Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Juntos por Liss83

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

hubo un pequeño problema y no se si se borro o no subio correctamente pero acabo de resubir el capitulo 27 Persona No grata

los invito a darse una vueltita por alli. sin mas que decir vamos al capitulo de hoy

“Eh, Jake, tenía entendido que querías que volviera al anochecer. ¿Cómo no has hecho que Leah me despertase antes de quedarse frita?”

“Porque no necesité tu ayuda. Todavía sirvo para esto.”

 

 

 

Seth ya se estaba dirigiendo hacia la mitad norte del perímetro, la que había elegido.

 

 

 

“¿Alguna novedad? No. Nada de nada.”

“¿Has explorado algo?”

 

 

 

El chico se había percatado de uno de los trayectos alternativos de Jacob cuando este apareció. Se fue derecho hacia el nuevo sendero.

 

 

 

“Sí, estuve dando una vuelta por ahí, ya sabes, sólo para comprobar si los Cullen iban a salir de caza.

“Bien pensado.”

 

 

 

Seth dio media vuelta y se encaminó hacia el perímetro principal.

A Jacob le resultaba más cómodo correr con él que con Leah. Todos los pensamientos de la joven Clearwater tenían un punto cortante, a pesar de que ella intentaba controlarse. Y en serio lo intentaba, pero la realidad era que la muchacha no quería estar allí, toleraba a regañadientes la moderación de la postura de su Alfa hacia los vampiros y tampoco acababa de digerir la confortable camaradería establecida entre su hermano y los Cullen, cuyos vínculos de amistad eran cada día más fuertes.

 

 

 

Resultaba, como poco, curioso, ya Jacob que había temido ser él el principal obstáculo. La loba y él siempre habían andado a la greña cuando estaban en la manada de Sam, pero ahora no había rechazo alguno contra este, sólo contra los Cullen. ¿Por qué? Tal vez la respuesta se reducía a una cuestión de mera gratitud por no obligarla a marcharse o quizá porque ahora Jacob comprendía mejor su hostilidad. Fuere como fuere, patrullar con Leah no resultaba tan malo como había esperado, ni por asomo.

 

 

 

Aunque seguía siendo quisquillosa en todo lo demás. La comida y las ropas enviadas por Esme habían ido a parar al río de inmediato, a pesar de que el Alfa se había comido su parte para dar ejemplo de abnegación y sacrificio; sólo por eso, y no porque tuviera un olor de lo más apetitoso una vez lejos del ulcerante hedor vampírico. Además, a eso del mediodía había cazado un alce pequeño, pero la presa no había satisfecho del todo su apetito y le había puesto aún de más más molesta, porque a Leah le reventaba comer carne cruda.

 

 

 

“¿Y si damos una pasada rápida por el este?”, sugirió Seth. “Nos adentramos bien hondo y verificamos si están o no al acecho en esa zona”.

“Algo así estaba pensando”, coincidió Jacob, mientras empezaban a corretear, “pero dejémoslo para cuando estemos despiertos los tres. No quiero bajar la guardia. En todo caso, deberíamos hacerlo antes de que los Cullen hagan una salida. Tendrá que ser pronto.”

“Está bien.”

 

 

 

Aquello hizo pensar a Leah

Si los vampiros eran capaces de abandonar sin percances las inmediaciones de la casa, en realidad no tenían problema para seguir viaje. Lo cierto era que lo más conveniente habría sido que se hubieran marchado en cuanto Jacob abandono la manada. Estaba segura que tenían medios para permitirse otras guaridas y también contaban con amigos en el norte. La respuesta era manifiesta: «Tomen a Edward y márchense». Parecía la solución obvia a todos sus problemas.

Tal vez debería sugerírselo a Jacob, aunque tenía pánico de que le hicieran caso, pues no deseaba tener que volver a ver a Sam.

 

 

 

“Ya lo he hablado con Carlisle” dijo Jacob

“¿Qué?”

“Ir con el aquelarre de Tanya o algo parecido, a cualquier sitio lo bastante lejos como para que Sam no nos persiga”

“¿Qué te dijo?” “¿Esperan el hueco oportuno para escapar?” pregunto

“No, no nos marcharemos”.

"¿Por qué no? Quedarse es una estupidez.”

