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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Un poquito de tragedia al fin, ggg

 

No sería verdad decir que criar a su hija fue cosa fácil, ambos eran padres primerizos; sí, Deidara había tenido esa experiencia previa pero fue totalmente diferente. Para empezar ahora no tenían sirvientes que le ayudaran en las tareas poco agradables, tuvieron que aprender a calmar el llanto de Ino, cambiar y lavar pañales, alimentarla, bañarla.

 

Era tan cansado pero nadie les ayudaría, aquí no había manera de conseguir privilegios. Ya suficiente habían hecho al aceptarlos en su aldea; así era, decidieron quedarse con Akatsuki al menos por el momento aunque no descartaban regresar a la aldea de las Flores. De momento estar con los exiliados les parecía una buena idea, nadie los buscaría ahí.

 

Sinceramente Deidara comenzaba a ver a ese lugar como un hogar y a esas personas como una familia, jamás creyó que podría llegarse a sentir así en tan poco tiempo, sin embargo había algo que le encantaba de esta aldea, algo que no sabría describir; era muy abstracto pero sentía que al quedarse ahí estaba cerca de encontrar lo que había buscado toda la vida sin saberlo conscientemente. Algo que le calmaba el corazón y si bien la angustia no se iba del todo recuperó la esperanza de mirar al futuro.

 

Debían cooperar con algo y retribuir de alguna manera a la causa de Akatsuki, de eso se encargaba Itachi. Su conocimiento en el manejo de armas y batalla era invaluable para ellos en ese momento además de que era capaz de entrenar a los hombres a un nivel más que aceptable en poco tiempo. Allá donde iba el guerrero mostraba sus dotes de líder y una contagiosa disciplina, era imposible que Pain no aceptara protegerlos de su pasado con tal de que no los abandonaran en ese momento.

 

Itachi ahora sentía al doble su deber de salvaguardar a las personas que amaba, debía protegerlos de todo dolor y sufrimiento y además procurarles una estabilidad en lo cotidiano; le gustaba ver a Deidara tan recuperado y deseaba que así continuara. Disfrutaba tremendamente los momentos que pasaba con su pequeña familia, era algo valioso y divino. Construir un mundo cada vez mejor para ellos era su nueva misión en la vida, vivía por ellos y deseaba con un egoísmo impropio rechazar la guerra de Pain para mantenerse a su lado. Entendía que esas ideas eran opuestas ya que para vivir en un lugar tranquilo primero debía aceptar la misión de acabar con las amenazas.

 

Por sus habilidades y experiencia en esos pocos meses el líder de Akatsuki ya lo había convertido en su mano derecha y aunque sutilmente le había dicho que no era necesario que fuese al frente de batalla él simplemente no podía rehusarse, su honor se lo impedía. Quería negar sus raíces Uchiha pero estas siempre le perseguirían, un acto como abandonar al batallón se vería como cobarde por sus hombres al terminar la guerra y perdería todo el respeto.

 

Amaba tanto a su par de soles que no se dejaría vencer y con tal determinación saldrían triunfantes, no tenía miedo de los enemigos; confiaba en sus tropas. Todos lucharían con fiereza por ver a sus seres amados crecer en esa aldea que de una vez por todas rompería su bucle de miseria y mala fama. Simplemente no habría honor en dejarles todo el trabajo a ellos, los noveles guerreros, y después cohabitar sabiendo que no cooperó en pro de su aldea.

 

Lo único que le pediría a Pain y a sabiendas que se aprovechaba de su posición, y por qué no decirlo de su amistad, era que le permitiera mandar a Deidara a las Flores y que le asegurara su protección ahora y en un futuro. El pelinaranja entendió y aceptó la petición, aún faltaban unas semanas para comenzar el ataque y prepararía lo necesario para que antes de partir a la zona de guerra Itachi tuviera la tranquilidad de que su esposo e hija estaban a salvo.

 

 

 

 

 

- ¿Konan por qué estás tan molesta? –Era común verla concentrada, callada y sin sonreír pero hoy se veía enojada; no dejaba de fruncir el ceño y refunfuñar por el más mínimo error.

 

- ¿Itachi no te lo dijo? –Negó lentamente con la cabeza.

 

- Pronto comenzará la guerra y los idiotas nos enviarán 'a un lugar seguro' ¡vaya mierda!

 

- ¡¿A la guerra?! –Los colores se le fueron, quedó pálido debido al temor. Ya sabía que se avecinaba pero ahora todo le parecía tan repentino.

 

Su padre así había muerto, no quería ni pensarlo pero y si Itachi... temía toda violencia, todo enfrentamiento porque siempre habrían bajas.

 

Por otra parte, la actitud de Konan no era debido al miedo ni a que Pain estuviese en peligro, ella sabía lo que significaba el pelear por un objetivo porque ellos llevaban años esforzándose por conseguirlo y ahora en la culminación la hacía simplemente a un lado aún cuando sabían que ella era un buen elemento en sus filas.

 

Estaba muy molesta porque la única forma en que Itachi había aceptado la arriesgada misión de ser el segundo al mando fue que se alejara lo más posible del terreno de batalla a su familia y Pain decidió por sí mismo y sin consultarla que ella tomaría el papel de niñera. Sus pobres excusas no lograron menguar la frustración que le corría por las venas, qué era mejor que ella se mantuviera a salvo y se le llamaría a la guarida en cuanto todo terminara y necesitaran médicos. Un completo sinsentido, no llevaba años conociéndolo para no saber nada sobre él. En sus ojos se reflejaba la preocupación, no era menosprecio pero se sentía así; entendía que quisiera protegerla aunque fuera una injusticia y ofensa para sus habilidades. Es que acaso Pain no entendía que si el resultado era la victoria se quería sentir parte de ella y si era la derrota quería morir a su lado.

 

Tantos años y apenas tuvo la oportunidad la degradó por un hombre que recién había conocido.

 

 

 

Los siguientes días fueron tensos, todos notaban el ambiente poco agradable que se formaba al estar Konan y Pain presentes en la misma habitación hasta que llegó el día de enviarlos a su antigua casa en las Flores

 

- Lo siento líder, no quise causar problemas en su matrimonio. -Expresó Itachi.

 

- No es de importancia, de hecho fue una excusa para alejarla. Sé que me entiendes, en una situación extrema no sería capaz de concentrarme sabiendo que la persona que amas está en peligro. Odio que me miré así, aunque he de pagar ese precio por su bienestar. Lo daré todo por verla de nuevo una vez que estemos lejos.

 

- Lo entiendo perfectamente. –Lo que menos quería en ese momento era alejarse de Deidara e Ino pero era necesario y en definitiva saber que se esconderían en las Flores bajo el cuidado de Konan le quitaba una gran preocupación.

 

Se grabaría en la memoria ese momento antes de la despedida. Abrazaría a Deidara tan fuerte y tan largo como fuese posible para no olvidar el hogar que le esperaba una vez obtuvieran la victoria, no había otra opción.

 

- Itachi, regresa con bien mi amor. –No querían que este fuera un momento triste, era el momento para apoyarse –Aguardaremos por ti. Te amo.

 

- ¡Yo también te amo!

 

Pain los observaba un poco envidioso, Konan solo le veía a unos pasos de distancia ya adelantada para partir a la aldea vecina.

 

- ¿De verdad no te despedirás de Pain? –Le preguntó el doncel.

 

Resopló, era muy orgullosa y eso no le significaba un defecto aunque también era realista y tal vez esa sería la última vez que se verían. Se acercó a paso firme hasta quedar frente al pelinaranja.

 

- Si regresas estás perdonado y si no lo haces sabes que te perseguiré al infierno para hacerte la vida imposible. –Pain sonrío, entendía lo que quería decir. Por más que la gente no entendiera su matrimonio era suficiente con saber que el amor que se tenían era así de fuerte, él comprendía el corazón de Konan y la intensidad de sus sentimientos.

