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Juntos por Liss83

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Lobo y vampiro se miraban fijamente conteniendo la respiración

 

 

 

-          ¿Qué? — dijo Jacob — ¿no quieres…?

-          ¿Tú… quieres besarme? — pregunto Edward

-          Que importa… — dijo Jacob

-          Si nos besamos — dijo Edward — será porque los dos lo queremos. Y serás tú el que me bese a mí. No te rogare mas

 

 

 

Los minutos parecían una eternidad, Edward se iba ir cuando una mano sujeto su brazo suavemente. Jacob tomó su cabeza entre sus manos y sus labios se encontraron con un entusiasmo rayano en la violencia. Edward al principio se sorprendió cuando Jacob movió una mano hacia la nuca del vampiro, encerrando su cabello desde las raíces en un puño retorcido. Con la otra mano le rodeo con rudeza el hombro, sacudiéndolo y después arrastrándolo hacia su cuerpo.

Su mano se deslizó por su brazo, subiendo su muñeca y poniendo su brazo alrededor de su cuello. Edward lo dejo allí, con la mano todavía encerrada en un puño, inseguro de cuán lejos estaba dispuesto a llegar en su desesperación por estar a su lado. Durante todo ese tiempo, sus labios, desconcertantemente suaves y cálidos, intentaban forzar una respuesta en los contrarios.

Tan pronto como se aseguró de que no dejaría caer el brazo, le liberó la muñeca y buscó el camino hacia su cintura. Su mano ardiente se asentó en la parte más baja de la espalda de Edward y lo aplastó contra su cuerpo, obligándolo a arquearse contra él.

Sus labios liberaron los del vampiro durante un momento, pero sabía que ni mucho menos había terminado. Siguió la línea de su mandíbula con la boca y después exploró toda la extensión de su cuello. Le acaricio el pelo y buscó el otro brazo para colocarlo alrededor de su cuello como había hecho con el primero.

Y entonces sus brazos se cerraron en torno a la cintura de Edward y sus labios encontraron la oreja.

 

 

 

-          Quédate por favor — susurró hoscamente  —, Te juro que lo arreglare — dijo Jacob y Edward se estremeció cuando sintió cómo sus dientes se aferraban al lóbulo de su oreja. — quédate conmigo. Esta vez no estoy jugando

 

 

 

Edward sacudió la cabeza de modo mecánico hasta que una de sus manos se deslizó otra vez por su pelo y lo detuvo. Su voz se tornó acida.

 

 

 

-          ¿Estás seguro de que quieres que regrese o lo que en realidad deseas es que muera? — susurro vampiro

 

 

 

La ira inundó a Jacob como un fuerte calambre después de un golpe duro. Esto ya era demasiado, no estaba jugando limpio. Los brazos del lobo estaban alrededor de su cintura, así que lo empujo lo más que sus brazos pudieron pero sin soltarlo. Edward lo malinterpretó. Sin embargo el vampiro también era fuerte y las manos no le causaron daño, Edward en vez de ira, creyó percibir pasión. Pensó que al fin le correspondía.

Con un jadeo salvaje, volvió su boca contra la suya, mientras Jacob lo aferraba con los dedos clavados frenéticamente en la piel de su cintura. El ramalazo de ira desequilibró su capacidad de autocontrol; su respuesta extática, inesperada, lo sobrepasó por completo. Si sólo hubiera sido cuestión de orgullo habría sido capaz de resistirse, pero la profunda vulnerabilidad de su repentina alegría rompió su determinación, y lo desarmó. Su mente se desconectó de su cuerpo y le devolvió el beso.

 

 

 

Contra toda razón, los labios Edward se movieron con los suyos de un modo extraño, confuso, como jamás se habían movido antes, porque no tenía que ser cuidadoso con Jacob y desde luego, el lobo no lo estaba siendo con él. Los dedos de este se afianzaron en su pelo, pero ahora para acercarlo a él.

