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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Publicando en chinga porque quiero finalizarlo al mismo tiempo que en Wattpad jaja.

A pesar de que Deidara quería pasar todo el día encerrado en su habitación con Itachi no debía actuar tan diferente. Además aun quedaban asuntos que arreglar mientras sus compañeros de Akatsuki estuvieran presentes.

Por suerte Pain se ocupaba muy bien de Sasuke y así él se dedicaba a entretener a Konan en lo que todos veían como asuntos banales pero que solo eran la fachada de su treta para rescatar las pertenencias de sus padres. Así que con ella podía ser honesto, no se quedaría, pero esta vez no abandonaría la Roca con las manos vacías.

Le permitió a la médico seleccionar todo lo que considerara pertinente para aumentar la biblioteca en Akatsuki e incluso se arriesgaría a tomar parte de lo que Karin había apartado para ella misma, seguramente lo más interesante y valioso. Cuando fuera el momento oportuno lo enviaría a su nueva aldea.

- ¿Konan estás segura de que todo está listo?

- No te pongas tan ansioso, las cosas están preparadas. Por donde sea que quieran atacarte ya estás cubierto. -Eso le quitaba una gran carga al rubio y así se atrevía ser más arriesgado.

- Eres la única en la que puedo confiar mi futuro. -Cambio su rostro a uno de resignación -Por favor cuida de Itachi, pido al destino toda la suerte para que el plan salga a la perfección pero uno nunca sabe y si llegase a salir herido te ruego que salves su vida. No puedo arrodillarme ante ti en este momento pero sabes que lo haría sin pena alguna. Y si no salvas su vida por favor tampoco salves la mía.

- ¡Deidara! -en su voz había un claro reclamo a ese amor que nunca comprendería.

- Te lo imploro. No es parte del plan, sin embargo te lo diré esperando que guardes silencio ante Itachi, mataré a Sasuke cuando encuentre la oportunidad. Si bien no será fácil juro que lo haré. Lamento pedirte tantas cosas de imprevisto porque te estoy dando unas responsabilidades enormes, así que solo quiero rogarte una cosa más, si todo llega a desmoronarse vela por el bienestar de Ino unos cuantos años más hasta que sea mayor.

- De acuerdo Deidara -suspiró sabiendo que no haría cambiar al doncel de opinión, aunque no se lo hubiera pedido nunca dejaría sola a Ino. Sobre sus otras peticiones no estaba segura de cumplirlas.

- ¡Gracias Konan!

La ayuda de Konan le aligeraba demasiado el corazón y le facilitaba llevar a cabo sus propios planes.

 

Itachi ya pronto se iría, se encontraría con Hidan y Kisame como sus compañeros. Nada fue al azar, Hidan estaba demente y no era mas que una máquina de matanza que contaba a sus victimas sin remordimiento por cientos, así que pasara lo que pasara él sin duda no dejaría escapar a los Uchiha. Por otro lado, Kisame al ser tan buen amigo de Itachi le haría entrar en razón si buscaba arriesgarse de más sin importar su seguridad.

Cerró los ojos antes de entrar a la habitación, esa noche sería la última para ambos; después, quién sabe. Era horrible pensar en lo arriesgado de esa acción contra el Clan Uchiha, aunque ¿qué más podría hacer? era algo que habían escogido y a lo que dedicaron tanto tiempo, tantos años entrenando a Itachi y mostrándole cómo debía actuar para salir ileso de una explosión. El cuerpo se le vaciaba de toda fuerza, era absurdo porque quería hincarse y rogarle a Itachi que no lo hiciera, que cualquier otro podía tomar ese riesgo sin importar que fuera una mentira, porque solo ellos dos estaban capacitados para hacerlo.

No entró sonriendo, no había nada que lo ameritara en ese momento.

- Dei -se acercó Itachi a abrazarlo. -Esto está apunto de terminar.

- ¡Claro, lo sé! -sonrió triste porque esas palabras solo las decía para calmarlo.

- No quiero irme y que te quedes con esa expresión.

- Entonces bésame -sentía que era lo único que podía calmarlo en ese momento pero lo que en realidad quería decir era que no se apartara de su lado nunca.

Itachi lo besó por largo rato. ¡Una eternidad sin estos besos sonaba horrible!

- Recuerda abandonar la aldea sin importar qué en la fecha indicada. No debes preocuparte si no puedes detener a Sasuke, nosotros nos ocuparemos de él hasta que se rinda.

