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Sentimientos Hacia Ti por AniBecker

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Quiso olvidarse de todo durante el día, tenía entrenamiento y le serviría de distracción.

Al menos Satsuki supo leer su cara de no quiero hablar con nadie y no le preguntó absolutamente nada.

Tan ofuscado estaba, que en el entrenamiento demostró su malestar, aplastando a sus compañeros que estaban en el equipo contrario.

Satsuki estaba terminando de guardar todo del entrenamiento cuando Aomine salió del vestuario.

—Oye Satsuki, ¿sabes a qué hora jugaba hoy Seirin? —la fémina consultó su reloj.

—A las seis, así que si vamos ya, podríamos llegar para el último cuarto. ¿Es que quieres ir a ver a Kagamin?

—En realidad no, sólo tenía curiosidad de a qué hora jugaban, por la hora que regresaría a casa y eso.

—He… ¿le celebrarás la victoria si gana?

—Déjate de tonterías —respondió con una mezcla de molestia y vergüenza en su voz.

—Sí, claro… Entonces, ¿vamos? Yo sí quiero ir a ver a Tetsu-kun —Daiki chitó y la chica tomó ese ruidito como una afirmación, así que terminó con rapidez con lo que estaba haciendo y ambos se fueron hasta el pabellón donde jugaba Seirin.

Al final, llegaron un poco tarde, y justo terminaba el partido con la victoria de Seirin por 65-43.

—Vaya… al final no pude ver a Tetsu-kun.

Sus lamentos quedaron en el aire en cuanto observó algo que le llamó la atención. Miró de reojo a su amigo, que tampoco apartaba su mirada de lo que estaba ocurriendo; Kagami estaba hablando con una chica de cabello castaño, grandes ojos verdes y con cuerpo menudito.

—¿Quién es ella? —le preguntó a su amiga, ella sabía información de casi todo el mundo.

—Es prima de Riko-san, es de primer año y la nueva mánager de Seirin. Ayuda a Riko-san cuando ella está demasiado ocupada con la universidad. Es omega —susurró, volviendo a mirarlo de reojo.

La chica le estaba revisando la pierna, aparentemente por una posible molestia o lesión, pero ella le estaba sonriendo de una forma tierna y él le respondía con algunos gestos de vergüenza, pero lejos de sentir incomodidad por la cercanía de la omega ni por las manos en su muslo.

Kuroko pasó por al lado de ellos y le dio un golpe a Kagami, que Satsuki interpretó que era por molestia de que estuviera dejándose coquetear estando casado, ya fuera por amor o no, con su mejor amigo.

—Sólo… le está revisando la pierna, no tiene nada de malo —trató de justificar, quizá sólo por celos esté malinterpretando la situación.

—Sí, seguro que sí —susurró.

—¡Ah! ¿A dónde vas?

—A casa.

—¿No esperas a Kagamin?

—No regresará a casa todavía —y, con la palabra en la boca, se encaminó dirección a la casa.

Al llegar, echó a lavar su ropa deportiva, trató de hacer algunos de los deberes que tenía pendientes y después fue a preparar algo de cena, era fácil, sólo debía preparar algo para él.

Cuál fue su sorpresa cuando la puerta sonó, y la voz de Kagami resonando en la entrada.

—Ya llegué.

—¿Qué…? ¿Qué haces aquí?

—Aquí vivo, ¿no?

—Es que dijiste que regresabas tarde hoy, por eso me extraño.

—Bueno… —se llevó una de sus manos a la nuca—. Ayer se me pasó de la cabeza avisarte o llegar pronto, pero hoy recordé y quise llegar antes —el rostro de Aomine se iluminó.

—¿Ya cenaste? Estaba por prepararme algo de cena, así que llegas a tiempo. Ah, y el baño está preparado.

—No prepares nada, traje comida del Maji —le entregó las bolsas de papel y también la maleta con la ropa deportiva—. Voy a darme una ducha rápida, en seguida regreso.

—Está bien, genial —tomó la bolsa de deporte y sacó la ropa para echarla también para lavar junto a la suya, por lo que entró detrás de él al baño—. ¿Qué tal el partido?