Lo sentía por todas partes. La luz incisiva del sol había vuelto sus párpados rojos, y el calor iba bien con el hielo. No podía ver ni sentir nada que no fuera ellos dos. La pequeñísima parte de su cerebro que conservaba la cordura empezó a hacer preguntas.

 

 

 

¿Por qué no detenía aquello? Peor aún, ¿por qué ni siquiera encontraba en sí mismo el deseo de detenerlo? ¿Qué significaba el que no quisiera que el chupasangre parara? ¿Por qué sus manos, que no soltaban su estrecha cintura, se deleitaban en lo esbelta que era? ¿Por qué no sentía sus manos lo bastante cerca a pesar de que casi lo aplastaba contra su cuerpo?

Las preguntas resultaban estúpidas, porque él sabía la verdad: había estado mintiéndose a sí mismo.

Edward tenía razón. Había tenido razón todo el tiempo. Era su mundo entero. Ése era el motivo porque el que le resultaba tan difícil decirle adiós, porque estaba enamorado de él. También. Por eso le dolió tanto cuando se enteró de la propuesta de Bella. Lo amaba mucho más de lo que debía, a pesar de todo. Estaba completamente enamorado, aunque llevara meses negándolo. Lo amaba lo suficiente como para cambiar las cosas, lo suficiente para hacerles aún más daño. Para hacerle mucho más daño del que ya le había hecho con anterioridad.

 

 

Jacob no se preocupó por nada más que no fuera su dolor. Se merecía cualquier pena que esto le causara. Esperaba además que fuera mucha. Esperaba sufrir de verdad. Había lastimado a su imprimación, y no una, sino muchísimas veces

En ese momento, parecía como si se hubieran convertido en una sola persona. El dolor del vampiro siempre había sido y siempre sería el suyo y su alegría ahora era también su alegría. Y sentía esa alegría, pero también que su felicidad era, de algún modo, dolor. Casi tangible, le quemaba la piel como si fuera ácido, una lenta tortura.

 

 

 

Por un larguísimo segundo, que parecía no acabarse nunca, vio un camino totalmente diferente se extendió ante los párpados de sus ojos colmados cerrados. Parecía que estuviera mirando a través del filtro de los pensamientos de Edward, vio con exactitud lo que iba a abandonar, lo que este nuevo descubrimiento no lo salvaría de perder. Pudo ver a Carlisle y Esme mezclados en un extraño collage con Billy y Sam en La Push.

Pudo ver el paso de los años y su significado, ya que el tiempo lo hacía cambiar. Pudo ver al vampiro que amaba, caminando de su mano en la playa. En el más infinitesimal fragmento de ese segundo, vi las cabezas inclinadas de dos niños pequeños, de pelo negro, huyendo de Edward en el bosque que le era tan familiar. Cuando desaparecieron, se llevaron el resto de la visión con ellos.

Y entonces, con absoluta nitidez, sintió cómo se rasgaba esa pequeña parte de él a lo largo de una fisura en su corazón y se desprendía del todo.

Los labios de Edward todavía estaban donde antes habían estado los suyos. Abría los ojos y lo estaba mirando, maravillado con cada detalle.

 

 

 

-          Tengo que irme — susurró.

-          No — dijo Jacob de manera tajante

 

 

 

Sonrió, satisfecho por su respuesta.

 

 

 

-          No tardaré mucho — prometió  —, pero una cosa primero... y se acercó para besarlo de nuevo y ya no había motivo para resistirse. ¿Qué sentido tenía?

 

 

 

Esta vez fue diferente. Las manos de Jacob se deslizaron con suavidad por su rostro y sus labios cálidos fueron suaves, inesperadamente indecisos. Duró poco, y fue dulce, muy dulce. Sus brazos se cerraron al alrededor de la cintura de Edward y lo abrazó con seguridad mientras le murmuraba al oído.

 

 

 

-          Éste debería haber sido nuestro primer beso — dijo Edward mientras Jacob le acariciaba la mejilla

-          Mejor tarde que nunca — le dijo el lobo

 

 

 

Contra su pecho, donde él no podía verlo, Edward deseo que sus lágrimas brotaran y se derramaran por sus mejillas. En ese momento justo, Seth aulló de forma estridente fuera de la tienda.

