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Liberty por RLangdon

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Un arrendajo gris con las alas moteadas de blanco planeó sobre las densas copas de los cipreses segundos antes de posarse sobre el linde superior de la muralla. 
 
Recostado de espaldas sobre la hierba, Eren Jaeger se removió suavemente al oír la voz conocida llamándole, arrancándole del profundo y reparador sueño. Abrió repentinamente los ojos, sirviéndose de su antebrazo para cubrirse de las saetas de luz solar que, inclementes, alumbraban su rostro. 
 
Aún adormilado contempló el sutil movimiento del ave al extender sus alas, batiendolas un par de veces antes de emprender el vuelo y perderse en el inalcanzable horizonte. Inconscientemente su mano se alargó, siguiendo por infimos instantes el recorrido trazado por el ave.
 
"Libre. Ella es libre"
 
Sus párpados se abrieron y cerraron un par de veces en tanto la silueta de la fémina que se recortaba a escasos dos metros de distancia se iba acercando. 
 
La tibieza de las lágrimas transmutó a la sensación gelida cuando la brisa chocó con su rostro.
 
Extrañado, Eren se palpó con el índice, primero la mejilla, donde el frío beso del soplo vespertino le había acuciado, luego redirigió el tacto hacia sus húmedas pestañas. El rocío de las lágrimas permanecía indenme, delatando una honda y cruda tristeza oculta en lo más profundo de sus entrañas.
 
—Eren— hubo una repentina pausa al reiterativo llamado cuando su hermana adoptiva llegó a su lado. —¿Estás bien? 
 
—S-Si— la respuesta salió torpe y atropellada, como la mentira que en realidad era. 
 
Impulsado como un resorte, Eren se levantó. Se apresuró a limpiarse el frío reguero de lágrimas, sin recordar a ciencia cierta aquel vago y difuminado sueño que, muy probablemente, tendría que ver con su recientemente fallecida madre. Su mirada esmeralda fue a posarse sobre los grabados de la enorme y vetusta puerta que diferían en formas y relieves con la de su antiguo hogar más allá de la arcaica muralla tallada en piedra caliza, donde otra idéntica se hubo extendido, brindándoles una protección banal ante el sordido estallido de la guerra. 
 
Por largos minutos, Eren permaneció abstraído, reavivando en su memoria aquel trágico día acaecido hace solo unos meses, cuando creían estar resguardados en una superficial paz, donde todo era aparentemente seguro. 
 
Un año antes su padre se había enlistado en el ejército, abandonandolos tan pronto su presencia fue requerida en los campos de batalla. Aquella inhóspita decisión había acarreado a otras tantas, convirtiéndose en el aliciente de Eren que le impulsara a querer formar igualmente parte de las fuerzas armadas. Esa día se lo había comentado a Mikasa, y esta a su vez lo hizo con su madre en la merienda. Todo había generado en una discusión que, hasta la fecha, seguía pulsando en su cabeza cada tantas horas, azotandole el doloroso latigazo de la culpa al no haber hecho las paces con ella. 
 
Esa misma tarde los tanques habían derribado no solamente el portón central, sino también todas y cada una de las casas en derredor, dejando un estropicio de sangre y cuerpos mutilados al paso. Ni siquiera se había podido recuperar el de su madre. En tal estado había quedado su antigua casa que, horas más tarde, el guarda del portón central relataría la suerte con que habían corrido Mikasa y él al no encontrarse dentro. Sin embargo a Eren el remordimiento de no haber estado con ella, ni haber podido salvarla, le perseguiría por el resto de su vida. 
 
Tratando de animar un poco el ambiente ante la muda coyuntura, Mikasa habló.
 
—Hannes san nos esta esperando— creyó erróneamente que el anuncio conseguiría disipar un poco las penas de su hermano, pero no fue así.
 
Aunque el cuerpo de Eren se hallaba presente, su mente constantemente oscilaba en dolorosas cavilaciones pasadas. No fue sino hasta que el chasquido del trote de caballos se hizo presente, que Eren Jaeger terminó de espabilar, y sus pupilas, antaño sombrías, adquirieron un leve brillo que preservaba esperanza. 
 
—¡Corre, Mikasa!...¡Son ellos! 
 
Sintiéndose fuertemente halada del brazo, la susodicha dejó caer sobre la hierba su pasada carga de leña y echó a correr al lado del impredecible e impulsivo chico. Juntos se abrieron paso entre el gentío aglomerado a los costados de la puerta. 
 
Una vez que los caballos entraron, tirando de las carretas que transportaban tan lúgubre contenido cubierto de mantas blancas salpicadas en carmesí, los abucheos de la población reverberaron en uno solo y, la tenue e ilusionada sonrisa de Eren Jaeger se desvaneció en medio del embravecido clamor que exigía justicia por las nuevas vidas desperdiciadas en pos de frenar el terrible avance de la guerra. 
 
Visiblemente aturullado, Eren cubrió sus oídos con ambas manos. Su cuerpo se debatía entre salir corriendo de vuelta a la pradera a perderse en ensoñaciones vagas o quedarse allí mismo a lidiar con el bullicio que prodigaba cólera. Dudoso, empujó a sus semejantes hasta llegar al frente. Entonces lo vio. 
 
Gallardo y solemne, con su vigorosa figura avanzando enfundado en el uniforme reglamentario, cabalgando con porte y gracia, ajeno al alboroto a sus costados. Sus metodicos ojos onices escudriñando a la nada misma en tanto su compañera al costado susurraba cosas ininteligibles al lento trote de sus Dosankos de pelaje ébano.
 
Completamente cautivado, Eren le siguió con la mirada. Su madre solía decirle lo profunda que esta era cuando se sabía sorprendida siendo observada desde el otro extremo de la mesa. En ese entonces Eren no la creyó. No obstante cuando el lacónico jinete se volvió en su dirección, y sus miradas se fundieron en una sola, supo que era verdad. 
 
Levi Ackerman, Capitán al mando de la Legión de Reconocimiento, actualmente encargada de supervisar los alrededores de la muralla, dejó caer todo el peso de su mirada en su semblante. Aquel contacto visual fue tan potente como efímero.
 
Los héroes de la región de Eldia se perdieron pronto en la lejanía, y Eren se sorprendió recordando las veces pasadas en que le había visto (ninguna tan de cerca y en ninguna siendo igualmente observado). 
 
Admiraba a ese hombre, casi a la par que le repudiaba. Fue por él que había querido enlistarse en las tropas militares. Levi había sido su inspiración por años, pero ni Levi ni sus secuases habían podido salvarlos de la destrucción subsecuente de la guerra. Aquel día aciago, la Legión no estaba presente, habían abandonado la muralla en su afán de llegar a un inútil convenio o, en su defecto, de analizar posibles brechas en la estrategia del enemigo. 
 
Empuñando ambas manos y siendo presa de una rabia y minusvalía hasta entonces desconocida, Eren se adelantó otro paso hacia el frente. Luego de lo acontecido con su madre se sentía cada día más débil e inútil. Estaba ligado a una existencia de mero resguardo y autopreservación. De haber sido más fuerte, de haber heredado la valentía de su padre, quizá, las cosas serían diferentes ahora.
 
—Eren— la mano de Mikasa se posó firme sobre su hombro derecho. El susodicho dejó de tensar su cuerpo, dándose cuenta hasta ese momento de su inusual postura, así como las decenas de ojos curiosos y atentos a él.
 
—Quiero convertirme en recluta— afirmó sus deseos con mayor convicción y un brillo incipiente destellando en su cetrina mirada. 
 
Sabiéndose una vez más derrotada en su afán de proteger al único ser querido que le quedaba, Mikasa dejó caer su mano a un costado y, decidida, confrontó a su hermano adoptivo.
 
—En ese caso, también me enlistaré— farfulló en voz baja. 
 
"A donde vayas y hagas que hagas, quiero estar allí para cuidarte, Eren"
**
 
La noche daba paso a otro día, cálido, húmedo y sofocante. El campo de entrenamiento se hallaba casi desierto a horas tempranas de la mañana. Estando la mayoría de los postulantes a reclutas descansando largo y tendido de un día agotador de ejercicios. Tan solo Eren se encontraba sorteando toda clase de obstáculos dispuestos a lo largo del sector destinado a las carreras. Empapado en sudor, corría y esquivaba los bloques de granito para después saltar los costales de arena apilados en las esquinas. 
 
Siguió con aquella carrera, aunque el agotamiento hizo mella en cada una de sus articulaciones, y no se detuvo hasta que sintió faltarle el aire, propiciando que sus rodillas se doblaran en consecuencia del extremo cansancio.
 
Pasados unos minutos, Eren jadeó, dejándose caer de espaldas poco después, alargando su brazo en dirección a las nubes del poniente que refulgían a causa del amanecer, ocultando el astro hasta entonces. 
 
