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Juntos por Liss83

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Edward puso mala cara.

 

 

 

-          Eso apenas va a servir de nada — masculló el vampiro  —, y es la peor idea que he oído en mi vida — añadió en voz más alta.

-           Mejor que cualquier cosa que se te haya ocurrido a ti, seguro — repuso Jacob y Bella se llevó una gran sorpresa al oír su voz humana — « ¿Por qué no vas por ahí a buscarte un sitio más caliente?» — remedó entre refunfuños  —, ¿Qué te crees que soy? ¿Un San Bernardo?

 

 

 

Oyeron el zumbido de la cremallera de la entrada de la carpa al abrirse.

Jacob la descorrió lo menos que pudo, pero le fue imposible penetrar en la tienda sin que por la pequeña abertura se colara el aire glacial y unos cuantos copos de nieve, que cayeron al piso de lona. Bella agitó de una forma tan violenta que el temblor se transformó en una convulsión en toda regla.

 

 

 

-          Esto no me gusta nada — masculló Edward mientras Jacob volvía a cerrar la cremallera de la entrada  —, Limítate a darle el abrigo y sal de aquí.

 

 

 

Los ojos de la chica se habían adaptado lo suficiente para poder distinguir las formas. Vio que Jacob sonreía con arrogancia. El lobo traía el anorak que había estado colgado de un árbol al lado de la tienda.

Intento preguntar que de qué estaban hablando, pero todo lo que salió de sus labios fue «qqquuqqquu», ya que el temblequeo le hacía tartamudear de forma descontrolada.

 

 

 

-          El anorak es para mañana, ahora tiene demasiado frío para que pueda calentarse por sí misma. Está helada — dijo Jacob dejándose caer al suelo junto a ella  —, Dijiste que necesitaba un lugar más caliente y aquí estoy yo — Jacob abrió los brazos todo lo que le permitió la anchura de la tienda. Como era habitual cuando corría en forma de lobo, sólo llevaba la ropa justa: unos pantalones, sin camiseta ni zapatos.

-          Jjjjaakkee, ttteee vas a cccoonnggelar — intenté protestar.

-          Lo dudo mucho — contestó él alegremente  —, He conseguido alcanzar casi cuarenta y tres grados estos días, parezco una tostadora. Te voy a tener sudando en un santiamén.

 

 

 

Edward rugió, pero Jacob ni siquiera se volvió a mirarle. En lugar de eso, se acuclilló al lado de Bella y empezó a abrirle la cremallera de su saco de dormir.

La mano blanca de Edward aprisionó de repente el hombro de Jacob, sujetándole, blanco níveo contra piel oscura. La mandíbula de Jacob se cerró con un golpe audible, se le dilataron las aletas de la nariz y su cuerpo rehuyó el frío contacto. Los largos músculos de sus brazos se flexionaron automáticamente en respuesta.

 

 

 

-          Quítame las manos de encima — gruñó entre dientes.

-          Pues quítaselas tú a ella — respondió Edward con tono de odio.

-          No peleen — suplico Bell mientras la sacudía otro estremecimiento. Parecía que se le iban a partir los dientes de lo fuerte que chocaban unos contra otros.

-          Estoy seguro de que ella te agradecerá esto cuando los dedos se le pongan negros y se le caigan — repuso Jacob con brusquedad. Edward dudó, pero al final soltó al chico y regresó a su posición en la esquina.

-          Cuida lo que haces — advirtió con voz fría y aterradora. Jacob se rio entre dientes.

-          Hazme un sitio, Bella — dijo mientras bajaba un poco más la cremallera. Lo miró indignada. Ahora entendía la virulenta reacción de Edward.

-          N — n — n — no — intento protestar la chica

-          No seas estúpida — repuso, exasperado  —, ¿Es que quieres dejar de tener diez dedos?

 

 

 

Jake embutió su cuerpo a la fuerza en el pequeño espacio disponible, forzando la cremallera a cerrarse a su espalda.