- De acuerdo -Deidara fingió ya estar sereno, no preocuparía más a su esposo y no le daría una razón para desconcentrarse al revelar su plan de terminar con la vida de Sasuke. Le sonrió -Itachi cuando regresemos a Akatsuki tengamos una familia más grande. -el pelinegro le regresó el gesto y lo abrazó.

- Sabes que nada me daría más alegría.

- Y esta vez lo haremos bien.

- Jajaja -se rio como pocas veces porque sabía que se trataba de un comentario chusco -¡Si Ino te llega a escuchar!

- Jajaja lo sé, lo sé -ambos amaban intensamente esa pequeña niña que habían malcriado en su esfuerzo por ser buenos padres. -Es una promesa Itachi, la próxima vez que nos veamos te dejaré seco.

Vio esos ojos negros cerrarse aguantando reír por la tontería que acababa de escuchar. Le gustó ver a Itachi feliz una vez más. Esa imagen le daría fuerzas.

Se juraron que sobrevivirían a cualquier costo.

 

Aquella noche Itachi partió y unos días más tarde lo hicieron Pain y Konan. Su ausencia le daba alivio, ya no tenía que cuidarse de que escucharan sus conversaciones ni buscar excusas para alejar a Boruto y Juugo, lo cual no significaba que quisiera tenerlos cerca pero ellos se esforzaban por meterse en su camino.

- ¿Padre te has hecho buen amigo de la señora Konan no es así? Se les notaba cercanos. -el rubio casi se atraganta con el desayuno al escuchar esa aseveración de su hijo.

- Se llama cortesía hijo. Tal vez los varones pueden ganar favoritismo de otra manera pero a veces basta con ser amable. -El rubio vio a su supuesto hijo con detenimiento.

Deidara lo había reflexionado largo y calmadamente estos días. Con su deseo de deshacerse de Sasuke no tendría ninguna excusa ni discurso que justificara su regreso como Tsuchikage mas que la venganza, y al revelar que Boruto no era su hijo legitimo ese lugar de poder quedaría vacío creando una gran inestabilidad para su aldea.

Este chico le había demostrado que Itachi e Ino no eran los únicos Uchiha que habían huido de la mala sangre que significaba su ascendencia; sabía que odiarlo tenía origen en sus padres y en realidad él actuaba diferente, no se merecía su desprecio cuando en realidad él había hecho soportable su estancia en esa torre cuando era solo un niño e incluso ahora.

Era muy difícil desapegarse por completo de esta aldea y cederla a las manos de Boruto. ¿Pero qué más podía hacer? Lo más probable sería que le acusaran de traición cuando supieran quién había asesinado a Sasuke y no podría regresar nunca para asegurarse de que las cosas iban bien. Su opción más segura era al menos enseñar al pequeño a querer la Roca para que ahora la protegiera. Su estomago se contraía de coraje al saber que aquí terminaba el legado de su familia y empezaba el de los Uchiha sobre esta tierra tan preciada.

- ¿Pasa algo? De repente te has quedado callado.

- Nada. Esta tarde quiero salir contigo a la aldea. Prepárate y nos encontraremos en la entrada. -se levantó y le indicó con la mirada a Juugo que lo siguiera. -Saldré con mi hijo a la ciudad, quédate cerca en caso de que te necesite pero no tan cerca como para estar soportando sus peleas. -Le advirtió.

- Su hijo no me soporta.

- Lo sé, una verdadera tragedia. -le palmeó el hombro antes de meterse a su habitación para cambiar el kimono por algo más cómodo.

 

Se reunieron en la entrada de la torre como habían acordado y a pesar de ya tener el carruaje listo Deidara se negó a subir para salir a caballo.

- No entiendo porque siempre quieres ir entre la gente cuando es tan peligroso.

