a nadie de su voluntad.”

 

 

 

Sam flageló el aire con el rabo de un lado para otro y se echó hacia atrás para evaluar el buen tino de las palabras de su compañero. Entonces, se adelantó un paso y quedaron en un cuerpo a cuerpo. Sam exhibió los dientes a centímetros de los de Jacob. Hasta ese momento este no se había dado cuenta de que había crecido hasta ser más grande que Sam.

 

 

 

“No puede haber más de un Alfa, y la manada me ha elegido a mí. ¿Vas a separarte de nosotros esta noche? ¿Darás la espalda a tus hermanos o vas a poner fin a esta locura y volverás reunirte con nosotros?”

 

 

 

Todas y cada una de las palabras venían envueltas en una nota de autoridad, pero no hizo efecto alguno en Jacob.

Fue en ese momento cuando comprendió la razón por la cual jamás había más de un macho Alfa en la manada. Todo su ser respondía al desafío y noto cómo se embargaba el instinto de defender lo que era suyo. La fibra de su esencia lupina se aprestó a la batalla para dirimir la supremacía.

Le echó los restos para controlar esa reacción. No iba a enzarzarse en una pelea con Sam, que seguía siendo su hermano, incluso aunque le diera la espalda.

 

 

 

“Esta manada sólo tiene un Alfa y yo no voy a cuestionar eso” dijo Jacob “Voy a elegir mi propio camino, eso es todo”

“¿Ahora perteneces a un aquelarre, Jacob?” dijo Sam y este un respingo.

No, Sam, él pertenece a esta manada, y tenlo por seguro...

 

 

 

Él retrocedió abrumado por el peso de mi voz de Alfa, que le afectaba más que la suya a mí, ya que yo había nacido para mandar sobre él.

 

 

 

“... voy a interponerme entre ustedes y los Cullen. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras la manada extermina a gente inocente. A mi familia” en otra época se le hubiese hecho duro aplicar esa palabra a los vampiros, pero ya no, sin contar que era la verdad, ahora los Cullen eran su familia. “La manada es mejor que eso. Guíala en la dirección correcta, Sam.”

 

 

 

 

Un coro de aullidos rasgó el aire a su alrededor cuando le dio la espalda.

 

 

 

Jacob se alejó del tumulto que había provocado y hundió las pezuñas en el suelo a fin de correr más, pues no disponía de mucho tiempo. Al menos, Leah era la única con posibilidades de sobrepasarlo y él ya había cobrado ventaja.

Los bramidos se fueron disipando con la distancia, pero que la algarabía siguiera rasgando el velo de la noche lo consolaba: aún no lo seguían.

 

 

 

Debía avisar a los Cullen antes de que la manada se reuniera y lo detuviera. Si el aquelarre estaba alerta, Sam tendría que pensárselo otra vez antes de que fuera demasiado tarde. Imprimió mayor velocidad a su carrera en dirección a la casa blanca, su nuevo hogar, mientras dejaba atrás el de su infancia, pues esa morada ya no era la suya. Había renunciado a todo.

 

 

 

Aun recordaba aquel día que había comenzado todo. Era uno como cualquier otro. Aquel día que Edward y Bella habían vuelto de Volterra. Había patrullado durante la noche para volver a casa en cuanto amaneció un alba lluviosa. Había desayunado con Billy y Rachel con el sonsonete de fondo de los programas malos de la tele y reñido por una tontería con Paul. Había ido a exigirle a Edward que se alejara de la mujer que amaba, y había terminado perdidamente enamorado de su mayor rival

 

 

 

¿Cómo podía haber dado todo un giro tan completo y surrealista? ¿Cómo era posible que todo se hubiera liado y complicado hasta el punto de que ahora estuviera solo y fuera un Alfa contra su voluntad? ¿Cómo podía ser que hubiera cortado lazos con sus hermanos de un instante a otro?

 

 

 

Interrumpió el hilo de sus pensamientos el sonido que tanto había esperado y temido: el suave impacto contra el suelo de unas zarpas enormes detrás suyo, en pos de sus huellas. Aumentó la fuerza de sus zancadas y se lanzó como un poseído por el bosque sombrío. Le bastaba con acercarse lo suficiente para que Jasper pudiera sentir su señal la señal de alarma. Pero claro, Edward también lo escucharía. Leah no iba a ser capaz de detenerlo ella sola.