—Bien, lo hemos ganado. ¿Qué tal tu entrenamiento?

—También bien —no le dijo que fue a verle, y mucho menos que lo vio con la chica esa omega, así que esperó a que él le dijera algo sobre su lesión.

Después de la ducha, ambos se sentaron en el sofá de la sala mientras se comían las hamburguesas que Kagami había traído.

Aomine notó como al sentarse, el pelirrojo hacía un pequeño gesto de dolor, y el moreno vio que fue su oportunidad para sacar el tema de la lesión.

—¿Te lesionaste?

—Oh, no, sólo una pequeña molestia que sentí en el último cuarto, pero Mochizuki-san me ayudó.

—¿Quién es? —fingió demencia, aunque sabía que se refería a la chica omega, aunque inconscientemente liberó feromonas, que no pasaron desapercibidas por Kagami.

—Oh, es la nueva mánager del equipo, ayuda a veces a la entrenadora.

—Ya veo —respondió, levantándose y recogiendo los restos de la cena. Después, fue hasta el baño y regresó, sentándose en el sofá al lado del pelirrojo—. ¿Quieres que te de un masaje?

—¿Cómo?

—En la pierna, digo.

—Oh, no hace falta ya me dio la mánager un masaje.

—Uno es mejor que dos —Kagami soltó un quejido cuando sintió las manos frías por la crema en la pierna—. Te sentará bien, hay que evitar que sea una lesión.

Al principio sintió algo de impresión por el frío, después algo de malestar por la compresión, y por último excitación.

Cerró los ojos, tratando de no pensar en esas manos masajeando su pierna, muy cerca de su entrepierna. De alguna forma debía despejar su mente y tranquilizarse, si no quería que Aomine pronto viera su erección, pero fue todo en vano.

Lejos de encontrar algún signo de eres un maldito pervertido en la cara del moreno, observó una pequeña sonrisa.

—Yo… no es lo que parece, en serio. Estás tocando en una zona sensible.

—Entonces… ¿con cualquiera que te toque te pones así? —trató de sonar con burla pero terminó con cierta voz molesta y celosa, recordando que aquella omega le dio un masaje. ¿También se puso así con ella?

—¡No, claro que no! —se cubrió la erección con su camiseta—. Tú has tocado en mal lugar.

Es porque eres tú – quiso decir.

Trató de levantarse para ir al baño nuevamente, como las veces anteriores que tuvo que aliviarse, pero Aomine, con sus fuertes brazos, lo evitó.

Esta era una buena oportunidad para tenerlo a su merced.

—Yo puedo hacerme cargo.

Su mano fue a parar a la goma de su pantalón, bajándolo y liberando el miembro que pedía atención. Sin duda o vergüenza alguna, se inclinó sobre él para comenzar con pequeñas lamidas en la punta, seguidas por toda la extensión hasta la base y finalizando con todo en la boca.

—¿Qué estás…? Ah… ¡Aomine!

Nunca había hecho una mamada, pero era hombre también, por lo que sabía dónde le gusta y cómo le gusta.

—Vamos, tú sólo cállate y disfruta.

Volvió a meterse la dureza en la boca, siguiendo con el trabajo que empezó. Las manos de tonalidad canela se enredaron en el cabello azulado para comenzar a marcar un ritmo lento que fue subiendo de intensidad.

Su respiración sonaba agitada entre jadeos, y estaba comenzando a sentir en su vientre bajo una sensación que conocía bastante bien; estaba a punto de correrse.

Si ya consideraba sexy a Aomine durmiendo de esa forma, tenerlo entre sus piernas haciéndole una mamada, con las mejillas sonrojadas, el cabello pegado en su frente y desprendiendo ese dulce aroma a chocolate, le estaba haciéndole llegar al mejor orgasmo de su vida.

Y explotó. Ni tiempo le dio de avisar a su esposo de que se retirara, se corrió en abundancia en su boca con un sonoro gemido, como si fuera un puberto, como si se hubiera estado aguantando mucho tiempo.

