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Juntos por Liss83

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Era en verdad apuesto y lo bastante amable como para intentar ver como era eso del amor a primera vista. ¿Por qué no podía ser él? ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado? Un chico guapo, agradable y con aspecto de ser divertido. ¿Por qué no?

 

 

 

-          Es un deportivo precioso —comentó Jasón —. Es una auténtica vergüenza que los hayan dejado de fabricar. Me refiero a que el diseño del Vantage también es estupendo, pero hay algo que sólo lo tiene el Vanquish...

 

 

 

Bella lo miró a la cara con más intensidad, muriéndose de ganas de saber cómo hacer que funcionara lo del amor a primera vista. Vamos, Bella, enamórate ya...

 

 

 

-          ¿Qué tal se siente conducir...? —quiso saber.

-          No sé mucho de autos —le aseguró.

 

 

 

Empezaba a oscurecer cuando regreso a la casa Cullen Le sorprendió que Jacob lo esperase en el garaje. Sabía que a Edward no le había pasado nada malo a juzgar por la expresión de su rostro. De hecho, su semblante era mucho más tranquilo que cuando ella se había ido. Se le formó un nudo en el estómago cuando recordando de dónde procedía esa paz.

Se me había olvidado la segunda parte del plan: estampar el auto. ¡Qué mal! Bueno, probablemente tampoco le podía hacer eso a Charlie

 

 

 

-          Debemos hablar Bella — le soltó en cuanto apago el motor.

 

 

 

Esta inspiró hondo y aguardó cerca de un minuto antes de salir del auto y lanzarle las llaves.

 

 

 

-          Gracias por el préstamo —contestó con acritud;

-          En primer lugar, te agradezco que hayas venido a verlo - dijo Jacob - le hizo bien… por un rato

-          ¿Qué...? - dijo Bella sorprendida - ¿por un rato?

-          Tú padre vino a buscarte —contestó con rostro severo—. Intentó entrar a la casa a la fuerza.

-          ¿Qué hizo que?

-          Dijo que volverá con una orden - dijo Jacob

-          ¿De veras? —le interrumpió, francamente sorprendida.

-          Quería hablar con... Edward.

-          ¿Con Edward?

-          No voy a dejar que vuelva a desquiciarlo —ahora sí, Jacob sacó toda su rabia acumulada—. Me da igual que él se la autoridad máxima en el pueblo, o el mejor amigo de mi padre. No le hice daño, por supuesto, pero no prometo mantener la calma si esto vuelve a suceder. No quisiera tener problemas con tu padre...

-          Espera. ¿Qué dijo?

 

 

 

Nada de aquello tenía sentido. Jacob aprovechó que inspiraba hondo para recobrar la compostura.

 

 

 

-          Charlie empleó un tono de innecesaria crueldad gritando desde aquí

-          Yo no se lo pedí.

-          Lo sé - dijo Jacob - pero entiéndeme, lo estoy perdiendo. Al menos quiero que esté tranquilo…

-          Entiendo - dijo Bella - ¿al menos puedo…? - pero Jacob le cerró el paso - suerte - susurro conteniendo las lágrimas antes de irse

 

 

 

Jacob suspiró cerrando los ojos. Practico su mejor sonrisa tratando de serenarse y entro a la casa

 

 

 

-          Hola hermoso - dijo el alfa entrando en la sala

-          Hola - dijo sonriendo

-          ¿Estás bien? - pregunto Jacob sentándose a su lado

-          Si - dijo Edward - pero… ¿Rose...?

-          ¿Otra vez? — Rose soltó una risa nerviosa.

-          Creo que me he bebido dos litros en la última hora — explicó Edward.

 

 

 

Jacob y Seth se apartaron de en medio mientras Rosalie acudía para alzar a su hermano del sofá y llevarlo al servicio.

 

 

 

-          ¿Me dejas caminar? —pidió Edward—. Tengo las piernas agarrotadas.

-          ¿Estás seguro? —le preguntó su marido.

-          Rose me sostendrá si me tropiezo, y es muy posible, porque no me veo los pies con este vientre.

 

 

 

Rosalie le ayudo a levantarse con sumo cuidado y no retiró las manos de los hombros del embarazado, que alargó los brazos hacia delante e hizo una ligera mueca de dolor.

 

 

 

-          Qué bien se siente... —suspiró—. Uf, estoy enorme —y era cierto. El vientre parecía un continente propio e independiente de Edward—. Aguanta un día más —dijo mientras se daba unas palmaditas en el vientre.

 

 

 

De pronto, a Seth lo abrumó una oleada de mortificante congoja, no pudo evitarlo, pero hizo de tripas corazón para eliminar de su rostro toda huella de sufrimiento.

 

 

 

-          De acuerdo, entonces. Yupi... Oh, no.

 

 

 

Edward había dejado el vaso encima del sofá, y acababa de volcarse hacia un lado en ese mismo momento, derramando la sangre de intenso color rojo sobre la tela blanca del asiento.

A pesar de que tres manos intentaron impedirle cualquier movimiento, él se encorvó inmediatamente y alargó la mano para recogerlo. Se escuchó en la estancia una débil rasgadura de lo más extraño. Provenía del centro del cuerpo de Edward.

