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Carpe diem por RLangdon

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Se hallaba sentado sobre la alfombrilla de su habitación. Había dividido las atroces fotografías en dos columnas, basándose únicamente en las similitudes y marcas encontradas en cada uno de los cuerpos.
 
Los Leeds y los Jacobis.
 
¿Cuál era el factor común entre ellos?
 
Por más que se esforzaba, Will Graham no lograba dar con la causa.
 
Sumamente frustrado, se restregó el rostro.
 
El análisis de Alana no aportaba mucho más de lo que ya sabían sobre el asesino. Estaban dando vueltas en círculos.
 
— ¿Alguna vez te preguntaste cómo habría sido tu vida a su lado?
 
El puñado de fotografías resbaló de sus manos. Sobresaltado, Will se incorporó, sin dar crédito a lo que veía.
 
— ¿Abigail?
 
Se acercó despacio hacia la chica, pero ella retrocedió su avance para mirarlo de forma incriminatoria.
 
—Lo traicionaste— le espetó, dolida. —Nos traicionaste a ambos.
 
Will intentó acercarse una vez más. Sentía que sus rodillas perdían fuerza.
 
—No, no lo hice. Yo solo...
 
Bajó la mirada hacia las fotografías rezagadas y, al reparar en uno de los cuerpos, su mente salió del trance.
 
Abigail estaba muerta. Él vio claramente como Hannibal la asesinaba ante sus ojos. Observó, mientras él mismo agonizaba en el suelo, como los forenses se llevaban el cuerpo de Abigail dentro de una bolsa de lona en una camilla.
 
Cuando alzó la mirada, Abigail había desaparecido.
 
—Sólo fue una alucinación— creyó, erróneamente, que si lo expresaba en voz alta, lograría mitigar la sensación de vacío en su pecho, pero, no ocurrió.
 
La última vez que había visto...no, que había creído ver viva a Abigail, fue durante su corta estadía en Italia. Justo cuando fue en búsqueda de Hannibal. Entonces había estado tan agitado y fuera de sí, que no le sorprendió verle. Incluso el padre de Abigail no dejaba de atormentarle en pesadillas.
 
Estaba condenado a toparse con los fantasmas de su pasado, cada vez que se encontraba en una situación que demandaba un determinado grado de presión.
 
Saturación mental y emocional. La mezcla idónea para traer de vuelta a los muertos.
 
—Perdóname, Abigail— susurró, reuniendo las fotografías.
 
El fantasma de Abigail Hobbs era en realidad el sentimiento de culpa aflorando dentro de él.
 
"Lo que pudo haber sido"
 
Ensimismado, vio el pase sobre la alfombrilla.
 
No podía seguirlo aplazando por más tiempo.
***
 
Fue el mismo Frederick Chilton, administrador del hospital psiquiátrico, quién lo condujo hacia la planta baja del edificio.
 
Will apenas había puesto atención a la interminable perorata de quien alguna vez fuera también su psiquiatra. Chilton era un individuo demasiado egocéntrico y arrogante, pero astuto. Sus artículos eran leídos con avidez en todo momento. Halagado y criticado por la prensa. Todo un personaje en el campo de la psiquiatría.
 
Por unos instantes, Will recordó como Hannibal se había mofado de uno de sus libros basados en él, escribiendo uno propio, contradiciendo toda opinión de su persona y tergiversando los hechos de modo que Chilton quedase como un impostor ansioso de inmerecidas adulaciones.
 
Golpe bajo de psiquiatra a psiquiatra.
 
Cuando se aproximaban a la vitrina, los pies de Will dejaron de obedecerle. Sentía su pulso acelerarse, su respiración descontrolarse. Se forzó a recordar qué hacía alli y siguió adelante.
 
A través del grueso cristal, vislumbró a Hannibal, recostado sobre la colchoneta, aparentemente dormido. Al fondo del reducido espacio que habían establecido como su celda, se encontraba el estante con algunos libros. Will intentó leer lo que ponía en la contraportada del último cuando la voz profunda de Hannibal lo sobresaltó.
 
— ¿Sigues usando la misma colonia barata que exhibe un barco en la botella?
 
Will retrocedió un paso por inercia al verle incorporarse.
 