—Joder, perdón, yo… —casi se le vuelve a poner duro de ver ese erótico rostro manchado de su semen.

—¿Qué tal se sintió para ser mi primera mamada? —sonrió, tomando de la mesita de cristal el paquete de pañuelos para limpiarse la cara y la boca.

—¿Es en serio? Joder, parecía que estabas acostumbrado a hacer esto.

—¿Por quién me tomas? ¿Te crees que voy por ahí haciéndole un a mamada a cualquiera o qué?

—Perdón, perdón. Esto…yo no quería decirlo así —buscando cualquier punto donde fijar su vista para no cruzarla con la del moreno por vergüenza, se fijó en el calendario colgado en la pared, con una cruz roja marcada en uno de los días—. Oye Aomine… ¿tu calor está cerca?

—Uhm… —ahora fueron los ojos zafiro los que se posaron sobre el calendario—. En tres días, ¿por qué? ¿Es que huelo? —trató de oler su propio aroma.

—Por qué… ¿por qué no lo pasas en tu casa? —Daiki frunció el ceño, molesto, y se levantó del sofá.

—¿Estás diciéndome que me vaya a mi casa a pasar mi celo? ¿Es en serio? Se supone que estamos casados, ¿no? Lo más lógico es que lo pasara aquí, y contigo.

—Sería el primer celo que pasaría con un omega, tengo miedo de no poder controlarme.

—No me jodas, Taiga. Di claro que no quieres pasar el celo conmigo. No, mejor. Di que no quieres follar conmigo. Y ya de paso, ni estar casado conmigo. Entonces, ¿por qué cojones interferiste! ¿Por qué mierdas le pediste a tu padre que hablase con mi abuelo?

—Quería ayudarte a no tener que estar con cualquier alfa.

—¿Y tú qué eres, Taiga? Un alfa que no tiene consideración conmigo, que me desprecia y sólo me hace daño. ¿Te has dado cuenta que ni si quiera me llamas por mi nombre? ¡Sólo por un apellido que ni tengo ya porque ahora tengo el tuyo!

—Lo siento, es la costumbre, siempre te he llamado así y no estoy acostumbrado a decirte por tu nombre.

—¿Por qué te casaste entonces conmigo si ni siquiera me toleras? ¿Si ni siquiera eres gay? —insistió—. ¿Te crees que no he notado como me has estado tratando? Me rehúyes como si estar a mi lado te pareciera lo más asqueroso del mundo, duermes en el sofá para evitar hacerlo a mi lado, me hablas mal y me echas de tu instituto para que no evitaran verte conmigo, se te olvida de que existo y ni me avisas de que estaba aquí esperándote, y hasta me he dado cuenta que ni te pones el anillo de matrimonio.

—Ao… Daiki, lo de dormir contigo no va por ahí la cosa, en serio, es un malentendido.

—Si pensaste que contigo estaría mejor que con cualquier alfa, es todo lo contrario. Haberte mantenido al margen, quizá con otra persona hubiera podido ser feliz.

Dolido, salió dirección a la habitación, y con rapidez y torpeza, fue metiendo algunas de sus prendas en la maleta de deporte.

—¿A dónde vas? Espera, es un malentendido, en serio, joder, me pones muchísimo, trato de evitar descontrolarme y atacarte, tienes que creerme —trató de evitar que se fuera—. Tú me importas, en serio.

—Si lo que quieres es que vaya de tu casa, tranquilo, vuelvo con mis padres.

—No te vayas, por favor —suplicó—. Hablemos, sé que no me comportado bien contigo, pero tenía miedo, ¿vale? No te vayas, por favor.

Furioso, dolido y desdichado, se volvió con ojos llorosos hacia el alfa, que iba detrás de él tratando de detenerlo.

 

—¡Te he dicho que me dejes, joder! —con toda su furia y fuerza, empujó al pelirrojo estrellándolo contra el suelo de parqué, para después, abandonar el apartamento dando un portazo y correr hacia la avenida para tomar un taxi.


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