“En realidad, no” repuso Jacob, ahora a la defensiva. “Se requiere cierto tiempo acondicionar un lugar con los medios técnicos que Carlisle tiene aquí, donde dispone de todo el material necesario para cuidar de Edward y las credenciales para conseguir más. Ésa es una de las razones por las que quieren organizar una salida de caza. Carlisle cree que pronto va a necesitar más sangre para Edward, pues está a punto de acabar con todas las bolsas de sangre acumuladas para él. No le gusta el ritmo de disminución de la reserva de O negativo y va a ir a comprar más. ¿Sabías que es posible comprar sangre si eres médico?”

“Me sigue pareciendo una completa tontería. ¿Acaso no pueden llevarse la mayoría de los bártulos? Siempre pueden robar lo que les falte, vayan donde vayan. ¿A quién le preocupan las leyes cuando se es un renacido?”

“No… no quiero correr el riesgo de trasladarlo.”

“Pero está mucho mejor.”

“sí” coincidió Jacob. “Pero ya sabes, tampoco es que pueda moverse demasiado. Él bebe no deja de dar patadas, y se las está haciendo pasar horrores”.

 

 

 

Jacob le contó que Edward había tenido fiebre de forma intermitente a lo largo del día. Sudaba, tenía frío. Carlisle no estaba muy seguro de cómo actuar. Se suponía que los vampiros no sudaban ni tenían nauseas. Se sentía ciego. Lo bueno era que el embarazado estaba de muy buen humor, pese a todo. No dejaba de gastar bromas cuando habla con Billy, reírse y todo eso. Él hombre telefonea a diario para charlar con su yerno. Edward ya tenía mucho mejor aspecto, y eso se notaba en la voz

Corrieron en silencio durante unos minutos. Comenzó a explorar un nuevo camino, un poco hacia el sur.

 

 

 

“No te alejes demasiado.”

“¿Por qué?”

“quiero ir a ver Edward”

“Y Alice también quería verte” dijo Seth “Me dijo que estaba hasta harta de andar dando vueltas por el ático como un murciélago en el campanario de una iglesia” Seth soltó una risotada.

 

 

 

Seth no hizo más comentarios, pero se rio y se concentró con mucha intensidad en el bosque vacío.

Jacob continúo andando hacia el sur en busca de alguna novedad y no dio media vuelta hasta percibir los primeros indicios de población; todavía no estaban cerca de Forks, pero deseaba evitar el rebrote de los rumores sobre avistamientos de lobos. Ya llevaban siendo invisibles desde hacía bastante tiempo.

A su regreso, traspaso el perímetro y se encamino hacia la casa. Fue incapaz de detenerse. Moría por ver a su esposo.

 

 

 

-          “Eres un tipo de lo más normal, Jake, lo que ocurre es que la situación es de lo más atípica”.

-          “Cierra esa bocaza, Seth, por favor”.

-          “Cerrada”.

 

 

 

Esa vez no vacilo delante del umbral y lo cruzo como si estuviera en su propia casa. Supuso que eso iba a enojar a Rosalie, pero su esfuerzo fue en vano, ya que ni la Barbie ni Edward se hallaban a la vista. Jacob miro a diestra y siniestra con la esperanza de no haberlos vistos, pero no estaban; el corazón empezó a golpetearme las costillas de un modo alocado y extraño.

 

 

 

-          Se encuentra bien — musitó Alice  —, o estable, debería decir...

 

 

 

La vampira se hallaba en el sofá con la cabeza entre las manos. No había levantado la mirada ni siquiera cuando le dirigió la palabra. Esme no se apartaba de su lado y le apretaba con fuerza los hombros.

 

 

 

-          Hola, Jacob — lo saludó  —. Me alegra tenerte de vuelta.

-          Y a mí también — dijo Alice con un hondo suspiro y le dedicó un mohín de reproche, como si llegara tarde a una cita.

-          ¿Dónde está Edward? — pregunto el lobo nervioso

-          Aquí estoy — dijo este mientras Rosalie lo sacaba en brazo del despacho de su padre — Estoy bien.

-          Dámelo — dijo Jacob tomando a su esposo

 

 

 

Lo acomodo en el sofá, mientras Edward escondía el rostro en el cuello de su esposo. Este sonrió aunque le preocupaba su aspecto tan frágil que daba la idea de que moverlo sería peligroso. Lo acomodo en el sofá, se reclino con sumo cuidado contra él y dejo que su brazo descansara sobre toda la extensión de los suyos al tiempo que le tomaba de la mano. Entonces, puso la otra mano sobre su rostro. No era fácil determinar si estaba más frío de lo habitual.