- ¿Peligroso dices? Es un sinsentido, por qué sería peligroso cuando estamos rodeados de nuestros valiosos aldeanos. -Andaron un poco más hasta llegar a un lugar tranquilo para hablar -¿Boruto sabes por qué quiero salir contigo? Creo que Sasuke te ha enseñado de manera incorrecta en ciertos aspectos, eres un gran guerrero con increíbles habilidades y le debes dar las gracias por ello, sin embargo no eres solo una parte del ejercito, si así fuese llevarías ventaja. Eres quien heredará el puesto de Tsuchikage. Tu deber no es mandar, es velar por el bien de la gente porque estás para servirles y ellos para acatar ¿y sabes por qué te obedecerán? Porque están seguros de que jamás harías algo que los perjudicara; ciegamente deben estar convencidos de que posees sabiduría, casi clarividencia, para arreglar sus asuntos en lo particular y en los que los engloban como una aldea. Ellos no quieren a tu padre, le temen y por eso lo obedecen pero a regañadientes. Es cierto que no somos amigos con los súbditos y hay que mantener la mano firme y hacerles notar nuestra posición, todo sin soberbia. No somos amigos porque nuestra cercanía no es a nuestra persona sino a nuestra figura. Por eso debes aprender a escucharlos cuando quieren hablarte, a delegar si es necesario porque no estarás para ellos por nimiedades aunque tus representantes sí lo estarán. Rodéate de gente en la que puedas confiar para que no te avergüencen y no hagan quedar en mal a nuestra familia.

- ¿Espera padre por qué hablas de esto súbitamente? -Lo escuchó con atención porque hablaba con mucha elocuencia, aunque también notó escondido un discurso que sonaba a despedida y le preocupó.

- Porque parece que algo se ha tergiversado en tu cabeza y necesito que rectifiques lo que significa ser un Kage. Boruto, heredarás este cargo algún día a pesar de los deseos de cualquiera -ambos sabían que ese cualquiera tenía nombre y rostro.

- ¿Pero ahora que estás aquí no significa que he perdido la excepción que se había hecho?

- No sigas soñando, a estas alturas no tendré otro hijo con tu padre -rio amargo. -no te mortifiques por esa razón Boruto, bastará con que no traiciones los ideales que te estoy enseñando. Necesito que lo aprendas ahora y que me demuestres tus capacidades.

El pequeño rubio asintió. Sentía que su padre le ocultaba razones, pero con qué derecho y bajo qué sospechas le pediría explicaciones si todo era un mero presentimiento.

- Ahora necesito que ayudes a tu padre en algo más.

- Claro, lo que sea.

Deidara le miró dulce y le pidió que le enseñara donde estaba ese refugio de Naruto. Podía apostar a que ahora ahí conspiraban los de la Hoja excluyendo a Juugo. Pobre idiota, lo miró a lo lejos, entendía porque Sasuke no lo tomaba en cuenta para sus planes. Hacía bien porque se aprovecharía de ese desaire para tomar ventaja.

 

 

A Deidara ahora el mundo le parecía calmado al extremo de fastidiarle, su cabeza era un lío y el cuerpo se le llenara de angustia. Quería gritar a todo el que se encontraba y en su lugar solo les sonreía.

Todos y todo le irritaba porque ellos disfrutaban día a día ignorantes de que más allá de sus fronteras el único y gran amor de su vida se enfrentaba a ese clan que tanto daño les había hecho mientras él solo podía pasear de un lado a otro encontrándose de vez en cuando con el desagradable rostro de su líder.

- ¿Su majestad Deidara le pasa algo? -Preguntaba Juugo con confianza. Tenía tantas semanas observándolo que notaba el cambio de humor en el doncel.

- Nada en absoluto. - Aguanta un poco más. Es lo que se repetía cada vez que escuchaba la desagradable voz del guerrero.

El pelinaranja por su parte agradecía que aunque se encontrara molesto le permitiera permanecer en el mismo cuarto. Lo admiraba al leer y escribir, le embelesaba su pelo dorado destellando a los brillos del sol, sus manos finas y blancas tan delicadas, su perfil perfecto y sus labios que se apretaban cada que algo parecía molestarle. Sí, vigilarlo era más una bendición que un castigo.

Le gustaba este Deidara que a plena luz del día le permitía acercarse, que le hablaba sobre cualquier cosa y le ordenaba con complicidad como si desde siempre hubiesen sido cercanos. Agradecía ese evento que le hizo perder parte de su memoria porque esos ojos azules ya no le miraban con desagrado, ¡al contrario! Le dedicaba largas miradas fijas y cristalinas que solo se concentraban en él. Se preguntaba si de verdad Deidara había olvidado todo por completo o su cuerpo en esa profundidad lasciva de su psique le buscaría al recordar esas noches en los poblados de la Roca que compartieron hace tantos años.