Lentamente y con un movimiento mecánico de su cuerpo, se giró hacia su izquierda, dónde sus pupilas verdes se situaron en las tablas de madera dispuestas una encima de la otra, formando un puente inestable que conectaba las dos orillas del extremo opuesto de patio. 
 
De alguna forma Eren no había podido mantener el equilibrio necesario para pasar la prueba en la primera oportunidad, siendo el único del grupo en fallar estrepitosamente aquella que era considerada como la actividad más sencilla de todas. Y sin embargo la dominaba a la perfección ahora. Los días de práctica se habían convertido en meses, y los meses en años. Eren pronto se graduaría, conseguiría finalmente ser de utilidad al unirse a alguna de las relevantes e indispensables tropas militares. Podría luchar, vengar la memoria de su madre, y dejar de ser el niño debilucho al que todos aplastaban. 
 
Los años no pasaban en balde. Tres de ellos habían bastado para endurecerle y madurar. Eren había ganado varias amistades, y más importante aún, había encontrado la fuerza para no retroceder y mantenerse firme hasta ese momento. 
 
Algunos amigos de su infancia estaban allí. Mikasa estaba allí. No hacía falta más que seguir avanzando hasta lograr su objetivo. 
 
Debía luchar. Quería ser libre. Ansiaba cambiar las cosas para que el futuro fuera más brillante para las nuevas generaciones. 
 
Sonaba utópico pero Eren tenía la esperanza tan bien cimentada dentro suyo que, muy difícilmente, alguien le haría cambiar de opinión. 
 
Dentro de poco todos los reclutas serían evaluados, y en base a su desempeño podían ser candidatos a una tropa en específico. 
 
Caída la tarde, Eren se sintió exultante al avanzar entre las filas de sus camaradas que esperaban su turno en el comedor. Puesto que el sitio solía abarrotarse en menos de media hora, Mikasa había optado por reservar sus lugares en una de las mesas mientras que Eren y Armin se encargaban de llevar la comida. 
 
Conforme avanzaban en la fila, Eren fue inconscientemente testigo auditivo de la acalorada conversación que se llevaba a cabo un par de metros más adelante. Se trataba de su compañero Connie, quien había estado alegando con Jean, uno de los reclutas más reverenciado del grupo.
 
—Ya te he dicho que ninguno de nosotros tiene nada de especial, Connie. ¿Es que no te das cuenta?— articulaba Jean con el ceño fruncido y expresión derrotista—.Fuimos admitidos precisamente por nuestras deficiencias como individuos. No les servimos adentro más de lo que serviremos afuera. 
 
Cuando la fila avanzó otro tramo, Eren Jaeger pudo oír mejor la conversación. Aquella perorata de sus compañeros, pese a que no le concernía del todo, empezaba a molestarle. 
 
Al lado de Eren y viendo la desazón eclipsando los ojos esmeralda, Armin lo sujetó del brazo en un burdo intento de atraer su atención. 
 
—Eren...— lo nombró en un bisbiseo bajo, alerta a la expresión del interpelado que, poco a poco, demudaba de la aparente calma a una ira reservada.
 
Ignorando el súbito cambio que se suscitaba en torno a ellos, Jean continúo dialogando.
 
—Por ahí tienes a Sasha— señaló hacia la chica de cabellos castaños que se abría paso rápidamente en los primeros lugares de la fila del comedor—.Es débil, dependiente y sufre crisis de ansiedad que la llevan a comer a todas horas, aún si eso implica robar comida. 
 
Aunque el rostro de Connie lucía contrariado, no medió palabra alguna para desmentir lo dicho. 
 
—Tambien está Annie. Frívola y egoísta, no le importa relacionarse con nadie. Es cerrada, antipática, y tampoco sabe trabajar en equipo—. hizo una pausa para mirar en derredor y después agregó muy seguro de si—.Krista es tan frágil como su propio aspecto y nombre la delatan.
 
La mirada antaño apacible de Eren centelleaba ante semejante discurso. Conocía a Jean. Habían tenido altercados menores antes en el campo de entrenamiento. A menudo las ideas de ambos discrepaban, pero está vez era diferente. No había el menor atisbo de camaradería en tan ufana conversación de opinión unilateral.
 
—O como Reiner— Jean dio otro paso hacia el frente, apuntando con su barbilla al musculoso rubio que se alimentaba vorazmente en una de las mesas a su costado—.El ya estuvo en la guerra antes. Duró casi un año en combate antes de que ocurriera la cobarde y sabia retirada de su tropa. Ahora sufre de estrés postraumático y otros líos mentales. En un momento tiene un ideal, y al siguiente lo cambia por lo opuesto. 
 
Las comisuras de Eren se tensaron en una fina línea. Ya no escuchaba la voz de Armin a su lado. Su mente estaba enfrascada en los devaneos de su compañero que insistía en denigrarles uno por uno, prescindiendo de las capacidades para argüir en favor de una hipótesis banal que los convertía a todos en peones desechables por el simple hecho de poseer defectos extremadamente notorios.
 
—Y no olvidemos a Armin—. remató Jean sin hacer el menor esfuerzo por buscarle, pese a que se encontraba a pocos pasos a su espalda, con la mirada baja. —Se las da de listillo pero es el más débil de todos los reclutas. Sus limitaciones físicas abruman.
 
Casi era el turno de Jean cuando una fuerza arrolladora tiró de su brazo. 
 
La sorpresa de aquel desprevenido e insólito hecho fue tal que, le pilló con la guardia completamente baja. Su cuerpo perdió por completo el equilibrio. Tropezó con sus propios pies y sin ser capaz de reponerse del embate, Eren lo derribó sobre una de las mesas antes de subirse a horcajadas sobre él para arremeter el primer certero puñetazo que impactó de lleno en la mejilla de Jean. 
 
—¡Eren!— la voz de Mikasa y Armin clamaron angustiados al unísono. 
 
La correspondencia al golpe no tardó en llegar. Jean mascó el enojo unos instantes y lo redirigió a su puño que cimbró en la mandíbula de su atacante. 
 
No transcurrió mucho para que todos los presentes se congregaran alrededor de la mesa para apoyar el desenlace de la riña. Mientras unos vitoreaban en favor de uno y otro, la minoría permanecían observando todo con semblantes reprobos a una distancia razonable. 
 
Así y todo, nadie le vio llegar. Se abrió paso entre los presentes como un irrefrenable torbellino para separar el conflictivo encuentro. Todo ocurrió en menos de un minuto. 
 
Para cuando quisieron darse cuenta, Jean ya estaba de espaldas en el suelo mientras una poderosa patada era descargada sobre su estómago, dejándole completamente sin aire. El quejido de dolor que hizo eco dentro del espacio fue a un tiempo lastimoso, reverberante y atronador. Todavía sosteniendose la zona afectada, Jean fue testigo de como su compañero corría la misma terrible suerte, siendo sendos golpes descargados en su plexo para doblegarlo. 
 
Impávido y autoritario, Levi Ackerman se encargó asimismo de poner orden en el comedor. Solo necesitó alzar ligeramente el brazo y mantenerlo suspendido al frente para que el bullicio en torno suyo cesara por completo, dejando el área inmersa en el más profundo silencio, interrumpido solo ocasionalmente a intervalos de tiempo por los quejidos dolosos del par de conspiradores que habían roto el orden. 
 
—Nombres— exigió Levi en tono monocorde, totalmente carente de emociones, variando la modulación a un tono que rozaba advertencia—.Ahora.
 
—Jean Kirschtein.
 
—Eren Jaeger.
 
Boquiabiertos y aturdidos, se miraron ambos a la par, sabiéndose escudriñandos por la imponente presencia de quién fuera Capitán de la tropa de Reconocimiento. 
 
Sangrando profusamente de la comisura del labio izquierdo, Eren le sostuvo la mirada a aquel individuo de gélido semblante, rodeado de una extraña aura que emergía toda vez maquiavélica y sombría. 
 
Conteniendo su irritación, se limpió los residuos del fluido que manaba de su boca, enajenado del número que se suscitaba a sus espaldas, dónde una furibunda Mikasa ansiaba y luchaba con sus compañeros al ser retenida por abrirse paso para arremeter el mismo escarmiento que Eren había padecido injustamente. 
 
—La disciplina es menester y requisito básico para formar parte de las fuerzas del ejercito—. profirió Levi a viva voz, sorteando las expresiones arbitrarias del comedor—.Quien no esté de acuerdo, puede salir por la puerta en este mismo momento y sentirse escoria al haber desperdiciado tan importante oportunidad para servir a su patria. Tres años malgastados— resaltó lo último tendiendo la mano hacia Eren, quien no tardó en tomarla para levantarse, confundido por el súbito cambio en las acciones del Capitán. 
 
Resultaba increíble que tras tres años de haberle visto por última vez, Levi Ackerman no evidenciara mayor cambio que no fuera una mirada mucho más sombría y un tanto amenazadora. 
 
Tenerle tan cerca rayaba en una epifanía. 
 
