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El amor es irracional por BlackHime13

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenencen a mi sino a Gosho-sensei (=^w^=)

Notas del capitulo:

Buenas nwn Aquí os traigo un corto oneshot Kaishin. Es un AU donde Kaito es doctor y no mago, aunque sigue haciendo trucos de magia en su tiempo libre (cosa que no aparece realmente en la historia, pero me apetecía mencionarlo ;P)

También hay mención de otras parejas como el ShinRan, aunque al final es Kaishin, tenedlo en cuenta durante la lectura n-n

Con todo el tiempo que llevaba trabajando allí le había visto innumerables veces, por lo que podía asegurar que era un regular en su lugar de trabajo.


La primera vez que le vio sintió su corazón detenerse unos segundos para luego latir aceleradamente. Sus mejillas tuvieron que ruborizarse porque sintió todo su rostro arder. Aquella vez solo le vio alejarse, salir por la puerta y desaparecer. Sintió un deseo casi irrefrenable de correr a recepción y preguntar por él, su nombre, edad, color favorito… cualquier cosa que se le viniera a la mente, no obstante logró controlarse.


Se recordó a si mismo que no era profesional lo que quería hacer, que rayaría en el acoso incluso. Soltando un gran suspiro dio la media vuelta y caminó en dirección contraria a la cual había tomado él.


Con el pasar de los días, semanas y meses siguió viéndole a lo lejos. Las primeras veces solo, queriendo reunir el valor para acercarse y entablar conversación, sin embargo nunca logró hacerlo. No supo si llorar o sentirse aliviado cuando la vio a ella. Una joven de larga cabellera castaña y ojos azules le hacía compañía aquel día y cuando notó el brillo en ambas miradas sintió su corazón romperse. El amor entre ellos era innegable y le dolió hasta lo más profundo de su ser.


Se alejó un poco, necesitando tiempo para intentar olvidar, se centró en su trabajo y durante unas semanas lo consiguió. Olvidó la existencia de aquel hombre que le había arrebatado el corazón y destrozado el mismo sin ser consciente de ello.


Se sintió patético cuando al caminar por los pasillos oyó una suave risa que le embelesó y comprendió que a pesar de casi no conocer al contrario, de que lo que sentía era irracional, su corazón seguía latiendo por él.


En un acto estúpido, volvió a matricularse a la universidad. Su profesión no le permitía acercarse a él, no teniendo en cuenta que ninguna excusa que se le pudiera ocurrir funcionaría. Estudió sin dejar de trabajar ni de disfrutar y sufrir a partes iguales cada vez que le veía.


De esa forma, su amor fue creciendo día con día, conociendo más de él gracias a los cotilleos de sus compañeras de trabajo.


Casi sin notarlo, cuatro años transcurrieron desde aquel memorable día en que le vio por primera vez. A pesar de sus actos anteriores siguió observando a lo lejos, deseando ser él quien le hiciera sonreír, anhelando la calidez con la que la miraba a ella y sintiéndose miserable por odiarla, por desear que desapareciera, porque aquel monstruo llamado envidia se alimentaba de su persona y crecía con el pasar del tiempo sin que él pudiera hacer algo para detenerlo.


Se odiaba a sí mismo, por no poder olvidar, seguir con su vida. Por sentir algo que rozaba la obsesión. Pero el amor no escucha razones y él ya no sabía qué hacer. Alejarse no funcionaba y acercarse no era una opción, no estando ella a su lado.


Agotado, ese día llegó a su trabajo y fue recibido con una emergencia. Su corazón se detuvo como había hecho tantas otras veces por él, solo que en esta ocasión terror fue lo que le invadió.


Aquel hombre castaño de preciosos orbes zafiro yacía sobre una camilla con la ropa ensangrentada y a penas respirando. Necesitaba una cirugía urgente. Su cuerpo siendo la receptora de varios disparos: clavícula derecha, hombro izquierdo, abdomen y un par en el muslo derecho.