Bella tuvo que tragarse en sus objeciones, no tenía ganas de soltar ni una más. Estaba muy calentito. La rodeó con sus brazos y la apretó contra su pecho desnudo de manera cómoda y acogedora. El calor era irresistible, como el aire cuando has pasado sumergido demasiado tiempo. Se encogió cuando apretó con avidez sus dedos helados contra su piel.

 

 

 

-          Ay, Bella, me estás congelando — se quejó.

-          Lo ssssienttoo — tartamudeo.

-          Intenta relajarte — le sugirió mientras otro estremecimiento la atravesaba con violencia  —, Te caldearás en un minuto. Aunque claro, te calentarías mucho antes si te quitaras la ropa — Edward gruñó de pronto — Era sólo un hecho constatable — se defendió Jacob  —, Cuestión de mera supervivencia, nada más.

-          Ca — calla ya, Ja — Jakee — repuso Bella enfadada, aunque su cuerpo no hizo amago de apartarse de él  —, Nnnnadie nnnnecesssita to — todos los de — dedddos.

-          No te preocupes por el chupasangre — sugirió Jacob, seguro de sí mismo  —, Únicamente está celoso.

-          Claro que lo estoy — intervino Edward, cuya voz se había vuelto de nuevo de terciopelo, controlada, un murmullo musical en la oscuridad  —, No tienes la más ligera idea de cuánto desearía tomar tu lugar

-          Así son las cosas en la vida — comentó Jacob en tono ligero, Los temblores fueron amainando y se volvieron soportables mientras ellos discutían. — Ya — exclamó Jacob, encantado  —, ¿Te sientes mejor?

 

 

 

Al fin Bella pudo articular con claridad.

 

 

-          Si

-          Todavía tienes los labios azules — reflexionó Jacob  —, ¿Quieres que te los caliente también? Sólo tienes que pedirlo.

 

 

 

Edward suspiró profundamente.

 

 

 

-          Compórtate — susurro Bella, apretando la cara contra su hombro.

 

 

 

Se encogió de nuevo cuando la piel fría de la chica entró en contacto con la suya y ella sonreía con una cierta satisfacción vengativa.

Ya se había templado y se hallaba cómoda dentro del saco de dormir. El cuerpo de Jacob parecía irradiar calor desde todos lados, quizá también porque había metido en el interior del saco su enorme corpachón. Bella se quitó las botas en dos tirones y presionó los dedos de los pies sobre sus piernas. Jacob dio un respingo, pero después ladeó la cabeza para apretar su mejilla cálida contra la oreja entumecida de la chica.

 

 

 

Bella se dio cuenta de que la piel de Jacob tenía un olor a madera, almizcleño, que era muy apropiado para el lugar donde se encontraban, en mitad de un bosque. Resultaba estupendo. Se preguntó si los Cullen y los Quileute no estaban todo el día con el cuento del olor simplemente por puro prejuicio, ya que para ella, todos ellos olían de forma magnífica.

La tormenta aullaba en el exterior como si fuera un animal atacando la tienda, pero ahora ya no la inquietaba. Jacob estaba a salvo del frío, igual que ella. Además, estaba demasiado cansada para preocuparse por nada, fatigada de estar despierta hasta tan tarde y dolorida por los espasmos musculares. Su cuerpo se relajó con lentitud mientras se descongelaba, parte por parte y después se quedó flojo.

 

 

 

-          ¿Jake? — dijo Bella medio dormida  —, ¿Puedo preguntarte algo? No ese broma ni nada parecido. «Es sólo curiosidad, nada más» — eran las mismas palabras que él había usado en su cocina hacia mucho, una vida atrás. .. no podía recordar ya cuánto tiempo hacía de eso.

-          Claro — rio entre dientes al darse cuenta y recordar.

-          ¿Por qué tienes más pelo que los demás? No me contestes si te parece una grosería — dijo, no conocía qué reglas de etiqueta regían en la cultura lupina.

-          Porque mi pelo es más largo — contestó, divertido. Al menos su pregunta no lo había ofendido. Sacudió la cabeza de forma que su pelo sin recoger, que ahora ya le llegaba hasta la barbilla, y que le golpeó la mejilla.

