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Bienvenido a casa por Wan chan

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Notas del fanfic:

Disclaimer: los personajes utilizados no me pertenecen, son obra y creación de Kazuki Takahashi.

Las noticias solo habían mencionado en una sola ocasión el caso de un joven desaparecido, parecía que el noticiero y las personas no se lo tomaban en serio, debido a que el hombre que pedía ayuda era un pobre alcohólico.

El caso mencionaba que el hijo de este hombre no había llegado a dormir, al principio no le tomó importancia, pero después de semanas de no saber nada de él, comenzó a preocuparse.

Al final, Jounouchi Kagetora había quedado como un padre irresponsable.

Y tras dos horas de ver televisión, Jounouchi Katsuya apagó el aparato.

Nadie lo buscaba, y no esperaba que alguien lo hiciera.

Jamás se reformó y terminó por un mal camino lleno de pandillas y el bajo mundo. Su madre lo negaba por ser “un mal hijo”. Y hasta hace un par de minutos se enteró que ante el desprecio social su padre terminó suicidándose.

Estiró su cuerpo y se dispuso a hacer su rutina diaria. Caminó dentro de la casa de dos pisos y revisó con cuidado cada habitación, cada puerta, cada barrote que cubría cada ventana, todo en señal de alguna oportunidad de escapar.

Al estar frente a la puerta principal trató de abrirla e incluso derribarla, pero era imposible.

Escuchó el chirrido de la reja del jardín, unos pasos y segundos después el sonido de lo que parecía ser infinidad de llaves.

Al abrirse la puerta estaba un joven hombre, alto, cabello castaño y los ojos azules más hermosos que jamás haya visto.

Pero aunque fuese tan atractivo, ese tipo lo había secuestrado.

La esperanza de que dijera algo parecía brillar en los ojos azules del recién llegado, dando una ligera expresión de anhelo a tan estoico rostro.

Jounouchi frunció el entrecejo y volteó el rostro, caminando de regreso a la sala.

— Traje curry con arroz. Es tu favorito — soltó el castaño.

— No me gusta — espetó.

— Que extraño, pensé que lo era —.

— ¡Si, lo es! —.

Molesto, caminó a zancadas hasta quedar frente su contrario quien ya estaba en el comedor dispuesto a cenar. Con la misma inercia de sus apresurados pasos, Jounouchi golpeó la madera de la mesa, encarándolo.

— ¡Y que lo sepas me aterra! — no obtuvo respuesta, así que prosiguió con sus reclamos diarios. — ¿Qué tengo de especial? ¿Por qué yo? ¿¡Qué diablos fue lo que hice Kaiba!? —.

De nuevo el silencio se interpuso entre ambos. Tanto así que Jounouchi podía escuchar su furioso palpitar. Se sentía aterrado, todo este tiempo encerrado en una bonita casa lo estaba volviendo loco.

Cada día desde que abrió los ojos y tuvo el valor suficiente para salir de su habitación, era lo mismo.

Despertaba, se duchaba, almorzaba, veía la televisión y en ocasiones limpiaba, durante la tarde se la pasaba revisando cada parte de su prisión para ver si tenía la mínima oportunidad de escapar, pero por más que mirara por la ventana, ningún vecino parecía ver su existencia. El vidrio era demasiado resistente como para ser roto. El sonido de su voz parecía no salir del concreto, ni siquiera el de la televisión.

Entrada la noche llegaba su secuestrador. Un hombre llamado Seto Kaiba, parecía trabajar en una empresa, pues siempre llegaba de traje, justo como hoy.

No importaba el día, la cena siempre era comprada.

Y antes de irse revisaba, al igual que Katsuya, cada parte de la casa para corroborar que estuviera funcional. También revisaba el refrigerador, y al día siguiente llegaba con los comestibles necesarios y un par de recetas bien detalladas para que Jounouchi se alimentara durante la mañana y la tarde.

Resignado a no tener respuesta alguna, Katsuya tomó asiento frente a él y comenzó a cenar.

De nuevo frunció el entrecejo.

El curry era de su lugar favorito, podría distinguirlo en donde fuera.

 

 

 

Esa noche, fue una noche “especial”.

Kaiba no se retiró después de inspeccionar la casa, se quedó una hora más. Fuera de la rutina, había algo en específico que la primera vez que el castaño lo hizo, había aterrado a Jounouchi.

Por alguna razón, había veces en las que Kaiba bañaba, vestía y arropaba a Katsuya.

Dedicando tiempo incluso a acicalarle las uñas de las manos y los pies, como si fuese alguna especie de muñeca.

Jounouchi a estas alturas de su secuestro, estaba harto. El llanto y el temor murieron hace meses.

 

 

 

— Quiero algo para entretenerme — soltó de repente el rubio.

Kaiba observó por algunos segundos a Jounouchi, hasta que entendió a su manera.

— Te compraré un libro —.

— Mejor cómprame una consola para jugar videojuegos —.

— No —.

Jounouchi nunca en su vida había hecho berrinche, ni siquiera cuando era niño, pues era sorprendentemente consciente de que sus padres no podían costearle algo caro.

Pero eso no le detuvo a arrojarle el agua de su vaso a la cara de su secuestrador.

Cuando fue consciente de sus actos, se aterró por las posibles represalias que podría hacerle Kaiba.

Sin embargo, solo lo miró secarse el rostro y seguir comiendo.

— Te traeré la Shounen Jump —.

De nuevo, sumergidos en silencio, continuaron cenando el ramen de esa noche.

