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Juntos por Liss83

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Seth salía de su casa cuando vio cuando Jacob trajo nuevamente a Bill a la reserva. Algo andaba mal y no creía que fuese únicamente la enfermedad de Edward. Intento hablar con él pero su amigo fingió no escucharlo.

 

 

 

-          Perdón Billy — susurro para sus adentros y entro a la garaje — pero solo serán un par de horas

 

 

 

Empujo la moto fuera del garaje y se encamino hacia la parte de atrás de la casa. Iba a ir más despacio en moto que a pie, pero resultaba más discreto. Se preguntó cuánto tiempo iba a necesitar Billy para impulsarse hasta la tienda y telefonear a alguien capaz de darle un recado a Sam. Apostó a que éste seguiría todavía con su forma lobuna. El problema podría plantearse si Paul regresaba a casa de Billy antes de tiempo. Él era capaz de transformarse en cuestión de un segundo e informar a Sam de lo sucedido...

 

 

 

No iba a darle importancia. Iría lo más rápido posible y ya haría frente a ese problema cuando no le quedara otro remedio, si le daban alcance. La moto cobró vida en cuanto dio una patada al pedal y descendió la vereda embarrada sin mirar atrás cuando pasó delante de la casa.

Los automóviles de los turistas atestaban la autovía. Una sucesión de adelantamientos por ambos lados del carril le permitió pasar a los vehículos, y le granjeó una buena serenata de bocinas y el saludo de unos cuantos dedos corazones. Enfiló hacia la 101 a setenta por hora sin molestarse en mirar a los lados y tuvo que inclinarme hasta la línea de equilibrio para evitar la embestida de una pequeña furgoneta. No es que eso lo hubiera matado, pero sí lo hubiera demorado, pues los huesos tardaban días en soldarse del todo, al menos los grandes, como bien lo sabía.

 

 

 

El tráfico era algo más fluido en la autovía, de modo que subió a ochenta. Seth no tocó el freno hasta hallarse cerca del estrecho camino de entrada. Supuso que para entonces ya estaría a salvo. Sam no iba a venir tan lejos para detenerlo. Era demasiado tarde.

Redujo a veinte y avanzo haciendo eses entre los árboles con más cuidado del necesario. Iban a oírlo llegar, lo sabía. Quizá ya lo hubieran hecho, pero pensaba que las cosas podían salir bien, ya que lo único que quería era ver a sus amigos. Por eso, se limitó a caminar hasta la entrada de la casa.

 

 

 

El paseo desembocó en un prado, donde recibió en pleno rostro el impacto de un hedor a putrefacción similar al de tomates podridos. Puaj. ¿Cómo Jacob podía besar eso? El amor.

No estaba muy seguro de qué esperar, pero no había indicio alguno de vida en torno a la gran cripta blanca. Por supuesto, todos estaban al tanto de su presencia en el lugar.

 

 

 

Apago el motor y aguzo el oído en el silencio. Percibió una nota de tensión y enfado en los murmullos que se levantaron al otro lado de la entrada. Había alguien en la casa. Sonrió al oír su nombre

Respiro hondo y apuró una bocanada de aire puro, sabedor de que dentro iba a ser peor, y se plantó en las escaleras del porche de un brinco. El doctor abrió la puerta sin darle ocasión de que llamara, y permaneció en el umbral, mirándole con gesto grave.

 

 

 

-          Hola, Seth — saludó con más calma de la que había esperado  —. ¿Cómo estás?

 

 

 

Tomó algo de aliento por la boca, ya que por la abertura de la puerta entreabierta se filtraba una pestilencia abrumadora. El recibimiento de Carlisle no le dio buena espina.

 

 

 

-          No quisiera molestar — dijo el chico — pero…

-          Esto, Seth, éste no es el mejor momento, de verdad — el medico parecía incómodo también, pero no del modo que era de prever  —. ¿Podemos encargarnos de esto más tarde?

-          Solo quiero hablar con Jacob — dijo Seth — es urgente

-          Jacob… ira… — dijo Carlisle

-          ¿Dónde está Edward? — dijo Bella Swan saliendo de entre los arboles

-          ¡Bella! — dijeron ambos hombres al unísono

-          Bella, le explicaba a Seth no es buen momento — dijo el medico

-          Dije que quiero ver a Edward — siseo lo chica

-          ¿Quién te crees para…? — dijo Jacob en un tono peligroso

-          Jacob contrólate — advirtió Seth

 

 

 

Entonces, se escuchó la voz quebrada y áspera de Edwards y Bella ya no fui capaz de pensar en nada más.