No reaccionó hasta que gritaron su nombre y apresurado se preparó para hacer su trabajo. No obstante, en esa ocasión era algo personal. Su motivación era el egoísmo de no querer perderle. Incluso aunque se sintiera patético de haberse aferrado a aquel amor no correspondido durante cuatro largos años, no iba a permitir que muriera.


Era egoísta, pero él no se veía capaz de seguir adelante si el castaño moría y por ello haría todo lo posible por salvarle la vida.


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El recibir una llamada del hospital ya no le sorprendía. Sin embargo saber que sus heridas eran tan graves que necesitó ir al quirófano de inmediato la dejó paralizada.


Tardó varios minutos en volver en sí y lo más rápido que su cuerpo se lo permitía se dirigió hacia su coche con solo dos pensamientos invadiendo su mente: "tengo que ir" y "por favor no mueras."


Sabía que su jornada laboral no había terminado, que varios de sus compañeros llamaban su nombre con urgencia, sin embargo ella no prestó atención. Antes de que pudiera procesarlo ya se encontraba sentada frente a la puerta del quirófano que le indicó una amable enfermera.


Sintiendo los nervios a flor de piel, rezó durante horas, implorando a cualquier dios que estuviera oyendo sus oraciones. No supo cuanto tiempo permaneció allí, vagamente sabía que debería haber llamado a alguien, sus padres probablemente, sin embargo no se encontraba lo suficientemente centrada como para poder hacerlo.


No salió de su trance hasta que sintió una mano acariciar con gentileza su hombro derecho. Con los ojos aguados dirigió su mirada a la persona que se encontraba arrodillada en frente de ella, el cual era un hombre de más o menos su edad. Por su apariencia concluyó que era el doctor que se encontraba a cargo de la operación, la bata blanca llena de sangre era un claro signo. Con rapidez sus orbes se posaron sobre la luz colocada encima de la puerta y notó cómo esta se encontraba apagada. Había terminado… miró al hombre con la ansiedad recorriendo todo su cuerpo y este siguió con su reconfortante toque sobre su desnuda piel.


Cuando él se quitó la mascarilla que portaba, no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa. Le reconocía. Sabía quién era. No obstante no dijo nada, no era el momento. Este le explicó la situación de la forma más calmada posible y ella se tranquilizó de sobremanera al saber que todo había salido bien.


Abrió la boca para decir algo y ambos se sorprendieron por las palabras que ella pronunció, sin embargo ella sabía que era algo que iba a suceder y no hay mejor momento que el ahora ¿verdad?


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Después de largas horas de duro trabajo por fin todo terminó. Él viviría y no podía sino sentirse extremadamente aliviado. Respiró profundamente para tranquilizar a su acelerado corazón. Sus compañeros le felicitaron por su gran trabajo, sin embargo todavía le quedaba algo por hacer. A pesar de la fatiga que consumía su cuerpo, se armó de valor y salió de la sala donde la vio allí sentada.


No le sorprendió notar la ansiedad que parecía escapar de todos y cada uno de los poros de su piel, pero sí el hecho de ver su estómago. Ella… estaba embarazada. Por lo que podía observar debía de encontrarse en su tercer trimestre. Sintió la bilis subir por su garganta y tragó pesadamente para evitar que escapara. Sus ojos se aguaron, pero no podía permitirse llorar. No podía dejarse llevar por sus sentimientos. Debía ser profesional. Además que ella no tenía la culpa de nada, quien tenía un problema era él, algo que tenía que ver cómo solucionar.


No ahora. No hasta que le explicara la situación a ella. Aunque sus expectativas al terminar no eran para nada lo que ocurrió. Esperó que le agradeciera para luego dirigirse hacia la habitación donde el castaño residiría durante una temporada. Sorpresa fue poca cuando la ojiazul le invitó a tomar un té.


Debatió mentalmente sobre aceptar o rechazar la oferta, pero se decidió por la primera opción al notar la pesadez en su cuerpo. El cansancio y el estrés de la situación le estaban alcanzando y comprendió que ella se sentía igual. Es por ello que después de cambiarse de ropa por una sin sangre como tinte, ambos caminaron a paso lento hacia la cafetería del lugar.


