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Vuelo 212 por Ultraviolet

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Notas del capitulo:

¡¡Buenas noches chicxs!! Voy a dejar aquí el 2º capítulo de la historia para que sepáis por dónde va la cosa, a ver si os gusta y os engancha.

 

-          Tiene mejor aspecto que ayer después del accidente. – Retiré el vendaje de la pierna de la azafata Kate. – Al menos ya no sangra… - Abrí el botiquín, cogiendo uno de los botes de alcohol para desinfectar. – Te dolerá un poco. – Asintió, agarrando con fuerza la arena de la playa.

-          ¿No eres demasiado joven para ser médico? -  Dijo en un tono burlón y tiró su cabeza para atrás al sentir el enorme escozor sobre su muslo.

-          Todavía no. – Retiré el algodón con el que le aplicaba el desinfectante, ahora con algo de sangre, para utilizar uno nuevo. Volví a aplicar el algodón sobre la totalidad de la herida, limpiando restos de sangre seca. – Estoy en el último año de medicina.

-          ¿Cuántos años tienes, 20-21?

-          23. – Corregí. - ¿Muy joven? – Subí la mirada, encontrándome con su enorme cara de sorpresa.

-          Demasiado… madura.

-          ¿Madura? – Cerré el botiquín, tras coger un par de gasas para envolverle de nuevo la herida.

-          Llevas el liderazgo de esto, todos te respetan y tus ideas son… muy buenas, francamente.

-          Supongo que el cuidar y hacerme cargo de los demás lo llevo en la sangre. – Dije irónicamente, cubriendo su muslo con las nuevas vendas.

-          Tus padres estarán orgullosos de ti. - Inconscientemente, dejé mis manos quietas sobre su pierna.

-          Perdí a mis padres en un accidente de coche, hace unos años. – Suspiré, volviendo a envolver su pierna entre las vendas.

-          Oh, lo siento, no debería de haber…

-          Tranquila. – Terminé de ajustar el vendaje y me levanté, quitando la arena que se había pegado al tejido de mis shorts. – Está superado. – Le tendí la mano, ayudándola a incorporarse. – Cualquier cosa que necesites, puedes pedírmelo a mí o a Rachel.

-          Gracias. – Le ofrecí una media sonrisa, acompañándola con el resto de los supervivientes, que intentaban descansar tras pasar toda la noche en vela.

-          ¿Cómo vas, Nico? – Me acerqué a la cola del avión, donde Nico inspeccionaba cada una de las maletas en busca de todo aquello que pudiéramos utilizar.

-          Bueno… - Retiró las leves gotas de sudor que corrían por su frente. – En ese lado hay medicinas, en este ropa… - Suspiró. – Estoy ordenando todo lo que veo útil.

-          Gracias, Nico. – Me coloqué a su lado, revolviendo su pelo en un gesto cariñoso. – Te ayudo. - Atrapé la primera maleta que vi, una forrada en cuero, la cual me costó bastante abrir debido al sistema de broches con el que estaba equipada. – Ropa, cosas de baño…Mmm… Nada más. – Delineé el borde de mi labio inferior con la yema de mi dedo índice, analizando la maleta. – Lleva muy pocas cosas como para bajar en un transatlántico… ¿Viajas a miles de kilómetros y solo llevas un par de prendas y unas pocas cuchillas de afeitar?

- Quizás no era el mejor haciendo maletas. – Respondió Nico mientras analizaba otro equipaje. – ¿Seguro que no lleva nada más?

- La maleta pesa demasiado como para solo llevar esto. – Levanté la maleta, vaciándola de inmediato. – Aquí tiene que haber gato encerrado…- Palpé la maleta, tanto por la parte posterior como por la inferior. Hasta que encontré un extraño bulto en la parte del fondo. – Parece que hay algo aquí dentro…

- ¿Una maleta con doble fondo? – Preguntó Nico acercándose levemente. Cogí una de las pocas cuchillas de afeitar de la maleta y la rompí, obteniendo solamente lo que me interesaba: el filo. Rasgué la tela de la maleta, dejándome ver la parte oculta.

-          ¿Pero qué…? – Las palabras murieron en mis labios al agarrar lo que parecía… un arma.

-          ¿Qué pasa, Eva? – Nico se acercó ante mi silencio, asomando su rostro por encima de mi hombro. - ¿Eso es… una pistola? – Se sentó a mi lado, revisándola. - ¿Pero qué hace esto en un avión? – Crucé mi mirada con la suya, sacando conclusiones.

-          Intentaban… ¿Secuestrar el avión? – Dije entrecortadamente, sintiendo que mi pulso bajaba hasta mis pies. Volví a meter la mano en la maleta: Algún que otro cuchillo, balas, medicamentos…

-          ¿Y entonces…

-          E-entonces… tuvimos el accidente.  

-         ¿Cómo estás tan segura?

