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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Holi.

Por fin aparece Akatsuki *pretends to be shocked*

 



Todo quedó arreglado esa noche. Itachi ya había renunciado a su trabajo y Sakura se encargaría de decirle a todos que simplemente habían decidido pasar los últimos meses del embarazo con su familia. Era una historia totalmente creíble, en ella recaía que nadie se enterara de su nuevo paradero.

 

Al amanecer partieron por el camino que les había trazado la médico, aunque eran tierras desconocidas el guerrero tenía la suficiente experiencia como para sentirse seguro con el mapa que llevaban.

Si la primera vez que huyeron fue complicado ahora lo sería más, a toda costa debía mantener con bien a Deidara y su hijo. Aunque el rubio ya no había puesto objeción alguna sabía que la aldea de los Exiliados nunca sería un lugar al que quisiera ir, sin embargo e irónicamente en esta situación esa aldea les significaba seguridad. Estarían bien, debía confiar en ello; Sakura amaba a Deidara y si sugirió esta opción debía ser seguro, además no sería permanente, regresarían a su hogar en las Flores en poco tiempo.

Llegaron al bosque que significaba el límite entre ambas aldeas y antes de continuar debía darle unas instrucciones a Deidara.

– Cariño toma esto –le pasó una daga.

– ¿Qué es esto? –Obviamente sabía qué era pero le sorprendió que le proveyera un arma.

– Tranquilo, solo la usarás en un caso extremo. –Le ayudó a esconderla en su ropa. Usaban unas capas que les protegerían del clima y que además eran útiles para esconder los objetos valiosos. –También llevarás la carta.

– De acuerdo. –Al doncel no le gustaba esa sensación de incertidumbre y se ponía nervioso solo de pensar que algo les pasaría pero era mejor respirar profundo y pensar positivo para evitar que su bebé se alterara también.

– Y lo más importante, no te separes de mi lado. Todo estará bien. –Le abrazó y besó profundamente.

Itachi no temía, habían sido tantas sus misiones en el pasado que podía mantener sus nervios bajo control. Prefería conservar la mente enfocada en su objetivo, él estaba preparado para enfrentar a cualquiera, nada ni nadie le intimidaría.

En realidad el camino era muy tranquilo, totalmente deshabitado al menos hasta donde habían recorrido. En esa aldea no había capital ni ciudades, todo era controlado por mercenarios; al menos eso es lo que se decía y si era verdad no les sería fácil encontrar a Pain. Incluso fue una advertencia de Sakura, los mandó a sus dominios pero ni a ella le constaba que siguiera teniendo el control, tal vez se hubiese movido para ganar más territorio. Este lugar era un lío.

Debían detenerse a recuperar energías cada cierto tiempo, esta vez no agotaría a Deidara solo por avanzar unos kilómetros más al día. Lo miraba comer y descansar, no diría que se mostraba preocupado o temeroso pero tampoco estaba contento de la situación lo cual era de esperarse y aunque trataba de entablar conversaciones para quitarle tensión al ambiente su doncel se mostraba inaccesible.

Ya lo había notado desde mucho antes, pareciese que estar alejado de la Roca le estaba restando luz a su espíritu y la noticia de su primer hijo le había dado una gran esperanza de que recuperara al antiguo Deidara; sin embargo esto había acabado una vez más con lo que deseaba. En estas tierras entre tantos árboles y hierbas la sombra volvía todo gris, incluyéndolos. Por más que intentase hacer sonreír a su amado solo lograba sacar unas tristes muecas condescendientes.

Al siguiente día después de pasar una noche terrorífica por fin habían dado con un camino de tierra bien definido, señal de que estaban cerca de la civilización o al menos de algún contacto humano. Guiados por el mapa tomaron la dirección indicada.

Poco tiempo pasó para que se encontraran con una aldea, si es que podía llamarse así a esa multitud desorganizada en casas que parecían abandonadas y a punto de caer.