—Doctor Lecter— saludó con precaución. La expresión apacible del aludido lo obligó a desviar la mirada.
 
— ¿Insistes en usar formalismos, Will?
 
Una nota de irritación en el tono le dio a entender que estaba molesto.
 
—Intuyo que tu visita no ha sido por iniciativa propia. ¿Jack haciendo otra vez de las suyas?...— sin darle tiempo a responder, se acercó más hacia él. — ¿Cómo estan Molly y el niño? ¿Habrás recibido mi tarjeta de Navidad?
 
Ante la aguda retahíla de preguntas, Will Graham se decantó por responder a la última.
 
—La recibí. Gracias— se abstuvo de agregar que en realidad no la había leído, sino que la incineró en el patio de su casa, pues temía revivir el pasado.
 
La expresión de Hannibal permaneció impasible, pese a que ahora estaban, prácticamente, uno delante del otro. Apenas separados por el cristal.
 
— ¿Por qué te trajeron, Will?
 
El susodicho alzó la carpeta con el informe.
 
—Necesito tu ayuda, Hannibal— pronunciar su nombre le sentó como un trago agridulce. De nuevo lo atormentaba el recuerdo de Abigail y sus increpaciones.
 
— ¿Es sobre el hada de los dientes?
 
Will asintió, despertando el interés en los ojos oscuros de Hannibal.
 
—¿Puedo ver las fotografías?
 
—No— negó, introduciendo el informe en la gaveta que usaban los guardias para entregar los libros, los periódicos y la comida del recluso. —Solo lea y dígame lo que opina.
 
Rápidamente, Hannibal repasó las hojas.
 
—Debes darme al menos una hora en privado.
 
Will asintió, se dio la vuelta y tomó asiento en una de las sillas del corredor. Quería distraerse de cualquier manera, tratar de mantener el dominio de si. Ya que, la sola presencia de Hannibal, lo alteraba demasiado.
 
Se había esmerado en odiarlo por todo el daño que le había hecho. Por inculparlo de sus propios crímenes, por haberle arrebatado su libertad, su cordura, sus amigos, su trabajo, su confianza. Fue, asimismo, quién le arrebató la vida a Abigail.
 
"No te engañes. Lo hizo porque tú nos traicionaste"
 
Se levantó de golpe al oír la voz de Abigail. Sin embargo, se tranquilizó al no ver a nadie. Cuando alzó la vista al reloj de pared, le sorprendió notar que había transcurrido casi la hora.
 
No podía esperar más. Así que se dirigió de nueva cuenta a la celda de cristal. Hannibal ya le esperaba. Su perenne expresión estoica le impedía a Will leerle como antaño. Se preguntó en el fondo si la conexión con él se habría roto por completo, al igual que la metáfora de la taza.
 
—He de deducir que se trata de un individuo desfigurado o con alguna malformación física, en base a las impresiones dentales.
 
Will movió la cabeza, afirmando lo dicho y alentandolo a continuar.
 
Hannibal no dejaba de observarlo, sin mutar su semblante ni su tono, como si pretendiera alterarle más con ello.
 
—Se trata, evidentemente de alguien resentido, con su pasado tal vez. Posee además cierto conocimiento en anatomía, por la presición de los cortes.
 
Se estaba reprimiendo. Will se daba perfecta cuenta de ello.
 
—No me esta diciendo todo lo que cree.
 
—No necesitas mi ayuda, Will—caminó hacia la gaveta y depositó la carpeta. —Puedes atraparlo por tu cuenta.
 
A Will le preocupó el rumbo que empezaba a tomar la conversación. Sin embargo, intentó en vano, ocultarlo.
 
—Fue usted quien me ayudó a capturar a Garret Jacob Hobbs— reconoció, muy a su pesar.
 
Media sonrisa aviesa apareció finalmente en la inexpresiva faz del recluso.
 
—¿Y cómo me atrapaste a mi, Will?
 
—Yo no lo capture, Doctor Lecter. Usted se dejó atrapar.
 
—¿Recuerdas por qué lo hice?
 
Will lo recordaba. Hannibal había querido que él supiera en todo momento en dónde se encontraba y qué hacía. Así se lo había hecho saber momentos antes de que lo arrestaran.
 