 

 

 

-          Gracias, Jake — dijo con una nota de escalofrío en la voz.

-          Te amo — susurro el lobo besándolo pero era demasiado esperar que nadie oyera los ruidos de su estómago, con los oídos tan finos que se gastaban todos los presentes en la habitación.

-          ¿Por qué no le traes a Jacob algo de comida, Rosalie? — pidió Alice, a quien no veía por haberse situado detrás del respaldo del sofá.

 

 

 

Rosalie no salía de su asombro y dirigió una mirada fulminante hacia el lugar de procedencia de la voz.

 

 

 

-          Te lo agradezco mucho, Alice, pero preferiría no comer nada donde Rosalie haya podido escupir — dijo el lobo — Seguro que mi cuerpo metaboliza el salivazo como si fuera veneno.

-          Rosalie jamás avergonzaría a Esme con semejante falta de hospitalidad.

-          Por supuesto que no — espetó la rubia con una voz aterciopelada de la que Jacob y Edward desconfiaron en el acto. Se levantó y salió en estampida de la habitación mientras Edward suspiraba.

-          Me dirás si le echa veneno, ¿no? — pregunto Jacob besando su cuello.

-          Por supuesto — prometió él.

 

 

 

Se produjo un escándalo en la cocina, era un redoble extraño, como si el metal protestara por el maltrato. Edward suspiró otra vez, pero una sonrisa le curvó un poco los labios. Entonces, Rosalie estuvo de regreso antes de que Edward pudiera darle más vueltas. Con una burlona sonrisa de complacencia, depositó un cuenco plateado en el suelo, junto a Jacob.

 

 

 

-          Ok, disfruta, perrito.

 

 

 

Aquello debía de haber sido una fuente o una ensaladera, pero ella lo había vuelto del revés hasta lograr que tuviera exactamente la forma de un plato para perros. La rapidez y la maña impresionaron a la pareja, no pudieron evitarlo, y también el amor al detalle demostrado por Rosalie, que había escrito la palabra «Fido» en un lado con una letra excelente.

La comida parecía magnífica: nada menos que un bistec con patatas y una completa guarnición. Por eso, le dijo:

 

 

 

-          Gracias, rubita — ella me bufó — Eh, ¿sabes cómo se llama a una rubia con cerebro? — le pregunto el lobo, y le contesto sin esperar respuesta — : Golden Retriever.

-          Ése también lo había oído — repuso, ya sin sonreírme.

-          Lo seguiré intentando — le prometió antes de centrarse en la comida.

 

 

 

Ella torció el gesto con desagrado y puso los ojos en blanco. A continuación, se sentó en uno de los brazos del sofá y comenzó a hacer zapping en la enorme televisión a tal velocidad que era totalmente imposible que estuviera buscando algún programa.

La comida estaba buenísima a pesar de la hediondez a vampiro que flotaba en el ambiente, y lo cierto era que Jacob empezaba a habituarse, por mucho que no se muriera de ganas de adquirir ese hábito.

 

 

 

Estuvo considerando la posibilidad de ponerse a dar lametones al cuenco sólo para hacer rabiar a la Barbie, pero en ese momento noto los dedos helados de Edward recorriéndole el pelo hasta llegar al final del cuello.

 

 

 

-          Tal vez ha llegado la hora de cortármelo, ¿no te parece?

-          No lo había notado. Te estás poniendo un tanto peludo, sí — dijo Jacob  —, tal vez...

-          Déjame adivinar, alguien de por aquí ha cortado el pelo en una peluquería parisina...

-          Es probable — dijo él riendo entre dientes.

-          No, gracias — lo atajo Jacob antes de que pudiera hacerle una oferta en firme  —. Estoy bien todavía para unas cuantas semanas. ¿Cuánto faltara? — pregunto acariciándole el vientre a su esposo

-          No lo sé — admitió en un murmullo  —. No exactamente. Es obvio que aquí no van a aplicarse los nueve meses convencionales y los ultrasonidos tampoco nos sacan de dudas, por lo que Carlisle hace cábalas tomando como referencia el volumen de mi vientre. Se supone que en los embarazos normales se llega a unos cuarenta centímetros cuando el bebé está completamente desarrollado — comento mientras llevaba el dedo al centro de su vientre y Jacob entendió que hablaba el médico que Edward ocultaba en él  —. Eso hace un centímetro por semana, ¿no? Pues esta mañana volví a estar muerto de sed y hambre, y he ganado dos centímetros en un solo día, y a veces he aumentado incluso más...