Incluso aunque la comida no fuese la mejor del mundo, el lugar era espacioso y bastante tranquilo, con las personas respetando el estado de ánimo de los demás. Ella pidió un té mientras que él un chocolate caliente. La mujer le sonrió al notar su elección, gesto que le transmitió un ligero sentimiento de alivio y algo de la tensión acumulada sobre sus hombros desapareció.


El silencio se hizo presente durante varios minutos, donde ambos parecían necesitar un momento para poner en orden sus pensamientos. Ella habló primero.


-Gracias por salvar la vida de Shinichi. –dijo ella con una sonrisa adornando sus facciones.


-No tiene que agradecerme Kudo-san. Fue un honor para mí el haber podido ayudar a su marido. –respondió lo mejor que pudo, deseando con todo su ser que ella no hubiera notado el ligero temblor en su voz cuando pronunció aquellas dos últimas palabras.


-Puede llamarme Ran, Kuroba-sensei. –indicó la castaña.


-Kaito está bien, Ran-san. –dijo él a lo cual ella sonrió más ampliamente.


-Kaito-san… ¿sería mucho pedir que escuchara una pequeña historia? –pidió la mujer y él asintió algo dubitativo, pero al mismo tiempo curioso.


-Hace mucho tiempo, una niña conoció a un niño de su misma edad. Él era tan inteligente que los demás no querían jugar con él. Después de un tiempo observando, ella decidió acercarse a él y no tardaron en convertirse en amigos. Al pasar los años, ellos siguieron siendo como uña y carne. Algo que no muchos parecían comprender, pero a ellos les daba igual, puesto que se tenían el uno al otro. Entonces, llegaron al instituto. Allí fue cuando las cosas comenzaron a cambiar para ambos. –relató con una sonrisa nostálgica en el rostro. Él se tensó ligeramente, teniendo la sensación de que lo que oiría no le iba a gustar.


-Desde siempre, él sentía un gran amor hacia los misterios, tal vez heredado de su padre el cual era un gran novelista reconocido mundialmente. El caso es que esa pasión junto a su inteligencia le llevó a convertirse en un famoso detective. Trabajando día tras día junto a la policía. Ella le apoyó lo mejor que pudo y durante un tiempo su relación permaneció inalterable, hasta que un día, él terminó en el hospital. –ante aquello ella suspiró y negó con la cabeza de forma resignada. –Él siempre había sido algo descuidado en cuanto a su propia seguridad se trataba y eso a ella le asustaba, sabiendo que él terminaría corriendo mayor peligro que cualquier otra persona en aquel tipo de trabajo. Durante su visita, ambos reconocieron el amor que había entre ambos y pronto comenzaron a salir. Dos años más tarde, al cumplir los 18 años, por insistencia de sus familiares y amigos, terminaron casándose. –explicó ella y se detuvo un momento para tomar unos pequeños sorbos a su té.


Él no tardó en comprender sobre quién trataba la historia y apretó fuertemente los puños con frustración recorriendo su cuerpo. No entendía por qué ella había decidido contarle aquello. ¿Acaso lo sabía? ¿Era esa su forma de castigarle por lo que sentía? ¿Quería dejarle claro que sus sentimientos no irían a ninguna parte?


Sintió su respiración cortarse y lo más calmado que pudo intentó levantarse y marcharse de allí. No tenía por qué quedarse, sin embargo ella alzó una mano y le señaló para que volviera a tomar asiento. Él sabía que no debía, pero el brillo en los ojos ajenos le retaban a irse. Cogiendo aire fuertemente, se secó las lágrimas que querían escapar de sus orbes lo más disimuladamente que fuese posible, y después de soltar un bufido, se rindió y cayó pesadamente sobre la silla.


Ella sonrió ampliamente, complacida por su decisión y, muy a su pesar, reanudó su relato.