 

No lo abrazó, ni siquiera se tocaron y Konan simplemente se alejó sin voltear atrás. Pain sabía que aunque estuviera así de molesta en el fondo ella era consciente de que esta era la mejor decisión para que incluso perdiendo esta guerra la médico fuera capaz de continuar con sus planes.

 

Partieron en sus caballos a las Flores, tan solo con imaginarse la simpleza de esa aldea la peliazul podía morir de aburrición.

 

- Vaya que Konan es fría como el hielo.

 

- Realmente lo es, tiene un temple envidiable. Estoy seguro que pocas cosas podrían derrumbarle y para ser sincero espero que algo de humanidad se le pegue al estar con Deidara –Rio –Después de todo logró ablandarte a ti.

 

Era cierto, su chico tenía el poder de colarse en los corazones, su simple presencia solía ser memorable en un sentido positivo.

 

 

 

 

 

Por fin, después de tanto andar y sin contratiempos llegaron a esa vieja casa. La mujer llevaba más tiempo viviendo en lugares paupérrimos que en esa guarida decente de Akatsuki así que no le asustaba la incomodidad aunque tampoco aceptaría de buena gana esto que se sentía como un castigo.

 

Con el paso de los días descubrió que el niño Tsuchikage no era tan inútil como pensó en un principio. Sabía hacer varias labores además de resultar una persona interesante y por lo tanto buen conversador. Sí, no había porqué negar que comenzaba a agradarle y la confianza era cada vez mayor.

 

De hecho Deidara era de lo que no le parecía tan soso en esa aldea y la única persona con quién se atrevía a charlar. Inclusive el doncel le iba contando poco a poco todo lo vivido en la Roca, ella no era de las que daban sermones pero en serio que a veces al oírlo se cuestionaba si de verdad el chico era así de ingenuo o solo es que todavía no tenía las herramientas para afrontar la realidad.

 

- Konan, ¿cómo era mi madre? –sostenía a su hija en los brazos, cada día se ponía más hermosa.

 

- ¿De verdad quieres saberlo?

 

- ¡Claro! ¿Por qué no querría?

 

- Ciertamente era lo más parecido que he conocido a un monstruo. Tal vez la recuerdo así porque era muy pequeña cuando la conocí y ella fue la primera en meterme en cintura, no es que me regañara pero su severidad era un rasgo que la distinguía.

 

- ¿En serio? Jamás había escuchado que alguien hablara así de ella. Ni siquiera Sakura que la conoció de toda la vida. La haces sonar un poco como una bruja.

 

- Por supuesto que Sakura no dirá nada malo, ellas eran amigas; en cambio yo era su aprendiz y quiero pensar que era así de dura porque veía un futuro en mí. No lo sé, no la soportaba y hui apenas me sentí segura de haber aprendido todo lo necesario. Tal vez exageré al decir que era un monstruo porque siempre la recordaré con un extraño afecto. Solo que ninguna persona puede ser siempre buena; quizá lo que más me quedó grabado sobre su carácter es que no se detenía por nada y siempre buscaba la manera de llegar a sus metas. –Esas últimas palabras no eran enteramente positivas pero veía que Deidara no estaba preparado para saber las verdades escabrosas de su madre. Lo quería ayudar a su manera, odiaba pensar que alguien con una personalidad como la suya se quedara estancado siendo ubicado solo como el esposo de Itachi.

 

Entrenó a Deidara por meses intentando al mismo tiempo vencer sus ganas de salir corriendo al frente de batalla. Ya sabía que tantos años de preparación no se debían a una adversidad menor, en ese enfrentamiento lo darían todo. Jamás existiría un momento adecuado para vencer a los hombres de Hanzo y sabían que ellos no temían morir, estaban tan solos, podridos y enojados con el mundo que simplemente atacarían con tal de seguir haciendo el mal. Akatsuki no lo permitiría, aquellos eran las verdaderas mierdas que le dieron la mala fama a los exiliados.

 

No es que los que estuviesen del lado de Akatsuki fueran blancas palomitas pero al menos seguían teniendo algo de humanidad.

 

 

 

Una vez más el rubio se había quedado mirando hacia las montañas.

 

- ¿Crees que pronto recibamos un mensaje? –Era algo triste ver su ilusión, Itachi debió comentarle con detalle en lo que se estaba metiendo porque tal parecía que lo hizo lucir como un evento cualquiera.

 

- Esperemos que sí.

 

Ya habían pasado más de medio año, no tenían tantos hombres en ninguno de los dos bandos como para resistir mucho más y si no recibían noticias para el invierno ella misma iría a investigar.

 

Se sentía una pesadumbre en el ambiente, definitivamente un mal augurio. El aire era tan pesado que ambos estaban seguros de que algo se avecinaba.

 

Así fue, no tuvieron que esperar ni un mes más para ver llegar a Sasori apresurado.

 

- Hola Sasori, ¿te han enviado para decirnos que podemos regresar? Creí que vendr...

 

- Lo siento Deidara, ¿está Konan?

 

- Sí, debe estar en el patio trasero. –Le sonrió extraño y sin decir nada más fue a buscarla.

 

Los vio hablar seriamente pero ninguno mostró otra expresión en su rostro. Simplemente después de unos minutos Konan entró para guardar sus pertenencias.

 

- ¿Konan, Sasori qué pasa? –Ninguno le contestaba, como si no existiera. Y como si nunca hubiese estado ahí la mujer se fue en silencio con sus pocas posesiones.

 

- Tranquilo Deidara, fue solo un cambio de guardia. Pronto podremos regresar.

 

- ¿En serio? ¿Eso quiere decir que ganamos? –casi por reflejo abrazó a Sasori.

 

- Así es, ganamos. Solo dejemos que las cosas se relajen un poco y estaremos de vuelta.

 

 

 

 

 

El silencio normalmente la calmaba pero ahora le parecía abrumador. Pasó por pequeñas aldeas donde se llevaban a cabo festejos y todos se miraban mucho más relajados y menos temerosos, para todos este era un momento de celebración y victoria.

 

Se acercaba cada vez más a la guarida y los hombres le recibían con los puños en alto, no parecían reclamarle ni haber extrañado su presencia durante la guerra. Dejó su caballo en la entrada y a paso veloz llegó a su pequeño hospital. Ahí estaba Pain en una silla casi ausente y tan lastimado que le estremeció el corazón como hace mucho no pasaba.

 

Se acercó a tocarlo por el hombro y con el rostro magullado y los ojos cansados le sonrío sinceramente mientras le acercaba con la mano para darle un beso lleno de necesidad. Lo recibió gustosa, todo el tiempo se olvidó de su existencia para no extrañarlo y ahora al fin se permitía regresar a la realidad.

 

- Konan tienes que salvarlo como si se tratara de mí pues él me ha salvado la vida. –Asintió eufórica, pondría su empeño, su talento, su conocimiento, incluso su suerte con tal de pagar todo lo que debían.

 

 

 

 

 

Sasori solo había dicho que Sakura necesitaba su ayuda para salvar a Itachi. Por eso no quiso ni mirar a Deidara, porque de inmediato vería que se trataba de su esposo y no debía preocuparlo pues eso solo entorpecería su labor.

 

Se lavó y cambió la ropa antes de entrar a uno de los cuartos restringidos. Ahí estaba Sakura simplemente vigilando que el guerrero siguiera con vida.

 

- ¿Qué pasó aquí? Jamás debieron traerlo en estas condiciones.

 

- Era mejor que atenderlo allá donde todo es insalubre. No pienses en el pasado, aquí está e incluso mejor que los primeros días. –Si así era mejor no quería ni imaginarse cómo estaba antes. –Me ocupé de evitar que su cuerpo se infectara...

 

Comentaron con detalle todas sus heridas además de golpes, rasguños y huesos rotos; lo que les debía ocupar con premura era que lo habían atravesado con una espada en un costado.

 

- No encuentro manera de hacer su curación más rápida, cada vez que despierta todo empeora.