 

 

 

-          ¿Qué pasa? — dijo Bella mirando hacia todos lados — ¿es ella?

 

 

 

En el bosque, Jacob se negaba a soltar al vampiro que tenía entre sus brazos. Ambos tenían las frentes apoyadas en las del otro y con los ojos cerrados

 

 

 

-          Regresa a la tienda — dijo Jacob suavemente

-          Te amo — dijo Edward suavemente  —, Te recordare tu promesa — y lo soltó para correr en hacia el campo de batalla

-          Edward, no… — grito Jacob e iba correr tras él

-          Jacob — dijo Bella mientras este miraba, impotente, hacia donde el vampiro se había ido — ¿Dónde está Edward?

-          Quédate aquí — dijo el moreno — con intención de correr tas su imprimación

-          Jacob, no vayas — dijo Bella abrazándose a él — no soportaría perderlos a los dos

 

 

 

En el claro, los neófitos habían llegado al final de la pista, y todo funcionaba como si fuera resultado de un encantamiento, Jasper era un genio. También había captado el rastro de los neófitos que estaban en el prado, así que se estaban dividiendo en dos grupos, como había predicho Alice

Sam convoco a los lobos para encabezar la partida de la emboscada. El primer grupo estaba en el claro. Se podía escuchar la pelea a distancia. Emmett se lo estaba pasando genial, parecía un niño al que le habían dado acceso irrestricto a un parque de diversión.

 

 

 

Dos neófitos se separaron del resto. Se suponía que debían asegurarse de que Bella no escapases. Uno de los neófitos había descubierto el olor de Jacob y Bella, por lo que Lea lo derribo antes de que ni siquiera pudiera volverse. Sam le ayudo a deshacerse de él. Paul y Jacob agarraron a otro, pero los demás se habían puesto a la defensiva. Los neófitos no tenían ni idea de qué hacer con el bando de los lobos. Ambos grupos estaban dispuestos a todo.

Tanto los lobos como los Cullen rodearon a los neófitos

 

 

 

En el campamento, el ritmo acelerado de la respiración de Seth se cortó mientras Jacob se ponía en alerta. Tan rápido ocurrió que nadie supo con toda exactitud cuándo fue. De pronto Jacob se puso en pie y la tienda cayó hecha jirones alrededor. Bella miro hacia todos lados ¿Eran ellos que lo habían hecho? ¿Por qué?

 

Bella gruño, aturdida bajo la brillante luz del sol. Seth era todo lo que podía ver, justo a su lado, con su rostro sólo a veinte centímetros del de Jacob. Se miraron el uno al otro con concentración absoluta durante un segundo que se le hizo eterno.

 

 

 

Y entonces, Jacob entro en fase y aulló, Seth corrió para desaparecer entre las sombras del bosque. Habían pasado dos segundos completos, pero habían parecido horas. Bella se sintió aterrorizada hasta el punto de las náuseas por la certeza de que la cosa se había torcido en el claro y había ocurrido algo horrible. Abría la boca para pedirle a Jacob que la llevara allí y que lo hiciera ya. Ellos los necesitaban, a ambos. Si tenía que sangrar para salvarlos, lo haría. Moriría por ello, como la tercera esposa de la leyenda de los Quileute. No tenía ninguna daga de plata en sus manos, pero seguro que encontraría una forma...

Pero antes de que pudiera decir ni una sílaba, Bella sintió como si le hubiesen sacado el aire del cuerpo de un solo golpe. Los pelos del lomo de Jacob se erizaron completamente. Se encontraba de pronto con la espalda aplastada contra la escarpada falda del acantilado. Jacob se puso delante de él en una postura que conocía muy bien.

El alivio le recorrió la mente al mismo tiempo que el estómago se le hundía hasta las plantas de los pies.

 

 

 

Lo había malinterpretado. Alivio. No había sucedido nada malo en el claro. Horror. La crisis estaba teniendo lugar allí.