 

 

 

-          ¿Por qué no? — preguntó el vampiro a alguien  —. ¿También vamos a tener secretos con Bella y Seth? ¿Qué sentido tiene?

 

 

 

La voz del vampiro no sonaba tal y como ninguno esperaba. Tanto Seth como Bella intentaron recordar las voces de los vampiros con quienes había convivido los últimos meses, pero sus recuerdos se limitaban a simples gañidos.

 

 

 

Los ojos entornados de Carlisle se tensaron.

 

 

 

-          Entren, por favor — pidió Edward.

-          Cariño — dijo Jacob y en sus voz se notaba el pesar

-          Por favor — suplico el vampiro y Bella entrecerró los ojos.

-          Disculpa Carlisle — dijo Bella mientras le sorteaba para entrar.

 

 

 

Entraron con precaución y recorrieron la estancia con la mirada. Bella no la reconocía. La última vez que había estado allí era el escenario de una fiesta. Ahora todo era de un blanco apagado, lo cual incluía al grupo de seis vampiros que se agrupaban en torno al sofá blanco.

 

 

 

Allí estaban todos juntos, pero no fue eso lo que le heló la sangre en las venas e hizo que abriera la mandíbula hasta tocar el suelo.

Era Jacob, él y la expresión de su rostro.

Bella lo había visto enfadado y también arrogante, y en muchas ocasiones con el semblante transido de dolor, pero aquellas facciones estaban más allá de la agonía. El hombre estaba medio desquiciado. Ni siquiera alzó los ojos para mirarla. Mantenía fija la mirada en el sofá contiguo con una expresión que hacía creer que alguien le había prendido fuego y no apartaba las manos engarfiadas del asiento.

 

 

 

Bella ni siquiera tuvo ocasión de saborear su angustia, pues sólo había una cosa capaz de ponerle en semejante estado, por lo que siguió la dirección de su mirada. Seth lo vio en cuanto percibió su efluvio. Un nítido y claro efluvio de vampiro pero había algo más, algo casi animal.

Edward se hallaba semiculto tras el brazo del sofá, aovillado de forma flácida, en posición fetal. Durante un segundo, Bella únicamente fue capaz de ver que él seguía siendo el hombre que amaba: la piel mantenía ese brillo suave y duro como el mármol. Las pupilas de los ojos conservaban el color dorado. El corazón empezó a latirle de un modo extraño y desacompasado, hasta el punto de preguntarse si no estaría viviendo algún sueño falaz del que estaba a punto de despertar.

Entonces lo observó de verdad.

 

 

 

Tenía grandes… ¿ojeras debajo de unos ojos saltones a causa de lo chupado del rostro? ¿Estaba más delgado? ¿Acaso los vampiros no se congelaban en el tiempo? La piel parecía tirante, como si los pómulos fueran a rasgarla de un momento a otro. Su pelo castaño estaba pegado a la frente. El ademán desmayado de los dedos y las muñecas le confería un aspecto tan frágil que daba miedo.

Estaba enfermo. Muy enfermo. ¿Pero cómo?

 

 

 

Rosalie se inclinó sobre él para impedir que lo viera de un modo protector que se le antojó extraño a Bella.

Eso era un despropósito. Bella no leía mentes pero conocía al dedillo lo que Edward pensaba respecto a casi todo. Sus pensamientos eran de lo más obvio, tenía la impresión de que los llevaba escrito en la frente, por eso resultaba innecesario que él le contara todos los detalles de una situación para que entendiera todo. Sabía que a él no le caía bien Rosalie

 

 

 

Cuando alzó la vista hacia Rosalie, no había rastro alguno de molestia en Edward. Parecía pedir disculpas con la expresión, o algo parecido. Entonces, la vampira rubia tomó una palangana del suelo y la sostuvo a la altura del pecho de Edward justo a tiempo de que pudiera vomitar en ella de forma escandalosa.

Jacob se postró al lado del enfermo con un brillo atormentado en la mirada. Rosalie extendió un brazo para obligarle a retroceder. Nada de aquello tenía sentido. Edward le dirigió una débil sonrisa cuando al fin logró alzar la mano. Parecía un poco avergonzado.