 

- Ya veo –ahora entendía porque la habían llamado, ella era buena para mantener sedados y por largo tiempo a los heridos, eso era justo lo que necesitaban en este momento. No habría forma rápida ni indolora de que se recuperara... si es que lo hacía. Puso manos a la obra, entre más pronto empezara mejores serían los resultados.

 

Casi no durmió esa semana por estar midiendo la efectividad de su tratamiento. Dios, ese Uchiha sí que era un terco para aceptar ayuda, varias veces fueron las que despertaba moviéndose y gritando de dolor hasta que por fin logró domarlo. Al parecer el corte no había dañado órganos internos y Sakura hizo un buen trabajo al mantener sus heridas limpias aunque había algo de verdad extraño y casi podía jurar que al tratarse de los hombres de Hanzo sus armas debieron estar envenenadas. Simplemente no era normal que su fiebre no bajara y que cada día se viera más demacrado que el anterior. Leyó como loca toda la información que tenía sobre posibles remedios e intentaría cada uno de ellos para encontrar la cura. En esta situación quería ofrecer esperanzas pero no debía y lo mejor sería llamar a Deidara para darle la oportunidad de estar a su lado en el peor de los escenarios.

 

Sakura se ofreció a ir por él y todos estuvieron de acuerdo.

 

Todo el camino fue pensando la mejor manera de decirlo aunque no había una forma correcta de dar esa noticia. Le dolía el alma solo de pensar que en retrospectiva ella sería en parte responsable en caso de que Itachi muriera por haber mentido al decir que los hombres de la Roca los perseguían y así orillarlos a unirse a Akatsuki.

 

Se serenó antes de cruzar la frontera, en ese momento el único con derecho a volverse loco era Deidara y los demás a su alrededor debían tener el temple para apoyarlo.

 

- ¡Qué sorpresa Sakura! –Miró al rubio, se notaba mucho mejor que la última vez que lo vio y odiaba tener que arrebatarle ese bienestar.

 

- Me alegra estar de vuelta en las Flores. ¿Está Sasori?

 

- No, él ha ido a comprar provisiones al pueblo. Por favor pasa, no nos quedemos en la puerta. –Casi de inmediato Sakura se acercó al neceser de la pequeña Ino.

 

- Pero mira a esta princesa, pareciera que han pasado años. ¡Ha crecido mucho y ahora está tan hermosa!

 

- Lo sé, es nuestro pequeño tesoro. ¿Dime Sakura, has venido a decirnos que ya podemos regresar? ¿Itachi ya ha vuelto a la guarida?

 

- Sí...

 

- Juraba que él vendría para regresar juntos. –Se acercó para verla de frente pues ella seguía con el rostro enterrado en la niña dormida. Sus ojos reflejaban tanta culpa que de inmediato se imaginó lo peor aunque se negaba a creerlo. –¿Dónde está? ¿Está bien? –Silencio absoluto –¡Contesta! –Ya se estaba desesperando.

 

- Dei... –Su tono tan miserable le dio todas las respuestas y no esperaría a saber nada más, todas las posibilidades se agolpaban en la cabeza y estaba a punto de perder el juicio.

 

Movido por la desesperación salió de casa y sin pensarlo montó su caballo rumbo a la aldea de los Exiliados, no llevaba nada encima más que la ropa de campesino de todos los días, aun así no temía ni al clima ni a ningún otro peligro.

 

Ya le dolía el pecho de respirar el aire frío de la noche pero no se detendría, bastaba con la luz de la luna y su convicción para no sentir el cansancio y continuar sin parar hasta llegar a su destino.

 

- ¿E Itachi? –Arribó gritando con una pinta de loco. Nadie le contestó. –¡Estoy preguntando dónde está Itachi! –Ya iba en camino al hospital en busca de Konan, ella le daría respuestas. Sin embargo poco antes se encontró con Pain que lo detuvo.

 

- Deidara tranquilo.

 

- Itachi, ¿dónde está? –Su rostro era una dolorosa suplica.

 

- Calma, él está aquí y lo verás pronto. –Se quitó una gran carga de encima con esa respuesta. –Pero primero debes asearte.

 

- ¡Eso puede esperar, quiero verlo primero! –Sabía que sería difícil convencerlo pero era lo requerido para entrar en la habitación donde lo mantenían dormido.

 

- Solo toma un baño rápido. No serán más de 10 minutos. –Lo fue guiando al cuarto de baño y estaba seguro que no le importaría usar agua fría a pesar del clima sin embargo debía entibiar su sangre primero. Pain entendía, era lógico que a pesar de la situación apenas si sintiera su piel quemada de frío y no cayera en cuenta de su palidez y tiritar.

 

 

 

 

 

- De acuerdo Deidara, te llevaré a verlo. Conserva la calma. –Esas palabras lo alarmaron de nuevo y con todo el dolor de su corazón tuvo que preguntar:

 

- ¿Pero está vivo verdad? –Se le cortaba la voz solo de saber que un 50% de las opciones era un 'no'.

 

- ¡Lo está! Cielos Deidara, lamento no haberlo aclarado antes. Tal vez debo advertirte que su situación no es la mejor, está muy grave y aun así tengo una gran fe en que saldrá adelante y que tu presencia lo ayudará a recuperarse. –Tocó la puerta tres veces antes de abrirla.

 

Ahí vio parada a Konan con su típica bata negra aunque parecía haber envejecido 5 años de tan cansada que se miraba. Antes de preguntar cualquier cosa sus ojos como imanes fueron atraídos por el cuerpo que descansaba en medio del cuarto, ¡era Itachi!

 

Las extremidades le temblaron, era increíble verlo en ese estado. Corrió en su dirección o al menos lo intentó puesto que fue detenido por Pain.

 

- ¡Suéltame! –Exigió a él y a Konan que se acercaba hasta tenerlo de frente.

 

- Escúchame Deidara, podrás acercarte pero no debes ser brusco, no puedes abrazarlo, gritar o moverlo de ninguna forma. –El rubio se desesperaba, no necesitaba explicaciones, lo único que quería era estar cerca de su pareja y esto fue notado de inmediato por la médico que optó por tomarle con fuerza por la barbilla. –Itachi está grave y en este momento no puedes comportarte como un niño, ya eres un adulto y tu esposo depende de ti y de tu madurez para ayudarlo a salir de esta. ¿Me entiendes? –lo miraba severamente y él respondía de la misma forma. –Pain no te soltará hasta que no estés tranquilo y en definitiva no te dejaré estar aquí con esa actitud.

 

Konan no tenía tiempo para lidiar con rabietas y prefirió dar la orden de que lo alejaran de la habitación por ahora. Estaba segura de que Pain sabría calmarlo mejor y podría explicarle con calma la situación desde una perspectiva más humana.

 

 

 

Su suposición no fue errónea y unos minutos después el rubio ya estaba tocando la puerta con delicadeza y asomando la cabeza para pedir que le permitieran el acceso. Le dejó pasar y con duda se acercó al cuerpo de su esposo resistiendo la tentación de tocarlo y topándose la boca con una mano para ahogar sus sollozos.

 

- Lo siento Deidara pero aún está delicado. En unos días mejorará y podrás acercarte a él. Por ahora resiste y ve a descansar que buena falta te hace.

 

- Imposible, me quedaré a su lado hasta que despierte. –Tomó una silla y la acercó hasta Itachi para sentarse y quedarse ahí por siempre si era necesario.

 

- Está bien, puedes quedarte. –Ni siquiera ella tenía el corazón para obligarle a irse en este momento. De verdad esperaba que el Uchiha mejorara en el futuro cercano pero si no lo hacía no quería cargar toda la vida con la culpa de arrebatarle esos últimos momentos a Deidara.

 

 

 

Pasaron unos días y el rubio apenas sí se despegaba de su amado para realizar sus necesidades básicas. Dormía por momentos aunque era imposible tener un sueño reparador y ya se notaba en su rostro y estado de ánimo.

 

- ¿Deidara cariño cuánto tiempo llevas así? –Era Sakura que recién había llegado a la guarida de Akatsuki. No recibió respuesta, era como si ni siquiera la hubiese escuchado. –Ino está esperándote en tu habitación. –Apenas sí separó la vista del cuerpo de Itachi pero no tardó en ignorarla de nuevo.

