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Seducción Indirecta por mfernandasadiklover

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Tomando la delicada taza de té, Ginny paseó los ojos por la sala de la desagradable mansión Malfoy. El elegante decorado la tenía tensa, demasiado lujo para alguien que no lo merecía. Tanta extravagancia desperdiciada.

Mirando el líquido rojizo, hizo una mueca al pensar que el ex mortífago pudo haber envenenado la taza, miró a su hermano, parecía tan desconcertado como ella, pero el desconcierto se estaba convirtiendo rápidamente en ira explosiva.

La misma Ginny no lograba entender qué estaba pasando, es decir, ¡Merlín! ¿Qué está sucediendo? No solo encontraba a su esposo en la casa del enemigo, sino que lo veía divirtiéndose con él, jugando como viejos amigos. Cubiertos hasta las orejas de harina, tan cerca... uno del otro... mientras reía de una forma que no había escuchado hace tanto tiempo.

Miró a su hermano que seguía teniendo la mandíbula desencajada, con la taza de porcelana temblando en su mano, el bonito decorado se movía al ritmo de su agitación.

Harry salió de la cocina dejando galletas perfumadas y calientes sobre la mesa, Ginny se tragó el grito exigiendo explicaciones, y fue únicamente para no asustar al bebé rubio que Malfoy traía en brazos.

Cuando Harry se sentó, inesperadamente fue su hermano quien habló primero, mejor dicho, dio un grito y el pequeño niño gimoteo agitando los brazos. Malfoy lo movió suavemente y le dio un vistazo feroz a su marido que comprendió de inmediato e hizo callar a Ron con un gesto.

Ella los observó sorprendida, su esposo el mago más lento del mundo, el sujeto que no era capaz de notar absolutamente nada a su alrededor, entendió con una sola mirada lo que esa serpiente quería. Parecían una familia pensó horrorizada.

Acomodándose los lentes, su mirada verde se posó sobre ella, Ron nuevamente interrumpió a Harry, escuchó un bufido hastiado de esa cobarde serpiente y luego pasos que se alejaban. Agradeció que se retirara, su presencia no era algo que quisiera tener cerca.

El enojo de su esposo le sorprendió, él no se molestaba con tanta facilidad con Ron y menos por defender a un Malfoy, esto era tan raro.

       —¿Por qué estás aquí? —Le preguntó con calma, aunque no la sintiera realmente, todo este tiempo el secreto de su marido era Malfoy.

¿Por qué lo ocultaba? ¿Por qué mentir y actuar de esa manera? ¡Incluso la hizo imaginar que él la estaba engañando!

Y, además, no solo eso, el bastardo que amenazaba a Harry también era el mortífago, había tanta información mezclada, pero lo peor de todo y que aún no podía creer, era verlo ofreciendo galletas y conviviendo feliz como si estuviera en su propia casa.

Necesitaba una explicación o realmente haría estallar la bonita taza de porcelana.

       —Es una larga historia, Ginny. —Dando un largo suspiró el pelinegro comenzó a explicar que pasaba, se ahorró muchos detalles, únicamente contó lo esencial.

Ella cada vez parecía más molesta y Harry la comprendía, lo que realmente lo tenía tenso eran los no tan sutiles comentarios de Ron, por suerte su dragón se había marchado, no le gustaría que escuchara las cosas que decía sobre su pasado.

Se acarició la frente, los nervios y la tensión le estaban pasando facturas, Ginny le dio una severa mirada, esa que le da cuando tienen una conversación pendiente. Se sintió mortalmente aliviado al verlos marchar.

 

Malfoy bajó de la habitación hasta su lado, Scorpius dio risitas felices cuando Harry lo tomó en brazos. Se había vuelto grande y mucho más tierno si eso fuera posible, su cabello rubio era idéntico al de su padre. Un bebé tan bonito.

Era realmente una ternura de niño, con sus ojos brillantes y enormes, con sus mejillas regordetas. ¿Cómo era posible? Ni en un millón de años había imaginado amar algo que fuera el fruto de Malfoy.

       —Vaya Potter, pensar que fuiste un héroe nuevamente. —El chico de pelo negro, le dio una mirada, sabía que Draco estaba por soltar algún comentario.

       —¿Por qué lo dices, pequeño hurón? —Le preguntó con saña, sabía que odiaba el apodo.