Sintió que Deidara afianzaba su agarre y se pegaba a su cuerpo. Él miraba a la gente, no parecían capaces de hacerles daño y sabía que el rubio también era consciente de ello, temblaba por otra razón, no era miedo, era algo diferente.

¡Claro! Era dolor, un dolor que le calaba hasta el alma porque frente a ellos se mostraban niños sucios detrás de sus madres de aspecto descuidado y no solo eso, todos les veían con ojos vidriosos rogando por salvación. Ese pueblo estaba en ruinas muriendo lentamente y sabía que Deidara se quebraría en poco tiempo, dentro de toda su empatía quería ayudarlos aunque no supiera cómo; así le habían enseñado a ser.

No tardaron en juntarse a su alrededor aunque conservando una distancia prudente.

–¡Hey! ¿Ustedes forasteros qué están buscando aquí? Como pueden ver nos han robado todo así que si venían por un botín deberían irse ya. –Un hombre armado se les enfrentó, era alto como ningún otro que hubiesen visto e intimidaba solo de verle.

– Nada de eso, nuestra búsqueda es por un hombre llamado Pain. ¿Le conoces?

– No –Fue su escueta respuesta. –Y es mejor que se vayan de aquí.

Itachi no tenía pruebas de que mintiera aunque su instinto le decía que así era. No fue por obedecer las órdenes de ese hombre, desde un principio no tuvieron la intención de mantenerse ahí, así que sin decir más se fueron. Con esa pequeña interacción habían dejado un rastro muy claro y si ellos no encontraban a Pain estaba seguro de que él los encontraría.

 

– ¿Estás bien Deidara? –Solo negó con la cabeza antes de apartarse del camino a vomitar.

– Lo siento es solo que... –No sabía cómo continuar, no fue solo ver el mal estado en qué vivían esas personas; la decadencia y crueldad que los llevaron a esos extremos le revolvía el estomago y quitaba todas las fuerzas.

– Tranquilo. –Le abrazó con una mano por los hombros y le ofreció un poco de agua. Sabía que de alguna forma en el futuro Deidara buscaría la manera de ayudarlos pero por ahora no lo alentaría a hacerlo y no permitiría que sus dos amores se mezclaran en ese ambiente.

Aunque Deidara seguía temblando entendía que debían seguir, así que simplemente se sobrepuso y comenzó a caminar.Todavía sentía un vacío terrible en el estomago y si mantenía los ojos cerrados su cabeza creaba imágenes horribles que le afligían, hubiese querido borrar de su mente las últimas horas. Era imposible, ahora debía vivir con ello.

Por la noche el doncel apenas sí pudo descansar, sentía que si dormía tendría pesadillas; era espantoso porque de alguna forma se inquietaba a sí mismo y es que solo habían pasado unos días pero se sentían como meses; las fuerzas se le iban y poco a poco la desesperanza le llenaba.

Durante el día el bosque era hermoso, eso podía verlo claramente; las flores, los árboles altísimos, los pájaros cantando, el agradable clima; no obstante había una penumbra persiguiéndolos que volvía todo cenizo. Quería alejar esos pensamientos negativos que lo volvían aún más débil pero había algo, un mal augurio que era imposible de evitar y para aumentar una incomodidad más su hijo no dejaba de moverse.

– ¿Dei? –Saltó levemente, iba tan perdido en sus pensamientos que apenas sí podía reconocer dónde se encontraban. – No quiero que te asustes, sigue caminando con calma. –Asintió –Alguien viene tras nosotros, no te preocupes que estoy aquí para cuidarte.

Era una sensación extraña, sus piernas se sentían tiesas pero al mismo tiempo blandas como gelatina. Alertó todos sus sentidos aunque no pudo detectar nada, ya habían caminado otro tramo y nada aparecía; fugazmente le pasó la idea de que Itachi se había vuelto loco.

