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Mejor que la Venganza (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 1:

¡HOLA, CENICIENTA!

 

Cenicienta nunca pidió un príncipe. Ella pidió un vestido y una noche libre.

(Kiera Cass).

 

 

 

—Desde lo más hondo y sincero de mi corazón, te suplico que por esta vez me ayudes.

Eren, sintiendo la imperiosa necesidad de salir corriendo de su propio cuarto como alma que lleva el diablo —así como unos deseos casi irrefrenables de aprovechar la oportunidad de tener a Jean prácticamente postrado a sus pies para patearlo hasta la muerte—, tuvo que hacer acopio de toda su inteligencia y sentido común para intentar asimilar aquella situación absurda y encontrarle un sentido; sentido que se negaba a llegar en absoluto.

Aquel día era el último resquicio de lo que les restaba de las vacaciones de verano, él último día libre y sin preocupaciones que sus amigos y él tendrían antes de lo que sería el regreso a clases para su último año escolar, por lo cual habían acordado aprovecharlo lo mejor posible pasando aquella tarde juntos haciendo nada, como tantas otras veces. No obstante, Jean, como el idiota que siempre era, acabó arruinándolo todo al llegar a implorarles ayuda con ese plan demencial. Como si Eren no tuviese que soportar ya suficientes problemas y estrés por su propia cuenta al saber lo que, probablemente, le esperaría al día siguiente cuando las clases se reanudaran: enfrentarse, una vez más, a Historia y toda su ira.

Demonios.

—Lo siento mucho, pero me niego —soltó él tajante, cruzando los brazos sobre el pecho para intentar lucir por completo seguro e inamovible en su decisión.

Aun así, cuando los azules ojos de Armin lo miraron acusadores desde la silla del escritorio donde se encontraba sentado, de inmediato se sintió como el ser más horriblemente despreciable sobre la faz de la tierra.

—¿En verdad no vas a ayudar a Jean, Eren? —lo cuestionó su rubio amigo, reacomodándose las negras y cuadradas gafas sobre el puente de la corta y redondeada nariz—. Te lo está suplicando.

—Pues no —respondió con sinceridad, endureciendo con mucho esfuerzo su blando corazón y recordándose los muy, muy buenos motivos que tenía para su negativa—. No voy a vestirme como una chica solo para fingir ser novia de Jean. Además, en primer lugar, nadie en su sano juicio se creería jamás que soy una chica. ¡Por Dios, Armin, mírame!

—¡Pero Jean te necesita! —insistió este, señalando al otro chico, quien seguía postrado en el gris suelo enmoquetado, siendo solo una alfombra de negros vaqueros y camiseta, junto a un claro enredo de cortos cabellos castaños—. Los amigos están para ayudarse, Eren. Siempre.

—Entonces hazlo tú —masculló él, perdiendo su poca paciencia de golpe. Dejándose caer sentado sobre el revoltijo de verdes sábanas y colchas que era su cama deshecha, alzó sus castañas cejas y dijo al otro con cierta burla—: Entre los dos, creo que es obvio quien pasaría con mayor facilidad por una chica, ¿no, Armin?

—Y lo haría con gusto si no tuviera una pierna enyesada —replicó este sin caer en su infantil provocación, sonriendo amable y cruelmente—. Pero por tu culpa no podré hacerlo, ¿verdad, Eren?

Nada más acabó Armin de restregarle aquello en la cara, Eren se sintió aún peor de lo que ya lo hacía al ver la pierna izquierda de su amigo en aquel estado tan lamentable. Hacía cosa de cinco noches atrás, él había tenido la pésima idea, muy pésima idea, de convencer a sus amigos para que subiesen al tejado de su casa y vieran desde allí la lluvia de estrellas que Armin tanto había estado esperando ese verano; pero, con lo que ninguno de ellos contó, fue con el hecho de que sus planes acabaran torciéndose de la peor manera posible. Que su amigo solo tuviese una pierna rota luego de aquella caída tan peligrosa, era un verdadero milagro, y no solo en su opinión, sino que también en la de todos los adultos que lo habían regañado hasta el cansancio.

—Bueno, aun así, no lo haré —insistió él, deshilando con dedos nerviosos uno de los rasgados de sus deslavados vaqueros azules—. Además, te recuerdo que este bastardo se negó a ayudarme la última vez que le pedí que mintiera a mi madre para librarme del castigo. ¡Si nada más verla acabó confesándole que fui yo quien lanzó el balón y rompió la ventana de la casa del viejo Shadis!

—En mi defensa, diré que tu madre da mucho miedo, Eren; y me iba a descubrir sí o sí, contándole luego a la mía lo que había sucedido, y ella me da más miedo aún. —Sentándose con las largas piernas cruzadas en posición de loto, Jean se pasó ambas manos por el corto cabello castaño, dejándoselo casi en puntas—. Además, el castigo no fue tan malo, ¿no?

Tras oír aquella excusa ridícula, que inflamó todavía más su indignación, Eren contempló a este con verdes ojos retadores.

—¡No tan malo y una mierda, cara de caballo idiota! ¿Sabes lo que es tener que madrugar una semana entera para ayudar a poner orden en el ático de un anciano que no hace más que contarte historias aburridísimas sobre sus años en el ejército?

—Realmente, el coronel Shadis no es tan viejo, Eren. Tiene la edad de tu padre —le señaló Armin.

—¡Por eso mismo lo digo! —replicó él—. Pero da igual. La cosa es que Jean no merece que yo lo ayude.