 

 

 

-          ¡Oh! —jadeó.

 

 

 

Entonces, Edward perdió el equilibrio y se precipitó hacia el suelo. Rosalie reaccionó en el acto y lo sostuvo, impidiendo su caída. Jacob también estaba allí, con las manos tendidas por si acaso. Todos habían olvidado el manchurrón del sofá.

 

 

 

-          ¿Edward? —preguntó Jacob con los ojos desorbitados y las facciones dominadas por el pánico.

 

 

 

Este soltó un grito medio segundo después. En realidad, no era un grito, era un alarido de dolor que helaba la sangre en las venas.

Un gluglú sofocó aquel horrísono bramido. Las pupilas de sus ojos giraron hasta acabar mirando hacia el interior de las cuencas mientras su cuerpo se retorcía y se doblaba en dos sobre los brazos de Rosalie.

Entonces, Edward vomitó un torrente de sangre.

 

 

 

Rosalie sostuvo en brazos el cuerpo de Edward. Éste chorreaba la sangre que había consumido en la últimas horas y se estremecía, presa de sacudidas tan bruscas que daba la impresión de estar siendo electrocutado. Tenía cara de ido, pues había perdido la conciencia. Era la furibunda agitación del usurpador que llevaba en su vientre la que zarandeaba el cuerpo inerte.

 

 

 

Los dos licántropos y la vampira se quedaron helados durante una milésima de segundo, y luego entraron en acción como torbellinos. Rosalie aseguró el cuerpo del embarazado entre sus brazos y, gritando tan deprisa que resultaba imposible entender cada palabra por separado, ella y su Jacob subieron disparados las escaleras hasta llegar al segundo piso.

Seth corrió detrás de ellos.

 

 

 

-          ¡Morfina! —le gritó Rosalie a Jacob.

-          Llama a Carlisle, Alice — grito el Alfa.

 

 

 

Seth los siguió hasta la biblioteca, cuyo espacio central se parecía un montón al área de emergencia de un hospital. Las luces de un blanco cegador iluminaban al parturiento, tendido encima de una mesa; bajo los focos, la piel le brillaba de un modo fantasmagórico. El pobre se agitaba como un pez en la arena. Rosalie lo fijó a la mesa y de un brusco tirón le rasgó la ropa mientras Jacob busca algo en unas gavetas y saca de allí una jeringuilla.

 

 

 

-          ¿Qué ocurre, Rose?

-          ¡La placenta se ha desprendido! - grita esta - ¡El feto se está asfixiando!

 

 

 

Edward recuperó el sentido en algún momento de ese proceso y reaccionó a esas palabras con un chillido que les perforó los tímpanos.

 

 

 

-          ¡SÁCALO! — grito —. ¡No puede respirar! ¡Hazlo YA!

 

 

 

Mientras gritaba, las venas oculares, ya rotas, estallaron y se extendieron como arañas rojas por el blanco de los ojos.

 

 

 

-          La morfina... —gruñó Rosalie.

-          No, no... ¡AHORA! - grito Edward

 

 

 

Otro borbotón de sangre sofocó los alaridos del parturiento. Su esposo le alzó la cabeza mientras le limpiaba la boca a la desesperada con el fin de que no se ahogara.

Alice entró en la habitación como una flecha y colocó un pequeño auricular azul bajo el pelo de Rosalie. Luego reculó un paso, con esos ojos dorados suyos abiertos hasta la desmesura, ardientes y ávidos de sangre. Rosalie siseaba al teléfono como una poseída. La piel de Edward parecía más purpúrea y amoratada que blanca bajo el chorro de luz de los focos, y líquidos de un rojo intenso fluían debajo de la epidermis del abultado vientre. Rosalie apareció con un escalpelo en la mano.

 

 

 

-          Espera a que le haga efecto la morfina —le pidió Edward a voz en grito.

-          ¡Es un vampiro! La morfina no le hace efecto igual —le replicó Rosalie—. El bebé se muere.

 

 

 

Bajó la mano hasta situarla sobre el estómago de Edward y con la lanceta practicó en la piel una incisión, por donde brotó un chorro de sangre negruzca. Era como si alguien hubiera volcado un cubo lleno hasta los bordes o hubiera abierto un grifo. El vampiro se retorció, pero no gritó.

Entonces, Rosalie olio la sangre y le cambió la expresión del semblante mientras echaba hacia atrás los labios para dejar vía libre a los colmillos. Los ojos le relumbraron de pura sed.

 

 

 

-          ¡No, Rose! —chilló Jacob.

 

 

 

Él no podía hacer nada: tenía los brazos ocupados en mantener a su esposo incorporado para que pudiera respirar. Seth se lanzó contra Rosalie de un brinco, sin molestarse en entrar en fase. El escalpelo se hundió bien hondo en su brazo izquierdo cuando le cayó encima y choco contra su cuerpo de piedra, empujándola hacia la puerta. Le puso la mano derecha en la cara, bloqueándole los dientes y tapándole la nariz.

