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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Jajaja, el capítulo pasado no tuvo madre.

Quedó re largo.

 

 

A quién siga leyendo esta historia (las estadísticas dicen que son poques), gracias.

¡No se sentía para nada bien! La cabeza le dolía de una manera espantosa y apenas soportaba la luz del día que gracias al cielo era tenue debido al invierno. Esperaba descansar lo suficiente en el camino para estar recuperado casi por completo al llegar a la Arena.

Por primera vez viajaba solo, claro, sin tomar en cuenta a los colegas, guerreros y ayudantes que le acompañaban; pero ellos eran su séquito, nadie cercano iba a su lado. Durmió en el carruaje, el movimiento no le parecía molesto, al contrario, se sentía como un arrullo y él no era de los que se mareaban fácilmente.

Ojalá hubiera podido aprovechar más los últimos días en la Roca para repasar sus apuntes porque ahora no podía hacerlo correctamente, su cuerpo estaba exhausto y la mente también. Y por si eso no fuera suficiente se sentía inquieto, no estaba seguro de que fuera debido a la enfermedad; era extraña la opresión en su pecho, tal vez eran ansias por ver a Itachi. Ya reconocía el camino hacia la Arena y estaba seguro que al día siguiente por la noche estarían arribando a su destino. El clima extremo comenzaba a mostrarse pero no le molestaba. Abrió la ventanilla para dejar circular la brisa. Llenó sus pulmones de aire frío que le refrescaba la piel caliente.

 

Deidara olvidó la enfermedad súbitamente, se sintió más despierto que nunca en cuando el carruaje frenó de manera abrupta. Estaban en medio de la nada cuando uno de sus jóvenes guardias entró con la espada entre las manos y los ojos bien abiertos.

- Nos atacan Tsuchikage-san –fue su corto informe.

Él no sabía qué hacer, no tenía nada con qué defenderse ni a dónde correr. Escuchó gritos de terror de sus compañeros y también entró en pánico, era incapaz de moverse. Lastimaron a su guardia y compartió su dolor, sabía que los matarían a ambos; a él lo llevaron fuera del vehículo y lo lanzaron a la grama con violencia innecesaria pero debido a la adrenalina no sintió el dolor del golpe. Miró rápidamente el panorama y todo se sintió extrañamente irreal, en cuestión de minutos ya no hubo más gritos ni ajetreo; sus ojos se movían de un lado a otro aunque en realidad no podía procesar nada de lo que estaba viendo.

Algo dijeron los hombres seguido de risas pero el doncel ya no entendía nada. Le cubrieron los ojos y la boca, también amarraron sus manos sin que pudiera resistirse ni un poco. ¡Temía tanto por su vida! Estaba llorando de miedo y enojo con el destino.

Intentó zafar las muñecas del amarre aunque solo se lastimaba y comenzó a gritar aunque sus palabras no fueran más que sonidos guturales y estuviera seguro de que nadie podía escucharlo, al menos debía intentar eso; había aprendido que rendirse nunca era una opción. ¡No quería morir así!, odiaba muchas cosas en su vida pero esto no le solucionaría nada.

 

- Mierda, mierda, mierda –era lo único que podía pensar Itachi al acercarse cada vez más a su destino y divisar la fila de carruajes de la Roca varados y siendo saqueados por unos malhechores. No habría piedad alguna.

Se acercó sigiloso intentando encontrar a Deidara con la vista, todos los de la Roca habían sido masacrados pero no se permitía ni pensar en la posibilidad de que su rubio hubiese corrido con el mismo destino. Asesinó a dos de los bandidos con tanta destreza que no les dio tiempo ni de alarmar a los otros, entonces moviéndose entre los carruajes se encontró con el más grande de ellos y de interior más ostentoso; ese debía ser el del Tsuchikage. Con cuidado caminó escondiéndose para rodear el vehículo y por fin vio al doncel revolcándose sobre el suelo, una parte de él se alivió al descubrirlo con vida a pesar de las condiciones; por otro lado su deseo de hacer sufrir a los agresores se acrecentó en milésimas de segundo.

¡Ya daba igual ser discreto, los mataría a todos! Esa banda eran unos idiotas buenos para nada y lo notó de inmediato. Esto era sospechoso, solo eran cinco hombres y si acaso dos de ellos estaban bien entrenados; nada que él no pudiera manejar solo y que esos guardias de la Roca debieron controlar con facilidad. Con total dolo y sin miramientos les cortó el cuello a todos.