       —Porque, si no hubieras estado aquí, estoy seguro de que la comadreja Ronald me hubiese hechizado. —Harry lo miró preocupado, tal vez había sido un comentario para aligerar el ambiente, pero la realidad era que eso podía ser cierto.

       —Dragón, lo siento por eso. —Malfoy le miró sonriendo seguramente el narcisista amaba ser llamado así, se acercó a su cuerpo, solo los separaba Scorpius, la mirada plata brillaba cuando su rostro se aproximó al suyo.

       —Eres mi héroe, Potter. —Un suave beso en la comisura de los labios le hizo petrificarse, el toque no duró más de unos segundos, pero lo dejó agitado como si hubiese durado horas, la mirada brillante llena de sentimiento le puso a revolotear el estómago.

Se aclaró la garganta tratando de no pensar mucho en el repentino gesto cariñoso.

Esto era realmente peligroso, la cercanía lo único que lograba era avivar las llamas de su deseo, sentir su boca y su afecto lo dejaron en un estado francamente crítico, pero nuevamente se negó a realizar lo que la parte más profunda de su corazón quería.

       —Bueno, debería hacerlo más a menudo, para que seas un huroncito cariñosito. —Malfoy dio una risita, su pálida mejilla adquiriendo un tenue rosa cuando Harry le acarició el rostro, ambos amaban estos momentos.

Pero sabían que eso terminaba hoy, Ginny se había enterado y era muy probable que no permitiera que visitará con tanta frecuencia a Draco.


Fueron menos gritos de lo que creyó, su esposa estaba demasiado aliviada de que no fuera lo que ella había imaginado inicialmente, así que, cuando Harry llegó a casa, no tenía una varita apuntando a su cara.

       —Somos amigos —dijo Harry con una mirada determinada, ella se la devolvió.

       —¿Por qué no me contaste? ¿Cuánto tiempo llevas ocultando esto de mí? —Harry se acomodó los lentes, ese típico movimiento que hace cuando está nervioso.

       —Lo siento, pensé que con la situación de Malfoy lo que él necesitaba era tranquilidad. —La observó con calma, ella no se mostró enfadada como consideró. Pero si contrariada, podía notar la confusión mezclada con la ira.

       —¿Cuánto tiempo? —preguntó impaciente Ginny, ella pudo notar que el esposo traidor evadió la pregunta, lo cual era algo que comenzaba a molestar demasiado.

Que él se demorará en contestar solo empeoró la situación, usando toda la fuerza que sentía trató de relajarse, Malfoy no era el amante del Gryffindor, no era especial para él, no tenían ese tipo de relación, no había necesidad que escondiera tantos detalles.

       —Más de un año —murmuró avergonzado, ese era el tiempo que había mantenido engañada a su esposa. A la joven se le humedecieron los ojos, ligeramente aliviada que todo esto fuera por el estúpido de Malfoy y no por un peligro o una mujer.

Pero a la vez, había un detalle que rondaba en su mente, un ligero resentimiento porque Harry fue incapaz de confiar en ella, prefería mentirle por algo tan banal como la amistad con ese hombre.

       —¿Él… es el motivo de que estés tan extraño todo este tiempo? —preguntó Ginny luego de unos momentos, Harry asintió, ella dio un suspiro cansado.

       —Lo siento, no quiero dejar de verlo, es un amigo que aprecio, me necesita, está solo con su hijo. —Su mirada fue tan tierna al pensar en él y su voz temblando de desesperación, hizo que el corazón de la joven tambaleara preocupado.

No sabía que los lazos con el heredero Malfoy eran tan serios, Harry siempre fue un buen hombre, no podía pedirle que hiciera algo que lamentaría.

Se había enamorado de él por su valentía y amabilidad, no podía pedirle ahora que abandonará a alguien que lo necesitaba, por otra parte, quería echarle en cara su desconfianza y exigir que dejara de lado esa amistad porque desde que Malfoy entró en su vida, solamente mentiras lo rodeaban.

Se quedó en silencio unos minutos, debatiendo internamente, era la mujer que Harry escogió para casarse, vio en Ginny algo que otras personas no tenían, eso la hacía sentir tan especial.

Aunque no quería, asintió lentamente, entendía que Harry era un hombre adulto, maduro y que no se lastimaría por tener una peste de amigo. Ella no tenía el derecho a restringir su vida.

