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Jack nos unió otra vez por yukihime200

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3. Es mío


Ya eran cinco años desde que su hijo los obligó a reencarnar, mantenían muchas conversaciones, y en la madrugada cuando sus padres dormían el Dios bajaba unos minutos para sentarse frente a él.


Los tres muchachos empezaron a crecer juntos. Sus madres habían intercambiado dirección, número de teléfono, correo electrónico, y cualquier dato que las ayudara a no perder el contacto. Grande fue la sorpresa al enterarse que solo las dividía una cuadra de distancia. Fue así como cada día Castiel, el diminuto ángel, terminaba en la casa de los ex Winchester para entretener al par de gemelos revoltosos.


–¡Es mío!


–¡No! ¡Es mío también!


Cas les quitó la vista de encima unos segundos y Dean ya había comenzado una pelea con su hermano. No le sorprendía, eran niños después de todo, siempre había un juguete más llamativo que los dos muchachos querían. Pero esta vez no fue así. Dean estaba de verdad enfadado, y frunciendo bastante el ceño se dio la vuelta y caminó hacia el ser celestial tomándolo de su manga.


–¡Cas es mío! – A pesar de saber hacerlo, a Castiel no le gustaba mentir, por esa razón no iba a negar que las mariposas que sintió en esos momentos le hicieron muy feliz. Quería decirle que sí, que siempre ha sido suyo, siempre, pero Dean era un niño ahora y puede que la atracción que sentía hacia él fuera como la de hacia un juguete nuevo. Pero aun así quiso disfrutar ese pequeño instante. Aprovechó cuando el joven lo soltó para esconderse detrás de la pierna de su madre, que estaba sentada conversando junto a Katherine, y desde ahí miró tímidamente a Dean y asintió cuando éste lo miró otra vez. Nadie lo supo, pero el corazón del hermano mayor latió dos veces la velocidad normal de un niño.


 


***


 


Castiel se equivocó. Pensó que esa corta y posesiva declaración de un Dean de cinco años sería lo único que conseguiría en la vida, pero el joven se dedicó a decírselo todos los años, tantos que Sam comenzó a creerle de verdad y lo alentaba aún más. Ya eran diecisiete años desde que fueron enviados a la tierra otra vez.


Katherine y Paul, los padres de los gemelos, habían aceptado muy fácil que su hijo mayor estuviera enamorado de Cas. Las madres incluso se reunían para hablar de una futura boda. Pero nadie hablaba sobre los pensamientos del ángel, el ángel que en realidad no le creía a su amigo, pero nunca lo decía en voz alta y siempre le seguía la corriente. Le agradecía mucho a Jack por dejarlo experimentar eso, pero ya comenzaba a irritarse.


–Jack, ¿puedes venir por favor? – Por fin un momento de paz. Valery y su padre habían salido y lo dejaron solo en casa, y los gemelos deberían estar cenando en familia, nadie podía perturbar el silencio. –Sabes que yo no puedo subir. – Y no mentía, a pesar de que Dios lo había enviado a la tierra no le quitó ni sus alas ni su gracia, solo lo envió a un recipiente con el que crecía, pero si algo sabía de los padres humanos, era que se volverían locos si desapareciera un tiempo.


–Siempre puedes inventar una excusa para salir un par de horas. – La frase fue acompañada por un melódico sonar de alas, esas que ya conocía a la perfección. –Hola, Castiel.


Una feliz sonrisa se plasmó en su rostro al ver a su hijo como siempre hacía cuando se encontraban. No era necesario ahora que retuviera las muestras de afecto, después de todo ahora ambos se veían de la misma edad y no era extraño abrazar a los amigos. O al menos así pensaba él.


–¡Cas! – Dean venía entrando por la puerta como si fuera uno más de la familia ~aunque a esas alturas en realidad lo era~, y se quedó plasmado al ver la escena frente a él. Castiel tenía sus brazos rodeando a alguien. Alguien tenía sus manos tocando la espalda de Cas. Su Cas.


El ángel conocía esa expresión. Su amigo estaba furioso, pero ¿por qué? Antes de que pudiera exteriorizar su pregunta para obtener una respuesta satisfactoria, Dean cruzó la estancia hasta la pareja y desarmó el abrazo de una manera brusca jalando al muchacho de ojos azules hacia él.


–Mantén las manos lejos de él. Cas es mío.


Jack parpadeó un par de veces para entender la situación, y al hacerlo no pudo sentirse más feliz, porque al fin su esfuerzo estaba dando frutos.


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