Se acercó a Deidara, este intentó gritar y no dejaba de removerse aunque casi sin fuerzas. Primero le quitó la venda de los ojos, sus hermosos ojos azules estaban rojos y asustados, cuando lo reconoció pareció llorar aún más tanto que casi se ahogaba al hipar. Dejó de moverse y le permitió quitar el amarre que lo mantenía callado, empezó a chillar de dolor e impotencia. Cuando le soltó las manos no parecía saber qué más hacer además de acercarse a la escena salvaje que le llenaba de pesar, todos su queridos compatriotas de la Roca habían muerto tratando de defenderlo.

El pelinegro le permitió tener aunque fuera un breve momento de duelo, dejar que aflorara su sentir.

- Tenemos que irnos de aquí. Gracias a dios estás vivo –Lo abrazó casi con desesperación.

- ¿Irnos? –Tal vez no era la oportunidad que había pensado Itachi pero debía protegerlo de cualquier mal y veía en este momento la ocasión perfecta para desaparecer.

- Vamos Deidara, no tenemos mucho tiempo. –Le quitó el kimono lo más rápido que pudo y lo colocó en uno de los cuerpos aunque mal puesto. Comenzó a juntar los cadáveres en un carruaje. Al menos los asaltantes le habían ahorrado el trabajo de juntar los objetos de valor. El rubio solo podía mirar sorprendido todo lo que hacía, parecía que ya tuviese práctica haciendo todo esto. –Será mejor que no mires. –Lo hizo girarse para no vivir la experiencia de frente; les rompió encima todas las lamparas de aceite que cargaban, el calor pronto llegó a la espalda del doncel y supo que Itachi estaba quemando todo. No tenía idea porqué pero como si su cerebro se esclareciera e hiciera sinergia con el del guerrero entendió su plan. Parado junto a las llamas se desprendió de sus anillos y cualquier adorno que le identificara como Tsuchikage, ante la mirada negra los arrojó al fuego.

Con toda la adrenalina del momento no podía pensar en las consecuencias, solo lograba formar una idea en su cabeza.

- Estoy con Itachi, al fin.

 

El caballo del pelinegro estaba solo a unos kilómetros, una vez que llegaran a él la huida sería mucho más rápida. Debían ganar todo el tiempo posible antes de que advirtieran el incendio provocado, sería un buen lapso antes de que llegaran al lugar del ataque. Por eso Itachi estaba seguro de que todo fue planeado, ¿por qué en ese lugar en medio de la nada? Esos criminales ya los esperaban, no podía ser una simple coincidencia y solo a una persona veía capaz de planear semejante idiotez en contra de un Kage.

Ya estaban cerca del lugar, no habían recorrido mucho pero Deidara ya comenzaba a jadear como si hubiesen hecho un maratón; también le preocupaban los raspones y heridas que no se miraban de gravedad, aunque en un cuerpo delicado como el del rubio debían ser curadas con urgencia.

- Vamos Dei, solo un poco más.

Por fin llegaron al lugar donde había dejado atado al caballo. Se giró a mirar a Deidara y este parecía a punto de morir; estaba sudando a mares y su rostro se miraba tan rojo que lo alarmó, se recargaba sobre las rodillas intentando respirar mejor. Le ofreció agua y la tomó desesperado, debían moverse, no podían darse el lujo de esperar a que se recuperara. Lo ayudó a subir al equino, en una situación normal lo dejaría en la parte trasera para que fuese más cómodo; sin embargo temía que se desmayase a medio camino y sufriera una caída así que lo mejor sería dejarlo al frente protegido entre sus brazos.

Deidara era incapaz de mantener los ojos abiertos más de diez segundos sin cerrarlos por la foto sensibilidad; todo era debido a la enfermedad, estaba seguro. La huida le había quitado todas las energías y ahora no podía decir ni una sola palabra. Quería que Itachi parara pronto y lo dejara descansar, necesitaba darse un respiro y dormir tranquilamente; todo el cuerpo le dolía como pocas veces.

Era un fastidio no tener la mente clara, no sabía si se desmayaba constantemente y por segundos o por horas; cada vez que abría los ojos el panorama se le hacía idéntico, un montón de árboles a su alrededor que siquiera podía detallar debido a la velocidad a la que iban; tampoco estaba seguro si faltaba mucho para que anocheciera pero el sol parecía menos intenso a cada vistazo y le urgía que se ocultara de una buena vez para poder parar.