Tan absorto estaba Eren mirando a su superior que no reparó en nada más hasta que esté retomó la palabra, oteando aquí y a allá a los reclutas en tanto se desplazaba con exasperante parsimonia y los brazos firmemente cruzados tras su espalda. 
 
—Espero que la razón del conflicto sea lo suficientemente relevante—. está vez se detuvo, yendo a parar sus orbes obsidianas, primero en Jean y luego en Eren, quien ladeó el rostro ofendido al recordar el motivo de la reyerta. 
 
Jean tuvo el atrevimiento suficiente para alzarse de hombros ante el fiero escrutinio del Capitán. 
 
—Algunos no soportan oír la verdad—. masculló indolente. Poco después se oyó la voz de Mikasa al fondo del semicírculo que se había extendido alrededor de Levi. 
 
—Eren no ha tenido la culpa. 
 
Armin se frotó las manos con desespero, a sabiendas de que parte de la culpa recaía en él por no haber podido restar importancia a las ofensas para contener debidamente a Eren. 
 
—Jean se expresaba de forma poco acertada sobre nuestros compañeros, señor—. tras el nerviosismo inmerso en sus palabras y mordiéndose el labio con fuerza, Armin salió en defensa de su mejor amigo. No lo había hecho en tiempo y forma, pero esperaba que al menos Eren pudiera salir bien librado del tiránico hombre. 
 
Atendiendo al discurso tan efusivamente pronunciado, Levi fue hasta el chico rubio de androginas facciones. Lo observó altivo. 
 
—¿Acaso unas palabras son suficientes para desencadenar en golpes?— inquirió impasible.
 
Impotente, Mikasa apretó los puños a sus costados, frenando su deseo por golpear a Levi para no empeorar la situación. Era, a todas luces evidente que el Capitán había presenciado todo desde el inicio, interviniendo solo cuando lo consideró prudente. 
 
—No, señor— negó Eren, cabizbajo y con los párpados fuertemente apretados, tensando su faz al verse obligado a reconocer el yerro cometido—.Pero...
 
—No hay "pero" válido aquí, Jaeger—. lo interrumpió Levi—. Acompañenme los dos.
 
Jean chasqueó la lengua mientras Eren sentía su cuerpo paralizado al creerse expulsado de la academia. 
 
"No puede estar pasando" ...
 
Pero lo estaba. 
**
 
Para cuándo finalizaron con el último ejercicio pasaba de la media noche. 
 
Eren se dejó caer exhausto junto a su odioso compañero. Ambos jadeaban en busca de aire y sosiego para sus desgastados cuerpos. El Capitán de la Legión de Reconocimiento no había escatimado con el castigo. En cambio, les había impuesto una rutina de más de dos horas sin tener apenas descanso. Eren se sentía a desfallecer puesto que había entrenado casi igual de duro por la mañana. Los músculos le latían adoloridos bajo la ropa, le costaba acompasar su respiración, y lo peor de todo es que aún sentía ganas de golpear a Jean. 
 
—Eres un idiota ¿Lo sabías?— la pregunta tomó a Eren desprevenido. Viró el rostro a su costado y sus cejas se contrajeron cuando el semblante de Jean entró en su campo de visión. 
 
—No he sido yo quien desprestigia a sus compañeros— le azuzó molesto—. No importa lo que digas, estamos aquí por ser los más capacitados, no simple carnada como le hacías ver a Connie. 
 
Jean rió por lo bajo. Con tanta ironía como fue capaz de imprimir a su sonrisa, se recompuso.
 
—Lo sostengo. Eres idiota—. repitió convencido de su insulto—.En primer lugar no es de tu incumbencia lo que yo opine del resto. Si crees que puedes cambiar la ideología de las personas pregonando la tuya, estás muy equivocado—. ignoró la afilada mirada que el otro le dirigía y siguió contraatacando verbalmente—. En segunda, yo tengo razón. Todos aquí somos un completo desperdicio de seres humanos. No estamos a la altura de la situación y por eso es que las bajas en nuestras fuerzas militares continúan ascendiendo en número cada día que pasa. 
 
Eren entreabrió los labios para replicar pero nuevamente Jean se le adelantó con su hiriente verborrea.
 
—Dime ¿Acaso has visto a alguien de la realeza en la milicia?...—. no esperó contestación para agregar—. No hay y nunca los habrá. Porque ellos pagan para mandar a los más débiles e inservibles para suplirlos. Sacrifican gente común y corriente como tú y como yo, mientras ellos se mantienen a salvo con sus familias y se regodean con sus posesiones materiales. Y seguirá siendo así indefinidamente. 
 
Lentamente, Eren dejó entrever una sonrisa confiada.
 
—Aun así te equivocas, Jean— expresó con denuedo—. No todos fuimos reclutados a la fuerza. Algunos ingresamos deliberadamente, porque fue nuestro deseo y voluntad— confesó a media voz—. No podemos cambiar el pasado—. recordó a su madre con pesar—. Lo que si podemos hacer es forjar un futuro mejor para los ciudadanos. Si todos nos esforzamos y luchamos con el afán de vencer, en lugar de simplemente tomar el papel de ganado que va a ser sacrificado, quizá podamos tener mejor suerte. Debemos dejar de enfocarnos en realzar nuestros defectos e invertir más energía en mejorar—. tendió su mano a Jean en son de paz. 
 
Incrédulo, Jean la observó largos segundos antes de decidirse a estrecharla. Eren figuraba como un cabeza hueca insuflado de seguridad en su lista de aptitudes mentales que había hecho de sus compañeros, sin embargo, había algo en el incipiente brillo de su mirada que lo orillaba a creerle. Tal vez y solo tal vez, Eren podría estar en lo cierto. 
 
Inmerso en las sombras junto a la construcción del fondo del campo, Levi apartó la espalda de la pared. Había estado custodiando que los ejercicios se llevaran a cabo sin contratiempos pero aquel mocoso conflictivo le había sorprendido con aquel coloquio lleno de esperanza. 
 
"Eren Jaeger" se repitió momentos antes de emprender la retirada hacia su sector. 
 
**
 
El sol recién se ocultaba. El cielo lucía una mezcla de degradados matices rojizos y dorados, difuminando el contorno de las esponjosas nubes que surcaban apacibles el diáfano firmamento.
 
Eren observaba el patio desde la ventana de su alcoba acondicionada en la sección militar número ciento cuatro.
 
Habían pasado nueve días desde el exabrupto con Jean. Dos días atrás el castigo de aquel arduo entrenamiento impuesto por Levi finalmente había expirado. Eren se había sentido librado y enormemente aliviado por no haber sido expulsado como teorizó en un primer momento. Sin embargo no podía sacarse de la cabeza el incidente producido con Levi dos noches antes, justo cuando Jean se marchó primero del campo.
 
Levi había estado vigilandoles a la distancia como de costumbre, pero terminado el entrenamiento había acudido a dónde Eren para tomarlo del brazo y conminarle una simple frase que actualmente no dejaba de darle vueltas en su cabeza.
 
Con su férrea mirada de obsidiana, Levi Ackerman le había soltado un simple pero firme "No lo vuelvas a hacer"
 
De buenas a primeras Eren había creído que se refería a la pelea, pero entonces lo meditó mejor a solas. A Jean no le había dicho nada parecido, ni por asomo. Al menos no que Eren supiera. En ningún momento Jean y él se habían separado durante el adiestramiento. Así pues, la advertencia implícita en el tono (Que bien podría pasar por amenaza) iba dirigida únicamente hacia él.
 
Por añadidura, aquel escueto "No lo vuelvas a hacer" tenía un trasfondo ambiguo que iba más allá de lo que suponía en primera instancia.
 
Lo que el Capitán había querido decir hacía referencia totalitaria a la conversación que había tenido con Jean después. El no quería que les infundiera ánimos, a nadie.
 
La pregunta que no dejaba a Eren tranquilo era ¿Por qué?
 
¿Por qué era tan execrable alentar a otros?
 
Había pasado su vida entera detrás de las murallas. Sus padres también. Y ni siquiera tras la devastación de la guerra, eran libres de tomar sus propias desiciones, de ver más allá del sistema prefabricado por un gobierno de intenciones inciertas. Todo el mundo tras los muros eregidos eran simple ganado destinado a la matanza.
 
La monarquía podía jactarse de sus múltiples bienes materiales como bien prodigaba Jean, pero ni con todo el oro a su merced eran capaces de derrocar al enemigo o escapar a otro lugar mejor.
 
Los registros históricos existentes eran escasos y de origen dudoso.
 
¿Desde cuándo estaba vedado pensar por si mismos?
 
No tenía la respuesta. En cada pensamiento, surgían nuevas dudas. La prohibición de Levi, lejos de dejar zanjado el asunto, había abierto nuevas brechas en la infinita curiosidad de Eren.
 
Quería saber, si. Pero también quería vivir. Era una pena que sus deseos se contradijeran tanto.
 