—Eren… por favor —le dijo el aludido, contemplándolo suplicante con sus rasgados ojos castaños—. Te prometo que, si haces esto por mí, no volveré a pedirte un favor así en mucho, mucho tiempo. Armin será mi testigo.

—No —repitió, decidido a no dejarse ablandar por ese par de manipuladores emocionales que parecían más que dispuestos a hacerlo caer en su juego.

Tras unos instantes de silencio por parte de los tres, en los que Eren se dedicó a mirar con ojos desapasionados las blancas nubes que se apreciaban a través de la ventana junto a su cama, y las cuales formaban caprichosos dibujos sobre los libros y lápices que repletaban con desorden su pequeño escritorio de metal, oyó a Jean aclararse la garganta y decir:

—Pagaré todo lo que consumas en la cafetería de Hannes durante un mes completo… Sea lo que sea.

La muy, muy generosa oferta de su amigo, hizo que tanto Armin como él dejasen escapar una exclamación de asombro al oírla. Cada sábado, sagradamente, ellos tres, junto a Annie, solían pasarse las tardes en la cafetería de Hannes gastándose buena parte del dinero semanal mientras jugaban o hacían los deberes, por lo que tener la oportunidad de ahorrar durante un mes completo y aun así poder comer libremente, no era poca cosa. Aun así, todo dentro de Eren seguía gritándole que debía ser fuerte y decir que «no», porque el plan de Jean era terrible por donde se le mirase, pero era una tentación tan difícil de ignorar…

Finalmente, tomando su decisión, inspiró profundo y le dijo a este:

—Tres meses. Que sean tres meses y acepto, idiota.

La sonrisa de su amigo fue enorme y sincera ante su aceptación, tanto que, por un momento, él se sintió bastante culpable por estar condicionándole un favor de ese modo cuando eran amigos de toda la vida. No obstante, aquel instante de debilidad se esfumó en cuanto el bastardo de Jean agarró su mano y tiró de él, prácticamente sacándolo de la cama con toda la brusquedad posible para echárselo encima y abrazarlo por la cintura, pegando tanto su rostro al suyo que Eren fue capaz de ver con precisión los tonos más anaranjados y dorados de sus ojos castaños.

—Hecho, linda novia mía. Lo que tú desees.

El grito de dolor de este fue seguido por una exclamación de espanto por parte de Armin al ver como Jean se retorcía cual gusano sobre el enmoquetado piso luego que él le pegara un rodillazo en la entrepierna; rodillazo que Eren esperaba sirviera para que ese imbécil no pudiese reproducirse jamás en la vida.

Poniéndose de pie tras soltar algunas cuantas maldiciones, alisó sobre su pecho la negra camiseta de su banda favorita de rock y sonrió beatíficamente a sus dos mejores amigos:

—¿Y bien, chicos? ¿Por dónde comenzamos?

 

——o——

 

—Si no dejas de pestañear de una maldita vez, acabaré por sacarte un ojo, idiota. ¡Y no me haré responsable de ello!

Intentando no removerse más de lo necesario en la silla rosa ubicada frente al blanco tocador lleno de luces —pese a lo muy incómodo que se sentía—, Eren hizo caso a lo que Hitch acababa de ordenarle y apretó fuertemente sus manos unidas sobre su regazo, tanto que los nudillos comenzaron a dolerle a causa de los nervios, por lo que clavó su mirada en un punto ciego de la habitación para poder distraerse.

A pesar de que el cuarto de la chica en proporciones era bastante similar al suyo, con un armario empotrado junto a la puerta y una ventana que daba hacia el jardín lateral y la casa vecina, las similitudes entre ambos acababan allí. Mientras que él mismo se había encargado de pintar las paredes de su habitación de un verde intenso que se contraponía al apagado gris del escaso mobiliario que eran su cama, la mesilla de noche, el escritorio y sus estantes con libros, comics y videojuegos, la habitación de su vecina era toda de un blanco radiante que parecía dejar entrar la luz a raudales a través de la ventana cubierta por unas diáfanas cortinas de aire romántico. Tanta luz solar que, Eren estaba seguro, cualquier vampiro moriría de inmediato calcinado allí.

Una blanca cama con dosel rosa se ubicaba justo al centro, al lado de la delicada mesilla de noche a juego sobre la cual había un sinfín de adorables e infantiles adornos; no obstante, así como él había optado por la austeridad en pos del eterno desorden en sus dominios, el cuarto de Hitch estaba repleto de ordenadísimos estantes con maquillaje, productos de belleza variados, accesorios para el cabello y libros sobre estética y cosmetología, del mismo modo que también lo estaban su blanco escritorio y tocador, los cuales eran, a su vez, su sitio de estudio y estación de trabajo.

Al recordar cómo era que había acabado en manos de aquella tirana, Eren gimió por lo bajo, maldiciendo su debilidad.

Luego de haber aceptado aquel trato del demonio con Jean, condenándose, los tres habían decidido que el siguiente paso para convertirlo en una «novia» medianamente pasable para este, era pedir consejo a alguna chica de confianza que pudiera asesorarlos. Por supuesto, su primer pensamiento había sido para su prima Isabel, pero al no poder contactar con ella, Armin les acabó sugiriendo —con toda su timidez de bobo enamorado— que hablaran con Annie, quien no solo era su vecina, sino que también la única y mejor amiga que tenían desde que la habían conocido, cinco años atrás.