El rubio despertó de un susto al sentir que caía del caballo y ya no podía ver prácticamente nada. Se alarmó y abrió los ojos que escocían de sequedad pero su cuerpo le obligaba a reconocer la realidad de su posición. Ya era de noche y no se habían detenido a descansar, el frío era intenso aunque su cuerpo aun ardía. Itachi pareció notar que había regresado a su estado de consciencia y bajó la velocidad a la que normalmente usaría en un paseo.

- Tranquilo Deidara pronto llegaremos a un refugio. –estaba seguro que había tardado unos minutos en procesar esa frase. –Despierta Dei, despierta –¿Se había perdido de nuevo? Le hablaba con desesperación y movía algo brusco. –Necesito que te mantengas firme mientras bajo del caballo, ¿entiendes?

Creyó asentir y se aferró a la silla de montar lo mejor que pudo hasta que Itachi ya con los pies en el piso lo tomó por la cintura para bajarlo. No fue nada elegante su aterrizaje.

Deidara se dejaba hacer como un muñeco, tuvo que ser cargado hasta dejarlo recargado en un árbol. El guerrero lo veía sufrir y no podía hacer mucho. Por suerte reconocía la zona y sabía que ahí cerca vivían campesinos, solo debía rogar porque le dejaran pasar una noche para después seguir su viaje.

Escondió perfectamente el cabello de Deidara en un pañuelo, lo cual no era raro de ver y nadie debía sospechar de su verdadera identidad; después de todo ya no estaban en territorio de la Roca y estas personas jamás lo reconocerían incluso sin tratar de ocultarse aunque ninguna precaución estaba de más. También lo cubrió con unas pieles para que su cuerpo no resintiera tanto el cambio de temperatura.

Para Itachi era raro sentirse tan inseguro y nervioso, bueno, la situación era extraordinaria y él no era el tipo de persona que estaba acostumbrado a pedir favores. De viajar solo simplemente hubiese puesto su casa de campaña y encendido una fogata para pasar la noche; ahora viajaba con Deidara, algo que también le resultaba extraordinario, jamás se atrevería siquiera a pensar en hacerlo pasar por esa experiencia tomando en cuenta su estado. El doncel era todo lo que tenía en la vida, a partir de ahora le daría toda su existencia, todo su amor; lo protegería con tanta dedicación y apartaría de cualquier mal como debió haber hecho desde el primer momento.

Tocó una puerta.

- ¿Sí?

- Disculpe la intromisión pero estamos buscando un lugar donde pasar la noche.

- Vayan a una posada.

- Escuche, mi compañero necesita descansar con urgencia. Le juro que no causaremos problemas y podemos pagar por su ayuda.

El chico pareció dudar hasta que una mujer mayor intervino, probablemente era su madre. Lo discutieron un rato hasta que el hombre cedió de mala gana.

- Le estoy muy agradecido señora.

- ¿Y ese compañero tuyo?

- En un momento lo conocerán, ya no aguantaba el cansancio. –Fue rápido por su caballo y cargó a Deidara en brazos.

- ¡Pero mira nada más! Pobre niño, está casi muerto –esas palabras de la mujer le hicieron reaccionar, no había notado lo mal que se veía –Está ardiendo, pasa, pasa.

Lo recostó en el suelo junto a la estufa de leña que también les proveía calor, era un lugar muy humilde.

- Hijo tráeme un poco de agua. –aunque de mala gana le obedeció. –Dime, ¿qué ocurrió en realidad? –para ella era muy obvio que a dos extraños huyendo en medio de la noche les precederían varias dificultades.

- Escapamos de mi familia y en camino a nuestro destino cayó del caballo.

- Debe quererte mucho para haber abandonado la suya. –Su historia no era increíble, en realidad era común que los varones robaran a sus mujeres o donceles para presionar a las familias a que aceptaran su relación.

- Él no tiene familia –le acarició la mejilla con tanta delicadeza que incluso la mujer quiso llorar con ese gesto–Pero sí, nos queremos demasiado.

- No te aflijas. No seré la más inteligente del mundo pero sé cómo cuidar a un enfermo. Primero debemos bajar su fiebre. –Parecía explicárselo con calma para que en un futuro él supiera cómo manejar estas situaciones –Toca su rostro, está muy caliente aunque él tiembla y siente frío no te dejes engañar. No le pongas ropa más que la necesaria, ayúdame a desvestirlo. –Le quitaron las pieles solo para descubrir que su ropa estaba ligeramente manchada de marrón, por el viaje y la oscuridad no lo había notado. Se sentía estúpido al no haber visto sus heridas después del ataque. –Tranquilo, lo curaremos. –Descubrió la herida y ambos aliviados vieron que era un corte poco profundo, sí que sangró pero que en el peor escenario simplemente dejaría una cicatriz. –En un momento lo limpiaremos.