- Juugo ven -El doncel solo quería probar qué tanto había engatusado al guerrero y comprobar si en este punto sería posible que Juugo traicionara a su dueño. El pelinaranja se le acercó con facilidad -Estoy algo cansado y aburrido. No quiero ver a nadie por ahora. ¿Puedes llamar a una sirvienta?

Así lo iba a hacer, el hombre se acercó a la puerta tranquilo con disposición a obedecer la orden.

- Ah, espera. -Con la mano Deidara le indicó que se acercara de nuevo y cuando estaba cerca solo le sonrío burlón -No, no era nada. Ve a llamarla. -Juugo se extrañó pero obedeció una vez más. Esto era un poco divertido para el rubio, ese hombre era patético.

Le secreteó algo a la chica de la servidumbre y después de que ella salió él también se levantó. No tuvo que decir nada, solo abandonó su asiento y caminó a la salida, el guerrero le abrió la puerta y lo siguió dócil. Al llegar a su habitación Juugo le abrió la puerta y le cedió el paso, él entró después.

- Pedí que sirvieran la cena aquí y que avisaran a Boruto que no me sentía bien.

- Si no se siente bien pediré que llamen a un médico.

- No es necesario. Solo es el cansancio, quédate conmigo. -Le sonrío y eso era incluso más de lo que se necesitaba para convencer al varón.

Deidara ya no era un chiquillo ingenuo, las señales que mandaba eran precisas para darle a entender a Juugo que tenía otras intensiones con él y que estaba coqueteándole abiertamente. Lo invitó a cenar y a beber, se divertían entre tragos. El rubio sentía algo dañino amenazándole en el aire viciado de la habitación y sin importarle su instinto que le gritaba que huyera de ahí continuó emborrachando al guerrero. Necesitaba quitar a este estorbo para hacerle una pequeña visita de advertencia a cierto doncel que odiaba.

Ya estaba bien entrada la noche y Juugo no caía noqueado a pesar de todo ese alcohol en la sangre aunque se miraba bastante afectado, mierda, esta parte del plan no le estaba saliendo. Le urgía su salida a solas y en cambio el guerrero solo comenzaba a hablar tonterías y desinhibirse acercándose cada vez más a su cuerpo. Cuando lo aprisionó contra el asiento se dio cuenta de que había cometido un error.

- Yo sé que tienes unas mañas cuestionables. -El rubio frunció la frente sintiendo la sangre comenzando a hervir de furia por ese tono tan asqueroso con el que le hablaba. -Cuántas personas no han caído por ti como yo lo he hecho al punto de traicionar todo en lo que creo. Deidara yo puedo jurarte lealtad -lo tomó fuerte de la barbilla para obligarle a verse de frente -pero sabes lo que necesito. -Le acarició la pierna con fuerza y a pesar de esa exigencia ridícula el doncel no temía al varón, mucho menos al estar tan enojado.

- Juugo no es el momento, suéltame –Deidara intentaba razonar mientras forzaba el empuje para que lo dejara, no parecía funcionar y lo atrapó entre sus brazos restregando su musculoso cuerpo y hablándole al oído.

- Deidara por qué lo haces así de difícil si sabes lo bien que lo pasamos. ¿Te acuerdas, no? Cómo gritabas de placer al estar conmigo. -Ese comentario repugnante dejó atónito al doncel.

- ¿Cómo dices? -un presentimiento terrible le invadió y a pesar de esa advertencia de su cuerpo quería saber.

- Te haré recordar -le rasguñó el cuello con los dientes y eso llenó de lágrimas sus azules ojos. Creía saber ahora de qué hablaba.

- En el viaje... -no terminó la oración porque la voz se le quebraba y el corazón le pesaba al recordar esas mañanas cuando despertaba sintiéndose miserable.

- Todo este tiempo me pregunté si el niñito no sería nuestro -le tomó por la cintura para empezar a frotarse.

- ¡Ah! -gritó de enojo y lo separó con gran fuerza para levantarse.

Lo miró con los ojos rojos ardientes de rabia pensando cómo matarlo, esto era lo peor que pudo haber cruzado su mente. Jamás creyó que Sasuke haría algo tan bajo y que esta mierda que tenía enfrente se prestaría para ello. ¡Quería tomar una espada y decapitarlo de una vez!, estaba tan agitado y lleno de ira. -¡Márchate ahora! -gritó tan fuerte que le lastimó la garganta y solo porque sabía que matarlo le llevaría a arruinar sus planes le daría la oportunidad de irse.