Tras contarle a esta sobre el estúpido plan que había ideado Jean para conseguir llamar por fin la atención de Mikasa, su amiga acabó accediendo a ayudarlos, pero no sin antes lanzarles una larga y celeste mirada que dejaba a las claras que pensaba que eran un trío de completos descerebrados, Armin incluido, pese a lo increíblemente inteligente que este siempre era. Aun así, como el concepto de moda femenina que su amiga tenía se limitaba al uniforme escolar y bálsamo labial en los meses de invierno, les sugirió que lo mejor sería pedir consejo y ayuda a su hermanastra dos años mayor, Hitch Dreyse, quien, al contrario que Annie, era toda una chica guapa y a la moda, teniendo incluso su propio canal de videos donde daba consejos de belleza y hacía tutoriales de maquillaje, peinados y cuidado facial.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó la hermanastra de Annie, abriendo tanto sus adormilados ojos verdes, que Eren estuvo a punto de caerse de la silla a causa del espanto.

—¿Qué pasa ahora? —inquirió preocupado.

Esta, apoyando las manos en sus caderas cubiertas por un blanco y estampado vestido corto de tirantes, dio un par de vueltas en torno suyo para observarlo con detenimiento, dibujando luego una enorme sonrisa en sus labios pintados de suave y brillante rosa.

—Es que no puedo dejar de admirarme de lo muy increíble que soy en esto. ¡Si hago magia! —le dijo su vecina, luciendo radiante al mirarlo—. Mírate, Eren, ¡si te he convertido en una chica muy guapa!

No sabiendo si debía o no sentirse feliz de ello, porque ser comparado con una «chica guapa» no era precisamente algo a lo que él aspirase en la vida, se contempló en el espejo como esta le había pedido, llevándose una sorpresa que casi lo dejó sin aliento.

De alguna manera asombrosa y absurda, Hitch se las había arreglado para que Eren se pareciese muchísimo, demasiado, a su propia madre, Carla; sobre todo cuando esta era más joven. Sus ojos verdes lucían enormes y atrayentes debido al delineado, las sombras y la máscara de pestañas, y su tono de piel moreno —por lo general demasiado bronceado debido a la cantidad de horas que se la pasaba fuera de casa con sus amigos—, parecía suavemente cálido y delicado gracias al maquillaje. Además, como él se había negado a cortarse el cabello desde antes de que acabasen las clases, el curso pasado, este le había crecido hasta llegar a su barbilla y cubrir parte de su cuello, lo que la chica aprovechó para plancharlo y volverlo una sedosa y brillante cortina color chocolate, la cual había apartado graciosamente de su rostro con unos pasadores llenos de pedrería floral, convirtiéndolo en alguien por completo irreconocible.

Aunque le doliese admitirlo, porque el maldito conejillo de indias era precisamente él, Eren debía reconocer que Hitch en verdad tenía mucho talento.

—Ahora, ponte esto —le dijo la muchacha, tomando de encima de su blanca y rosa cama un montón de prendas que dejó en sus brazos.

Al ver lo que estas eran, Eren la miró con espanto.

—¡No puedes pedirme que use esta cosa! —exclamó, enseñándole una blusa rosa pálido de manga larga y un sinfín de delicados volantes.

—No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando —rectificó esta con una dulce sonrisa que prometía tanto dolor y sufrimiento de no obedecerle, que él sintió auténtico miedo—. Me niego a que arruines mi precioso y perfecto trabajo yendo a esa falsa cita con Jean vestido como estás. Perdona que te lo diga, pero tu gusto en moda es horroroso, Eren.

—Pues Annie también se viste así —protestó él.

—Y por eso mismo te lo digo —replicó esta, soltando un bufido.

Al ver los ajustadísimos vaqueros celestes que eran parte del conjunto, Eren sintió como su corazón se destruía en mil fragmentos.

—Hitch, aunque me lo ordenes, no entraré en estos. ¡Es imposible!

—A mí me quedan enormes y tú estás muy delgado, así que sí lo harán, aunque algo justos tal vez; y puede que te queden un poco cortos ya que has crecido mucho este último año, pero lo solucionaré de alguna manera.

—No voy a ponérmelos —insistió él con obstinación—. ¿No tienes otra cosa que pueda usar?

—¿Prefieres una falda? Porque no tengo ningún problema en dejarte alguna de las mías. Aunque creo que no te sentirías muy a gusto pasando por una sesión de depilación exprés, ¿o sí?

Nada más imaginar la tortura que aquello sería, se apresuró a negar con un gesto. No obstante, su resignación se esfumó de golpe cuando contempló la delicada prenda de encaje rosa que tenía entre los dedos, y la cual dejó caer a causa de los nervios.

—¡¿Me has dejado un sujetador, Hitch?! ¡¿Es que has perdido la cabeza?!

Agachándose a recogerlo, la chica volvió a dejar este sobre la pila de ropa, suspirando de forma exagerada y nada feliz.

—Pues claro que sí, y no precisamente porque me agrade, pero en algún lugar tendremos que meterte el relleno, ¿no?

—No es necesario, gracias. Existen las chicas planas. Quiero ser una de ellas. ¡Soy feliz siendo una de ellas!

La colleja que Hitch le pegó lo pilló completamente por sorpresa, haciéndolo gruñir a causa del dolor.

—Bien por ti, Jaeger, pero lamentablemente fingirás ser la novia de Jean y tu competencia es Mikasa, que no es precisamente una tabla —le recordó esta, reacomodando con cuidado el pasador que acababa de soltarle con el golpe—. Si yo estuviese en el lugar de ella y te viese así, como mi contrincante, me reiría en tu cara.