 

 

 

¿Su hijo crecía en un día lo de dos semanas? Los días pasaban volando. La vida se le iba a marchas forzadas. ¿Cuántos días podían quedar par que la cuenta terminase al llegar a los cuarenta centímetros? ¿Cuatro? Necesitó más de un minuto para acordarme de respirar.

 

 

 

-          ¿Estás bien, amor? — le preguntó Edward y este se limitó a asentir, pues no estaba muy seguro de la voz que le iba a salir — Todo va a salir bien — le canturreó mientras le recorría el pómulo con el dedo. Edward se dio cuenta que tenía el rostro bañado en sudor.

 

 

 

No importaba la falta de significado de las palabras. Él las pronunció como quien canta esas nanas sin sentido a los niños. Duérmete niño, duérmete ya.

 

 

 

-          Claro que si — susurro Jacob. Edward se reclinó sobre el brazo de su esposo y apoyó la cabeza en su hombro.

-          Todavía no me creo que estemos casados y esperando un hijo.

-          ¿Por qué no? — pregunto Jacob con cierta brusquedad.

-          Por cómo se dieron las cosas

-          Jamás me voy a perdonar que casi… — susurro Jacob

-          Pero lo evitaste — dijo Edward besándolo

 

 

 

Se hizo el silencio durante cerca de un minuto. El teléfono sonó y fue Rosalie la que se levantó para contestar. Sin embargo su rostro no disimulo su disgusto

 

 

 

-          Tu querido suegro — dijo entregándole la bocina a su hermano y Edward miro a su marido sorprendido

-          Ni idea — dijo Jacob

-          Gracias Rose — dijo Edward tomando el teléfono — ¿Bill?

-          ¿Cómo estas, hijo? — pregunto este con voz cariñosa

-          Bien — dijo Edward sonriendo — algo cansado

-          ¿Cómo dijo se está comportando mi nieto? — dijo Bill y algo dentro de Edward salto de pura felicidad — ¿te está dando mucha lata?

-          Es… algo glotón — dijo Edward y Jacob le beso la frente, escucho algo y lanzo una pequeña carcajada

 

 

 

 La conversación duro cerca de veinte minutos, en los cuales Bill le conto pequeñas historias de Jacob de bebe, avergonzándolo totalmente, pero valió la pena por ver a su esposo más animado. Al colgar el sueño venció a Edward que quedo rendido en los brazos de su esposo

Sentado en el sofá Jacob se acordó de las palabras de Edward sobre el feto envuelto y protegido por unas membranas tan fuertes como la piel de vampiro. ¿Y cómo funcionaba eso? Dicho de otro modo, ¿cómo iba a salir ese feto del útero materno?

 

 

 

No habían podido investigar mucho, pero a juzgar por la información disponible, parecía ser que las criaturas usaban los dientes para escapar de la matriz. Por ese motivo ni Jasper ni Emmett habían estado en casa en los últimos días, y eso es lo que también hacia Carlisle en ese momento: descifrar antiguas historias y mitos a fin de tener algo con lo que trabajar. Buscaban cualquier cosa que pueda ayudarles a predecir la conducta de la criatura.

 

 

 

Edward pensaba que tal vez no era la primera de su clase. Todo era de lo más impreciso. Eran de la idea de que así como muchos mitos tenían su origen en el miedo y en una imaginación calenturienta, los mitos humanos eran ciertos, y podía que ésos también lo sean. Parecían estar localizados y vinculados... tal vez, Kauri, la mujer que cuidaba la casa de Brasil les ayudaría. Estaba al tanto de los avisos contra tales criaturas en las viejas historias que habían pasado de una generación a otra.

 

 

 

Según la leyenda había que matar a la criatura nada más nacer, antes de que cobrara demasiada fuerza. Exactamente lo que pensaba Sam. ¿Y si terminaba por tener razón? ¿Podría matar a su propio hijo? Lo dudaba. La misma leyenda también decía que ninguna madre sobrevivía, sin embargo para Rosalie, dar a luz en medio de los marjales infestados de enfermedades sin otra asistencia que la de un brujo que les untaba la cara con saliva de perezoso para alejar los malos espíritus jamás ha sido el más seguro de los métodos. La mitad de los partos normales acababan mal, dado que ninguno de ellos había tenido a su disposición lo mismo que ese bebé: cuidadores con una idea de sus necesidades, capacitados para atender sus carencias, un médico con un conocimiento sin parangón sobre la naturaleza vampírica, y un plan pensado para conservar al niño lo más a salvo posible.