Su marido le acarició la mano y le miró amorosamente, Ginny lo noto de inmediato, no era la misma forma dulce que tenía cuando pensó en Malfoy, una pequeña parte de su mente le advirtió sobre eso, pero deshecho ese pensamiento.

Era claro que Harry le había dirigido la mirada de amor a ella. No confundas lástima con ternura.

Esa noche, el Gryffindor no pudo dormir debido a la culpa. Su conciencia lo estaba torturando sin descanso por ocultar toda la verdad a Ginny. Pero se convenció de que el gusto por Malfoy se desvanecerá, su esposa una vez más le había demostrado el amor que le tenía y que ella era la mujer de su vida.

 

***


Al día siguiente limitó sus llamadas, trató de enfocar su mente, de limpiar su sistema de Draco, luego de dos semanas dolorosamente largas, se dio cuenta de que ese chico era una adicción en su vida.

Una que era horriblemente difícil de dejar, Harry se sentía como un drogadicto, necesitaba verlo, oírlo, sentirlo cerca.

       —Que milagro verte. —Fue lo primero que escuchó, la voz ligeramente furiosa no lo intimida, Harry ignora la vocecita en su cabeza que grita, solo quería apretar su cuerpo contra su hurón, demasiado tiempo sin verlo, sin poder abrazarlo.

       —Te extrañé como no tienes idea. —Malfoy quiso apartarse, pero el león no se lo permitió, no cuando sentía que había regresado a su hogar con solamente sentir su calor y su olor.

       —Se nota muchísimo. —Puede notar el sarcasmo emanar de todos los poros de la serpiente, había extrañado eso. ¡Maldita sea, amaba su voz con ese tono!

Le besó la frente rápidamente sin darle tiempo de que huyera, era tan arisco, pero Harry se estaba muriendo, poco le importaba volver a recibir un portazo en la nariz.

Cuando logró calmarse y lograr calmar a su niño, se detuvo abruptamente al pensar en Malfoy de esa forma, a sus veintisiete años estaba avergonzado de sus propios pensamientos, nunca nadie lo sabría, ese bastardo era un viejo rencoroso, no su bebé, ni su niñito.

Avergonzado se aclaró la garganta, se acomodó mejor en el sofá esperando que Malfoy no le echara nada extraño al té, luego al girar su cabeza noto asombrado que el pequeño Scorpius estaba de pie.

Harry quiso llorar al verlo, hace tan poco era un bebé diminuto y ahora ya podía afirmarse en sus piecitos.

¡De pie! ¡Ese niño tierno estaba ahí parado! Con su diminuto dedo en la boca, mirando curioso al salvador del mundo mágico. 

¿Draco sería igual de adorable cuando era pequeño? No desde que comenzó a hablar evidentemente. Antes de eso, tener un bebé exigente como Malfoy consumiría hasta la vida del fénix.

Potter se agachó cerca de él y comenzó a llamarlo para incitar a que caminara, cuando Scorpius movió su pierna gordita para dar el paso tembloroso creyó que se caería, pero caminó, lo hizo hasta que logró llegar donde el Gryffindor, estiró sus brazos para ser cargado y Harry se derritió.

Se mordió el labio inferior entristecido al tocar al niño, estaba creciendo tan rápido, lo levantó y le murmuró cosas que no eran entendibles en la barriga, lo escucho reír debido a las cosquillas, pero muy pronto el cansancio pareció vencer a su pequeño amigo porque se quedó rápidamente dormido. 

Harry sonrió y bostezó porque era una cosita demasiado agradable sobre su pecho, ojalá el hurón no estuviera tan enojado, deseaba mucho tenerlo entre sus brazos y oler su cabello mientras tienen una siesta.

Luego vio a la serpiente con una bandeja de comida mirándolos mientras sonreía, había tanta dulzura en su mirada, al descubrir que el león lo observaba su sonrisa se fue.

       —¡Puede caminar! —susurró eufórico de alegría. El dragón no se veía muy contento, la sonrisa de Harry desapareció rápidamente, no entendía por qué no se alegraba de mirar algo como esto... tanto así, ¿estaba enojado con él? Lo miró apenado de solo pensar en eso.

Dolido y arrepentido, porque su dragón tenía toda la razón en enojarse.

       —Lo sé, en realidad dio sus pasos hace bastante tiempo, pero no lo sabes, no podrías, porque no hablas conmigo, de nuevo te alejas sin decirme ni una sola palabra, estoy harto de esto. —Harry lo miró sin saber que responder, toda respuesta murió en su boca, era tal y como había dicho Malfoy, no solamente le estaba fallando a Ginny, sino que además fallaba con Draco.