Eren entrecerró los ojos con molestia ante aquella comparación absurda, pero Hitch solo acomodó tras su oreja un mechón de su corta melena castaña clara y le sonrió con burla. Ansiaba decirle a aquella insoportable que de seguro Mikasa jamás haría aquello, que no era tan mala como ella, pero al recordar que su conocimiento sobre las mujeres se limitaba a su madre, Isabel, Annie y la propia Hitch, prefirió quedarse callado.

—Eres una bruja cruel —masculló al ponerse de pie, dispuesto a dirigirse al cuarto de baño.

—Lo sé, y una fantástica, además —le dijo esta, comenzando a poner orden en el tocador—. Y ni se te ocurra pensar que esto me hace gracia, porque no es así. Pero todo sea por ayudar a Annie.

Sorprendido al oír aquello, Eren no pudo evitar emocionarse un poco al comprobar lo bien que ambas chicas se llevaban a pesar de no compartir lazo de sangre alguno.

—Realmente eres una buena hermana mayor, Hitch.

La aludida sonrió.

—Claro que lo soy. La mejor. Además, Annie aceptó ser mi modelo para los siguientes tres tutoriales de maquillaje a cambio de este favor —anunció muy contenta. Guiñándole coquetamente un ojo, le dijo—: Haré un trabajo fabuloso con ella, así que dile a tu amiguito el nerd, que se suscriba a mi canal. Le dará un infarto cuando vea lo que pienso hacer con mi hermanita.

Y mientras Eren se encaminaba hacia el cuarto de baño de la segunda planta para cambiarse, solo pudo pensar en que la vida, bastante injustamente, no era gratis para nadie.

 

——o——

 

Muerto de nervios como pocas veces en su vida, Eren bajó lo más silenciosamente que pudo las escaleras que llevaban hasta el recibidor, y se dirigió hacia la sala, deseando que la tierra se lo tragase muy, muy hondamente.

La casa de la familia Leonhart-Dreyse, al igual que la suya, contaba con una escalera de caracol que se alzaba desde el recibidor hasta el segundo piso, y un pequeño corredor lleno de fotografías familiares que marcaba el camino hacia la sala y el comedor que le seguía.

Nada más ingresar a la estancia siendo toda una sombra silenciosa, Eren se encontró con que sus tres amigos se hallaban sentados juntos en el sofá tapizado de azul y crema, el cual se ubicaba frente al amplio ventanal recibiendo toda la luz solar del jardín. Tan sumidos estaban estos en sus risas y pláticas, que ni siquiera se percataron de su presencia.

Armin, con el enyesado pie apoyado sobre la ovalada mesilla de madera, permitía con el rostro arrebolado que Annie garabateara con un rotulador sobre este, ante lo que Jean reía a carcajadas sin poder contenerse. Al notar que el concienzudo trabajo de la chica era una serie de calaveras y frases de canciones de rock, él no pudo más que sentir pena por su enamorado amigo.

Pese a que la tentación de huir de allí antes de que lo viesen era enorme, Eren carraspeó una vez para hacerse notar, intentando ignorar la caliente oleada de vergüenza que lo embargó mientras tomaba asiento en una de las butacas gemelas frente a los otros tres, quienes lo observaron boquiabiertos.

—¡Oh, por Dios! —exclamó Armin en primer lugar, bajando la pierna herida con tanta prisa, que una mueca de dolor arrugó su rostro aniñado cuando esta golpeó el suelo.

—Mierda, de verdad pareces una chica, Jaeger —señaló la rubia y pálida Annie, contemplándolo desapasionadamente con sus enormes ojos celestes y mordisqueando el rotulador que sostenía en la mano—. Eres igualito a tu madre.

Eren asintió una vez para darle la razón, volviéndose entonces a mirar a Jean, cuyos ojos y boca estaban muy abiertos, dándole un aire más idiota del habitual.

—Si dices la más mínima estupidez o te burlas de mí por esto, estás muerto, Kirstein. Muerto, y nuestro trato se romperá sin posibilidad de reparación.

—¡Por supuesto que no voy a decirte nada, bastardo! —protestó este, como siempre sulfuroso; sin embargo, en cuanto la mirada de ambos colisionó en un mudo enfrentamiento, un violento sonrojo inundó el alargado rostro caballuno de Jean, haciendo que él se sintiera muy incómodo sin saber por qué—. Además, creo que… no luces mal del todo.

De todas las posibles desgracias que podrían haberle ocurrido aquella horrible tarde, que Jean lo alabara por disfrazarse como una chica, fue lejos lo peor para Eren, tanto que sintió deseos de ponerse a vomitar. No obstante, la nueva, e inoportuna, llegada de Hitch, cambió por completo sus planes de escape.

—He revisado en todo mi armario y el de mi madre, pero temo que estas son las únicas que te valdrán —dijo la hermanastra de Annie, enseñándole un par de bonitas sandalias planas de color rosa, cuyos adornos florales e infinidad de delgadas tiras entrecruzadas las hacían parecer un verdadero martirio.

—No lo harán —insistió Eren una vez más, contemplando los diminutos zapatos que la chica sostenía y luego sus pies, que en ese momento le parecieron enormes.

—Lo harán y punto —replicó Hitch tajante, soltando un resoplido. Arrodillándose a sus pies, esta lo instó a quitarse sus negras deportivas para comenzar su lucha de ponerle las sandalias—. Quizá te aprieten un poco, o más que un poco, pero en menos de una hora Jean y tú estarán de regreso, por lo que tendrás que aguantarte. Solo cuídalas, ¿me has entendido? Estas sandalias son de mis favoritas por lo muy cómodas que son, y me han costado carísimas.