-Los años pasaron. Él entró a la academia de policía y al mismo tiempo a la universidad para estudiar criminología y ciencia forense. Ella se centró en cumplir su sueño de convertirse en una abogada tan magnífica como lo era su madre. Para cuando lo notaron, cuatro años habían transcurrido y nada en su relación había cambiado. La cantidad de tiempo que pasaban juntos era escaso, sus trabajos interfiriendo con su vida íntima. A pesar de que ambos reconocían que había un problema, era obvia su testarudez lo que les llevó a seguir ignorándolo hasta que otro año más tarde… ella conoció a una compañera de su esposo y sintió su corazón acelerarse. –ante aquellas palabras él la miró con los ojos abiertos enormemente. ¿Estaba diciendo lo que creía que estaba diciendo? Ella simplemente sonrió ante su reacción y continuó hablando.


-Ahí comprendió que su amor por él ya no era igual que antes. Los años, la convivencia y el tiempo, habían cambiado sus sentimientos por él. Sin embargo, su indecisión y miedo a equivocarse, a hacer daño a la gente que la rodeaba, la paralizaron y dudó en cómo debía proceder. ¿Qué era lo correcto? ¿Cuál era la decisión que debía tomar? –la castaña volvió a detenerse un momento y él no podía dejar de observarla, intentando procesar toda aquella nueva información.


Después de varios minutos en silencio, donde la castaña le dejó asimilar sus palabras, ella decidió que era el momento de seguir.


-Lo único que parecía ser algo constante para ambos, eran las visitas casi semanales al hospital. A veces eran heridas superficiales, otras no tanto. Aquellos momentos se convirtieron en el tiempo que realmente pasaban juntos para conversar. Durante los meses siguientes, ella notó algo muy interesante: un joven doctor observaba a su marido constantemente. –él tragó saliva fuertemente y la miró a los ojos, esperando la acusación que vendría, pero sorpresivamente, el rostro de ella era amable aunque con algo de diversión también.


-Curiosa, ella preguntó por el hospital y las compañeras del hombre no perdieron la oportunidad de alabarle. Notable era la admiración de ellas por el doctor, no solo por su trabajo, sino por su actitud también. –dijo soltando una risita divertida. Él se sonrojó levemente, maldiciendo lo que sus compañeras hubieran dicho de él por ahí. –Un día, ella decidió mencionar el nombre del doctor a su marido y no pudo evitar la sorpresa que la embargó ante lo que sucedió. –se detuvo y él sintió algo surgir dentro de su ser. Era consciente de lo estúpido que estaba actuando, pero al parecer es verdad el dicho "la esperanza es lo último que se pierde." Puesto que su corazón había comenzado a acelerarse desmesuradamente.


-¿Qué ocurrió? –preguntó con voz temblorosa. Sentía sus manos temblar también ante la multitud de sentimientos que le embargaban el cuerpo en ese mismo momento. No sabía si el miedo o la ilusión eran más prominentes que el nerviosismo y la expectación.


-A pesar de todo el tiempo que llevaban de conocerse, ella nunca le había visto ruborizarse tanto como en aquel momento. Tampoco la forma en que tartamudeó e intentó cambiar el tema con obvio desespero. Para alguien que acostumbraba a mantener la calma ante situaciones tan peligrosas como era el encarar a asesinos, el verle perder los nervios de aquella forma sorprendieron de sobremanera a la joven. –respondió ella soltando una ligera risita al recordar la escena.


Su corazón dio un vuelco ante aquellas palabras y tragó saliva desesperadamente al sentir su garganta comprimirse. La sonrisa de ella se amplió al ver su reacción.


-Ella animó a su marido a que intentara hablar con el doctor, no obstante él era testarudo y parecía entrar en pánico ante la sola idea. Creyó que podría esperar a que fuese el joven quien se acercara, pero lamentablemente, ella no cayó en cuenta que el joven doctor nunca se acercaría a su marido, no siempre que ella siguiera en medio. Muy a su pesar, le tomó varios meses el percatarse de ese detalle, pero cuando lo hizo tomó una decisión: una que cambiaría sus vidas de muchas formas. –al verla parar no pudo evitar reír, sabiendo que tenía que decir algo para instarla a continuar. ¿Tal vez la joven sentía que haciendo aquello le añadía más dramatismo? Se sentía mal por haber pensado tan pobremente de la castaña durante tanto tiempo y esperaba que ella no le guardara rencor por ello, aunque por lo que estaba sucediendo en ese momento, parecía ser el caso.