No pudo disculparse, había repetido el error demasiadas veces, nada más podía observar cómo Malfoy tomaba al niño y se alejaba. ¿Qué hacía? Se sintió perdido. Sabía que podría marcharse e ir a casa, pero también tenía la opción de subir las escaleras.


Lo encontró recostado en la enorme cama de la habitación que ellos compartían, al lado la cuna con Scorpius dormido, le dio una suave caricia a la tierna cabecita y lo dejó descansar.

Luego miró la cama y tomó su decisión. Se quitó los zapatos, la chaqueta y su anillo, solo por un momento quería olvidar que esta no era la habitación en la que debía estar.

Lo abrazó con fuerza, besó su cuello cuando Malfoy alejó su cabeza y lo dejó al descubierto, sintió su cuerpo relajarse.

Sus brazos lo rodearon quería estar lo más cerca posible, sin poder evitarlo, admiró esa piel tan apetecible y sin contenerse le dio una mordida, Draco hizo un leve ruido al sentir los dientes.

       —No me muerdas, bestia Potter —gimoteó moviendo su hombro para alejarlo. 

Harry con un poco de esfuerzo logró que se girará para mirarlo. Su voz había temblado y era baja cuando dijo eso, la forma tan tímida en que sus manos se extendieron para abrazarlo lo llenaron de ternura.

El Gryffindor lo miró directamente a los ojos. Su mano viajó hasta su mejilla suave, la acarició suavemente con la yema de los dedos como si tocara algo frágil que podía ser roto en cualquier momento.

Sus ojos se detuvieron en su boca, en el modo en que los labios se abrieron para gemir gustoso cuando Harry se frotó contra él.

       —¿No puedo morder? Haré lo que quieras, soy tuyo esta noche. —Dio un suave beso a su nariz, su corazón bombeaba aceleradamente la sangre a todas partes de su cuerpo, pero no era el único, podía sentir el órgano palpitante de Malfoy latiendo rápidamente.

       —¿Puedo pedir lo que quiera? —preguntó Draco y le devolvió el beso en la nariz, su boca rozando la suya al hablar. Harry asintió porque no podía articular palabra alguna.

Tendidos en la cama acariciándose suavemente, el salvador del mundo mágico dejó ir cualquier resistencia.

Solo podía pensar en las manos de Malfoy en su rostro, en su pecho presionando contra el suyo, en su cadera frotándose con la suya, lo mejor de todo, en la boca dulce de su hurón levemente rozando sus labios.

       —Lo que quieras, eres el jefe hoy. —Le sonrió al terminar de hablar y el hurón juguetonamente le acarició la nuca. 

Harry, en cambio, le apretó la carne de la cintura, apretándose más contra su cuerpo, los pechos regordetes se presionaron y Potter juraba haber sentido los pezones endurecidos.

       —Adoro ser el jefe —murmuró Malfoy y le quitó las gafas, no podía creer que incluso en un momento como este, ese hurón lograba ponerlo en desventaja. No distinguía su rostro.

       —Yo amo cuando eres feliz. —A cambio de eso Harry recibió lentos besos en sus mejillas.

Su mano baja lentamente hasta el redondo trasero, escucho una risita y su muñeca fue tomada para ser posicionada rápidamente en la zona, apretó la carne y movió los dedos para jugar con ella.

       —Potter, me encantan tus manos—. Harry comenzó a subirse sobre el cuerpo de Malfoy, sus pechos firmemente apretados.

El Gryffindor sintió las manos del chico rubio acomodándose en sus hombros, le estaba dando pleno acceso a su rostro.

       —A mí también me gustan mis manos, mucho más cuando están sobre tu piel. —Le dio un suave beso en los labios, se separó rápidamente avergonzado de querer devorarlo sin piedad.

Harry se ubicó entre las piernas separadas, sus entrepiernas frotándose, tragó saliva al sentir la carne dolorosamente sensible. 

Se apoyó en sus antebrazos separando ambos pechos. No podía verlo bien y maldijo profundamente.

       —No te separes, Harry —suplicó bajito. 

Agachándose le dio nuevamente un pequeño toque de labios e hizo un camino de besos lentos hasta su oreja.