 

 

 

-          Lamento todo esto — admitió con un hilo de voz.

 

 

 

Jacob profirió un quejido realmente bajo mientras mantenía la cabeza hundida sobre las rodillas de Edward. Él puso una mano sobre la mejilla del moreno como si le estuviera consolando.

Bella no comprendía que las piernas habían obrado por voluntad propia y se había adelantado hasta que Rosalie soltó un siseo y se interpuso entre el sofá y la recién llegada. Parecía un personaje de la tele. Daba igual que estuviera allí. No parecía real.

 

 

 

-          No, Rose, no — susurró Edward  —. Está bien.

 

 

 

La rubita se apartó del camino de Bella, aunque notó lo mucho que le reventaba la concesión. Rosalie la miro mal mientras se acuclillaba junto a la cabeza de Edward, con todos los músculos preparados para saltar. Ignorarla olímpicamente le fue fácil para la chica.

 

 

 

-          ¿Qué te pasa, Edward? — murmuro. Sin darse cuenta, casi sin pensarlo, ella también se había arrodillado y estaba inclinada sobre el respaldo del sofá, enfrente de su... esposo, su ex mejor amigo. Él no pareció percatarse de su presencia y Bella apenas le dedico una mirada. Alargo las manos para tomar la mano libre de Edward. Estaba helada. Más helada que de costumbre  —. ¿Estás bien? — Era una pregunta estúpida, y no la contestó

-          Me alegra que hayas venido a verme hoy, Bella — dijo Edward sonriendo — tenemos que hablar. Te debo…

-          Tú no me debes nada — susurro ella

 

 

 

Edward se agitó bajo la manta que la cubría y acarició la mejilla de su marido.

 

 

 

-          ¿Qué te ocurre, Edward? — insistió mientras entrelazaba sus dedos fríos y frágiles entre los suyos.

 

 

 

El vampiro miró a su alrededor en lugar de responderle. Daba la impresión de buscar algo con la mirada, donde se entremezclaban una súplica y un aviso. Cinco pares de ojos dorados y uno negro lo contemplaron fijamente. Al final, él se volvió hacia Rosalie.

                   

 

 

-          ¿Me ayudas a levantarme, Rose? — pidió. La interpelada frunció los labios, dejando los colmillos al descubierto, y fulminó a la humana con la mirada, como si quisiera rajarle la garganta. Estaba segura de que ése era su propósito  —. Por favor, Rose.

 

 

 

La rubia le dedicó un mohín de desprecio, pero volvió a inclinarse sobre él, cerca de Jacob, que no se movió ni un centímetro. Puso su brazo con cuidado debajo de los hombros de Edward.

 

 

 

-          No, no lo levantes... — susurró. Parecía tan débil.

-          Estoy respondiendo a tu pregunta — le espetó con un tono de voz más similar al modo en que solía dirigirse a él.

 

 

 

Rosalie retiró la manta del sofá. Jacob se quedó dónde estaba, aunque su cabeza fue resbalando hasta hundirse entre los almohadones. El cobertor cayó al suelo a los pies de Edward.

 

 

 

Bella no podía cerrar la boca. Edward tenía el vientre abultado y el torso se le había redondeado de un modo anómalo y enfermizo. Se remarcaba sobre la sudadera de color gris gastado que estaba muy ancha a la altura de brazos y hombros. El resto de la anatomía del enfermo parecía lo más chupado, daba la impresión de que el abombamiento hubiera crecido gracias a la sustancia que le había extraído a él. Bella necesitó unos momentos antes de comprender en qué parte se había producido la deformidad. No se percató hasta que lo vio recorrer los brazos alrededor del vientre hinchado con toda ternura. Arriba y abajo. Como si lo estuviera acunando.

Entonces se dio cuenta, pero seguía sin dar crédito a sus ojos. Lo había visto hacía un mes exacto. No había forma de que él pudiera estar embarazado, no tanto, no de ese modo. ¡Y menos siendo un hombre vampiro!

Pero lo estaba.

 

 

 

Bella no quiso darle vueltas al asunto. No deseaba imaginar a Jacob dentro de él. No le apetecía saber que alguien quien había sido tan importante en su vida había echado raíces en el cuerpo que ella amaba con todas sus fuerzas. Notó una arcada y tuvo que tragar saliva y hacer un esfuerzo para no vomitar.