Cuando el hijo regresó con el agua helada humedeció una tela para ponérsela sobre el rostro, también ayudó a Itachi a limpiar la herida. Le pidió que se mantuviera despierto el mayor tiempo posible para refrescar constantemente a su doncel y si era necesario la despertase. Les dieron la mayor privacidad posible; en realidad era un solo cuarto por lo que los campesinos durmieron viendo a la pared. No era el peor lugar en el que Itachi había pasado la noche, no le molestaba en absoluto dormir sobre el duro y frío piso pero Deidara no estaría acostumbrado. Le hizo una almohada con el brazo e intentó no pegarse demasiado para no acalorarlo; él podía aguantar toda la noche sin dormir para cuidarlo, no le preocupaba.

 

En la quietud de la noche apreció el cuerpo de Deidara, se sonrió a sí mismo; por fin lo tenía entre sus brazos. Esta sería la primer noche del resto de sus vidas que pasarían juntos, jamás había sentido tanta felicidad recorrerle el cuerpo.



El rubio por fin había parado con los temblores y ahora parecía buscar el cuerpo del guerrero como fuente de calor. Itachi lo acomodó sobre su pecho para que descansara mejor, su abrazo fue fuerte; ya jamás permitiría que nadie lo arrebatara de su lado.

Al amanecer Deidara no abrió los ojos, no supo en qué momento le volvió la fiebre pero esta vez no era violenta. De nuevo comenzó a cambiarle el paño húmedo –en un momento de la noche lo había abandonado pues no lo creyó necesario– debía quedar al menos estable antes de mediodía para partir, si no le ganaban tiempo a los hombres de la Roca terminarían por atraparlos, aunque con suerte habrían caído en el engaño improvisado.

- ¿Qué tal amaneció tu doncel? –Le preguntó la mujer mientras ponía a calentar una olla.

- Mejor que anoche, apenas despierte nos iremos.

- Si es necesario que descanse pueden quedarse otro día.

- No queremos importunarla. Aunque si se siente débil agradeceremos sus atenciones.

- Le prepararé un té para que recupere las fuerzas. –Itachi agradeció de nuevo, pero sin importar que tuviera que cargar a Deidara como peso muerto no esperarían al otro día para marcharse.

 

Ya había aclarado el cielo, esperó paciente pues el rubio no debía estar acostumbrado a despertar tan temprano; sin embargo, este no era el momento de consentirlo y ahora debía forzarlo a abrir los ojos.

- Dei necesito que despiertes –Lo movía enérgicamente –Deidara despierta. –Continuó con esto por varios minutos hasta que recibió un quejido como respuesta. –No te duermas de nuevo. –Lo sentó con la espalda pegada a su pecho y con una mano le tiro agua en la cara.

Deidara despertó parpadeando varias veces, su cabeza dio vueltas. No reconocía ese lugar ni recordaba nada, estaba muy confundido.

- Amor mírame –Ese era Itachi aunque no terminaba de entender la situación. ¿Dónde estaban? Le volteó el rostro todo lo posible para que lo mirara.

- Ita... –su garganta estaba seca.

- Shhh... no hables, escúchame. ¿Crees que puedas levantarte? –Deidara entrecerró los ojos con duda pero asintió. Itachi se levantó primero para ayudarlo, lo cierto es que tenía todo el cuerpo débil y adolorido. Se ayudó de los hombros del mayor para mantenerse de pie, ya comenzaba a equilibrarse mejor. –Bien, bien, será mejor que permanezcas sentado hasta que estés alerta. –De nuevo lo ayudó a regresar al suelo. Le acercó el té que le habían preparado y que mantenía caliente junto al fuego. –Bebé con cuidado.

El doncel frunció el ceño, tenía muchas preguntas qué hacer pero su cabeza no parecía encontrar la forma de conectarse con la boca así que continuó en silencio y obedeció. La bebida le calentó el pecho y el estómago, le gustó la sensación y continuó tomando con calma. Se fue tranquilizando y aclarando la mente, ya recordaba un poco. Lo habían atacado, Itachi lo salvó y aceptó huir con él.

- No te relajes Deidara, en un momento partiremos si ya te encuentras mejor.