-         ¡Y yo que sé! ¡Pero no es muy normal tener un arma a bordo de un avión! – Pregunté en voz demasiado alta, acallándome por completo, para después susurrar. -  ¿Se te ocurre alguna otra razón para llevar un arma? – La volví a dejar en la maleta y volví a sacar conclusiones. – Si se tratase de un secuestro, el dueño de esta maleta tendría bastantes cómplices… no es tan fácil que una sola persona pudiese controlar un avión de esas dimensiones… - Me levanté, observando todas las maletas que se encontraban sin abrir. – Busquemos más armas, volvamos a revisar cada una de las maletas.

-          ¿Y si tienes razón? – Preguntó con un tono de nervios en su voz. - ¿Y si… su intención era secuestrar el avión? ¿Y si… es más de una persona? ¿Y si… ellos han…

-          ¿Sobrevivido al accidente? – Alcé la ceja, temiendo lo peor.  

-          A lo mejor han muerto al caer a tierra… - Suspiró.

-          O a lo mejor están… entre nosotros. – Me levanté, agarrando otra de las maletas. – No se lo digas a nadie, esto no tiene que salir de aquí, ¿Me oyes?.

-          ¿Crees que estamos en peligro en el caso de que siguiesen vivos?

-          No lo dudo. – Suspiré derrotada al sentir tanto peso sobre mis hombros.-  Pero… no creo que vayan a llamar demasiado la atención, se comportarán como el resto.

-          Cualquiera puede ser el terrorista, ¡Hasta la azafata! – Insistió, inquieto por la situación.

-          ¿Ves esto? – Metí la mano dentro del doble fondo de la maleta, agarrando un paquete de medicamentos. – Esto se utiliza para los trastornos obsesivos compulsivos. – Se lo lancé. – Cualquier superviviente que tenga movimientos repetitivos o manías raras… será el dueño de esta maleta. La de la pistola.

-          ¿Cómo pretendes que me comporte de forma normal después de esto? ¿Ni si quiera se lo vamos a decir a Rachel?

-           Si Rachel se entera, le entrará el pánico y los secuestradores, si están con nosotros, intentarán matarnos antes de que nosotros podamos defendernos. – Intenté razonar con él. – Tenemos que estar alerta, solo nos fiaremos de Rachel, Robert y Rebeca. ¿De acuerdo? – Asintió, con miedo. – Quédate revisando las maletas, voy a comprobar el estado de los demás heridos.

Volví a revisarlos uno a uno, asegurándome de que estuviesen todos en mejor estado que después del accidente: desinfectando a unos, vendando y medicando a otros…

-          ¡Hey, Rachel! – La llamé, captando su atención.

-          ¿Qué pasa? ¿Habéis encontrado algo? – Negué con la cabeza, ocultando lo que había pasado en el avión minutos atrás.

-          Vengo a verte a ti, levántate la camiseta. - Le ordené, ganándome una mirada de sorpresa.

-          Estoy bien, ya no me due… - Rocé su costado con las yemas de mis dedos. - ¡Joder! – Gritó y se agarró las costillas, gimiendo de dolor.

-          ¿No te duele, eh? – Dije irónica, acercándome aún más a ella. – Levántate la camiseta, va en serio, Rachel. – Suspiró, derrotada, cediendo y levantando su camiseta, dejándome ver un gran moratón que abarcaba desde su pecho hasta el ombligo. Pasé la palma de mi mano sobre sus costillas, intuyendo lo que pasaba. – Suspiré, mirando sus ojos color miel. – Tienes 3 costillas rotas, ¿Vas a dejar que te ayude o seguirás resistiéndote? – Giró su rostro, dándome a entender que me dejaba hacer lo que quisiese. – Gracias. – Coloqué fuertemente una gran venda sobre la totalidad de su torso, ajustando la rotura de sus costillas a las vendas. – Evita moverte demasiado, o te dolerá.

-          Gracias. - Apoyó su espalda en el tronco de una de las palmeras de la playa. - ¿Crees de verdad que vendrán a por nosotros?

-          Si te digo la verdad… - Suspiré, pasando mis manos por mí pelo. – Es poco probable que nos encuentren, pero…

-          Era lo que necesitaba oír. – Dijo irónica.

-          ¿Hubieses preferido una mentira? – Pregunté divertida, aunque fastidiada por la situación.

-          A veces las mentiras ayudan a seguir.

-          Las mentiras no dejan de ser mentiras. – Coloqué mis brazos en forma de jarras.

-          Eres la chica de hielo. – Sonrió.

-          Sabes que eso no es verdad. – Me contagió su risa.

-           Si tanto te gustan las verdades, sólo acéptalo.

-           Imbécil. – La empujé, levemente. – Voy a ver al resto de heridos.

-          Que te den. – No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa al alejarme de allí.

 

Me acerqué al pequeño campamento temporal que habíamos montado la noche anterior, donde aún descansaban los tres niños pequeños supervivientes del accidente, custodiados por sus padres, que se mantenían despiertos a pesar del cansancio.  