 

Era cierto, en todo ese tiempo no había reparado en que abandonó a su hija por correr al lado del padre. Por un momento se sintió terrible pero ya no podía cargar con más culpa así que prefirió ignorar la existencia de Ino. Tendría toda la vida para pedirle disculpas por alejarse así.

 

Ahora con las instrucciones de Konan él era quien se encargaba de asear al pelinegro y de revisar sus signos vitales todos los días. La médico veía favorable su recuperación aunque esta fuera muy lenta. Ella odiaba involucrarse en asuntos ajenos pero ya era insoportable ver a Deidara tan decaído, cada vez más flaco y pálido; esa era una imagen que no alegraría a Itachi en cuanto despertara, además ya era hartante escuchar a Sakura todos los días insistiendo en que fuera ella quien convenciera al rubio de ir a ver a sus hija. Era demasiado como para ser ignorado.

 

- Por favor Deidara lo diré una vez más: ve a descansar mientras cuido a tu esposo. No te lo repetiré de nuevo de buena forma. Solo será un momento y si algo llegase a pasar serás el primero en enterarte.

 

Las dos médicos se habían puesto de acuerdo para poner al rubio a dormir mientras Konan hacía una revisión exhaustiva y que revelaría el verdadero estado de Itachi. De cualquier forma descanso era lo que más necesitaba Deidara, e Ino también lo necesitaba a él; Sakura se había encargado de cuidarla varios días pero ya pronto debía regresar a las Flores para que nadie sospechara de su relación con Akatsuki.

 

Konan confiaba en sus habilidades, ella era excelente en lo que hacía; sin embargo el cuerpo humano era particular en cada caso y deseaba con todas sus fuerzas que Itachi tuviera la fortuna de salir de esta con pocas secuelas. No tenía una relación particularmente cercana con él y si no la hubiesen enviado a vivir esos meses con Deidara le importaría mucho menos lo que le deparara el destino, pero ahora no solo atendía al hombre que le salvó la vida a Pain sino que al esposo de un buen amigo.

 

Le quitó todo medicamento a Itachi, ahora solo era cuestión de tiempo para que despertara si es que lo soportaba. No era el primer guerrero en el que aplicaba este sistema de mantenerlo sedado hasta que se recuperara pero simplemente algunos no regresaban del todo a la normalidad.

 

Apenas detecto el mínimo movimiento se acercó para tomarlo del rostro y evitar que se alterara. Del resto del cuerpo ya se había ocupado y estaba bien amarrado a la cama.

 

- Tranquilo Itachi, soy Konan. ¿Me reconoces? –Al principio pareció no entender lo que se le decía y movía los ojos con desesperación de un lado a otro. Le indicó cómo respirar y repitió la pregunta hasta que pareció entender y asintió pues la voz no le salía. –Bien. Ayúdame moviendo los dedos de tus pies. –Y aunque tardó en hacerlo lo logró, siguió con los dedos de las manos, después revisó a detalle su visión y respiración. Parecía estar todo correcto lo cual le aliviaba. Iría reduciendo la medicación y con suerte en unas semanas empezaría su rehabilitación.

 

- Eee –Lo escuchó balbucear con la garganta reseca. –eei.

 

- ¿Deidara? –Asintió, era excelente que recordara a su esposo; le preocupaba que los golpes y la experiencia tuvieran repercusiones graves en su memoria. –Está a salvo, ha estado a tu lado todos estos días y ahora está con Ino.

 

Itachi relajó todo el cuerpo aunque había estado en reposo todos esos días, que ni siquiera podía imaginar cuántos fueron, se sentía muy cansado. Su último recuerdo fue su familia y cada vez que despertaba entre el dolor y desesperación solo pensaba en lo mucho que necesitaba a Deidara a su lado así fuera solo para verlo por última vez.

 

De cierta forma y sin pruebas sabía que Konan no mentía puesto que ahora no existía un deseo incontrolable por ver al doncel, sentía en su piel el recuerdo de haberlo tenido a un lado. Era extraño el sentimiento pero real. Quería dormir, recuperar fuerzas e irse de ese cuarto. Cerró los ojos y sintió tanta tranquilidad en esa oscuridad que se estaba rindiendo.

 

- ¡Itachi! no duermas aún. No te mantuve vivo todo este tiempo para que ahora te dejes vencer –¡No! Eso no es lo que quería hacer aunque tal vez su cuerpo le jugaba una mala pasada ya que no era normal sobrevivir a estas heridas que seguían doliendo. –Escucha te sedaré de nuevo y poco a poco lo suspenderé. No será fácil eso te lo puedo asegurar.

 

 

 

La siguiente vez que despertó, Deidara se encontraba a su lado y también pudo ver a Ino, era tan hermosa y frágil que comenzó a llorar al estar en ese cuarto con olor a fármacos a pesar de los intentos de su padre doncel por calmarla. Era entendible, ese no era un lugar para una niña pequeña y tampoco para el rubio. Se alegraba de verlo, de eso no tenía duda alguna pero hubiese querido verle más alegre, resplandeciente, en cambio estaba desmejorado con bolsas bajo los ojos que ningún chico de su edad debía tener. Konan lo convenció de retirarse y de visitarlo al día siguiente.

 

Itachi se prometió que esa sería su motivación, si él mejoraba Deidara mejoraría. Porque ahora no era más que un enfermo deprimente, su cuerpo débil le avergonzaba y por mucho que la médico insistiera en que era una cuestión de tiempo él estaba convencido de que lo mejor sería exigirse más allá de los límites como siempre lo había hecho.

 

 

 

Después de que Konan diera su ronda para vigilar a los demás enfermos, que realmente ya eran pocos, se encontró con Deidara llorando en uno de los pasillos cercanos.

 

- ¿Qué pasa ahora? No puedes estar dando un espectáculo así a medio camino.

 

- Lo siento –sorbió la nariz tratando de calmarse –es qué jamás había visto a Itachi así de mal. –Y de nuevo se soltó a llorar.

 

- Al menos él tiene una excusa. –La mirada azul se clavo en su rostro pidiendo una explicación. –Mírate Deidara, estás en peor estado que él y que yo sepa tú no estuviste en el campo de guerra. Sé que no te lo dirá porque quiere protegerte pero te ves terrible y puedes culpar a la situación y dar millones de razones por las que llegaste a este punto pero ninguna será válida. ¿Quieres ayudar a Itachi de verdad? No le des más preocupaciones, cuídate al menos a ti mismo para que él no tenga que cuidarlos a los tres.

 

Seguía lagrimeando pero intentaba calmarse. Era cierto lo que decía Konan y no quería poner más peso sobre los hombros de Itachi. La mujer lo dejó solo y al poco rato ya estaba mejor. Fue a su habitación donde se encontraba Ino durmiendo en la cuna y la miró por largo rato mientras pensaba.

 

Odiaba que las cosas fueran tan mal cuando sentía que la felicidad absoluta estaba tan cercana. Se había comportado como el cobarde que quería dejar en el pasado, era muy extraño recordar la actitud que tenía hace unas semanas en las Flores cuando Konan lo obligaba a hacerse valor por sí mismo; sabía que ese cambio se dio cuando ya no estuvo bajo el ala de Itachi para ser protegido y sería un error permitir que toda la responsabilidad recayera en el varón especialmente ahora que él era el más fuerte de su familia. Su esposo apenas sí se libró de la muerte y le quedaba un largo camino para recuperarse y su hija se trataba de una recién nacida y él, él estaba sano en plena juventud, tenía estudios, habilidades... era cuestión de vencer la debilidad y lo haría. Se miró al espejo prometiéndose que jamás se volvería a ver así de enclenque.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sasori solo había dicho que Sakura necesitaba su ayuda para salvar a Itachi. Por eso no quiso ni mirar a Deidara, porque de inmediato vería que se trataba de su esposo y no debía preocuparlo pues eso solo entorpecería su labor.