¿Mejor? No se sentía mejor, como un ciclo infinito las imágenes se repetían en su cabeza; cada vez más tristes y detalladas. Era una pesadilla que no podía detener.

- ¡Vaya pero si ya se encuentra despierto! –anunció la mujer entrando en casa pero pasando de largo para dejar unas provisiones sobre la mesa. –espero que hayas recuperado las fuerzas aunque sea un poco, tu marido ha hecho un buen trabajo cuidándote –A pesar de la confusión que se acrecentaba sonrió débilmente, en parte porque así lo habían educado como gesto de agradecimiento, pero sobre todo porque le alegró que llamara a Itachi su marido aunque fuese mentira.

- Nos iremos pronto, no queremos causar más molestias. –Insistió el pelinegro.

- ¿Seguro? –Deidara los escuchó hablar un poco a lo lejos, la cabaña era pequeña y con poca luz pero le gustaba estar ahí junto al calor. Cerró los ojos un momento, seguía cansado y aturdido.

- Vamos querido es hora de partir. –Lo tomó por el codo y jaló para indicarle que se levantara. Así lo hizo tratando de no lucir patético al querer caminar solo, le tomó un poco acostumbrarse a sentir sus pies de nuevo pero al llegar a la puerta de la cabaña ya se sentía con la habilidad de caminar; aun así Itachi no se apartó de su lado. –La ayuda que nos ha brindado no podremos pagársela nunca pero por favor acepte estas monedas. –Era un mero acto simbólico, Itachi no podía darle demasiado dinero o sospecharía, además tampoco es que tuvieran de sobra.

- Esperen entonces –la mujer no negaría esa recompensa, eran pobres y aunque no lo habían hecho esperando dinero no les venía nada mal. –Lleven esto para el camino. –Era poco, unas simples frutas. Itachi las tomó y Deidara totalmente conmovido hizo una reverencia con la cabeza y después la miró a los ojos. En ese momento la mujer cayó en cuenta de lo azules y expresivos que eran, ahora entendía porqué el varón se había enamorado de ese doncel; sin decir palabra alguna ya le había hecho saber lo agradecido que estaba.

 

Itachi lo guio al caballo amarrado en un árbol cercano y le ayudó a subir. El guerrero acomodó las pertenencias en los morrales que llevaban y se montó con una agilidad sorprendente.

- Lo siento Deidara sé que debías descansar más tiempo pero ya tendremos oportunidad en cuanto avancemos otros kilómetros, te lo prometo. –solo le respondió asintiendo –Bajaré la velocidad para que puedas dormitar, cierra los ojos. No pasa nada. –El rubio no se hizo del rogar, aunque le costó conciliar el sueño terminó por ceder ante el cansancio.

El pelinegro sentía todo el peso del cuerpo de Deidara recargado en su pecho, de vez en cuando le tocaba la frente y las mejillas para asegurarse que la fiebre no regresara. Ya habían cabalgado bastantes horas y todo parecía marchar correctamente, si no se equivocaba pronto verían un poblado no tan pequeño donde podría adquirir algunas provisiones para el resto de su viaje sin que nadie reparara en su presencia. Él, aunque no era un experto conocía esos caminos después de haber viajado tanto y en tantas misiones desde su juventud.

Tal como había previsto ahí a lo lejos en el valle se encontraba el pueblo. Debían ser cautelosos, no quería llamar la atención de ningún campesino. Pasó entre los árboles con sigilo para esconderse en la maleza, el viento era frío pero al menos tenía la certeza que entre más fueran hacia el sur el invierno no sería tan crudo.

- Dei ya hemos llegado. –Lo movió un poco y aunque parecía no dormir profundo tardó varios segundos en abrir los ojos, de inmediato se llevó una mano a la frente para que la luz no le molestara. Itachi bajó del caballo y le ayudó a hacer lo mismo. –Podemos descansar aquí hasta la tarde. Te acomodaré un lugar para que duermas.

Deidara miró alrededor, se tomó la cabeza pues le dolía un poco; en realidad todo el cuerpo le dolía especialmente lo resentía en las piernas y la cadera, tal vez era porque él no estaba acostumbrado a montar por largas jornadas. Se recargó en un árbol y poco a poco se fue deslizando hasta quedar sentado, miró a Itachi desempacar varias cosas y acomodarlas en el suelo. Sabía que estaba a punto de caer dormido una vez más, ¡era por el estúpido resfriado del que se había contagiado! No tuvo oportunidad de estar en reposo como era debido y por eso no era capaz de recuperar las fuerzas.