Separó los labios, indeciso sobre qué decir a continuación.
 
—Adiós, Doctor Lecter— tomó el informe y empezó a alejarse, pero a la distancia, el murmullo de Hannibal lo acompañó hasta la salida.
 
"Somos iguales, Will"
***
 
El tintineo emitido por los reiterativos golpes del cuchillo contra la copa de cristal, se le antojaba a Will, extremadamente molesto. Le dolía la cabeza y no había podido descansar bien desde su llegada.
 
Sin embargo, la reunión con Jack y Alana era inevitable.
 
Una simple comida en la casa de Jack Crawford, nada ostentoso. Y no obstante, todo allí dentro le recordaba a Hannibal. Se sentía asqueado y ni siquiera había tocado su plato.
 
Evadió en todo momento la mirada de Alana. Sabía que ella lo incriminaba, que no confiaba del todo en él tras haber llevado a cabo el asesinato de Randall Tier. Alana Bloom no atendía razones. Al igual que a todos, Hannibal la había utilizado y la había desechado.
 
Habían sido peones de ajedrez humano.
 
—No me dijo nada nuevo, Jack.
 
El interpelado cruzó las manos sobre la mesa al tiempo que miraba a sus interlocutores.
 
—¿Lees el diario matutino, Will? —levantó el mantel y extrajo un periódico que Will Graham conocía de sobra.
 
Se trataba del Tattler Crime. Y en el encabezado figuraba una fotografía suya abandonando el hospital de Baltimore. La premisa lo aludía como el famoso investigador con problemas mentales que había atrapado al Alcaudón de Minnesota y, asimismo, ayudado a la detención de Hannibal Lecter.
 
La primera plana afirmaba, además, que buscaba ayuda de Hannibal para atrapar al hada de los dientes.
 
Cuando terminó de leer el articulo, Will luchó internamente contra el enojo.
 
—Lounds.
 
Jack asintió y tomó de vuelta el diario. Alana, quien hasta entonces permanecía en silencio, colocó una fotografía sobre la mesa, a la vista de Will.
 
—El diario se imprimió ayer. A las dos cuarenta de la tarde uno de los cuidadores de Hannibal encontró una carta en su celda.
 
Jack esperó a que Will observara de cerca la fotografía.
 
—Fue toda una odisea obtenerla y mandarla a analizar. Tal parece que el hada de los dientes leyó el Tattler. Se muestra interesado en ti y afirma ser admirador de Hannibal.
 
Will hizo su plato a un lado, no quería pensar demasiado.
 
—¿A dónde quieres llegar, Jack?
 
—Podríamos atraerlo hacia nosotros— contestó con simpleza. —Incluso podríamos...
 
—Jack quiere simular la huida de Hannibal— terminó Alana, sosteniendole la mirada hasta que Will optó por desviarla. —Pero yo no confío en ti.
 
Sintiéndose repentinamente incomodo, Jack carraspeó.
 
—Es cuestión de que Will acepte formar parte de esto. No estamos hablando en términos legales, claro está. Chilton se irá a la yugular de cualquiera de nosotros si sospecha algo.
 
Repentinamente, Will se puso de pie. De nuevo pretendían usarlo como cebo. A él y a Hannibal. Constantemente se repetía que era por un bien mayor. No obstante, y sin saber a ciencia el por qué, le irritaba la situación.
 
—Quiero ver si he comprendido— se jactó pausadamente. —Pretenden que visite de nuevo a Hannibal y simulemos su huida para atraer al asesino a un determinado sitio y así capturarlo...¿Es así?
 
—Naturalmente hay riesgos— expresó Jack con cautela. —Por ello necesito la aprobación de ambos— miró a Will y después a Alana. —Sólo cortaremos la electricidad del edificio. Haremos que trasladen a Hannibal a otra celda y citaremos a Freddie Lounds para una entrevista falsa.
 
Alana se levantó y rodeó la mesa.
 
—No confío del todo en Will, pero estoy de acuerdo en capturar lo antes posible al hada de los dientes.
 
—Por algo estoy aquí— habló Will en voz baja, ignorando las palabras hirientes de la fémina. —Hay que capturarlo lo antes posible.
 

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