       —Devuélveme las gafas —exigió sonriendo contra la piel, no podía verla, pero lograba sentir el calor emanar de ella, Malfoy se removió gimiendo cuando frotó su pelvis con la de él.

El propio hombre de cabello negro tuvo que morderse los labios para evitar gemir ante la sensación, el delgado pantalón que Malfoy llevaba era un regalo, podía sentir su coño palpitando ansioso, su carne hambrienta por devorar algo.

       —Dijiste que yo era el que mandaba. —Fue el suave reproche, Draco jalo de su cabello para volver a besarlo, solo que esta vez, su boca caliente fue abierta y Harry cerrando los ojos se hundió en el agradable calor.

Frotando el paladar con la punta de su lengua, sintió la contraria moverse al compás de la suya, mezclando la saliva de ambos, el calor que desprendía la boca lo dejó mareado de placer, no ayudaba que sus entrepiernas comenzarán a frotarse al ritmo del beso.

Chupó sus labios al separarse, pasando su lengua por la suave carnosidad. Escuchó los jadeos, los brazos de Draco apretándose para mantenerlo en su sitio.

       —Deseaba tanto esto, pero quiero verte —dijo Harry dejando besos e intercalando palabras. Malfoy se movió y luego el rostro sonrojado fue claro para sus ojos.

Le mordió el labio inferior jalando de él, ansiaba grabar esas imágenes en su memoria. No quería olvidar lo hermoso que era ese chico cuando se entregaba voluntariamente a Harry.

       —Yo... desde que tengo estos pechos he deseado que los toques. —Harry ahogó un jadeo al sentir su pene estremeciéndose y dejando salir líquido.

Malfoy desabrocho los botones de su camisa, jamás había usado un sujetador, no iba a empezar ahora, los gordos bultos quedaron a la vista, nadie podría culpar a un hombre por meter la cabeza entre ellos y frotarla.

El aroma de Draco era mejor que nunca, su olor a manzanas caramelizadas le hizo agua la boca, le dio una mordida juguetona a la carne que estaba a su disposición.

Luego levantó la vista sin salirse de entre esos dos pechos redondos.

       —¿Quieres que chupe tus pezones? Deseo tanto poner mi boca ahí, déjame hacerlo, por favor. —Harry al terminar de hablar dio una larga lamida hasta llegar al cuello y mordisquear la zona.

Estaba atento a los gemidos que daba esa boquita roja, así que no se le pasó desapercibido como Malfoy murmuró su nombre cada vez más despacio para evitar que se notara la forma en que gemía afectado.

       —Tienes mi permiso —dijo entre jadeos. Su boca buscó las protuberancias, encontró el derecho primero, era más oscuro que la piel crema, un rosa fuerte que destacaba eróticamente.

Harry usó la punta de la lengua para acariciarlo, lo mordió furioso cuando sintió la humedad filtrarse en sus ropas. Malfoy estaba muy mojado y saber eso era lo suficientemente bueno para correrse. 

Succiona para calmar el dolor que había provocado, solo sirvió para sentir la leche entrar e inundar sus sentidos, cerró los ojos y disfruto el sabor, que bien comía Scorpius pensó bebiendo fuertemente.

Se concentró tanto en comer de él, que Malfoy tuvo que separarlo y atraerlo para poder besarlo. Harry colocó ambas manos en los pechos, apretando, moviendo y jugando, sentía la leche resbalar de sus dedos

Cuando se separaron Potter le dio besitos en el cuello, no tenía ningún lunar o manchas, era una larga extensión de piel blanquecina para marcar.

Para que él marque y deje su huella, es cierto, pensó sorprendido. Ya había dejado una señal en el cuerpo de Malfoy. Una que perdurará en la mente de ambos.

¿Acaso era posible para un ser humano? Ser tan perfecto. Tal vez Draco era un ser mitológico y jamás se lo había dicho, quería seguir revisando su cuerpo, conocer cada detalle de él, encontrar marcas que nadie conocía.

       —Eres maravilloso, estoy tan feliz de tenerte. —Se separó nuevamente, Malfoy se sentó junto a él, ambos sabían lo que ocurriría en unos segundos.

 

Desabrochó lentamente los húmedos pantalones, lamiendo su labio inferior miró directo a los ojos grises. Esta noche al fin pondría fin a todo ese deseo acumulado, lo mejor era que sus sentimientos siempre fueron correspondidos.