— Gracias — susurró Jounouchi.

 

 

 

Vivir en una jaula de oro le había hecho perder la noción del tiempo. Literalmente.

Cuando menos se lo esperó, estaba celebrando navidad, año nuevo y su cumpleaños. Había quedado atrás el horroroso calor de verano y los fríos días de invierno varias veces.

Incluso había perdido la noción de cuando fue que Kaiba se empezó a quedar a vivir en la misma casa, o cuando fue la primera vez que se levantó y vio un plato de desayuno servido en la mesa.

No recordaba cuanta veces había visto a Kaiba salir por la mañana y entrar por la misma puerta en la noche.

Se sentía ligado a esa rutina.

Como si flotara en un sueño del que sabe tarde o temprano va a despertar, pero que por algún motivo, aun no quiere abrir los ojos.

Un día se encontraba viendo televisión después de jugar un par de horas en la consola que compró Kaiba hace no mucho. La lavandería ya estaba hecha, la casa impecable y la ropa seca, doblada y guardada correctamente. Solo quedaba esperar a que Kaiba llegara con la cena.

Suspiró pesadamente, también faltaba sacar la basura, pero de eso siempre se encargaba Kaiba.

Miró de reojo las bolsas en la cocina y decidió dejarlas en la entrada, para que cuando Kaiba llegara fuera lo primero que viera.

Al acercarse lo suficiente al recibidor, pudo distinguir algo diferente.

En un cuenco que se encontraba adornando una mesa en tan angosto pasillo, Jounouchi logró diferenciar un conjunto de llaves.

Nervioso, extendió su mano para tomarlas. El palpitar de su corazón se aceleraba al compás de sus manos buscando la llave correcta para abrir la puerta. Un pequeño silencio invadió todo a su alrededor cuando una de ellas embonó perfectamente en la ranura y lágrimas comenzaron a salir cuando al girarla pudo escuchar un clic que aseguraba estaba abierta.

La brisa de otoño dio de lleno en su rostro, los colores naranjas teñían el cielo y el color ocre de las hojas el suelo.

Con sus pies descalzos, después de tanto tiempo al fin logró dar un paso afuera de esa casa.

Lentamente se acercó a la puerta del patio y al abrirla su corazón dio un vuelco de felicidad.

Comenzó a caminar por la solitaria calle, poco a poco sus pasos iban acelerándose hasta que se sintió correr.

Era libre y lo sabía. Su familia y amigos se sorprenderían de verlo vivo.

Repentinamente se detuvo.

Cierto.

¿Quién iba a celebrar su regreso?

Su padre estaba muerto, su madre lo despreciaba y no tenía ningún amigo verdadero. La pandilla con la que se juntaba nunca hizo algo por él y estaba seguro de que a nadie le importó cuando de repente no se apareció por ahí.

Apostaba a que toda esa bola de malvivientes pensaba que estaba muerto, después de todo, tenía muchos enemigos. Incluso dentro del mismo grupo.

El cielo se tornaba oscuro y la fresca brisa de repente se sintió fría.

 

 

 

Kaiba llegó a su casa a la hora habitual, en su caminata recordó que el día de mañana pasaría el camión de la basura a recoger inorgánicos, así que tendría que sacar las bolsas.

Al abrir la puerta y quitarse los zapatos vio con gusto que las llaves estaban en el mismo sitio donde él las había dejado en la mañana.

Fue directo al comedor y atrás de la barra distinguió a Jounouchi enfrente de la estufa.

Esa noche había comprado para cenar pizza, pero lo que cocinaba Jounouchi olía muchísimo mejor que la comida rápida.

Posándose detrás de él y tomándolo de la cadera, aprovechó su altura para ver que cocinaba el rubio, a quien terminó sorprendiendo por tan repentino acercamiento.

— ¡Me asustas! Casi haces que se me salga el corazón —.

— Huele bien —.

— Hice lo mejor que pude, después de todo no tengo cuchillos de cocina para cortar los ingredientes —.

Jounouchi apagó la estufa y se acercó a la mesa.

— Me hubieras avisado que ibas a traer de cenar, bueno, no es como si tuviéramos un teléfono en casa o yo tuviera celular para tal cosa —.

Kaiba entrecerró los ojos y sonrió sutilmente. Su manera de marcar su victoria y empezar por marcar lo que ya es suyo fue ir directo a Jounouchi y sin decir nada le besó en el cuello de manera sugerente.

Un sonrojo tiñó por completo las mejillas de Jounouchi, y ante esa vergüenza, Kaiba aprovechó para susurrar en su oído con una voz profunda y a la vez sensual.

— Estoy en casa —.

Jounouchi, después de aclarar su garganta tragando saliva y esbozar una dulce sonrisa junto a un sonrojo que teñía sus mejillas, contestó : — Bienvenido a casa —.

Notas finales:

NOTAS:

Este fic lo hice para participar en la Violetshipping Week, organizado por la página de facebook Violet Puppyshipping. La temática que tomé fue para el día 5 con temática de Maldiciones/oscuro (posesivo, celos, etc). La idea de que Kaiba moldee la mente de Jounouchi hasta hacerlo sentir en su hogar me llamó mucho la atención. Tampoco pude evitar poner a Kaiba tragándose su orgullo por algún berrinche que Jou le haga, todo con tal de cumplir su objetivo. Espero tener tiempo para escribir una segunda parte donde veamos el punto de vista de Kaiba, solo espero poder :c

Espero les haya gustado y pasen a visitar la página.


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