No sabes cuanto lo siento
Kakashi nunca pensó que podría sentir tanto dolor en su vida. Era un sentimiento profundo y desgarrador. Esas garras frías y crueles le estrujaban el corazón y le clavaban el estómago.
Casi deseó dejar todo e ir tras Iruka y ser feliz junto con él, pero no podía. Oh, cruel destino.
Su reino lo necesitaba. Su gente le era preciosa y todo el territorio su hogar. No los podía abandonar, a pesar de querer hacerlo con todo su corazón.
Cuanto maldecía el que esos ancianos malditos del consejo y al traidor de Danzo. Pero tampoco podía violar las leyes, o al menos todavía no.
Su Iruka, su bello y hermoso Iruka. Un guerrero del palacio y un luchador capaz y tenaz. Kakashi se había enamorado profundamente de ese guerrero del palacio sin familia e invisible para la gente que no se interesaba por la vida más allá de su vista ególatra y egoísta.
Iruka tenía el cabello largo y oscuro con una cicatriz en su rostro prueba de su vida de guerrero. Y Kakashi, según las palabras de Iruka tenía una tez brillante y un rostro tallado por los mismos ángeles. Su cabello era sedoso y fuerte.
Pero Kakashi fue un tonto, un real idiota. Él no había tomado en cuenta su cambio de actitud hacia la vida en palacio. No sé dio cuenta de que Danzo y sus secuaces habían notado su creciente, y sutil, desprecio por aquellos nobles que no miraban más allá de sus vidas de lujos.
Y fue en una noche de amor y lujuria cuando Kakashi y su reino peligraron más que cualquier otro día.
El Rey de Konoha no sabía que hacer. Tuvo miedo de perder todo. Había entrado en pánico.
Un miembro de Root, parte de los leales a Danzo había descubierto que un hombre estaba en las habitaciones personales del Rey. Haciendo que el consejo exigiera una reunión con Kakashi y el acusado de invadir los cuartos principales del Gobernante.
Iruka estaba orgulloso en su postura, no negando ni afirmando nada, pero Kakashi sabía mejor. Ellos podían quitarle el reino si sabían que su rey estaba en una relación lujuriosa con un hombre, cometiendo un pecado de Dios. Perdería su hogar y la gente estaría en peligro.
Por eso, y con el mayor arrepentimiento de su vida, negó todo.
-Estimados y nobles miembros del consejo.- dijo Kakashi. -Yo no conozco a este sujeto. No sé quién es ni cómo entró a mi recámara.-
Y el consejo mirando hacia Iruka, con sospecha y cierta rabia e irritación, lo empezaron a interrogar.
-Umino, eres uno de los guardias del palacio. ¿Es correcto.-
-Sí, honorable condesa Koharu.-
-¿Y no conocías al Rey Kakashi antes de anoche?-
-No condesa. Solo lo había visto caminar por los pasillos.-
-¿Y por qué entraste al sector privado del palacio? ¿Querías algo? ¿Joyas, tesoros o secretos?-
Kakashi estaba nervioso pero Iruka seguía parado orgulloso y sin mirar al rey, pues sabía cual era su destino y ya lo había aceptado.
-L-lo siento, vizconde Homura. No les puedo dar esa información.-
-¡Eres un espía! ¿Quien te mandó? ¿El que se hace llamar Kazekage?-
-No puedo dar información, condesa.-
-Entonces te encarcelaremos en nuestros calabozos, asqueroso espía. Te aseguro, Umino, que te arrepentirás de haber traicionado al reino de Konoha.-
Finalmente, unos guardias se llevaron a Iruka a lo profundo de las cárceles del reino. Sus amigos y conocidos, sin poder creer que habían sido engañados por un espía, solo mandaron repudio y odio al ex guardia. Iruka fue odiado por todos, hasta por los huérfanos que él tanto amaba.
Y Kakashi, el flamante rey de Konoha. Quien los había sacado de la plaga de hambre y pobreza, nunca más pudo encontrar el amor, pues su corazón murió en una cueva solitaria.
En donde su amor fue torturado y encadenado hasta morir de hambre y sed. La cueva era oscura, más allá de las cadenas que lo ataban no visualizaba nada más. Y quien, además, fue recordado como un espía y traidor hacia su patria.
Fin.
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