Haría el amor con Draco, amarlo hasta estar satisfecho y se negaba a pensar en algo más. Se acercó para darle un beso antes de dar el paso final.

       —Amo señor, Malfoy, la señora Potter está abajo buscándolo. —Ambos se separan rápidamente, miró al elfo asustado, el pánico formándose veloz bajo su piel.

       —¡Harry Potter! —fue el grito que escuchó en su oído.

Abriendo los ojos lo primero que vio fue el rostro preocupado de Malfoy, se movió y se dio cuenta de que aún estaba en el sillón con Scorpius durmiendo en sus brazos.

       —¿Qué pasó? —preguntó nervioso y asustado, podía sentir su entrepierna despierta, si alguien lo veía, supondría que era un pervertido que se excita con un bebé a su lado. 

Esto ya no era un sueño, era una gran pesadilla.

       —Potter, estábamos comiendo y te dormiste ¿qué tan cansado estabas? —el bebé fue arrebatado de sus brazos y gracias a Merlín, Malfoy no se dio cuenta, estaba seguro de que sería echado de la mansión si lo descubre.

       —¡Iré al baño! —dijo rápidamente y salió huyendo. Se miró en el gran espejo, tenía horribles ojeras, el trabajo, la casa y Malfoy lo estaban consumiendo.

Necesitaba vacaciones, por suerte el cumpleaños de James era en unos días y podría despejar su mente.

Y realmente necesitaba eso, qué diablos estaba pensando al tener una fantasía erótica con Draco sentado en la sala con él al frente.

Ese bastardo seguramente algo le puso en lo que bebió. ¡Claro! ¿Cómo es que no se había dado cuenta? Esa bebida que le sirvió no era té.

       —¡Malfoy, ven aquí! —gritó al salir del baño, lo encontró en la cocina comiendo, puso los brazos en su cadera mirándolo acusadoramente. Draco confundido lo miró con una ceja alzada.

       —¿Qué hice, Potter? —preguntó con la boca llena de comida, Harry se acercó y se puso muy cerca de su rostro, las mejillas comúnmente pálidas se tornaron rosas de inmediato.

Malfoy podría ser el mejor mentiroso del mundo mágico, pero ya lo conocía lo suficientemente bien como para saber que estaba ocultando algo.

       —¿No tienes nada que decirme? —insistió al notar que el hurón seguía negándose a hablar. Hizo un gesto en su muñeca indicando que se le acababa el tiempo, Malfoy le dio una mirada asustada y luego apuntó a sus pechos. Harry lo observó confundido.

       —Dijiste que estabas cansado y con problemas para dormir. Scorpius duerme bien luego de ser amamantado, estuve investigando y la leche mágica tiene ese efecto. —Harry dio un paso lejos de él rápidamente entendiendo todo.

       —¿Y no encontraste nada mejor que meter cosas raras en mi bebida para curar mi insomnio? —Revolvió su cabello desesperado, por eso el sueño tan realista, Malfoy siempre con sus planes extraños

       —¡Me tenías preocupado! —Harry le miró al escuchar cómo alzó la voz, parecía tan triste y lamentable, algo en la mente de Potter se suavizó, lo observó con cariño y con su mano le hizo un gesto para que se acercara. No podía enojarse con él cuando solo estaba velando por su salud.

       —Sé que estabas preocupado, pero debiste decirme que ibas a drogarme con un sedante, tuve un sueño muy loco. —Draco bajó la mirada apenada, Harry dio un suspiró y lo tomó de ambas mejillas para obligar a mirarlo.

Tragando saliva se quedó quieto, aún podía sentir la piel caliente de Malfoy bajo sus manos y la forma tan sucia en que había susurrado su nombre.

Así que no se dio cuenta de que estaban pasando los segundos y él seguía ahí con un Draco cada vez más confundido.

       —¿Estás bien? —dijo con suavidad, sus manos sobre las del Gryffindor. Potter desde que había despertado estaba tan raro, tal vez realmente la leche le hizo mal.

       —Únicamente es el cansancio. —Harry se alejó de él y miró la hora en el reloj de su muñeca. Tenía que volver a casa, regresar a la realidad y olvidar ese sueño que le causó estragos a su psique.

       —Por eso la leche mágica es una buena idea, bebiste un sorbo y te desmayaste. —Harry le miró hastiado, Draco realmente no iba a detenerse.