—Eren— al apartarse de la ventana, fue recibido por un afectuoso abrazo de parte de Mikasa.
 
Eren fue a preguntar cuando la chica le rodeó el cuello con una bufanda roja, similar a la que él le obsequiara en su infancia, luego de que su padre la llevara a casa tras la trágica y violenta muerte de sus padres.
 
—Feliz cumpleaños.
 
Cuando Armin entró a la habitación con las manos ocultas en su espalda, Eren comprendió mejor el fortuito gesto de ambos.
 
Emuló una de sus mejores sonrisas y permitió que Armin lo envolviera en un abrazo menos intenso que el de Mikasa.
 
—No debes abrirlo a la vista— le advirtió Armin en un quedo y preocupado susurro. Eren se limitó a asentir, guardando el paquete bajo la cama. Había estado tan inmerso en lo sucedido días antes que, ni siquiera se dio cuenta de que era su cumpleaños.
 
—Ya eres todo un adulto, Eren— se enorgulleció Mikasa, tomándolo de la mano para guiarlo hasta el comedor, donde el resto de sus amistades aguardaban para felicitarlo.
 
Sasha fue una de las primeras en abordar a Eren, obsequiandole una de las preciadas patatas que solo eran vistas en las cocinas destinadas a los altos mandos.
 
Krista le hizo una sencilla tarta decorada con un ramillete de margaritas.
 
Uno por uno fueron acercándose. Y muy pronto Eren se olvidó de las preocupaciones para permitirse sentir la calidez y felicidad que la atención de sus compañeros le prodigaba.
 
**
 
A media tarde y poco antes de la repartición de comida en el comedor, todos los reclutas fueron convocados al patio delantero en la unidad de la milicia. Hanji Zoe fue la encargada de leer los resultados en voz alta.
 
—Numero cinco, Ymir. Número cuatro Annie Leonhart.
 
Las recién nombradas dieron un paso al frente para tomar su respectiva insignia tras recibir un caluroso aplauso, cortesía de sus compañeros.
 
—Numero tres, Bertolt Hoover. Número dos Reiner Braun.
 
Nuevos aplausos atronaron en derredor mientras las insignias eran entregadas.
 
Hanji se acomodó las gafas para leer el apartado faltante.
 
—Mucho se debatió para asignar el primer puesto debido a un empate en la suma de los puntos acumulados—. todos los reclutas se miraron entre sí, atentos al veredicto—. Al final se decidió que Eren Jaeger ocupara el primer puesto por su desempeño y competitividad.
 
Escéptico del resultado, Eren acudió a recibir la insignia que le permitiría elegir la tropa a la que se uniría de forma definitiva. Se forzó a sonreír al ver a Armin y Mikasa aplaudiendo con entusiasmo.
 
¿Por qué tenía aquel extraño presentimiento aflorando en su pecho? No era más que una simple corazonada pero no le gustaba como se sentía.
 
Como si un peligro latente acechara en algún sitio, a la espera de devorarlo si cometía cualquier fallo.
**
 
—¿Ya decidiste a qué destacamento te unirás, Eren?
 
Sentado en una de las mesas del comedor y sabiéndose rodeado de sus compañeros más cercanos, Eren suspendió el siguiente movimiento de la cucharada de sopa para mirar fijamente a Ymir, quien había soltado la pregunta de forma casual y a un tiempo interesada.
 
—Eso creo— asintió—. Me uniré a la Legión de Reconocimiento. Me gustaría salir de aquí y buscar a mi padre. Es posible que siga con vida en alguna parte, ya que su cuerpo no ha sido encontrado desde que se unió a la milicia hace cuatro años.
 
—¿Salir?— preguntó Annie con una sutil modulación de mofa traspasando sus secas palabras—. ¿Quién querría hacer algo así?—. la interrogante flotó largos segundos, tornando el ambiente pesado e incómodo.
 
Jean que se había mantenido al margen hasta entonces, se unió al grupo y retomó la palabra.
 
—Es suicidio. Lo mires por dónde lo mires— apoyó, reflexivo.
 
Ninguno de los reclutas, y en especial los primeros lugares, optarían por semejante puesto. Aquello equivalía casi a ir al frente de la guerra. La muerte, por tanto, sería inevitable. Quienes gozaban con el privilegio de poder elegir, se decantarían llanamente por un lugar que les asegurara su supervivencia. Así lo pensaba Annie, y en el acto fue secundada por varios de sus camaradas.
 
—Escuchen— de un momento a otro, Eren hizo a un lado su plato a medio comer para levantar la voz, molesto por semejante actitud cobarde en sus compatriotas—. Elegir sobrevivir a toda costa está bien, pero lo único que consiguen es huir por tiempo indefinido. Mientras el resto mueren buscando la libertad y la paz, ustedes estarán cuidando a esos cobardes adinerados que se esconden en las murallas céntricas—. sus ojos verde esmeralda se tornaron vivaces, aún teniendo miradas incomprendidas y otras tantas de desprecio por parte de aquellos reclutas que se limitaban a ser espectadores desde sus asientos—. Yo voy a pelear. Si muero, moriré luchando, no aplastado dentro de esta jaula.
 
Reiner y Bertolt se miraron a un tiempo, después se pusieron de pie y aplaudieron, alentando al resto del grupo a imitarles. Solo unos cuantos rehusaron unirse al derroche de admiración y festejo.
 
—Eren es valiente—. susurró Krista junto a Ymir—. Creo que también me uniré a esa tropa.
 
Los ojos de Ymir se abrieron en absoluta sorpresa al escucharla.
 
Jean estiró los brazos, haciendo sonar sus articulaciones mientras reconocía sus repentinos deseos por unirse a la Legión de Reconocimiento.
**
 
Había sido un día de provecho. Por fin Eren se sentía cada vez más cerca de lograr uno de sus anhelados sueños. Ya no sería el mismo niño inútil que no pudo salvar a su familia.
 
Antes de acostarse, decidió hacer unas series de abdominales recostado en el suelo junto a la cama. Con los brazos cruzados tras su nuca dio inicio a la actividad física mientras contaba mentalmente. Aún no llegaba al número cincuenta cuando su mirada se encontró con el bulto del paquete que Armin le diera de obsequio por su cumpleaños.
 
Se preguntó de qué podría tratarse, y entonces, sacudido por la curiosidad, se dio a la tarea de sacarlo para abrirlo. Desanudó la bolsa oscura y su gesto de sorpresa se avivó al hallar un libro en el contenido.
 
Los libros estaban prohibidos desde que Eren tenía uso de razón, así como muchas otras cosas. Sacudido por la emoción, acarició la pasta marrón, luego fue pasando las páginas y se entretuvo mirando asombrado los dibujos exhibidos en él. Se trataba de otro tipo de paisajes, lagos mucho más extensos de los que Eren había visto nunca, además de una amplia y desconocida gama de vegetación.
 
Tan concentrado estaba en la lectura que su cuerpo dio un fuerte sobresalto cuando la puerta de su dormitorio fue azotada sin ninguna contemplación o previo aviso.
 
Eren soltó el libro, y en sus facciones se dibujó un súbito asalto de miedo al saberse escrutado con fiereza por el líder del sector de la policía militar.
 
Kenny Ackerman, tío materno del Capitán Levi, entró como un vendaval, irguiendo su cuerpo de más de 1.90 de altura, calandose bien el sombrero oscuro de copa a la par que le dedicaba a Eren una sonrisa retorcida y maníaca que no duró más que unos segundos antes de que sus ojos negros cayeran directo en el objeto tan maldito y repudiado por todos los de su generacion y las anteriores.
 
Eren vio venir el sermón cuando Kenny lanzó una cantaleta similar a un excentrico llamado de atención.
 
—Con que rompiendo las reglas.
 
Los pies de Eren se movieron por inercia ante el impulso eléctrico del miedo, haciéndole ir hacia tras sobre el suelo de cemento cuando Kenny avanzó en su dirección a grandes zancadas. Bastaron tres pasos para que llegara a su lado.
 
Una vez que Kenny se hizo con el clandestino objeto y su rostro apergaminado se tornó serio, Eren supo que estaba jodido en más de un sentido.
 
**
 
Que frágiles eran los seres humanos al ser medidos en proporción a sus más grandes temores. Aquel día Eren había sido encerrado en una celda subterránea destinada a criminales, o en su defecto a civiles y militares proclives a ir en contra del sistema corrupto instaurado hace casi cien años.
 
El reducido espacio estaba sumido en la más completa penumbra. Las paredes de piedra exudaban humedad. El aire era escaso y estaba enrarecido del sofocante ambiente interno. Uno de los escasos objetos que se hallaba dentro, además del baño y el lavamanos, era un colchón chico y viejo del que Eren hizo uso desde su llegada. Le habían dejado solo desde hacía horas, con las manos esposadas a su espalda en una incómoda postura que le impedía moverse libremente. Permaneció sentado largo rato antes de que uno de los guardias fuera a buscarlo.
 