-          Ah — dijo Bella, pero la verdad es que tenía sentido. Así que ése era el motivo por el cual ellos se rapaban al principio, cuando se unían a la manada  —, ¿Por qué no te lo cortas? ¿Te gusta ir lleno de greñas? — Esta vez no le respondió enseguida, y Edward se rio a la sordina.

-          Lo siento — dijo Bella, haciendo un alto para bostezar  —, No pretendía ser indiscreta — No tienes por qué contestarme.

 

 

 

Jacob profirió un sonido enfurruñado.

 

 

 

-          Bah, él te lo va a contar de todos modos, así que mejor te lo digo yo... Me estaba dejando crecer el pelo porque... me parecía que a ti te gustaba más largo.

-          Oh — dijo Bella algo incómodo — Esto... yo... me gusta de las dos maneras, Jake. No tienes por qué molestarte.

 

 

 

Él se encogió de hombros.

 

 

 

-          De todas formas ha venido muy bien esta noche — dijo Jacob  —, así que no te preocupes por eso.

 

 

 

Bella no tenía nada más que decir. Se hizo un silencio prolongado en medio del cual los párpados le pesaban cada vez más y al final, agotada, cerró los ojos. El ritmo de su respiración disminuyó hasta alcanzar una cadencia regular.

 

 

 

-          Eso está bien, cielo, duerme — susurró Jacob. Bella suspiro, satisfecha, ya casi inconsciente.

-          Seth está aquí — informó Edward a Jacob con un hilo de voz; de pronto, Bella comprendió el asunto de los aullidos.

-          Perfecto. Ahora ya puedes estar al tanto de lo que pasa mientras yo cuido a tu novia por ti — dijo Jacob

 

 

 

Edward no replicó, pero Bella gruño medio grogui.

 

 

 

-          Déjalo ya — mascullo entre dientes.

 

 

 

Todo se quedó tranquillo entonces, al menos dentro de la tienda. Fuera, el viento aullaba de forma enloquecedora al pasar entre los árboles. La estructura metálica vibraba de tal modo que resultaba imposible pegar un ojo. Una racha de viento y nieve soplaba cada vez que estaba a punto de sumir a la chica en la inconsciencia, zarandeando de forma repentina las varillas de la tienda. Bella se sentía fatal por el lobo, el chico que estaba allí fuera, quieto en la nieve.

 

 

 

La mente de la chica vagó mientras permanecía a la espera de conciliar el sueño. Aquel pequeño y cálido lugar le hacía recordar los primeros tiempos con Jacob y cómo solían ser las cosas cuando él era su sol de repuesto, la calidez que hacía que mereciera la pena vivir su vida vacía. Ya había pasado mucho tiempo desde que pensara en Jacob de ese modo, pero allí estaba él de nuevo, proporcionándole su calor.

 

 

 

-          ¡Por favor! — masculló Edward  —, ¡Si no te importa...!

-          ¿Qué? — respondió Jacob entre susurros, sorprendido.

-          ¿No crees que deberías intentar controlar tus pensamientos? — el bajo murmullo de Edward sonaba furioso.

-          Nadie te ha dicho que escuches — cuchicheó Jacob desafiante, aunque algo avergonzado  —, Sal de mi cabeza.

-          Ya me gustaría, ya. No tienes idea de a qué volumen suenan tus pequeñas fantasías. Es como si me las estuvieras gritando.

-          Intentaré bajarlas de tono — repuso Jacob con sarcasmo. Hubo una corta pausa en silencio.

-          Sí — contestó Edward a un pensamiento no expresado en voz alta, con un murmullo tan bajo que casi no lo capté  —, También estoy celoso de eso.

-          Ya me lo imaginaba yo — susurró Jacob, petulante  —, Igualar las apuestas hace que el juego adquiera más interés, ¿no?

-          Sueña con ello si quieres — dijo Edward se rio entre dientes

-          Ya sabes, Bella todavía podría cambiar de idea — le tentó Jacob  —, Eso, teniendo en cuenta todas las cosas que yo puedo hacer con ella y que no me interesa hacerlas contigo.