- Vamos Dei recuéstate aquí. –lo ayudó a llegar a la cama improvisada que había acomodado para él. No era nada cómoda, todavía sentía la dureza del suelo; no se quejaría, no tenía ni fuerzas para hacerlo. Solo obedeció y se dejó caer, impidió que Itachi se fuera de su lado y tuvo el atrevimiento de usar las piernas del pelinegro como almohada.

El guerrero lo miró dormir, al parecer la fiebre había regresado aunque leve. Debía conseguir agua, comida y algún remedio para ayudar a Deidara. Ahora se encontraba en la disyuntiva de quedarse a acompañarlo y cuidar su sueño o ir al pueblo a conseguir todo lo necesario; no quería llevar al rubio, era paranoico, si dejaba que alguien lo viese y por alguna extraña razón lo reconocían sus planes quedarían arruinados. Al menos él tenía un aspecto más ordinario y podría confundirse con un viajero cualquiera.

Pronto anochecería y esta era su oportunidad; aunque el corazón se le estremeciera de pensar en dejar a Deidara solo y a su suerte, eso era mejor que exponerlo abiertamente ante la multitud. Ya había estudiado el territorio y moviéndose encontró un lugar perfecto para esconderlo unas horas. Sería solo un corto tiempo y lo único que el doncel debía hacer era lo que llevaba haciendo todo el día: dormir.

- Deidara, Dei. –Lo movió por un hombro. –Tenemos que movernos un poco. –Lo guio justo donde empezaba una elevación de la colina, a un pequeño espacio que quedaba entre la tierra y un gran tronco. Ahí dejó todas las pertenencias y le pidió esperar pacientemente hasta que regresara por él. –No será demasiado pero no quiero que te asustes si ves oscurecer, por favor no te muevas de aquí y regresaré lo más rápido que pueda; no hagas ningún ruido y te juro que nadie te verá. Descansa un poco más que seguiremos nuestro camino lo que reste de la noche.

Deidara intentaba con todas sus fuerzas no perderse ninguna de esas instrucciones, él no temía a la noche; por el momento solo podía repetir en la cabeza que debía seguir las instrucciones del pelinegro aunque su mente se confundía y divagaba.

El pelinegro por su parte no confiaba del todo pero debía, su rubio era un chico inteligente y estaba seguro que nada iría mal. Se acercó a besarle el rostro antes de partir.

 

Deidara fue consciente de lo que pasaba hasta que dejó de escuchar el trotar del caballo, entonces quedó únicamente la inseguridad de esa fría noche. No era un miedo a la penumbra, desde que le gustaba Itachi le gustó la oscuridad; ambos eran tan misteriosos y seductores. Era una angustia terrible por sentirse solo, miró las estrellas y a su alrededor, ahora estaba completamente abandonado en este inmenso universo. Así era, por primera vez en toda su existencia se encontraba realmente ante la incertidumbre del rumbo de su vida. Por más que cerrara los ojos al abrirlos seguía en soledad. No era un sueño ni una pesadilla, era la realidad que había elegido.

La respiración se le aceleró ¡de nuevo Itachi lo había abandonado y esta vez no solo en lo espiritual!

Lo había dejado en medio de la nada, tan inútil se sentía sin ninguna habilidad para defenderse de la feroz naturaleza. Quería confiar en las promesas hechas, le había dicho que esperara su pronto retorno; sin embargo, ¿cuántas veces ya había desaparecido? Se ausentó una, dos, tres veces sin dar explicaciones en el pasado. Se le revolvió el estómago con ese pensamiento, no de nuevo; debía tener fe en que cumpliría su palabra.

Se sintió pequeño, tan indefenso; pensó que si pudiera regresar el tiempo aunque fuese unos minutos lo primero que haría sería rogarle que lo mantuviera a su lado, ¡suplicaría de rodillas si era necesario! Abrazó sus pertenencias, aspiró profundo el olor de las pieles; no era Itachi pero de momento era lo único que los conectaba.

Arrullado por los sonidos de su entorno y con el corazón hecho un nudo dejó de inventarse ideas, descansaría un poco más y si para el amanecer el guerrero no estaba de regreso resolvería qué hacer. Por ahora no ganaba nada al ocasionarse tanto daño.



 

 

 

 

Ya volvimos con esta gente loca después de dejarles descansar una semanita del fanfic.
Manixs, a partir de aquí la cosa se pone más rara, más cliché y más melosa.
Advertidos están.


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