Si había caído el alba, el crepúsculo o la luna, Eren no lo sabía. Lo condujeron por una escalera elíptica a un salón ostentoso con suelo de mármol. Las butacas de cedro distribuidas alrededor del recinto estaban siendo ocupadas por miembros de alto rango en la milicia, y tras el imponente estrado, aguardaba el juez.
 
"¿De verdad he llegado a tanto?" Se preguntó Eren al ser esposado en el banquillo central para recibir toda suerte de comentarios malintencionados, burlas, ofensas, diatribas e improperios que iban más allá de la falta presuntamente cometida.
 
—Ha roto dos reglas consecutivamente—. Kenny Ackerman se erigió cuan largo era en su lugar, con el índice apuntando directamente al impertinente prisionero, cuyos ojos verdes titilaban temerosos a la espera—. Lo he oído dar discursos de libre albedrío entre los reclutas, y ahora, esto—. añadió, alzando el objeto confiscado. Todos los presentes en la sala ahogaron una exclamación de sorpresa.
 
—Yo...—. Eren dejó de forcejear y agachó la cabeza—. No entiendo por qué esta mal.
 
Los abucheos de la sala crecieron en agudos e hirientes decibeles hasta que el juez hizo acallar el desorden con un golpe firme de su mazo.
 
—Propongo la pena máxima—. expuso Kenny con simulada calma. Nada le alegraba más el día que presenciar la muerte de un pobre desgraciado como lo era Eren Jaeger—.Una vez que la ley es quebrantada es cuestión de tiempo para que se repita, y en este caso...
 
—Objeción.
 
Todas las miradas volvieron su atención al fondo del recinto. Cerca de la puerta, Levi Ackerman se encontraba recargado de espaldas y con los brazos cruzados a la altura del pecho en una pose de perenne desapego. Eran, no obstante, sus vacíos ojos oscuros los que destilaban interés en lo que acontecía.
 
—¿Cómo?— Eren miró entre incrédulo y confundido, primero a Kenny, y después a su familiar, sin terminar de entender la actual divergencia entre ellos. Su temor se acrecentó cuando Kenny rompió en sonoras carcajadas al descubrirse el blanco de su sobrino.
 
—Parece que aquí hay gato encerrado— externó aún riendo cuando Levi se dispuso a bajar para ocupar una de las butacas principales junto al rubio y hercúleo comandante de su tropa.
 
—Eren no debe morir porque representa una esperanza para los soldados—. comunicó Erwin Smith con la mirada fija en el juez—. Fue primero en su escuadrón y eligió unirse a mis filas. Si se me permite, haré que se enderece y lo utilizaré a favor de nuestra patria.
 
En los ojos de Kenny translució un brillo retador.
 
—¿En base a qué, Comandante Erwin?
 
Empero, más desafiante fue el fulgor en los irises profundos de su sobrino.
 
—En base—. proclamó Levi, yendo hasta Eren para sesgarle el rostro de una potente patada—. A disciplina.
 
La sorpresa que le sobrevino a Eren fue igual de grande que el palpitante estallido de dolor que sacudió su dermis. Aquellas botas largas y pesadas no solo le habían ladeado el rostro en una estruendosa punzada, sino que nuevas patadas le rompieron el labio y muy probablemente el tabique de la nariz pues hubo un chasquido seco al impactar de lleno la suela a mitad de su amoratada faz.
 
Entre los miembros del jurado murió una imprecacion acompañada de varios suspiros de pasmo.
 
Antes de que fuera dado el veredicto, Eren perdió el conocimiento. Solo entonces un inmeso alivio inundó su ser.
**
 
Horas más tarde Eren despertó sintiéndose desorientado, aturdido y adolorido. Tenía el pómulo izquierdo hinchado y el ojo del mismo lado completamente cerrado. En la boca le escocía el amargo sabor de la sangre. Quiso moverse, pero las esposas seguían en su sitio y él habría deseado no despertar si ello conllevaba hacerlo en la misma celda lóbrega subterránea de antaño.
 
Recordó los dibujos que había visto en aquel libro. ¿Acaso eran reales? ¿Eran esas majestuosas visiones lo que aguardaban del otro lado de las sólidas murallas?
 
—Mikasa, Armin...—.nombró, echando de menos la presencia y el consuelo que ambos le dedicaban.
 
¿Estarían buscándole? ¿Sabían lo que había ocurrido?
 
Eren esperaba que no. Prefería soportar cualquier castigo con tal de que sus amigos estuvieran a salvo.
 
Lentamente se dejó caer de vuelta sobre la cama, sometiéndose a un sueño embriagador, producto del dolor en su cuerpo.
 
**
 
El molesto ruido del tintineo de las llaves sobre la puerta terminó por hacerle volver en si. Abrió los ojos y sintió que la suave e inestable luz de la flama que oscilaba dentro de la lámpara de queroseno le lastimaba. Al instante y sin ser consciente de quién se trataba, Eren apartó la mirada hacia el muro aledaño de la cama, dándole la espalda al intruso que había irrumpido en su celda.
 
—Eren.
 
Ante el desventurado llamado, Eren encogió su cuerpo todo lo que le fue posible. El timbre parco le había anunciado de quien se trataba. Y aunque lo sabía su superior, le temía. Su cuerpo reaccionaba autómata a lo que consideraba un peligro latente para su integridad.
 
—Te lo dije ¿No es así?
 
Vuelto hacia la pared, Eren escuchó el leve murmullo, como si se tratara de una relevante confidencia.
 
Entendió al instante de lo que Levi Ackerman se jactaba.
 
El error de haber vuelto a infundir esperanzas, de llevar la contra a la mayoría. Él, demonio díscolo que nadaba contra una corriente de ideas sistematizadas porque su mente viajaba constantemente a paradisiacos confines que en físico jamás conocería.
 
—Lo...Lo siento—. sus tensos hombros se agitaron en una marea convulsa, sacudiéndole y delatando su lloriqueo.
 
Tarde. Había captado demasiado tarde la advertencia del Capitán. De haber obedecido, de haber acallado la vocecilla interna que constantemente le orillaba a la insubordinación, las cosas serían diferentes.
 
—No quiero morir—. gimoteó con pesar—. No quiero seguir siendo un bueno para nada.
 
—Eren.
 
Esta vez Levi lo enderezó del hombro, alumbrandole con el resplandor de la llama. La fragilidad de Eren estaba acabando con su paciencia, y francamente esperaba que el chico no terminara odiandole a la larga, aunque quizá fuera preferible de ese modo
 
—No vas a morir—aseguró—. Al menos no ahora. Conseguimos que el juez fallara a tu favor. Pero de ahora en adelante figuras como una simple herramienta de guerra, ¿Entiendes lo que digo?
 
Mecánicamente Eren asintió. Le costaba procesar todo en su actual estado. Lo único que sabía era que no moriría, y eso de momento, le bastaba.
 
—Dime, ¿De dónde sacaste ese libro?
 
—Yo...—. balbuceó, leyendo en la impávida expresión de Levi un atisbo de culpabilidad—.Lo encontré.
 
Levi resopló momentos antes de dejar la lámpara en el suelo.
 
—Tendremos que confiar plenamente el uno en el otro. Si tienes la osadía de mentirme tan descaradamente te apalearé hasta el hartazgo... ¿Estamos?
 
Eren movió afirmativamente la cabeza. Cooperar. Era simple la petición de Levi. Pero ¿Estarían sus amigos también a salvo?
 
—Empecemos de nuevo... ¿En dónde encontraste ese libro?
 
Eren vaciló.
 
—En...—era imposible. No podía delatar a Armin. Era su amigo y no lo había hecho con malas intenciones. Lo conocía desde que eran unos críos—. Estaba tirado en el campo de entrenamiento—. remató, agradeciendo por vez primera la oscuridad que lo envolvía. Quizá si Levi no veía su expresión, podría sostener aquella falacia hasta las últimas.
 
—Aplaudo la fidelidad hacia tus amistades.
 
Eren se tensó al escucharle. Se puso a la defensiva al notar que Levi se movía sobre el colchón.
 
Cerró los ojos y aguardó por otra golpiza de proporciones colosales, pero nada pasó, salvo el chasquido de sus esposas al abrirse.
 
—Hanji vendrá por la mañana— avisó Levi desde el resquicio. Eren se masajeó las adoloridas muñecas, anonadado por la velocidad empleada por el Capitán—. Es algo excéntrica y parlanchina. Procura obedecerla.
 
—S-Si...¡G-gracias!— alcanzó a decir antes de que se cerrara nuevamente la puerta.
**
 
Una nueva noche caía sobre las murallas. Briseaba, el frío de madrugada calaba hasta los huesos.
 