-¿Cuál fue su decisión? –cuestionó con una leve sonrisa adornando su rostro. La tensión que previamente se había apoderado de su cuerpo se había desvanecido por completo para entonces.


-Hablar con su marido por supuesto. Discutir todo lo que habían estado evitando durante años. Cada uno de aquellos problemas que habían decidido ignorar en su momento, salieron a la luz. Varias cosas resultaron de aquello: la primera y más obvia, fue que acordaron divorciarse. No obstante, aquella decisión les llevó a otro tema importante: los niños. Ambos habían llegado a la edad de 28 años y todavía sentían un gran cariño hacia el contrario. La confianza que se tenían no era algo que podrían obtener fácilmente con otra persona y por ello decidieron dar ese paso. El proceso fue algo más largo de lo esperado, sobretodo porque fue llevado a cabo en una clínica especializada, puesto que a pesar del cariño y la relación que ambos habían mantenido previamente, ninguno se veía capaz de volver intimar de aquella forma, no cuando sus corazones hacían tiempo que ya no latían por el otro. –ella no pudo evitar acariciar su abultado vientre al recordar el día que le dijeron que estaba embarazada. Una sonrisa llena de amor y ternura se apoderó de sus facciones y él no pudo evitar que su propio rostro se enterneciera ante la imagen.


-¿Qué pasó luego? –inquirió él con voz suave.


-Ninguno quería tener que aguantar a sus familias y amigos por lo que no dijeron nada. El divorcio ya era efectivo, pero decidieron esperar a hacerlo público hasta después del parto. Sin embargo, prometieron una última cosa: intentar dar un paso hacia adelante y acercarse a las personas que desde hacía ya un tiempo les habían llamado la atención. –rio de solo pensar en el caos que vendría en un futuro cuando dieran la noticia a sus padres, pero pronto bufó molesta al recordar cierto detalle.


-¿Ran-san? –la llamó al ver el ceño fruncido en aquel fino rostro.


-Tal vez ella no debió confiar en su palabra porque a pesar de que ella se encontraba felizmente en una relación con la joven que le gustaba desde hacía tiempo, el idiota de su ex marido y todavía mejor amigo, no había hecho el más mínimo intento de cumplir con su promesa. Ella no lo supo hasta que meses más tarde se encontró de nuevo, esta vez cara a cara, con el joven doctor y notó la reacción de este ante su presencia. –suspiró al decir aquello. –Por supuesto que ella no le culpaba. ¿Cómo podría hacerlo? Ver que la mujer de la persona que amas está gestando y la esperanza de tener un amor correspondido se va desvaneciendo es algo que le causaría dolor a todo ser humano. Es por ello, que ella decidió tomar cartas en el asunto y ayudar al desastre que era su ex marido. –finalizó con su historia en un tono de voz ligeramente exasperado.


Y él… él rió. Descontroladamente. Gesto que le salió desde lo más profundo de su ser. No sabía si era por estupefacción, alivio o felicidad. A lo mejor por una mezcla del amalgama de sentimientos que le embargaron en ese momento y los cuales decidieron hacerse notar con un estallido emocional. De sus ojos brotaron lágrimas sin control, las cuales recorrieron su mejillas libremente, su cuerpo temblaba ligeramente y su respiración era entrecortada, aunque su corazón se sentía ligero y su mente clara.


-Kaito-san. –la castaña le llamó cuando este logró controlar su ataque de histeria.


-¿Sí, Ran-san? –susurró él al tiempo en que se secaba las lágrimas que habían escapado de sus orbes sin su permiso.


-Sé con absoluta certeza que no soy yo la persona a la cual Shinichi anhela ver primero al despertar. –mencionó la ojiazul con voz dulce y el corazón de él comenzó a latir desbocadamente.