 

 

 

En ese momento, percibió el hilo de esos pensamientos situados detrás de él. No había ira, sino entusiasmo; un instinto de hermandad y no de caza. Jacob interrumpió la carrera y dio un par de traspiés antes de volver a recuperar el equilibrio.

 

 

 

“Espérame, no tengo las patas tan largas como las tuyas”

“¿Seth? ¿Qué estás haciendo? ¡VUELVE A CASA!”

 

 

 

No le respondió, pero logró percibir su entusiasmo mientras seguía sus pasos sin vacilar y fue capaz de ver a través de sus ojos igual que por los propios. Para Seth, la escena nocturna estaba llena de esperanza, pero para Jacob era de lo más sombría.

No se percató de que había ralentizado el paso y de pronto lo tuvo a un flanco, corriendo junto a él.

 

 

 

“No estoy bromeando, Seth” pensó Jacob. “Este no es lugar para ti. Vamos, muévete”.

“Te sigo a ti, Jake” dijo el enflaquecido lobo de pelaje color café claro “A mi modo de ver, tienes razón, y no voy a permanecer con Sam cuando...”

“Maldita sea, Seth, ya lo creo que vas a correr detrás de Sam. ¡Ya puedes ir moviendo esas patas peludas tuyas hacia La Push! ¡Acata las órdenes de Sam!

“No”

“¡Vete, Seth!”

“¿Es eso una orden, Jacke?”

 

 

 

Su pregunta hizo a este detenerse en seco. Resbaló y a fin de detenerse, hundió las uñas en el barro hasta dejar surcos en él.

 

 

 

“Yo no ordeno nada a nadie. Me limito a decirte lo que tuya sabes” siseo el mayor. Su acompañante se dejó caer a su lado sobre los cuartos traseros.

“Yo voy a decirte lo que sé. Fíjate cuánto silencio... ¿No lo has notado?”

 

 

 

Jacob parpadeó y movió la cola en señal de intranquilidad nada más comprender a qué se refería. El silencio no era absoluto. Lejos, en el oeste, los aullidos seguían llenando la noche.

 

 

 

“Y no han cambiado de fase” le recordó Seth

 

 

 

Ya lo sabía. Ahora, la manada iba a estar en alerta roja. Podían usar el vínculo mental para ver con claridad por todos los flancos, pero Jacob era incapaz de escucharles los pensamientos. Únicamente podía oír a Seth, y sólo a él.

 

 

 

“Da la impresión de que el vínculo no existe entre dos manadas diferentes, ¿no?” dijo Seth “Supongo que no había razón para que lo supieran nuestros padres, pues no existía posibilidad alguna de que hubiera dos manadas separadas: nunca había lobos suficientes para dos grupos.” Pensaba Seth “Vaya. Menudo silencio. Da un poco de inquietud, pero, por otro lado, también da buen rollo, ¿no te parece? Apuesto a que era más fácil para Ephraim, Quill y Levi, como ahora ocurre entre nosotros. No hay tanta cháchara siendo tres; o sólo dos”

“Cállate, Seth.”

“Sí, señor.”

“¡Para ya!” Grito Jacob “No hay dos grupos. La manada va por un lado y yo por otro. Eso es todo, así que anda, vete ya para casa”

“Si no hubiera dos manadas, en tal caso, ¿por qué tú y yo nos podemos oír perfectamente y no escuchamos a los demás?” continuó Seth “Creo que has realizado un movimiento significativo cuando te has apartado de Sam, has provocado un cambio, y creo que el hecho de seguirte ha tenido también su relevancia.”

“Tienes razón” admitió Jacob, “pero los cambios también son reversibles”

“Ahora no hay tiempo para discutir este asunto” se incorporó y comenzó a trotar hacia el este “Deberíamos movernos para anticiparnos a Sam”

 

 

 

Seth también estaba en lo cierto respecto a eso. No tenían tiempo para esa discusión. Echó a correr de nuevo, pero se impuso un ritmo menos duro. Seth lo siguió muy de cerca en el flanco derecho, el lugar tradicional reservado al segundo de la manada.

 

 

 

“Puedo ir donde me plazca” aseguró el chico al tiempo que agachaba levemente el hocico “No te sigo en busca de promoción alguna.”

“Corre hacia donde te dé la gana. No me interesa”.

 

 

 

Pero la verdad es que si le interesaba a Jacob. Estaba agradecido con su amigo, y mucho.