Envuelta en su bufanda roja para prevenise de la ventisca, Mikasa se adelantó varios pasos en dirección al juzgado del distrito donde sabía se encontraba Eren. Había costado insondables amenazas arrancarle la verdad a uno de los líderes que monitoreaban su escuadrón. Tampoco había noticias de Ymir, Annie, Reiner o Bertolt.
 
Cabía la posibilidad de que ellos estuvieran ahora mismo bajo las órdenes de la familia real, aunque Ymir había expresado un repentino declive por unirse también a la Legión de Reconocimiento.
 
Cualquiera que fuera el caso, ellos no le importaban más de lo que lo hacía la desaparición de Eren.
 
Le había buscado por horas antes de aceptar que algo marchaba mal.
 
¿Por qué había tardado tanto en enterarse? De no haberse distraído con Connie y Sasha, habría podido evitar que se lo llevaran.
 
Eren iba a ser juzgado. Dictarían sentencia y si el fallo no resultaba favorable, Eren moriría.
 
Su única familia. Su importante ser amado iba a perecer injustamente mientras que ella se encontraba a la deriva.
 
—¡Mikasa!— la voz de Armin rompió el silencio sepulcral de la noche. Sin embargo, Mikasa no se detuvo. Sentía las lágrimas agolparse en sus ojos con cada paso dado. Esperaba no haber llegado demasiado tarde.
 
Rápidamente Armin le dio alcance. Jadeando exhausto, intentó llevarle el paso.
 
—Confesaré. La culpa ha sido mía por regalarle el libro de mi abuelo.
 
Mirando al piso, Armin trató de armarse de valor para aceptar las consecuencias de su irresponsable acto. Se había dejado llevar por el momento. Creyó que a Eren le alegraría ver las páginas ilustradas, que quizá ganaría más adeptos en favor de la libertad, pero se había equivocado. Por su causa Eren bien podría ser ejecutado.
 
Estaban por llegar a la entrada de la corte cuando la conocida figura avanzó inexpresiva junto a ellos.
 
Mikasa corrió hacia él y Armin la imitó en el acto para detenerla.
 
—¿En donde está Eren?— exigió la chica de oscuros cabellos, cerrándole el paso a su superior.
 
Viéndose interrumpido en su labor de llegar pronto a su sector para deshacerse de la suciedad impresa en sus manos, Levi procedió a sacar un pañuelo, sobre el cual roció una buena cantidad de desinfectante antes de frotarlo con ahínco por sus manos y entre sus dedos.
 
Mikasa ahogó un sorpresivo reclamo que se convirtió en una aguda exhalación de pánico al notar los residuos de sangre sobre el pañuelo.
 
—Vivo— se limitó a informar Levi, guardando el pañuelo de nuevo para emprender la caminata.
 
—Ha sido culpa mía—. reconoció Armin, siendo su turno de evitar que el Capitán se marchara—. Yo le regalé el libro a Eren. ¿Cómo puedo remediarlo?—. balbuceó al borde del llanto. La culpa lo quemaba por dentro.
 
Una vez más Levi Ackerman se supo interrumpido en su recorrido. Inspiró profundamente para serenarse y le dirigió una mirada afilada a su interlocutor.
 
—Manteniendo la boca cerrada—aconsejó—. Eren está en una situación bastante crítica, pero no dudara en dejarse caer al vacío por si solo si con ello les evita el mal trago a ustedes dos.
 
Mikasa y Armin se miraron aliviados al saberle con vida.
 
—Pero sus manos...— el semblante de Mikasa ensombreció amenazante.
 
Levi dio media vuelta para encararla pero fue abordado por Erwin y optó por continuar su camino.
 
—Vamos, Mikasa— Armin intentó reconfortarla y sobretodas las cosas, contenerla para que no se fuera a los golpes con el Capitán.
 
Mikasa apretó los puños y apuró el paso de vuelta a la base.
 
—Ese enano, lo pagará caro— sentenció decidida.
**
 
Levi había estado en lo cierto. A primera hora de la mañana, el chirrido de la puerta metálica había despertado a Eren. Se sentía aún adolorido pero también hambriento y sediento. Cuando Hanji le entregó una bandeja con su desayuno, Eren no demoró en ingerir las piezas de pan y el plato de sopa. Luego se bebió el agua de una sola vez.
 
Hanji lucía un tanto contrariada y mucho menos efusiva que de costumbre. Eren casi sintió deseos de preguntarle por cualquier tontería para hacerla parlotear como antaño, pero entonces la vio extraer un pequeño estuche de su gabardina para después sacar dos jeringas que alzó a la vista de Eren.
 
—Lo lamento, Eren. Fueron órdenes del rey.
 
—¿Qué son?— inquirió Eren, sintiendo un repentino hueco en su estómago.
 
Hanji se acercó más para alzarle un poco la manga de la camisa.
 
—Suero para no pensar— respondió con simpleza—. O vulgarmente llamado "suero de no pensar"—explicó concisa—. Ha sido petición de la realeza. Serás conejillo de indias, pero prometo que estarás a salvo—. introdujo la aguja en el brazo y oprimió la base para verter su contenido.
 
Enseguida Eren empezó a sentirse mareado.
 
—¿Y la segunda para qué...?— quiso indagar, pero de repente su entorno se había tornado borroso, y su mente se drenó de todo pensamiento.
 
**
 
Las dos últimas horas Levi Ackerman las había invertido en tomar un largo baño. Se había desecho de la suciedad repulsiva del tono ocre que había manchado no solamente su piel, sino también su consciencia.
 
¿Qué estaba haciendo?
 
Interceder a favor de Eren no constituía ningún agravio. El principal problema radicaba en haberse involucrado en un conflicto con su tío.
 
Habían salvado a Eren, pero ¿A qué precio?
 
"Deberá acatar y someterse a todas las órdenes de la realeza"
 
No habían pasado ni dos días desde que se dictaminara la sentencia y las órdenes reales ya habían llegado en una primera misiva que exigía la participación de Hanji en un desabrido experimento.
 
¿Hasta donde llegarían con esto?
 
¿No habría sido mejor la muerte para Eren?
 
Terminando de calzarse las largas botas de combate, Levi trató de disolver sus pensamientos con un sutil movimiento de cabeza.
 
Tenía horas, sino es que días pensando nada más que en Eren.
 
Él ya había hecho su parte. Aunque ello implicaba tener al muchacho bajo sus órdenes. Debería vigilarle constantemente. Seguro se volvería un dolor de cabeza.
 
**
 
Tras intermitentes periodos de inconsciencia, Eren despertó. Se sentía mareado, con el cuerpo ligero y la mente obnubilada un momento y completamente en blanco al siguiente.
 
Había contado las vistas de Hanji, marcandolas con un trozo de piedra caliza blanca en la pared. Hanji había dicho que acudiría cada siete horas. La actual era la quinta visita. Llevaba, por tanto, treinta y cinco horas encerrado.
 
A cada visita de la médico, Eren había intentado concentrarse en todo lo que se le decía. No obstante resultaba inverosímil poner atención cuando ella introducía aquella sustancia desconocida en su brazo. El suero de no pensar cumplía a rajatabla con su nombre.
 
Eren había querido preguntar por sus amigos, por sus compañeros. Deseaba saber cuándo saldría, o si es que saldría. Pero su lengua se trababa constantemente, volviendo un impedimento articular frases mayores a monosílabos.
 
—Entonces la humanidad combatió...
 
—Hanji.
 
La susodicha suspendió la perorata para mirar al recién llegado que aguardaba altivo del otro lado de la puerta.
 
—Si. Bien, terminó mi turno—. se dispuso a guardar el instrumental y miró de soslayo al prisionero—. A Eren le vendría bien salir un poco. Se que el juez dijo que debía permanecer aquí por tiempo indefinido pero...
 
—Ya he conseguido un permiso especial para que salga— la interrumpió Levi, alzando el documento en regla y sellado por la corte. Hanji se sonrió satisfecha.
 
—Oye, Levi— cerró el estuche y lo entregó al recién nombrado—. Hazte cargo. Solo le falta una por hoy.
 
Con un chasquido de lengua que evidenciaba molestia, Levi se hizo con el estuche de la inyección. Realmente odiaba esa clase de labores, pero cuando se volvió hacia Eren, algo dentro de él se agitó. El rostro de Eren estaba somnoliento, tenía la mirada pérdida y emitía un suave balbuceo carente de sentido.
 
—Tal vez un baño te ayude a espabilar. Venga— se aproximó a la cama y se pasó un brazo por encima de los hombros para ayudarle a levantarse.
 
Por una fracción de segundo, Levi tuvo la absoluta certeza de lo que Eren había pronunciado a continuación.
 
Había dicho: "Héroe"
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Deshizo el agarre cuando llegaron al establo. Junto a la entrada del granero había enormes bloques de paja atados. Levi había usado una navaja para que el contenido de uno de los bloques cayera. Entonces ayudó a Eren a recostarse sobre la paja suelta.
 