-          Duérmete, Jacob — masculló Edward  —, Estás empezando a ponerme de los nervios.

-          Sí, creo que lo haré. Aquí se está la mar de a gusto — Edward no contestó.

 

 

 

Bella estaba ya demasiada ida como para pedirles que dejaran de hablar de cómo si no estuviera presente. La conversación había adquirido una cualidad casi soñadora y no estaba segura de sí estaba o no despierta del todo.

 

 

 

-          Ojalá pudiera — repuso Edward después de un momento, contestando una pregunta que yo no había oído.

-          Pero ¿serías sincero?

-          Siempre puedes curiosear a ver qué pasa — el tonillo zumbón de Edward le hizo preguntarse a Bella si se estaba perdiendo algún chiste.

-          Bien, tú ves dentro de mi cabeza. Déjame echar una miradita dentro de la tuya esta noche; eso sería justo — repuso Jacob.

-          Si respondo tus preguntas ¿dejaras de darme celos de manera tan infantil y me darás una oportunidad real? — pregunto Jacob

-          Los celos... deben de estar comiéndote. No puedes estar tan seguro de ti mismo como parece. A menos que no tengas ningún tipo de sentimientos.

-          Claro que sí — admitió Edward, y ya no parecía divertido en absoluto  —, Justo en estos momentos lo estoy pasando tan mal que apenas puedo controlar la voz, pero de todos modos es mucho peor cuando no te tengo cerca, las veces en que ella está contigo y no puedo verte.

-          ¿Piensas en esto todo el tiempo? — susurró Jacob  —, ¿No te resulta difícil concentrarte cuando yo no estoy?

-          Sí y no — respondió Edward; parecía decidido a contestar con sinceridad  —, Mi mente no funciona exactamente igual que la tuya. Puedo pensar en muchas cosas a la vez. Eso significa que puedo pensar siempre en ti y en si es con ella con quien estás cuando pareces tranquillo y pensativo.

 

 

 

Ambos se quedaron callados durante un minuto.

 

 

-          Sí, supongo que pienso mucho en ti — murmuró Edward sonriendo en respuesta a los pensamientos de Jacob  —, con más frecuencia de la que me gustaría. Me preocupa que seas infeliz. Y no es que tú no lo sepas, ni tampoco que no lo uses de forma deliberada.

-          Debo usar cuanto tenga a mano — contestó Jacob  —, Yo no cuento con tus ventajas, ventajas como la de saber que ella está enamorada de ti.

-          ¿Por qué no lo usas en mí? — comentó Edward con voz dulce. Jacob se puso desafiante.

-          Porque no es a ti a quien quiero — dijo Jacob pero Edward no contestó y el lobo suspiró  —, Y lo sabes.

-          Engáñate.

-          ¿Y eso te molesta? ¿Te gustaría que piense en ti?

-          Sé que lo haces — dijo Edward — aunque no lo quieras aceptar. Tu lobo te lo exige

 

 

 

El viento intentaba arrancar la tienda, sacudiéndola como si hubiera un terremoto. Jacob cerró sus brazos al alrededor de la cintura de Bella, protegiéndola.

 

 

 

-          Gracias — susurró Jacob  —, Aunque te suene raro, supongo que me alegro de que estés aquí, Edward

-          Si quieres decir que me encantaría matarla — dijo Edward  —, yo también estoy contento de que ella se haya calentado, ¿vale?

-          Es una tregua algo incómoda, ¿no?

 

 

 

El murmullo de Edward se volvió repentinamente engreído.

 

 

 

-          Ya sé que estás tan loco de celos como yo.

-          Pero no soy tan estúpido como para hacer una bandera de ello, como tú — dijo Jacob  —, No ayuda mucho a tu caso, ya sabes. Pero debo reconocerlo, tienes más paciencia que yo.

-          Es posible. He tenidos cien años de plazo para ejercitarla — dijo Edward  —, Los cien años que llevo esperándote.