Tanto Jacob como Seth adoptaron una posición defensiva, medio agachado, con los brazos adelantados ligeramente, una pose que le trajo un recuerdo tan duro a Bella que se sintió mareada. La roca a su espalda igual hubiera podido ser aquella antigua pared de ladrillo de un callejón italiano, donde Edward se había interpuesto entre los guerreros Vulturis, cubiertos con sus mantos negros, y ella. En ese instante, algo iba por ellos.

 

 

 

-          ¿Quién es? — murmuré.

 

 

 

El gruñido salió entre sus dientes con un rugido más alto de lo que Bella esperaba. Demasiado alto. Eso quería decir que ya no había posibilidad alguna de esconderse. Estaban atrapados y daba igual quién escuchara su respuesta. Bella sabía la respuesta. Victoria. Y no estaba sola. Nunca había tenido intención de participar en la lucha, pero seguía a los neófitos para observar. Cuando percibió el olor de Bella, tomó la decisión de seguirlo por pura intuición. Bella siempre había tenido razón, detrás de todo esto siempre estuvo ella y nadie más que ella.

La chica se sintió aliviada otra vez. Si hubieran sido los Vulturis, ambos estarían muertos. Pero con Victoria, no tenían que ser los dos. Jacob podría sobrevivir a eso. Era un buen luchador. Si Victoria no traía a otros consigo, podría abrirse camino hasta volver con su familia. Jacob era más rápido que ninguno. Sería capaz de hacerlo.

 

 

 

A Bella le alegro mucho que Jacob le hubiera dicho a Seth que se marcharse, pero ahora, no había nadie a quien el lobo pudiera acudir en busca de ayuda. Victoria había sincronizado perfectamente su actuación. Al menos, Seth estaba a salvo; no imaginaba al enorme lobo de color arena cuando pensaba en él: sólo veía al desgarbado chico de quince años.

 

 

 

El cuerpo de Jacob movió, de forma infinitesimal, pero le permitió saber hacia dónde mirar. Observo las sombras oscuras del bosque. Era como si sus pesadillas caminaran a su encuentro con la idea de saludarla.

Dos vampiros se deslizaron con lentitud dentro de la pequeña abertura de su campamento, con los ojos atentos, sin perder nada de vista. Brillaban como diamantes bajo el sol. Bella penas pudo echar una ojeada al chico rubio; porque sí, era sólo un chico, a pesar de su altura y su musculatura, y quizá tenía su edad cuando lo convirtieron. Sus ojos, del color rojo más intenso que había visto nunca, no retuvieron su atención, y pese a ser el que estaba más cerca de Jacob, y el peligro más cercano, casi no lo vieron...

... porque a pocos metros y algo más atrás, Victoria clavó su mirada en ella.

 

 

 

Su pelo de color anaranjado era más brillante de lo que recordaba, parecido a una llama. No había viento, pero el fuego alrededor de su rostro parecía hacerle titilar un poco, como si estuviera vivo.

Tenía los ojos negros por la sed. No sonreía, como siempre había hecho en sus pesadillas, sino que apretaba los labios en una línea tensa. Había una sorprendente cualidad felina en el modo en que acuclillaba el cuerpo, como una leona a la espera de la oportunidad para atacar. Su mirada salvaje e inquieta fluctuaba entre Jacob y Bella, pero nunca descansaba en él más de medio segundo. No podía apartar sus ojos del rostro de Bella más de lo que la vampira podía apartar la chica.

 

 

 

Emanaba tensión de un modo que parecía casi visible en el aire. Podía sentir el deseo, la pasión arrolladora que la tenía bien aferrada en sus garras. Supo lo que estaba pensando, casi como si la propia Bella pudiera oír también sus pensamientos.

Estaba tan cerca de lo que quería. El centro de toda su existencia durante más de un año, ahora estaba tan cerca... La muerte de Bella Swan.

 

 

 

Su plan era tan obvio como práctico. El chico rubio y grande atacaría a Jacob, y ella la liquidaría tan pronto como Jacob estuviera suficientemente distraído. Sería rápido, porque no le quedaba mucho tiempo para juegos, pero también definitivo. Algo de lo que no sería posible recobrarse. Algo que ni siquiera la ponzoña de un vampiro podría reparar.