Tardó poco en deshacerse de ese pensamiento, un hombre se plantó frente a ellos amenazando con una espada. Era justo como se vería un bandido, mirada furiosa y demente, de aspecto descuidado, tan desesperado por conseguir su objetivo que no temía ni a la muerte. Itachi lo puso a su espalda con delicadeza, solo lo había visto blandir un arma durante los entrenamientos y sabía que no era momento para divagar pero no pudo evitar recordar esos días; el guerrero seguía siendo igual de cautivante, lo vio lastimar al bandido y mentalmente aplaudió tal habilidad para dejarlo fuera de combate en segundos.

Pero ese hombre no venía solo, de la nada salió un cómplice y se preguntó si con ellos vendría toda una pandilla. Retrocedió solo unos pasos, gran error.

Le tomaron por los hombros y jalaron hacia atrás, alejándolo aún más de Itachi. Se le fue el aire a la par que su corazón se estremecía con angustia, no pudo ni gritar. Estaba paralizado y de nuevo sintió la muerte cerca. Empuñaba la daga con fuerza por debajo de la capa, aunque no supo qué hacer a continuación mas que llorar y sentir miedo, no tanto por él como por su hijo.

El pelinegro de inmediato lo advirtió y sin dudarlo ni un momento hirió de gravedad a aquel que quedaba activo para rescatar al doncel. Era obvio que de esos tres el más hábil fue directo por Deidara, no había tenido tiempo de notar su presencia con antelación. Sabía que el llanto del rubio era por la incertidumbre y no de dolor, solo lo tenía bien sujeto por los hombros pero no parecía tener la intención de lastimarlo; aún así no le permitiría a ese hombre seguir tocándolo.

– Suéltalo y podrás irte sin un rasguño.

–Demasiado engreído para la situación en la que se encuentran. Tú –habló mirando al bandido menos lastimado –Levántate. Y tú –mirando a Itachi –Toma a ese otro y llévalo contigo. –Itachi frunció el ceño inconforme –¿Venían buscando a Pain, no es así? Pues les facilitaremos el trabajo.

– Él irá a mi lado. –Exigió el pelinegro, no podía fallar así de fácil en su misión de proteger a Deidara.

– Entre más pronto avancemos más pronto llegaremos. Claro que si quieres podemos terminar con esto de una vez –Puso su espada en la yugular del doncel, ambos se alarmaron e Itachi con la mirada le suplicó el perdón a esos ojos azules.

Se echó el cuerpo del bandido a la espalda ignorando sus quejidos y comenzó a caminar. Él iba al frente, seguido del hombre que al menos podía ir de pie y al final ese pelirrojo con Deidara. Solo siguió las instrucciones esperando que de verdad Sakura los hubiese enviado a un lugar seguro, de lo contrario correría sangre.

El tiempo parecía incierto, los minutos le eran eternos estando como rehén y el bebé pateando no le hacía las cosas más fáciles. Veía a Itachi a lo lejos y simplemente la esperanza de que pronto estarían juntos le daba las fuerzas para no desmayarse. Entre la maleza se abrieron paso y divisaron una gran casa aunque bastante simple y algo dañada en su fachada; seguramente era la base de esta pandilla y si no les habían mentido sería también la guarida de Pain.

Dejaron a los heridos con sus compañeros que no miraban con buena cara a los foráneos.

–Avisen a Pain que sus invitados han llegado.

Quiso acercarse a Deidara pero se lo prohibieron de nuevo y lo que menos debía hacer era armar un alboroto ahora que se encontraban rodeados del enemigo. Lo llevaron por docenas de pasillos, no para confundirlos sino para evitar que tuviera una forma fácil de escapar. Ahí en un salón ya los esperaba su líder aunque no solo.

Al centro sobre una tarima estaba sentado un pelinaranja de mirada fría y sin expresión. Le hizo una seña al pelirrojo para que se le acercara, no soltó a Deidara ni un solo momento. Lo persiguió con la vista por la habitación y aunque en desventaja era capaz de matar a todos ahí si algo le sucedía.