- ¡Deidara!

- De acuerdo, me iré yo -lo importante era poner distancia o todo se iría al carajo.

- ¡Claro que no! -Tomó por la cintura al rubio antes de que pudiera salir.

- Déjame en paz imbécil -se giró y pateó al guerrero todo lo que pudo hasta que le soltó y logró cruzar la puerta. Sabía que armaban un alboroto y que habría habladurías sobre ello. Poco le importaba en este momento.

- Vas a ser mío -le alcanzó ya en el pasillo y le jaló el pelo para tenerlo bien sometido -no te hagas el difícil.

- ¡Padre! -escuchó que gritaban a lo lejos pero ya estaba fuera de sí.

Se giró hacia Juugo y le dio de lleno en el rostro con el puño cerrado haciéndole sangrar la nariz y de inmediato le atinó otro golpe en el ojo. Deidara no se detendría ahí, le golpeó el estómago sin importarle que a cada acción Juugo le jalaba más y dolorosamente por el pelo hasta que terminó por azotarlo contra la pared con rabia. El pelinaranja ya ni siquiera reconocía contra quién estaba peleando y preparó el brazo para regresar los golpes, muy probablemente hubiera alcanzado a dañar el bello rostro de Deidara de no haber sido por Boruto intervino en la pelea para ayudar a su padre.

Sin embargo, al joven Deidara también lo empujó dispuesto a seguir con la pelea y el pelinaranja estaba de acuerdo con ese sentir; ya no estaba excitado, desconocía todo aquello que no fuera desquite por los golpes recibidos y también quería continuar.

-¿Cómo te atreves a atacarlo? -lo encaró Boruto y a pesar del enojo de ambos logró distanciarlos y guiar a Deidara dentro de su habitación mientras con ayuda de los guardias corría al otro lejos de ahí con amenazas y con un par de golpes más.

El pequeño rubio observo el panorama completo, la habitación olía a alcohol y las botellas tiradas lo comprobaban. Cerca de la mesilla estaba parte del uniforme del guerrero y era inevitable notar que su padre usaba su ropa de noche y no un kimono. No quería ni imaginar qué es lo que había llevado a esos dos a discutir hasta tal punto. Se acercó a Deidara para consolarlo

- ¡No me toques! -le amenazó el doncel y Boruto se sorprendió porque le hablara de esa forma. Lo que más le inquietó fue su mirada llena de rencor y verle empezar a tirar todas las cosas que encontraba a su paso mientras gritaba, no lo detuvo ni dijo nada hasta que Deidara solo se calmó. -Vete de aquí Boruto, no quiero ver a nadie.

- Lo entiendo -lo veía tan afectado que no insistiría en platicar a esas horas de la noche -Enviaré unos guardias para que cuiden que nadie entre hasta mañana.

Si alguna vez Deidara había encontrado en su corazón la bondad suficiente como para sentir culpa por el destino de estos malditos y creer que la muerte tal vez era un castigo desproporcionado para todos los cómplices ahora le parecía insuficiente. Deseaba que incluso en la tierra sufrieran sus cuerpos, que cada segundo de descomposición y toda mordida de animal rastrero la sintieran con dolor sin poder hacer nada al respecto hasta que quedara solo los huesos y aun así sus espíritus no encontraran el descanso por la eternidad. Así de grande era su resentimiento ahora.

 

 

 

Por fin el equipo de Akatsuki había llegado a las orillas de la Hoja, no fue difícil infiltrarse. Después de unas horas de observación Itachi fácilmente pudo deducir que sus cambios de guardia seguían teniendo la misma dinámica que cuando él era parte de la aldea. Sabía la mejor hora y lugar para ingresar sin ser notados, además, los tres eran guerreros bastante capaces aunque su limitante era no poder avanzar demasiado rápido para cuidar los explosivos.

Llegaron al perímetro del barrio Uchiha. Al parecer toda la información recolectada fue verídica y prácticamente todo el clan estaba reunido en estas fechas. Lo estaban poniendo todo muy fácil. Armaron la trampa de explosivos alrededor, lo bastante lejos para no ser notados pero era la distancia exacta para que aquellos que alcanzaran a huir se encontraran con una segunda barrera de fuego.