 

Se lavó y cambió la ropa antes de entrar a uno de los cuartos restringidos. Ahí estaba Sakura simplemente vigilando que el guerrero siguiera con vida.

 

- ¿Qué pasó aquí? Jamás debieron traerlo en estas condiciones.

 

- Era mejor que atenderlo allá donde todo es insalubre. No pienses en el pasado, aquí está e incluso mejor que los primeros días. –Si así era mejor no quería ni imaginarse cómo estaba antes. –Me ocupé de evitar que su cuerpo se infectara...

 

Comentaron con detalle todas sus heridas además de golpes, rasguños y huesos rotos; lo que les debía ocupar con premura era que lo habían atravesado con una espada en un costado.

 

- No encuentro manera de hacer su curación más rápida, cada vez que despierta todo empeora.

 

- Ya veo –ahora entendía porque la habían llamado, ella era buena para mantener sedados y por largo tiempo a los heridos, eso era justo lo que necesitaban en este momento. No habría forma rápida ni indolora de que se recuperara... si es que lo hacía. Puso manos a la obra, entre más pronto empezara mejores serían los resultados.

 

Casi no durmió esa semana por estar midiendo la efectividad de su tratamiento. Dios, ese Uchiha sí que era un terco para aceptar ayuda, varias veces fueron las que despertaba moviéndose y gritando de dolor hasta que por fin logró domarlo. Al parecer el corte no había dañado órganos internos y Sakura hizo un buen trabajo al mantener sus heridas limpias aunque había algo de verdad extraño y casi podía jurar que al tratarse de los hombres de Hanzo sus armas debieron estar envenenadas. Simplemente no era normal que su fiebre no bajara y que cada día se viera más demacrado que el anterior. Leyó como loca toda la información que tenía sobre posibles remedios e intentaría cada uno de ellos para encontrar la cura. En esta situación quería ofrecer esperanzas pero no debía y lo mejor sería llamar a Deidara para darle la oportunidad de estar a su lado en el peor de los escenarios.

 

Sakura se ofreció a ir por él y todos estuvieron de acuerdo.

 

Todo el camino fue pensando la mejor manera de decirlo aunque no había una forma correcta de dar esa noticia. Le dolía el alma solo de pensar que en retrospectiva ella sería en parte responsable en caso de que Itachi muriera por haber mentido al decir que los hombres de la Roca los perseguían y así orillarlos a unirse a Akatsuki.

 

Se serenó antes de cruzar la frontera, en ese momento el único con derecho a volverse loco era Deidara y los demás a su alrededor debían tener el temple para apoyarlo.

 

- ¡Qué sorpresa Sakura! –Miró al rubio, se notaba mucho mejor que la última vez que lo vio y odiaba tener que arrebatarle ese bienestar.

 

- Me alegra estar de vuelta en las Flores. ¿Está Sasori?

 

- No, él ha ido a comprar provisiones al pueblo. Por favor pasa, no nos quedemos en la puerta. –Casi de inmediato Sakura se acercó al neceser de la pequeña Ino.

 

- Pero mira a esta princesa, pareciera que han pasado años. ¡Ha crecido mucho y ahora está tan hermosa!

 

- Lo sé, es nuestro pequeño tesoro. ¿Dime Sakura, has venido a decirnos que ya podemos regresar? ¿Itachi ya ha vuelto a la guarida?

 

- Sí...

 

- Juraba que él vendría para regresar juntos. –Se acercó para verla de frente pues ella seguía con el rostro enterrado en la niña dormida. Sus ojos reflejaban tanta culpa que de inmediato se imaginó lo peor aunque se negaba a creerlo. –¿Dónde está? ¿Está bien? –Silencio absoluto –¡Contesta! –Ya se estaba desesperando.

 

- Dei... –Su tono tan miserable le dio todas las respuestas y no esperaría a saber nada más, todas las posibilidades se agolpaban en la cabeza y estaba a punto de perder el juicio.

 

Movido por la desesperación salió de casa y sin pensarlo montó su caballo rumbo a la aldea de los Exiliados, no llevaba nada encima más que la ropa de campesino de todos los días, aun así no temía ni al clima ni a ningún otro peligro.

 

Ya le dolía el pecho de respirar el aire frío de la noche pero no se detendría, bastaba con la luz de la luna y su convicción para no sentir el cansancio y continuar sin parar hasta llegar a su destino.

 

- ¿E Itachi? –Arribó gritando con una pinta de loco. Nadie le contestó. –¡Estoy preguntando dónde está Itachi! –Ya iba en camino al hospital en busca de Konan, ella le daría respuestas. Sin embargo poco antes se encontró con Pain que lo detuvo.

 

- Deidara tranquilo.

 

- Itachi, ¿dónde está? –Su rostro era una dolorosa suplica.

 

- Calma, él está aquí y lo verás pronto. –Se quitó una gran carga de encima con esa respuesta. –Pero primero debes asearte.

 

- ¡Eso puede esperar, quiero verlo primero! –Sabía que sería difícil convencerlo pero era lo requerido para entrar en la habitación donde lo mantenían dormido.

 

- Solo toma un baño rápido. No serán más de 10 minutos. –Lo fue guiando al cuarto de baño y estaba seguro que no le importaría usar agua fría a pesar del clima sin embargo debía entibiar su sangre primero. Pain entendía, era lógico que a pesar de la situación apenas si sintiera su piel quemada de frío y no cayera en cuenta de su palidez y tiritar.

 

 

 

 

 

- De acuerdo Deidara, te llevaré a verlo. Conserva la calma. –Esas palabras lo alarmaron de nuevo y con todo el dolor de su corazón tuvo que preguntar:

 

- ¿Pero está vivo verdad? –Se le cortaba la voz solo de saber que un 50% de las opciones era un 'no'.

 

- ¡Lo está! Cielos Deidara, lamento no haberlo aclarado antes. Tal vez debo advertirte que su situación no es la mejor, está muy grave y aun así tengo una gran fe en que saldrá adelante y que tu presencia lo ayudará a recuperarse. –Tocó la puerta tres veces antes de abrirla.

 

Ahí vio parada a Konan con su típica bata negra aunque parecía haber envejecido 5 años de tan cansada que se miraba. Antes de preguntar cualquier cosa sus ojos como imanes fueron atraídos por el cuerpo que descansaba en medio del cuarto, ¡era Itachi!

 

Las extremidades le temblaron, era increíble verlo en ese estado. Corrió en su dirección o al menos lo intentó puesto que fue detenido por Pain.

 

- ¡Suéltame! –Exigió a él y a Konan que se acercaba hasta tenerlo de frente.

 

- Escúchame Deidara, podrás acercarte pero no debes ser brusco, no puedes abrazarlo, gritar o moverlo de ninguna forma. –El rubio se desesperaba, no necesitaba explicaciones, lo único que quería era estar cerca de su pareja y esto fue notado de inmediato por la médico que optó por tomarle con fuerza por la barbilla. –Itachi está grave y en este momento no puedes comportarte como un niño, ya eres un adulto y tu esposo depende de ti y de tu madurez para ayudarlo a salir de esta. ¿Me entiendes? –lo miraba severamente y él respondía de la misma forma. –Pain no te soltará hasta que no estés tranquilo y en definitiva no te dejaré estar aquí con esa actitud.

 

Konan no tenía tiempo para lidiar con rabietas y prefirió dar la orden de que lo alejaran de la habitación por ahora. Estaba segura de que Pain sabría calmarlo mejor y podría explicarle con calma la situación desde una perspectiva más humana.

 

 

 

Su suposición no fue errónea y unos minutos después el rubio ya estaba tocando la puerta con delicadeza y asomando la cabeza para pedir que le permitieran el acceso. Le dejó pasar y con duda se acercó al cuerpo de su esposo resistiendo la tentación de tocarlo y topándose la boca con una mano para ahogar sus sollozos.