Ya había intentado por todos los medios posibles alimentarle. Ciertamente Eren había ingerido una manzana cortada en finos trozos y una de las barras de proteína que les proporcionaba el ejército a los soldados cuando estos debían resguardarse en campiñas.
 
Levi pensó que Eren se repondría en un abrir y cerrar de ojos. Había sido mudo testigo de su resistencia física en los entrenamientos, pero no bastaba. Aquella droga experimental que le habían administrado era lo suficientemente fuerte para mantenerle en un estado de semiinconciencia y sedación. En esos momentos Eren parecía un simple contenedor. Su cuerpo estaba allí, pero su mente no.
 
—Vamos, Eren— ya exasperado, lo sujetó de las solapas y lo sacudió bruscamente, una y otra vez. Al no obtener resultado, fue hasta el pozo frente a la cerca delantera y extrajo una cubeta llena con ayuda de la polea. -No hagas que piense que me equivoqué respecto a ti— murmuró contrito, llegó junto a Eren y dejó caer parte del contenido sobre su cabeza.
 
Tal como supuso, en esta ocasión Eren enderezó el cuerpo, irguiendose con la espalda enhiesta mientras jalaba aire en una honda bocanada, volviendo en si. Era como si su mente hubiera estado a años luz de distancia.
 
—¡C-Capitán!— exclamó, poniéndose en pie de un salto para efectuar el respetable saludo. Erguido en posición de firmes, con el brazo izquierdo tras de su espalda y el puño derecho sobre su pecho a la altura del corazón. Cabeza en alto y mirada al frente. Eren ni siquiera reparó en el agua que escurría por sus cabellos y su recientemente espabilada faz.
 
Con un suspiro, Levi se mostró más satisfecho de haber logrado arrancarle de su letargo.
 
—Ahora puedes tomar un baño, después entrenarás.
 
Mirando confundido en derredor, Eren rompió su posición de firmes.
 
—¿Cómo llegamos hasta aquí?— musitó pensativo. La verdadera pregunta era ¿Que hago afuera?
 
Sus grandes y vivaces ojos verde esmeralda siguieron cada uno de los movimientos de Levi, quien, en actitud sospechosa, se dirigía de vuelta al pozo para, a continuación, extender su mano y dejar caer un objeto dentro que Eren reconoció de inmediato. Era la pequeña caja que Hanji llevaba siempre consigo.
 
Una oleada de escalofríos sacudió todo su cuerpo.
 
Esa inyección lo había inducido en un estado de somnolencia perpetuo, vaciando sus pensamientos de tajo y desconectandole momentáneamente de la realidad.
 
—¿Capitán?— fue a preguntar cuando Levi acudió hacia el establo. Entonces corrió al pozo, aprovechando la distracción para echar una rápida mirada. La caja se había hundido pero la jeringuilla aún flotaba.
 
Ya sin intenciones de querer indagar, Eren volvió a su sitio donde esperó a que Levi saliera montado con fría elegancia sobre su Dosanko de pelaje oscuro.
 
Aquella figura atlética y enigmática recortada bajo la luminosidad del atardecer cuál aparición etérea de ensueño acaparó la atención de Eren por más tiempo del que este supuso, ya que, de un momento a otro, Levi le observó con sobriedad mientras su ceja izquierda se elevaba en desconcierto.
 
—¿No me digas que desconfías de mi por haberte dado aquella golpiza?
 
El semblante de Eren enrojeció en vergüenza. Se apresuró a negar y aceptó la mano del Capitán para subir con destreza al caballo.
 
—Se que no lo hizo con mala intención— se asió a su cintura y trató de apartar esos molestos y extraños pensamientos que lo envolvían—. Hanji san me contó sobre eso.
 
Afirmando las riendas en sus manos, Levi dio un último vistazo al muchacho.
 
—¿En ese caso no me odias?
 
—No, señor— se apresuró a negar Eren, nervioso al inhalar inconscientemente la fresca y amaderada colonia de Levi—. ¿Por qué piensa eso?— agregó dubitativo.
 
Levi tiró de las riendas para que su Dosanko cabalgara en dirección al prado. Las comisuras de sus labios se curvaron un poco con autosuficiencia, pero el gesto desapareció tan pronto como hubo llegado.
 
—Porque no dejabas de mirarme— respondió, dejando atónito a Eren.
**
 
Sentada en una mesa apartada del comedor, Krista Lenz observaba alicaída su cuenco de sopa, viendo el líquido ondular de un extremo a otro. Cada vez que entraba uno de sus compañeros al comedor, inmediatamente se giraba para constatar que no se tratara de Ymir. Ya iban unas quince alarmas en falso. La última vez que se había reunido con ella fue cuando le entregaron aquella condecoración, desde entonces no había vuelto a tener noticias suyas.
 
Reiner, Bertolt y Annie eran otro caso. Tampoco se habían visto desde ese día. Y Eren se encontraba cautivo según lo anunciado por Armin y Mikasa.
 
Previamente Ymir y ella habían acordado ingresar a la misma tropa. Lo habían prometido. Y Krista conocía a Ymir lo suficiente para saber que no escaparía sin avisarle o despedirse.
 
Puede que estuviera en peligro. Los líderes de los escuadrones tenían prohibido revelar cualquier tipo de información sobre el paradero de sus combatientes, pero el deber de Krista se alzaba sobre todas las leyes, humanas o proféticas. Ella encontraría a Ymir y juntas comenzarían una nueva vida lejos de ataduras.
 
Ese era su sueño...
 
Mientras Krista meditaba, a varias mesas a su derecha, Mikasa y Armin hacían lo propio, conjeturando respecto al incierto futuro que le deparaba a Eren.
 
—¿Le habrán alimentado?— sin darse cuenta Mikasa externó en voz alta su angustia. Armin forzó una sonrisa y asintió enérgico, instandola a tomar su porción de comida.
 
—Si fue exonerado de la pena máxima, no le dejarían morir de hambre. Es...— Armin detuvo a tiempo el caudal de sus pensamientos al darse cuenta de hacia donde conducían.
 
Estaba por decir que era "inhumano" pero si se detenía a analizarlo a fondo, absolutamente todo lo que les rodeaba lo era. Les racionaban las comidas porque el gobierno debía encargarse de proveer más alimento a la población sobreviviente del encuentro pasado en el distrito de Shinganshina, pero mucho se había discutido respecto a la gente que dejaron morir deliberadamente al impedirles el paso a ese lado de la muralla. El mal menor por el mayor. Si aquella gente hubiese entrado, la comida sería más escasa y, por consiguiente, habrían más muertes ahora.
 
¿Y lo de Eren? ¿Poseer un objeto así era motivo de ejecución?
 
La guerra los arrastraba a la ruina. De eso no había duda.
 
—¡Ymir!
 
Tanto Mikasa como Armin se sobresaltaron ante el efusivo grito de Krista. En el lindel de la entrada, Ymir se encontraba de pie. Pero había algo extraño en ella. Armin fue el primero en notarlo. Miró discretamente a Mikasa y ella a su vez le sostuvo la mirada con confusión.
 
Ymir tenía la mirada al frente pero no parecía observar a nadie en concreto. Es más, ni siquiera había reaccionado ante el llamado de Krista.
 
—¿Ymir?— Krista titubeó, insegura.
**
 
Durante toda la tarde Eren había hecho gala de la energía recién adquirida que le había proporcionado un buen baño y una sustanciosa comida. Había cumplido con todo el entrenamiento de Levi sin rechistar, observándole de reojo cada vez que pasaba corriendo frente a él. En todo ese tiempo, Levi había estado en la misma posición, de pie a la mitad del campo y con los brazos cruzados sobre su pecho. Parecía tomarse muy en serio su labor de vigilarle. Y por algún motivo extraño que escapaba a su comprensión, a Eren le había gustado tener gran parte de su atención, pese a que ocasionalmente le rehuía la mirada cuando los oscuros y penetrantes orbes del Capitán se detenían en los suyos.
 
Era como si Levi pudiera ver a través de él, pero lejos de incomodarle, a Eren le resultaba ameno.
 
Había hecho mal en juzgarle anteriormente, aunque ya habían pasado años de lo ocurrido. Ni Levi ni el resto de su cuadrilla tenía la culpa de la muerte de su madre. Los culpables eran sus enemigos en la guerra, los Marleyanos que constantemente querían conquistar sus tierras. Ellos eran los verdaderos monstruos, los causantes de su dolor y desgracia.
 
De no haber guerras, Eren seguiría viéndola, habría podido hacer las paces con ella, y todo sería igual que antes.
 
—Ya es hora, Eren.
 
De a poco, Eren redujo la velocidad en la última vuelta. Habría seguido indefinidamente si Levi no le detenía antes. Era realmente extraño.
 
Cuando se detuvo, se miró las manos, sorprendido consigo mismo por su vitalidad. No podía tratarse simplemente de la comida y el baño.
 
¿Entonces qué?
 
"¿Y esa para qué...?"
 