Y siendo cautelosos ese habría sido el fin, no tendrían ni que acercarse. Sin embargo Itachi tenía un encargo especial por parte de su esposo, cuando se lo pidió todo fue más claro aunque de antemano lo sospechaba. Deidara anhelaba salvar a su aldea y más profundo que eso estaba buscando una venganza personal, esa fue una de las razones para pedirle no dejar morir tan fácilmente a Mikoto. La otra razón también la había descubierto tras pensar con cuidado, lo enfrentaba a su pasado para que eligiera a quién le tendría lealtad; a una parte en su interior le hirió darse cuenta de esto ¿Deidara confiaba o no confiaba en él?

Si conocía bien a Mikoto, en este momento de la noche debía haberse recién acostado a dormir, ya que no estaba Fugaku estaría sola. Podría matar en silencio a todos los guardias mientras los otros colocaban los explosivos cercanos a las casas del barrio. Recorrer los pasillos que exploró durante toda su infancia le traía fuertes memorias de los días en que creía que los Uchiha estaban hechos para salvar al mundo.

 

Hidan ya había terminado de poner su parte al igual que Kisame. Ya solo esperaban ver salir a Itachi o escuchar su señal de que debían prender fuego. Aguardaron pacientes los primeros minutos pero esa característica no era propia de Hidan y pronto se desesperó al no ver ninguna novedad.

- Voy a encender el fuego -Dijo el peliblanco con total calma.

- No.

- Si atraparon o mataron a Itachi y nos descubren todo el plan estará arruinado.

- Iré a buscarlo.

- Si no salen pronto igualmente explotaré todo -Kisame se giró a verlo, este loco no mentía así que mejor se apuraba a averiguar qué pasaba.

 

Como lo predijo fue fácil llegar al dormitorio de Mikoto. Ella muy tranquila esperaba sentada tomando té al centro de la habitación y se miraron por primera vez después de años.

- Hijo, hoy los cuervos estuvieron especialmente escandalosos. El viento no corría demasiado rápido así que supuse que nos avisaban de un evento extraño. No me equivocaba. -Itachi no sabía cómo responder, ¿solo debía amarrarla y huir? -Te ves muy bien, siempre supe que no era tan fácil deshacerse del más talentoso de mis hijos. -El hombre entrecerró los ojos pensando que esto debía ser una trampa de su madre. -Estás con el doncel de la Roca ¿no? Si el reapareció todo era cuestión de tiempo. Siempre fuiste unido a Deidara...

- ¡No digas su nombre! -En la boca de su madre mencionarlo era como escuchar una maldición a la persona por la que había sacrificado tanto.

- Tranquilo hijo -Se paró para acercarse. -¿Has venido a matar al clan? No te será muy difícil, mira el estado deplorable al que lo ha conducido Sasuke -Escupía esas palabras con despecho. -No pudieron ni dar una pobre señal de que estabas aquí. ¿Por qué no te sientas y platicamos? -Intentó tocar el rostro de Itachi pero este dio un paso atrás. -Vamos Itachi, no tienes que estar a la defensiva. Sé que no quieres hacer esto, hablemos. No tenemos tiempo de ser tan sentimentales, si ya estás aquí y el Tsuchikage está en la Roca te haré líder del clan y podrás estar con tu doncel. Si regresaron ahora es una señal clara del destino que quiere que ambos gobiernen estas tierras.

Itachi no quería ser tan extraño con su cuerpo pero no podía moverse con furia como pensó que lo haría al momento de ver a su madre. Pensó rápidamente sobre las posibilidades. Se acercó el paso que había retrocedido y llevó una mano a la nuca de la mujer pero antes de poder si quiera tocar esos largos y negros cabellos Kisame interrumpió de un golpe.

Al recién llegado le había costado una eternidad y un par de asesinatos dar con el lugar. Era una escena tan extraña, ¿por qué ambos se miraban tan calmados? Dios, Itachi parecía inconsciente de la irresponsabilidad que estaba cometiendo. Ya no había tiempo de intentar hacerlo entrar en razón, solo sacó su espada y sin dudar la clavaría en la mujer, no esperó que su hijo la defendiera y desviara el ataque. Pero Kisame no se rendiría, debía matar a la señora Uchiha de una buena vez aunque Deidara se molestara y sacar a rastras al pelinegro antes de... ¡mierda!

Todos sintieron la tierra vibrar, el estúpido de Hidan ya había detonado las primeras bombas y ahora todo era caos.



 

 

 

 

 

 

 

Los dos dijeron que iban a soportar y no soportaron.

 

 


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