 

-          ¡Eh, eh, eh! ¿Dónde crees que vas? – Me agarraron del brazo, impidiéndome avanzar. Giré mi rostro, cruzando mi mirada con una color avellana.

-          Voy a investigar un poco la isla. – Lo empujé delicadamente, vacilando. - ¿No tienes curiosidad de lo que puede haber dentro?

-          ¿Curiosidad? – Alzó ambas cejas para después fruncir el ceño. – No sabes lo que hay dentro de esa selva. Así que vuelve al campamento.

-          Si nos quedamos aquí moriremos. – Lo agarré de la camiseta, sin hacerle daño. – Escúchame, la comida no nos durará ni una semana, y dudo que nos hayan rescatado hasta entonces. Así que deja de protegerme tanto y comienza a pensar un poco con el cerebro.

-          ¿Por qué eres tan negativa? Seguro que vienen a buscarnos pronto.

-          Soy realista. – Lo acallé. – Esta isla no aparece ni en el mapa, nadie nos podrá encontrar. A no ser que… - Suspiré. – Intentemos encontrar la caja negra del avión y la radio para ponernos en contacto con ellos.

-          Eso implica buscar la parte frontal del avión. Y tú misma dijiste que podría no haber caído en la isla.

-          Pero sí que estará si tenemos un poco de suerte. Aquí parados no conseguiremos nada.  – Coloqué mi pelo a un lado fruto del nerviosismo. – Podríamos tardar días en encontrarlo, así que tenemos que ir bien preparados.

-          ¿Qué propones?

-          Organizar un grupo de búsqueda, coger algunas provisiones y… buscar la parte del avión que falta.

-          Te acompañaré.

Informamos a los supervivientes de la operación búsqueda que íbamos a realizar tal y como lo hablamos la noche anterior, y vi con entusiasmo que la mayoría de ellos se ofrecían como voluntarios a realizar la búsqueda. No sabríamos cuánto tiempo nos iba a llevar: minutos, horas, quizá días… Pero teníamos que intentarlo si no queríamos resignarnos a morir esperando que viniesen a buscarnos.

-          A la chica de la pierna rota hay que controlarle la fiebre cada dos horas, a la azafata hay que cambiarle los vendajes y desinfectarla cada seis horas… - Hice un pequeño recuento con mis dedos. – A la mujer del golpe en la cabeza hay que…

-          ¿No es mejor que tú te quedes aquí y que yo vaya en búsqueda del avión? – Rebeca cruzó sus brazos tras ladear la cabeza.

-          No. – Levanté mi dedo índice, dándole pequeños toquecitos en su brazo. – Imagina que hay heridos en el avión.

-          Cierto. – Suspiró. - ¿Algo más que me tengas que decir sobre el cuidado de los heridos?

-          Sí. – Intenté aparentar lo más tranquila posible. – Si ves que alguno de ellos tiene un comportamiento raro… házmelo saber.

-          ¿Qué quieres decir con… comportamiento raro? – Me agarró del brazo, alejándome de los demás.

-          Sí… quiero decir. – Aclaré mi garganta. – Si tiene comportamientos repetitivos, habla solo, se comporta de forma agresiva o…

-          Oh dios, ¿Alguno de ellos se ha escapado de un psiquiátrico? ¿Y qué hago si intenta agredir a alguien? – Me apretó efusivamente el brazo, intentando encontrar alguna respuesta.

-          ¡Eh, eh! Tranquila. – Solté mi brazo de su agarre, acariciando las marcas rojas que me había dejado. – Rachel se quedará aquí en el campamento, si alguien se pone agresivo, sabrá reducirlo.

-          Oh, sí. Gracias a dios por tener una amiga que es experta en artes marciales. – Cruzó sus brazos, con un signo infantil en su rostro. - ¿Algún dato más que necesite saber?

-          Vigila la comida. – Le advertí. – O si no, nos quedaremos sin recursos demasiado rápido.

-          A la orden. – Hizo una reverencia, divertida. – Llevad cuidado, no sabéis lo que hay dentro de esa selva…

-          Lo tendremos, descuida. – Desvié mi mirada hacia su hombro izquierdo, en el cual reposaba el asa de una mochila de cuero.- ¿Qué llevas ahí?

-          Lo he preparado para vosotros. – Me la cedió. – Todo lo que podáis necesitar: comida, agua, medicinas…

-          ¿Sabes que me encanta lo previsora que eres? – Me la cargué a la espalda, totalmente agradecida.

-          Dale esta otra a Nico. – Me dio otra un poco más grande y acomodó un par de mechones hacia un lado de mi rostro. – Eva, va en serio.

-          Llevaremos cuidado. – Le volví a repetir. – Tranquila, Rebeca, en serio. No te librarás de mí tan fácilmente.

-          Idiota. – Me abrazó tiernamente, colocándose de puntillas por ser algo más baja que yo.

-           Nos veremos pronto.

-           ¿Me lo prometes?

-           Te lo prometo.

Notas finales:

Nos leemos prontito y espero leer críticas, opiniones y todo lo que queráis aportar <3


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