– Bien, pueden empezar por explicar qué es lo que hacen dos forasteros en mi territorio.

– Buscamos a Konan –La muy leve expresión de sorpresa no pasó desapercibida para Itachi, pocos sabían cómo encontrar a la médico y era aún más extraño que la buscaran sabiendo su nombre real.

– Y para qué la solicitan si se puede saber.

– No es de tu incumbencia –Pain con un simple movimiento de cabeza hizo que le torcieran un brazo al doncel, solo lo suficiente como para hacerlo gritar y recordarle al insolente guerrero su posición de desventaja.

Eso volvió loco a Itachi y con una furia que llevaba conteniendo desenvainó su espada moviéndose a una velocidad irreal que apenas sí le permitió a Pain reaccionar y hacer lo propio unos segundos antes de terminar con la cabeza cercenada. Al líder le pareció increíble la habilidad de este hombre, no podía irse con juegos para hacerles revelar la verdad aunque tampoco se mostraría preocupado.

– No queremos causar problemas. Solo muéstranos a Konan, sabemos que a través de ti podemos contactarla. –Lo alejó de su espacio personal.

– Primero tira tus armas. –Itachi se negó hasta que hicieron gritar de nuevo al rubio y no tuvo más opción que obedecer.

– ¿Porqué motivo la buscan?

– Necesito que revise a mi esposo –Fue la razón más creíble y que se le ocurrió de primer momento.

– Sasori, lleva al doncel a ver a Konan. –El pelirrojo asintió e Itachi dio un paso al frente para ir con ellos –La verá a solas o no la verá.

– Si le hacen daño los mataré a todos. –No pudo hacer otra cosa mas que acceder de nuevo a las condiciones de este hombre que ya odiaba.

Antes de abandonar la habitación Deidara dejó caer su daga en el suelo llamando la atención de todos, él simplemente lo hizo para estar desarmado así como se lo habían exigido a Itachi. Pain lo dejaría pasar solo porque a simple vista se notaba que ese rubio era inofensivo.



Tenía miedo de caminar sin Itachi y se acarició el vientre para darse fuerzas y sentirse unido al varón. Le llevaron a un salón aún más grande y con más movimiento; a lo largo se extendían camas individuales, algunas ocupadas y otras vacías, en ellas reconoció los rostros de aquellos que habían sido lastimados por Itachi hace unas horas.

– Konan–La llamó el pelirrojo por su nombre clave dentro de Akatsuki y tras unos segundos la mujer levantó la vista, se encontraba con uno de los enfermos. Se acercó, al igual que todos carecía de expresión en el rostro. De verdad era muy hermosa, alta y con un porte de seguridad que llegaba a intimidar; a diferencia de otros médicos que había conocido ella usaba una bata negra con nubes rojas. – Pain lo envía. –Fueron sus escuetas palabras, sintió la mirada de la mujer revisarlo de arriba a abajo.

– No tengo tiempo de esto –Para ella era bastante obvio que el doncel más allá de estar embarazado no tenía ninguna otra dolencia. Iba a darse la vuelta cuando Deidara comenzó a buscar entre sus ropas alertando a ambos en caso de que quisiera armar un alboroto.

– Toma –Le costó decir esa corta palabra, su garganta estaba seca y tenía miedo pero debía entregarle la carta de Sakura; tal vez eso era lo único que los salvaría de seguir siendo prisioneros.

Konan la leyó con cuidado y suspiró al terminar. Le pasó el papel a Sasori que se fijó primero en quién la firmaba y después leyó el contenido, entonces relajo el brazo con el que seguía sosteniendo a Deidara.

– Hablaré con él –Era una orden de que lo soltara y así lo hizo –A solas.

– Imposible, sabes lo que opinará Pain. –Eso molestó a Konan, ella sabía cuidarse por sí misma.