 

 

 

Estaba convencida que el bebé iba a estar bien y la madre contaba con la ponzoña de vampiro para reparar los daños. Tal vez esas otras madres hubieran sobrevivido con toda probabilidad si hubieran contado con los mismos medios... en el caso de existir, cosa de la que Rosalie no estaba nada convencida.

 

 

 

Edward despertó poco después y estiro los brazos. Se apoyó en su esposo, rompiendo la manta en el camino, se sentó en el sofá. Parecía tener convulsiones y arqueaba la espalda, que ya no reposaba sobre el respaldo del sofá.

 

 

 

-          Sólo se está estirando — jadeó Edward. Tenía los labios blancos como la cal y apretaba con fuerza las mandíbulas; daba la impresión de que intentaba contener los gritos. Jacob le puso una mano en cada mejilla.

-          ¿Carlisle...? — llamó al patriarca con voz baja y tensa.

-          Aquí estoy — contestó el doctor.

-          Estoy bien, creo que ha pasado — dijo Edward. Seguía respirando con fatiga  —. El pobre niño no tiene bastante espacio, eso es todo. Está creciendo mucho. Y mi vientre no está diseñado para esto ¿Sabes...? Me recuerda a ti — dijo entre jadeos, mirando a su esposo

-          ¿Como? — pregunto Jacob

-          Al estirón que pegaste — dijo sonriendo  —. En un par de meses, te hiciste altísimo. Parece que cada minuto eras más alto. Él es así también. Crece demasiado deprisa

-          Te amo — susurro Jacob mientras Edward respiraba con algo más de calma y, ya otra vez en el sofá, se tumbaba con el cuerpo desmadejado.

-          Mmm — murmuró Carlisle y el alfa descubrió los ojos del doctor fijos en él cuando alcé la vista.

-          ¿Qué...? — inquirí.

 

 

 

Edward ladeó la cabeza cuando supo la idea que le rondaba al médico por la mente.

 

 

 

-          Como ya sabes, me devanaba los sesos pensando en la composición genética de las células fetales, Jacob, y en los cromosomas del feto.

-          ¿Y qué?

-          Bueno, tomando en consideración vuestras semejanzas... — dijo el doctor — El crecimiento acelerado y la imposibilidad de que Alice pueda verlos.

-          No entiendo Carlisle — dijo Jacob confundido

-          Bueno, me estaba preguntando si a partir de ahí era factible obtener una respuesta, si las similitudes son genéticas.

-          Veinticuatro pares de cromosomas — concluyó Edward por lo bajo.

-          No lo sabe.

-          No, pero es una hipótesis interesante para especular — dijo Carlisle con voz conciliadora.

 

 

 

Entonces, se enfrascaron en una conversación sobre genética tan profunda que llegó un momento en el que Jacob únicamente era capaz de comprender los artículos y las preposiciones, y su propio nombre, por descontado. Alice se unió a ellos, efectuando algún que otro comentario con esa vocecita de pájaro tan llena de vida. Incluso a pesar de ser el tema de la conversación, él no intento averiguar las conclusiones a las que estaban llegando. Tenía otras preocupaciones, otros hechos que debía poner en razón.

 

 

 

Primer hecho: Rosalie había mencionado la existencia de una membrana fuerte como la piel de un vampiro; protegía a la criatura y era impenetrable tanto para los ultrasonidos como para las agujas.

Segundo hecho: Rosalie había mencionado un plan para conseguir sacar a la criatura sana y salva.

Tercer hecho: Edward había hablado de la existencia de otras criaturas similares a este engendro en los mitos; seres que se abrían camino desde el útero materno a mordiscos.

 

 

 

Eso era lo que confería una lógica retorcida a todo aquello, porque, cuarto hecho, había muy pocas cosas capaces de cortar algo tan duro como la piel de un vampiro. Los dientes de la criatura a medio formar eran bastante fuertes si se daba crédito a los mitos. Jacob pensó que tenía unos dientes muy fuertes.

Y un vampiro también.

Resultaba muy difícil hacer la vista gorda, ya que se hacía una idea bastante aproximada del método ideado por Rosalie para sacar del útero a su hijo sano y salvo. Pero… ¿Y Edward? 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).