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Débil por yaoiana

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Notas del fanfic:

Hola a todos y todas, espero que estén muy bien.  Quería aportar un fic en esta sección que me encanta.

 

Espero que les agrade leerlo como a mí escribirlo.

Notas del capitulo:

Agradezco sus opiniones, espero que les agrade la lectura. 

Débil

–       Rompamos el compromiso.

 

Para todos era sorpresa y a la vez no, el fin de aquella pantomima. Él no amaba a su amigo, lo estimaba en demasía pero no para tomar la decisión de por fin llevar al acto el matrimonio. Para Wolfram era lo contrario, estaba dispuesto a amar por los dos.

Cuándo decidió romper el matrimonio tenía dos razones muy válidas, la primera, era porque no era justo para el rubio invertir tanto tiempo en algo que no tenía futuro; y la segunda, porque creía que a las puertas de su corazón estaba la persona correcta para amar.

 

Jamás imaginó la oleada de problemas diplomáticos y de relaciones interpersonales, que derivaban esta decisión. La casa Bielefeld, había roto relaciones con el palacio, ante la burla de su casta por el falso compromiso que se llevó por 7 años. Algunas otras casas tomaron la misma decisión, ante lo que ellos consideraron falta de compromiso del nuevo rey con las costumbres de Shin Makoku.

Al enfrentar la situación, se sentía un cobarde y cínico al considerar pedirle ayuda al blondo. Sus hermanos mayores y el consejero lo acompañaban a tomar pasos a seguir, pero se sentía cohibido sin la fuerza del fuego a su lado.

Cuándo en un mes se logró calmar la tempestad, Wolfram ya se había marchado de Pacto de Sangre. Nunca dijo adiós, nunca dejó una carta, nunca dijo nada…

 

Fue un año después, qué logró verle de nuevo. En el palacio real, se llevaría a cabo la celebración del compromiso del rey con su futura esposa. Mikao era una joven dulce, atenta y reservada; era una humana normal, sin ningún tipo de magia o algún atributo que resaltara, tal vez por esa simplicidad es que él le gustaba. Sin embargo, debía admitir que cuando estaba al lado de Wolfram, había más aventura, acción, reconocimiento y alabanzas, al tener un prometido ávido y hermoso.

Evitaba comparar las dos experiencias, porque cuando lo hacía, sentía que había cometido un enorme error al abandonar al rubio. Pacto de Sangre tampoco era igual, sus muros eran silenciosos, tenebrosos, parecían muertos… él les había robado la luz cuándo dejó ir al rubio sol. El mutismo de los sirvientes del palacio, también era una cuchilla en su nuca, dándole a entender qué había errado, qué se había equivocado abismalmente.

 

Su prometida intentaba reparar el daño  y le consternaba ver aquel sobreesfuerzo perdido. Era imposible comparar la luz de una vela con la del sol. Para Greta tampoco había sido fácil, una y mil veces le recriminó que Wolfram se había ido por su culpa y él no tenía forma de refutar eso. Es por eso qué la menor recibió con entusiasmo la fiesta en Pacto de Sangre, porque creía la posibilidad perfecta para volver a ver a su otro padre. No iba negarlo, él también esperaba esa oportunidad, quería ver con tus propios ojos si el oji jade estaba bien.

 

***

Al fin llegó el evento esperado, a la entrada las trompetas anunciaban la llegada de cada familia. Los Karbelnikoff, los Wincott, los Grantz, y los demás renombres de nueve de las diez familias principales… solo faltaba una.

El rey no era tonto, tal vez fingía serlo, pero ya no lo era. Se había percatado de la ansiedad de cada una y uno de los invitados, de su sed de calumnia y chismorreo… pues sabía, que todos esperaban ver al ex prometido del rey, del cual no se obtuvo noticia en un año.

 

Cuándo sonaron las trompetas, todo el mundo guardó silencio y las respiraciones se detuvieron. El anunciante presentaba a Waltorana von Bielefeld, quién ingresaba con un porte serio pero ligeramente molesto. El gobernante de aquella casta, sonrío con altivez, pues había que esperaban a su sobrino, como cuando un lobo espera atacar a su presa.

 

Yuuri también observó la decepción en todos los presentes, pero la desilusión que más le preocupaba, era la de su hija. Se acercó a ella y le acarició la cabeza, pero aquella mano pequeña lo rechazó de inmediato.