 

 

 

El lobo aprovechó la presa de su mano en torno a su boca para darle la vuelta al cuerpo de la rubia y golpearla en el estómago que tenía tan duro que era como dar puntapiés al hormigón. Rosalie acabó golpeando el marco de la puerta, uno de cuyos lados se dobló. El parlante del móvil reventó en tropecientos mil cachitos. Alice apareció en ese momento y la aferró por el cuello para arrastrarla hacia el vestíbulo.

Algo sí Seth tuvo que reconocerle a la rubia. No se empleó a fondo en la pelea. Quería perder, y por eso dejó que la zarandeasen de esa manera, para que salvaran a su hermano: bueno, mejor dicho, para que salvaran a quien asesinaba a Edward.

Seth se extrajo la hoja de un tirón.

 

 

 

-          ¡Sácala de aquí, Alice! —gritó Jacob—. Entrégasela a Jasper y mantenla fuera... ¡Seth! ¡Te necesito!

 

 

 

El lobo no vio cómo Alice terminaba el trabajo, pues se dio la vuelta para regresar junto a la mesa de operaciones, donde Edward botaba sangre por la boca y los miraba con ojos redondos como platos. Estudio las facciones de su Alfa  y en ella solo había una determinación feroz.

 

 

 

-          ¡Haz que siga aquí! El doctor me dijo que debía hacer...

 

 

 

Dentro del cuerpo del agonizante se oyó otro chasquido, de esos que suenan cuando se produce un destrozo. Pero fue más estruendoso que los anteriores, tanto que ambos morenos quedaron inmóviles a la espera de que él reaccionara y soltara un alarido. Nada. Antes había flexionado las piernas como reacción ante el dolor, pero ahora estaba despatarrado de un modo muy poco natural, y las extremidades descansaban flácidas sobre la mesa de operaciones.

 

 

 

-          ¡parece su columna vertebral! —exclamó Jacob con voz ahogada.

-          ¡Sácaselo, ahora ya no va a sentir nada! — grito Seth al tiempo que le lanzaba el escalpelo.

 

 

 

Se inclinó sobre Edward para estudiar sus vías respiratorias sin apreciar obstrucción alguna. Le tapó la nariz con los dedos, le abrió bien la boca y la cubrió con la suya antes de soplar con fuerza para insuflarle aire a sus pulmones. Era absurdo pero no sabía que más hacer.

Sus labios sabían a sangre. “Aguanta, Edward”, le pidió con fiereza mientras le inflaba otro soplo de aire a su cuerpo. Lo prometiste. “Hazlo por Jacke”. Escuchó un chapoteo delator, el del escalpelo al deslizarse por el vientre, y el goteo incesante de la sangre sobre el suelo.

 

 

 

El siguiente sonido los estremeció por lo inesperado y aterrador del mismo. Sonaba igual que cuando se abría una grieta en una superficie metálica.

Al oírlo, la memoria de Seth voló atrás en el tiempo, a la pelea mantenida meses ha con los neófitos; su carne chasqueaba del mismo modo cuando los desgarrabas. Se aventuró a mirar y vio el rostro de Jacob pegado al bulto. Parecía imposible pero los dientes del lobo eran un remedio infalible para destrozar la piel de vampiro.

 

 

 

Seth se estremeció cuando sopló más aire en el parturiento. Este reaccionó tosiéndole a la cara. Parpadeó y movió los ojos sin ver nada.

 

 

 

-          ¡Quédate conmigo, Edward! —le gritó—. ¿Me oyes? ¡Aguanta! ¡Quédate, no nos dejes! Haz que esto valga la pena.

 

 

 

Sus ojos se movieron, buscando algo, pero sin ver nada. Pese a todo, Seth sí le devolvió la mirada y la mantuvo allí, clavada en sus ojos.

En ese momento, de pronto, su cuerpo debajo de sus brazos se quedó quieto. Entonces Seth comprendió el significado de aquella calma. Había terminado, el zarandeo interior había acabado. La criatura debía de estar fuera.

Y así era.

 

 

 

-          Elijah —susurró Jacob.

 

 

 

Edward no se había equivocado. Era el niño con el que había fantaseado, lo cual lo sorprendía ¿Era lo único en lo que no se había equivocado el pobre?

Seth no dejó de mirar aquellos ojos salpicados de puntos rojos, aunque notó cómo levantaba débilmente las manos.

 

 

 

-           Dá… Dámelo... —pidió con voz rasposa—. Dámelo.

 

 

 

Seth debió haber sabido que su alfa iba a concederle cualquier petición, sin importar lo estúpida que fuera, pero ni en sueños habría pensado que le iba a prestar oídos en ese momento. No pensó en detenerlo sólo por ese motivo.

Algo tibio le rozó el brazo, lo cual debería haber llamado su atención, pues no parecía haber nada capaz de calentarlo. No apartó la mirada del rostro de Edward. Él parpadeó y al final mantuvo la mirada fija, viendo algo. Entonó un extraño y débil canturreo.

 

 

 

-          Eli... jah. Qué... bonito... eres.

 

 

 

Entonces, jadeó, jadeó de dolor.

 

 

 

 


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