—Y en lo ajeno siempre cae la desgracia —apostilló Annie con voz de ultratumba. Sentada al lado de Armin, esta alisaba con aburrimiento su falda a cuadros roja y negra, la cual apenas cubría los rasgados de sus negras medias—. Además, es imposible que Mikasa se trague esta farsa. Y no porque Eren finja ser una chica, sino porque que jamás se creerá que Jean tenga una novia.

—¡¿Y por qué Mikasa no iba a creerlo, Leonhart?! —protestó Jean de inmediato, retando a su amiga con la mirada, a lo que esta solo le devolvió el mismo gesto con aburrimiento.

—Porque, ¿qué chica sería tan idiota como para querer salir contigo? —replicó Annie, encogiendo sus diminutos y delgados hombros.

—Annie —soltó Armin en un gemidito aterrado que la aludida ignoró, volviéndose luego hacia su amigo para sonreírle, tranquilizador—. Por favor no te enfades, Jean. Claro que hay chicas que estarían encantadas de salir contigo.

—¿Cómo cuáles? —preguntó Eren en verdad curioso, porque él también veía muy difícil que algo así sucediera.

—Como una muy desesperada, seguramente. Hay de todo en la viña del Señor —señaló Hitch, acabando por fin de atar las sandalias a sus pies y levantándose para admirar su trabajo—. Odio ser yo misma quien diga esto, pero ciertamente he hecho algo estupendo pese a lo muy poco que tenía como base para trabajar. Eres una de mis mejores creaciones, Eren.

—Gracias, supongo —respondió él, no estando del todo seguro de si la escasez de «material» de la que Hitch hablaba, era respecto al maquillaje y la vestimenta, o, principalmente, su persona. Temía que fuese esta última.

—Entonces, ¿me permites tomarte unas cuantas fotografías para subirlas luego a mis redes? —le preguntó esta, sacando ya su móvil para enfocarlo con él.

—¡No! —gritaron los cuatro al mismo tiempo, mirando a la chica con idénticas expresiones de pánico, confundiendo por completo a Hitch.

Debido a que Historia era una gran admiradora de la hermanastra de Annie, siendo de conocimiento público a nivel estudiantil que esta la seguía sagradamente en todas sus redes sociales, Hitch había ganado una altísima popularidad en la escuela privada a la que ellos asistían. Por ello, no sería extraño que más de alguno notase el enorme parecido de Eren con aquella desconocida «modelo», llegando más temprano que tarde a la conclusión de que eran la misma persona. Si ya el final del curso anterior había sido un suplicio para ellos cuatro solo por existir y respirar el mismo aire que la «reina», siendo casi expulsados por culpa de sus desacuerdos con esta, Eren no quería ni imaginar cómo podría resultar ese nuevo año escolar si Historia llegaba a creer que a él le gustaba travestirse. Simplemente estaría perdido.

Deseando acabar con aquel martirio de una buena vez —y no solo porque aquellas malditas sandalias lo estuviesen matando, pese a lo muy «cómodas» que Hitch había dicho que eran—, él se puso de pie y miró a su amigo.

—¿No crees que ya ha llegado el momento de que nos marchemos, cara de caballo? Pronto serán las seis y Mikasa llegará puntualmente al parque para su paseo diario. Me niego a haber pasado por toda esta mierda por nada.

La aceptación de Jean llegó en forma de un aturullado mascullar sin sentido alguno y un sonrojo ridículo, que crispó aún más sus nervios; así como también los buenos deseos de Armin y algo similar por parte de Annie, quien les recordó intentar ser convincentes. Sin embargo, lo que más inquieto dejó a Eren, fue la sonrisilla de suficiencia de Hitch al verlos marchar juntos hacia la puerta; un gesto que lo hizo pensar que ella acababa de descubrir un gran, gran secreto, y el cual se negaría a compartir con nadie más, hasta que la bomba estallase, claro.

Joder con ese día de mierda.

 

——o——

 

El parque que Jean y él tenían como objetivo, no quedaba demasiado lejos de la calle donde ambos vivían. Este era un recinto pequeño y bien cuidado, pensado sobre todo para el uso familiar, con una zona de juegos infantiles en las que ellos habían jugado incontables tardes hasta que se sintieron demasiado mayores para utilizarlos, y algunas canchas deportivas donde solían ir los días que estaban de ánimos y el calor del verano no sofocaba como el Infierno. No obstante, esa tarde en particular, se dirigieron hacia uno de los sectores más apartados del lugar, un lindo rinconcito lleno de macizos de flores y árboles ornamentales que daban su sombra a quienes iban a sentarse en las bancas bajo ellos, arrullados por el ligero sonido del pequeño riachuelo que corría bajo el diminuto y rojo puente que lo cruzaba, y el inagotable trinar de los pajarillos que por allí rondaban.

A finales del curso anterior, luego de que la vida escolar de ellos cuatro se hubiese vuelto insoportable debido al «incidente», Eren y sus amigos decidieron pasar buena parte de sus tardes escondidos allí, sabiendo que Historia jamás en su vida pondría un pie en aquel sitio, y no solo porque no estaba de moda ni era popular, sino porque, principalmente, se hallaba situado en la otra punta de Shiganshina, muy lejos de donde ella y su grupo de seguidores vivían. Sin embargo, para desgracia de todos ellos, sus tardes de ocio refugiados bajo la pérgola mientras jugaban videojuegos y comían chucherías acabaron en cuanto Jean descubrió que Mikasa Ackerman, la chica que se había trasferido a finales de años a su escuela y de la cual el muy idiota se había flechado, también solía visitar el parque cada tarde junto a su gato, convirtiendo su ligero enamoramiento en una obsesión en toda regla.