– Lo revisaré, llévale esa carta. –el hombre rodó los ojos, siempre lo ponían entre la espada y la pared. No le quedó otra opción más que obedecer a Konan, era seguro que al lado del chiquillo no corría ningún peligro.

Recorrió con la mirada de arriba a abajo al doncel, así que Sakura había enviado a ese par de extranjeros como una ayuda; ellos debían cuidarlos al menos hasta que diera a luz y si eran hábiles sabrían aprovechar la ventaja de tenerlos en sus tierras

 

Ya estaba preparado para esos ojos furiosos por parte de Pain, pero se dirigió firme a entregarle la misiva. El líder relajó los hombros al leer el contenido. Quién lo diría, el ex Tsuchikage y un Uchiha viviendo con la escoria de las aldeas.

– De haber mencionado que Sakura Haruno los enviaba nos habríamos ahorrado tantos líos.

– ¿Y mi esposo? Exijo verlo.

– Claro, te llevaremos si prometes comportarte. Te miras alterado, toma tu arma aunque no tendrás que usarla porque en este momento ya puedes considerarte como un invitado de honor. Vamos, yo te guiaré. –Se levantó y lo llevó a la sala que utilizaban como enfermería.

Deidara ocupaba la primer cama de la larga fila, tomaba un té y ya solo usaba una fina bata mientras parecía contestar unas preguntas de la médico. Ambos voltearon a verlos y al menos el rubio parecía feliz de ver a su pareja, no así la mujer.

– Ya he pedido que les preparen una habitación de invitados. Les llevaran algo de comida aunque como pueden ver no tenemos mucho que ofrecer. –Se dirigía a Itachi con voz monótona –Solo necesita descanso por esta noche y el día de mañana revisaré a Deidara con detalle.

– ¿Cómo lo llamaste? –El guerrero se sorprendió ¿Sabían su identidad?

– No hay secretos para nosotros, Itachi. –Habló Pain –Sakura nos ha dicho todo.

Vieja bruja –Fue el pensamiento del guerrero.

– Aunque no lo parezca estamos en plena guerra, no nos arriesgaríamos a admitir a cualquier forastero dentro de nuestro territorio. Deberían agradecer a la señorita Haruno el haber intercedido por ustedes –Interrumpió Sasori.

– Así es, tenemos asuntos prioritarios. En este momento no tenemos interés en porqué han llegado, ahora bien, si les molesta pueden marcharse y esto nunca ocurrió; ni nos conocen, ni los conocemos. –Les ofreció Pain sabiendo que irse era la peor opción.

– ¡Nos quedaremos! –Habló Deidara temeroso de que Itachi se negara a recibir ayuda y tuvieran que irse. Ya estaba francamente agotado de huir.

– Perfecto, Sasoriguíalos a su habitación. Ya tendremos tiempo de conversar el día de mañana.

Itachi controló su cólera, no quería explotar contra Deidara; mucho menos hacerlo frente a otros.

 

– Veo en tu cara que estás muy molesto –Le dijo el doncel al quedarse solos. Itachi giró para confirmarle que así era pero el rostro compungido del rubio le hizo sentir culpa. A cualquier otro le hubiese gritado pero respiró hondo para comenzar a hablar.

– Son bandidos, exiliados; no podemos confiarnos de ellos ahora que saben nuestra identidad por más que Sakura los conozca. En cualquier momento nos pueden vender a Sasuke y estando aquí nos será prácticamente imposible huir.

– Es cierto, todo lo que dices es verdad, sin embargo estoy seguro de que no lo harán.

– ¡¿Por qué?! ¿qué no era tú quien se negaba a venir a este lugar?

– Konan me lo prometió. Es ahora cuando me doy cuenta de que mis padres me dejaron mucho más de lo que creí, especialmente a nuestra descendencia. –Esta vez Itachi lo miró atento –Ella fue aprendiz de mi madre, así como Sakura fue su amiga. La recuerdo con gran amor, a ambos, y creí que solo yo mantenía recuerdos así de gratos y cercanos pero me equivoqué; solo debía salir al mundo para darme cuenta de lo grandes que fueron.