Pero era peor que eso, oh, sí, mucho peor. El cuerpo desmadejado y ese rostro reducido a piel y huesos la hicieron suponer que él tenía ese aspecto tan desmejorado y en estado de gestación tan avanzado porque, fuera lo que fuera lo que tuviera en su vientre, le estaba sorbiendo la vida para alimentarse.

Seth estaba pensando lo mismo

 

 

 

Edward ladeó la cabeza hacia arriba en cuanto leyó esas palabras en mi mente.

 

 

 

-          Sal fuera, Seth — gruñó.

 

 

 

Hacía un segundo, los dos estaban de rodillas y al siguiente Edward gruñía. Sus ojos eran intensamente negros y los círculos de las ojeras, cárdenos. Jacob se puso en pie y le miró. Él era la razón de su presencia.

 

 

 

-          Perdón — susurro el pequeño lobo

-          Eres un maldito bastardo — gruño Bella

 

 

 

Emmett, avanzó hasta ponerse a un lado de Jacob mientras Jasper, se posicionaba justo detrás de él. Le importó un comino a Bella. Quizá su padre encontrara sus restos cuando la hubieran despedazado. Quizá no. Eso era irrelevante.

Llego a ver a los otros dos miembros de la familia situados detrás durante una mínima fracción de segundo. Esme y Alice. Menudas y tranquillas como siempre.

 

 

 

-          No — pidió Edward, entre jadeos, mientras se lanzaba hacia delante, tambaleándose, para tomar del brazo a Jacob — Jacob — Rosalie se movió con ella como si estuvieran encadenados.

-          Voy a hablar con ellos, sólo eso — contestó Jacob en voz baja, dirigiéndose únicamente a él. Alzó una mano para tocarle el rostro y acariciarlo. Bella enfureció al contemplar ese gesto y lo vio todo rojo, todo en llamas. ¡Cómo podía permitirse tocarlo de esa manera después de todo lo que le había hecho!  —. Nada de esfuerzos — continuó con tono de súplica  —. Descansa, por favor. Los tres estaremos de vuelta en cuestión de unos minutos.

 

 

 

El vampiro estudió el rostro de su esposo tratando de averiguar sus intenciones. Se había prometido a sí mismo a no leerle la mente. Asintió y se dejó caer sobre el sofá. Rosalie le ayudó a colocarse sobre los cojines.

El silencio reinaba en el camino a la entrada de la casa

 

 

 

-          Sé que merezco que me mates, Bella, pero todavía no estoy listo — susurró mientras se alejaba de la casa a paso vivo  —. Deberás tener algo de paciencia.

 

 

 

Como si a ella le importaran algo sus problemas de agenda. Seth soltó un gruñido bajo.

 

 

 

-          La paciencia ya no es lo mío.

 

 

 

Prosiguieron andando unos doscientos metros más por el camino en dirección opuesta a la casa, Seth y Bella le pisaban los talones. Ardía por dentro y los dedos le temblaban. El lobo menor estaba al límite, listo y a la espera.

Jacob se detuvo sin previo aviso y giró sobre sí mismo para plantarles cara. Su expresión volvió a dejarlos helado.

Durante un instante Bella y Seth no fueron más que un par de mocosos, unos mocosos que no habían salido de un pueblo minúsculo en toda su vida. Sólo unos niños. Seth lo supo porque iba a tener que vivir mucho y sufrir más para comprender la lacerante agonía que había en los ojos de Jacob.

 

 

 

Alzó una mano para secarse el sudor de la frente, luego sus dedos se hundieron en su rostro y, durante un instante, dio la impresión de que iban a arrancarse la piel. Un fuego iluminaba sus ojos desorbitados que parecían ver cosas que no estaban allí. Tenía la boca entreabierta, como si fuera a gritar, pero no profirió sonido alguno.

Era el semblante propio de un hombre consumido por el sufrimiento.

 

 

 

Fueron incapaces de articular palabra durante unos segundos. Ese semblante era demasiado real. Lo habían atisbado dentro de la casa, lo habían visto en los ojos de Edward y también en los de Jacob, pero aquello era la confirmación. El último clavo en el ataúd de Edward.

 

 

 

-          El feto lo está matando, ¿no es así? — pregunto Bella — Se está muriendo.