Y era por ese motivo que, siendo el caballo obtuso que era, su amigo se convenció de que la mejor manera para que la chica finalmente notara su existencia, era una buena dosis de celos, ¡porque lo había leído en internet! Pero, sabiendo bien que Annie jamás se prestaría para esa farsa, y que Armin, bueno, no estaba en condiciones de ayudar, Eren acabó convertido en el sacrificio; un sacrificio motivado por tres meses de idas gratis a donde Hannes, pero también por la enorme culpa que lo carcomía al saber que, debido a él y sus decisiones, tanto Jean como sus otros dos amigos habían tenido que soportar un muy penoso final de curso escolar, solo por mantenerse de su lado y defenderlo.

Al notar como una mano desconocida tomaba la suya para entrelazarlas, Eren pegó un brinco que hizo que los dedos de los pies le doliesen debido a las endemoniadas sandalias que calzaba. Trató de liberarse del agarre de Jean, pero el muy idiota solo lo sujetó todavía más fuerte, mirándolo de manera amenazante.

—¡Mierda, bastardo, quédate quieto! ¡Se supone que somos novios!

—¿Y para eso tienes que tomarme de la mano? —protestó él. Al notar la desagradable humedad cálida que llenó su palma, torció los labios con repulsión—. ¡La tienes sudada, que asco! ¡Suéltame!

La pequeña lucha de ambos duró unos cuantos segundos, con Eren intentando soltarse del férreo agarre de Jean y este negándose a dejarlo ir; no obstante, cuando Mikasa —luciendo tan pálida, taciturna, gótica y bella como siempre— ingresó al parque junto a Toffe, su peludo y malhumorado gato persa, ambos se detuvieron en el acto.

—Dios mío, es que no puedo creer que cada día luzca más bonita —soltó Jean con tono reverencial al contemplar a la muchacha que acababa de tomar asiento en una de las bancas, alargando la correa de paseo de su gato para que este husmeara por allí—. Es imposible que a alguien no le guste.

Mirándola con ojo crítico, Eren debía reconocer que Mikasa sí era bonita en realidad, con grandes ojos de un gris oscuro bordeados de largas pestañas oscuras que resaltaban en su piel pálida, y negro cabello que llevaba sujeto en dos cortas coletas gemelas; aun así, la chica era un poco rara y daba un miedo de muerte, llena de accesorios de aspecto tenebroso y vistiendo siempre de negro, rojo y púrpura, como lo hacía ese día, con una negra falda de volantes sobre las medias de redes, y una larga camiseta ajustada del mismo color, pese a que la tarde aún era demasiado calurosa.

Eren entendía bien la fascinación que su amigo sentía por esta, pero, honestamente, no la compartía en absoluto.

—Bien, solo hagamos lo que tenemos que hacer y larguémonos de una buena vez, cara de caballo. Si nos damos prisa, quizá aun logremos aprovechar parte de la tarde —le dijo; sin embargo, al notar como el gato de la chica los observaba con sus cobrizos ojos llenos de odio en una silenciosa advertencia para que se alejasen de su dueña, sintió que lo embargaba el terror—. Jean, creo que Toffe me ha reconocido.

La mirada de su amigo pasó de Mikasa a él, pestañeando desconcertado.

—¿Pero qué tontería estás diciendo, bastardo? Si es un gato, por el amor de Dios. ¡No puede reconocerte si apenas te ha visto unas cuantas veces!

—Pero Annie dice que ellos pueden ver espíritus, auras y no sé qué más. Me ha reconocido, Jean, ¡estoy seguro!

—Disculpa que me ría, pero te recuerdo que fue esa misma Annie, la que acabó por disolver nuestra banda hace dos meses atrás, cuando comenzó a decir a quien desease oírla, que en mi sótano vivía un fantasma, ¡un fantasma, joder! Si el único que todavía piensa que sigue cuerda es Armin, y todo porque está enamorado de ella.

La verdad era que Eren también había llegado a pensar, en más de una oportunidad incluso, que el sótano de Jean estaba un poco embrujado, ya que siempre sucedían cosas de lo más raras cuando estaban allí; pero, por esa vez al menos, prefirió callarse, y en su lugar hizo contacto visual con el felino psicópata, intentando comunicarle telepáticamente, que, si avisaba de algo a Mikasa, él mismo se encargaría de convertirlo en un abrigo de piel.

Sin embargo, como si su insistente mirada hubiese advertido de algo a la chica, esta alzó el rostro en su dirección, ante lo que sus mejillas se tiñeron de un tinte rosa que casi rivalizó con el rojo furioso de sus entreabiertos labios y llenó sus ojos de un brillo inusual.

Demonios, habían sido pillados.

—Jean, de verdad creo que el plan va mal, más que mal. Estoy seguro de que Mikasa sabe que yo no soy una chica. No deja de mirarme como si-

Su protesta murió en cuanto la boca de Jean se posó sobre la suya, en una especie de beso inexplicable que volvió su mundo de cabeza en menos de un segundo, porque, primero, ¡lo estaba besando su amigo de toda la vida y con el que había acabado a los golpes más veces de las que siquiera podía recordar! Y segundo, ¡Jean era un chico!