El recuerdo de Hanji con la segunda jeringuilla se le atrevesó de pronto, pero Eren decidió no darle importancia cuando Levi se unió a él para indicarle el camino de regreso.
 
El trayecto hasta la celda subterránea transcurrió en el más profundo silencio. Hecho que inquietó y desconcertó a Eren. Sabía que Levi Ackerman no era hombre de muchas palabras pero sinceramente esperaba no haberle hecho enfadar. No entendía si había hecho algo malo durante el día. En realidad lo había pasado muy bien en su compañía.
 
—Eren— y como si Levi intuyera su debacle interno, se detuvo poco antes de llegar al final del pasillo. Había iluminado el camino con una de las antorchas asidas en las salientes del muro.
 
Eren se quedó quieto, mirándole con interés y a la expectativa.
 
—Primero, no creo que haga falta advertirte que no debes decirle a Hanji sobre la inyección.
 
A Eren se le atoraron las palabras en la boca. No creía que Levi estuviera al tanto de que él sabía sobre sus acciones.
 
—Esta bien— se mostró conforme y trató de seguir su camino, pero Levi le detuvo, sujetándole firme de la muñeca y obligándole a volverse.
 
—Y segundo...— nada más verlo acercarse lentamente hasta él, bastó para que los colores subieran al rostro de Eren. Su cuerpo no respondía, sin embargo sus ojos se cerraron anticipando lo que vendría a continuación.
 
Tras unos segundos sin que nada ocurriera, Eren abrió de nuevo los ojos. Levi extendió el brazo hacia su rostro y deslizó con simpleza el dedo índice sobre su mejilla, mostrándole después la yema de su dedo dónde se apreciaba una diminuta mancha oscura.
 
—Hollín— fue la parca explicación de Levi.
 
Eren parpadeó, sintiéndose avergonzado consigo mismo.
 
—Claro— regresó a su celda deseando internamente que ese día se repitiera.
 
Sin embargo no fue así. Los siguientes tres días se le antojaron eternos. No solamente a causa de la repentina ausencia de Levi Ackerman, sino también por la de Hanji Zoe. Ni uno ni otro había dado muestras de aparición, siendo uno de los guardias el encargado de llevarle las comidas, limitandose siempre a dejarle la charola en el suelo para después volver por ella horas más tarde.
 
El primer día Eren se sintió decaído, al tercero no lo soportó más, llegando incluso a preguntarse si aquello se debería a una especie de castigo más por sus actos de rebeldía.
 
Quería salir. Ahora no solo era prisionero del exterior, sino también de las murallas.
 
Sin ser apenas consciente de lo que ocurría, Eren hiperventiló. Los siguientes minutos los invirtió en distraerse, yendo de un lado al otro de la celda. Sentía que se asfixiaba ahí dentro, pero no pensaba ceder. Si preguntaba por Levi o por Hanji, se estaría doblegando y sería considerado como una muestra de debilidad.
 
Cuando se hubo agotado, Eren se sentó en el colchón y permaneció allí hasta que dos conocidas siluetas le llamaron del otro lado de la puerta.
 
—Eren.
 
El llamado fue como un bálsamo reparador.
 
—Armin, Mikasa— dio un salto fuera de la cama y aferró los barrotes a la espera de que el guardia terminara de abrir la celda. No obstante, el guardia fue el primero en pasar, asegurándose de ponerle las esposas antes de ceder el ingreso.
 
—No hace falta— arguyó Mikasa con la mandíbula apretada.
 
—Son órdenes— se jactó el guardia retirandose en el acto hacia la puerta para salvaguardarse de la ira que manaba de la fémina.
 
Armin sonrió conmovido cuando Mikasa rompió a llorar mientras se abrazaba a Eren. Habían estado tan preocupados por él que temían encontrarlo en deplorable estado. El rostro de Eren lucía algunos cardenales a la altura de los pómulos pero se veía bastante bien a comparación de ...
 
—¿Ymir?— preguntó Eren ante el susurro de su hermana adoptiva. Después se mordió la lengua al recordar al guardia.
 
—Tu rostro— yéndose repentinamente por la tangente, Mikasa acarició las zonas que empezaban a tornarse verdosas—. Ese bastardo—. frunció el ceño, recordando a Levi en días pasados. Su furia se incrementó. Eren sin embargo la tomó de los hombros para que le mirara a los ojos.
 
—Me ha salvado, Mikasa— le hizo saber, rebosante su expresión de júbilo, hasta que evocó la ausencia de Levi esos días. Había tantas cosas por hablar con sus amigos, pero no contaban con suficiente privacidad para distenderse en algunos temas.
 
¿Qué ocurría con Ymir?
 
¿Por qué Reiner, Annie y Bertolt no aparecían?
 
Eren tuvo que callarse todas las dudas que rondaban su mente ante la confidencia de Mikasa.
 
"Ymir ha estado actuando extraño"
 
—¿Como fue que consiguieron entrar?— Eren los miró a ambos detenidamente. Los había extrañado tanto, que nunca pasó por su cabeza que volvería a verlos de nuevo. No tras el curso de acontecimientos vividos esos días.
 
Mikasa dejó salir el aire contenido, se desanudó la bufanda y se la puso a Eren en el cuello.
 
—Armin y yo seguimos después de Ymir en la línea de sucesión de primeros lugares—explicó más seria—. Krista, Sasha, Jean y el resto también expresaron sus deseos por verte.
 
"De modo que no pudieron negarse para así evitar una revuelta" concluyó Eren, angustiado al meditar en lo que habría ocurrido con sus amigos si la petición por verlo era revocada.
 
—¿Cuánto más estarás en este agujero?— Mikasa no tuvo reparo en preguntar, pese a que Armin parecía turbado de pronunciar todo lo que tenía en mente.
 
Eren se encogió de hombros.
 
—Realmente no lo sé.
 
—No es sano tenerte tanto tiempo encerrado— prosiguió Mikasa, confrontando a la distancia la mirada temerosa del guardia—. ¿En donde está el enano?
 
Eren palideció en angustia al ver al susodicho llegar a la celda.
 
—Las visitas terminaron— anunció Levi Ackerman, monocorde.
 
En un acto premeditado, Eren le bloqueó el paso a su hermana adoptiva.
 
—Haz caso, Mikasa— pidió en un susurro.
 
Armin, que se había mantenido callado y pensativo, expresó finalmente su desconcierto.
 
—¿Cuál fue la condición del rey para dejar con vida a Eren?— aquella cuestión llevaba horas germinando en su cabeza. Desde que supo que Eren sería perdonado, notaba que algo no iba del todo bien.
 
La mirada de Levi se tornó incisiva ante la pregunta. Todos (Y en especial Eren) se volvieron a mirarlo, esperando oír una explicación plausible pero al mismo tiempo temiendo por ella.
 
—La petición del rey ha sido confidencial— murmuró Levi, circunspecto—. Ni siquiera a mi se me permite saber...
 
"Del todo" se abstuvo de agregar.
 
—Mikasa— nombró Eren al ver las intenciones de esta. Armin la detuvo antes de que llegara hasta el Capitán de la Legión de Reconocimiento. El inconformismo de Mikasa ante la escueta respuesta era evidente.
 
—Es mejor si volvemos después— opinó Armin, yendo hasta su amigo para abrazarlo en despedida—. Perdoname, Eren— le dijo al oído, sintiendo aún los alfilerazos de la culpa punzando en su cuerpo.
 
—Los veré después— Eren esbozó una sonrisa genuina. Y los vio partir en silencio. Dentro suyo se revolvían sentimientos encontrados. Quería gritar y pedirles que no le dejarán solo, que se estuvieran con él por más tiempo pues ya no soportaba la soledad. Pero sería ir en contra de las reglas. Y estaba mal.
 
Tan mal como mirar a Levi de la forma en la que lo hacía.
 
—Capitán— saludó tardíamente ante el ingreso del interpelado, viéndolo rebuscar algo entre sus ropas.
 
A Eren le picaba la curiosidad por saber el motivo que tenía Levi para haberse ausentado esos días, pero decidió que no era pertinente preguntárselo directamente.
 
Sus muñecas se vieron libres en apenas un parpadeo. Eren iba a agradecer cuando oyó los pasos resonando en el pasillo. Hanji entró escoltada de dos médicos, y Eren sintió que la sangre descendía hasta sus tobillos.
 
—Solo te harán unos exámenes— la voz de Levi se alzó entre la comitiva, como si hubiera intuido la razón del repentino silencio que envolvía al prisionero.
 
Miedo. Eren estaba asustado y razones le sobraban.
 
Nuevamente el rostro de Hanji lucía inusualmente serio, contemplativo.
 
—Será rápido.
 
Eren no tuvo más remedio que asentir y seguirles. Esperaba que el Capitán también les acompañara, pero una vez fuera, Levi no se movió un ápice. Sus ojos ébanos siguieron a Eren hasta que este se perdió en el primer recodo.


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