– Por supuesto que sí –ahora el enojo de Itachi se había disipado y se acercó a abrazarlo porque a cada palabra parecía ponerse más triste.

– Ellos, tú... incluso Sakura son tan valientes y han cuidado de nuestro hijo más de lo que yo pude hacer. –Se miró las manos que aún temblaban levemente –Te das cuenta que de haber sido una persona que de verdad quisiera hacernos daño no habría hecho nada.

– Esas son solo suposiciones, gracias al cielo nada malo pasó.

– Sí pero me congelé, no supe como actuar. Tengo miedo Itachi, siento una gran debilidad en mi interior; tan grande que no fui capaz de luchar...

– Lo siento, yo también tengo que pedirte disculpas porque hice un trabajo mediocre al no notar que estabas en peligro hasta que fue demasiado tarde. –Su arrepentimiento era notable aunque Deidara no estaba molesto por ello, entendía que como guerrero sintiera que todo el tema de la protección era su responsabilidad pero no era así porque ese bebé era de ambos. Si bien es cierto que intentó criar a Boruto como si fuera su propio hijo había una barrera que nunca se lo permitió, era como estar dentro de una farsa; sin embargo ahora que de verdad iba a ser padre sentía que debía empezar a comportarse como un verdadero adulto; toda etapa infantil donde dependía del cuidado de otros estaba –y debía –quedar atrás.

– Itachi después de dar a luz por favor enséñame a pelear. –Sus palabras fueron dichas con tanta determinación que fue imposible negarle esa petición.

 

 

El parto estaba tan cercano y aun así las semanas parecieron eternas. Después del atormentado primer encuentro entre la pareja y esta organización de exiliados que se hacían llamar Akatsuki la convivencia se volvió llevadera. Al reconocerlos como aliados y no como enemigos todos eran muy agradables con ellos, aunque decir que era un sueño vivir ahí sería una mentira porque de verdad tenían muchos problemas.

A pesar de que la mayoría eran maleantes –o lo fueron en su pasado –ahora muchos tenían una familia que proteger o simplemente querían llevar una vida tranquila y para ello debían derrotar al bando contrario que intentaba hacerle justicia a la reputación que tenían y volver toda esa tierra un infierno.

Sí, en un principio Deidara había pensado que todo en esa aldea sería caos y destrucción pero era una mentira; al menos los que estaban con Pain eran personas que se habían reformado. De hecho lo único que encontraba en común entre todos ellos era el odio hacia sus aldeas de origen puesto que muchos habían sido utilizados como meras armas y en cuanto ya no los necesitaron los echaron acusándolos de traición. No eran santos, hicieron cosas terribles pero aquellos que lo hicieron por gusto y con gran placer, los que de verdad tenían el alma podrida eran los enemigos de Akatsuki.

Aun recordaba los rostros de esas pobres personas en esa pequeña comunidad que encontraron casi al inicio de su travesía, no sería fácil de olvidar y no sería correcto hacerlo. Él, de momento, no podía hacer mucho, solo mantenerse cerca del líder para interceder a su favor en un futuro no tan lejano.

Insistió cuantas veces fue necesario hasta que Itachi accedió a ayudar con el entrenamiento de los hombres de Pain, sabía que era muy bueno en ello. Deidara odiaba el hecho de que su pareja fuera vista como una moneda de cambio donde mientras tuviera valor para Akatsuki ellos los protegerían de su pasado, pero se cegaba ante el hecho de que su mera posición como Tsuchikage también podría ser usada como arma.

El doncel por su parte y con movilidad limitada se dedicaba a ayudar a Konan, a rellenar formularios, actas de nacimiento, de defunción... en fin, toda tarea que requiriera a alguien capaz de leer y escribir.

Era increíble como estos 'delincuentes' habían sido capaces de levantar una aldea prácticamente de la nada.