 

- Lo siento Deidara pero aún está delicado. En unos días mejorará y podrás acercarte a él. Por ahora resiste y ve a descansar que buena falta te hace.

 

- Imposible, me quedaré a su lado hasta que despierte. –Tomó una silla y la acercó hasta Itachi para sentarse y quedarse ahí por siempre si era necesario.

 

- Está bien, puedes quedarte. –Ni siquiera ella tenía el corazón para obligarle a irse en este momento. De verdad esperaba que el Uchiha mejorara en el futuro cercano pero si no lo hacía no quería cargar toda la vida con la culpa de arrebatarle esos últimos momentos a Deidara.

 

 

 

Pasaron unos días y el rubio apenas sí se despegaba de su amado para realizar sus necesidades básicas. Dormía por momentos aunque era imposible tener un sueño reparador y ya se notaba en su rostro y estado de ánimo.

 

- ¿Deidara cariño cuánto tiempo llevas así? –Era Sakura que recién había llegado a la guarida de Akatsuki. No recibió respuesta, era como si ni siquiera la hubiese escuchado. –Ino está esperándote en tu habitación. –Apenas sí separó la vista del cuerpo de Itachi pero no tardó en ignorarla de nuevo.

 

Era cierto, en todo ese tiempo no había reparado en que abandonó a su hija por correr al lado del padre. Por un momento se sintió terrible pero ya no podía cargar con más culpa así que prefirió ignorar la existencia de Ino. Tendría toda la vida para pedirle disculpas por alejarse así.

 

Ahora con las instrucciones de Konan él era quien se encargaba de asear al pelinegro y de revisar sus signos vitales todos los días. La médico veía favorable su recuperación aunque esta fuera muy lenta. Ella odiaba involucrarse en asuntos ajenos pero ya era insoportable ver a Deidara tan decaído, cada vez más flaco y pálido; esa era una imagen que no alegraría a Itachi en cuanto despertara, además ya era hartante escuchar a Sakura todos los días insistiendo en que fuera ella quien convenciera al rubio de ir a ver a sus hija. Era demasiado como para ser ignorado.

 

- Por favor Deidara lo diré una vez más: ve a descansar mientras cuido a tu esposo. No te lo repetiré de nuevo de buena forma. Solo será un momento y si algo llegase a pasar serás el primero en enterarte.

 

Las dos médicos se habían puesto de acuerdo para poner al rubio a dormir mientras Konan hacía una revisión exhaustiva y que revelaría el verdadero estado de Itachi. De cualquier forma descanso era lo que más necesitaba Deidara, e Ino también lo necesitaba a él; Sakura se había encargado de cuidarla varios días pero ya pronto debía regresar a las Flores para que nadie sospechara de su relación con Akatsuki.

 

Konan confiaba en sus habilidades, ella era excelente en lo que hacía; sin embargo el cuerpo humano era particular en cada caso y deseaba con todas sus fuerzas que Itachi tuviera la fortuna de salir de esta con pocas secuelas. No tenía una relación particularmente cercana con él y si no la hubiesen enviado a vivir esos meses con Deidara le importaría mucho menos lo que le deparara el destino, pero ahora no solo atendía al hombre que le salvó la vida a Pain sino que al esposo de un buen amigo.

 

Le quitó todo medicamento a Itachi, ahora solo era cuestión de tiempo para que despertara si es que lo soportaba. No era el primer guerrero en el que aplicaba este sistema de mantenerlo sedado hasta que se recuperara pero simplemente algunos no regresaban del todo a la normalidad.

 

Apenas detecto el mínimo movimiento se acercó para tomarlo del rostro y evitar que se alterara. Del resto del cuerpo ya se había ocupado y estaba bien amarrado a la cama.

 

- Tranquilo Itachi, soy Konan. ¿Me reconoces? –Al principio pareció no entender lo que se le decía y movía los ojos con desesperación de un lado a otro. Le indicó cómo respirar y repitió la pregunta hasta que pareció entender y asintió pues la voz no le salía. –Bien. Ayúdame moviendo los dedos de tus pies. –Y aunque tardó en hacerlo lo logró, siguió con los dedos de las manos, después revisó a detalle su visión y respiración. Parecía estar todo correcto lo cual le aliviaba. Iría reduciendo la medicación y con suerte en unas semanas empezaría su rehabilitación.

 

- Eee –Lo escuchó balbucear con la garganta reseca. –eei.

 

- ¿Deidara? –Asintió, era excelente que recordara a su esposo; le preocupaba que los golpes y la experiencia tuvieran repercusiones graves en su memoria. –Está a salvo, ha estado a tu lado todos estos días y ahora está con Ino.

 

Itachi relajó todo el cuerpo aunque había estado en reposo todos esos días, que ni siquiera podía imaginar cuántos fueron, se sentía muy cansado. Su último recuerdo fue su familia y cada vez que despertaba entre el dolor y desesperación solo pensaba en lo mucho que necesitaba a Deidara a su lado así fuera solo para verlo por última vez.

 

De cierta forma y sin pruebas sabía que Konan no mentía puesto que ahora no existía un deseo incontrolable por ver al doncel, sentía en su piel el recuerdo de haberlo tenido a un lado. Era extraño el sentimiento pero real. Quería dormir, recuperar fuerzas e irse de ese cuarto. Cerró los ojos y sintió tanta tranquilidad en esa oscuridad que se estaba rindiendo.

 

- ¡Itachi! no duermas aún. No te mantuve vivo todo este tiempo para que ahora te dejes vencer –¡No! Eso no es lo que quería hacer aunque tal vez su cuerpo le jugaba una mala pasada ya que no era normal sobrevivir a estas heridas que seguían doliendo. –Escucha te sedaré de nuevo y poco a poco lo suspenderé. No será fácil eso te lo puedo asegurar.

 

 

 

La siguiente vez que despertó, Deidara se encontraba a su lado y también pudo ver a Ino, era tan hermosa y frágil que comenzó a llorar al estar en ese cuarto con olor a fármacos a pesar de los intentos de su padre doncel por calmarla. Era entendible, ese no era un lugar para una niña pequeña y tampoco para el rubio. Se alegraba de verlo, de eso no tenía duda alguna pero hubiese querido verle más alegre, resplandeciente, en cambio estaba desmejorado con bolsas bajo los ojos que ningún chico de su edad debía tener. Konan lo convenció de retirarse y de visitarlo al día siguiente.

 

Itachi se prometió que esa sería su motivación, si él mejoraba Deidara mejoraría. Porque ahora no era más que un enfermo deprimente, su cuerpo débil le avergonzaba y por mucho que la médico insistiera en que era una cuestión de tiempo él estaba convencido de que lo mejor sería exigirse más allá de los límites como siempre lo había hecho.

 

 

 

Después de que Konan diera su ronda para vigilar a los demás enfermos, que realmente ya eran pocos, se encontró con Deidara llorando en uno de los pasillos cercanos.

 

- ¿Qué pasa ahora? No puedes estar dando un espectáculo así a medio camino.

 

- Lo siento –sorbió la nariz tratando de calmarse –es qué jamás había visto a Itachi así de mal. –Y de nuevo se soltó a llorar.

 

- Al menos él tiene una excusa. –La mirada azul se clavo en su rostro pidiendo una explicación. –Mírate Deidara, estás en peor estado que él y que yo sepa tú no estuviste en el campo de guerra. Sé que no te lo dirá porque quiere protegerte pero te ves terrible y puedes culpar a la situación y dar millones de razones por las que llegaste a este punto pero ninguna será válida. ¿Quieres ayudar a Itachi de verdad? No le des más preocupaciones, cuídate al menos a ti mismo para que él no tenga que cuidarlos a los tres.

 

Seguía lagrimeando pero intentaba calmarse. Era cierto lo que decía Konan y no quería poner más peso sobre los hombros de Itachi. La mujer lo dejó solo y al poco rato ya estaba mejor. Fue a su habitación donde se encontraba Ino durmiendo en la cuna y la miró por largo rato mientras pensaba.