El encuentro se llevaba consuma calma, todos preguntaban trivialidades por formalidad; ¿Dónde se habían conocido?, ¿cómo?, ¿cuánto se amaban?... Se sentía como un autómata sin emoción, respondiendo una y otra vez.

Agradeció evitar seguir respondiendo, cuando escucho nuevamente las trompetas. ¿Qué infame llegaría tarde al compromiso del rey?, se escuchó aquella pregunta en el salón, pero el silencio reinó cuando vieron aquella magnánima figura.

 

Wolfram se encontraba en la entrada, su cabello largo estaba atado en una coleta qué le llegaba hasta las caderas. Llevaba puesta una camisa de malla negra, algo traslúcida, qué dejaba ver sus rosados pezones. Encima traía un abrigo largo y negro qué lo hacía ver sumamente elegante y sensual.

Su redondeado trasero resaltaba ante de pantalón de cuero negro. Se forraba muy bien a su cintura, piernas y miembro. En efecto, el rubio era una presa de aquellos lobos lujuriosos que lo miraban con deseo, incluso, él mismo.

 

No obstante, ese hombre no era el Wolfram que conocía. Su amigo se caracterizaba por su porte elegante, casto y virginal, nada comparado con este. El rubio caminaba con una sensualidad hipnotizante, sus ojos reflejan pasión incontrolable, su sonrisa era una invitación a posar los labios sobre su boca y su aroma, era un dulce extravagante y droga, qué te llevaba al celo en un instante.

 

Su prometida lo tomó de la mano y prácticamente le obligó a sentarse. En el interior le agradecía aquel gesto, pues desde esa posición, podrían descubrir que había tenido una erección con tan solo ver al rubio; estado que al parecer, compartía con muchos otros.

No supo en qué momento, el motivo principal de la fiesta, se había convertido en seguir paso a paso a Wolfram.

Todo el público era espectador del protagonista de aquella película. La primera escena, fue ver al rubio disculparse con su tío por llegar tarde, lo segundo, ver el dichoso encuentro entre Greta y él. Tercero, el saludo a su madre, quién opacaba la belleza de la mujer más sensual en Shin Makoku; cuarto, el saludo a sus hermanos y finalmente… a él.

 

−       Majestad, felicidades por su matrimonio, tiene una hermosa dama a su lado  –expresó mientras le besaba la mano a Mikao.

 

Su voz era firme, sin dolor, sin remordimiento, sin esperanza... Su prometida se sonrojó ante el gesto caballeroso de Wolfram, pero eso importaba poco.  El rey meditó y se dio cuenta que ya no había lugar en el corazón del blondo para él.

 

–       Gracias por asistir… Wolf – dijo pero su voz salió en un susurro ante el nerviosismo.

 

–       Aún estoy a su servicio, majestad, ¿Cómo podría faltar? – expresó con una jovial sonrisa, y Yuuri entendió, que ya no había nada que lo atara al rubio, más que el deber. Todo lo construido con su amigo se había perdido.

 

Cuándo la música empezó a retumbar en el salón, la jauría de lobos vestida con elegancia, comenzaba a moverse. El primero en atacar, fue Adalbert von Grantz.

Para todos era sorpresa ver cómo el terco hombre que había sido un traidor, transformó su  reputación hasta convertirse en el puente entre humanos y mazoku. Recordaba haber escuchado el rumor, de qué Adalbert había conocido a alguien por accidente y que a través de ese encuentro, había cambiado mucho. Hasta el momento, nadie conocía la identidad de la mujer.

 

La audiencia se enfocó en las dos cabelleras doradas. Las manos del mayor apresaban con pertenencia, la cintura del ojiverde y el menor, envolvía con sensualidad sus brazos por el cuello del otro. Aquel baile se veía tan íntimo y magnánimo, que parecía un encantamiento, nadie podía quitarle los ojos de encima.

Lo que pasó a continuación, para todos fue imperceptible menos para él. En estos siete años, Yuuri había aprendido a conocer los gestos de su rubio; Wolfram le sonreía con cariño al mayor y esto lo descolocó ampliamente.