Los dos aumentaron la velocidad de su carrera a pesar de no oír sonido alguno que les indicara una posible persecución. Ahora el nuevo Alfa estaba más preocupado: las cosas iban a ser más difíciles si no podía meter la oreja en las conversaciones de la manada, pues tenía las mismas posibilidades de prever un ataque que los Cullen.

 

 

 

“Podemos hacer rondas” sugirió Seth.

“¿Y de qué nos sirve eso si nos desafía el grupo?” dijo Jacob entornando los ojos “¿Atacarías a tu camada, y a tu hermana?

“No, sembramos alarma y nos replegamos”.

“Buena respuesta, pero ¿qué hacemos luego? No creo...”

“Lo sé”, admitió Seth, ahora con menos confianza. “Tampoco yo me veo capaz de pelear contra ellos, pero mi familia está de por medio. Eso podría bastar para contenerlos, y además, ahora son sólo ocho”.

“Deja de ser tan... optimista”. Necesito cerca de un minuto para elegir la palabra adecuada. “Me sacas de quicio”.

“Ok, sin problemas. ¿Quieres que sea un cenizo y un agorero o sólo que me calle?”

“Que cierres la boca.”

“Puedo hacerlo.”

“¿De verdad? Yo creo que no.”

 

 

 

Al fin, se calló.

En ese momento cruzaron el camino y el bosque situado alrededor de casa de los Cullen. ¿Era Edward capaz de oírlos ya? Rogaba a todos los dioses que no

 

 

 

“¿Jacob?”, llamó Seth a modo de prueba. “¿Estás ahí, Jacob? Vale, ahora me siento como un idiota”.

“Y también lo pareces.”

“¿Crees que puede oírnos?” Estaban a kilómetro y medio.

“Por su propio bien, espero que no” pensó Jacob

 

 

 

Se transformaron antes de irrumpir en el prado, corriendo entre los árboles. La casa estaba a oscuras, pero no vacía. Carlisle permanecía en el porche entre Emmett y Jasper. Bajo la escasa luz de la noche, parecían de nieve.

 

 

 

-          Demoraste mucho — dijo Emmett

-          ¿Cómo está? — pregunto Jacob

-          Más débil — contesto Carlisle esta vez — le cuesta leernos la mente

 

 

 

Jacob no necesito que le dijeran más y corrió hacia la casa. Al entrar una sonrisa cansada lo recibió desde el sofá.

 

 

 

-          Hola — dijo el vampiro estirando la mano hacia su esposo en cuanto lo vio

-          Hasta ahí — dijo Rose interponiéndose

-          Rose — dijo Edward

-          Puede hacerle daño al bebe — dijo esta sin desprenderle la vista al lobo

-          Jamás lastimaría a mi familia — dijo Jacob acercándose

-          ¡Jake! — dijo el vampiro emocionado

-          ¿Cómo están? — dijo Jacob y sentándose a su lado le beso el vientre

 

 

 

De haber podido llorar, Edward lo hubiese hecho de emoción. Jacob se incorporó y unió su frente a la de su esposo que le acariciaba la mejilla sin dejar de jurarle amor

 

 

 

-          Voy a tener que estar más afuera como lobo — anunció Jacob  —. Correré por el perímetro este. Seth lo hará hacia el oeste. Nadie les hará daño. Lo juro

-          ¿Vas a exponerte a algún peligro, tú o Seth? — quiso saber Edward.

-          No te preocupes por eso. Vendré a verte varias veces al día para que veas que estamos bien — prometió Jacob

-          Paso algo con la manada — dijo Edward desesperándose — pero…

-          Tranquilízate — dijo Rose — eso le hará daño al bebe

-          Rose tiene razón — dijo Jacob — tranquilízate. Eso les hace daño a ambos

-          Pero…

-          Edward — dijo su esposo — tranquilo. Cuídalo mientras regreso — y le acaricio el vientre — casi lo olvido. Su suegro, señor Black — y ambos sonrieron — quiere que le prometa que cuidara muy bien de su nieto

-          Te amo — susurro Edward

-          Descansa — dijo Jacob besándole la frente — nada malo va pasarles — miro a Rosalie — cuídalo por favor

 

 

 

La rubia asintió y el lobo salió. Cumpliría su promesa, le costase lo que le costase. Seth le propuso dar una vuelta al perímetro. Uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda, Era menos probable que los desafiasen si iban solos

 

 

 

 


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