El niño que vivió soñó con hacerle el amor, ¡a Draco y no a su esposa! ¿Con qué cara debería mirarlo ahora? Si había imaginado frotarse contra su humedad caliente, mientras chupaba sus gorditos pezones como un desquiciado.

Y ahora la maldita serpiente quería que bebiera de su... leche materna para curar el insomnio que él mismo indirectamente estaba causando.

Porque, podría no haberlo visto en algún tiempo, pero el desgraciado rondaba su cabeza sin detenerse y cada día se sentía peor que el anterior.

Y Dios, lo que Harry quería era solamente estar a su lado y verlo sonreír, daría lo que fuera por ser el causante de su felicidad.

Suspiró agotado, alejarse de Draco para hacer feliz a su esposa, no era una buena idea, no si eso significaba que al verlo nuevamente el deseo sería muchísimo más fuerte.

Se dejó caer en la silla y saboreó mentalmente la tarta de melaza que el Slytherin devoraba a escondidas. Ciertamente, un vaso de leche caliente y un poco pastel era algo que lo dejaría dormir tranquilo.

       —Sirve una taza y no digas ni una sola palabra más. —Lo escucho chillar emocionado, le dio un beso rápido en la mejilla y Harry lo observó marcharse, relajó los hombros sintiéndose infinitamente derrotado. No quería ni pensar en la forma en que iba a extraer la leche.

Menos en el hecho que había accedido a los caprichos de Malfoy una vez más. Todo por hacerlo feliz.

Esa noche llegó a casa y se durmió tan profundamente que Ginny tuvo que despertarlo por la mañana. Fue un alivio no soñar con follar con Malfoy, su sueño se centró en esos pechos regordetes, en beber de ellos hasta la saciedad.

 

***

 

Luego de unos días, Harry observó su taza, con desconfianza tragó saliva.

La leche mágica se había vuelto rutina, cada mañana iba por un vaso a la mansión Malfoy. Tan adictiva como su dueño, lo hacía estar en una niebla de placebo que lo dejaba relajado todo el día.

La fiesta de su hijo mayor se acercaba rápidamente y aunque debería estar estresado con los planes de Ginny sobre el tema, la leche cumplió maravillosamente su función.

La droga se extendió en su sistema sin que él lo supiera.

Una noche antes de la fiesta, Harry cayó en cuenta de que quería tener a Malfoy a su lado.

       —Ginny —dijo suavemente cuando ella se recostó a su lado en la cama. Su joven esposa le miró de inmediato, estaba cansada de planear las cosas sin ayuda.

Harry automáticamente se sintió culpable de no apoyarla correctamente por estar tan ocupado en su trabajo. Que ocupara su mente en Malfoy, no quitaba que estaba siendo consumido por el deber de ser el jefe, y que descuidaba bastante a su familia.

       —No —respondió ella de inmediato y se giró para dejar de mirarlo. Él se quitó los lentes y los dejó en la mesita de noche.

       —Aún no digo nada —murmuró con cansancio. Sinceramente, sabía que lo que pedía era exceder los límites, pero de solo pensar en dejar a Malfoy en la mansión mientras él estaba de fiesta le rompía el corazón.

Ella se levantó y le miró unos instantes antes de abrir la boca para comenzar una discusión. Como se había vuelto habitual cuando el tema se trataba sobre Draco.

       —¡No necesitas decirlo para saber qué quieres que esa serpiente vaya a la madriguera! ¡Harry por Merlín, es un evento familiar! —tomando los lentes para enfocar su vista, observó a su esposa.

La mirada de la pelirroja era seria, totalmente decidida a no dejar entrar a alguien dañino a la vida de sus hijos.

       —Scorpius es amigo de James, también debería poder participar. —Tragó saliva al distinguir la mirada furiosa de su esposa. Ella se levantó al escuchar el llanto de Albus.

       —No haces esto por nuestro hijo, ni por el niño de Malfoy, es solamente por tu egoísmo, porque quieres que la fiesta se arruine con la presencia maligna de esa serpiente. —El portazo de la puerta le sobresaltó, no podía negarlo.

Sabía que a los amigos de la familia no les gustaría pasar una noche en la compañía tan maravillosa del Slytherin.

Ya que Ginny se había marchado de la habitación, Harry se levantó. Quería tomar su celular y llamar al hurón.

       —Dragón —murmuró cuando escuchó la tenue voz en su oído. Lo había despertado o fingía que se durmió temprano como un buen chico.