 

Después del baile, ambas caballeras doradas se habían separado y cada uno había tomado su lado. Yuuri sentía una sensación de pérdida, y esa intranquilidad, lo llevó a perseguir a su ex prometido. Cuando lo halló en uno de los rincones más inhóspitos del palacio, comiéndose a besos con von Grantz, supo que lo había perdido.

 

−       ¡Wolfram! - lo llamó.

 

Ambos rubios se miraron fijamente. Adalbert lo miró molesto y antes de irse, reclamó los labios del rubio menor. El oji jade se organizó el vestuario y luego le sonrió con amabilidad, como si nada de lo que había visto, hubiera existido.

 

−       ¿Si, majestad?

 

−       ¿Por qué?

 

−       Le pido majestad, que sea más explícito, porque no le comprendo.

 

−       ¿Por qué me tratas con lejanía?, ¿Por qué cambiaste?, ¿Por qué te besabas con él? – indagó molesto.

 

−       Majestad intentaré ser breve, ya que lo deben estar esperando para SU fiesta de compromiso. Primero que todo, ya no lo considero mi amigo, segundo, pasaron muchas circunstancias para ser lo que soy ahora y tercero… solo pasó.

 

−       No es una respuesta suficiente para mí – exigió el rey.

 

−       Donde nacen los Hermosos Wolfram, a media noche.

 

El monarca detalló como el rubio volvía a la fiesta. Aquella ceremonia en vez de darle júbilo, le dio desolación e incertidumbre. Jamás pensó en verse fuera de los afectos de su ex prometido y peor aún, jamás lo imaginó en brazos que no fueran los suyos.

¿Había cometido un error al dejar a Wolfram?, no lo sabía… pero por las malditas leyes de Shin Makoku, tampoco podría intentarlo nuevamente.

 

Ahora que recordaba, un noble no podía repetir compromiso con la misma persona, porque si no era apto en el primer compromiso, no lo sería en el segundo. Los linajes familiares habían perdurado en el tiempo gracias a esas reglas y él como rey, no podría pretender modificarlas. Recordaba que la madre de Wolfram se había casado varias veces, pero por la pérdida de sus esposos a manos de la guerra… eran muy diferentes las situaciones y él, le había dado a entender a Shin Makoku, que Wolfram no era apto ni para tener un matrimonio, ni para gobernar.

 

Tomó un sorbo de su licor y dejó que la garganta se le quemara. Había sido un completo patán con el rubio y apenas, a punto de casarse de nuevo, había comprendido.

Su prometida en varias ocasiones le indagó por su comportamiento, estaba dejando sola a Mikao con aquella responsabilidad, pero reflexionar y ver cómo Wolfram pasaba de mano en mano, bailando en la fiesta, le sacaba de sus cabales.

 

Observaba a Adalberto en una esquina y también parecía pasarla mal, al ver al rubio menor. ¿Adalberto quería a Wolfram?, ¿Qué había pasado entre ellos dos?, ¿Por qué quería alejarlo de su ex prometido?, ¿Cuándo sería media noche para estar a solas con Wolf?

Sus plegarias fueron atendidas por Shinou; la media noche llegó prontamente y la mayoría de visitantes, se habían marchado en sus carruajes y los pocos que quedaron, yacían en las habitaciones asignadas del palacio.

 

Tardó un poco más, ya que su deber como rey, le implicaba despedir a los invitados. Rogaba porque Wolfram siguiera esperándolo en el jardín. Cuándo llegó, aquella imagen se grabó a fuego en su retina. El rubio yacía con su cabello dorado y suelto, tenía una pijama de dos piezas, con camisa manga larga y pantalón a sus talones. Sobre sus hombros, llevaba un chal corto y beige. Con sus manos, jugaba con un Hermoso Wolfram, siendo alumbrado por la imponente luna llena.

 

Casi con pesar de dañar aquella magnánima obra, intervino.

 

−       Lamento la demora, terminaba de despedir a los invitados.

 

−       Lo supuse, por eso te esperé más, toma asiento.

 

El monarca se sentó en el lugar indicado. En completo silencio esperó a que el rubio comenzará el relato.

 

−       Intentaré ser breve, me rompiste el corazón cuando terminaste el compromiso. Creo que nunca reflexionaste cuánto te amaba y hasta qué punto podría llegar por ti.