 

Por fin había llegado el tan esperado día, se programó el parto por la tarde e incluso Sakura estaría presente; Deidara tenía mucho miedo a pesar de tener a dos grandes médicos atendiéndole. Sabía que dolería y que habría mucha sangre, recordaba el día que nació Boruto; eso le provocaba un vacío en el pecho. No era momento de pensar en ello, esa persona ya no existía y esta era su nueva vida, aquella que siempre había anhelado; esta era su verdadera familia.

Apretó la mano de Itachi con fuerza aunque aún no llegaba el momento más doloroso, Sakura lo animaba diciendo que todo estaría bien. Ambas mujeres se veían muy seguras y tranquilas de lo que harían.

– Bien Deidara, respira hondo. Sentirás dolor pero debes mantenerte lo más quieto posible y no intentar detenernos. –Le indicó Konan.

Sintió la navaja adentrarse en su piel a pesar de los sedantes y gritó, mientras hacían todo el corte prefirió apretar los dientes y la mano de Itachi; miró su rostro intentando encontrar calma pero el pelinegro parecía aún más asustado.

Era irreal el pensar en alguien hurgando en sus entrañas, por suerte le habían puesto una barrera para no mirar. Tal vez este fue el momento en que se sintió más vulnerable, expuesto sobre una mesa incapaz de saber con claridad qué pasaba. Levantó levemente la cara intentando mirar en cuanto sintió que separaban al bebé de su interior, no pudo ver mucho pero escuchó el llanto y soltó un suspiró de alivio; ¡era realidad! Después de tanto daño y dolor a través de los años por fin había dado a luz y era producto del hombre que de verdad amaba. Se sentía bendecido.

– ¡Felicidades es una niña! –La pelirrosa no resistió la emoción de esta buena noticia.

Konan terminó de suturarlo, ya solo había un ligero dolor opacando la emoción de conocer al bebé en cuanto Sakura terminara de revisarla y limpiarla un poco. Solo escuchaban su llanto poderoso y eso ponía a ambos padres muy felices.

– ¿Estás lista pequeña para conocer a tus padres? –La llevaba envuelta perfectamente en una cobija blanca y se la colocó a Deidara en el pecho.

– Los dejaremos solos –Ambas mujeres se retiraron para dejarles disfrutar ese momento.

Las manos del rubio temblaban.

– ¡Mira Itachi, es hermosa! –Eran palabras simples pero no encontraba ninguna que se acercara siquiera a describir la ternura y amor que sentía en el corazón.

– ¡Lo veo! Deidara los amo tanto. –Entonces cayó en cuenta de que su guerrero también sentía algo intenso, lloraba de felicidad mientras repartía besos a ambos.

Su pequeña era de piel muy clara, se le marcaban las pequeñas venas de los parpados y de sus bracitos. Apenas sí se distinguía una matita de pelo en la cabeza y era de un evidente tono rubio, solo faltaba que dejara ver sus ojos para saber de quién los heredaría; no dejaba de llorar, no les molestaba en absoluto aunque debían alimentarla. El pelinegro le acercó la mamila previamente preparada y se alimentó con hambre y al calmarse apenas dio un par de parpadeos antes de dormirse, ambos quedaron realmente sorprendidos porque eran unos preciosos ojos de un azul pálido pero bien definidos por un halo oscuro.

– Itachi llamémosla como mi madre. –Tal vez era egoísta decidirlo de la nada pero sentía que era necesario.

– Ino, hermoso nombre. –Veía en el rostro del rubio la espera por su aprobación, él no tenía ninguna objeción; ¿llamarla Mikoto? De ninguna manera, su madre era un monstruo, no así la de su doncel. – Ino y Deidara, mis dos amores.

 

 

 

 

 

 

¡Basta de tanto amor, solamente antojan!

Todo es ficción pero al chile quiero mucho a los personajes, jajaja.

 


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