Victoria tendría que detener el corazón de Bella. Quizá lanzando una mano contra su pecho, hasta aplastarlo. O cualquier otra cosa parecida.

 

 

 

El corazón latió con furia, ruidosamente, como si quisiera ofrecer un objetivo más obvio.

 

 

 

A una inmensa distancia, lejos, más allá del bosque oscuro, el aullido de un lobo hizo eco en el aire sereno. Como Seth, se había ido y Jacob estaba totalmente concentrado, no había forma que ella interpretara el sonido.

El chico rubio miró a Victoria por el rabillo del ojo, esperando una orden.

Era joven en más de un sentido. Bella lo supo porque el brillante iris escarlata no duraba mucho tiempo en un vampiro, y esto quería decir que sería muy fuerte, pero poco hábil en las artes de la pelea. Jacob sabría cómo deshacerse de él. Y sobreviviría.

Victoria proyectó su barbilla hacia Jacob, ordenando al chico, sin palabras, que atacara.

Sin embargo Riley, el neófito, rubio se quedó helado, con los ojos dilatados por la sorpresa. Sabía que Victoria le estaba mintiendo. Tal como le había mentido a los otros que en ese momento estaban muriendo en el claro. Riley ya sabía que ella los había engañado, porque lo había utilizado para ello, ya que ninguno de ellos iría a socorrerlos al claro. ¿Es tan difícil creer que su falsedad también lo alcance a él? pero la amaba

 

 

 

La confusión se expandió por el rostro de Riley. Jacob se movió unos cuantos centímetros hacia un lado y Riley compensó el movimiento de modo automático ajustando de nuevo su posición. Ella no lo quería. Nunca lo había amado. Pero Riley si la amaba. Victoria solo amó una vez a alguien que se llamaba James, y él no era más que un instrumento para ella.

Riley lanzó una mirada frenética en su dirección, pero volvió a concentrarse en Jacob de forma instintiva. Victoria sabia el lobo lo mataría. Quería su muerte, para no tener que mantener más su fachada. Lo veía. Ya lo había notado en la renuencia en sus ojos, sospechaba de esa nota falsa que se percibe en sus promesas. Lo sabía. Ella nunca lo había querido. Todos los besos y todas las caricias no eran más que mentiras.

 

 

 

Jacob trasladó su peso de nuevo unos cuantos centímetros más hacia el muchacho y se apartó otros tantos de Bella. La mirada de Victoria se ajustó al espacio que se había abierto entre ellos. No le llevaría más de un segundo matar a la chica, y sólo necesitaba el más pequeño atisbo de oportunidad para hacerlo. Riley volvió a cambiar su posición esta vez con más lentitud.

 

 

 

Jacob deslizó un pie hacia delante y hacia un lado. Ahora había medio metro entre él y Bella. Riley se retrasó algo más de lo necesario para compensar el avance de Jacob. Victoria se inclinó hacia delante, sobre sus talones. Riley sabía que esa era su última oportunidad.

El rostro del joven vampiro mostraba verdadera desesperación mientras escrutaba a Victoria en busca de respuestas.

 

 

 

El salvaje gruñido gatuno que salió de Victoria parecía el más idóneo para su figura. Riley apretó la mandíbula y cuadró los hombros. Sus ojos se vaciaron de todo tipo de confusión o de sospecha y de cualquier otra clase de pensamiento. Se tensó para atacar.

El cuerpo de Victoria parecía temblar de tan agazapada como estaba. Sus manos se habían convertido en garras a la espera de que el lobo se separara sólo un centímetro más de la chica.

El gruñido no procedió de ninguno de ellos.

Una forma similar a la de un mamut de color tostado cayó sobre el centro del claro, arrojando al suelo a Riley.

 

 

 

-          ¡No! — gritó Victoria, contrariada, con su voz de bebé aguda por la incredulidad.

 

 

 


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