 

−       Wolfram, yo…

 

−       Por favor, no me interrumpas. Cuando todo Shin Makoku se enteró de la ruptura, empezó mi pesadilla. Cada día llegaban cartas y cartas, dónde personas indecorosas me proponían ser su amante o hacerme vejámenes… al fin de cuentas, soy  impropio para ser una pareja formal.

 

El azabache vio dolor y tristeza en aquel angelical rostro, jamás quiso deshonrar a su vínculo más importante.

 

−       Intenté soportarlo de la mejor manera, para mí tú eras la prioridad y aún impropio, quería permanecer a tu lado. Pero toda  esperanza murió, cuando vi que traías a tu prometida al castillo. Supe que jamás responderías a mis sentimientos… tal vez hice lo más patético en ese entonces, hui. No quise despedirme de nadie, necesitaba estar solo y asfixiar este dolor.

 

Yuuri miraba con dolor y arrepentimiento al dueño del fuego. Quiso abrazarlo y consolarlo, además, de expresarle lo arrepentido que se sentía.

 

−       Caí del caballo y me lastimé la cabeza. Perdí la conciencia en aquel entonces y cuando abrí los ojos, estaba en una hermosa cabaña en el bosque. Lo primero que vi, fue unos ojos azules y fríos mirándome, era Adalbert… estaba en sus tierras.

 

−       ¿Te lastimó?

 

−       No, aunque fue bastante tosco y cruel conmigo. Siempre se burlaba porque me habías abandonado.

 

−       Hablaré con él –expresó con molestia.

 

−       No es necesario, Yuuri, pero agradezco tu gesto.

 

−       Pero…

 

−       Déjame terminar.

 

−       De acuerdo– mencionó prestando de nuevo atención.

 

−       Fuera de que me había lastimado la cabeza, me había fracturado una pierna. Debí estar aproximadamente dos meses  a su lado. Al inicio fue demasiado complejo, dos Mazokus orgullosos y que manipulan el elemento fuego en un mismo espacio, una combinación peligrosa, sin embargo, las cosas se fueron transformando. Comprendí porque mi maestra lo quería, Adalberto es un hombre tosco, pero tiene demasiada nobleza en su corazón y la comparte… por eso ahora es el puente entre los humanos y los Mazoku  en sus tierras.

 

−       Wolfram… no me digas que tú…

 

−       ¿Lo amo?– respondió divertido– tal vez –sonrió– creo que estábamos destinados a estar juntos.

 

−       No Wolfram, no debe ser así, te conozco y vales mucho, cualquiera podría enamorarse de ti y casarse contigo.

 

−       ¿Alguien como quién?

 

−       Como yo.

 

A pesar de su sinceridad, causó risa en el ojiverde. El blondo se reía con intensidad ante aquel sincero comentario.

 

−       Yuuri, no me hagas reír, ¿Quién en sus cabales se quiere meter con la persona que rechazó un rey?, Como te dije, los hay, pero solo para llevarme a su cama – dijo con tranquilidad– además, no puedo.

 

−       ¿Por qué no?

 

−       Porque me pertenece –se escuchó una voz a sus espaldas. Allí parado y estoico como una roca esculpida, se encontraba aquel guerrero de fuego.

 

−       ¿Adalberto, que te he dicho sobre escuchar conversaciones ajenas? – riñó Wolfram.

 

−       Tú eres mío, así que no es una conversación ajena-–aclaró– además, la cama está fría sin ti.

 

−       ¿Te he dicho que esa forma varonil de reclamar lo tuyo, me encanta? – dijo divertido el rubio.

 

−       Wolfram - llamó el rey sin entender aún el asunto.

 

−       Me entregué a él, Yuuri, por ley le pertenezco, pero también, porque quiero.

 

−       Feliz noche, majestad – se despidió el Mazoku mayor, mientras tomaba de la mano a su prometido y se marchaban del jardín.

 

***

 

" Debilucho", al fin esa palabra había tomado sentido para él.

 

 Débil por no haber aceptado sus sentimientos hacia otro hombre.

 

Débil por no haber consumado su amor.

 

Débil por terminar un compromiso que quería.

 

Débil por permitir que su rubio sufriera la deshonra.

 

Débil por haberles mentido a todos sus súbditos.

 

Débil por dejar que le arrebataran a su Hermoso Wolfram.


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