Se levantó de forma apresurada y, tal vez fue por la adrenalina del momento, pero se lanzó a abrazarla con fuerza aunque sin lastimarla, y después de murmurar su agradecimiento completamente honesto al oído de ella, caminó lo más rápido que pudo. No obstante sus compañeros dirían que de andar aquello tenía poco, dado que la rapidez con lo cual llegó a la habitación del joven castaño no habría sido posible si no hubiera estado corriendo, pero aquel era un detalle que no tenía importancia para él, al menos no en ese preciso instante.


En esa ocasión, la puerta no le parecía tan imponente como en muchas otras instancias. Esta vez, no dio un paso atrás como hizo muchas veces con anterioridad. No. En ese momento, y por primera vez de muchas otras, él se atrevió a abrir aquel pesado objeto rectangular y se adentró al cuarto que ocupaba el otro hombre.


Con cuidado se acercó a la cama donde este reposaba y dudó en si debía sentarse en la silla que se encontraba a un lado de este, siendo consciente de lo temblorosas que sus piernas se encontraban, o permanecer de pie, mirando el pecho de este subir y bajar de forma pausada, pero ininterrumpida.


Sus ojos se aguaron, quien sabe cuántas veces lo había hecho aquel día, sus mejillas y orejas se ruborizaron, su respiración se detuvo unos segundos y su corazón se saltó varios latidos momentos más tarde cuando le vio abrir los ojos y sonreírle con fascinación… sus piernas fallaron por fin y se dejó caer pesadamente sobre la mullida silla a su lado. Por suerte, nadie más que él sabría lo ocurrido en esa habitación. Ni siquiera Shinichi lo recordaría, cosa que le agradecería a la medicación por siempre, dado que no se sentía orgulloso de lo que hizo a continuación. ¿Cómo podría admitir que el primer beso que se dieron sucedió en una habitación de hospital, con el detective completamente drogado y él perdido entre todos los sentimientos que le habían embargado? No, mejor lo mantendría para sí mismo durante muchos años.


Algunos años más tarde, miraría al pasado y pensaría que aquellos cuatro años de sufrimiento, de aferrarse a sus sentimientos, habían merecido la pena. Que ignorar a todas las personas que le decían que debía olvidar y seguir con su vida, fue la decisión acertada. Porque gracias a ello, ahora formaba parte de una familia, que si bien podría parecer un tanto peculiar, él amaba con todo su ser.


Comprometido con el amor de su vida, viviendo con dos adorables, aunque hiperactivos niños los cuales le consideraban como a su padre y dos maravillosas mujeres a quienes veía como a sus mejores amigas, no podía evitar sonreír y creer que su vida era más que perfecta. Que no había nada que pudiera desear cambiar porque se sentía absolutamente feliz con el resultado de sus decisiones.


Puede que no todo fuese fácil, que el camino se viera envuelto en espinas más de una vez, sobre todo cuando el ex matrimonio no pudo contarles la verdad a sus padres de la forma que una vez imaginaron y desearon, lo cual quizás fue culpa suya por haberse presentado de repente en el hogar de la ex pareja. El caos de ese día no quisiera repetirlo, no cuando los padres de Ran le persiguieron por toda la casa, él estando todavía medio desnudo y Shinichi intentando explicar lo sucedido desde la cama, de donde no podía salir por el dolor en sus caderas. Su amor hacia la castaña se solidificó cuando apareció por la puerta y sin dudarlo salió en su defensa, discutiendo con sus progenitores y aclarando la situación. Por suerte, los padres de su ahora prometido tomaron la noticia mucho mejor que los de la castaña. Él todavía recibía miradas de odio por parte del padre de esta.


Pero a pesar de todo esto, él se sentía feliz. El solo hecho de despertar todas las mañanas para ver el rostro tranquilo y adorable de Shinichi a su lado era suficiente para que su corazón latiera con rapidez y una sonrisa se apoderara de su rostro. Adoraba los momentos donde los niños se lanzaban sobre su persona para que les enseñara trucos de magia, jugara con ellos o les cocinara algo. Esto último parecía divertir mucho al detective el cual reía cada vez que sucedía por el puchero que Ran hacía cuando los niños preferían la cocina de Kaito a la suya.