 

 

 

Cuando pronunció esas palabras, supo que su rostro era una versión levemente atenuada del suyo. Atenuada y desemejante, porque todavía estaba conmocionada. Todo estaba ocurriendo muy deprisa y sus cabezas aún no lo habían asimilado. La suya sí. Era diferente porque Bella lo había perdido ya muchas veces y de formas muy distintas en su fuero interno, y también porque entendió que no podía perder lo que nunca me había pertenecido.

Y distinto porque no era culpa suya.

 

 

 

-          La culpa es mía — susurró Jacob.

 

 

 

Sus rodillas cedieron y se vino abajo, quedando delante de ellos, en un estado de completa vulnerabilidad. Resultaba difícil concebir un objetivo más sencillo...

... pero ahora por fin se sentía fría como la nieve: ya no se sentía viva.

 

 

 

-          Sí — gimió con la vista puesta en la tierra, como si se lo estuviera confesando al suelo  —. Sí, la criatura lo está matando.

-          ¿Como? — susurro Bella

-          La imprimación

-          ¿Y por qué no hace algo Carlisle? — gritó la chica  —. Es médico, ¿no? ¡Pues que se lo saque! — Entonces, alzó la vista.

-          Él no lo permite — contestó con voz cansada y la misma desgana del maestro que le explica por décima vez lo mismo a un niño de guardería.

 

 

 

Bella y Seth necesitaron un minuto largo para digerir aquello. ¡Dios!, sacrificarse y morir por el engendro del monstruo. ¡Muy propio de Edward!

 

 

 

-          Lo conoces bien — susurró  —. ¡Qué deprisa lo has visto...! Yo no me di cuenta, o al menos no a tiempo. Él no me lo contó durante el viaje de vuelta, para nada. Pensé que estaba asustado, lo cual era de lo más normal. Creí que se había enfadado conmigo, por obligarlo a pasar por todo aquello, por poner en peligro su vida. Nunca sospeché sus verdaderas intenciones ni el propósito que había adoptado. No hasta que nos reunimos con su familia en el aeropuerto y él se lanzó corriendo a los brazos de Rosalie, ¡de Rosalie! Fue entonces cuando lo comprendí, cuando vi... Y tú lo has comprendido al cabo de un segundo...

 

 

 

Jacob profirió lo que era en parte un suspiro y en parte un gemido.

 

 

 

-          Rebobinemos un momento, vuelve a eso de que no se lo «permite»... — dijo Seth  —. ¿Están locos? ¿No lo notaron? Él ya no tiene la fuerza normal de un vampiro. Basta con agarrarlo y drogarlo.

-          Ésa fue mi intención, y Carlisle hubiera estado dispuesto...

-          Rosalie — dijo Bella

-          Exacto, Rosalie, es que la guardaespaldas de Edward complica las cosas — dijo Jacob

-          ¿Pero cómo…?

-          La imprimación — dijo Seth — es para asegurar la siguiente camada de lobos

 

 

 

La historia de Jacob no había tenido ni pies ni cabeza hasta ese momento, pero ahora sí le cuadraba todo a Bella. Así que ése era el papel de Rosalie, pero ¿qué se le había perdido a ella en todo aquello? ¿Quería que Edward sufriera esa muerte por haberla depreciado?

 

 

 

-          ¿Qué ella gana con todo esto? — dijo Seth

-          No lo sé — contestó Jacob  —. Rosalie no ve esto de la misma manera.

-          Gana lo que más ha querido en la vida — dijo Bella  —. Un hijo

-          ¿Como? — dijeron ambos lobos

-          Si Edward muere el lobo de Jacob enloquecerá, y también… — dijo Bella

-          Ella se hará cargo del bebe — dijo Seth

-          Bueno, pues entonces se neutraliza primero a Rosalie. Todos juntos pueden. Metan a la fuerza la pieza que falta en el rompecabezas y háganse cargo de Edward.

-          Emmett y Esme lo apoyan. Emmett jamás nos dejaría tocarlo, y Carlisle no va a ayudarme si Esme se opone... — la frase de Jacob se desvaneció conforme la voz se iba consumiendo.

-          Debiste haberlo dejado conmigo — siseo Bella

-          No es momento para eso — gruño Seth

-          Ella tiene razón — dijo Jacob.

 

 

 

Aunque ya era un poquito tarde para eso. Quizá tendría que habérselo pensado antes de dejarlo embarazado de ese engendro devorador de vida.

 

 

 

 


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