 

Odiaba que las cosas fueran tan mal cuando sentía que la felicidad absoluta estaba tan cercana. Se había comportado como el cobarde que quería dejar en el pasado, era muy extraño recordar la actitud que tenía hace unas semanas en las Flores cuando Konan lo obligaba a hacerse valor por sí mismo; sabía que ese cambio se dio cuando ya no estuvo bajo el ala de Itachi para ser protegido y sería un error permitir que toda la responsabilidad recayera en el varón especialmente ahora que él era el más fuerte de su familia. Su esposo apenas sí se libró de la muerte y le quedaba un largo camino para recuperarse y su hija se trataba de una recién nacida y él, él estaba sano en plena juventud, tenía estudios, habilidades... era cuestión de vencer la debilidad y lo haría. Se miró al espejo prometiéndose que jamás se volvería a ver así de enclenque.

 

 

 

Deidara regresó a visitar al guerrero y de no conocerlo tan bien tal vez habría engañado a Itachi con esa sonrisa, pero no podía esconderle la tristeza. El varón lo entendía, estaba fingiendo como un escudo y lo agradecía porque aunque su alegría no fuese verdadera era mejor que verle como antes. Le habló animado de todo lo que hacía Ino y eso le reconfortaba, pronto quería cargarla en sus brazos de nuevo.

A los ojos de Itachi todo fue mejorando lento y constante. Cada día que el rubio lo visitaba se veía un poco más radiante; ya no estaba pálido ni esquelético y su sonrisa resplandecía como un sol dentro de la habitación, le amenizaba todas las tardes consintiéndolo, le procuraba los alimentos y podía charlar por horas aunque fuesen simplemente trivialidades.

Konan había prometido que ya pronto lo dejaría salir, sus heridas estaban prácticamente cerradas. Con gran esfuerzo logró caminar ayudado de un bastón, debía usarlo al menos hasta que sus músculos estuviesen fuertes de nuevo.

Quiso sorprender a Deidara yendo a su habitación apenas fue dado de alta, sin embargo quien se llevó la sorpresa fue él. Nadie le había dicho y tampoco se había preguntado que hacía el doncel el resto del día. Resultó que salía a entrenar todas las mañanas con la médico además de convertirse en su asistente o algo parecido según leyó en sus notas, había adaptado una parte de la habitación en un estudio. Después se acercó a la cuna vacía de Ino, a esta hora debía estar con las niñeras que se encargaban de todos los hijos de guerreros o aquellos que habían quedado huérfanos... definitivamente muchas cosas habían cambiado para bien el tiempo que estuvo desconectado del mundo.

- ¿Itachi? –se sorprendió Deidara al verlo sentado en la cama.

- ¿No te gustó la visita? –le sonrió sinceramente, ¡cómo no le iba a dar gusto ver que al fin salía de ese cuarto!

- ¿Por qué no me lo dijiste? Te hubiese acompañado hasta aquí –Se acercó y lo dudo un poco pero no aguantaría mucho más sin besarlo. Durante las primeras etapas de su recuperación apenas si se habían hecho mimos y bastante inocentes.

Al sentir que Itachi estaba igual de ansioso que él se fue sentando a su lado para quedar más cómodos y la pasión se encendió. Los besos se volvieron ruidosos y húmedos.

- ¿Deberíamos? –Preguntó Deidara dudoso si era demasiado pronto para hacer el amor.

- Cada día que pasaba solo podía pensar en este momento.

- Eso solo te hace sonar como un pervertido –Rio pero ambos estaban igual de impacientes.

Itachi siguió besando al doncel y de a poco lo fue recostando hasta que un dolor agudo le hizo quejarse y paró por un segundo preocupando al rubio. Quiso fingir que todo estaba bien aunque ya era tarde, ahora Deidara estaba inquieto y no por la excitación del momento sino por el miedo de que se lastimara de nuevo. Lo ayudó a sentarse.

- Llamaré a Konan para que te revise.

- No lo hagas, estoy bien. –Lo obedeció solo para no alterarlo más.

- Supongo que aún no era tiempo. –Dijo Deidara comprensivo en un intento de animarlo, se recargó en su hombro a la par que entrelazaba sus manos. –Me alegra mucho que estés aquí.

El doncel llevaba tanto tiempo esperando por Itachi que nada le costaba aguantar un poco más. La abstinencia no le molestaba pues durante todo el tiempo que el varón estuvo en tratamiento lo que menos pensaba era en tener sexo, fue más la preocupación por verlo vivo y recuperado que cualquier impulso de excitación era inexistente. Ahora bastaba con verle mejor cada día y dormir a su lado.

 

Deidara ya sabía que Itachi era un excelente padre, los pocos meses que pasó junto a Ino recién nacida se lo demostraron y ahora lo confirmaba al verle tan cercano a su hija y como esta lo adoraba aunque apenas lo estaba reconociendo. Pasaban tanto tiempo los tres juntos que ya apenas recordaba la tristeza de semanas atrás.

Religiosamente todas las mañanas Deidara llevaba a la pequeña a la guardería, regresaba a acompañar a Itachi a su rehabilitación y después él andaba de aquí para allá con Zetsu, Sasori o Konan.

Pero ese día el pelinegro había sido tan firme al decir que él llevaría a Ino a la guardería que no pudo negarse, además estaba en todo su derecho de hacerlo. Quiso acompañarlos e Itachi se negó e insistió en que estarían bien solos, después de todo él ya estaba más que capacitado para hacer al menos esa tarea.

El rubio se quedó solo en el cuarto esperando a que regresara, sintió que ya se estaba tardando demasiado. Tal vez solo se encontró a alguien y se quedó platicando porque si hubiese pasado algo malo ya le habrían informado, ¿no? Caminaba de un lado a otro tronándose los dedos hasta que escuchó la puerta abrirse.

- Por dios quita esa cara.

- Lo siento, sabes que no es porque no confíe en ti pero es que me preocupa tu salud. –A Itachi le ofendía que en realidad esa preocupación sí era porque no confiaba en él, o más bien en la capacidad de su cuerpo. Se acercó a abrazarlo.

- No hubiese sugerido llevar a nuestra hija si no me sintiera listo para hacerlo. –Lo sentía muy tenso y quería convencerlo de que estaba más cerca de ser el hombre que conoció antes de la guerra que de aquel moribundo que regresó de ella.

Deidara le miró con sus intensos ojos azules a punto de darle una explicación de cómo se sentía pero no se permitió, no porque no quisiera escucharlo sino porque al verlo así de cerca le entraron unas ganas locas de besarlo. Lo tomó del rostro y se pegó a sus labios, ambos sabían que este no era uno de aquellos besos para dar por zanjadas las discusiones, era uno de esos que significaban el comienzo de un encuentro más íntimo.

- ¿Itachi? –Sabía que con su pregunta venía una súplica por saber si llegarían hasta el final. Y cómo no lo harían si lo miraba con ese gesto de pasión contenida mordiendo su labio inferior para terminar de seducirlo.

Su respuesta fue un beso aún más profundo, lo tomó de la cintura y lo pegó a su cuerpo. Fue bajando las manos hasta llegar al trasero que apretó con fuerza ganándose un suspiro ahogado y continuó haciéndolo por unos minutos pero no era suficiente, sentía su erección formándose contra el vientre de Deidara.

Pensó que el primer encuentro después de tanto tiempo sería dulce, tranquilo, iría paso a paso consintiendo y volviendo a descubrir el cuerpo de su doncel. No sucedería de esa forma porque ambos estaban urgidos, necesitados del otro.

Metió las manos al pantalón del rubio por la parte trasera y este casi desesperado lo desabrocho y bajó hasta los tobillos junto con la ropa interior para dejarse expuesto. Terminó por quitarle la camiseta y la red que usaban para entrenar. Tragó saliva con fuerza, hacía tanto que no le veía así, ahora le parecía incluso más hermoso. La cicatriz del nacimiento de Ino aún era visible y su abdomen estaba levemente marcado por el ejercicio que ahora realizaba. Acercó las manos para acariciarle los pezones, uno con cada pulgar; siempre era una sensación placentera sentir su dureza y aprisionarla entre los dedos aunque era aún mejor sentirlos dentro de su boca.