Desconcertado, y sobre todo enfadado, Eren plantó una mano sobre el pecho de este para apartarlo y dio un paso atrás, advirtiéndole con la mirada que ni siquiera pensara acercársele. ¡Tres meses su trasero! Por robarle un beso, aquel imbécil iba a tener que pagarle durante un año completo y sin la más mínima queja. Él mismo se aseguraría de dejarlo en bancarrota.

—¡¿Pero qué demonios crees que estás haciendo, imbécil?! —masculló entre dientes, ardiendo de furia—. ¡Esto no fue parte de nuestro trato, Jean!

—Golpéame.

—¿Qué?

—Que me golpees, bastardo.

—¡¿Eh?!

—Historia —murmuró este, casi con un hilo de voz—. Finge que te he enfadado por lo del beso y golpéame. Luego sal corriendo de aquí.

—¡¿Pero, por qué?! —inquirió, sin comprender nada.

—Porque Historia, tu Historia. La reina de la escuela que nos hizo la vida imposible el curso pasado luego de la vergüenza que la hiciste pasar, acaba de entrar al parque con todo su grupo, y vienen hacia acá.

Decir que Eren sintió terror en ese momento era quedarse corto, porque si ya había temido que la chica viese una fotografía suya maquillado como mujer en algunas de las redes sociales de Hitch, donde al menos habría una minúscula posibilidad de no llegar a ser reconocido, que se encontrasen frente a frente sería un suicidio social, ya que Historia no tendría la menor duda de que la falsa novia de Jean era él. Su vida estudiantil estaría acabada, literalmente, se dijo Eren; tanto que tendría que pensar en pedirle a sus padres que lo enviasen a Marley, con su hermano Zeke, para poder terminar sus estudios.

Desesperado al oír como Reiner —el eterno enamorado de la reina— le preguntaba a gritos a Jean sobre quien era su novia, él no lo pensó más e hizo lo que su amigo le había pedido, pegándole tal puñetazo que lo lanzó de culo sobre el césped, echando luego a correr tan rápido como aquellas sandalias del demonio se lo permitieron, sin detenerse a mirar ni a Historia ni a su grupo cuando pasó al lado de estos en su huida hacia la entrada del parque, sintiendo su corazón a punto de salírsele por la boca a causa de los nervios.

Su carrera fue demencial, mucho, y pese a que aquellas calles le eran conocidas de toda la vida, en aquel momento se le hicieron larguísimas y por completo extrañas, tanto que acabó dando una vuelta donde no debía, chocando de lleno con una vía sin salida.

Que desastre de último día de vacaciones, maldición.

Nada más dar la media vuelta para retroceder sobre sus pasos, la alta y rubia figura de Reiner hizo acto de aparición a la distancia, junto con la de su amigo Bertholdt, mucho más alto y moreno que este. Si ambos chicos lograban alcanzarlo, Eren estaría perdido.

Tras contemplar durante unos segundos el muro de piedra que separaba esa sección de la calle de la siguiente, tomó impulso y dio un brinco, trepándose a este para escalarlo y así cruzar hacia el otro lado antes de ser visto por aquel par; no obstante, con lo que él no contó, fue que su caída resultaría todo un revoltijo de miembros, cabezas, gemidos y maldiciones, así como el regusto salobre de la sangre cuando su boca terminó entrechocando fuertemente contra otra, tanto que sus dientes le perforaron el labio inferior de forma dolorosa.

—¡¿Pero qué demonios contigo, mocosa de mierda?! —le soltó el hombre que estaba encima suyo, quien, a pesar del desastre que en ese momento eran, se las había ingeniado para evitar que su cabeza azotase contra el suelo al poner su mano para amortiguarle el golpe—. ¡¿En qué demonios estabas pensando al saltar así un muro, joder?!

Contemplando aquel par de furiosos y rasgados ojos grises, apenas ocultos tras una cortina de negrísimo cabello que hacía parecer a su dueño aún más pálido de lo que era, Eren se sintió como en un déjà vu. Estaba seguro de que jamás había visto a ese sujeto en su vida, pero de alguna manera le resultaba tan familiar…

—Yo… lo lamento mucho. Me estaban persiguiendo y entonces… ¿Te encuentras bien? —preguntó sin detenerse a pensar en lo que hacía, rozando con sus dedos manchados el labio del otro, que parecía sangrar profusamente debido al corte que lo atravesaba.

Eren se sintió morir de vergüenza cuando aquel hombre apartó su mano con brusquedad y lo contempló de una manera extraña, pero antes de que este pudiese comenzar a regañarlo, un grito ahogado los sorprendió.

—¡Oh, Dios mío, ¿qué les ha pasado?! ¡¿Por qué están tirados allí…?! ¡¿Pero qué les han hecho a mis rosales?!

La voz de aquella señora —muy enfadada, por cierto—, cayó de golpe sobre Eren, al mismo tiempo que lo hizo el frío chorro de agua de la manguera con el que los apuntaba para atacarlos, empapándolos de pies a cabeza en apenas un parpadeo.

—¡Me cago en la vida! —soltó el ahora chorreante desconocido, poniéndose de pie de un brinco y tirando de su brazo para que él hiciera lo mismo, con tan poca delicadeza que Eren temió acabara por arrancárselo—. ¡Vamos! ¡Larguémonos de aquí de una puta vez!

Si minutos antes él había sentido que las «comodísimas» sandalias de Hitch lo mataban, en esos momentos le resultaban el peor castigo de la historia, más aún cuando tuvo que correr calle abajo, cojeando como un idiota a causa del dolor, mientras aquel loco lo llevaba sujeto de la mano. Sin embargo, cuando antes de llegar al cruce una de las condenadas sandalias finalmente se le salió, ambos tuvieron que detenerse para recogerla, aprovechando aquel obligado descanso para recuperar el aliento.