Eso era algo sumamente gracioso porque Malfoy era todo menos obediente, seguramente estaba perdiendo el tiempo en internet.

       —Potter, estaba teniendo un sueño estupendo, ¿por qué amargas mi existencia? —dio una risita levemente, su humor mejorando indudablemente al escucharlo.

       —Tengo algo que decirte —dijo tomando en su mano el termo que había encantado para mantener caliente los líquidos sin que Ginny notara su reciente adicción a la leche. Dio un sorbo para darse valor. 

La voz de Draco lo detuvo.

       —¡Yo también! Tengo el regalo de James, lo ordené por internet, sé que le encantará, a mí me encanta ¿qué querías decirme? —Harry sintió el dolor en el pecho extenderse por todas partes de su cuerpo, la culpa carcomiendo rápidamente su mente.

Como decirle que no podrían verse, que no podría entregar ese obsequio que con tanto cariño había conseguido para su hijo.

¿Cómo decirle que no podrían estar juntos? Que mientras Harry estaba de fiesta rodeado de personas que lo amaban, Draco no podría participar solamente porque a su esposa no le parecía buena idea.

Era como aceptar el hecho de que la relación que mantenían jamás sería aceptada.

       —Mañana iré por ti, iremos juntos a la fiesta de James en la madriguera.

Sabía que eso le costaría varias noches de su comodidad matrimonial, tal vez dormir en la habitación de invitados, pero, así como Ginny había invitado a sus amigos al cumpleaños, él quería tener a su amigo a su lado.

 

***

 

A la mañana siguiente Harry se marchó de la madriguera para llevar a su invitado. Malfoy lo estaba esperando en un fino traje junto a Scorpius, y Potter al verlo se maravilló de lo hermosos que se veían ambos, pero seguramente nadie más vería ese gesto como algo bueno.

Así que luego de una extensa discusión lo ayudó a ponerse algo más adecuado al tipo de fiesta.

Un abrigo de color café claro sobre un suéter oscuro de cuello alto, el material holgado ayudaba para que nadie notara que el cuerpo antes varonil había cambiado.

Le miró fijamente cuando se trenzó el cabello para que cayera ordenadamente en su hombro. No importaba lo que usará siempre se veía maravillosamente hermoso.

El pequeño Scorpius se movió juguetonamente en sus brazos, también le había tenido que cambiar ropa. 

Utilizaba una pequeña sudadera y unos pantalones militares de color verde, quien hubiera pensado que la ropa muggle de bebé le encantaría al aristocrático mago de sangre pura.

Por un momento le dieron ganas de verlos a los dos vestidos de la misma manera. ¡Sería malditamente adorable!

Malfoy lo observó preocupado por las reacciones que tendrían los demás invitados. Harry acarició las manos del hurón entre las suyas para darle confianza.

       —¿Estás seguro de esto? Tendrás muchos problemas. —Malfoy le arrebató a Scorpius de los brazos, la preocupación inundando al Slytherin, no quería arruinar nada, menos si Harry se sentiría entristecido después de eso.

El Gryffindor negó con la cabeza, sabía los riesgos, sería la primera aparición en público que harían, además de eso, la larga enemistad entre las familias empeoraba el problema, pero se negaba a seguir ocultando a Malfoy como si fuera un error en su vida.

Scorpius había crecido junto a James y Albus, quería que sus hijos crecieran para ser buenos amigos y que las enemistades del pasado fueran olvidadas, este era el primer paso.

       —Confía en mí, todo saldrá bien y si sale mal, bueno... ¿Me tendrás a tu lado? —murmuró no muy convencido, su voz dudosa hizo sonreír a Malfoy. 

       —¿Cómo mi héroe personal? —preguntó mirándolo de esa manera que solo él tiene. 

Harry entrecerró los ojos y dejó que el aire se fuera de su cuerpo.

Sentía que estaba cayendo cada vez más profundo y lo peor era que ni siquiera tenía planes de salvarse.

Dejó de preocuparse, no quería que el hurón sintiera inseguridad en sus acciones y se pusiera nervioso. Además, la familia Weasley le había demostrado lo amable y buena de corazón que era, sabía perdonar, así que sinceramente esperaba que esto fuera perfecto.

Se apareció en la madriguera con la serpiente de la mano y con un pequeño bebé.

Esperaba no ser asesinado por su esposa o por Ron.

Pero los días de ocultar su amistad con Malfoy habían terminado.


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