Apenas se acercaba para chuparlos cuando Deidara lo detuvo atravesando sus manos, las llevó hasta su ropa y lo desvistió por completo. Itachi debía admitir que le daba vergüenza que le mirara desnudo en este momento que todavía no recuperaba su musculatura habitual además de estar lleno de horribles cicatrices de guerra. Pero su Deidara... a él parecía no importarle, le devoraba con la mirada y con el consentimiento que ya tenía concedido desde siempre no tardó en comenzar a acariciar su abdomen hasta llegar a su miembro que delineó por un costado desde la punta hasta la base y continuó a los testículos.

Itachi le guio hasta la orilla de cama para sentarse e indicarle que se subiera a su regazo con las piernas abiertas, así podría jugar con su pene todo lo que quisiera mientras él se dedicaba a dilatar su entrada. Introdujo un dedo previamente lubricado con saliva, fue sencillo y Deidara lo ánimo a aumentar un dígito más.

Iba a introducir un tercero pero le detuvo rogando que lo penetrara de una buena vez. Si su doncel se sentía listo lo haría, también ya le urgía sentirse uno con él. Lo recostó sobre la cama, quería ver su rostro y no perderse ni una expresión; su belleza era increíble, sus cabellos dorados regados en la sabana y muchos otros pegados a su frente impregnada de sudor, sonrojado hasta las orejas, abriendo y cerrando la boca para regular la respiración. Sentía sus dedos enterrársele en los hombros cada vez más fuerte mientras se hundía en su interior, era justo como lo recordaba, húmedo, caliente, apretado, suave, delicioso. Se tomó unos segundos para acostumbrarse y no correrse de inmediato.

Ambos hacían su mejor esfuerzo por acompasar la respiración. Itachi comenzó con el movimiento de cadera, ahora las manos del doncel se apretaban a los lados en las sabanas, era evidente que él también estaba enloqueciendo de placer. Abrió los ojos y miró al pelinegro empapado en sudor por toda la piel, se notaba como nunca el gran esfuerzo físico que le costaba seguir el ritmo y carecía de la fuerza que recordaba, todo debido al reposo de semanas. No le exigiría nada porque aunque su vigor fuera débil le encantaba sentirse uno con él.

Itachi tomó impulso y comenzó con el balanceo de atrás hacia adelante, con ambas manos sobre los muslos del doncel lo hizo llevar las rodillas hasta su cabeza sin saber que sería tan flexible y que esa posición le permitía insertar su pene en un diferente ángulo que hizo a Deidara chillar de placer.

Eso terminó por romper su cordura, escucharlo gemir intentando decir su nombre y solo logrando expulsar silabas entre suspiros era estimulante de una manera brutal.

- ¡Ah! ¡Itah! ¡Mmh Chi! Ahhm

Dejó caer una pierna y lo acomodó de costado para seguir penetrándolo en esa posición, le encantaba lo accesible que resultaba el rubio durante el sexo.

Itachi ya se sentía un poco agotado y la perdida de costumbre lo ponían más receptivo de esas sensaciones placenteras, quería durar más pero simplemente no podría aguantar, el frenesí se volvió más rápido, no dejaba de hundirse certero en Deidara a la par que lo masturbaba y fue increíble –como lo era siempre en realidad– sentirse aprisionado con fuerza mientras el rubio eyaculaba y esas siguientes contracciones lo obligaban a ir más rápido y más profundo buscando llenarlo de su semilla. Debía ser más fuerte que su instinto y escuchar la voz que le recordaba que este no era momento de arriesgarse a tener otro hijo así que contra todo lo que su cuerpo le pedía salió del cuerpo del rubio para terminar en sus nalgas. Aún así su orgasmo fue poderoso y lo llenó de vida y felicidad.

Se tumbó a un costado y estrechó a Deidara en sus brazos, le llenó de besos la espalda y el cuello mientras terminaban de recuperar el aliento.

- Eres increíble Dei –No lo decía solo por el sexo sino por su habilidad de hacerlo olvidar todos los males y problemas del mundo al menos por unos momentos.

El más joven se aferró a los brazos que lo rodeaban por el pecho, extrañaba mucho esta sensación de sentirse completo. Le gustaba ser esa persona que recibía toda la pasión de Itachi, aquella con quien desahogaba sus deseos más primitivos pero que también recibía toda la ternura albergada en su corazón. Sabía que a nadie más se mostraba así, no ahora, no en el pasado y definitivamente no en el futuro.

Él era todo lo que había soñado sobre una pareja para toda la vida así que tenía la necesidad de confesarle una situación que a su percepción era vergonzosa y que no quería que en algún momento se convirtiera en una razón de reproche.

- Itachi –aún le daba la espalda así que esperaba que eso ayudara a que fuera más fácil de decir.

- ¿Sí? –Ya estaban en completa calma, en un ambiente relajado.

- No quiero que pienses que no amo a Ino con todo mi corazón...

- ¿Por qué lo haría?

- En cuanto me enteré que estabas herido corrí a verte y en ningún momento me paré a pensar en ella. No sabes lo culpable que me siento ahora y lo temeroso que estoy de que me mires mal porque la abandoné siendo tan pequeña.

Absoluto silencio.

- ¡Di algo!

- Lo siento Dei, no te culpo en absoluto. No dudo de tu amor por nuestra hija, ¿cómo podría hacerlo? Solo pensaba, ¿qué habría hecho yo? Cada vez que demuestras tu amor hacia mí me confirmo que te amo de igual forma. No sé Deidara ¿habría actuado igual? No puedo imaginarme en esa situación y si sigo pensándolo tal vez me enfade contigo porque hubiese buscado la forma de estar los tres juntos, pero no puedo reclamarte nada porque ahora estamos aquí y todos estamos bien. Veo a Ino que te adora y como me ayudas para que también me quiera después de convertirme en un completo extraño para ella.

Le alegraba que ahora Itachi estuviera enterado de lo que pasó, ahora él quería saber.

- ¿Itachi qué pasó en la guerra, me cuentas?

- No es importante.

- Lo es para mí porque no estuve presente.

- ¿Te refieres a cómo terminé así? –Quería confirmar que esa fuera toda su curiosidad, sería cansado y sin objetivo darle detalles de lo mal que lo pasaron gran parte del tiempo.

- Sí.

- Bien. No es que estuviésemos rindiéndonos porque sabíamos que casi podíamos tocar la victoria con la punta de los dedos, aunque eso volvió a Hanzo y sus hombres en seres meramente impulsivos que darían un último y desesperado golpe. No sé cómo lo alcancé a ver porque fue solo un segundo que se distinguió entre la multitud, iba directo a Pain así que solo corrí a protegerlo. Sinceramente no sé de dónde vino ese impulso de lealtad absoluta pero en ese momento no tuve duda en enfrentarme a Hanzo. Era tan temprano que la niebla aun no bajaba del todo y pensé que con derribarlo sería suficiente sin embargo no vi que ese era el fin del camino y caímos. Es todo lo que recuerdo de ese día.

Deidara se giró violentamente en ese momento con los ojos llenos de lagrimas y lo abrazó por el cuello. Aunque el pelinegro lo había contado conciso y sin toques de emoción le recordó al doncel lo real y cerca que estuvo de perderlo. Itachi se había aferrado fuertemente a la vida y por eso estaba aquí pero lo cierto es que ser valiente y estar bien entrenado no le garantizaba el mañana.

Itachi lo arrulló hasta que se calmó, por eso había eludido el tema tanto tiempo. Recordar era volver a vivir y él prefería desechar esos recuerdos. Es lo que le habían enseñado en el clan. Si pensaba demasiado en ello terminaría temiendo las próximas batallas.

 

 

 

 

 

 
 

 

He visto mucho Grey's Anatomy. ¿Cómo supieron?  😳

 

 

 

 


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