—Si… dices… una sola palabra… para burlarte o regañarme… juro que te golpearé con esta mierda de zapato hasta la muerte —amenazó al otro hombre, observando su muy lastimado pie y, posteriormente, la sandalia llena de tiras que no sabía por dónde comenzar a atarse.

—Pues tendría todo el derecho del mundo, mocosa de mierda. ¡Mira en el lío que nos has metido por tus actos vandálicos!

—¡No era vandalismo, sino un medio de salvación! ¡Ni siquiera imaginas por todos los problemas que he tenido que pasar esta maldita tarde!

—Pues creo que el primero es que ni siquiera sabes cómo ponerte esta putada de zapato. Dámelo —ordenó aquel tirano, arrancándole la sandalia de la mano para arrodillarse frente a él, del mismo modo que antes había hecho Hitch—. Joder, ¿a quién demonios se le ocurre usar un zapato con tantas tiras?

Eren estaba a punto de decirle que él pensaba absolutamente lo mismo, cuando de repente el grupo de Historia una vez más hizo acto de presencia a lo lejos. Desde donde ellos estaban no podían ser vistos todavía, pero en cuanto estos cruzaran la calle…

Soltando un gruñido de pura frustración por no permitirle ni un solo segundo de paz mental, Eren apartó bruscamente su pie de la mano del otro y echó a correr, sin importarle para nada el hecho de que iba con un solo zapato, siendo de seguro todo un espectáculo ridículo.

—¡Oi, mocosa, tu zapato! —gritó el desconocido, haciéndolo distraerse al volverse a verlo.

Quitándose la otra sandalia como pudo, Eren la lanzó en su dirección, gritándole mientras nuevamente comenzaba a correr.

—¡Te puedes quedar con los dos entonces!

Solo minutos después, cuando por fin llego a casa de Annie tras su cojeante carrera, pensó en lo muy mal que había resultado el estúpido plan de Jean. No solo no consiguieron su objetivo con Mikasa, sino que él había terminado con el labio roto, mojado, embarrado y a punto de ser descubierto por Historia en una situación más que embarazosa. Además, acababa de perder las sandalias de Hitch, las «carísimas» sandalias de Hitch; y, por si fuese poco, había sido besado no una, sino que dos veces en una sola tarde por dos hombres diferentes, maldición, y ninguno de aquellos besos habían sido para nada memorables.

Si Cenicienta hubiese pasado por la mitad de las desgracias que él había tenido que soportar en esas pocas horas, su historia ciertamente hubiera estado lejos de ser un cuento de hadas, sino que más bien una espeluznante obra de terror.

Que les diesen a todos los príncipes azules, joder.

Notas finales:

Primero que nada, para todos quienes hayan llegado hasta aquí, muchas gracias. Realmente espero que el primer capítulo de esta historia haya sido de su agrado y que, por lo menos, quedase un poquito de curiosidad por lo que se viene a continuación.

Para quienes no me conocen desde antes, soy Tessa, así que un gusto y gracias por la oportunidad. Si alguien ya se ha topado con alguna otra de mis historias, ¡un gusto nuevamente y muchas gracias por darme la oportunidad, otra vez!

En esta oportunidad, esta historia está escrita y especialmente dedicada para mi querida IsitaJaeger, quien ha cumplido añitos el pasado 29 de abril, por lo que esta historia llega un poquito tarde por su cumpleaños, pero seguro, jaja.

Así que mi querida Isita bebé, solo espero que te gustara este primer capítulo y lo disfrutaras, que te rieras con él, que fanfirlearas un poquito, ya que buena parte de esta historia ha sido creada pensando en ti, con todo mi corazón. Que los diecisiete añitos de Eren y su camino hacia los dieciocho sean como los tuyos: una completa y divertida aventura para ambos. Muchas gracias por haberte convertido en las risas y locas ocurrencias de mis días. Para mí, eres una brillante y hermosa estrella dentro de mi firmamento. Te quiero muchísimo.

Y pasando un poquito a la historia en sí, solo espero que este primer capítulo les gustase y dejara al menos algo de intriga para el siguiente. Honestamente, siento que en este primer capítulo pasaron muchas cosas, así que fue un poquito como una vorágine, jaja, pero de la cual poco a poco se irán desprendiendo cosas importantes para la trama central.

Igualmente, por si alguien no lo sabe y quizá lo espera, aviso de antemano que el contenido sexual en las historias no es lo mío, así que en ese ámbito no ocurrirá nada entre Eren y Levi, sobre todo porque este es muy joven todavía. Lo mismo, la historia es EreRiren, o sea, sin roles, así que pueden leerla como lo prefieran.

Datos bobos aparte, como siempre, es que parte de la base de la historia, diseño de personajes y todo eso, se desprenderá del universo High School de los avances falsos de Isayama, aunque de una forma bien libre, jaja. Lo otro, es que el tema musical que dio buena parte de vida a la historia, y del que incluso toma su título, es Better than Revenge, de Taylor Swift. Como buena parte de las veces, Taylor es mi musa a la hora de escribir e inventarme cosas bobas, jaja.

Y sin más ya me despido.

Una vez más muchas gracias por la oportunidad, quedo en deuda, por lo que solo espero que al menos este primer capítulo haya compensado.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes y los suyos.

 

Tessa.


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