Si, su familia podía no ser del todo convencional, teniendo a dos niños los cuales amaban a sus dos madres y dos padres por igual, pero era suya y eso era lo único que importaba.


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-¿Kaito? –le llamó Shinichi. Él apartó la mirada de la televisión y la dirigió a su prometido, el cual se encontraba con la cabeza recostada contra su pecho. Ambos habían decidido pasar su día libre acurrucados en el sofá y viendo la serie de detectives que tanto le gustaba al castaño.


-¿Sí, Shin-chan? –respondió él besándole la frente casta y dulcemente.


-Siempre me he preguntado… ¿por qué decidiste estudiar enfermería cuando ya tenías tu doctorado y trabajabas en el hospital? –curioseó el más bajo quien le miraba con un brillo lleno de curiosidad en esos preciosos orbes zafiro que poseía.


-Mmm… es estúpido. –dijo él al tiempo en que se rascaba la nuca algo avergonzado.


-¿Por qué? –preguntó sin comprender el detective.


-La primera vez que te vi… me enamoré perdidamente, pero con el pasar del tiempo comprendí que no había ninguna razón por la cual un neurocirujano visitaría a un paciente que se ha roto una pierna así que… –se detuvo sintiendo sus mejillas arder.


-Espera. ¿Estás diciendo que estudiaste una segunda carrera solo para tener la oportunidad de acercarte a mí? –cuestionó incrédulo el castaño y Kaito solo pudo asentir, avergonzado por su actuar. No esperó que su pareja le rodeara el cuello y le besara apasionadamente en respuesta. Varios minutos más tarde se separaron con las respiraciones agitadas. –Y yo que estaba convencido que nunca podría interesarle a ese extrovertido doctor del cual todas las enfermeras hablaban y resulta que este no quería otra cosa más que hablar conmigo. –susurró el ojiazul sonrojado hasta las orejas, pero con un brillo emocionado en sus orbes azules.


-Yo no diría que eso es lo único que quería. –comentó pícaramente Kaito y rio cuando su pareja se ruborizó todavía más y le golpeó el pecho en represalia.


-¡Kaito! –exclamó el más bajo con vergüenza y él rio todavía más, aunque cuando el contrario hizo el ademán de separarse de su cuerpo, rodeó su cadera con sus brazos y le besó por toda la cara sin dudarlo.


-Te amo Shinichi. No hay ni un solo día en que me arrepienta de haberme aferrado a mis sentimientos durante cuatro largos años. –declaró con absoluta sinceridad.


-¿Ni siquiera cuando Conan te despierta de madrugada un sábado para que le leas una novela de Sherlock Holmes? –inquirió con una sonrisa burlona en el rostro.


-No sé como Ran-chan accedió a ese nombre. –comentó soltando una risita divertida.


-Ambos sabemos que era el destino. –replicó Shinichi sonriendo ampliamente.


-No lo niego. No teniendo en cuenta el parecido entre padre e hijo. ¿O debería decir "mami"? –dijo burlón.


-Todavía no entiendo por qué tú eres "papá", Ran "mamá" y Sera "madre", pero yo soy "mami". –se quejó haciendo un puchero. Kaito volvió a reír y le besó los labios castamente.


-Como dijiste… es el destino. –respondió y calló al contrario con otro beso antes de que este pudiera pronunciar palabra. –Y respondiendo a tu pregunta… Jamás me arrepentiría de pasar tiempo con uno de mis adorables hijos. Además de los dos, yo soy el que tiende a dormir poco y madrugar mucho. –fueron sus palabras lo que hicieron reír al contrario y recibir otro beso en respuesta.


Si, definitivamente adoraba su vida. Con sus buenos y malos momentos.


FIN

Notas finales:

Y esto es todo nwn Este fic fue inspirado por el resultado de una encuesta en twitter donde algunas personas votaron por un Doctor AU y alguien mencionó que le gustaría ver a Kaito de doctor así que... esto es lo que salió ;P

Espero que os haya gustado y me encantará saber vuestra opinión (=^w^=)


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