-          Bueno, y... ¿en qué momento decidiste jugarte el punto del buen chico lleno de paciencia? — pregunto Jacob con una sonrisa burlona

-          Cuando me di cuenta del daño que te hacía si te obligo a elegir — dijo Edward

-          Y crees que así te elegiré a ti — dijo Jacob

-          En general no me es difícil ejercer este tipo de control — dijo Edward  —, La mayoría de las veces soy capaz de sofocar... los sentimientos poco civilizados que ahora siento por ella con bastante facilidad. Algunas veces ella cree ver en mi interior, pero no puedo estar seguro de eso.

-          Pues yo creo, simplemente, que te preocupa el hecho de que si en verdad me obligaras a elegir de verdad, no te escogería a ti.

 

 

 

Edward no contestó con rapidez.

 

 

 

-          Eso es verdad en parte — admitió al fin  —, pero sólo una pequeña parte. Todos tenemos nuestros momentos de duda. Pero lo que de verdad me preocupaba es que tu lobo termine muriendo por la soledad — Jacob suspiró.

-          Ya me has dicho antes todo esto, pero no lo creo — confeso el lobo

-          Lo sé — sonó como si Edward estuviera sonriendo.

-          Tú te crees que lo sabes todo — masculló Jacob entre dientes.

-          Yo no conozco el futuro — dijo Edward, con la voz de repente insegura.

 

 

 

Se hizo una larga pausa.

 

 

-          ¿Qué harías si ella cambiara de idea? — le preguntó Jacob.

-          Ya no me preocupa ella — dijo Edward y Jacob se rio bajito entre dientes — ¿nunca te has puesto a pensar cómo funciona la imprimación en alguien que no es de la manada?

-          ¿Intentarías matarla? — comentó Jacob sarcásticamente, como si dudara de la capacidad de Edward para hacerlo.

-          No.

-          ¿Por qué no? — pregunto Jacob

-          ¿De verdad crees que buscaría hacerte daño de esa manera? — Jacob dudó durante unos momentos y después suspiró.

-          Sí, tienes razón. Ya sé que la tienes, pero algunas veces...

-          ...te resulta una idea fascinante.

 

 

 

Jacob apretó la cara contra el saco de dormir para sofocar sus risas.

 

 

 

-          Exactamente — admitió al final.

 

 

 

Aquel sueño estaba resultando de lo más esperpéntico para Bella. Se preguntó si no sería el viento incesante el que la hacía imaginar todos estos murmullos, salvo que el viento parecía gritar más que susurrar.

 

 

 

-          ¿Y cómo sería?, me refiero a lo de perderme... — inquirió Jacob después de un tranquillo interludio y sin que hubiera ni el más leve rastro de humor en su voz repentinamente ronca — ¿Cómo te las... apañarías?

-          Es muy difícil para mí hablar de esto — admitió el vampiro. El licántropo esperó  —, A los vampiros nos cuesta encontrar pareja. No es como a los humanos. La sola idea de perderla después de encontrarla es casi... casi insoportable. Intentaría olvidarte y que sería como si no me hubiera cruzado contigo jamás. Durante unos seis meses sería capaz de estar lejos sin romper mi promesa de no interferir en tu vida. Tal vez casi lo conseguiría... Lucharía contra la idea, pero sabría que a la larga no vencería; tenía que regresar, aunque sólo fuera para saber cómo esta. O al menos eso sería lo que me diría a mí mismo. Y si te encontrara razonablemente feliz... Me gustaría pensar que, en ese caso, sería capaz de marcharme otra vez — le acaricio suavemente el rostro — Pero tú no serias feliz, así que me habría quedado. En la sombra. Y claro, este es el modo en que me he convencido para quedarme con ella mañana y cuidarla. Hace un rato tú te estabas preguntando qué era lo que me motivaba... y por qué te sientes tan innecesariamente culpable. Me recuerda lo que le hice cuando me marché, lo que te hare si me marcho. Me siento fatal por hacerte sentir así... Yo nunca podré compensarte por esto, pero tampoco dejaré de intentarlo, de todos modos. Yo te amo

-          ¿Me estás diciendo que si muriese mañana — dijo Jacob y Edward gruño por lo bajo — tú seguirías con tu vida normal?

 

 

 

 


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